En mi anterior relato estaba tan emocionada de animarme a compartir como sucedió ese primer encuentro con mi jefa, que omití contar los detalles.
Tengo 38 años, soy llenita pero bien formada de tetas grandes, caderas anchas, mido 1.60. Trabajo en una empresa de cosméticos por lo que mi arreglo personal debo de cuidarlo siempre. Nunca había estado con ninguna mujer. No tengo hijos, por lo que la mayor parte de mi día lo dedico a trabajar. Mi jefa tampoco tiene hijos. Hasta ese día yo sabía muy poco de su vida personal, solo tenía claro que era una mujer de carácter fuerte y muy sensual. Sin embargo, no imaginaba que podría pasar lo que pasó en ese viaje.
Cómo les dije en mi relato anterior de camino de regreso a la cabaña, ella me beso y yo me deje llevar.
Cuando entramos a la cabaña yo me sentía muy mojada, deseaba que no parara y no hicieron falta las palabras, las disculpas, o las explicaciones. Las palabras que se escuchaban eran: Sabía que eras tan caliente como yo, serás mi puta (yo me mojaba más al escucharla) a partir de ahora eres mía, chupame las tetas, cómetelas esperaban tus labios y tú lengua, así zorra no pares. Y yo solo gemía y la deseaba más y más, solo hacia lo que ella me decía.
Hasta ese momento yo no tenía experiencia, pero sí quería ser su puta, su amante, su zorra. Por momentos sentía que todo era un sueño efecto del vino que tomamos. Pero sentía sus pezones cada vez más duros en mi boca, los succionaba cómo ella me ordenaba que lo hiciera, mientras yo sentía sus manos debajo del vestido, acariciando cada pedazo de mi piel. Me acariciaba con pasión, con ganas de poseerme, sentía su respiración, sus palabras que cada vez me calentaban más. En un momento solo alcance a decirle: cógeme
Enseguida me tumbó en la cama me saco el vestido y se apoderó de mis tetas, mientras que tocaba mi sexo y se restregaba en mi. Decía: por fin te tengo, serás mi amante a partir de hoy. Y yo solo deseaba que así fuera. Sus besos eran fuertes, cálidos, su lengua caliente me robaba el aliento, me mordía ligeramente mientras sus manos no paraban de sobarme las tetas y jalar mis pezones. Entre jadeos me decía: quieres más puta? Y entre jadeos le respondí. Quiero más, dame más, soy tuya, soy tu puta.
Enseguida bajo a comerme el coño, nunca antes sentí tanto placer, me chupaba de una forma espectacular mientras me penetraban con dos dedos. Esa noche me enseñó a chuparla a ella, a hacer una tijera, a disfrutar de su concha, a verla como se corría. Y cuando ya no podíamos más nos quedamos dormidas totalmente desnudas, enroscadas pierna con pierna y teta con teta. Cuando despertaba, volvía a acariciarme, a calentarme a sentirme suya. Me enseñó a ser su amante.
Nos bañamos juntas, y volvimos a cogernos. Y a corrernos muchas veces. Yo no podía dejar de disfrutar su desnudes y besarla y saborear su pasión, su sexo, su sensualidad, su calentura, su piel ardiente que se mezclaba con mis ganas de más sexo.
Llegó el momento de hablar y claramente me dijo: a partir de hoy eres mi mujer, te quiero solo para mí, en la oficina tenemos que disimular, pero sabía que eras tan caliente como yo y quiero disfrutarte siempre que podamos, te deseaba desde hace tiempo, por eso prepare este premio.
Antes de volver a la rutina me dio algunas indicaciones. Ya les contaré cómo hemos ido sobrellevando la vida cotidiana. Solo que ella me envía mensaje para decirme: ven quiero probar tus tetas.
Les contaré en un relato siguiente como seguimos llevando nuestra relación.