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Ana, mi compañera de clase

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Cuando entré a estudiar la especialidad, conocí a Ana. 1.70, ojos marrones, cabello castaño liso y sonrisa matadora, además de unas tetas en su lugar y de buen tamaño a juzgar por las blusas que acostumbraba usar. Por aquel tiempo, había comenzado la relación con mi actual novia y debo aceptar que tenemos algo bueno juntas, sin embargo, no puedo negar que Ana llamó mi atención desde el primer día en que la vi.

Lo primero que me atrajo de ella, fue su perfume. Un delicioso olor dulzón que me provocó voltear a verle al pasar a mi lado, solo para comprobar que el par de piernas que cubrían esos jeans, eran para morderlas, rematadas por unas nalgas en las que se me fueron los ojos más de una vez. Además de eso, Ana cuidaba cada detalle de su arreglo personal; desde las uñas delicadamente cuidadas, la ropa combinada y el pelo liso oliendo delicioso todos los días.

Al poco tiempo, me enteré que era casada. Y no solo eso, sino que además tenía un hijo de 4 años. Ella tenía 33 cuando iniciamos la especialidad, aunque la verdad aparentaba ser más joven.

Al principio nos llevamos bien. Hacíamos buen equipo en las clases y ella siempre me decía que era inteligente, y que por eso me buscaba para los trabajos en equipo o en pareja. Y lo cierto, es que siempre se me acercaba mucho, tomaba mis manos con cualquier pretexto, se apoyaba en mi pierna mientras charlábamos, buscaba mis abrazos y cosas que podían parecer de amigas, pero que a mí siempre me resultaron una oportunidad para sentirla cerca de mí.

Poco a poco nos hicimos más cercanas y formamos un grupo de 5 amigas, con las cuales comenzamos a salir bastante, sobre todo los viernes, a beber unos tragos o cervezas. Con 26 años, yo era la más pequeña del grupo, después de Stephanie, quien tenía 24.

Así que el grupo era muy animado y charlábamos de muchos temas, pero el favorito era el sexo.

Todas las chicas, eran hetero y desde que les conté que me gustaban las mujeres se mostraron curiosas y confesaron tener al menos una fantasía con mujeres. Nuestras pláticas de sexo eran divertidas y picantes. Y la verdad es que sirvieron de preámbulo para que Ana fuese perdiendo la pena y en medio de varias borracheras, se abrazara a mi cuello o acariciara mi entrepierna haciéndose la distraída. Buscaba contacto físico todo el tiempo; y la verdad es que a mí me encantaba sentirla. Sobre todo cuando, bailando en grupo me abrazaba y yo la atraía hacia mí rodeando su cintura con mis manos. Sentía sus tetas firmes en las mías y a ella no parecía molestarle esa cercanía. Por el contrario, la propiciaba cada vez un poco más.

Luego de algún tiempo, ese jugueteo, del cual nunca hablábamos en voz alta (solo lo dejábamos ser), se convirtió en caricias más intensas. Cierta vez, por ejemplo, en un bar frente a la escuela estábamos sentadas lado a lado, charlando con las demás chicas y ella sin más llevó su dedo índice a mi vagina y comenzó a acariciarme suavemente los labios vaginales sobre mis jeans mientras seguía la conversación de las demás. Eso me calentó muchísimo, así que cuando ella se levantó al baño la seguí y una vez dentro, la jalé del brazo para besarla. Ana besaba con mucha lengua, y generalmente eso no me gusta del todo, pero cuando te sientes caliente, supongo que eso te calienta más. Así que nos besamos y tocamos las tetas y la vagina sobre la ropa en menos de 2 minutos para no levantar sospechas de las demás, por la tardanza.

Debo confesar, que lo más excitante desde el principio, era el hecho de que Ana estuviese casada con un hombre. Me producía una sensación nueva y excitante y sobre todo me hacía querer más.

Este deseo aumentó una tarde en que, charlando por mensaje, ella por fin se atrevió a tocar el tema. Por fin, sin alcohol en el sistema, me confesó que a pesar de tener una buena relación con su esposo, y no estar dispuesta a incumplir el rol de esposa y madre de familia, sencillamente yo le atraía demasiado y la excitaba, al grado de que varias veces se había masturbado imaginando que eran mis dedos los que la penetraban, y que además tenía ganas de experimentar solo conmigo. Esa noche, antes de dormir, me masturbé delicioso pensando en ella y dormí con la pantaleta mojada.

El fin de semana siguiente, una de mis amigas cumplió años, así que antes de las clases, fuimos a festejar en el acostumbrado bar de enfrente. Tomamos unos tragos, la plática se animó y al 15 para las 5, algunas de las chicas nos dejaron para irse a sus clases. En la mesa quedamos solamente Ana, Stephanie, Lynda y yo. Pedimos una ronda de cervezas más y de pronto fuimos abordadas por 3 chicos que intentaban ligarnos. Me aparté en seguida, porque no me interesaba y para mi sorpresa, Ana también lo hizo. Así que ella y yo entramos en una animada plática, en la cual de pronto, perdimos de vista a las chicas y cuando reparamos, habían salido del bar con los chicos y se habían ido al bar de junto.

En el que nosotras estábamos, cada vez se llenaba más, de los alumnos de la facultad que iban saliendo a esas horas, así que cada vez el ruido y el tumulto era mayor. Bebimos una ronda más y durante esta última, nuestra plática comenzó a calentarse. Comenzamos a hablar sobre la masturbación y el cómo nos gustaba hacerlo a cada una. Además de que eso nos calentó, estábamos prácticamente a solas (sin gente que nos conociera), así que de vez en cuando nos dábamos un beso en los labios, sin mencionar que para lograr hablar con el volumen de la música, estábamos muy, muy cerca la una de la otra. Mientras esperábamos la cuenta, Ana me besó intensamente. Yo sentía el sabor a alcohol en sus besos y su manos apretaban mis piernas, como queriendo controlar sus ganas.

Salimos de ahí y entramos a la facultad dispuestas a ir a nuestra única clase. Pero antes de ello, ambas coincidimos en ir al baño.

Sabíamos que era un pretexto. Apenas entramos, comenzamos a besarnos y yo rápidamente hice entrar a Ana en uno de los cubículos del baño (el más grande) sin dejar de besarla, cerré la puerta y la empujé hasta el final de este, de manera que nadie pudiera ver nuestros pies bajo la puerta. Comenzamos a tocarnos, sin que pararan los besos, yo tenía a Ana tomada en las nalgas haciéndola acercarse mucho a mí, cuando ella me apartó un poco, para subir su playera y dejar libres sus tetas, luego bajó su sostén para mostrarme sus pezones, los cuales quise besar en seguida, y mientras le comía las tetas y jugaba con la punta de mi lengua en su pezón, desabroché sus jeans y los bajé ligeramente solo hasta sus caderas para permitir el paso libre a una de mis manos. Pude ver en su tanga, como ya estaba mojada. Volvía a besarla en la boca y sin pensarlo más, introduje mi mano en su tanga y por fin sentí su vagina caliente. Estaba deliciosamente mojada. Así que por instinto saqué mis dedos de su vagina y los llevé a mi boca para probarla. Eso la excitó mucho y dejó escapar un gemido, el cual tuve que callar tapando su boca para evitar que nos escucharan. El solo pensar que estábamos en los baños de la escuela, me ponía al 100 y a ella también.

Llevé mis dedos a su vagina de nuevo y comencé a frotar su clítoris, poco a poco fui metiéndole uno de mis dedos y después 2, mientras la escuchaba respirar agitadamente en mi oído sin poder hacer más ruido, solo me susurraba “más”, “sigue”.

Cuando estaba más excitada, subió mi camiseta y bajó mi sostén para sentir mis tetas y rozarlas con las suyas. Pude ver como eso le gustaba. Tuvo un orgasmo rico y vibrante. Tras el cual saqué mis dedos llenos de sus ricos jugos y lo probé de nuevo.

Ana jamás había estado con una mujer, así que me dijo que yo no podía quedarme así, y me pidió que guiara su mano para que yo también terminara y sin terminar de bajar mis jeans, introdujo sus dedos en mi vagina. Comenzó a moverlo, primero muy bruscamente, hasta que yo tomé su mano y a mi gusto la dirigí para cogerme. Estaba tan excitada ya, que no tardé nada en venirme, y al terminar, Ana también quiso probar mi sabor en sus dedos.

Salimos del baño y nos fuimos a clase, a la cual por supuesto llegamos tarde.

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