Nuevos relatos publicados: 9

Una aventura al aire libre como nunca pensé que pasaría

  • 7
  • 7.744
  • 9,44 (9 Val.)
  • 0

Llevaba saliendo dos meses con Patricia, la famosa abogada con quien me había re-encontrado hacía un tiempo atrás cuando ella me comentó de pasar un fin de semana en la casa de campo de su tío. Había una reunión familiar de fin de semana y ella al parecer quería presumir de su última conquista. No me agrado mucho la idea de entrada pues podría dar una idea errónea de nuestra realidad romántica. Como no tenía nada que perder accedí a ir con ella, cosa que la puso muy emocionada.

Llegamos a la montaña luego de una tarde de paseo por nuestra hermosa isla. Cuando llegue me sentí abrumado por la cantidad de personas que estaban en la reunión. De ser un perfecto extraño pasé en dos minutos a ser el protagonista del momento. Sus tías me hicieron toda clase de pregunta desde cual fue el lugar donde nos conocimos hasta que planes tenía con ella. Solo pude sobrevivir esa tarde y la noche gracias a la ayuda de los primos de Patricia. A la hora de dormir me tomó de sorpresa que Patricia me dejara dormir solo en un cuarto. Aun cuando en el ambiente jurídico era una mujer muy poderosa seguía siendo la nena de papá en su familia. Luego de ese día creía merecerme una sección amorosa para terminar de botar mis energías y dormir bien. Confieso que tuve la idea de raptarla durante la noche, pero el sueño me dominó.

Me levanté temprano y cuando salí el desayuno ya estaba listo. De veras que me trataron como rey esa mañana. De pronto entro Patricia al comedor con unos cortos que le resultaron en un regaño de su padre por la poca tela que tenían. Ella lo hizo para llamar mi atención cosa que cumplió a la perfección. Una vez terminamos el desayuno decidimos salir a caminar. Sus primos menores se auto-invitaron a nuestra aventura dañándome los planes. Empezamos por el camino principal y dejamos que ellos tomaran la delantera. Una vez estaban a cierta distancia empecé a agarrarla por las caderas para que se diera cuenta que tenía malas intenciones. Sus ojos comenzaron a brillar dejándome saber que ella también tenía los mismos deseos que yo tenía.

Así seguimos un rato, pero esta vez era mi mano la que acariciaba sus nalgas. Pausé un momento cuando sus primos regresaban a donde estábamos para traernos unas chinas que habían cogido de la finca. Me comentó que sabía de un lugar donde podríamos pasar la tarde pues tenía una charca y habían arboles de sombra. Al escuchar la propuesta casi todos los primos decidieron no ir pues era algo lejos y solo se quedaron dos dañándome la tarde. Después de casi media más por fin llegamos al lugar, era una charca con una cascada con un paisaje digno de una foto.

Los primos no dudaron en meterse en la charca mientras yo buscaba un lugar donde descansar. Yo no me metí pues el día se había nublado y había caído un lejano trueno. No habían pasado veinte minutos cuando Patricia recibió la llamada de su tía diciéndole que los primos tenían que regresar. Mi día había mejorado instantáneamente con esa llamada. Los chicos se fueron bajo protesta pues querían seguir un rato más en la charca.

No habían pasado cinco minutos de quedarnos solos cuando me le acerque a Patricia y la agarré por la cintura desde la parte trasera. Como tenía un rabo, su cuello quedaba descubierto a merced de mi boca. Besé su cuello mientras le dejaba saber con mi bulto que la deseaba enormemente. Subí mis manos y agarre sus senos a la vez que mordí su nuca. Pase mi lengua por su cuello llegando hasta su oreja la cual mordí suavemente. Ya para este punto ella estaba jadeando de placer. La vire y bese intensamente mientras ellas quitaban mi camisa. Beso mi cuello y pecho mientras yo le quitaba la blusa y el sostén. Había una roca a la orilla del rio lo suficientemente grande para acomodar su cuerpo. La recosté a esta y comencé a comerme sus pezones. Pasaba mi lengua de forma circular por toda la circunferencia de su aureola y chupaba su pezón sacando gritos cada vez que lo hacía. Ella mordía mis orejas salvajemente a la misma vez que yo atacaba su pecho.

Bese su abdomen y baje hasta su pantalón. Desabroche su pantalón y pase mi lengua por su liza pelvis. Quite su pantalón y quedo solo en panty. Beses sus muslos y palpe su húmeda vulva. Se le escapo un tímido gemido. La mire fija y le recordé que estábamos solo, quería escucharla sin ningún tipo de freno. Como no podía aguantar moví el panty hacia el lado y pegue mi boca así cuerpo. Pase mi lengua desde arriba hacia abajo mientras ella se estremecía de placer. Con mis manos separe sus labios para tener acceso directo a su clítoris el cual ataque con mi lengua usando movimientos circulares. Alternaba estos movimientos succionando. Moví mi lengua a los laterales y volví a pasarla esta vez completamente extendida sobre toda la cavidad. Procedí a poner la lengua dura y usarla para penetrarla.

Ella gemía sin ningún control. Sus gemidos le hacían coro a los truenos que cada vez eran más frecuentes. Introduje mis dedos en su cavidad buscando su punto escondido el cual encontré de la primera. Comencé a penetrarla a la misma vez que chupaba sus jugos cuando nos sorprendió un enorme aguacero. Le dije que no se moviera y seguí mi tarea cada vez más intensa mientras la lluvia nos empapaba. Allí todos mojados seguíamos pegados y yo seguía sin misericordia siguiendo sus instrucciones que me decía que aumentara intensidad. Sus gemidos ahora eran gritos, cosa que me encendía como nunca antes me había pasado con ella. Seguí penetrándola y chupando hasta que anunciándomelo exploto en mi boca. Se desmorono sobre mí temblando y sin fuerzas.

Una vez se compuso me quito el pantalón y la ropa interior. Mi hombría expuesta cayó casi instantáneamente en su boca. Esta vez no hubo besos, comenzó a succionarlo al momento. Yo la agarraba por su mono dirigiendo el ritmo. Allí arrodillada frente a mí me hizo sexo oral bajo el cada vez más fuerte aguacero. Yo sabiendo que mi excitación era tanta la retire y me acosté en la piedra. Ella se acomodó sobre mí y mi miembro se introdujo en ella casi sin ayuda sacando el más grande de los gemidos. Ella puso sus manos sobre mi pecho y comenzó a menearse con movimientos de caderas que amenazaban con aleccionarme. Alternaba movimientos pélvicos circulares con movimientos de adelante hacia atrás. Esta vez era yo quien gemía de placer.

Siguió mientras yo agarraba sus nalgas sin robarle el ritmo que ella había implantado. Ella tenía todo el control y yo estaba a su merced. Sus movientes eran cada vez más rápidos y agresivos. Allí los dos bajo el torrencial aguacero estábamos envueltos en gran ritmo. Decidí tomar el control y la agarre por la cintura. Comencé a penetrarla esta vez yo haciendo el movimiento. Subía mi pelvis a la vez que la empujaba por las caderas hacia mí. Sentía que mi miembro entraba hasta más no poder. Sus gemidos se convirtieron en estruendos de placer. Mis movimientos eran cada vez más rápidos mostrando la cercanía de mi clímax. Seguí así mismo subiendo mi ritmo hasta que en un grito de placer le anuncie que terminaría. Deposite toda mi carga dentro de ella mientras ellas temblaban nuevamente pues también había terminado.

Nos quedamos allí acostados bajo la lluvia por varios minutos. El aguacero mermo y decidimos darnos un chapuzón para limpiarnos el olor a sexo. Así cogimos nuestro camino hacia la casa donde nos esperaba el almuerzo. Esta vez la conversación incisiva no me molesto. Lo único que les dije fue que nunca olvidaría mi experiencia en el rio.

(9,44)