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Pablo y Mariano follando con Fernando

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Era una fiesta de familia. Nos íbamos a reunir todos los hijos y nietos de mis abuelos para pasar el día. Algunos, como mis padres, mis hermanos y yo, ya llevábamos como una semana allí con mis abuelos y nos faltaban para irnos como otras dos, en definitiva casi el mes entero, que es lo que hacemos todos los años.

A mi madre, que era la nuera, le gustaba ir a casa de mis abuelos. Ella no cocinaba nunca, no lavaba ropa, porque entre mi abuela y su hermana, mi tía abuela, lo hacían todo. Es verdad que no ensuciábamos mucha ropa, porque íbamos medio desnudos, yo usaba todo el día speedos, y tenía alguno de 1.5 cm de lateral. Siempre había sido así desde pequeños, solo el día que refrescaba me ponía una camiseta, no más, porque siempre hacía calor.

Mi madre es, a decir de la abuela y su hermana, la mejor nuera que tenían porque les hacía mucha compañía, pero el ahorro familiar de dos adultos y tres jóvenes era considerable, todo iba a costas de mi abuelo.

Yo cumplo años en enero, pero a la casa de mis abuelos íbamos en julio, así que ese año en que yo había cumplido 18 años, mi paquete ya estaba pronunciado bajo el speedos, pero ya estaban todos acostumbrados. Además mis hermanos Joaquín y Manuelito iban también como yo, Joaquín era un año y un mes menor que yo y Manuelito era de tres y medio menor que yo, de modo que decía que él no era Manuelito sino Manuel. Fui su defensor y ese verano ya le llamábamos Manuel, igual que yo era Pablo y no Pablito como cuando era más pequeño. Al que no le cambiaron nunca el nombre fue a Joaquín, quizá porque ya acababa en chiquitín. Quiso llamarse Ximo, pero no tuvo éxito y desistió.

Como en la casa de mis abuelos había mucho campo y pocas de camas, todos no venían, lo hacíamos nosotros porque mi padre era el mayor de los hermanos y al parecer iba a ser el heredero de esa finca. Pero también porque en mi cama cabían tres más y eso a mí me gustaba nadie sabe cuánto.

Pero había un día en el que todos venían, algunos venían la víspera, otros se iban al día siguiente y nos arreglábamos con las camas, porque a veces nos acostábamos tres en cada cama para hacer ese favor. Así había sido siempre.

Ese día en que venían todos, consistía en un desayuno pantagruélico que se continuaba con la comida. Todo era bajo el parral enfrente de la casa. Éramos 28 personas, entre los abuelos, los tíos y los primos. Tenía más primas que primos y algunas eran mayores, por esa razón mi madre me mandó cambiarme poco antes de que comenzaran a llegar y desde la víspera ya iba con pantalón corto, aunque sin camisa. Tenía shorts de todos los colores que solía ponerme solo para ir al pueblo.

Mi tía abuela me dijo: «y para recibirlas te pones al menos una de esas camisetas tan indiscretas que tienes». Se refería a las de tirantes y muy escotadas. Cuando llegó mi tío Pancracio con su mujer, tía Luisa, y su hija, mi prima Lucía, al que nos saludamos me dijo:

—Te queda bien esa camiseta es más sexy que si fueras desnudo.

Parece que el deseo de mi tía abuela se fue al desagüe, porque el resultado fue el contrario. No obstante no la desairé y ese día recibí a los que vinieron con tank tops puesto.

Ya habíamos colocado las mesas, mi padre, mis hermanos y yo nos encargamos de hacerlo antes de que vinieran los primeros, entre todas las mesas hicimos una larga. Colocar las cosas correspondía a las mujeres mayores, la abuela, su hermana y las hijas y nueras, los demás teníamos que comer y exigir lo que queremos. Aunque sea fastidioso para las mujeres hasta yo me quejaba de que tardaron tanto y decía «ya tengo hambre», con lo fácil que era meterme dentro y decirle a la abuela que me diera algo y me lo daba, pero lo bueno era acalorar y dar prisa a las mujeres. ¿Cómo se llama eso? El más puro machismo ejercido por un cabronazo de 18 años, es decir, lo que abunda, pero era divertido y ellas aguantaban sumisas.

Desde lo que se llama desayuno hasta la comida propiamente dicha había una tregua de comer, no porque no había comida sino porque los estómagos estaban llenos y tenían que vaciarse de alguna manera. Entonces iniciaba un juego tradicional, llamado “El escondite”. En este juego no se respetaban los cariños familiares. Comenzaba porque se elegían a dedo dos, el más tonto y el que le seguía. Entre ellos se tenían que apostar quien contaba detrás del árbol, mientras los demás se escondían. Comenzó a contar Indalecio, desde que tengo uso de razón comienza siempre el mismo. Todos nos escondimos donde podíamos.

Yo me fui detrás de las mangueras de riego que había mucho follaje. Estando allí observaba dónde iba a esconderse mi prima Aurora que pasaba a pocos metros de mí buscando sitio. Si exceptuamos a los abuelos y unos pocos mayores, entre ellos mis padres y un tío mío y una tía mía, todos hermanos de mi padre, que se quedaban con el abuelo bebiendo cerveza o vino todo el rato, todos los demás debíamos ser unas 18 personas ese día jugando al escondite.

Medía yo entonces 1,70 m, para mis 18 años no era muy alto, y mis 75 kg me hacían bien regordete, de modo que donde me escondí quedaba poco espacio y yo mismo estaba bien apretado. Yo fui gordito durante toda mi infancia, ahora me estaba arreglando porque estaba desarrollando una musculatura buena, con los pechos y los brazos bien marcados, pero lo que me destacaba era mi culo, que ya no pasaba desapercibido.

El lugar era algo oscuro y estrecho, así que yo estaba pensando si tendría tiempo para correr y salvarme de allí en el momento en que sentí un movimiento. Alguien había descubierto mi escondite e intentaba alojarse allí también.

— ¡Chiiiist!, — siseé a mi primo Mariano, mientras intentaba acomodarse en el poco espacio que teníamos.

Mi primo Mariano vivía en el mismo pueblo, no lejos de la casa de los abuelos y conocía todos los secretos para esconderse. Con algunos movimientos se coló y se metió allí adentro; se quedó detrás de mí y pude sentir su polla rozar en mi culo. No me parece intencionado, pero me constreñí un poco. Me quedé paralizado mientras un escalofrío recorría todo mi cuerpo. No sabía bien lo que estaba pasando, nunca me había sentido de esa manera antes. No podíamos movernos, pues había gente cerca. Yo estaba muy nervioso, totalmente cortado, y empecé a sentir que el pene de Mariano se empezaba a endurecer detrás de mí. Y como hacía calor, e íbamos de pantalón corto sin calzoncillos y sin camisa, pues estábamos en pleno verano de Río a comienzos de diciembre, se humedecía todo contacto.

Traté de apretujarme hacia adelante, junto al follaje, pero el ruido que eso hacía me hizo desistir de la idea. El cabrón de Mariano no salió del lugar, a pesar de mis quejas. Al volver atrás, sentí que encajaba el culo exactamente con su pene, que ahora ya estaba duro como una barra de hierro.

— ¡Mierda! ¡Eres un hijo de puta, Mariano! ¡Sal de aquí, mierda! —dije, intentando mantener las apariencias y no mostrar que aquello me estaba gustando.

Él se puso junto a mi oído y susurró por lo bajito:

— He entrado aquí sin querer, pero es tan bueno estar tan cerca de ti, Pablito… si insistes, me voy...

Mientras hablaba, el cabrón se cogía de mi cintura y restregaba su pene duro contra mi culo. Como me quedé inmóvil, sin saber qué hacer, él estiró el brazo y agarró mi pene, que estaba casi perforando el short.

— Si estás disfrutando, zorro…, lo tienes también duro ¡joder!, vamos a jugar un poquito...

Yo, ya impotente para aguantar aquella tensión, me rendí y empiné el culo contra su polla, arrancando un suspiro profundo de satisfacción en Mariano, que se me puso a refregar de forma más intensa y a la vez cariñosa su polla por todo la raja del culo. Ya estaba totalmente caliente y con aquel calor, el olor a sudor, y a aquella sensación de sentir el pene duro de mi primo restregándose contra mi culo hizo que yo eyaculara sin siquiera tocarme. ¡Tuve que cuidar mucho para no hacer ruido! Él se puso a eyacular de inmediato con grititos amagados. De repente se oían más ruidos entorno de donde estábamos. Por suerte, el juego había terminado, la gente salía del escondite para ir a la casa y bañarse antes de volver a comer.

— Te gustó, ¿eh? Mañana estaré de nuevo por aquí para jugar contigo un poco más, si quieres. Voy a venir y espero que quieras y te me acerques.

Dijo esto y me besó y, antes de que yo pudiera decir algo, salió corriendo hacia su casa. Me quedé allí, sucio de esperma en la parte delantera y en la parte trasera de mi short, pensando cómo llegar a la casa, que estaba a unos 50 metros de donde me hallaba yo, sin despertar sospechas.

Conseguí llegar a la casa sin que nadie me viera. Lavé mi pantalón corto en el baño para no despertar suspicacias, pero fue difícil pasar aquella noche. Pensaba a toda hora en aquel momento, sintiendo el calor del cuerpo de Mariano contra el mío, sintiendo la presión de su polla, pasando de arriba abajo y de un lado a otro. Creo que notaba unos cinco puntos en mi culo pensando en ese momento.

Mi primo era un año mayor que yo. Era un poco más alto, creo que unos 1,75 m, pero era más delgado y tenía unas piernas musculosas de jugar a futbol continuamente. No era especialmente guapo, pero tenía un estilo de simpatía que resultaba muy atractivo.

Al siguiente día me desperté nervioso como si me picara todo el cuerpo. Estuve excitado durante el sueño. Pasé todo el día como un idiota, pero nervioso pensando en aquel momento y si tendría Mariano el coraje de volver. Conforme la hora iba llegando, me iba poniendo más nervioso. Cuando eran las 7 de la tarde, me duché y dije que iba a la calle a hablar con los muchachos, pero me dirigí sigilosamente a ese escondite, tenía que ser discreto para no despertar sospechas. Nadie iba allí por la noche.

Cuando entré en los árboles y el follaje, vi que ya había alguien allí. Mi corazón ardía de miedo por si era otra persona, hasta que oí la voz de Mariano diciendo mi nombre:

— Pablo, ¿eres tú?

—… Sí, soy yo. ¿Está todo tranquilo por aquí?

—Todo tranquilo, estaba observando desde aquí y no hay nadie alrededor.

Dijo esto y los dos nos quedamos quietos, sin saber qué hacer, pero uno comiéndose al otro con los ojos en ese pedacito de luz que todavía había allí. Los shorts ya informaban del estado de excitación en el que nos encontrábamos.

— Quédate vigilando para ver si viene alguien.

Luego me puso de espaldas a él, para observar el camino, pero su intención era reproducir la situación del día anterior. Pronto se quedó detrás de mí, frotando su verga contra mi trasero.

— Es bonito, ¿no? ¡Bastardo! Veo que has vuelto loco para sentir la polla del primo en este culo caliente, ¿no?

Sus palabras susurrando junto a mi oído me emocionaron aún más, si cabe. Mi respuesta fue levantar más el culo y frotarlo contra ese pene duro.

Sentí que sus manos empezaban a bajarme los pantalones y eso me daba un miedo terrible. No sabía exactamente qué tan grande era su pene, pero ciertamente era más grande que el mío. Nunca había hecho eso antes y tenía mucho miedo. Yo sujeté mis pantalones cortos para que no me los bajara.

— No, no, no. Eso no, joder. Hagámoslo como ayer, —dije.

— Sólo bromeaba, —contestó rayado.

No dijo nada más, sólo que lo procuró de nuevo de una manera rítmica. Pronto sentí que me abrazaba por detrás, besándome el cuello. Sus manos tomaron mi pecho y retorcieron mis pezones ligeramente. ¡Eso casi me hace gritar! Entonces empezó a morderme la oreja. Ya se me estaba haciendo difícil ordenar mis pensamientos. Sólo podía sentirlo. Sus manos en mis pechos, su boca en mi oreja y su polla tentando mi culo.

— Déjame comerme ese trasero, ¿quieres? Me lo joderé lentamente, ¡no dolerá nada! Si me dices que te duele, pararé. ¡Lo juro! Déjamelo, vamos...

Fue difícil resistir ese ataque. Mi respuesta, otra vez, fue levantar el culo y frotarlo más. Sintiendo que la carretera estaba despejada, intentó de nuevo bajarme los pantaloncillos, lo cual hizo sin impedimentos.

Cuando lo volví a sentir, también se había bajado los pantalones. Su polla se sentía caliente cuando tocaba mi piel, lo que me daba escalofríos. Todavía me frotaba el culo, pero pronto empezó a buscar su camino de entrada. Escupió en la boca de mi culo y pude sentir su saliva fluyendo, pero fue ¡por su dedo que, lubricando, comenzó a jugar en la puerta de mi culo. Yo ya estaba viendo estrellas, pero él todavía tenía sorpresas para mí. Se inclinó, haciéndome sentir curiosidad sobre lo que estaba pasando. Pensé que se le había caído algo.

Entonces, de repente, me apartó las nalgas con las manos y me tocó el culo con la lengua. Dejé escapar un grito de sorpresa. Nada me había preparado para eso. Siguió lamiéndome el culo durante varios minutos. Me temblaban las piernas. Y luego se acercó y me abrazó por detrás, encajando su polla por el camino de entrada. Sentí su boca en mi oído, su pecho en mi espalda y su polla fundida encajando bien en la puerta de mi culo.

— Abre ese culito al primo, vamos, maricón. Deja que el primo sea el primero en meterse en ese culo, vamos...

Completamente entregado, no me quedaba nada más que hacer que obedecer. Lentamente me di la vuelta mientras él me rompía con su polla y empezaba a penetrarme. El dolor vino como un rayo y me paralizó por completo. Lo sintió y se detuvo en el instante.

— Chist, se te pasará, cállate y te acostumbrarás...

Y fue a ese ritmo, poniéndomela poco a poco, parándose, metiéndomela otro poco más y, cuando me di cuenta, ya podía sentir su pene rozando mi próstata. Lo peor del dolor había pasado. Intentó empezar a bombardear un poco, pero no pude soportarlo.

— Vale, putito, tomémoslo con calma y será bueno para los dos, ¿de acuerdo?

Y así continuó hasta que llegó a un ritmo en el que se metió profundamente, casi como quien bate huevos, pero lo estaba haciendo a un ritmo agradable. Mi pene, que se había ablandado durante la penetración inicial, ahora estaba duro de nuevo.

Empecé a retroceder, a ir hacia él, a rodar mi trasero como él dijo, volviéndolo loco. El calor era abrasador, estábamos sudando profusamente. No duraría mucho tiempo. Empezó a masturbarme mi polla. Cada vez que llegaba al fondo, sentía que mi polla saltaba y derramaba más baba. A los pocos minutos, cuando empecé a reírme de placer, la sensación era tan fuerte que le apreté la polla con el culo, lo que hizo que, al ponerla en lo más profundo, también se riera cuanta estaba dentro de mí y cayera de espaldas, jadeando.

Se ablandó y se salió de mí. Nos limpiamos con una toalla de papel que él había traído. Nos pusimos los pantalones cortos y nos quedamos parados en silencio mirándonos fijamente dentro de una oscuridad que nos hacía vernos mínimamente ya. Me besó tan cariñosamente que ni siquiera se parecía a ese tipo que vorazmente me la había metido minutos antes.

Mientras nos preparábamos para irnos, oí un ruido y levanté la vista. Casi me muero de miedo cuando me di cuenta de que había alguien justo encima de nosotros, en la cima del árbol. Quienquiera que fuera, probablemente lo vio todo. Entré en un estado de pánico, mencioné que había huido algo, pero Mariano me tomó del brazo y habló en voz baja:

-¡Cálmate, es Fernando! A él también le gusta...

Me deshice de la mano de Mariano y salí corriendo, todavía no había terminado de ponerme mis calzoncillos.

Cuando llegué a casa, estaba temblando mucho. El temor de la posibilidad de que Fernando contara a todo el mundo lo que había pasado detrás de ese follaje. ¡La burla pública!, entré en pánico.

Fui a ducharme para relajarme. Noté que el esperma de Mariano corría por mis piernas. Me trajo de vuelta el recuerdo de aquellos momentos que pasaron hace unos minutos y mi polla se volvió a poner dura de nuevo. Lentamente me metí un dedo en el culo para tratar de emular la sensación de la polla de Mariano. Su esperma facilitó la entrada, así que puse otro. ¡Qué bien me sentía! Pero aún no era lo suficientemente satisfactorio. Intenté con un tercer dedo, que me dolió un poco, pero me dejó la sensación más parecida a la que tenía antes, como esa gran polla de Mariano metida en mi culo. ¡Eso ya fue demasiado! Luego me reí de nuevo. Fue increíble disfrutar tanto en tan poco tiempo!

Más relajado, me puse a jugar videojuegos hasta que me quedé dormido.

Al día siguiente me levanté tarde, con una especie de resaca. Todavía estaba entusiasmado con todo lo que había pasado, pero preocupado por la dirección que tomarían las cosas. Después del almuerzo, oí sonar el teléfono.

— ¡Pablo! ¡Es para ti! —gritó mi hermano, más fuerte de lo necesario.

— Hola, ¿Pablo?

— Hola, Mariano, ¿qué pasa?

— Todo tranquilo, solo me preguntaba si estabas bien.

— Estoy bien, sólo un poco preocupado...

— No seas tonto, no tienes de qué preocuparte. ¿Quieres venir a jugar videojuegos?

—¿Cuándo?

—… ahora.

Como estaba actuando como una niña tonta, decidí ir allí.

Cuando llegué a su casa, entré directamente, ya que conocía el truco de abrir la puerta desde afuera. Llamé por su nombre cuando entré al zaguán, y oí su voz desde arriba, diciéndome que fuera directamente a su habitación, porque no había nadie más en la casa.

Cuando abrí la puerta, ¡qué susto! Allí estaban él y Fernando sentados en el piso frente al televisor, jugando videojuegos. Me di la vuelta para irme, pero él me retuvo agarrándome por el brazo.

— Cálmate, Pablo. Entra ahí y hablemos.

Más tranquilo, entré y miré a Fernando. Me sonrió tímidamente. A pesar de sus 20 años, Fernando era el más tímido de sus primos, se llevaba bien con todos, pero siempre estaba en lo suyo. No sabía lo que estaba pensando.

— ¡Siéntate! Vamos a jugar un poco para relajarnos!

Puso Moon Patrol y empezamos a jugar, viendo quién anotaba más puntos. Pronto nos aburrimos y Mariano nos propuso ver una película para pasar el rato. Pusimos una colcha en el piso mientras Mariano ponía la cinta en el video. Como era de esperar, nos dimos cuenta de que era una película pornográfica. Fernando y yo nos miramos y sonreímos. Mariano, al ver nuestras caras, habló burlonamente:

— Si quieres, puedo cambiar la película...

— ¡No! ¡Puedes dejarla! Si es aburrida ya cambiaremos, —dije sarcásticamente.

Mariano se sentó entre nosotros dos y comenzó la película. Una rubia de enormes pechos empieza a tentar a un tipo con cara de camionero. Un silencio se desató en la habitación mientras la veíamos sacar la polla del tipo. Cuando vi la medida de la polla del tipo, debí liberar alguna expresión de asombro, porque Mariano se rió, se metió conmigo y puso su brazo sobre mis hombros, haciéndome apoyar la cabeza en su hombro.

La escena continuó y me sorprendió ver a esa mujer tratando de tragar ese tronco. Entonces, el acceso a material pornográfico no era tan fácil como hoy en día. Cuando ella empezó a montar al tipo, Fernando se quitó la camisa, alegando calor. No tardamos más que unos segundos en acompañarlo y quedarnos en unos pantalones cortos que, a estas alturas, ya estaban llenos de erecciones.

Aproveché la oportunidad para echar un buen vistazo al cuerpo de Fernando. Apenas podía verlo sin camisa. Estaba bien proporcionado, medía 1,70 m, pesaba unos 90 kilos. Su piel más oscura contrastaba con nuestras pieles más claras y tenía mucho pelo en las piernas y el pecho. Era muy hermoso el calladito, el de pocas palabras, pero de buenos huevos. Noté que estaba acariciando el muslo de Mariano, pero sin que le llegara a su polla. Su respiración la tenía muy alterada.

Comenzó una segunda escena, esta vez con una mujer y dos hombres. Después de unos segundos de película, los dos se fueron encima de ella y no les tomó mucho tiempo chuparse uno al otro mientras el otro la chupaba a ella. La escena ya estaba muy caliente cuando la cámara dio un primer plano de la mujer chupando al tipo. Después de un tiempo, el otro tipo aparece en la escena y comienza a chupar también al tipo. ¡Casi me caigo de espaldas! ¡Nunca había visto una escena gay antes!

Mariano se rio de mi reacción y me empujó hacia él, dándome un beso. Parecía que me iba a derretir, mi corazón latía con furia. Se alejó, sonriendo y sacó a Fernando para que lo besara también. ¡Parecía hipnotizado! Dejaron de besarse y sentí que Mariano tiraba ligeramente de mi cabeza hacia Fernando. Enseguida nos besamos, también Fernando y yo.

Cuando nos separamos, vi que Mariano ya estaba completamente desnudo. ¡Su polla es colosal! En realidad, nunca la había visto hasta entonces, la idea que tenía de su polla era la de sentido común. No estoy seguro de lo grande que era, pero mayor que la mía sí, supongo que entre 17 y 18 cm. de largo, con una ligera curva hacia arriba; el cipote grande y el meato o agujero de salida estaba más abierto que el mío, algo que nunca había visto antes, lo que lo hacía muy interesante.

Mientras perdía el tiempo pensando en ello, Fernando se le acercó y le lamió la polla a Mariano, que no paraba de babear. De hecho, sólo sorbió un poco de presemen con la lengua y me miró, invitándome a probarlo también. Me acerqué mucho y sentí por primera vez ese olor a verga masculina, una delicia que se haría común en el futuro, pero que marcó para siempre ese momento.

Saqué la lengua y sentí lo bueno que era sorber eso. Muy emocionado, agarré la cabeza del pene de Mariano con toda mi mano que pensaba que me la iba a comer y dio un salto hacia atrás. Fernando se rio, pero pronto se turnó conmigo, provocando los suspiros de Mariano.

Mariano interrumpió la sesión y colocó a Fernando en cuatro sobre la cama y le lamió el culo con la lengua. Fernando gemía muy fuerte y sentido. Mariano no dejó de hablar mientras Fernando, me miraba fijamente y se reía del efecto que le estaba produciendo la habilidad oral de Mariano. Enseguida Mariano me hizo señas para que me acercara a Fernando.

Me puse de rodillas junto a Fernando, acerqué mi cara a la cabeza de Fernando que tenía los ojos cerrados, mordiéndose los labios, mientras disfrutaba de las sensaciones de la lengua de Mariano en su culo. Al notar mi presencia a su lado, me envolvió para agarrarme la polla.

Pensé que iba a morir ahí dentro. La boca de Fernando se sentía increíble. ¡Aterciopelado, húmedo, vibrante! Sentí como tragaba mi polla con gusto y parecía como que me iba a derretir. De pronto, oigo a Fernando gimiendo, sin sacarse mi polla de su boca, y su cabeza empezó a golpear mi pubis.

Perdido en mis sensaciones, ni siquiera noté el movimiento de Mariano, que en este intervalo de tiempo, se colocó detrás de Fernando y se puso su verga en el culo. Se le veía en su salsa teniendo una polla en la boca y otra en el culo. Fernando respondió volteando la polla de Mariano y convirtiendo mi pene en un chupete.

Mariano me indicó que ocupara su lugar. Todo esto era muy nuevo para mí. Mariano me estaba dando las instrucciones para follar a Fernando, pero cuando vi de cara los melones de Fernando, su peludo culo, ya no pude resistirme. Me eché de cabeza contra aquel culo que había sido capaz de exprimir todo el semen de Mariano e hice sacar los exabruptos de Fernando con sus esperpénticos gemidos; es entonces cuando Mariano me dijo:

— No puedes resistirte ante un culo como este, ¿cierto?

Mariano prácticamente me guio hasta el trasero de Fernando, pero no fue nada difícil, considerando mi polla perfectamente endurecida y el trasero previamente muy trabajado por la polla de Mariano. ¡La sensación fue increíble! Cuando Fernando escuchó mis gemidos de satisfacción, comenzó a aprisionar mi polla con el propio culo, y me hacía gritar de placer. Así que empecé a meterla y sacarla en su peludo trasero, disfrutando enormemente como un loco.

Para mi sorpresa, sentí de pronto un dedo helado deslizándose por raja trasera; era Mariano que no quería perder la oportunidad que se le brindaba. Después de lamerme el culo con insistentemente y colocando un gen que manipulaba con las yemas de sus dedos, se colocó en posición contra mi trasero y metió la cabeza de su pene en mi entrada. Mis movimientos hicieron el resto. Poco a poco sentí que ese tronco me estaba invadiendo de nuevo mi escondido interior.

La sensación fue indescriptible, mientras avanzaba entré en el túnel caliente y apretado que era Fernando, por atrás sentí la polla de Mariano llenándome por completo mis entrañas, lo que hizo que mi polla saltara y se me fuera todo mi esperma dentro de Fernando.

El ámbito se llenó de nuestros gemidos; las sensaciones eran muy buenas y tan intensas que pronto se aceleraron. Fernando empezó a mover su culo en torno a mi polla para que se le acomodara y le diera gusto que él mismo se encargó de que su culo se tragara y explicara acompasadamente mi polla casi sin yo moverme con sus gráciles movimientos. Mientras tanto, Mariano me tenía atrapado y hacía que me comportara como un loco dando por delante y tomando por detrás. Mi corazón parecía que iba a explotar, nuestras respiraciones, aceleradas, indicaban que todos estábamos cerca del final.

Entonces ocurrió lo que tenía que ocurrir. Fernando, gimiendo mucho como loca en celo, empezó a moverse como una máquina y me pegó el culo en la polla. Yo, con ese apretón extra, exploté dentro de Fabrício y, al mismo tiempo, aprisioné el pene de Mariano, que luego disfrutó de su abundante eyaculación en mi interior.

Cansados, sudorosos y satisfechos, nos volcamos hacia un lado y seguimos enganchados. Me desperté cuando sentí que Mariano se levantaba e iba al baño. Debo haberme quedado dormido por unos minutos. Mi polla, incluso suave, aún estaba dentro de Fernando, que roncaba. Le besé el cuello para despertarlo y sus movimientos despertaron mi pene otra vez.

Recostado de costado, con mi polla dura otra vez, acaricié su cuerpo, buscando su pene que ya estaba duro de nuevo. Comencé a follar de nuevo su culo, y escucho la puerta del baño que se abre. Mariano se queja, con la exclamación más cómica que se podía escuchar:

—¡Ni siquiera me esperaron tus hijos!

Y en venganza me agarró y volvió a follarme. De nuevo estaba yo en el centro dando y recibiendo. Caímos como muertos.

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