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Una historia de sexo (VII - Fin): Y por fin el amor

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Era domingo, serían las 8 de la mañana cuando el móvil me despertó, yo seguía en el baño vestida y acurrucada dentro de la bañera con la puerta cerrada por dentro, era el único sitio de aquella espantosa casa donde me sentía segura cuando todo se calmó, cuando la orgía finalizo recogí rápidamente en silencio parte de mi ropa y la metí en mi bolsa de viaje cogí mi bolso mi móvil y me encerré en el baño.

El móvil volvía a sonar una vez más, en la pantalla aparecía el nombre de Antonio y me apresuré a cogerlo, sin que pudiera decirme nada le pedía, le rogaba que me viniera a buscar, él me decía que ya estaba allí solo tenía que salir y montarme en el coche, al principio no le creía, tenía el miedo metido en el cuerpo y estaba paralizada, Antonio me hablaba con una voz pausada y suave, calmándome poco a poco y me explico que había oído hace una hora un mensaje mío, un mensaje que le asusto y se apresuró en venir a buscarme a donde le estaba indicando, empecé a estar aliviada abrí la puerta con cuidado y salí corriendo a la calle.

Salí como alma que lleva el diablo de aquella casa, solamente con lo puesto y las pocas cosa que metí en mi bolsa dejándome prácticamente toda la ropa, Antonio me esperaba en la calle y me abrace a él rodeándolo con mis brazos, hacía tiempo que no me sentía tan segura, de camino a casa acariciaba mi mano continuamente intento averiguar lo que me había sucedido pero yo estaba como ida y demasiado cansada así que se calló y me dejo descansar.

Cuando llegamos a Madrid le pedí por favor que me llevara mejor a un hotel, no quería ni subir a mi casa, pensaría que estaba loca pero arranco el coche sin preguntar y cerré nuevamente los ojos, Antonio me despertó cuando llegamos a una casa de campo, me estaba ofreciendo quedarme en su casa todo el tiempo que necesitase.

Estábamos en un pueblo a pocos kilómetros de Madrid, era una casa de piedra muy bonita con un jardín precioso, Antonio tenía una perra de dos meses color canela que era una verdadera delicia y que saltaba a mi alrededor a cada paso, fue la primera en sacarme una sonrisa.

Nada más llegar quise ducharme y él antes de nada me ofreció una toalla, un bóxer y una camiseta suya para cambiarme, al salir de la ducha simplemente me tumbé en el sofá cerré los ojos y me dormí, lo último que recuerdo antes de caer en un largo sueño fue verle a mi lado, mirándome con cariño, apartando el pelo de la cara y besarme en la frente, recuerdo haberle oído decir que ya estaba a salvo y que no iba a permitir que nadie me hiciera daño jamás.

Antonio me despertó a eso de las siete de la tarde, me había dejado dormir toda el día, me había preparado algo para comer lo que devore en un momento, realmente me sentía segura con él, al día siguiente llame a mi trabajo para coger las dos semanas de vacaciones que todavía me debían del año pasado y que habían quedado en dármelas ahora, quería descansar, reflexionar, quedarme con él y recuperándome del trauma que me había supuesto aquel fin de semana.

Durante el día me dedicaba a deambular por la casa y por el jardín siempre con Luna detrás de mí, aquella pequeña perra me hizo los días más llevaderos, las horas más agradables cuando Antonio se iba a trabajar. Cuando anochecía me solía recostar sobre el pecho de Antonio mientras él leía un libro, callada y mirando al infinito mientras acariciaba a su perra Luna, no insistió nunca que le contara lo que había ocurrido en aquella casa con Virginia, simplemente se dedicó hacerme compañía y a abrazarme cuando me sentía triste o cuando lo necesitaba.

El verano ya estaba encima de nosotros, Antonio se había acercado a mi casa a por ropa, necesitaba algo de ropa femenina, no podía estar todos los días poniéndome la suya aunque a mí no me importaba, las dos semanas pasaron muy rápido, necesitaba más tiempo pero de momento me tenía que conformar y sabía que el lunes tenía que volver a mi trabajo así que todavía me quedaba el fin de semana por delante, durante estas dos semanas Antonio se portó como un verdadero amigo, dos semanas que no había sabido nada de Virginia, dos semanas en las que me dedique a pasear con luna por el campo, jugar con ella en casa y esperar a que Antonio llegara de trabajar para poderme acurrucar a su lado.

Nunca intento nada, él esperaba y yo lo deseaba, realmente me había enamorado de aquel hombre aunque supongo que ya venía de lejos, la relación se había enfriado pero ahora se había vuelto avivar, intuía que a él le pasaba lo mismo pero solo lo intuía. El viernes por la noche estábamos sentados en el jardín, ese día había llovido y aunque la temperatura era agradable sentía frío, Antonio me rodeo con sus brazos para darme calor sentí como mi cuerpo se estremecía, no quería que me soltara así que le cogí sus brazos apretándolos sobre mi pecho, el olor a tierra mojada, el olor de su perfume y de su cuerpo, estábamos los dos en silencio apoyando mi cabeza sobre su hombro, me separo el pelo de mi cara y me beso en la frente, yo levante mi cabeza y le mire a los ojos.

Silencio, no dijimos nada, parecía como si el mundo se hubiera detenido, solos los dos en aquel jardín, el viento que azotaba los árboles parecía enmudecer, mis ojos clavándose en los suyos y los suyo en los míos, solo nos mirábamos y poco a poco nuestros labios se iban acercando, muy despacio como si les costara llegar y a pocos milímetros.

- Lara, estás segura, puedo esperar. - Me pregunto Antonio.

- Bésame tonto, te llevo esperando toda la vida. - Le contesté.

Nuestros labios se fundieron por fin, me sentía feliz, mis ojos se humedecieron soltando unas lágrimas de felicidad que cayeron por mi rostro, nuestros labios no se separaban y su lengua buscaba la mía entrelazándose una y otra vez, hasta su perra Luna parecía feliz brincando alrededor nuestros.

Abrazaba su cuerpo por debajo de su camisa, le iba desabrochando poco a poco los botones, estaba preparada para él pero solo para él, sus caricias me traspasaban como diez mil voltios por todo mi cuerpo, sentía sus caricias incluso en aquellas partes del cuerpo donde todavía no había estado, empezó a desabrocharme la blusa y me subió el sujetador para acariciar mis pechos, estaba tremendamente excitada me sentía húmeda en mi sexo, días atrás pensaba que ya no me sería posible, pero él lo había conseguido.

Notaba como me iba humedeciendo cada vez más, como él roció de la mañana mojaba la hierba así estaba yo, preparándome para él, preparándome para recibirle, me incorpore y poniéndome de rodillas le quite los pantalones, ninguno de los dos había dicho nada todavía solo se oían nuestros besos y solo se sentían nuestras caricias.

Tenía ante mí su pene, estaba totalmente empalmado y muy duro como recordaba, empecé a besarle y a recorrer su glande con mi lengua que poco a poco iba penetrando en mi boca, suave, muy suave, Antonio gemía y a mí me gustaba verlo, notaba cada vez más su excitación, me cogió de la cabeza para que no me apartara, para que no la sacara, mis manos acompañaban a mi boca resbalando por su tronco interminable, ¡¡¡aaahh!!!, exploto con un grito de placer eyaculando en mi boca.

Antonio me miraba fijamente con ternura, acariciaba mis mejillas, me incorporé poniéndome de pie y me empecé a quitar la blusa y el sujetador dejándolos caer en el suelo, me miraba fijamente como si fuera la primera vez que veía mis pechos, nos mirábamos excitados, nos deseábamos, el ambiente cargado de nuestra pasión y despacio empecé a quitarme el pantalón, Antonio se quitó por completo su camisa y yo dejaba caer mi ropa junto con mis braguitas ayudándome de mis pies para sacármelos y dejándolos en el suelo, estaba desnuda delante de él, quería que me viese así, quería ofrecerle mi cuerpo.

Lo deseaba, deseaba que entrara dentro de mí que fundiéramos nuestros sexos, me miraba de arriba abajo sin perder un solo centímetro de mi cuerpo, acariciándome con la yema de sus dedos al paso de sus manos, me fui acercando despacio hacia él y abriéndome de piernas me senté encima con las rodillas sobre el sofá, empezamos a besarnos, sus manos sobre mis nalgas acariciándomelas, le abrazaba por el cuello besándolo por toda la cara, mis caderas se movían hacia delante y atrás, rozaba mi sexo con el suyo, su pene sobre mis labios subiendo hacia mi tripa rozando continuamente mi clítoris, tenía su pene húmedo de mí, con su mano lo cogió y busco mi abertura, empezaba a jugar con su glande sobre mi vagina, sin entrar pero entrando, aguantaba mi respiración cada vez que la sentía entrar, la quería para mí, dentro de mí, acariciando mi interior, navegando hasta lo más profundo, quería sentir su leche golpeándome uniendo nuestros fluidos, quería romper el silencio con nuestro placer.

Antonio, notaba y veía mi excitación en mi cara, mi deseo, un deseo que al final me concedió sin hacerme sufrir más, simplemente aparto su mano me cogió por mis caderas suavemente y su pene penetro en mí cuerpo, deslizándose por mi vagina, entrando profundamente, mi cabeza se echaba hacia atrás, mi melena caía por mi espalda hasta sus rodillas, la recibía por fin agradeciéndoselo con un beso, ningún movimiento de caderas simplemente nos quedamos un rato allí los dos besándonos con su pene dentro de mi vagina, fundiendo su carne con la mía.

Poco a poco nuestras caderas empezaron a bailar al unísono, su pene empezaba a entrar y salir de mi vagina rozando suavemente mi interior, unos gemidos suaves al igual que nuestros movimientos empezaron aparecer, el tiempo detenido empezó nuevamente su curso cuando empezamos a disfrutar el uno del otro haciéndonos el amor, Antonio me agarro de las nalgas y me empezó a moverme hacia él, presionando mi cuerpo hacia abajo sacándola y volviéndola a meter haciendo que su pene llegara más al fondo, sus penetraciones más fuertes y profundas rompieron el silencio con mis gemidos, mi respiración rápida y entrecortada los gemidos pasaron de suaves a fuertes en cosa de poco tiempo.

Dejamos de besarnos, no dijimos nada no hacía falta, solamente nos mirábamos, le veía disfrutar y él a mí, nuestras caderas bailaban sin parar gimiendo cada vez que su pene penetraba en mi vagina, la sensación de estar sentada y de dominación me gustaba, quería que disfrutara de mi cuerpo e iba a hacer todo lo que estuviera en mi mano para dárselo, notaba como su pene palpitaba, contraje los músculos de la vagina para que me sintiera más, tan mojada y tan estrecha que no pudo aguantar por mucho más y empezó a eyacular dentro de mí, su semen me volvió a inundar pero ahora en mi sexo.

Me empezó a besar, seguía teniendo su pene en mi interior, lo notaba flácido, una sombra de lo que había sido, el semen encontró la salida y empezó a caer por mi vagina, Antonio me sujetaba con una mano por la espalda y me echaba hacia atrás, me besaba y mordisqueaba mis pechos, la seguía sintiendo dentro de mí, me gustaba esa sensación aunque fuera más pequeña.

Me movía con cuidado para no sacarla y empecé a sentir como iba creciendo, como engordaba poco a poco, sentía como me empezaba a llenar toda la vagina, hasta que estuvo otra vez en forma, otra vez dispuesta a darme placer.

Antonio me beso con ternura, se levantó cogiéndome de las nalgas y me llevo dentro de casa, tumbándome en la cama besándome tiernamente en la frente, empezó a recorrer mi cuerpo con sus labios, no dejando ni un rincón sin besar, la habitación iluminada por la luz de la luna, una pequeña brisa entraba por la ventana entreabierta, en la habitación se respiraba paz, se respiraba un aroma de ternura, de amor, dos enamorados compartiendo sus cuerpos, haciendo el amor despacio, con cariño, sin prisas.

Antonio llegó hasta mi vulva acariciándola con la lengua, me hacía sentir escalofríos por todo el cuerpo, lamía mi clítoris succionándolo, acariciaba mis labios con sus dedos y seguía bajado por mis muslos, no dejo parte de mí sin besar sin recorrer, me sentía flotar, sentía mi cuerpo tan liviano que podía volar y salir por la ventana llegando muy alto donde Antonio me seguiría haciendo el amor, allí acostados en las nubes de algodón.

Nuevamente el silencio roto por los besos de Antonio recorriendo mi cuerpo, estaba en éxtasis flotando cuando volví a la tierra a aquella casa, a aquella cama entre los brazos de Antonio que me había penetrado nuevamente mientras me susurraba al oído que me amaba, no sé que hizo que sintiera más placer, si su pene o sus palabras, rodee con mis brazos su espalda apretando con fuerza, sus movimientos lentos de abajo arriba me llenaban entera mi vagina y unas lágrimas caían sobre mis mejillas cuando le veía hacerme el amor.

Me sentía tan feliz, sacaba su pene y jugaba con mis labios perdiéndose entre ellos, pulsaba mi clítoris y nuevamente se deslizaba hasta llegar a mi vagina y volvía a bailar dentro de mí, Antonio aumentaba el ritmo, me estaba volviendo loca una vez más, apretaba mis labios mordiéndomelos para no chillar, mis manos recogían las sabanas y cerrando los dedos fuertemente tiraba de ellas hacia mí, mi cuerpo empezó a estremecerse, arañándole la espalda, clavándole las uñas, ni una palabra, solo gemidos y gritos de placer se oyeron en la habitación cuando me sobrellevo el orgasmo, nuevamente su semen salió disparado al interior de mi vagina, justo cuando yo terminaba él empezaba.

Terminamos como empezamos, abrazados, mis piernas entrelazadas le cubrían todo el cuerpo, mis brazos sobre su espalda, él estaba todavía dentro mi y seguía moviéndose, esta vez no se había desinflado, esta vez seguía moviendo sus caderas, yo seguía recibiendo su pene una y otra vez, ninguno de los dos quería acabar, no queríamos que aquello terminara, Antonio giro mi cuerpo, poniéndose detrás de mí, los dos tumbados de costado sobre la cama, mi pierna por encima de las suyas, su pene seguía penetrando en mi interior, sus labios sobre mi oído me volvían a susurrar.

- Te quiero Lara. -Esas fueron las tres palabras que inundaron nuevamente mis ojos de lágrimas.

- Yo también te quiero, ven mi amor acércate a mí y bésame, no pares de besarme y no pares de hacerme el amor. –Le contesté con una voz suave y entrecortada.

Mi cabeza giró todo lo que pudo, nuestros labios se fundían una vez más, sus dedos acariciaban mis pechos, mi estómago recibía las caricias de sus dedos, me seguía haciendo el amor y sentía como entraba con suavidad, luego suaves y pequeños empujones, mientras nos besábamos y entre jadeos le seguía diciendo que yo también le quería, no pare de decírselo durante todo el tiempo que me hizo suya, un te quiero tras otro hasta que nuevamente nos corrimos y caímos exhaustos y rendidos.

Desperté abrazada a él, nuestros cuerpos desnudos cubiertos por una sabana, la luz de la mañana iluminaba la habitación, iluminaba el rostro ahora si de una mujer tremendamente feliz, con su amante al lado todavía dormido, me incorpore y le bese susurrándole nuevamente un te quiero.

Antonio abrió los ojos y mirándome me dijo.

- Yo también te quiero Lara.

Se puso encima de mí y volvió hacerme el amor, ese fin de semana paso como todo pasa, pero lo que nació no se marchó quedando grabado en nuestros corazones.

No volví a saber de Virginia, a la semana dejé mi piso y me vine a vivir con él, con el tiempo le conté todo, él me contó también como Virginia le engaño repetidamente, envenenando nuestra relación, que fue un tonto y que por eso pasó lo que paso, yo no quería oírle decir eso, puesto que la culpa era solo mía pero todo había acabado, no quería recordar, solo quería estar con él y nada más, yo había vencido, la había vencido y había escapado de aquel año que casi me destruye.

Ahora realmente sí que empieza mi historia, nuestra historia, la historia de una mujer enamorada y feliz.

Habían pasado los años y seguíamos tan enamorados como aquel fin de semana, era invierno y le volvía a esperar dentro de nuestra casa con la chimenea encendida y nuestra perra luna a mis pies cuidándome, recostada sobre el sofá leyendo un libro sobre mi tripa, una tripa enorme que en su interior esperaba a nuestra primera hija.

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Espero de verdad que os haya gustado, no solo este relato sino toda la historia.

He querido terminarlo con una historia de amor verdadero, romántica que es una.

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