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Una tarde de domingo
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Miraba al teléfono pensando en si llamaba a Jenny. Nunca la he invitado a salir, de hecho, me había dado su teléfono hacia una semana. Me decido a llamarla y para mi sorpresa me comenta que pensaba que nunca la llamaría. Bromee diciendo que no quería violar la ley de no llamar rápido para no parecer desesperado. Se rio y me pregunta a que se debe el honor de mi llamada. Le digo que el día estaba lindo para pasear a lo que ella coincide. La invite a un viaje por el centro de la isla cosa que ella vio con mucho agrado.

La recojo en su apartamento y quede perplejo al verla. Su voluptuoso cuerpo solamente estaba cubierto con unos diminutos pantalones cortos y una blusa que invitada a quitarla. Ya sabía que mi atención no estaría en la carretera sino en esos bellos muslos. Pasamos por el primer negocio y le invito a tomar algo. Me dice que quería whiskey para sus nervios, yo tome uno para los míos. Me dijo en tono de broma que no la dejara beber mucho pues no respondería de sus actos. Le dije que no habría problemas con eso. Luego del tercer whiskey decido continuar la marcha. Me dice que conoce un paisaje hermoso que me quería enseñar que y que tomáramos una ruta alterna a la carretera principal.

Tome el camino y ciertamente se podía ver una hermosa vista al mar desde la montaña. También pude notar que era un área bastante solitaria. Me detuve en el tope de un cerro a admirar el paisaje sin imaginar que lo más bello estaba por revelarse ante mí. Hablamos un rato, pero creo que el alcohol había hecho su parte pues sin dudarlo y sin miedo a alguna reacción negativa, la bese. Le di de esos besos que roban aliento y dejan un pequeño dolor en los labios. De esos que no se ensayan y solo el deseo puede crear. Sentí su aliento caliente y un disimulado gemido en mi boca. Sabía que sería mía en aquel momento.

Nos continuamos besando cada vez más apasionados. No dude en apretar su cintura contra mí, aun cuando la consola de mi auto nos separaba. Desde el ángulo que tenía pude hacer su cuello mío. Le bese también su nuca mientras ella comenzaba a explorar mi hombría. Ella fue directa al grano, la detuve. Tengo la política de satisfacer primero antes de recibir cualquier muestra de “afecto”. Ella lo tomo bien y siguió haciéndose la victima de mi boca en su cuello. Esta vez mis manos acariciaron su pecho aun cubierto con su blusa blanca. Ella anticipo mi próxima movida y se desabotono la blusa dejando al descubierto su hermoso pero sencillo sostén de encajes. Iba a quitárselo y le dije que se lo quitaría yo. Como todo buen producto la experiencia empieza cuando abres el paquete.

Su pecho era firme, de tamaño moderado y exquisito. Comencé a acariciar suavemente sus pezones con la palma de mi mano. Creo que oprimí el botón correcto pues fue cuando pude apreciar sus gemidos sin ninguna represión. No pude aguantar y los tuve que probar. Le dije que quería disfrutarla completa, pero se me hacía difícil en el auto, ella me sugirió que saliéramos del auto pues no le importaba ser vista. Accedí sin pensar en consecuencia alguna. Ya fuera la subí sobre el bonete del auto y quite su diminuto pantalón. Ella complementaba su sostén con un hermoso panty tanga, solo Dios sabe cuánto que me gustan. Le dije que me lo modelara así que me enseño desde donde estaba. Como era de esperarse no duro mucho más tiempo puesto.

Bese sus muslos casi con veneración. Una vez llegue a su entrepierna, pase mis manos por debajo de su cuerpo y agarre sus hermosas nalgas. No pude esperar más e introduje mi lengua en ella mientras se torcía de placer. Admiraba como torcía su torso a la vez que agarraba mi cabello. Así seguí, apretando sus nalgas y disfrutándomela hasta que me informo a gritos que estaba a punto de su clímax. El grito de un violento clímax retumbo por cada una de las lomas que nos rodeaban dejando el eco más placentero que jamás había escuchado. Se desmorono encima de mi temblando de placer, dejándome saber lo bien que me había portado.

Me miro con cara de malas intenciones y sin pronunciar palabra se bajó del bonete y me empujo contra el auto. Agresivamente quito mi correa, y no dudo en bajar mi pantalón revelando mi dureza. Como toda una maestra en las artes del sexo se arrodillo y comenzó a jugar con mi miembro. Primero con la mano mientras me veía con sus ojos de deseo. Una vez vio que cerré mis ojos, puso su boca sobre mi humanidad. Primero lo beso, paso su lengua hasta que comenzó uno de los sexos orales más memorables de la historia. Con cadencia casi perfecta me saboreo como si no hubiera otro día. La disfrutaba mientras perdía noción de donde estábamos. No pude aguantar, la levante y volví a subir al auto. Abrí sus piernas coloque protección y la penetre. Con ritmo nuestros cuerpos se hicieron uno. Nos movíamos con tal fuerza que el auto casi bailaba. Me pidió cambiar así que la volteé y comencé nuevamente esta vez yo desde su parte trasera. Agarre su pelo como timón. Eso le encanto. El ritmo siguió con intensidad hasta que comencé a escuchar que sus gemidos aumentaban intensidad. Mi ritmo aumento al mismo simultáneamente. Cada vez más rápido hasta que ambos explotamos de placer.

Nos miramos y reímos. Miramos nuestro paisaje y pudimos percatarnos que teníamos fanáticos a lo lejos. Corrimos rápido para escondernos a lo que nos veían. Era otra pareja que al parecer buscaba emular nuestra aventura. Una vez en el auto continuamos nuestra travesía. Al volver a la carretera principal la miré, reí. Ella me daba la impresión de que no sería una aventura más. Lo nuestro había comenzado con pie derecho. La espontaneidad de nuestro primer encuentro me dejaba el buen sabor de que había encontrado la aventurera que tanto había esperado.

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