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Luis en el día de la madre

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Era el día de la madre. La mía queda en su casa con mi hermana y su segundo esposo y yo me he quedado en Madrid. El teléfono resuelve muchos compromisos.

Al saber que me quedaba solo, unos amigos me han invitado a pasar el día en su casa que está en el campo a las afueras de la Capital. Allí estaban también invitados los padres y hermanos de mi amigo y sus suegros, cuñados y un montón de sobrinos, pues todos ellos son muy tradicionales y dicen que el matrimonio es para tener hijos. Mi propio amigo tiene dos y lo que lleva su esposa en su vientre, pues ya va de seis meses y se le nota un gran globo por lo que le pregunté si iba a por uno o a por dos, se sonrió y me contestó:

— Es un secreto todavía para todos, pero como tú eres soltero té diré la verdad: son dos varoncitos.

Me quedé en cuadro, mirando con pena a mi amigo, porque llevaba unos seis meses sin sexo y me consta que le gusta más de lo que es común.

La fiesta ha estado todo el tiempo muy animada. Los niños se lo pasaban fenomenal por el buen día soleado que nos ha tocado en suerte. Pero continuamente había que reponer bebidas, cervezas, gaseosas y todo lo demás. Las mujeres entraban a la cocina y salían con viandas, mientras Luis, mi amigo, iba a un sótano a sacar bebidas frescas.

Aunque mantuve buena conversación con la gente que unas veces me contaban alegrías, otras penas, me preguntaban por mí, si tenía novia, o qué pensaba yo. Sin embargo mi pensamiento estaba en la polla de Luis, su enorme polla —yo la había visto muchas veces porque íbamos juntos al gimnasio, pero nunca hubo nada entre nosotros, pues bien sabía yo que mi amigo era un puto heterosexual de la patada—; pero hoy sólo deseaba comerme esa polla y hacerla brotar como un manantial para comerme los posibles niños que Luis no podía hacer mientras su mujer estaba grávida.

En un momento dado, Luis me pidió que fuera con él para subir más botellas de cerveza y coca-colas. Lógicamente me fui con él, pero con gusto de estar con mi amigo el semental.

Al llegar al sótano, frente a mí, se abrió la bragueta de su pantalón y sacó su polla y sus huevos, diciéndome:

— Alíviame, por favor, lo necesito.

— Encantado, eso quería yo —le decía—, deseo tanto comerme a tus niños.

— ¡Eso quería escuchar yo, eso mismo!

Me he puesto de rodillas! He acariciado esa polla enorme que sabe hacer niños a pares y me la he metido en la boca. Mis manos puestas en el culo de Luis para ayudarle a empujar, aunque no hacía falta. Ha follado magistralmente mi boca hasta más allá de la garganta, por eso me gustan las pollas largas. Hacía rato que Luis estaba delirando y exclama:

— Creo que voy a correrme...

Saco la polla de mi boca y meto la lengua por sus peludos huevos: ¡Joder, estaban palpitando como a punto de soltar a mis niños, así que metí la polla en mi boca de nuevo y no tardó mucho en chorrear mi alimento. Un chorro que tragué casi sin saborear para que pasara caliente, y otro y otro y otro, que iba tragando para que no se desperdiciaran, y luego unos chorretones que ya no tenían fuerza y salían de aquella dura polla como miel sobre mi lengua. Abro la boca para respirar, Luis saca su polla de mi boca y yo, ávido de sus hijos, chupo aquel amoratado capullo hasta dejarlo limpio.

— Luis, sé que no eres maricón como yo, pero creo que me merezco un beso tuyo.

— Porque eres mi mejor amigo y porque me has aliviado, ven a mis brazos.

El beso ha sido profundo, pienso que ha tenido oportunidad de catar el sabor de sus niños.

— Si hasta que nazcan tus hijos me necesitas para desahogarte, además de boca, también tengo buen culo, y no eres maricón como yo, pero tienes necesidades.

Con dos pozales llenos de cerveza hemos subido para seguir la fiesta.

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