Un día de trabajo normal como cualquier otro, trabajando en mi profesión (construcción), realizábamos la pavimentación de una calle de la Colonia el Vergel. La primera parte del trabajo consiste en avisar a todos los vecinos que tienen vehículos estacionados en la calle los retiren, o bien si están guardados en sus cocheras y piensan salir en el lapso que estemos realizando el trabajo lo hagan antes, porque una vez iniciado el trabajo no puede transitar ningún vehículo.
Toda la cuadrilla de trabajadores a sabiendas de sus obligaciones comenzaron a avisar a todos los vecinos, yo por lo general no lo hago (porque me da flojera y porque soy el jefe), pero esta vez los trabajadores ignoraron una de las casas, ya que no tenía vehículo estacionado afuera, por lo que tuve que ir a avisar a las personas de las implicaciones que ya he mencionado.
Después de llamar a la puerta, salió una mujer (o tal vez debería decir mujeron), tal vez rondando los 40 años (soy pésimo al calcular edades), de tez blanca, cabello castaño ondulado, de altura tal vez 1.65 metros, enfundada en un vestido color blanco con flores azules un poco flojo, de escote discreto, pero de largo hasta la mitad de los muslos.
Con toda la rapidez que me fue posible (tratando de no ser tan obvio), le di una vista a toda su figura, senos de tamaño normal (no se veían exuberantes), unas caderas de fantasía que se transparentaban a contraluz por su vestido, sus piernas bien torneadas, sin ser demasiado llamativas y calzaba unas sandalias… ahí fue donde me perdí, al ver sus pies me quede como estatua, de inmediato mi mente perversa pensaba solo en lamerlos, sus dedos perfectos, con perfecta pedicura, sus uñas pintadas en color rosa que resaltaba perfectamente al color de su piel.
De repente una voz de enfado me hizo regresar a la tierra…
– ¿Qué desea? Pregunto la mujer
– Disculpe señorita (conteste de manera intuitiva)
– ¡Señora! Respondió en tono molesto
– Si, Señora, perdone… y le explique lo que debíamos hacer y las molestias que provocaríamos, hasta que termine mi letanía casi de manera autómata, finalizando en… Y si piensa sacar su auto en las próximas horas es mejor que lo saque de una vez.
– La Señora me contesto de inmediato ¡No tengo vehículo, se lo llevo mi marido!
– Finalmente le conteste: No se preocupe Señora, para cuando él hay regresado el trabajo estará terminado y podrá transitar de manera normal.
– Finalmente se disipo el enfado de la Señora, con un… Muchas gracias Señor trabajador y llámeme Norma
– A lo que no perdí la oportunidad de responder (por si contenía sarcasmo el mensaje)… Muchas gracias Señora Ama de Casa Norma, soy Jorge a sus órdenes.
Se metió de nuevo a su casa, cerrando detrás de ella la puerta, no sin antes permitirme un último vistazo a la silueta de sus caderas, que en realidad eran dignas de adoración.
Mientras tanto los trabajadores ya habían puesto al tanto a todos los habitantes de la calle y comenzaron los trabajos, levantando el pavimento viejo, para después colocar una emulsión de asfalto para que pueda pegar el pavimento nuevo, cabe señalar que esta emulsión es en extremo pegajosa y es la causante de que muchas prendas de vestir hayan terminado en el bote de la basura.
En ese proceso estábamos cuando salió de nuevo de su casa la Señora Norma, sobra decir que de inmediato voltee a verla para poder seguir agasajándome con su silueta y con sus hermosos pies, solo que ahora no traía sandalias, sino zapatos de tacón de 10 cm.
Por una parte me sentí decepcionado, por no poder seguir admirando sus hermosos dedos, pero por otra era una bendición, ya que los zapatos de tacón habrían resaltado sus pantorrillas que lucían de una manera espectacular, firmes, redondos; sus muslos habían sido beneficiados de esta nueva postura ya que lucían también con un volumen distinto y mejorado, pero sus nalgas habían recibido la perfección que les faltaba, ahora lucían de perfil con una redondez y tamaño que en una primera vez no había notado, definitivamente un hermoso culo.
Desde la puerta de su casa grito: Señor Trabajador, ¿puedo cruzar la calle?, a lo que de inmediato le conteste: ¡No lo vaya a hacer Señora!, sería una lástima echar a perder esos zapatos tan lindos.
– ¿Le gustan mis zapatos Señor Trabajador? Contesto de inmediato
– No tanto como el efecto que generan en usted Señora Ama de casa. Replique en seguida
Al parecer pude ganar la partida, ya que ella se ruborizo un poco, una vez que su color rojo de las mejillas fue perdiendo intensidad recupero la compostura y me dijo:
– Necesito cruzar la calle para ir de compras Señor Trabajador, ¿Qué puedo hacer?
– Pues si no quiere echar a perder sus zapatos la única solución es dar la vuelta hasta el final de la calle (le conteste)
– Y de inmediato se me ocurrió una solución: Pues si gusta puedo ayudarle a cruzar cargándola, para que no se estropeen sus zapatos.
– Sin pensarlo demasiado ¡Huy no, qué pena! ¿Y si estoy muy pesada?
– Como no quise hacer el ridículo, de inmediato comencé a hacer números, vi su tamaño, me dije: más vale que no lo vayas a echar a perder.
– Le conteste: No se preocupe Señora Norma, la voy a llevar con mucho cuidado
– Sin pensarlo mucho ella acepto: Bueno, pero con mucho cuidado Señor Jorge
En seguida me acerque a ella y le ordene: tómeme por el cuello Señora, bien firme, con mi brazo derecho la levante por los muslos y con mi brazo izquierdo le hice un respaldo, al cargarla no me pareció muy pesada por lo que me permití empezar a divagar, de inmediato fije mi vista en sus senos para tener una mejor idea de su tamaño, de su trasero no pude verlo, lo tenía apuntando al piso, así que mejor me preocupé por no ir a tirarla al piso, medí cada paso que daba para no ir a tropezar, ni siquiera puse en la balanza si cargar a aquella mujer valía el precio de las botas de trabajo que estaba echando a perder por caminar por encima de la emulsión asfáltica. Finalmente llegue al otro lado de la calle, la baje con sumo cuidado de no ir a hacer una burrada, suavemente deposite sus pies en el piso y cuando la supe bien apoyada la ayude a incorporarse, pensé: (bueno al menos no se me cayó)
Ella al saberse a salvo me dirigió una sonrisa muy picara y me dijo: Gracias Señor trabajador guapo, y se dio media vuelta para seguir su camino.
Cuando regrese a la realidad me enfoque en mis botas, de inmediato voltee primero hacia mis trabajadores para saber si no se estaba burlando alguno por lo que acababa de hacer, al parecer nadie vio nada, así que después me dedique a ver si mis botas podrían salvarse de echarse a perder para siempre.
Me dedique a tratar de limpiar mis botas con un trapo y un solvente mientras continuaban los trabajos de pavimentación, después de un par de horas el trabajo estaba terminado y mis botas: pues se hizo lo que se pudo, había removido gran parte de la emulsión, probablemente no perderían su forma, pero el color, ese si definitivamente había quedado arruinado para siempre.
Además mis manos estaban llenas del resultado de la mezcla de la emulsión y el solvente, lo que hacía parecer que mis manos estaban al extremo sucias.
Indique a los trabajadores lo que deberían de hacer, unos se fueron a la siguiente calle a empezar el proceso de nuevo, mientras el resto terminaba de hacer la limpieza antes de poder liberar al tránsito lo que se acababa de construir.
Acababa de despachar a los últimos trabajadores, dejando solo un par para que liberaran las señales que habíamos puesto para que no pasaran vehículos cuando vi que se asomó de nuevo la Señora Norma.
Se detuvo en la banqueta de enfrente con una bolsa de víveres luciendo a plenitud su figura:
– Hola Señor Trabajador, necesito pasar a mi casa, ¿Me puede cargar de nuevo?
El pavimento estaba ya terminado por lo que ya podía pisar, aunque aparentemente ella no lo sabía ¿o sí?, a lo que le conteste de acera a acera:
– Voy para allá Señora Norma, no se mueva.
Llegue a la acera donde se encontraba, mientras trataba de adivinar el peso de la bolsa de víveres, tratando no hacer el ridículo de nuevo, le indique que ahora en lugar de tomarme el cuello, tomara fuerte la bolsa de víveres.
Ella vio mis manos sucias por el fallido intento de limpieza de mis botas, cuando las ensucie en el cruce de ida de la Señora, ella mi miro fijamente a las manos aunque sin decirme nada, por lo que me adelante:
– No se preocupe Señora, no le ensuciare la ropa, esto está más que seco y la verdad voy a tardar mucho tiempo en poder limpiarlo, mientras colocaba mis manos sobre su bolsa de víveres para que comprobara que no transmitía la suciedad.
– Muy bien, balbuceo apenas, sin dejar de mírame las manos.
La volví a tomar entre los brazos, arqueando mi espalda un poco hacia atrás, para no ir a tirarla, a cada paso que daba note que la Señora se iba poniendo cada vez más roja de la cara, pensé que sería la incomodidad por tocarla con mis manos sucias.
Llegamos hasta su puerta y nuevamente con movimientos muy calculados para no ocasionar algún accidente, al colocarla en el piso, me retire para no causarle incomodidad, y le tuve que preguntar:
– ¿Se encuentra bien Señora?
– Si, claro, solamente tengo mucho calor, ¿gusta un vaso de limonada?
– Claro que si Señora, con todo gusto, conteste mientras le tome la bolsa de víveres para que pudiera abrir la puerta de su casa.
Pasamos directo a su sala, donde me indico que me sentara, mientras se dirigía a la cocina, donde tenía una vista directa de ella, pude apreciar su perfil, su frente y su espalda, hermosa en todas las vistas.
Regreso con un par de vasos de limonada con mucho hielo y los coloco en una pequeña mesa de centro, antes que ella hiciera por sentarse le pedí me dejara pasar a su baño a lavarme las manos, me indico señalando la puerta y de inmediato me traslade y me lave lo mejor que pude sin poder quitarme la mancha de las manos, se me ocurrió tomar un trozo de papel para secarme, me lleve el papel hacia la sala para que la Señora Norma viera que efectivamente no podía manchar nada con mis manos, ya que seguía percibiendo cierta incomodidad.
Finalmente me senté a tomar la deliciosa y refrescante limonada, una gran sensación después de estar 2 horas en el sol, mientras platicábamos de cosas triviales, hasta llegar a la pregunta incomoda sobre el esposo de la Señora (si me acorde, claro, la calentura no quita la cobardía), a lo que respondió con naturalidad que faltaban al menos 3 horas para su regreso.
Termino su vaso de limonada y se levantó:
– Por cierto, (indico) debo comenzar a hacer de comer para tener listo todo cuando regrese mi marido.
Se llevó su vaso y se dirigió a la cocina, coloco su vaso en la tarja y saco una pequeña escalera de tres peldaños, tipo reposapiés hecha de madera, la coloco frente a un mueble y acerco la bolsa de víveres, al tratar de subir el primer escalón la note algo perdió un poco el equilibrio.
– Me puede ayudar a guardar la despensa Señor trabajador (con un tono de voz meloso que no había utilizado antes)
– Tome el último sorbo de mi limonada y conteste: voy para allá, dirigiéndome lo más rápido que pude.
– Dígame Señora Norma, ¿Qué puedo hacer?
– Me detiene mientras guardo la alacena, porque no me siento segura con estos zapatos.
Me acerque a ella mientras tomaba en sus manos varios artículos y se dirigió a la pequeña escalera, antes de subir el primer peldaño: sosténgame fuerte Señor trabajador (me indico), mientras subía, trataba de decidir de donde la iba a sostener, no por miedo a que se molestara, sino por miedo a hacerla perder el equilibrio, por lo que decidí tomarla por la cintura, el primer escalón no presento mayor problema, el segundo coloco su tremendo culo justo frente a mi cara y finalmente el tercero me dio una visión amplia de sus pantorrillas, sus muslos y un coqueto cachetero color perla (yo lo veo blanco pero en fin), cuando estuvo en el tercer peldaño, por comodidad coloque mis manos sobre sus caderas, como no hubo reclamo alguno, abrí mis manos lo más que pude, para que mis pulgares invadieran el área de sus nalgas, con el pretexto que ella se movía al guardar los artículos, movía mis manos con toda la intención de poder sentir la delicadeza de su piel, la consistencia de sus redondas y duras nalgas, yo estaba ya en pleno disfrute de su trasero, movía mis manos de la cintura hacia las nalgas, por los costados, por detrás, ya era un festín que estaba disfrutando.
De repente, mi concentración es interrumpida por una voz conocida, pero un poco distorsionada por la excitación:
– Cuidado Señor trabajador, voy a girarme, porque no me ha atendido correctamente.
Me saco de mi trance, voltee hacia arriba, tratando de entender lo que me decía, mientras tanto ella dando pequeños pasitos empezaba a girar sobre su eje, hasta quedar de frente a mí.
– No me has atendido por el frente Señor Trabajador, ¡Exclamo! (con una sonrisa en su cara)
Cuando finalmente llego el mensaje a mi cerebro, mis manos de manera automática, como si tuvieran vida propia, empezaron a acariciar las piernas de la Señora Norma, desde las pantorrillas, recorriéndola lentamente hasta llegar a las tremendas nalgas, introduciendo mis dedos por dentro de las bragas, para poder sentir finalmente la textura de la piel de su redondo y firme trasero.
Mientras esto pasaba, por el frente, había empezado a besar los muslos de piel blanca de esa ardiente ama de casa, escalando con mis labios por su cuerpo, hasta llegar al pequeño triangulo de tela que escondía su poderosa fuente de calor, irradiaba con tal fuerza que sentía como empezaba a sudar por el calor que generaba su chochita.
Mis manos comenzaron a recorrer sus nalgas hasta llegar de nuevo a las caderas y seguirse de largo, para encontrarse donde mi boca se encontraba ante un obstáculo de tela.
De inmediato mis dedos abrieron el camino, haciendo a un lado la tela de sus braguitas ya mojadas, para permitir el paso a mi lengua, quien al primer embate sobre el largo de sus labios, genero un escalofrió sobre la poseedora de tan delicioso manjar.
Decidí que era tiempo de cambiar de lugar, por lo que simplemente abrace por el culo a la Señora Norma, jalándola hacia mí, haciendo que perdiera el equilibrio, cayó sobre mis brazos, no hubo necesidad de acomodarla, en tres pasos llegue de nuevo a la salita donde empezamos, la deposite en el sillón, la jale para que su culo quedara justo en el borde y continúe lo que había iniciado en la escalera, mis manos amasaban sus nalgas mientras mi lengua trataban de localizar cada una de las terminales nerviosas de su vulva, lamia sus labios, y sobre todo mordisqueaba ligeramente su clítoris, que a estas alturas se encontraba hinchado, duro, listo para ser devorado.
La Señora Norma se retorcía sobre su lugar, lo que me obligo a voltear hacia su cara, cuando se me cruzaron ante la vista su hermoso par de tetas, que hasta el momento no habían sido tomadas en cuenta, por lo que mis manos terminaron su incursión entre sus nalgas y de inmediato salieron del vestido para posarse sobre su par de tetas, que bien podían asemejar en el paisaje a un par de volcanes, próximos a hacer erupción.
Desabroche un par de botones de su vestido para que emergieran aquel par de tetas, enfundados en encaje, del mismo color de las bragas (se dice en el medio que cuando una mujer trae ropa interior que combina es porque espera tener sexo)
Pose cada una de mis manos sobre sus senos, primero los cubrí, después coloque mis palmas sobre sus pezones y haciendo un movimiento de cierre de manos, pellizque suavemente cada uno de ellos, en ese momento el Ama de Casa abrió los ojos y volteo hacia mis manos diciéndome:
– Si papito, acaríciame con tus manos sucias, tócame toda con esas manos negras que tienes.
En ese momento pude comprender la actitud de la Señora Norma, finalmente no era tanto yo, sino lo sucio que estaba, después de meditarlo dos segundos, me dije: pues no voy a ponerme a reclamar ahora así que, a disfrutar la posición en la que me encontraba.
Seguí amasando sus senos, mientras mi lengua seguía recorriendo los labios vaginales de la Señora Ama de casa, terminando el viaje de ida de mi lengua enroscándose alrededor de su clítoris, y de vuelta tratando de penetrar en lo más posible su vulva.
Llego el momento que definitivamente me estorbaba su vestido, por lo que de un solo movimiento de manos lo pase por encima de su cabeza, no supe bien quien lo boto al piso, solo sé que quedo tirado lejos del sillón, al bajar mis manos aproveche el viaje para bajar sus braguitas, empapadas de jugos vaginales y saliva.
Estaba por regresar al ataque sobre su vagina, cuando el timbre del teléfono nos sacó de trance, la Señora Norma abrió sus ojos, localizo el teléfono y alargo su mano para alcanzarlo, en tanto iniciaba la conversación telefónica me miro de tal manera que entendí perfectamente que lo que me estaba pidiendo era que continuara con mi labor.
Mientras la Señora Norma por la línea saludaba:
-Hola querido, ¿Qué tal tu día?, sabes, por acá fatal, fíjate que afuera en la calle están unos trabajadores reponiendo el pavimento y tuve que salir y tiene un cochinero, no sé si me manche el vestido o los zapatos cuando salí a comprar los víveres para la comida amorcito.
Al escuchar la conversación de la Señora Norma, introduje dentro de su vagina dos de mis dedos, haciendo el clásico ganchito hacia arriba, para juguetear con su Punto G, mismo que pude localizar de inmediato, hinchado, sensible, el cual trataba de presionar entre mis dos dedos, ocasionando que la conversación telefónica de la Señora Norma se pausara, porque ella dibujaba una enorme letra “O” con su boca, cada vez que mallugaba con mis dedos el interior de su vagina.
Tratando de aparentar calma y normalidad, la Señora Norma tomaba aire y continuaba su conversación:
– Si corazón, te estoy preparando un platillo que te va a encantar, voy a hacerte un gran trozo de carne muy jugosa, casi casi en caldo, veras que te va a gustar.
En tanto la conversación seguía, yo también continúe con lo mío, volviendo a pasar mi lengua por todos los sitios conocidos que le generaban una descarga de placer a su vagina, le lamia el clítoris, de una manera paciente, haciendo círculos con mi lengua a su alrededor, recorría los pliegues de sus labios vaginales y trataba de meter mi lengua en el espacio ocupado por mis dedos.
Para entonces su vagina ya expulsaba goterones de fluidos, que estaban cayendo sobre el borde del sillón y sobre el piso, mientras ella con su mano libre apretaba con desesperación uno de los cojines del sillón y trataba de sonar lo más natural posible ante la línea telefónica.
– Si amorcito, veras que más tarde saldré a poner en su lugar a esos trabajadores, tu sabes lo mal que me pone la gente sucia, bueno corazón, te espero por la tarde, besos.
Exactamente en el momento que colgó el teléfono comencé a mover mis dedos con mayor velocidad dentro de su vagina, arrancándole un grito ahogado a la Señora Norma, comenzó a fluir un ligero chorro de fluidos de su vagina, lo que me indico que estaba en el camino correcto.
Moví mis dedos con mayor velocidad y con mayor fuerza, además que mi boca trato de prenderse de su clítoris, moviendo mi lengua cada vez más rápido alrededor de él.
Sus manos tomaron mi cabeza, mesando mi cabello con sus dedos, mientras cerrando de nuevo los ojos, volteaba su cabeza hacia el techo y liberando un grito de placer, al tiempo que en su vagina se abrió el chorro de los fluidos, pasando de un ligero hilo de fluido a un gran chorro acompañado de gritos de la Señora Norma.
– ¡Así papito!, ¡Asi!, hazme venir más, por favor, méteme tus dedos marranos en mi panocha.
Después de algunos segundos en que el chorro vaginal fue disminuyendo entendí que era hora de pasar a la siguiente etapa: me levante y me comencé a desnudar, primero me deshice de mi playera y cuando iba a desatar las agujetas de mis botas ella me interrumpió:
– Déjate esas botas sucias Señor Trabajador, quiero que las tengas puestas mientras me coges toda.
Así que me quite el pantalón sin quitarme las botas, lo cual en condiciones normales hubiera sido un gran problema, pero con la calentura los pantalones no ofrecieron ninguna complicación.
Me despoje de mis calzoncillos, mi verga se encontraba ya desde hace un buen rato casi a la totalidad de su erección, incluso ya me había empezado a doler un poco, tome a la Señora Ama de Casa por los tobillos (aun calzaba los zapatos de tacón), hice una “V” perfecta con sus piernas abriendo mis brazos, agache la cintura un poco, después de un vistazo rápido y una serie de cálculos simples, deduje que la punta de mi verga estaba en dirección correcta a la vulva de la Señora Norma, ya estando en la puerta de su vulva, hundí mi tronco de un solo golpe, hasta que mi pelvis choco contra las blancas nalguitas de la Señora.
Un grito ahogado de ella se escuchó por toda la casa, parecía que había perdido el aliento, trato de incorporarse estirando sus brazos hacia mi cintura y tratando de dirigir mi cadera hacia atrás y adelante, como queriendo imponer el ritmo de penetración.
Empecé a moverme al ritmo que me marcaban los brazos de la Señora, sin necesidad de escuchar su aprobación, solamente con ver su cabeza moviéndose de lado a lado, su boca de nuevo dibujando con sus labios una “O”.
No obstante que permití que el ritmo de penetración lo impusiera ella, lo que hice para incorporar la sorpresa fue la fuerza de penetración, a veces una más potente que la otra, a veces todas con la misma intensidad.
Después de una ligera pausa, comencé de nuevo a penetrarla con un ritmo de bombeo suave, acariciando su vulva con mi camote, aumentando progresivamente el ritmo y la potencia, empezando a retumbar en la casa el choque de las carnes, cada vez más frecuentes y cada vez más fuertes.
La señora empezó a soltar pequeños gemidos al tiempo que mi verga se hundía hasta el fondo de su ya inundada vagina, a medida que los gemidos fueron incrementando su volumen, trate de sostener mi ritmo ya sin incrementarlo, en espera de un nuevo orgasmo de la Señora.
Una vez que escuche el goteo sobre el piso interrumpí la penetración, tratando de incorporarme, aprovechando la sensibilidad de la vagina coloque la cabeza de mi tronco sobre los pliegues de los labios vaginales y la empecé a mover a lo largo de ella, con cierta velocidad hasta que logre de nuevo que el pequeño hilo de flujo vaginal se convirtió de nuevo en un torrente.
Me incorpore por completo, con mi trozo de carne cubierto de fluido vaginal y le pregunte a la Señora:
– ¿Ya conoces el sabor de tu panochita Señora Ama de Casa?
Mientras ella trataba de recuperar el aliento, solamente sacudió la cabeza en señal de negación, por lo que de manera inmediata la tome por la nuca y la acerque a mi verga.
– Pues vaya probándola Señora, le aseguro que le va a encantar.
Le acerque el tronco de carne a su cara, tomándola por la nuca y jalándola hacia mí, al acercarse saco su lengua y comenzó a lamer todo el residuo de jugo vaginal impregnado en mi pene, de manera minuciosa fue limpiando centímetro a centímetro de mi tallo. Lamiendo con delicadeza y chupando todos los vestigios de su propia eyaculación.
Suavemente llego hasta el par de bolas de carne, donde se concentró la mayor parte de los fluidos vaginales, ahí empezó a lamer con desesperación, mientras con su mano sostenía mi tronco, con su boca atacaba mis bolas por todos los flancos.
Tome su cabeza, la hice voltear hacia mí y le pregunte: ¿Te gusta el sabor de tu panocha perra?
Ella asintió con la cabeza, dejo de chuparme los huevos y contesto: Si papacito, pero más me gusta comerte la verga.
Una vez dicho esto abrió su boca y comenzó a meterse la glande de mi verga, la saboreo un poco y continúo tragando camote poco a poco, hasta que mi par de huevos descansaban sobre su barbilla, después de unos pocos segundos con mi cabeza golpeándole la campanilla de la garganta, comenzó mover su cabeza hacia adelante y atrás, aprisionando con sus labios el grosor de mi tronco.
Esta vez fui yo, quien le comenzó a marcar el ritmo, con mi mano sobre su cabeza le fui indicando la velocidad a la que debería proporcionarme las mamadas, mientras ella fascinada continuaba comiendo del tronco de carne.
Mientras ella continuaba mamando a placer, recordé que aún no tenía el placer de interactuar con la tetas del Ama de casa, así que las libere del sostén de encaje que cubría medio seno, solamente las hice salir del sostén, emergiendo un par de hermosas tetas, redondas, coronadas por un gran pezón obscuro, de inmediato empecé a juguetear con sus pezones, pellizcándolos, estirándolos, mientras ella hacia un gesto de dolor con placer.
Así continuamos, ella comiendo tronco y yo acariciando sus tetas, cuando de pronto un ligero hilillo de saliva escurrió de su boca y fue a dar directo al valle entre sus senos, de inmediato llego una imagen a mi cabeza, saque intempestivamente mi verga de su boca y la coloque entre sus masas de carne.
De inmediato la Señora entendió el mensaje, se colocó mi verga entre sus senos y apretándolos comenzó el movimiento de su cuerpo en un vaivén que resultaba en una muy suave, pero deliciosa paja que me estaba brindando el Ama de Casa.
De vez en cuando, largaba la punta de su lengua para alcanzar la cabeza de mi pene, tratando de metérselo en la boca, sin éxito, pero generando un sonido delicioso de ventosa al despegarse de la superficie a la que está adherida.
Continúo algunos vaivenes más y ella ahora fue la que realizo un movimiento intempestivo: regreso al sofá, recargando el pecho en el respaldo, hincándose en el asiento, abriendo al máximo sus piernas y levantando suculentamente su culote.
Creo que era la primera vez que entendía una señal generada por una mujer a la primera, obviamente deseaba ser penetrada, así que me incorpore, me coloque detrás de ella, busque el sitio adecuado para no lastimar mis rodillas con los tacones que aun tenia puestos, un par de movimientos y quede listo y alineado, con la punta de la verga asomándose por la vulva de la Señora Norma, en un movimiento de coordinación inusitado, moví mi pelvis hacia adelante al tiempo que ella arqueaba su culo hacia atrás, resultando en una estocada hasta el fondo, arrancándole un delicioso gemido y provocando que ella desmayara su cuerpo hacia el respaldo, mientras yo sentí que mis piernas flaqueaban un poco.
Después de reponernos un poco de la sensación relampagueante, nos reincorporamos en nuestra respectiva posición y comenzamos el vaivén de los cuerpos, sincronizados de una manera envidiable, ella azotaba sus nalgas hacia atrás exactamente en el instante que yo embestía hacia el frente, generando el sonido de un aplauso, un sonoro aplauso para ovacionar la manera tan deliciosa que tenia de coger el Ama de Casa.
Posterior a varias embestidas ella volvió a caer hacia el frente y permaneció sin moverse, yo aprovecha para reinstalarme, coloque cada mano en su respectiva nalga, asiéndome de ellas, y al apalancarme de ellas para embestir, se asomó sin pudor el ojito de su ano.
Parecía que con el movimiento de abre y cierra me decía: “ven aquí” y pues este día, ando de todos los modos menos remilgoso, así que embestí rítmicamente, acrecentando el ritmo y proporcionándole unas sonoras estocadas, hasta que lanzo un grito que ya no pudo apagar.
Saque mi verga de nuevo goteando de líquido vaginal, solo para hacer un pequeño acomodo de mis piernas para quedar ahora en dirección al ojito de su culo, cuando ella sintió que la cabeza de mi verga se colocó en la entrada de su culo, movió las manos hacia atrás, replicando la separada de nalgas para mostrar libre el camino, mientras me decía: “Ven mi trabajador, rómpeme el culo, por favor”.
Ante esas instrucciones no queda más que acatar a los deseos de la Señora Norma, como mi pene estaba bastante lleno de fluido vaginal, no quise preocuparme por lubricación, empuje con fuerza, pero con tacto también, sintiendo como poco a poco mi tronco de carne se abría paso a través del culo de la rica Ama de casa.
En poco tiempo pude ensartar por completo mi mástil, dentro de su culo, permanecí unos momentos sin moverme, para después emprender la retirada despacio, al ritmo de los gemidos de mi anfitriona, antes de salir por completo volví a embestir, esta vez un poco más rápido que la vez anterior.
No alcance a notar molestia alguna por lo que de nuevo embestí hasta el fondo, arrancándole un leve gemido, volví de nuevo a retirarme y de nuevo a embestir, esta vez mas rápido y más fuerte, hasta que escuche de mi dulce anfitriona:
– Dime que soy tu puta, papito.
– Claro que sí, Doña Norma, es usted la puta más puta de este vecindario, una putota que le encanta la verga por todas partes.
– Si mi trabajador cogelon, si, me encanta tu verga, la estoy disfrutando como nunca.
Continuo la embestida rítmica hasta que de una manera descompuesta la Señora empezó a gritar: ya vente papito, ya por favor, quiero que me bañes con tu leche.
En ese momento (y solo hasta entonces) recordé lo que me había atraído de ella en primera instancia, me desenchufe de su culo, me incorpore, la despoje de sus tacones, hice que se girara frente a mí, la senté en el salón y subí sus pies alrededor de mi camote.
Enseguida le dije a mi anfitriona:
– Señora: si quiere mi leche, va a tener que sacármela con sus pies, porque me encantan.
Sus ojos se iluminaron en señal de aprobación, colocándolos aprisionando mi camote, y de manera mus diestra, comenzó a moverlos en una deliciosa paja, cada vez más fuerte, cada vez más rápido.
Ella veía mi rostro, como tratando de adivinar el momento en que sería expulsado el contenido de mis huevos, que hervían de la calentura en ese momento.
Después de varios movimientos, que se sentían más como caricias, empecé a sentir un golpeteo en mi cerebro que anunciaba lo irremediable: estaba a punto de expulsar toda la leche existente en mi camote, empecé a sentir los espasmos del placer que recorrían toda mi espina dorsal, hasta llegar a mi cabeza, regresando a mi cintura y finalmente ocasionando lo inevitable.
Ella lo supo de inmediato, y comenzó a acelerar el movimiento de sus pies, por más que trate ya no pude contenerlo expulsando chorros de semen acompañados de un grito de placer.
Mis chorros cayeron sobre sus pies, sobre sus muslos, sobre su abdomen y sobre sus senos (creo que una gota en la barbilla), ella después de verme terminar siguió acariciando mi verga con sus pies, mientras con su dedo iba recolectando cada gota de esperma para saborearla.
Finalmente bajo sus pies, terminando de devorar hasta la última gota, mientras tanto comencé a bus car mis ropas regadas en el piso, encontré sus braguitas y se las ofrecí, ella envolvió dos de sus dedos con ella y los metió dentro de su vagina, realizando un movimiento circular, lo saco, lleno de fluidos, se acercó a mí y colgó sus bragas en mi pene que aún no perdía del todo la erección, mientras me decía al oído:
– Llévatelas, para que te acuerdes de mí, y cuando gustes vienes para cambiártela por otra más reciente.
Empecé a vestirme sin quitarme sus bragas de mi verga, ya vestido me acerque a ella, la bese en la mejilla y le dije: hospitalidad excelente, 5 estrellas y Salí.
Ya en la calle no había ningún trabajador, por lo que tuve que ir caminando al siguiente punto de trabajo.
Agradezco sus comentarios, recomendaciones, etc.: