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Mi hijastra me pidió que la volviera mi mujer
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Soy Juan Esteban, de 36 años. Nunca había escrito, pero lo que me sucede actualmente justifica la acción.

Soy abogado y notario, divorciado de mi primer matrimonio, me casé a los 18 años y me divorcié a los 24, de allí nació mi única hija. No soy feo, dicen mis amigas más honestas, y lo mejor es que la madre naturaleza fue muy gentil conmigo y me regaló un miembro viril de 7.5 pulgadas de largo. Cuando era infante y orinábamos con mis amigos me daba vergüenza enseñar mi pene, ya que era el doble del tamaño de los demás, en ese entonces fui objeto de bromas pesadas por parte de ellos, pero ahora veo que es una ventaja en el campo sexual, muchas mujeres prefieren hombres con penes grandes, el solo verlo las excita y la prepara psicológicamente, aunque probablemente un pene menor las haría gozar, pero así es nuestro mundo.

Debo confesar que me casé la segunda vez no estando enamorado, sino que yo quería una compañera, estaba hastiado de estar solo. Ella es Mary, ella es mayor que yo, tiene 42 años, a pesar de su edad es muy bonita y tiene un cuerpo de buenas formas, además es muy liberal en su forma de pensar y actuar, lo cual me convenció para comprometerme con ella. Fuimos casi tres años novios. Para ella también es su segundo matrimonio, de su primer matrimonio tiene dos hijas, Claudia de 19 y Anabella de 18, al igual de su madre son bellas, con bonitos cuerpos y liberales también.

Aunque el relato parezca inventado, no lo es. Con las hijas de mi ahora esposa siempre hubo una especial relación, es decir que iban a nuestros viajes y fiestas, a veces yo salía con ellas al cine sin su madre, o a alguna fiesta de vez en cuando. La pequeña, es decir Anabella tuvo una “pegazón” conmigo, y ahora siendo su padrastro, siempre quería andar conmigo a todos lados e inclusive solía dormirse en mis piernas, o en mis brazos y yo la llevaba cargada a su habitación en las noches.

El día crucial fue un sábado por la noche, su hermana Claudia se había ido con sus amigos de juerga, mi esposa visitó a su madre, mi ahora suegra que estaba bastante enferma y mis cuñados (hermanos de mi esposa), decidieron hacer turnos para estar con ella sobre todo en las noches. Mi esposa le tocó su turno de siete días y siete noches, por lo tanto no iba a estar con nosotros esos días.

Con Claudia estuvimos viendo tv hasta altas horas de la noche, pasando canales vimos una película que pareció interesante, pero tenía escenas muy eróticas. Con ella había mucha confianza, así que no fue difícil ni embarazoso ver una peli erótica a su par. De allí salió la charla en el tema sexual. Ella me preguntaba si había sido el primer hombre de alguna chica en mi juventud, yo le dije que sí, que al menos había desflorado a dos novias. Ella que estaba sobre mis piernas, se sentó y me siguió preguntando acerca de eso.

–Oye y les dolió?

Aunque era una pregunta comprometedora, le dije que había usado lubricante con una de ellas y con la otra pues el condón traía lubricante también.

Me pidió que le contara con detalle una de esas desfloraciones, yo no lo hice con detalle, pero si le hice algún relato de eso. Ella estaba con la boca abierta, más cuando le dije lo que ella había gozado en esa ocasión, luego que cesó el dolor de su himen roto.

-hey Juan, sabías que yo soy virgen? -me preguntó.

-No, no sabía eso, pero eso te hace más codiciada por los chicos! -le dije para tratar de caerle bien.

-Yo no quiero que me haga mujer un chico, quisiera que fuera una persona mayor -me respondió.

-Por qué? -insistí en la pregunta.

-Porque tienen más experiencia y he tenido amigas que se han sentido mal después de eso, ha sido doloroso y no han sentido placer, fue terrible Juan!

Hubo un silencio.

-Oye Juan, yo quisiera pedirte algo! -me dijo Anabella. Tragué un poco de saliva, casi intuí lo que me diría- Quiero que seas mi primer hombre, que tú me hagas el amor por primera vez.

La vi a ojos incrédulo.

-Estas segura Anabella? -pregunté.

-Si Juan, estoy segura -me dijo muy seriamente.- A menos… -me dijo.

-A menos que, qué? -le dije yo.

-Que no me consideres bonita o atractiva! -me dijo

-Qué cosa más tonta -le respondí.- Si para mis eres la más hermosa chica que he visto en mi vida!

Apenas respondí, ella me dio un beso directo en la boca, dejó sus labios unos segundos y yo respondí al beso chupando sus labios.

-Te puedo enseñar mi cuerpo? -me dijo. Yo me quedé helado sin saber que decir o hacer.

Ella se puso enfrente de mí y se quitó los pantalones jeans que tenía puesto, se quedó en un pequeño bikini, sus formas eran exquisitas, su vientre plano y sus caderas recién formadas. Luego se quitó la blusa y se quedó con su top, dos lindas carnes medianas y con forma de volcanes se asomaban en su prenda de vestir. Tuve una erección casi instantánea, que no se podía ocultar fácilmente en mis pantalones. Ella me vio y me dijo:

-Ahora si quieres hacerme el amor y ser mi primer hombre?

La jale, la senté en mis piernas y la empecé a besar con pasión, nuestras bocas se chupaban una a otra, luego emergieron nuestras lenguas dándose mojados besos, como si quisiéramos tragarnos el uno al otro. Para ser una adolescente de 18 besaba muy, pero muy bien. No pude dejar de aprovechar que estaba en ropa interior, así que instintivamente una de mis manos se deslizó entre su calzón tipo bikini y toqué su rajita semidepilada, podía sentir en mis dedos sus cortados vellos púbicos y luego la tersura de sus labios mayores vaginales, los cuales jugueteé un rato para después meter un dedo entre sus labios y seguir la raya que lleva desde su clítoris a su vagina. Cuando toqué su clítoris y los masajee, ella soltó mi boca y se puso casi a chillar, me dio miedo, pero seguí haciéndolo y ella comenzó a gemir.

-Ayy Juan, aay Juan, así, asíi!! -decía Anabella.

Yo le fui zafando su calzoncito hasta que salió por sus tiernos tobillos, luego una de mis manos zafó su pequeño sujetador por atrás y yo lo quité por el frente. La pequeña Anabella estaba sentada en mis brazos totalmente desnuda, mi mano volvió a las andadas entre sus piernas, ella ahora abrió un poco más sus muslos para yo tuviera más facilidad de alcanzar su panochita.

La besé de nuevo en sus labios que me recibieron rápidamente, pero en un instante puse mis labios en sus tiernos senos, lamí toda la circunferencia y poco a poco fui cerrando el círculo hasta llegar lamiendo sus pezones que se erectaron al contacto de mi húmeda lengua. Anabella seguía gimiendo como una gatita en celo. Yo además le besaba el cuello, los hombros, las manos cuando me tomaba el rostro. No recordaba la última vez que había estado tan excitado, solo quería hacerla mía en ese momento, no me importaba el hecho de ser la hija de mi esposa.

Mi mano siguió explorando su panochita, utilicé sus propios jugos vaginales para lubricar mis dedos y acariciar toda su parte íntima. La yema de uno de mis dedos jugó con la entrada de su vagina, lo deslicé un poco y Anabella se quejó, yo había llegado a la piel de su himen. Era cierto, es virgen pensé dentro de mí.

La puse a un lado acostada en el sillón grande de la sala. Me quité la camisa, más no los pantalones, le abrí delicadamente las piernas y se las doblé hacia adentro, su rajita abrió los pliegues como una mariposa abre sus alas, su panochita era coloradita, bella, con labios delicados, pequeña, jugosa. Empecé a besar sus muslos primero, los chupé y lamí cada centímetro cuadrado de ellos. Anabella gemía cada vez más fuerte y movía su carita de lado a lado con los ojos cerrados. Mi lengua hizo un recorrido hasta llegar a su pequeño nido, chupé y atrapé sus pliegues vaginales con mis labios, sentí el sabor de su eyaculación, era agria pero sabrosa. Usando delicadamente mi dedos, aperturé sus labios vaginales para ver todo su íntimo panorama, vi la entrada de su panochita y su pulsante clítoris, la punta de mi lengua comenzó a pasar sobre la piel que recubre su clítoris, ella lanzó un gemido fuerte, luego lo atrapé entre mis labios y con la punta de la lengua dentro de mi boca comencé a darle pequeños toques a su clítoris.

Anabella quiso huir de eso y puso una manita entre su rajita y mi boca, pero delicadamente retiré su mano y seguí comiéndole su coñito.

-Así Juan así!! allí allí -decía sin control la pequeña Anabella. Toda la lubricación que emanaba del interior de ella, era suficiente para intentar desflorarla.

Así que me separé de su coñito y la tomé cargada entre mis brazos, la llevé a mi habitación, allí estaríamos más cómodos, ella se relajó y me abrazó sabiendo que sus horas de ser virgen acabarían en pocos minutos.

La acosté en mi cama, luego me quité toda mi ropa, hasta quedar en cueros, mi verga estaba súper erecta, ella la vio y sé que pasó por su mente la idea de que era muy grande y que podría dolerle. Me puse entre sus piernas y reclinándome sobre ella froté mi glande en toda su vulva, es decir la froté entre sus labios vaginales, su clítoris y el orificio de su vagina. Ella maullaba cada vez que mi pene se frotaba en su rajita. Por fin me decidí hacerla mía. Me recliné con el pene en mi mano dirigiéndolo hacia su vagina, pronto encontré la oposición de su himen, empujé otro poco más fuerte y zas! Sentí como se rompía su telita, mi gordo glande penetró su cavidad y por la lubricación interna se metió hasta casi la mitad de mi verga. Ella me arañó los brazos y luego comenzó como a chillar, eso me dio temor, pero era la sensación de dolor con placer que la embargaba.

Luego le dije que se relajara, le besé la boca y los labios, ella reaccionó igual, nos fundimos en un rico beso de lenguas y de ese modo volví a sacar y empujar mi verga en su interior, se la deslicé a las tres cuartas partes de mi falo, ella soltó mis labios para gemir y decirme, “Así, asii, ohh ohh” y se tapaba la boca con una mano. Seguí bombeándosela lentamente, para que se acostumbrara a tenerla adentro. La nenita ponía en ocasiones sus ojos en blanco, señal de que estaba casi en su clímax. Como estaba gimiendo y no atendía mi boca, le lamí el cuello y fui bajando con dificultad hasta sus senos, los besé, los lamí y luego envolví sus pezones con mis labios húmedos, los apreté por turnos, en esos momentos Anabella se quejaba como si estuviera sufriendo un martirio, mis movimientos pélvicos fueron aumentando, el mete-saca era ahora con mayor velocidad. De pronto siento sus uñas de nuevo incrustarse en mis costados y espalda, luego una pequeña corriente de líquidos vaginales comenzó a bajar de su panochita.

–ayy no, ya no, ya no! -me decía envuelta en su orgasmo.

Se la saqué y le comencé a besar el sudor de la frente, luego ella misma me jaló a sus labios, nos besamos con pasión. No puedo negar que yo estaba también súper excitado y que solo la experiencia me contenía en seguirla cogiendo sin cesar. Ahora me puse boca arriba en la cama, me la jale para ponerla nuevamente durísima, pero pude ver un poco de sangre mezclada con sus jugos vaginales y mi semen alrededor de mi verga, no le dije nada por no asustarla, además eso me impidió pedirle que me la mamara previo a cogerla de nuevo. Anabella se subió sobre mi miembro viril y ayudada por mi, se la volví a meter en su rajita.

–Muévete lento y rápido por turnos! -le dije, esperando que comprendiera.

Anabella se movió sobre mi incrustándosela toda, sus movimientos fueron demasiados lentos, pero comprendí que estaba experimentando y debía dejarla que lo hiciera. Ella misma fue acelerando y moviendo su pelvis para acomodarse mi verga en su rajita de varias formas. Poco a poco ella fue manipulando la follada para llegar a un seguro orgasmo, el cual fue largo, Anabella se derrumbó sobre mi pecho aún con mi falo duro en su coñito.

Anabella se notaba cansada de la cabalgada que me había dado. Me quité de abajo y ella se quedó sobre la cama en posición boca abajo, contemplé su lindo trasero, se veía delicioso, paradito, terso y con la rajita abierta. Me subí sobre ella y así ambos quedamos en posición horizontal, yo sobre ella, froté mi erecta verga en su ano y luego en su panochita, y lentamente la fui penetrando, ella solo pujó cuando se la dejé ir toda, ella ya no se movía, yo era quien le martillaba mi miembro en su mojado y dilatado orificio, lo hice hasta que conseguí llegar y me corrí, saqué mi pene y me chorreé sobre sus nalgas y espalda, dejando un camino de semen.

Me hice a un lado y me quedé descansando, Anabella también lo hacía con los ojos cerrados. Luego se acurrucó a mi lado y me dio un beso en la boca

-gracias Juan, estuvo hermoso, ahora soy tu mujer!

Allí quedamos extenuados y cansados sobre la cama, el sueño nos ganó y quedamos dormidos.

Al otro, día e inicio del fin de semana, nos duchamos juntos, con tocaditas y besitos prohibidos, ella me lavó el pene y yo le hice lo mismo con sus tetitas y su coñito. Su hermana había venido tarde en la madrugada y aún dormía en su habitación.

Luego de ducharnos juntos hicimos sexo oral en la cama, no hubo penetración esta vez debido a que Anabella me confesó que le dolía su panochita un poco, así que nos abstuvimos esa mañana de hacer el amor. En la noche le dimos rienda de nuevo a nuestras pasiones, la volví a coger en distintas posiciones, terminamos exhaustos. A la fecha Anabella tiene novio (como pantalla), pero no impide que de vez en cuando, cuando su mamá o sea mi esposa no está, la lleve a un motelito y me la coja por todas partes. Hemos sido muy discretos hasta el momento, pero yo creo que ella está enamorada de mí y eso puede ser peligroso.

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