Nuevos relatos publicados: 14

Y yo que pensé que era asunto finiquitado...

  • 6
  • 12.380
  • 9,50 (2 Val.)
  • 14

Pueden leer cómo inició esta historia en “Chocolate oscuro con relleno de crema”. Yo tenía 29 años cuando lo conocí, pero debieron pasar cinco años más para que retozáramos a gusto la primera vez, y dos años más para la que pensé que había sido la última pues él y su hermana regresaron a su país y las pocas veces que supe de él fue por comentarios de Saúl, mi esposo, pues eran buenos amigos. Hace unos cinco años me enteré de la muerte de Tere, su primera esposa, de quien se divorció hace muchos años; después tuvo varias parejas sucesivamente, pero también murió una con la que vivió en pareja intermitentemente. ¡Claro que tenía, y sigue teniendo, muchas virtudes para hacer y satisfacer las parejas que quisiera!, me consta…

Hace menos de un mes, después de la comida, fui sola a hacer unas compras a una tienda departamental. Aún no realizaba compras, pero examinaba algunos artículos. De pronto, al avanzar para otra isla de artículos, vi a Moisés. ¡Quedé sorprendida, pues me pareció que el tiempo lo había conservado casi intacto! A no ser por el pelo algo canoso, diría que seguía igual. Él miraba con cierto interés una mercancía y yo, a seis metros de él, lo miraba emocionada recordando nuestros encuentros sexuales y me fui mojando poco a poco…

A los pocos minutos sintió mi presencia al acercarme más. Al voltear a verme (primero las tetas, claro), su cara mostró asombro al reconocer mi rostro entre el pelo medio canoso que me he negado a pintar. Su boca abierta por la sorpresa, la cambió por una sonrisa al tiempo que abrió los brazos cuando corrí hacia él. El abrazo fue muy natural y, sólo porque estábamos vestidos, no fue completo. Nuestros cuerpos se estrecharon con fuerza y los pubis se friccionaron con la alegría de vernos. Nos dimos un rico beso y abrazados salimos del almacén. Caminamos abrazados, sin rumbo, platicando nuestra experiencia de volvernos a ver descansamos en una banca de un parquecito cercano. Al bajar la mirada para ver su entrepierna vi el maravilloso bulto y se notaba también lo húmedo el pantalón. Me di cuenta que yo también estaba chorreando flujo. Recargué mi mano en su miembro, sobre el mojado pantalón.

-¿Se te olvidó ponerte pañal? –le pregunté apretándole el tubo duro que sentía y el lanzó una carcajada, tan sonora que tuve que retirar mi mano por si alguien volteaba a vernos.

-Ja, ja, ja, no, aún no uso –dijo y me abrazó, pero dejó una mano al frente para sobarme la teta-, pero si quieres vamos a otro lugar para que sepas lo que me pasa.

-Sí, vamos, pero no traigo auto, vine en metro.

-Yo también ando en transporte público, no hay problema –explicó y nos pusimos de pie para caminar al metro.

Tomamos la Ruta 2 y nos bajamos en Villa de Cortez, ahí hay un hotel y no hubo más que entrar. Como si hubiese sido ayer la última vez, entramos, nos besamos y nos desvestimos uno al otro. Era claro que los dos estábamos muy calientes.

-¡Sigues hermosa! –exclamó antes de ponerse a chupar mis tetas completamente caídas por el paso de los años.

-¡Tú también! –le dije acariciando sus huevotes con una mano y jalándole el tronco con la otra, la cual me quedó llena de presemen que Moisés seguía goteando.

Lo tumbé en la cama y me subí en él, metiéndome apuradamente su enorme falo. Cabalgué hasta venirme, mientras él me jalaba las tetas.

-¡Ah, negro, sigues igual de rico! -dije antes de dejarme caer sobre él.

Me permitió descansar sobre de él, aun con su herramienta firme en mi interior. Pero no fue mucho tiempo, pues sin soltarme del abrazo, me dio la vuelta y quedó sobre mí. Se movió pocas veces, pero muy rápido. En breve cerró los ojos y me apretó fortísimo mientras eyaculaba tres abundantes chorros gritando “Ah, ah, ah” ¡Qué rica estás! Otra vez, sin sacarme el pene, aunque estaba flácido, nos volteamos y quedé sobre él sintiendo el sudor de nuestros cuerpos y arrullándonos con los latidos, cerramos los ojos, tratando de dormitar.

-¿Con cuántas has hecho el amor estos cinco últimos años? –pregunté al tiempo que mi perrito lo trataba de exprimir.

-Seguro que con menos que tú en el último mes –contestó y yo sonreí.

-Desde hace años, ya sólo tengo cuatro amores fijos, y mi ninfomanía casi se esfumó –contesté.

-¿A qué te refieres con “amores fijos”? –preguntó extrañado.

Sí, en treinta años habían cambiado muchas cosas. Moisés supo que Saúl me permitía hacer el amor con otros, pero no se enteró que me quedé enamorada de cinco o seis, y ellos de mí, con los cuales nos veíamos periódicamente. Lo enteré de cómo cambió mi relación con Saúl para mi bien, aunque también le hice ver que mi marido seguía de “pito suelto” con muchas de sus exalumnas y otras amigas, entre ellas Regina, lo cual me provocaba unos celos tremendos.

-¡Ja, ja, ja! –se rio y movió su verga dentro de mí, la cual ya había empezado a crecer-. ¿Y de esto no le darán celos a él?, ¡ja, ja, ja!

Continuó riéndose y me acomodó para metérmela por atrás, embadurnó su miembro en los flujos y su leche que rebosaba en mi vagina y lo sacó para metérmelo en el ano. A pesar del tamaño, se me fue como mantequilla y sólo sentí un leve dolor que se convirtió en placer cuando empezó a menear mis intestinos. ¡Qué negro tan puto! ¡Sabe cómo coger! nos vinimos y quedamos acostados de lado. “¡Qué empalada tan rica!”, le dije moviendo mis nalgas y acariciando sus manos que no me habían soltado las tetas para nada y continuaban masajeando mis pezones al estirarlos y moverlos en círculos.

-¡Tú sigues muy rica, Tita! Tus chiches son muy hermosas –me dijo al oído.

-¡No mientas, ya están todas caídas! –exclamé

-Sí, pero eso es por la edad, no obstante, eres muy hermosa, y en la cama lo eres más…

Aún hubo tiempo para otro “clinch” en la ducha. Salimos cansadísimos y satisfechos.

-Oye, aunque no estés enamorada de mí, ¿me puedes incluir entre tus atenciones periódicas? –Me preguntó antes de que yo abordara el convoy que me correspondía.

-¡Claro que sí, tienes méritos suficientes! – contesté antes de que la puerta se cerrara.

Al fin que, en un descanso, ya habíamos intercambiado número de teléfonos y me di cuenta que me tomó un par de fotos mientras lo tecleaba, en correspondencia le tomé una con el pene erguido.

-¿Se te hizo tarde, Nena? Me hubieras hablado para que te recogiera –me dijo mi marido cuando llegué.

-No fue necesario entonces, tal vez al rato –contesté y se extrañó de mi respuesta, quizá pensó que volvería yo a salir-. Me encontré a Moisés y se nos fue el tiempo actualizándonos.

-¡Qué bien! ¿Cómo está él? –preguntó

-Sigue estando muy bien, mira -le contesté y le mostré la foto que le tomé al falo- Te mandó muchos saludos.

-¡Nena puta! -dijo mostrando una sonrisa al ver la foto y comenzó a desvestirme- ¡Dámelos…!

Estuvo deliciosa la noche, sí, me chupó y recogió mi esposo…

(9,50)