Nuestro ami étranger –amigo extranjero– (2)

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T. Lectura: 4 min.

Como lo comenté en la parte 1, conocer personas de otras culturas siempre es enriquecedor.

Llegamos a casa, mi mente estaba puesta en lo que deseaba hacerle a mi mujer y así llegamos a nuestra habitación en donde ella mostró especial energía y ganas de iniciar la faena…

Me pidió unos minutos para entrar al baño, quería prepararse.

Mientras eso sucedía, yo hice lo propio también y aproveché el tiempo para comprender que ella había mostrado un espacial interés en este amigo, desde la ocasión que se le habían pasado las copas y me pidió ayudarlo, hasta esta cena en la cual abiertamente habían desarrollado más interés de manera conjunta. Todo el camino de vuelta a casa ella platicaba cosas y daba una referencia de nuestro amigo, fue muy interesante ver como estaba tan motivada y hasta cierto punto emocionada.

Durante ese trayecto, además de escucharla, hice énfasis en lo guapa que se veía ese día y como, con la debida atención, su escote podría ser notado… ella solo se reía. Yo le aseguré que nuestro amigo lo había notado y eso lo había tenido cautivo. Ella se puso seria y me pregunto “crees que lo haya notado, que pena”, a lo que yo respondí, “cual pena, al contrario, estoy seguro que nuestro amigo se animó mucho al tener tan cerca”…

De repente, sonó la puerta del baño, es importante aclarar que esa puerta da paso al vestidor y al baño. Salió ella, con una bata corta, negra, satinada, que dejaba ver el mismo bra que llevaba, mismo que mostraba el escote y la misma tanga de encaje negro que la había acompañado durante toda la noche.

Sin perder el tiempo me apresuré a ella para elogiarla y empezar a besarla, fui a su cuello y a sus labios, ella puso sus manos alrededor de mi cuello mientras suspiraba. Yo la acariciaba sobre la bata y ella la abrió para que mis manos se encontraran con su piel. Así la estuve besando y acariciando hasta que llegue a su entrepierna, su tanga estaba empapada,

Pasamos a la cama, los besos, caricias y palabras fluyeron con toda naturalidad. Al quitar su bra, encontré una huella de excitación total, sus pezones duros, levantados, gritando por ser besados y succionados, por ser acariciados; al quitar su tanga, su vulva estaba inflamada, lubricada… no pude hacer más que sucumbir ante esa imagen para acariciarla, abrir sus labios y usar mi lengua para llevarla al siguiente nivel, besando sus labios con suavidad para después darle más intensidad y penetrar con mi lengua.

Fuimos avanzando, con palabras superficiales… me levante de sus piernas, fui a sus pezones para hacer lo propio con mi boca, después a su cuello y después su boca, en ese momento empecé a darle roces sin penetrarla, eso hacía un efecto increíble hasta que llegó el punto en el cual ella me pedía que ya la penetrara… cautivo por el momento, lo hice, ella exhalo y gimió de una forma natural y muy sensual.

El misionero te permite ver directamente a los ojos y medir el nivel de excitación de tu pareja, eso es algo que yo estaba aprovechando y en ese tenor, empecé a preguntarle que sentía y como iba. Sus respuestas eran positivas y daban pie a seguir cogiéndola y llevándola cerca del orgasmo lo cual abría una puerta interesante, una mujer desinhibida, sin prejuicios, solo buscando placer. Fue ahí cuando salió el tema de la noche.

Mientras la cogía le pregunté por como la había pasado y su respuesta fue “muy bien”, le pregunté que si había todo había cubierto sus expectativas y ella me respondió “casi”; le pregunté si se había quedado con interés en ir a casa de su amiga y ella respondió “tal vez, pero no lo sé”… lo que había iniciado como una pesca sin objetivo, se había vuelto en una cacería con objetivo fijo. Dejé que el éxtasis del momento la llenara y retomé la conversación diciéndole al oído “mejor hubiéramos pasado el plan a nuestra casa” y ella con una cara de entre inocencia y excitación me dijo que sí.

Una de las características es que cuando ella está muy excitada, pide montar, sé que eso lo hace para controlar su orgasmo, ya sea para acelerarlo o para prolongarlo… así que se dio el cambio de posición, ahora ella llevaba el ritmo.

En cuanto estuvo encima de mí, tomo mi verga entre sus manos y se la metió para empezar a moverse suavemente. En ese momento exalté la maravillosa vista que tenía y empezó un diálogo que escaló las cosas.

Ella: “Te gusta lo que ves”

Yo: “Claro, me encanta ver como te mueves, tu cara y la vista de tus tetas es increíble”

Ella: “En serio o solo me lo dices porque estamos cogiendo”

Yo: “En serio, a quien no le gustaría esta vista”

Ella: “No lo sé, ¿a quién si le gustaría?”

Yo: “Mejor tu dime a quien te gustaría que tuviera esta vista”

Ella: Sonriendo coquetamente “No sé”

Yo: “Y esa sonrisa… si sabes, dime quien”

Ella: “No, no sé, porque que tal que te enojas”

Yo: “Al contrario, tú sabes que eso me prende mucho y que puedes decirlo e inclusive hacerlo, dime el nombre.”

Ella: “Nuestro amigo extranjero”

Yo: Después de repetir el nombre de nuestro amigo le pregunté “Te lo quieres coger o ya te lo cogiste”.

Ella: “Aún no, pero si quiero, aunque no sé si él quiera”

Todo esto sucedía mientras ella seguía montando y llevando un buen ritmo.

Yo: “Si ya te lo cogiste, no importa; que suceda de nuevo y ahora hagamos un trio. Si aún no te lo coges, le puedo escribir en este momento para ver si viene y que te coja y vemos si hacemos un trio”

Ella: “Todavía no, pero si invítalo en otro día, pero quiero un trío”.

Yo: “Solo una vez o quieres que sea invitado muchas veces”

Ella: “Que sea invitado muchas veces, al fin que después ya no lo veremos”

Seguimos el momento, hasta llegar juntos al orgasmo. Fue algo muy intenso que nos dejó exhaustos, empapados.

Ahora venía la prueba de fuego. En cuanto nos recuperamos, la empecé a besar y antes de que ella se levantara de la cama para ir al baño, le comenté “en cuanto te levantes, le voy a escribir para empezar a preparar la visita”… ella se levantó y con una sonrisa coqueta, desnuda frente a mí, me vio a los ojos y acariciando sus pezones me dijo “pues vas”…

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