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Mi amigo Clever

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Clever Iniesta es hijo de un Comandante de la Guardia Civil, muy amigo de mi padre, don Próspero Iniesta, originario de Ávila, pero residentes en Madrid desde hacía ya algunos años, después de un periplo por distintos lugares mientras don Próspero iba ascendiendo y cambiando de ciudad. Clever Iniesta nació en Zaragoza, justo la semana que tenía que trasladarse su padre a Toledo. Cuando su madre se repuso del parto, madre e hijo viajaron a Toledo a juntarse con su padre que ya había acudido a su nuevo destino. Como fervientes católicos, bautizaron a Clever en la Catedral de Toledo, porque tenían ciertas amistades con algún clérigo. El padrino de su bautismo fue un señor muy rico de Argentina, amigo de su padre, y eligió el nombre para su ahijado. Siete años más tarde el padre de Clever fue trasladado a Madrid, y recibió su primera comunión en la Catedral de san Isidro de Madrid, un templo al que su padre le tenía una cierta estima y al que acudía casi todos los domingos mientras el servicio no se lo impedía.

Su madre, Constancia Ferraz, de muy buena familia, tradicional, adinerada y muy noble, era de constitución débil. Solo tuvo un hijo, Clever, al que educaron con todo los cuidados, mimos y cariños hasta la exageración, si es que en familia se puede decir que el cariño alguna vez es exagerado. Por mi experiencia personal, como tengo tanto déficit de cariño materno, todo lo que hagan las madres por sus hijos nunca me parece exagerado. Digo que Clever fue hijo único porque, tras su nacimiento, a su madre hubo que extirparle ovarios y no sé qué cosas más, porque estuvo al borde de la muerte. Ya no pudo tener más hijos, aunque el matrimonio los deseaba, por eso quizá se volcaron en Clever de un modo total y absoluto. Tanto don Próspero como la señora Constancia amaron a su hijo hasta que ambos murieron. Sé que los tres se amaron mucho. Yo conocí a don Próspero, pero no a doña Constancia.

Doña Constancia Ferraz, la misma semana que su hijo recibió la primera comunión enfermó. Primero que si alguna comida le había sentado mal, luego que si el hígado. Después de todas las pruebas le detectaron un tumor en el cerebro que había que extirpar. La operación, difícil en principio por el lugar donde estaba, resultó un éxito. Se le dio el alta, pero ya le impidieron realizar cualquier trabajo por pequeño que fuera. Don Próspero, que amaba a su mujer como nadie ama a la suya, la rodeó de todos los cuidados y servicios hasta tal punto que casi pierde toda su fortuna en cuidados médicos, y había puesto en riesgo sus negocios que administraba mi padre. Fueron años difíciles, pero mi padre nunca dejó de enviarle el dinero que necesitaba. En las Navidades en que cumplía Clever diecisiete años, su madre, doña Constancia Ferraz, murió tras nueve años de penosa enfermedad y dejó el mayor de los vacíos en el corazón de don Próspero y en el corazón y el alma de Clever.

Yo conocí a Clever en el mes de mayo siguiente a la muerte de su madre; Clever tenía 17 años y unos meses y yo había cumplido 18 en enero. Clever, al igual que yo, estaba acabando el bachillerato. Nos habíamos conocido en un barco. Y nos hicimos amigos. Con Clever se me quedó una especial y particular amistad que perduró más allá del barco y hasta nuestros días.

Su padre y el mío se pusieron de acuerdo para enviar a su hijo a mi casa todo el verano. Los años anteriores habíamos hecho una invitación al respecto, pero muchas veces todo se queda en palabras y no se realizaba. En esta ocasión, fueron los padres los que hicieron posible que sus dos hijos de juntaran todo un verano.

En efecto, era la víspera de san Juan. Lo recuerdo por muchas razones, una porque al día siguiente era fiesta nacional entonces, otra porque esa noche tenía que ir a la playa con otro amigo mío llamado Conrado que también estuvo en el barco invitado por mi padre. Ya lo teníamos todo preparado para ir a las hogueras de la playa y regresar tarde a casa, pero nos iríamos a mi casa de la ciudad. De repente me avisa mi padre que a las cinco pasará por mi porque cerca de las seis de la tarde llegaría en AVE desde Madrid el amigo Clever.

—”¿Por qué no me avisaste antes?, pero vale, está bien, te espero”, le dije a mi padre.

Entonces se me ocurrió pensar que si para mí había concluido el curso y por tanto el Colegio, para Clever igualmente había concluido. Tenía en mí una confusión y una alegría. La confusión era que no sabía cómo acertar para decirle a Conrado que no íbamos a estar solos y decirle, además, de quién se trataba; la alegría me entró porque Clever había escuchado por fin mi invitación. Me senté al borde de la cama, pensando lo que tenía que hacer, me levanté, saqué el móvil de mi bolsillo, volví a sentarme, dejé el móvil, paseé por la habitación, me fui a la cocina, me ofrecieron de todo, cogí una manzana, la devoré sin darme cuenta, marqué el número de Conrado, no le di conexión y esperé con el teléfono junto al oído escuchando el silencio. Eché el móvil sobre la cama, me metí al baño, oriné y me la pelé. Eyaculé bastante y, tras limpiarme, me senté al borde de la cama, cogí el móvil y sonaba a comunicando o esos ruidos. Lo apagué y volví a marcar a Conrado:

—”Sí, dime”.

—”¿Conrado?”.

—”No seas gilipollas, ¡quién va a ser si no?”.

—”Mira, que quería decirte que a las seis llega en el AVE Clever, ¿te acuerdas de él?

—”Sí, claro; lo invitaste tú cuando se iba..., fíjate si ha tardado tiempo para aceptar tu invitación, pero..., ¡qué bueno! Entonces nos vamos los tres a las hogueras”.

—”¿No te parece mal?”.

—”¡Que va; todo lo contrario; ese chaval es de puta madre, joder, que majo y..., está bueno, ¿eh?”.

—”A qué hora vendrás?

—”Un poco antes de las seis estoy en la estación”.

—”Vale, no faltes”.

—”El AVE, ¿no?, porque viene de Madrid...”.

—”Oye, no me seas jodido, ¿de dónde va a venir si no?”.

—”No sé como los guardias civiles se recorren España entera...”.

—”Te espero, estará mi padre, nos llevará a cenar pronto y luego nos deja sueltos a los tres”.

—”Fabuloso, hasta luego”.

—”Hasta luego”.

Verdadera sorpresa para mí. Pensé que le sentaría mal y para Conrado era un tío que estaba bueno. Jamás lo podía imaginar, pero me alegró tanto, que me fui a la cocina a comer lo que me habían ofrecido las mujeres. Besé a Rosario, besé a Mercedes y les dije:

—”Aquí estoy dispuesto a comerme todo lo que me pongan”.

Se pusieron de contentas como nunca; contentas, mimosas y charlatanas. La única cosa que me sorprendió de ellas fue la siguiente:

—”No sé cómo se van a arreglar dos chicos solos en la casa de la playa”, dijo Rosario.

—”Y ¿qué comerán estos benditos niños?”, decía Mercedes.

—”Prometo llamar cada día o cada dos días y si tengo hambre, vengo a recoger algo que me preparáis para los dos o... para los tres”, les dije con sorpresa.

—”¿Qué tres?, ¿quién es el otro?, preguntaron.

—”El chico más guapo de su barrio...”, dije con suspense.

—”¡Conrado!”, dijo Rosario.

—”Pero quiero una promesa ahora: un día ha de presentarnos a ese chico que viene de Madrid”, dijo Rosario.

—”Por supuesto, Rosario, vuestros deseos son órdenes para mí”, dije complaciente.

—”Este chico es un cielo”, decía Mercedes.

Me fui a la ducha y, aunque me apetecía, no me masturbé para guardar reservas para la noche, porque pensaba que la noche, víspera de fiesta, es larga, calurosa y erótica. Además, pensé que los tres ya estábamos soñando de la misma manera: cómo pasar un verano muy erótico. No me equivoqué; ya estaba a punto de salir al garaje para no hacer esperar a mi padre, cuando me llamó Conrado:

—”¿Viene de visita o para todo el verano?”.

—”Creo que para todo el verano”.

—”¡Qué bueno!”.

—”Sí”.

—”¿Vais a estar aquí o en la playa?”.

—”Cómo que vais?, ¿es que no vas a venir”.

—”Yo quisiera, pero...”.

—”Pero qué, a ver dime, cabrón, ¿qué te pasa ahora?, ¡no seas marica, dime!”

—”Es que tendré que buscarme trabajo para estos dos meses...”.

—”Ya; habrá que arreglar eso”.

—”Hasta luego”.

—”Hasta luego”.

Llegó mi padre. En el camino le pregunté dónde íbamos a vivir si en casa o en la playa. Me dijo que donde quisiéramos, pero que el chico venía con la idea de que estaríamos en la playa. Y continuó:

—”Mamá me ha dicho que este año ella no va a la playa. Si vosotros queréis os busco alguien para que os limpie la casa y os cocine y os quedáis los dos allí. Yo iré alguna vez...”

—”Conrado”.

—”¿Conrado?, ¿qué le pasa a Conrado?”, preguntó mi padre.

—”He invitado a Conrado y me ha dicho que este verano tendrá que buscarse trabajo..., si quieres...,” le insinué.

—”¿Cuando veo a Conrado?, preguntó.

—”Ahora en la estación”, respondí.

En la estación del AVE no tuvimos que esperar mucho para que apareciera Conrado, saludó a mi padre, me dio un abrazo y mi padre me dijo que esperara. Le dijo a Conrado que lo siguiera y habló con él aparte. Antes de que llegara el AVE regresaron y Conrado venía con una sonrisa de oreja a oreja y mi padre me dijo:

—”Conrado limpiará la casa y preparará la comida para los tres y para cuando yo vaya. Si Roxana quiere ir, no le hagas un feo; reservad su habitación limpia y siempre a punto por si va; que nadie la ocupe. Vosotros os encargaréis de la compra. Hacédselo pasar bien al chico de Próspero, que no me acuerdo cómo se llama”, dijo mi padre.

—”Clever, papá; se llama Clever y te aseguro que lo pasará muy bien, porque estamos decididos a eso”.

—”Su padre va a salir al extranjero en una misión especial, tardará algo más de dos meses. Todo el tiempo que se alargue la ausencia de su padre es vuestro, que sea feliz; ah, y no arriesguéis vuestra vida en el mar”, sentenció mi padre.

El AVE llegó. Clever llegó con una gran maleta. Yo pensaba para qué se lleva tanta cosa si total vamos a ir todo el día y toda la noche sin nada, sin vestido, solo gorra, gafas y zapatillas, como decía Conrado de que nosotros usamos “triquini“, es decir, gorra, gafas y chanclas. También era comprensible que cuando uno sale de su casa para dos meses o más, quisiera llevarse su mundo consigo, por eso me explicaba también lo de la maleta tan grande. Nos abrazamos, nos besamos. En un momento estuvimos los tres abrazados muy apretados hasta que mi padre nos dijo que nos íbamos a cenar. Fuimos a cenar. En el coche y en la cena no paramos de hablar los tres y de hacer proyectos e irnos donde Eugenio y viajar en su barco y lo bien que lo pasamos y nos acordamos de Antoine. Mi padre nos dijo que era una gran idea y por eso hablaría con El Capitán para organizar otra pesca en el barco. Jamás entendí porque llamaban pesca si nadie echaba ni el más mínimo anzuelo, pero seguro que era un lenguaje de los mayores. Pero sí, justo del 25 al 28 de junio estuvimos en el barco en una travesía que nos llevó hasta Cartagena. El cocinero del barco fue Conrado, aunque le ayudábamos todos los jóvenes. Estuvo también Antoine con un amigo suyo que se llamaba Tasio.

Cinco días a principio de julio estuvo Roxana con nosotros, solo salía de su habitación para comer. No supo pasarlo bien y no vino más.

Decidimos ocupar una habitación, la mía, porque cabíamos los tres. Cuando hablábamos de esto Clever dijo:

—”Uno dentro de otro cabemos en el pasillo”.

Clever resultó ser muy divertido sobre todo por sus frases fuera de lugar o imposibles de realizar, pero llenas de contenido erótico. Nos dedicamos a comer, dormir poco, nadar, correr por la arena. Conrado, sin embargo mantenía la casa muy limpia y los viernes se propuso no salir con nosotros a ninguna parte para hacer una limpieza a fondo de la casa.

Yo había aprendido de un taxista del que me hice amigo a follar en toda regla y me vi en la obligación de enseñarlo a Clever y a Conrado. Para Conrado no fue una novedad, pero para Clever fue un total y verdadero descubrimiento. Sí, fueron muchos días, tres muchachos juntos, desnudos todo el día y no pasar a mayores no era factible. En la farmacia que había al lado del supermercado, mientras dos hacíamos la compra, otro pasaba a la farmacia para adquirir bastantes preservativos, cada vez que entrábamos en una farmacia y los obteníamos nadie nos puso inconvenientes ni nos hicieron preguntas perspicaces o molestas; la verdad es que nos conocían de vernos tantas veces.

Enseñamos a Clever a colocarse y usar los profilácticos. Ese fue un verano en el que los tres nos follamos uno al otro, nunca lo hicimos a escondidas del tercero. Los viernes que Conrado no venía con nosotros, lo más que hicimos fue alguna masturbación, pero en la noche follábamos los tres. Consumimos varias cajas de preservativos. A Clever le gustaba mucho que lo follaran, no quería ser activo nunca, y las veces que casi le obligábamos no lo disfrutaba. Entonces decidimos no molestarle y que follara cuando quisiera. Se encargó de ser nuestra puta buena. Gritaba como un desesperado adrede y se hacía el afeminado.

Un día entró en la habitación de Roxana y salió vestido de niña. Se había pintado horrendamente mal. Los dos machos que estábamos allí, le arrancamos los vestidos con violencia, diciéndole de todo, “puta romana” fue lo más leve. Luego lo follamos por la boca y por el culo a la vez, lo hicimos Conrado y yo a la vez, primero Conrado lo folló por el culo mientras yo le hacía mamar mi polla hasta el orgasmo. Luego cambiamos. Lo que no le quitamos en todo el rato fueron las medias y la falda rota. Se quedó en su cuerpo.

Después de follarlo, seguíamos tratándolo de igual forma y se encendió de pasión y comenzó a mamarnos nuestras pollas, así que nos levantamos; Conrado y yo nos pusimos juntos y nos mamó las dos pollas a la vez. Conrado y yo nos besábamos. Pero el tío nos calentó y lo tiramos al suelo para mamarle su polla y Conrado, en cuclillas, puso el agujero de su culo sobre la cara de Clever y éste se lo comía con avidez. Acabamos por fin los tres desnudos y abrazados camino al mar para echarnos al agua. De mi casa al mar solo hay una duna, eso nos permitía salir desnudos de casa sin problemas. Tanto se amariconó y se afeminó Clever que le gustó llevar bolsa en bandolera. Se cogió una bolsa de esparto de mi madre para llevar las cosas de la playa. Movía bien el culo. Sin embargo, le recomendamos que con nosotros, pase, pero cuando venga su padre, que tuviera cuidado. Su padre no vino en todo el verano, ni el día del barco.

En septiembre se fue Clever para preparar el inicio de sus clases. Su padre no había llegado. Mi padre estuvo atento de lo que necesitaba Clever en Madrid y recomendó a sus abuelos paternos que fueran a vivir con él hasta que llegara su padre. Su padre regresó en diciembre, se jubiló por una enfermedad que había contraído en la misión del extranjero. Cada vez empeoraba más y falleció dos años más tarde. Acompañé a mi padre al funeral de don Próspero. Pasé cinco días en Madrid consolando a mi amigo Clever como él deseaba ser consolado.

Clever no se casó nunca, no tuvo pareja firme nunca, quiero decir que ni la tiene ni idea de tenerla lleva. Conrado lo mismo. Hice de todo para que se juntaran, pero no había modo. Nos hemos visto los tres con cierta frecuencia, pero ni así hubo modo de juntarlos. Ellos querían lo que les estaba prohibido y les era inalcanzable. Seguimos siendo amigos los tres hasta hoy. Seguimos visitándonos, pero como hermanos; tanto Clever como Conrado no necesitan avisar para venir a mi casa cuando quieran, y lo hacen con cierta frecuencia, es decir, todo el trato y afecto es de auténticos hermanos que se quieren, pero nada más.

Por más que les he insistido que ellos formarían una buena pareja no picaron. Sé que cuando vienen a casa, ellos tienen sus cosas que las guardan muy entre ellos, pero formalizar su vida, ni a ruegos ni de coña. Por amor a mi pareja, con ellos no quiero nada relacionado con el sexo. Medio en broma le digo a mi pareja que los consuele alguna vez, a sabiendas que ellos no quieren. Tanto uno como el otro le han dicho a mi pareja lo que querían y se les ha vedado, porque mi pareja ya se lo había arrebatado.

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