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Una mañana en el sofá

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Ella es una mujer inteligente, avispada, atractiva. Quedé con ella en el centro de aquel pueblo, nos habíamos conocido por internet y era nuestra primera cita.

Yo estaba nervioso, sentía un temblor en las piernas, cierta incertidumbre sobre la mujer que me iba a encontrar, a pesar de que había visto unas fotos de ella y habíamos intercambiado infinidad mensajes.

Llegaba justo de tiempo, la llame, y a pesar de ello, mantuvo su sonrisa…

Estaba mejor que en la foto que me había enviado, morena con mechas, labios provocadores con un ligero toque de color, y la misma sonrisa que en las fotos, encantadora. De mí más o menos misma estatura y con unos pechos turgentes…

El plan era tomar un café, conocernos y pasar una mañana agradable. Sí que lo fue.

Nos dirigimos a la primera cafetería que encontramos: me encanta ese sitio, silencioso, tranquilo… Hablamos de todo un poco… Me gustaba, pero no me atrevía a dar el primer paso, no lo tenía claro… ella tenía novio, y no me apetecía meter la pata.

Cambiamos de lugar, más cerca de mi casa. Charlamos durante unas horas, hablamos de todo un poco, de mi trabajo, sus aficiones, sus amigas, mi pueblo… me gustan las mujeres que saben llevar una conversación y dejan que lleven la conversación.

Después de un paseo por un parque cercano (en el que estuve a punto de tirarla a la hierba y comerme sus labios). Noté cierta prisa en ella, ¿era por llegar a su casa pronto o porque no se nos hiciera tarde?

De camino al metro, pasamos por delante de la calle que lleva a mi casa. Nos detuvimos, y en ese momento bese sus labios. Estaban riquísimos.

-¿Subes a mi casa? -La pregunté.

Se lo piensa. Parte de mi está deseando subir, pero otra parte dice que no.

Mis labios recorrieron su cuello para hacer que la balanza cayera a mi favor.

De camino a mi casa nos besamos, nos acariciábamos, nos abrazamos. Subimos las escaleras como dos chavales… con ganas de abrir la puerta y comenzar a sentir nuestros cuerpos.

Fuimos lanzados al sofá, juntó sus labios con los míos. Sentí la humedad de su boca en la mía, los dos tenemos los labios carnosos y parecía que manteníamos una lucha a ver quién dominaba a quien con algún mordisco.

Ambos nos quedamos en ropa interior, me hizo sentarme, y se puso de rodillas en el suelo. Metió la mano en mi bóxer y sacó mi miembro. Comenzó a masajearlo suavemente hasta que comenzó a crecer y crecer entre sus manos. Tenía los ojos cerrados cuando sentí una agradable humedad en mi capullo. Se la está metiendo en la boca, lentamente… Lo hacía genial, sentía su lengua como acariciaba toda mi polla, subiendo y bajando, disfrutando del momento. Acariciaba con sus manos mis testículos, besaba la punta de mi miembro con dulzura.

Ella se incorporó y se montó encima de mí, yo tenía la polla a tope. Comenzó a restregar su sexo contra mi miembro, estaba utilizándola como objeto masturbatorio, como un dildo, subía y bajaba, haciendo que mi polla restregara todo su clítoris de arriba abajo. Comenzó a hacerlo cada vez más y más deprisa. Botaba en mi sofá, mientras yo agarraba sus caderas y lamia sus pechos, los acariciaba, los succionaba.

Se detuvo después de un buen rato, había conseguido tener su primer orgasmo… ahora lo deseaba yo.

Quería hacer el amor con ella, deseaba sentir el calor de su cueva, deseaba verla gozar de placer, pidiéndome que no parara… Fuimos a la habitación, y a la hora de ponerme el preservativo… chofff… la verdad es que mi miembro es muy especial para eso y no le gusta que la plastifiquen y sentir toda la humedad de un bueno coño excitado, y se declaró en huelga…

Ella fue comprensiva y no le dio mucha importancia. Eso ayudo a que mi miembro recuperara todo su esplendor. Bueno, eso y su boca, que volvió a hacer diabluras en mi miembro".

Me puse el preservativo. Estaba tumbada boca arriba en mi cama, desnuda, esperándome. Me miraba con esos grandes ojos que tiene, y una preciosa sonrisa.

Me incorporé sobre ella lentamente, nos besamos, y cogí un pecho suyo con la mano, lo acaricié, metiendo su pezón entre mis dedos.

Mi miembro tanteaba el terreno, intentando encontrar la entrada del placer… y sí que la encontró. Comencé a introducirla lentamente, gozando del momento que estaba viviendo. Quería alargar ese momento de placer todo lo que me fuera posible. Toda venosa. Mi ritmo al principio era lento, pausado… hasta que comencé a meterla salvajemente. Me encantan los cambios de ritmo por sorpresa.

Ella pidió cambio de postura, se sentó sobre mí, y lentamente se introdujo mi polla en su sexo. Veía su caliente cuerpo encima de mí proporcionándome un placer indescriptible. Comenzó a subir y bajar a buen ritmo. Ella gozaba, yo gozaba. Veía sus pechos botar al ritmo del polvo que estábamos echando, yo los sujetaba con las manos, sintiendo su calor, sintiendo la dureza de su pezón izquierdo… estaba en la gloria.

Se lo dije cuando ya no podía aguantar más, y se agachó para rodear con sus brazos sin dejar de mover las caderas hasta que yo exploté de placer.

Nos quedamos abrazados un buen rato en mi cama, sin decir nada, asimilando el bueno momento que habíamos pasado ambos.

Pasaron unos 15 minutos cuando mi miembro despertó otra vez, le habían encantado las sensaciones y quería volver a repetirlas, a pesar de que para ello tuviera que ponerme otro preservativo. La disfracé y comenzamos otro buen polvo.

Después del segundo round, salimos los dos al salón. La idea era recuperar nuestra ropa y vestirnos. Me pidió permiso para darse una ducha antes de llegar a su casa, me pareció que quería lavarse los pecados de infidelidad. Mientras estaba en la ducha me imaginé como se enjabonaba sus pechos, como mi esponja recorría sus muslos, sus brazos, sus intimidades… me estaba poniendo malo otra vez…

Salió de la ducha, oliendo al perfume del jabón. Una mujer perfumada es mi debilidad. Prácticamente la arranque la toalla. La tumbé en el sofá. Boca abajo.

Me tumbé encima de ella, los dos desnudos, arropándola con mi piel, sintiéndonos mutuamente. Mi polla comenzó a crecer y a crecer. Estaba rozando su sexo, acariciándolo. Ella dijo que no, que no le apetecía más. Un par de caricias y besos más acabaron de convencerla. Continué con el juego de mi miembro acariciando la entrada de su sexo, introduciendo la punta, sacándola, volviendo a acariciarla, volviendo a meterla, volviendo a sacarla. La introduje de golpe de repente, sin miramientos, sin contemplaciones. A ella se le escapó un gemido de placer. Continúe haciendo el amor con ella, haciéndonos gozar… hasta que sentí que me iba a correr. Saqué mi polla de su cueva, ya que iba sin preservativo, y me corrí en el nacimiento de su espalda. Para luego darle la vuelta y darle un largo beso.

Nos quedamos los dos abrazados en mi sofá, testigo de una sensacional mañana de sexo.

Sigo manteniendo estos buenos recuerdos, mi sofá sigue manteniendo tu perfume…

Espero que os haya gustado mi relato. Os recuerdo que las valoraciones y comentarios son gratis y animan bastante, jejeje

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