Como les conté en mi primer relato, mi esposa (Camila) y yo siempre aguantábamos las ganas a modo de juego para follar con más ganas cuando se diera la ocasión
Luego de aceptar convertirme en su putita particular me pidió que lo primero que haría cuando llegara a la oficina sería quitarme mi tanga, bikini o panty, no quería que debajo de mi falda hubiera nada que le impidiera tocarme en directo mis nalguitas o mi rajita
Y ahí estaba ella, dormida, con una pierna doblada dejando ver todo su culo y su puchita palpitante, yo miraba extasiado tocándome la verga frenéticamente, entré a mi cuarto para resoplar un poco, porque el corazón se me salía.