Carolina, mi segunda vez

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En el barrio había una casa de cultura con diversas actividades. La casa tenía una explanada y un jardín grande por lo que se podía convivir después de clases con los compañeros de grupo, y como tomábamos varias actividades conocías a mucha gente, a veces parecía que eso era una fiesta.

Entre las compañeras de clase llamaba mi atención una chica de nombre Marcela, alta, con bonito cuerpo, cabello largo, siempre sonriente. Platicamos varias veces, parecía que podría tener oportunidad con ella.

En la clase también asistía Félix, ambos teníamos 18 años. Él era un muchacho siempre impecable en su apariencia, a pesar de que nos llevábamos bien, había una cierta rivalidad, la cual fue más evidente porque él también mostró interés por Marcela.

Algunos compañeros me comentaron que Félix, a mis espaldas me hizo de una mala reputación con Marcela, esto le permitió dejarse el camino libre con ella. Un día llegaron juntos de la mano, se habían hecho novios. Me sentí molesto por la forma en que habían pasados las cosas, no había sido de caballeros.

Una tarde que Marcela llegó, saludó a quien encontraba a su paso y se sentó a esperar a que iniciara la clase, yo la contemplaba desde mi lugar. No me di cuenta que alguien llego a sentarse junto a mí.

–¿Qué haces?

Brinqué del susto, volteé a ver quién había sido, era Carolina, la hermana un año mayor de Félix.

Mi reacción por el susto fue de molestia. Le dije que no lo volviera a hacer, Carolina solo reía…

–Te gusta Marcela. Supe lo que te hizo mi hermano, no está bien, no le gusta perder. –Dijo Carolina mientras observaba a Marcela.

Yo me había vuelto muy amiguero, me gustaba pasar el rato conviviendo sin importar si eran hombres, mujeres bonitas o no tan agraciadas. A veces iba, aunque no tuviera clase.

En ese tiempo me gustaba mucho leer, Carolina y yo coincidimos en libros y autores favoritos, además de películas que nos gustaban a los dos. Llegamos a pasar mucho tiempo platicando, Carolina siempre tenía una charla amena y divertida.

Carolina tenía el cabello muy corto, su complexión era de mujer fuerte, espalda más ancha que el común de las mujeres, piernas hasta cierto punto musculosas, podría decirse que a la distancia podría pasar por hombre de complexión mediana.

En el cumpleaños de Félix, él invito a unos cuantos compañeros a su casa, obviamente yo no fui uno de los invitados. Cuando iba saliendo Carolina me alcanzó y me dijo que nos fuéramos juntos a su casa, le comenté que su hermano no me había invitado, me tomó del brazo y me dijo: –Yo te invito. Carolina era una mujer determinada y firme así que no me opuse, sabía que de nada me valdría negarme.

Cuando llegamos a su casa, Félix se sorprendió al verme, disimuló su malestar, también me sentí incómodo encontrarme con Marcela.

–Ven, quiero mostrarte algunos libros. –Me dijo Carolina al darse cuenta del momento tenso.

La seguí a otra parte de la casa, me enseño el librero en el que tenía sus libros favoritos, pasamos la tarde bastante bien, intercambiando opiniones y recomendándonos obras literarias.

Pasaron unos días, seguíamos conviviendo con otros compañeros de manera cotidiana. Me di cuenta de que cuando platicaba mucho tiempo con Carolina, Félix le decía que ya era hora de irse, al parecer no aprobaba que me llevara bien con ella, supongo que como buen hermano la celaba.

Un día Carolina me invitó al cine, así, directamente, muy segura de sí misma, había una película que ella quería ver y no quería ir sola. Acepté la invitación. Me dijo que al otro día después del taller iríamos.

Al terminar la clase Félix esperó a su hermana y le dijo que se fueran juntos a la casa, Carolina le dijo que tenía un compromiso y que se fuera sin ella. Sentí la mirada molesta de Félix, aunque yo no tenía dolo, disfruté su molestia.

Carolina y yo pasábamos mucho tiempo juntos en la casa de cultura, a pesar de eso, realmente yo no la veía como mujer, aunque era simpática, físicamente no era de mi tipo.

Una tarde me dijo que, si la acompañaba a comprar un libro, como no tenía que hacer fui con ella.

–¿Aún te gusta Marcela?

–Si, es bonita. –Le respondí.

–Si no saliera con mi hermano, ¿la cortejarías?

–Es muy probable, pero no creo que ella me corresponda.

–Te entiendo, sé lo que se siente, que no te tomen en cuenta.

Pensé que solo era una charla casual, me di cuenta hacia donde se dirigía e intenté cambiar el tema.

–¿Yo te gusto? Tú me gustas, me pareces muy atractivo y la pasamos muy bien. ¿O no?

Antes de que pudiera contestarle de inmediato preguntó.

–¿Te gustaría que fuéramos novios?

No le respondí, realmente no sabía qué decirle.

–Hemos salido varias veces y lo hemos disfrutado mucho, al menos yo la he pasado genial. Podemos intentarlo, no pierdes nada y podemos ganar mucho tú y yo.

Carolina me veía atentamente esperando mi respuesta, yo seguía sin saber que decirle.

–¿Es por Marcela? –Me preguntó.

Sostuve la mirada de Carolina, busqué algún detalle en ella que en ese momento me inspirara algo por ella.

–Entiendo, una mujer no debe tomar la iniciativa, olvida lo que te dije, nos vemos después.

Intenté seguirla para hablar con ella, la vi tan molesta que preferí darle su espacio.

Estuve pensando en que yo también la pasaba bien con Carolina, había muchos temas de que platicar con ella, había risas y momentos muy amenos. Con Marcela solo era una atracción física, realmente no la conocía lo suficiente, no sabía de sus gustos y de su forma de pensar. Le estaba dando mucha importancia a lo superficial.

Al otro día Carolina y yo no teníamos actividades juntos, esperé a que saliera de su clase y la acompañé a su casa, ella estaba como cualquier otro día, como si nada hubiera pasado, actuaba muy natural. Casi al llegar a la puerta de su casa la tomé del brazo, ella volteo a verme sorprendida.

–Carolina, ¿quieres ser mi novia?

–No lo sé, te veo mañana, adiós.

Supongo que me lo merecía.

Al día siguiente pasé por Carolina a su casa, no quería esperar más tiempo. Salió con su hermano y no pudimos platicar sobre el tema. Mientras caminábamos sentí que la mano de Carolina tocaba la mía, entrelazamos nuestras manos hasta llegar a la casa de cultura, una compañera nos vio y nos preguntó si éramos novios, Carolina le respondió que sí, que estábamos saliendo. Félix asombrado preguntó que desde cuándo, y ella le contestó que desde ese día.

Al pasar los días, seguíamos con charlas que podían durar horas, lo nuevo es que ahora había abrazos, arrumacos y besos. Carolina besaba muy bien, un poco de succión y una lengua juguetona hacían que besarla fuera muy placentero.

En nuestros acostumbrados intercambios de libros, un día Carolina me llevó un libro de diez cuentos eróticos. No puedo negar que me sorprendió, pero traté de aparentar que era como cualquier otro libro. Siempre que nos recomendábamos un libro intercambiábamos puntos de vista, por supuesto que ese libro no iba a ser la excepción.

–¿Te gustó el libro?

–Si. –Le respondía con cierta timidez.

–¿Qué cuento te gustó más?

–Aun no termino de leerlo. –Mi respuesta era mentira, ya había terminado el libro, pero me daba un poco de pena decirle cuál me había gustado más.

–Hay una historia que me gustaría hacer contigo, pero no te voy a decir cual, cuando termines de leer el libro tienes que adivinar.

Carolina había hecho que mi mente se revolviera, ¿cuál de esas historias podría ser? Sembró esa curiosidad, si esa era una forma de seducción, le estaba funcionando muy bien. Volví a leer el libro completo imaginándome con ella en cada una de las historias.

Un día llegó a la casa una invitación para la boda de una prima que vivía en otro estado, mi madre y mis hermanas viajarían para la boda, yo con el pretexto de la escuela y de prácticas me quedaría en casa, se presentaba la oportunidad perfecta para vivir la historia que Carolina aún no me había revelado.

Le comenté a Carolina que estaría solo en casa por un fin de semana.

–Y, ¿me vas a invitar?

–Claro, pero será con una condición. ¿Dime cuál es la historia del libro que más te gusta?

–Cuando me invites, tú mismo sabrás cuál es.

Llegado el momento, el plan era simple, una tarde de películas y palomitas. Entre líneas sabíamos que habría algo más.

Carolina llegó a mi casa, nos sentamos en la sala y charlamos un poco. Iniciamos los cortejos con un poco de timidez, ninguno de los dos tomaba la iniciativa de la relación sexual.

–Vamos a hacerlo, no hay que darle tantas vueltas. –Dijo Carolina.

La tomé de la mano y la llevé a mi habitación. Nos quedamos parados junto a la cama, Carolina desabotonó mi camisa, su mano acariciaba mi pecho mientras nos besábamos. Se desabotonó su blusa para quitársela, se quitó el sostén, sus senos eran algo pequeños, no eran muy firmes, sus pezones ligeramente hacia abajo, me encantó el tamaño, mi mano podía amoldarse perfectamente a ellos, los acaricié un poco y me decidí a besarlos, chupé sus pezones mientras ella suspiraba ligeramente.

Subí besando su cuello hasta llegar nuevamente a su boca. Sus manos sujetaron mi trasero jalándome hacia ella para sentir mi pene pegado a ella.

–Que dura la tienes, me encanta.

Me soltó para quitarse el pantalón, como si yo fuera un reflejo de ella también me quité el mío, apenas dos pasos nos separaban, contemple su cuerpo. Sus hombros eran un poco anchos, su cuerpo era recto, casi no tenía cintura, sus piernas eran un tanto anchas, pero con buena forma. Su vello púbico era natural.

Me acerqué, pegué mi cuerpo al suyo, yo aún conservaba mi trusa que apenas contenía mi endurecido miembro. La dirigí hacia la cama para acostarla, le abrí las piernas para buscar su vagina. Vi un par de diminutas gotitas entre sus vellos, Carolina empezaba a humedecerse.

Es común que en revistas y películas los protagonistas tengan sus partes rasuradas, o los vellos muy al ras, pero este no era el caso de Carolina. Yo tenía un poco recortado el vello.

Yo tenía muchas ganas de probar una vagina. Empecé a pasar mi lengua por sus labios, buscaba abrirme paso, Carolina me ayudó, con sus manos acomodaba el vello y abría su vagina para que pudiera chupársela a gusto.

–Si, ¡qué rico! Se siente muy bien, es la primera vez que me la chupan.

–Es la primera vagina que pruebo, me gusta mucho.

Empujé mi lengua en su entrada, la chupé y lamí su clítoris un poco más, los jadeos de carolina se habían vuelto gemidos de placer.

Me puse de pie, me saqué el pene y las bolas por la abertura de la trusa para que me hiciera un oral, yo ya estaba muy prendido y quería experimentar que me la chupara.

–Chúpamela Carolina.

Se incorporó, juntó sus manos como si fueran una vagina y me masturbó un poco.

–No soy virgen, ¿y tú?

Le respondí que no, que ya había tenido sexo antes. Carolina le daba pequeños besos a mi pene, me di cuenta de que en el sexo oral no tenía experiencia, le pedí que lo chupara, que lo lamiera, ella apenas pasó un poco su lengua por la punta.

Con un poco de frustración le pedí que se recostara, separé sus piernas, moría de ganas de penetrar una vagina, esta vez me aseguraría de meterla en el lugar indicado.

Como si mi pene fuera un lápiz, calqué la forma de su vagina, choqué mi glande con su clítoris, Carolina tenía los ojos cerrados, sus mejillas estaban encendidas de rubor. Apunté a su entrada y comencé a deslizarme dentro de ella, en cada movimiento Carolina gemía de placer.

Debo de reconocer que, en mi poca experiencia sexual, me tiré sobre ella, percibí en su rostro que el peso de mi cuerpo le causaba algo de molestia, aun así, no me dijo nada y continúe moviéndome penetrándola un poco más en esa posición. Me incorporé para quedar de rodillas y seguir penetrándola, ella seguía con los ojos cerrados mientras sujetaba sus senos con sus manos.

Le pedí que se pusiera en cuatro, sus nalgas eran como planas y un poco ovaladas, me acomodé para seguir cogiendo, sus gemidos se hacían más intensos, Carolina casi no se movía, estaba dejando que yo hiciera todo el trabajo, su actitud era pasiva, ¿en dónde había quedado la Carolina abierta, segura de sí misma y que tomaba el control de las cosas?

Seguí haciendo lo mío, disfrutando de la sensación que me daba su vagina húmeda y apretada, un placer indescriptible. Carolina jadeaba y gemía, eso me indicaba que lo estaba disfrutando a pesar de que seguía casi sin moverse, totalmente pasiva. Incrementé la fuerza para penetrarla al igual que el ritmo, más rápido buscando que despertara. Yo estaba a punto de venirme, apenas podía aguantar para esperarla.

–Vamos a cambiar, acuéstate otra vez. –Le dije.

Me puse entre sus piernas, la penetré despacio, la hundía toda y la sacaba hasta el glande, poco a poco mientras mi dedo pulgar acariciaba su clítoris, me mantuve así hasta que explotó, grito de placer mientras tenía su orgasmo, su cuerpo temblaba y sus manos trataban de sujetarme con fuerza, de inmediato me vine, sentí las contracciones de mi orgasmo, sentí mucho placer y finalmente me acosté junto a ella.

–Que rico mi amor. –Me susurró al oído.

La besé mientras la abrazaba.

–Que rico sentir tu pene, me cogiste muy rico, me gustó mucho sentir cuando te venías, casi nos venimos juntos.

–Creí que no lo estabas disfrutando, estuviste pasiva. –Le dije con cierto reproche.

–No quería moverme para que aguantaras. No quería que te vinieras rápido.

Me platicó que el novio con quién tuvo su primera relación se venía rápido y la culpaba porque se movía mucho, vaya patán.

Carolina era la segunda chica con quién tenía sexo, aunque no tenía mucha experiencia creo que tenía muy claro lo que debería ser una relación de pareja y el sexo. Platicamos un poco al respecto, compartimos ideas de lo que esperábamos, el sexo es de dos y hay que dar y recibir placer. Carolina tenía el concepto de lo que es ser callejera y ser señorita. Tenía inhibiciones para liberar su sexualidad, en parte por las buenas costumbres y por su ex novio.

Mientras charlábamos, Carolina había estado jugando con mi pene flácido, habíamos estado platicando el tiempo suficiente para que despertara.

–Ya se está poniendo duro otra vez. –Dijo Carolina con tono alegre.

–Si Carolina, quiero que ahora tú me disfrutes. Chúpamela rico vuélveme loco de placer con tu boquita, envuelve la punta con tus labios.

Se acomodó para hacerlo, inició como antes, apenas tocando con sus labios la punta.

–Hazlo como si fuera una paleta, chúpalo todo.

Su boca se abrió para devorar mi pene, su lengua revoloteaba en mi glande y poco a poco lo introducía más. Sus labios se amoldaban a mi pene, lo succionaba con fuerza. Bajó hasta la base lamiéndolo, llegó hasta mis bolas y las lamió también, succionó una de mis bolas, la metió a su boca, sentí un poco de dolor, era tan placentero que aumentó mi respiración y gemí por esa mezcla de dolor y placer.

De alguna forma me tomó del escroto para jalarme las bolas, sentí que se reventaría de la presión que ejercía con su mano, dolía, pero su lengua acariciando el glande me dejaba soportar. Sin soltarme lamió todo el escroto, chupeteó mis bolas mientras su otra mano me masturbaba, llegó un momento en que no soporté el dolor.

–Más suave con mis testículos Carolina, siento que me los vas a arrancar.

Al decir eso, me soltó, sentí mucho alivio, aún quedaba la sensación, parecida a como se siente cuando te pegas en esa zona. Carolina lamía y succionaba mi pene, lo recorría con mucha intensidad, como si fuera un dulce que se quiere terminar.

Cambiamos de posición, ahora me tocaba a mi hacerle el oral, sus labios vaginales estaban más abiertos que en la sesión anterior, estaban más carnosos, su clítoris resaltaba más, y estaba más sensible, al chuparlo Carolina se estremecía perdiendo el control de su cuerpo, sus manos se aferraron a mi cabeza apretándola contra ella, dejé que mi lengua atendiera ese punto de placer.

Carolina jadeaba y gritaba manifestando su placer, ahora si lo estaba dejando salir. Me incorporé frente a ella, levantó sus piernas y las abrió para recibirme, sujeté sus tobillos para empujar un poco sus piernas hacia ella, su vello púbico estaba totalmente empapado, sus labios vaginales sobresalían en esa maraña, me acomodé para que mi pene apuntara hacia su entrada y entré con firmeza.

–Ahh, así… la quiero toda.

Sus manos sujetaban sus senos, le pedí que los dejara libres, me encantaba verlos moverse libremente mientras la empujaba y soltaba al penetrarla.

Solté sus tobillos para inclinarme hacía ella, esta vez no me deje caer encima, sus piernas me abrazaron, apoyé mis manos en la cama, ella se sujetó de mis brazos, le di más duro, entraba y salía una y otra vez, Carolina gemía con más intensidad cada vez, sus piernas me apretaban dejando poco espacio para separarme de ella, su cadera hacía un vaivén mientras apretaba su vagina, sus muslos se tensaban y sus manos me apretaban.

Su orgasmo llegó, todo su cuerpo estaba tenso, sus músculos contraídos y su cara inundada de placer, dejé todo mi miembro adentro de ella hasta que se fue relajando.

–Cuánto placer me das, es maravilloso, este es el paraíso.

Me solté de ella, me acosté, Carolina entendió y de inmediato se montó en mí. Hizo unos movimientos con su cadera acomodándose, como si midiera para saber cómo moverse.

Subía y bajaba sobre mi pene, sus muslos se tensaban para realizar ese movimiento. Levantó los brazos hacia su cabello, como si se estuviera peinando con las manos, con ese movimiento sus senos se levantaron, se veían erguidos, los acaricié. Carolina había tomado buen ritmo, había dejado ese lado pasivo y el placer ahora era grandioso.

Bajé mi mano para frotar su botoncito de placer, Carolina jadeaba más, sus movimientos eran más enérgicos, bajé mi otra mano a su cintura para jalarla con fuerza. Su orgasmo se estaba acercando, nuestros jadeos se hacían como una melodía que anunciaba esa explosión de placer que se estaba acumulando

Carolina apoyó sus manos en mi pecho, sus movimientos se intensificaron, así como sus jadeos, poco a poco se volvieron sonidos guturales hasta que tuvo su orgasmo, dejó caer su cuerpo sobre mi pene, éste se hundía en ella, traté de levantar mi cadera para hundirlo más y soltar un poco.

–Mi amor, fue más intenso, es la mejor corrida que he tenido.

–Te moviste muy rico Carolina, te ganaste ese orgasmo. –Le respondí.

–Vente amor, quiero sentirte, ¿cómo lo quieres?

–Así está muy rico, sigue montándome.

Carolina retomó sus movimientos, sensualmente, suavemente, yo me entregué a ese placer que me estaba dando. Poco a poco incrementaba sus movimientos, me preparaba para lo inevitable, la explosión de mi orgasmo.

Su vagina apretaba mi pene, sus jadeos también se incrementaban.

–Quiero venirme otra vez amor, tu palo está muy rico, su dureza me está prendiendo otra vez.

Se levantó de mi pene, se dio la vuelta y volvió a sentarse en él dándome la espalda.

–Ahora así, mírame el trasero mientras me vengo.

Yo estaba a punto de venirme, traté de relajarme un poco para aguantar hasta su nuevo orgasmo. Carolina se apoyó en la cama, subía y bajaba su trasero, separé sus nalgas para ver como su vagina se comía mi pene. No tenía muchas nalgas, pero la vista que tenía era muy excitante.

Los movimientos de Carolina tenían mucha energía, se percibía que estaba abierta a dejar que su sexualidad brillara, se entregaba al placer y también daba mucho placer.

Finalmente, sus movimientos me pusieron al borde del orgasmo, la sujeté de la cadera y empuje para descargarme, la jalé mientras sentía como expulsaba los chorros de mi semen, de inmediato al sentirme, Carolina también tuvo su orgasmo, nuestros cuerpos se movían sin control a causa del éxtasis que compartíamos en ese momento.

Después de asearnos un poco, al vestirnos contemplé el cuerpo de Carolina, no era como el de una modelo, no era como el de Marcela, pero esta segunda sesión de sexo había sido maravillosa.

Como buen caballero, la acompañé a su casa. Durante el camino se quejó un poco de dolor de cansancio en sus rodillas y piernas, le dije que había estado muy intensa, que era normal el cansancio, que debíamos tener más sexo para desarrollar condición. Carolina rio, entendió que mi comentario era mitad broma y mitad en serio, que quería volver a hacerlo con ella.

Al día siguiente había planeado dormir hasta tarde, pero cerca de las nueve de la mañana tocaron a la puerta, me asomé por la ventana y vi a Carolina que había llegado con unas bolsas. Me vestí y bajé a abrirle la puerta.

–Hola Carolina, buenos días. –Le dije mientras le daba un beso en la mejilla.

–¿Ya desayunaste?

–No, acabo de despertar.

–Llegué a tiempo entonces, quiero prepararte el desayuno. ¿Puedo usar la cocina?

La invité a pasar, le pedí que me permitiera darme una ducha rápida para estar presentable. Mientras me bañaba, imaginé que Carolina entraría a bañarse conmigo, lo cual no sucedió. Terminé de arreglarme y bajé con ella.

Al entrar a la cocina Carolina estaba preparando hot cakes. Se había cambiado de ropa, vestía una blusa azul claro entallada, llevaba también una minifalda negra con medias negras y zapatillas de tacón bajo. A Carolina le faltaba volumen en el trasero, pero aun así se veía muy sensual.

Cuando volteó a verme me di cuenta de que no usaba sostén por lo que se le marcaban los pezones.

–¿Quieres comer? –Me preguntó con una voz sensual.

–Si claro.

Carolina me miró fijamente, desabotonó su blusa y se puso crema chantilly en el pezón.

–Me embarré, ¿me puedes limpiar?

Me acerqué a ella, me incliné y lamí su pezón, lentamente, tomándome el tiempo de disfrutar. Mientras lo hacía, Carolina se quitaba la blusa y se untaba más crema en el otro seno.

–El otro también está embarrado, límpialo por favor.

Una de las historias del libro que Carolina me había prestado era de una pareja con ciertos prejuicios sexuales que se liberaban untando en su cuerpo crema dulce, crema de cacahuate y de chocolate para desinhibirse. Esa era la historia que Carolina quería recrear conmigo.

Solo les diré que en este festín nos acabamos tres latas de crema chantilly.

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