El calor de la cuñada vulgar y sucia
Me arrodillé. No por decisión. Por instinto. Su cuerpo me llamó. Subí su vestido lentamente. Y lo que vi me marcó. Una entrepierna oscura, cubierta de vello espeso, húmedo de calor, hinchado por el deseo. Su piel tenía marcas del tiempo, cicatrices, estrías… y eso la hacía más perfecta. Una mujer de verdad. Cruda. Fuerte. Abie...