-Pero, Lucas, ¡no lo dirás en serio!
-Sí, sí. A ver, has cumplido con tu parte con creces y ya está. No hace falta que vuelvas más a mi casa, Esther.
-Pero… me he acostumbrado… o sea… no me molesta, al contrario.
-Ya, pero no. Cuando te hice el chantaje con las fotos y eso… bueno… mi intención era poderte… quiero decir… ya sabes. Nunca creí que te conformarás en “darme clases” tanto tiempo.
-Es que… ya ves… o sea… al principio me sentí obligada, pero después… me gusta venir.
-Te lo agradezco, de veras. Pero ya está. No puedo arriesgarme tanto. El otro día, una vecina estuvo hablando con mi mujer y le dijo que te ve venir a menudo y le preguntó si es que vienes a comer con nosotros. No supe qué excusa inventarme y creo que Juani sospecha algo. Estuvimos discutiendo. No sabía cómo justificar que vinieras vestida como… bueno, ya sabes. Y por qué venías tan pronto si solo estaba yo en casa.
-Seré más discreta, no temas. A partir de ahora…
-No, no puede ser. Además, a ti tampoco te interesa que se arme un escándalo. Tus padres tendrían un gran disgusto.
-¡Y mi novio!
-Sí, exacto.
-Bueno, y a dar clase a los chicos sí puedo venir ¿verdad?
-No, no. Ellos están sacando muy buenas notas y no es lógico que les sigas enseñando. ¡Si son los mejores de sus clases!
-¡Pero van a tener un disgusto! ¡Como yo!
-Mira, fue un juego, ya te digo, tenía la intención, no te lo niego, de darte una lección. Habías sido muy antipática conmigo, muy borde. Reconozco que deseaba humillarte. Hablando claro, follarte bien follada y ya está. Para que te bajaran los humos.
-¡Seré buena y amable contigo! ¡Dejaré que me hagas lo que quieras, de verdad! ¡Y cuánto quieras! Y no hace falta que me des ningún dinero. ¡Seré muy obediente, incluso sumisa! ¡Por lo menos, deja que venga una vez por semana!
Tuvimos esta conversación hace más de veinte días, en una cafetería. Desde entonces no nos hemos visto más ni he acudido a su casa. Sus hijos me mandan mensajes y me ruegan que vuelva. Amenazan que van a volver a suspender. Pero Lucas lo dejó muy claro. Me he sentido utilizada y, sí, humillada. Ayer recibí una cantidad inmensa de dinero en mi cuenta. De parte de Lucas. No sé cómo tomármelo. Quiero pensar que es de agradecimiento, pero creo que quiere que me sienta como una cualquiera.
Y después tuve un disgusto aún mayor. Sin que yo lo supiera, Gustavo, mi novio, un día me había visto por casualidad vistiendo muy sexy y enseñando demasiado por la calle. Yo volvía de dar clases a los chicos y solo llevaba un vestido muy corto y sin bragas, como me había ordenado Lucas. Gustavo no me dijo nada, pero desde entonces me espió varias veces, cuando iba al mediodía a dar clases a Lucas, saliendo de la universidad para ir a darla a sus hijos, volviendo después… Me estuvo tomando fotos para que no le pudiera negar cómo vestía y por fin, un día me preguntó que por qué iba como una cerda por la calle.
Yo, claro, le dije que por qué me preguntaba eso y que no sabía de qué me hablaba. Y claro, me enseñó las fotos. En una se me veía completamente el culo bajo la faldita, poco más que un cinturón, me quería morir de vergüenza. Pero es que en otra llevaba un vestido muy escotado y sin sostén. Después me mostró, muy disgustado, unas en qué los pantaloncitos muy cortos dejaban mis nalgas al aire y marcaban mucho mis labios vaginales. En las siguientes el top era tan estrecho que casi no me cubría ni las aureolas…
Me preguntó, muy agresivo, si es que trabajaba de puta. Me supo muy mal, pero no sabía qué decirle ni qué excusa poner. Y menos cuando me preguntó que por qué iba a esa casa a las dos del mediodía si no tenía clase hasta las cinco. Y por qué no salía hasta las ocho si las clases a los chicos eran de 5 a 7. Intenté que no se disgustara y le besaba y acariciaba.
-No te enfades, Gustavo. No tiene importancia. Sabes que me gusta ir como quiera, sin que nadie me diga cómo debo vestir. Y sí, es cierto que algunos días voy más tiempo a dar la clase. Es porque… o sea… los chicos… bueno, les cuesta y necesitan más atención.
-¡Pero si ellos no vienen hasta las cinco!
-Oh, no… esto… a ver…
-Esther, no puedo confiar en ti. Creo que es mejor que lo dejemos.
-No, Gustavo, de verdad. ¡Sabes que te quiero!
-Pues dame alguna explicación, que sea mínimamente convincente.
-Gustavo, no seas celoso, los celos no son buenos. Yo… o sea… mira, espera, no te enfades – le acaricio las mejillas y le intento dar un beso en la boca, pero él aparta su cara – Oye, de verdad, yo no quiero que lo nuestro se acabe, al contrario, te quiero de verdad. Te lo voy a demostrar. Mira, para que veas cuánto te amo y quiero que seas feliz, hoy te voy a dejar hacer algo que nunca antes, con ningún novio… Sé que a los hombres eso os flipa y te agradezco que nunca me lo hayas pedido, ni siquiera insinuado, que me hayas respetado como una señorita. Ven, ven, Gustavo.
Me subo la falda hasta la cintura y me bajo las bragas hasta los tobillos. Él casi ni me mira. Le doy la espalda, me arrodillo y pongo los codos en la butaca. Levanto el culo para él, sabiendo que la visión será irresistible.
-No, Esther, vístete. No estoy de humor. Déjalo.
-Gustavo, no lo entiendes. Mira – contorneo el culo, me introduzco un dedo en el ano y luego lo huelo y lo lamo. Le guiño un ojo. Luego me penetro el ojete con un par de dedos. Abro el agujero para mi novio – Voy a dejar que me folles el culo. Serás el primer novio a quien se lo permito.
-Esther, eso es una guarrada. Una señorita no…
-¡Es para que veas que para mí eres importante! ¡Dejaré que me encules! – sollozo.
-¡Me daría asco, Esther! Nunca me imaginé que… cada vez veo más claro que no eres más que una puerca. ¡Quién sabe lo que habrás hecho en esa casa!
-No digas eso, Gustavo. ¿Es que acaso no te gusta mi culo? – lo contorneo muy sexy.
-Por favor, no seas tan cerda. ¡Nunca pensé que eras tan marrana!
-¿Pero por qué? – lloro – ¿Porque en prueba de mi amor te ofrezco mi culo?
-¡Tápate y vete de mi casa, cerda!
-No, ven, ven, por favor, Gustavo – lloro a lágrima viva, me levanto y le abrazo.
-¡Déjame, Esther!
No lo suelto. Aunque se resiste, le beso apasionadamente y empapo su cara con mis lágrimas. Consigo bajarle la cremallera del pantalón y sacarle su verga, muy empinada. Sé que le atrae follarme el culo. Me pongo de cuclillas y empiezo a mamar su pene y todavía crece más en mi boca. Desabrocho los botones de mi blusa y acerco sus manos a mis pechos, por encima del sostén. Enseguida me lo baja por debajo y me los magrea. Quiero convencerlo de que él es muy especial para mí, así que me aparto y vuelvo a ponerme en pompa para él.
-¡Venga, sé el primer novio que me encula! – le agarro su pene y acerco su glande a mi agujerito trasero -¡Quiero tu polla caliente en mi culo!
-¡No, Esther, eso es asqueroso! Además, te iba a doler.
-¡Seguro que no, quiero ser la novia más cariñosa!
-¡Hacer eso es de guarras!
-¡Venga, va, así, así! ¿Es que no te da placer?
-¡No quiero a una cerda por novia!
-Tu polla desea mi culo ¡déjala hacer! -siento que crece en mi mano.
-¡Puerca, Esther! – me insulta, pero es porque está dolido y consigo que me penetre bien adentro y empieza un mete-y-saca que me encanta, me llega muy al fondo y no resisto mi primer orgasmo – ¡Toma, toma! ¡Seguro que te gusta!
-¡Sí, sí, fóllame el culo! – gimo y sollozo.
-¡Ya veo que te encanta! ¡Te corres como una puerca! ¡Quién sabe cuántas veces te han dado porculo!
-Me gusta, sí, porque te quiero. ¡Eres el primer novio que me parte el culo! -en eso no le engaño – te lo prometo, ah, hum, sí, así, dame bien fuerte! ¡Ay, me corro, me cooorro!
Mientras me folla bien mis entrañas, mi novio me da nalgadas, quizá demasiado fuerte, pero no me quejo, quiero que disfrute del momento. Cuando al cabo de unos minutos de se corre dentro de mí, yo vuelvo a tener un orgasmo al sentir su esperma caliente y abundante. Él aumenta sus embestidas, sus insultos y sus nalgadas. Después de unos minutos en que yo me corro varias veces más, Gustavo saca su pene de mi culo.
-Vale, ya está, Esther. Me has convencido todavía más que eres una cerda.
-¿Pero es que no te ha gustado? – me coloco bien la falda mientras noto que el semen rebosa en mi culo y se desliza por mis muslos, juntándose a mis jugos.
-Es una vergüenza que una chica educada se deje hacer eso y que además le guste.
-Porque eres mi novio y te quiero -me pongo las braguitas y el sostén, las lágrimas corren por mis mejillas.
-Ya no somos novios. No te quiero ver más. ¡Eres una guarra!
-¡No es cierto, Gustavo!
-¡Vete, Esther! ¡Me has demostrado que eres una puerca!
Nunca hubiera pensado que mi novio era tan intolerante y rencoroso. Es cierto que últimamente estaba más serio y reservado. Incluso se veía que cada vez era menos cariñoso y que casi no deseaba ni que hiciéramos el amor. Pero yo no le daba importancia, pensando que siempre hay altibajos en una relación. Mi idea de darle mi culo para que viera cuánto le quiero había resultado mucho peor de lo que pensaba y por lo que parece tan solo le hizo ratificarse en su idea de dejarme por ser una puerca. ¡Quién se iba a imaginar que no le encantaría follarme el culo, tan deseado por tantos hombres!
Dice que es algo él que encuentra asqueroso. Pero bien que se corrió y me llenó el ano con su leche. A ver, algo de razón tiene en pensar que soy una fresca, y eso que no sabe nada de lo que he estado haciendo durante estos últimos meses. Nunca había probado tantas y distintas pollas. Realmente he sido una mamona de cuidado. Además, es cierto que mi culo hasta hacía poco virgen y sagrado, últimamente me lo han follado no sé cuántos amantes. Ahora me arrepiento de no haberles dejado también que me follaran bien el coño, pero siempre pensé que eso era algo que debía reservar para mi novio. Era una manera de sentirme menos infiel. ¡Y mira cómo me lo paga!
Desde ese día, Gustavo no me devuelve mis llamadas ni mis mensajes. Hace una semana que me he enterado de que ya está saliendo con otra. Se trata de Marga, una chica de muy buena familia y, aparentemente, muy fina y recatada. Supongo que a Gustavo le agrada que parezca tan educada. Pero yo la conozco de hace años, cuando hacíamos bachillerato en la misma clase. En esa época, se lo montó con muchos chicos e incluso parece que con chicas. O por lo menos eso es lo que se decía. Tenía fama de haberse tirado a todo el instituto. A mí nunca me cayó bien. Era muy creída y prepotente. Es cierto que es muy guapa. Aunque creo que yo lo soy mucho más, la verdad.
Podría decirle a Gustavo lo que sé de ella, pero seguro que no me iba a creer, pensaría que se lo digo por celos.
Así que me temo que su adiós es algo definitivo. Vaya, que en unos pocos días me quedo sin novio y sin mis alumnos tan especiales. Estoy bastante triste y desanimada. Por lo menos, este domingo voy a visitar al señor Garboz. Espero animarme un poco y pasármelo bien allí. Él siempre es muy amable conmigo.
Cuando me ve entrar tan triste, se preocupa por mí. No me apetece nada de la espléndida merienda que me prepara y le cuento mis penas. Él me escucha pacientemente y me consuela con un largo abrazo, muy cálido. Estoy tan reconfortada que no me quiero apartar de él. Me dice que si no tengo ganas de que me tome fotos, que no pasa nada, que comprende que no esté de humor. Se lo agradezco, pero le digo que él no tiene ninguna culpa. Además, me hace una ilusión especial porque le traigo una sorpresa. Así que él prepara las cámaras y los focos y todo y yo voy a cambiarme a la habitación de al lado.
Sabiendo que le gusté tanto cuando me vio por primera vez en la playa con mis bikinis de niña, he estado buscando en el armario y encontré uno. Tiene el fondo blanco y un estampado de flores pequeñitas, rosas, rojas y violeta. Era mi preferido. En esa época, este bikini, claro, no tenía nada de sexy. Yo aún no tenía nada de pecho. De hecho, es el primero que tuve, porque hasta entonces iba a la playa sin nada en la parte de arriba y solo con las braguitas. Pero ahora, con mi cuerpo de mujer, es increíble cómo me queda. ¡A ver si le agrada!
Cuando salgo solo con el bikini minúsculo, Joaquín aplaude con ganas. Me dice que le encanta y más cuando sabe que el bikini es de verdad de cuando era pequeña. Enseguida me toma fotos en todas las poses posibles. Sé que se me ve todo cuando simulo que hago un castillo en la arena. La parte de arriba apenas me cubre los pezones, dejando todas las tetas al aire. Cuando le doy la espalda y me arrodillo, separo algo las piernas para que quede la vulva y el ano al descubierto. Simulo posturas de yoga y en todas ellas se lo enseño todo al señor Garboz.
No puedo evitar mojar las braguitas y que el flujo resbale por mis muslos. Me gusta que él se dé cuenta de que me excito y deseo que en las fotos se vea. Al cabo de muchas poses y bailecitos, procurando enseñarlo todo, me dice que él hoy tiene también una sorpresa para mí, unos regalos. Le digo que gracias, pero que no es mi cumpleaños.
-Esther, tú eres un regalo para mí, así que… Abre los paquetes, te lo mereces.
-¡Oh, Joaquín!
-Ya ves. Creo que estos días te irá bien ¿verdad? Mientras no te eches otro novio…
-Pues… ¡la verdad es que sí! ¿Quiere que los pruebe ahora, aquí con usted?
-Sí, claro, por supuesto. En realidad, ya ves, también es un regalo para mí. No te quites el bikini de niña, no. Quedará muy bien. Espera, que preparo la cámara de vídeo. Y pongo más luz, que quiero que se vea bien.
Me siento en el sofá y me abro de piernas. La braguita me queda en una ingle y el señor Garboz enfoca bien la cámara en mi chichi húmedo y sonrosado. Pongo en marcha el vibrador y me acaricio en clítoris con él. Tomo también el dildo transparente y me lo introduzco. Sé que con el efecto lupa se me ve completamente mi vagina.
-¿Quiere que también juegue con un tapón, Joaquín? – pregunto entre suspiros y mordiéndome los labios de placer.
-Sí, hija, sí.
Lamo el plug más pequeño, una verdadera joya dorada, lo chupo y me introduzco la punta en la boca. Después, me penetro el culo con él. Siento mucho placer, suspiro y gimo, miro a la cámara y me relamo. Hincho el pecho sabiendo que el bikini se aparta de mis pezones y los enseño totalmente. Tomo otro de los tapones, este es plateado y más largo, quizá unos veinte o veinticinco centímetros, y más grueso.
Me saco el dildo y durante unos segundos dejo que el flujo resbale hasta mi ano y me lo unto bien con él. Me vuelvo a meter el dildo en el chichi y casi me corro de placer. Enseguida, con un poco de presión consigo meterme el plug grande hasta el fondo de mi culo. Ya solo se ve el brillante que tiene en la parte posterior.
Mi admirador aplaude. Lloro un poco, no sé si de emoción, de placer o de tristeza. Pero sigo masajeándome el clítoris mientras noto que el dildo casi se junta al plug en mis entrañas. Los presiono para sentir más placer y consigo que todavía se introduzcan algunos milímetros más, quizá un par de centímetros. Siento mucho placer. Todavía quedan más juguetes por probar. Agarro un consolador que imita un enorme pene, con sus testículos y todo, y lo beso y lamo. Lo chupo y simulo una mamada. Me lo dejo enteramente dentro de la boca y la punta me llega hasta la campanilla. Tomo otro vibrador y con él me masajeo las tetas. Doy más intensidad de vibración al del clítoris y me siento morir de placer.
Empiezo entonces una serenata de ayes y uyes y me voy corriendo no sé cuántas veces. Cada veinte segundos me voy sacando el dildo del coño y voy lanzando chorros de squirt a presión. Y a cada chorro, gritos de placer. Cuando parece que ya no tengo más fuerza para correrme, agarro otro dildo. Este es flexible, como de goma de color rosa, y lo junto al transparente. Al principio solo me entra la punta, pero mi vagina flexible consigue que me quepan los dos por completo, aun con el gran tapón en el culo. Sigo corriéndome y eyaculando como una fuente. El señor Garboz aplaude y sé que le gusta por el bulto en su bragueta.
Después de casi una hora de orgasmos, él me felicita. Entonces, satisfecha, pero agotada y triste por todo lo que me pasa, me viene una llorera que no puedo evitar. El señor Garboz me abraza para consolarme.
-Señor Garboz, usted pensará también que soy una cerda.
-Hija, no, ¡de ninguna manera! ¿Es que acaso haces algo malo?
-Bueno… no sé… o sea…
-Oye, es que ya ves, ni siquiera te he tocado nunca ¿verdad?
-Sí, eso es cierto, Joaquín. Aunque, si usted quisiera… usted sabe que le tengo afecto y… o sea…
-No, no, ya sabes que soy un hombre casado y que quiero mucho a mi mujer. Nunca le he sido infiel. Aunque ella es muy mayor y para mí no es ya tan atractiva como antes, solo hago el amor con ella. Pero bueno, si le fuera infiel con alguien, tú serías la primera elegida.
-Gracias, Joaquín – aprieto más mi cuerpo prácticamente desnudo al suyo – de verdad, su mujer no tendría por qué enterarse, podemos hacer lo que usted desee, seré su muñequita.
-No, no, hija. Me halaga lo que dices. Entiendo que ahora, sin novio y eso, tú… y sin las clases…
-Pues sí, la verdad, me había acostumbrado a tener tanto sexo y ahora…
-Pero bueno, con lo guapa y elegante que tú eres, hombres no te faltarán.
-Ya, eso, seguro, sí… o sea…
-Oye, mira, tú sabes que yo solo quiero tus videos y tus fotos para verlas y, bueno, no te negaré que no lo utilice para masturbarme o para excitarme para estar luego con mi esposa. Pero, si quieres, tengo unos amigos que… bueno, no te lo tomes a mal, quiero decir que ellos… son señores educados y elegantes, ¿eh? Uno está casado, Perico, pero por lo que me dice, hace años que no tiene sexo con su esposa. Y luego está Coque, todo un caballero, viudo. A ver, yo ya les he hablado de ti y, no te enfades, les he enseñado alguna foto tuya, solo las más discretas, y claro, para cualquiera de ellos tú serías un regalo. Te tratarían como a una princesa. Te colmarían de regalos. Nos conocemos desde que éramos niños, son muy buena gente.
-¿Y les han gustado las fotos?
-¡Pues claro, hija!
-A ver, no sé, no me importaría conocerles. No para nada… no sé… o sea… solo para… conocerles.
-Lo que hicierais, no es cosa mía, yo os iba a presentar, si tú quieres y luego ya…
-Pues si son buena gente, no le digo que no, señor.
Cuando volvía a casa, tuve la mala suerte de ver a mi novio con Marga, paseando abrazados y acaramelados. Sentí un pinchazo agudo en el pecho. Él no me vio. Reconozco que la tía, con los años, se ha puesto aún más guapa y atractiva. Pero no me extrañaría que siga siendo un pendón. Gustavo llevará unos cuernos de palmo. Quizá ella será más discreta que yo y le tendrá engañado y contento. En fin.
Después supe que ella y Gustavo ya hacía semanas que se estaban viendo, mucho antes de que él decidiera dejarme. ¡Vaya, que el muy cabrón, me había sido infiel! ¡Y luego va y me trata a mí de infiel y de ser una cualquiera!
En el próximo relato te contaré las últimas semanas de curso en la universidad. Y verás como te esperan algunas sorpresas. ¡Espero que desees leerme! ¡Hasta muy pronto!