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El descubrimiento de mi primo Lalo

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Me llamo Helio, tengo 19 años, soy guapo, muy flaco y largo y estoy enamorado de mi primo Lalo.

Nunca he conocido a mi madre porque murió cuando yo tenía solo seis meses, a resultas del parto o a saber de qué, como decía siempre mi padre para que no me sintiera culpable. Así que viví con mi padre hasta su fallecimiento, ocurrido hace tres años cuando recién había cumplido los dieciséis. Quien se encargó de cuidarme en mi infancia fue mi tía Jovita, la hermana de mi padre, que también cuidó a mis dos hermanos mayores. El recuerdo que tengo de mi padre es un gran amor hacia mí y una tristeza intensa en su rostro y modo de hablar.

Mis dos hermanos mayores tenían sus parejas y no vivían ya en mi casa. El mayor tenía dos niños y el otro se había juntado con una chica muy guapa que no quería saber nada con nosotros, así que ya no lo he visto hasta el día de hoy. Alguna vez yo visitaba a mi hermano mayor en su casa y trataba con cariño a sus hijos mis sobrinos, pero, nunca vinieron a ver a mi padre; muerto mi padre a quien consolaba hablándole de sus nietos que nunca veía, pensé que tampoco yo tenía obligaciones con ellos.

Por otra parte, yo tenía amigos que venían por mi casa, saludaban a mi padre, siendo siempre muy atentos con él, luego jugábamos en la sala y en verano nos íbamos al río a bañarnos y nunca se iban sin despedirse de él.

Desde que murió mi padre me quedé casi sin amigos, no por mala voluntad, sino porque mi tía me pidió una y otra vez que fuera a su casa para no estar solo. Mi tío, su esposo, me lo decía también insistentemente, así que quedé con ellos que iría cada día al salir del colegio para comer y haría los deberes hasta la cena, pero dormiría en casa para custodiarla y cuidar del taller de mi padre, ya que me gustaba también pintar y hacer forja a fuerza de estar siempre con mi padre. Les pareció bien y estuve yendo hasta los 19 años en que vendí la casa y las tierras y con todos mis ahorros y una beca me fui a la ciudad para estudiar en la Escuela de Artes y Oficios. A mí me gusta la pintura y la escultura en hierro.

Mis tíos tienen dos hijos, Rafa que es cinco años mayor que yo y Lalo dos años más que yo. Así que cuando cumplí los 18 años, Rafa tenía 23 y Lalo 20. Ellos habían sido mis amigos y protectores desde mis catorce años, pero no había entre nosotros una especial confianza, lo que sí tenemos ahora Lalo y yo. Rafa se ha casado por todo lo alto y ha dado dos nietos a mis tíos.

Pero regresemos un poco porque me enrollo. El día que cumplí los 18 años, 28 de mayo, mi tía me preparó una comida de fiesta y duró la sobremesa hasta la cena inclusive. Llegó el momento de irme tras la cena y Lalo dijo que me acompañaba a casa por ser mi cumpleaños y mayoría de edad. Entonces yo le dije que se quedara a pernoctar y nos tomaríamos una copa de champaña. Mi tía solo dijo que no nos emborracháramos, pero mi tío añadió:

— Un día es un día, buscad dos chavalas y a dormir calentitos los cuatro, que dieciocho años no se cumplen más que una vez.

Mi tía dijo:

—Vaya consejo que das tú a los chicos...

Pero yo repliqué:

— No te preocupes tía, ya sabes tú que yo soy gay...

Mi primo Rafa se partía de risa.

Cuando salimos a la calle mi primo Lalo me dijo:

—¿Mi madre sabe que tú eres gay?, ¿desde cuándo?

— Yo creo que lo ha sabido siempre, además me ha dado buenos consejos siempre, porque para mí ha sido mi madre, de manera diferente a vosotros que la habéis engañado siempre, pero yo no tenía con quien sino era con mi tía Jovita, porque mi padre se puso cada vez peor.

Puso cara de extrañeza sin decir nada, me escuchaba con gusto.

—¿Tú que ropa interior usas?, —le pregunté.

— ¿Yo?, calzoncillos blancos, como es normal, eso sí: Calvin Klein, contestó.

— Yo uso tanga cuerda... y..., ¿quién me las compra?, —pregunté con picardía.

—No me digas que mi madre...

— En efecto, pero tú jamás le dijiste tus gustos y jamás le dijiste que eres gay por bobo, como si ella no lo supiera…, le dije con sorna.

— Mi madre no sabe nada, ¿cómo va a saber si nunca...?

— Eso, eso, nunca le dijiste nada, pues nosotros no podemos actuar sin el consejo de una mujer, porque si lo decimos a un chico se encarga de decirlo a los demás, pero si tenemos una amiga o una mujer familiar como tú mamá ellas se callan, nos respetan y nos aconsejan, encima nos buscan nuestros gustos como mis tangas y otras cosas que te mostraré esta noche.

— Yo ya sé que tú siempre eres muy precavido y controlas todo, pero a duras penas hace poco que supe que tú eras gay y ¿ahora dices que mi madre lo ha sabido antes que yo?, protestó Lalo.

— Sí, ahora te lo digo; porque tantas veces yendo al río a nadar en pelotas y no te fijabas en mis miradas, mis deseos…, pues yo sí sabía que a veces no nadabas para mirarme y te quedabas en la orilla con el bañador puesto.

— Claro que te deseaba pero hasta que no me lo dijiste, ni caí en la cuenta ni me atreví a nada, porque temía que podrías decirles lo mío a mis padres si me insinuaba, mientras, tonto de mí, yo pensaba que descubriría a los gays con solo verlos, reflexionó Lalo.

— Lo mío lo he sabido siempre, hablé con mi tía Jovita y ella me orientó para que nadie se burlara de mí y viviera en paz, le dije.

Se quedó pensativo y en cierto modo se sentía estúpido por temores infundados. En esto que llegamos a mi casa y como hacía calor fui directamente a mi cuarto y me quité la camiseta y el pantalón, con el tanga me fui al baño y Lalo se quedó y se tumbó en la cama. Estuvo todo el tiempo pensando sobre su estupidez. Cuando salí del baño le dije:

—¿Qué haces ahí?, ponte fresquito y quítate la ropa para celebrar con champaña.

— Es que me has dejado tieso, mi madre te compra esas tangas tan chulas que llevas con colores tan vivos... y me da ahora vergüenza quedarme en calzoncillo...

—No seas idiota, maricón, abre el armario y a la derecha están las últimas sin estrenar, sácate una de su envoltorio, la que más te guste y vamos, que te espero en la cocina preparando el champagne.

Había sacado las copas a la sala y la botella y Lalo salía de la habitación con la cara feliz y sacando paquete mientras curvaba su espalda, me dijo:

— Esto me gusta, poca tela, dos elásticos pequeños, la pena es cómo te la voy a poner, porque yo he venido esta noche de tu cumpleaños, para follarte, este será mi regalo para mi primo más sexy.

— No esperaba otra cosa, eres mi tipo, eres mi hombre, eres lo que yo deseo, eres mi amor oculto, —con esto lo dejé con la boca abierta y los ojos de búho.

¡¡Ploum!! Abrí la botella, puse caldo en ambas copas, le ofrecí una a Lalo, la tomó, le pasé la mano por detrás del cuello, junté mi pecho al suyo, metió una de sus piernas entre las mías de modo que ambos paquetes se tocaran y le di a beber de mi copa y él me dio de la suya, tragué y volví a beber, él hizo lo mismo y lo besé con la clara intención de mezclar ambos sorbos en las bocas mediante un beso que nos dimos intenso y profundo.

Nos sentamos juntos en el sofá, rellené las copas y prendí el televisor, le di el mando a distancia para que eligiera programa y le pasé el brazo por el cuello, hizo lo mismo, puso una cosa porque le parecía porno, pero no hicimos caso, hablamos de nuestras cosas, sorbíamos champaña, nos besábamos cada sorbo y a poco habíamos vaciado la botella. Entonces Lalo comenzó a sobarme el paquete por encima del tanga y le dije:

—¿Qué te parece si nos vamos a la mierda ya, nos metemos sobre mi cama y hacemos la primera guarrada hasta poner el tanga perdido?

Se levantó, le puse mi mano en su nalga y él en la mía y nos fuimos a la habitación.

Iniciamos un morreo de besos desesperados por todo nuestro cuerpo y el continuado roce de nuestros paquetes que al rato avisé que me iba a correr. Decirle esto y correrme con el tanga puesto fue la misma cosa. No tardó Lalo y se vino igualmente, en ambos se salió el semen por el tanga y mojaba nuestros muslos y pubis; me quité el tanga y lo eché a la esquina, Lalo hizo lo mismo y nos pusimos en 69 para probar los restos de semen y limpiar nuestras pollas. Luego nos pusimos juntos para encontrar diferencias en nuestros genitales, ambos sin circuncidar y pensamos un momento que podríamos hacernos circuncidar los dos a la vez, pero pronto pasamos a medir nuestras pollas, ni grandes ni chicas, ambas de unos 18 cm., como yo me la había medido varías veces sabía que era eso y la suya era igual, puestas duras poco más crecían, pero engordaban mucho y pensamos que nos iban a dar mucho placer. Luego tocó examinar escroto y huevos: grandes los testículos, pero mi bolsa colgaba un poco más que la suya. Nos pusimos a contemplar el culo, se dio media vuelta y le abrí las nalgas y le dije:

—Muy blandas las nalgas, golfo, no haces nada, ni deporte ni trabajas, parecen dos globos en lugar de dos melones, demasiado pelo, mañana te afeito todo, y el centro del mundo la mejor joya que he visto en foto, en peli porno y en la realidad, nada comparable con esto.

Mientras le decía esto iba tocando cada cosa, le hundí hasta dos dedos dentro del ano que le hicieron suspirar.

—Ahora te toca a ti, —dijo dándose la vuelta con la polla bien erecta.

Me di la vuelta mostrándole mi culo un poco elevado para que se abriera bien y escuché:

— Dos piedras una a cada lado, un río en su interior con esta regata, donde pondré mi polla, y un agujero... — y metió un dedo que mi culo se tragó con facilidad, su silencio era muy elocuente, porque metió otro dedo y otro. Y exclamó

—¡Ya puedo follarte, cochino maricón!

—Cómeme el culo con tu puta lengua y saliva a mares y cuando te canses la clavas firme dentro de mí.

Me puse en 4 para facilitar la mordida y fue rápido, me pasó su polla como la visa por mi raja y cuando le dije «¡ya, monstruo!», la metió, dejé libre mi culo y entró sin problemas. Hizo un largo mete y saca que estuvimos los dos bien mojados de sudor. A Lalo le sonreía toda su cara cuando me enderecé para que me besara, le hice descansar sin sacarla y me di la vuelta para estar de cara y, mientras, él volvió al mete y saca muy agarrado a mis caderas, mis piernas se apoyaban en sus hombros y de vez en cuando en su cintura para relajarme, pero yo no cesaba de masturbarme sobre todo cuando noté sus espasmos y le grité «¡dentro, dentro, todo dentro!». Y comenzó su regadera a echar su semilla en mi interior; no tardé, de inmediato mis disparos cayeron sobre su pecho, y sobre el mío, no pude controlar mis disparos por mi alegría y satisfacción de haber tenido mi primera vez en serio con mi primo Lalo, el amor que tenía oculto. Esta no fue la primera vez con un hombre, pero sí la primera con Lalo.

Nos quedamos quietos, besándonos, no dejé que se saliera de mí hasta muy tarde, se puso fláccida la mía, se puso fláccida la suya, y tras el descanso le invité a bombear de nuevo. Lo hizo, igual de apasionante. Cuando acabamos la cama estaba perdida de sudor y semen, y me pidió que lo follara:

— Lalo, hoy es mi cumpleaños, esta noche y mañana en la mañana tú me das el regalo. Una pregunta, ¿tienes algún novio oculto?

— No, qué va, ninguno, con mis amigos, creo que todos son heteros, solo nos hemos masturbado para ver quién era el más macho...

—¿Nos hacemos novios para siempre?, —propuse.

— Genial, total.

Me dio un beso como nunca había recibido uno. Lalo sabe besar, mete la lengua y la pasea por la boca como ni yo sé hacer; aunque me gusta más cuando mete su lengua bajo la mía y con sus labios acaricia sin cesar mi lengua, solo la falta de aire interrumpe este placer.

—¿ Se lo dirás a mí madre?

— ¿Yo? Se lo dirás tú, yo ya le dije que te iba a conquistar, porque me gustas mucho. Ah, y tú padre está al corriente de todo.

— La puta madre qué os parió a todos..., —y se rió, y me reí, y nos besamos una vez más.

Encima de aquel charco de semen y sudor, muy pegado el uno al otro nos dormimos; a las 11 me despertó para que desayunáramos. Lo hicimos desnudos y de pie jugando cada uno con lo que le gusta del otro y luego nos fuimos a duchar, era sábado. Lalo hablaría con sus padres y tras la comida, en la sobremesa nos declaramos ante los tres oficialmente como novios.

El tío Aurelio, su padre, al final exclamó:

— Jovita, todo queda en casa, saca el güisqui.

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