Ari: Prisionero de mi piel (3)
Él me tomó suavemente del mentón y me obligó a mirarlo. —Escúchame bien, Ari… —dijo despacio, como si me estuviera marcando cada palabra en la piel—. Desde el día que te vi, supe que ibas a ser mía. Tú puedes llorar, huir, negar… pero no puedes escapar de mí… y tarde o temprano, vas a ser mi mujer...