Todo comenzó con la idea de pasar un fin de semana distinto y Marcelo mi amigo el policía nos recomendó una Isla.
Me dijo como viajar y hasta una lancha media grande que nos puede llevar, fue así que nos preparamos y emprendimos el viaje, nos tomamos un auto hasta la costanera donde nos esperaba Rubén un hombre grande con barba, el capitán de la lancha.
Nos dijo que estaba haciendo unas compras pero que ya nos íbamos, fue así que a hora aproximadamente, zarpamos, contento con el día soleado, que nos permitió guardar las cosas en el camarote y tomar solo.
Noemi, mi esposa había traído una triquini alucinante roja que hacía resaltar su piel, y su hermoso cuerpo, sus pechos parecían escaparse y su cola redonda resaltaba.
Nos recostamos en cubierta como nos indicó el capitán, ya que nos dijo tenemos entre 40 minutos una hora de viaje.
El capitán tenía la mejor ubicación para ver a mi esposa de todos los ángulos tomando sol, desde la cabina se veía todo perfecto, ya estábamos relajados al punto de no ver que nos alejamos de la costa hasta que ya no se veía tierra y de repente se detiene el motor y se escucha como algo que caía al agua, lo que estimo fue el ancla.
Yo al querer levantarme el capitán me pega una piña a lo que no entendía nada, veo que aprieta una perilla que cortaba la corriente de la lancha y me encierra en la cabina, mi esposa ya asustada tampoco entendía nada y le preguntó que pasaba a lo que le dijo, ¿así que eras la putita de Marcelo? Ahora vas a ser mi puta y la quiere besar, a lo que ella se resiste, y el capitán la bofetea dejándola atontada, aprovechando a la vez para desnudarla.
Al verla así sin ropa exclamó, tremenda puta se cogía Marcelo, y le pregunta ¿vas a ser mi puta o los tiro por la cubierta? A lo que ella sin poder dar más resistencia dijo que si, pero igual cada vez que la quería besar ella decía que no, el viejo la tomo de los pelos y bajo su pantalón, dejando ver un pene de gran tamaño que apuntaba directamente a la boca de Noemi.
Ella ya con poco por hacer empezó a besar y chupar la pija del capitán que ya pegaba alaridos con cada roce de los labios de mi mujer, a la vez que el metía sus dedos en la conchita de ella, con cada minuto el aumentaba la velocidad de la penetración de los dedos, lo que hacía ya retorcer a mi esposa, por momento se mojaba los dedos y metía uno que otro en el ano de ella, lo que hacía pegar unos queridos.
En un momento la mira el capitán y le dice al final sos mas puta de lo que dijeron, estas toda mojada, la empuja acostándola de prepo y se le sube, poniendo patita al hombro a lo que ella empieza a los gritos, lo que hace mas gozara con cada embestida.
Desde la cabina podía ver como entra y sale ese pedazo de carne, en un momento el sale de encima de ella y la obliga a subirse, para que lo cabalgue, después de unos minutos donde ella se mueve arriba de él, donde aprovecho para besar sus pechos y a ella hasta con besos de lengua, ella pega un alarido, moviéndose más enérgicamente, llegando a un orgasmo terrible, haciendo que el viejo este en las nubes cuándo ella se deja caer sobre sus pechos y se deja besar ya sin resistencia, a lo que el viejo dice, ya sabía que te iba domar como la yegua que sos, y ella lo vuelve a besar.
Ahora la pone en cuatro metiendo su lengua por todos lados y ella le rogaba que no lo hiciera, se refería a lo que el viejo tenía pensando que era entrar por detrás, pero el apunto como una lanza de carne y la fue hundiendo en el culo de mi mujer que gritaba, pataleaba hasta que entro toda, minutos después tuvo otro orgasmo mi mujer.
Ahí el dejo caer su cuerpo y disfruto de esa cola hermosa, yo para entonces me había masturbado, cuando siento el grito del viejo que le lleno el culito de leche.
Ahora ya contento la beso nuevamente, recibiendo lo mismo de mi mujer, se vistió y volvió a poner todo para seguir viaje.
Mi esposa estuvo un rato desnuda permitiendo que él le de unos besos y chirlo en el culo, hasta que llegamos.
Tendria que a ver dado mas detalles, pero no es cuento, fue lo que pasó.
Me hubiera gustado el cuento mas largo
Igual hay una segunda parte que no leiste