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Djamel, de humilde lacayo a calenturiento amante

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Parece que me porté bien con Marcelino, porque sus negocios mejoraron considerablemente en mi poder. Fueron, según dijo, más rentables que nunca. Aprendí de mi padre que cuanto más ganen mis clientes mejores son mis comisiones y procuro que ganen mucho.

Claro que sí. Este Marcelino, a pesar de su pasión en el sexo y lo delicado de su casa y sus cenas, era tan común como el más ordinario de los clientes que tengo. Pretendió hacerme creer que había dejado sus negocios en mis manos, pero no era mas que una mínima parte. Quería probarme y lo supe desde que me dio su tarjeta para que llegara a su casa. Pensé que se había informado sobre mí y acerté. Le seguí la corriente como es habitual que haga con los nuevos clientes y cayó en mis garras. Mis nuevos clientes buscan siempre al mejor postor que les pueda asegurar el mayor rendimiento, yo busco dejarme engañar apenas vislumbro que están bien informados.

A Marcelino le resultaron muy bien sus negocios conmigo. No quería manifestar que estaba muy contento, pero yo le manifesté lo que había perdido por desconfiar:

— Tú querías ver cómo te funcionaria conmigo siendo así que llevas dos años perdiendo dinero, pero eso es lo que te dicen, porque con tu capital fluctuante y con tu respaldo es imposible perder; has perdido un 3% de tu capital y conmigo, con la miseria que me has dejado, has recuperado con creces lo que has perdido con ese Martínez, ni que fuera intocable.

— ¿Cómo sabes todo eso?

— Marcelino, yo me dedico a esto; si no supiera todo lo que les pasa a mis clientes, perdería vuestra confianza; pero si no tengo la confianza plena de mis clientes, no me interesan. A mí no me podéis dejar bocaditos poco a poco según vuestras pérdidas. Yo tengo agentes a los que tengo que abonar su correspondiente comisión, no puedo darles bocaditos porque en esto consiste la confianza mutua, el trabajo y las ganancias. Has de cambiar tu actitud.

— ¿Qué puedo hacer yo para...?

— ¿Tú? Nada has de hacer, firmar estos papeles y yo me hago cargo de todo lo tuyo; a ti nada van a decirte, será a mí a quien le digan «hijo de puta»; como no les falta razón, me lo paso por mi pichula; entonces se enterarán que ya sabes lo que han hecho con tu dinero y lo que te han robado, ni te dirán nada, se les va a arrugar la polla.

— ¿Podremos recuperar algo?

— Porque yo tengo datos de tu dinero, quizá sí, ya que no coincidirá, estoy seguro, con las cuentas que te han presentado; pero tú, follando por aquí y jodiendo por allá, vas perdiendo tu dinero como si lo cagaras.

— Mira, quiero que entiendas…

— Si yo soy el que te entiendo desde el primer instante en aquel tren, el que no entiendes eres tú, que pensaste «a este maricón lo jodemos y lo dejamos tocando castañuelas».

— Disculpa, tienes razón… ¿qué puedo hacer por ti?

— Tomarte con seriedad tu dinero y tus propiedades o acabarás pidiendo limosna.

— ¿Dónde firmo?

— Te he dicho que te tomes en serio las cosas; te sientas, lees y si quieres firmar, firmas; si te parece arriesgado, no firmes, pero te lo quedas todo y ya nos veremos un día en una esquina cuando tú me pidas limosna.

— Con eso insinúas que me ha estado timando Martínez…

— No; yo no insinúo nada, afirmo que te ha estado timando. Cuando hayas firmado eso… no, antes de firmar eso miras todos estos papeles para saber qué se ha hecho con tu dinero… luego, te pones delante de mí en cuatro patas… ¿me entiendes?

— No, te lo firmo sin leer eso, no quiero más disgustos.

— Yo te lo explicaré pacientemente, porque quiero que sepas lo que ganas y lo que pierdes en cada partida y operación. Ahí te enterarás lo que yo gano gracias a tu dinero, porque yo no trabajo gratis.

— ¿Qué puedo hacer para agradecerte tu sinceridad?

— ¡Joder! ¿No está claro? Tu asistente está esperando que me lo ofrezcas, tiene ganas de carne fresca y joven, ¿a qué esperas?

— ¿Dónde te lo mando?

— Al hotel a las 9 de la noche y sin haber cenado, lo invito yo.

— ¿No quieres que os invite yo a cenar? —preguntó Mariano.

— No; que luego te vas a querer meter por medio, deja que me lo pase yo por mis huevos a mi gusto y arréglate tú con quien quieras esta noche.

Me llevé los papeles firmados, pero antes de despedirme, le saqué su polla de sus pantalones a través de la bragueta y le di su primera ganancia, una mamada que le hacía suspirar, gemir y acabó echándome a la boca todo su salado esperma. Se quedó satisfecho y yo feliz.

Llegué a mi hotel y me fui directamente al bar a tomar un whisky. Antes dejé aviso al conserje que a las 9 de la noche vendría un joven, que me esperara en el hall y me pasara aviso para bajar. Luego le dije que ese chico pasaría la noche en mi habitación porque al día siguiente teníamos que viajar, que lo pusiera en la cuenta. El conserje ni se inmutó y tomó nota.

Cuando acabé mi copa de whisky me subí a la habitación a poner los papeles en orden. Cursé unos correos desde mi ordenador a uno de mis agentes para que se hiciera cargo. Le mandé escaneados los documentos firmados, gracias a que siempre llevo conmigo mi AIRIScan*Book que ocupa muy poco espacio y me escanea perfectamente.

Mientras tanto pasó el tiempo y me estaba cambiando de ropa para salir a la calle y me avisó el conserje que había llegado un joven llamado Jamel —se refería a Djamel— y me estaba esperando. Así que acabé de arreglarme y tras perfumarme me apresté a bajar al hall, no sin antes llevarme un par de muestras de perfume diferente al mío.

Desde la salida del ascensor divisé a Djamel y me aproximé a él. Me abrazó, me besó sin discreción y lo besé. Me dije a mí mismo de modo rápido «con las ganas que tiene el muchacho, ¿cómo no lo voy a complacer, si debe estar harto de ese viejo egoísta con el que vive? Descubrí un Djamel que no me imaginaba. Desde el primer momento me habló con sencillez, me tuteó, me indicó los mejores lugares para cenar y me dijo algo que me extrañó:

— No tengo reparos a nada, soy maricón, me gustan los hombres como tú, tienes un atractivo sin igual, has dominado a mi jefe y eso me ha gustado.

— ¡Joder, qué bien te has explicado en tan pocas palabras! — le dije.

— Mira, dos cosas, no pretendo ser tu novio, imagino que lo tienes o lo tendrás, yo solo puedo ofrecerte mi culo y si te apetece mi polla, que está buena. No pretendo mucho más. Pero líbrame de mi jefe, cómprame, llévame contigo. Sé hacer muchas cosas malas y buenas, hasta mecanografiar con los diez dedos. Eres el único que le podrías decir: «me lo llevo conmigo, búscate otro».

— Habría que decírselo así: «búscate otro que sea tonto, porque este me lo llevo yo», —le dije con sarcasmo.

— Eso, eso, sólo tú puedes…

Me quedé mirándole con lascivia pero a la vez pensando qué podría hacer yo con un joven tan bien dispuesto y que no es tonto. Pensé que podría cuidar de mi casa, quizá meterlo por la oficina para observar las posibilidades, o simplemente también se me ocurrieron cosas de bajo calibre como tenerlo para que me caliente la cama. Sabía que Djamel estaba dispuesto a todo, incluso a ser un puto particular, pero esa no era mi voluntad, así que tomé la decisión mientras lo observaba y él guardaba un silencio de espera para no perturbar mis pensamientos: había que pedírselo a Marcelino para llevármelo y luego ya veríamos qué podría hacer. Me levanté y le dije:

— Primero, vamos a cenar, luego pensaremos; pero no me lleves a cenar a cualquier sitio, algún lugar que valga la pena.

— Para como vamos vestidos, sé un sitio que te gustará, aunque se paga el buen servicio.

— Ese no es el problema, que sea un lugar donde podamos conversar, que pueda agarrarte de la mano, que te pueda abrazar…

— Lo que yo estaba pensando…

Llegamos a un sitio donde había una especie de elegancia usual más que formal, no desdecíamos con nuestros jeans rotos, había otros y todo eran parejas de hombres o de mujeres, ellos abundaban más que ellas. Nos recibieron y nos acomodaron en un lugar que era suficientemente discreto. Sacaron la carta, le dejé a Djamel que eligiera lo de comer para los dos y pedí un champagne. Cuando el camarero había tomado nota e iba a tardar un poco para preparar al champaña, le pregunté a Djamel:

— Como es que trabajas de asistente con Marcelino.

— No soy su asistente, solo le sirvo para demostrar a los demás que tiene empleados. Todo fue porque mi padre le pidió un favor para salvar nuestra casa de la hipoteca y yo me puse a trabajar para él a fin de pagar el favor. He servido de pintor, albañil, jardinero, recadero, limpiador de la casa, lavador de su coche y toda la retahíla hasta que se enteró que yo soy gay porque me vio conversando con un chico y al despedirnos nos besamos, fue desde entonces que me pilló para su cama, pero tú ya sabes que es asqueroso lo que hace y siempre peligroso de que un día se le vaya la pinza y no sabe uno cómo acaba eso…

— Ahora tengo ya buenas razones para comprarte, si es necesario, pero… atiende bien, no me gusta tener servidores, sino gente que trabaja conmigo o en mis negocios, tendrías tu sueldo en aquello que descubriéramos los dos que pudieras hacer…

La cara de Djamel se iluminaba, y continué:

— Ahora mismo o al acabar de cenar eres libre para irte; mañana hago la gestión con tu jefe al ir a despedirme, si lo consigo, nos vamos en el primer tren, sin demoras, te dejas todo lo que no tenga mucho valor…

— Me lo puedo dejar todo, ir con lo puesto, solo mi mochila y mis mudas…

Llegó el champaña y brindamos por el mutuo compromiso, diciéndole:

— Esto se sella sin firmas, solo con un trato de caballeros y con el champaña.

Cuando se tomó el sorbo de champaña, se levantó, se puso delante de mí y me besó, quiso hacerlo en mi cara, pero me moví rápido y me besó en mis labios, abrí la boca y le di mi lengua, nos cruzamos nuestras lenguas y sentí cómo su corazón latía velozmente. Lo mandé a sentarse, miré en torno y varios se besaron igualmente. Pienso que solo necesitaban un estímulo. Le sonreí a Djamel.

Durante la cena conversamos de varias cosas, pero Djamel me dio a entender que su jefe tenía muchos más negocios que se me ocultaban porque no eran legales.

— ¿Sabe él que tú sabes esto?

— No, de ninguna manera, me hubiera matado, solo lo sé porque lo he leído y lo he escuchado.

— Sigue tú sin saber nada, pero un día lo estudiaremos; no quisiera verme implicado con asuntos ilegales, la cárcel no está hecha para mí y perder dinero de mis clientes tampoco.

— Lo sé, se lo he escuchado, dice que eres fiel a tus clientes.

— Vámonos a pasear la cena antes de meternos en la cama, ¿o te quieres ir?

— Noooo; de ninguna manera, prefiero tu cama y no estar con el monstruo de mi jefe.

Nos dimos un paseo, era de noche y tarde, tomamos un par de copas cada uno en un lugar muy singular, porque Djamel se conoce todos los rincones y regresamos a pie hacia casa, aunque nos habíamos alejado mucho. Salimos del último bar cogidos de la mano, al menos Djamel notaba ya los efectos del alcohol en su comportamiento más atrevido. Metió su mano por mi cintura tocaba por debajo de la camisa el inicio de mi raja. Comenzó a gustarme, pero di una mirada alrededor por si había algún peligro. No parecía haberlo pero vi la luz verde de un taxi y le hice señal de parada. Subimos al taxi y nos llevó al hotel. En un instante estábamos en la habitación. Como siempre, yo necesitaba un whisky, me lo preparé y me senté en uno de los sillones.

Djamel se puso cariñoso y quería beber whisky de mi vaso. Me levanté, tomé el otro vaso y le puse agua con gas. Le hice como que brindamos y comenzó a tomar agua, mientras conversábamos un poco. Luego me insinuó que tenía necesidad de ir al baño y le indiqué que al acabar me avisara para ducharnos antes de meternos en la cama. Al rato me avisa y sale desnudo para ayudar a desnudarme, me desnuda del todo y me dice:

— Déjame hacerte un pete.

— Como gustes.

Se puso de rodillas delante de mí y tomó con su mano mi polla, la descabelló, la besó y se la metió en la boca. Se puso a jugar con mi polla para levantarla, sin metérsela al interior, pero me hacía gozar con el toque de su lengua en el capullo, pasando por el frenillo. Tanto estaba yo gozando ya que tuve que actuar con mis manos y se las puse en la cabeza para meterle la polla en lo más profundo de su boca, la soportó un momento, hizo una arcada y la sacó, volvió a metérsela en la boca y me miró suplicando que le follara la boca, volví a poner las manos en su cogote y la metía y la sacaba. Eso le sentaba mejor y a mí me resultaba más placentero.

— Djamel, me voy, me corro, me corro…

— Espera, métemela en el culo.

Se me puso en 4 y no tuve otra —y con mucho gusto—, que meter la polla en la boca de su hoyuelo, retrocedió con fuerza y toda mi polla se metió en su interior. Me quedé quieto para no hacerle daño y escuché:

— Mierda, cabrón, muévete, joder.

— Eres un maricón muy deslenguado, —le dije mientras comenzaba a meter y sacar, pero en el fondo me gustó su desparpajo.

No tardé mucho ya en eyacular y me corrí dentro del recto de Djamel. Parecía estar hambriento, porque no quería que me saliera y me agarraba con sus manos de mis nalgas para sujetarme dentro de él. Pero todo llega y yo estaba fatigado.

— Djamel, por fa, vámonos a la ducha y nos despejamos un poco para seguir luego en la cama.

Se puso la mano en el culo para que no se le escapara nada y se metió en la ducha. Luego entré yo. Mientras yo le daba al agua él se metió un dedo en el culo para hacer salir todo lo que tenía dentro. Entonces, bromeando, le recriminé:

— ¿Así maltratas mi leche?

— No me gusta la leche condensada, la prefiero fresca, recién fabricada, la que me darás después, ¿sabes que eres un cabronazo?

Me reí y dejé que me lavara. No necesitaba ese servicio, le dejé hacer porque le divertía y me producía placer el toque sensual de sus manos. Mi sonrisa le gustó y la tomó como aprobación de su lenguaje:

— Ya sabía yo que a ti te gusta que te hablen duro…

— Me gusta el sexo placentero, sin hacer daño mas que el indispensable y si para desahogarse hace falta soltar las prendas, bien venido sea el lenguaje burdo y soez, pero en la vida cotidiana me gusta la educación en todo.

— Eres fino, ¿sabes que cada minuto que pasa me gustas más?

— Y cada segundo que pasa me encantas más.

Acabamos la ducha, nos ayudamos a secarnos, nos metimos en la cama desnudos para sentir nuestros cuerpos mutuamente. No fue premeditado sino dado por supuesto. Estábamos en la cama para follar, no solo para dormir e íbamos a hacer las dos cosas, una tras otra. Nos colocamos de cara uno al otro, mirándonos un rato largo con la luz encendida.

— ¿Apagamos la luz?

— Quiero contemplarte, verte y gozar contigo, —le dije sin dejar de mirarle a sus ojos.

— ¿Te gusto?, —preguntó.

— Mucho, me gustas mucho, me enamoras, esos ojos verdes me hechizan, tu color me atrae…

— Tú también tienes buen color.

— El mío es del sol que tomo en verano, el tuyo es propio, natural…

— ¿Cómo que es del verano si tu cuerpo tiene color entero y no tienes marca del bañador?

— Porque no uso ni tengo bañador…

— ¿Nudista?

— Vale, o naturista; me gusta ir siempre que puedo desnudo y tú me gustas más aún así, desnudo…, solo te falta un poco de gimnasio para poner tus músculos pectorales y abdominales duros, pero eso se remediará…

— ¿Tú vas a gimnasio?

— Es necesario para mantenerse en forma, la vida sedentaria acumula mucha grasa.

— Me lo imaginaba.

— Menos cháchara y chúpamela.

— Con mucho gusto, allá voy.

Se inclinó para meter mi polla en su boca y sacó las piernas fuera de la cama, le cogí por las rodilla y lo arrastré hasta mi cara. Se acomodó de modo que su polla quedara en mi cara, pero yo quería su culo para preparar la follada que le iba a dar con toda mi energía, Quería ver su capacidad de aguante, sin dañarle nada, pero que sintiera la fuerza del sexo. Por eso quería dilatar bien ese culo que ahora miré bien para examinarlo. Parecía apretado, pero de fácil acceso porque mi primer dedo se escurrió dentro sin apretar, cuando solo quería masajear su esfínter externo. Hoyito muy redondo, pequeño, suave y sin fruncido, estaba liso, muy liso, afeitado, pero con descuido, le quedaban unos pelos sueltos. Seguro que se lo había afeitado de urgencia ese mismo día, porque me había visto totalmente afeitado cuando espiaba a su jefe.

Metí mi boca sobre su hoyito y comencé a succionar. No salía más que aire, estaba muy limpio. Entonces metí la lengua con la punta apretada y el músculo tenso, empujé, entró, cerró su esfínter para aprisionar mi lengua, comencé a sentir placer en mi polla entre las lamidas que me daba y mi lengua aprisionada. Era como estar preso y maniatado, aunque mis manos iban jugando con sus bolas encerradas en el escroto moreno; más morena era su polla, casi negra, pero sedosa y suave al toque de mis manos. Mientras me sujetaba la lengua dentro tenía que respirar por la nariz y le daba cerca de su agujero y él suspiraba cada vez que le echaba el aire cerca de su coxis.

Se cansó de aprisionar mi lengua y la saqué para volverla a meter varias veces como follándole el culo. Por el movimiento de su cadera noté como la gozaba y la deseaba y yo estaba con ganas de echar mi semen al exterior, también movía ya mi cadera y mis piernas del placer que sentía previo al orgasmo.

— Siéntate sobre mi polla o me correré ya.

Se enderezó de rodillas y se acomodó. Levantó sus piernas para dejar que levantara las mías y se encajó del todo, ambos tumbados y mi polla en su interior. Iniciamos los dos un ligero movimiento porque estaba mi polla hasta lo más profundo. A la vez levantábamos nuestro culo como queriendo ser atravesado del todo. Yo notaba una pared en el fondo que me daba mucho placer y Djamel se corrió. Vi sus chorros en un instante. Los tres primeros subieron bastante y se cayeron sobre nosotros, los demás cayeron encima de Djamel en su abdomen. Al instante me corría yo en su interior y mientras yo gemía Djamel suspiraba hasta que nos quedamos quietos de cansancio. Ambos teníamos las piernas a lo largo y al lado de nuestros cuerpos y los brazos tendidos sobre la cama totalmente abiertos en cruz.

Tras un largo rato de descanso, mi polla se puso blanda y salió fácilmente del culo de Djamel con un inopinado movimiento. Se incorporó y le vi sentado, lo llamé y se me echó encima de mi cuerpo y comenzó a besarme la cara, el cuello, los ojos, los labios la nariz y me daba mordiscos en los lóbulos de mis orejas. Yo intentaba besar su cuello y me lo dificultaba con sus movimientos hasta que le di un viperino mordisco y se calmó de modo que pude mostrarle el cariño que se merecía por mi parte. Nuestros rostros quedaron juntos. Notaba su aliento en mi cara y a él le pasaba otro tanto. Juntamos nuestros cuerpos lo más que pudimos trenzando nuestras piernas pasando los muslos por nuestro perineo para seguir electrizándonos de placer. Sus manos me acariciaban el rostro y la cabeza y las mías acariciaban sus nalgas. Le metí el dedo en su culo para abrirlo y salió mi esperma de su culo a mi pelvis corriéndose por mis bolas hasta la sábana.

Lo disfruté y me volví a empalmar, ocasión que sin yo pedirla, aprovechó Djamel para sentarse esta vez sobre mi polla y follármela con su culo, la metió dentro de sí y comenzó a moverse en círculos y alternando con un mete y saca vertical. Mucho le costó que yo reaccionara hasta el orgasmo y todo el tiempo sudaba de modo que sus gotas se escurrían por su pecho y abdomen hasta caer encima de mi cuerpo. Con su movimiento me vi muy salpicado de sudor y esto hizo que se me animaran los testículos a expeler semen que noté cómo subía por mi pene hasta desembocar dentro de Djamel. Cerró los ojos en cuanto notó mi esperma en su interior y gemía mirando al techo y curvando el cuerpo al máximo con la cabeza hacia atrás. Parecía una escultura griega. Se quedó en esa postura hasta que su polla disminuyó su fervor y hervor totalmente. Entonces se abalanzó a besarme y mostrar su agradecimiento.

— Me vas a comprar, ¿verdad?, —suplicaba Djamel.

— Yo no compro personas, te voy a hurtar de la propiedad de Marcelino, porque ahora te necesito en casa.

— ¿No tienes novio, verdad?, —preguntó.

— Si lo tengo y lo amo y me ama y te amaremos los dos y nos amarás, te lo aseguro.

— ¿Cómo es tu novio?

— Tienes demasiada curiosidad en saber de antemano lo que vas a poseer, ya te enterarás, a ver ¿yo soy guapo?, ¿te gusto?

— Eres muy guapo y me gustas mucho.

— Pues mi novio es más guapo que yo y mejor amante que yo.

— ¡Joder! Si eso es verdad, estoy en los cielos.

— Vale, deja de cháchara y empieza a prepararte, Djamel, que ahora me vas a follar duro tú a mí y sin contemplaciones.

Se puso a masturbarse para iniciar y le dije, que yo quería preparar su polla, entonces me pidió preparar mi culo y nos pusimos con un 66 para poder trabajar los dos. Djamel me mamaba el culo a sorbotones y metía continuamente dedos hasta que pudo clavar su lengua en el interior, mientras yo le sobaba los huevos con mis manos y su polla con la boca, la vi crecer, la vi enrojecerse pasando de un rojo a morado, rezumaba presemen que iba saboreando y tragando, hasta que noté que hacía movimientos para correrse y le di dos cachetadas a sus nalgas y levanté violentamente mis piernas, haciendo que se saliera de encima de mí.

Levanté las piernas, se las puso en sus hombros y encajó mi culo a sus genitales, noté la rozadura suave de su polla en mi entrada y por todo el perineo y me distendí para que se colara hacia adentro de mí. Como si lo hubiera entendido metió su polla en mi ano y empujó, no hice ningún movimiento para notar su polla penetrando mi culo y una vez dentro comenzó sin esperar su mete y saca tan magistral que me producía espasmos de placer desde el primer instante. Fue electrizante la operación y el mismo Djamel estaba fuera de sí, más para dar placer que para tenerlo y se derramó en mi interior. Inmediatamente, sin espera, me corrí y alcancé a su abdomen y luego mi polla se volcó en contra mía derramando sobre mi pecho. Nos mantuvimos un instante sintiendo nuestro placer individualmente aunque unidos. Yo grité y grité sin importarme la gente que pudiera haber en otras habitaciones. Era mi turno de placer.

Para manifestarme su felicidad Djamel se echó sobre mí como quien cae de un quinto piso y encajó su boca en la mía, estaba como muerte del gusto de haberme follado, y nos enzarzamos en un permanente beso, trenzando nuestras piernas para que nuestras pollas volvieran a revivir. Así ocurrió y seguimos revolviéndonos uno al otro con nuestros cuerpos arremolinados y gozábamos por cómo sentíamos ese momento de placer que invita a meter mano, pero nos aprisionamos nuestras pollas entre abdómenes para que el semen de ambos a poca diferencia de tiempo escapara a sus anchas y protegido.

Así pasamos gran parte de la noche. Solo tres horas nos quedaron para dar una cabezadita ambos juntos y dormimos abrazados. Nos esperaba una gran tarea ese día. Nos despertaron a la hora convenida en recepción. Nos duchamos, salimos en dirección a la casa de Marcelino.

Ante Marcelino, repetí mis quejas ya dichas el día anterior y le conminé con excesiva seriedad, atrevimiento y vehemencia a que fuera sincero conmigo o me lo dejaba. Entonces, sin referirle nada de lo que yo sabía, él mismo me habló de sus negocios ilegales. Le aseguré que lo iba a arreglar, aunque oficializar todo eso costaría mucho dinero, sobre todo para permitir demoras y aplazamientos. Me indicó que podía hacer lo que me pareciera más conveniente, lo tenía comiendo en la palma de mis manos como bulldog domesticado, y me preguntó que tenía que hacer él, entonces le dije:

— ¿Tú?, nada; mándame todo, absolutamente todo, yo me llevo a Djamel porque me va a ayudar, será parte del lote que me corresponde por honorarios y el trabajo extra que todo esto conlleva. ¡Ah!, y deja de jugar al rico que no quiere darse cuenta de sus pérdidas y del peligro en que se pone ante Hacienda.

Con estos temores en su cuerpo, ya no discutió nada sobre Djamel. Le indiqué que ya estaba en el taxi esperándome, no parecía entender o importarle, más bien le noté preocupado por el lía en que estaba envuelto y con ojos suplicantes para que yo se lo resolviera todo satisfactoriamente. Acabados estos y otros razonamientos, me salí de aquella casa con ganas, dándole un fuerte apretón de mano:

— Este será nuestro tratamiento de ahora en adelante.

Nos fuimos muy ajustados a la estación del ferrocarril, Atocha, y emprendí el regreso a casa con Djamel a mi lado y de vez en cuando con sus besos oportunos e inoportunos. Así expresaba el muchacho su alegría y agradecimiento.

Cuando llegamos Djamel esperaba encontrar a mi novio Miguel, le dije que estría con su madre, pero cada momento me iba preguntando por él, tuve por fin que contestarle:

— Ni te apresures ni te pongas nervioso que Miguel vendrá en cualquier momento, apenas pueda; él tiene que estar con su madre, tiene que hacer sus estudios en la universidad y no quiere dejar de trabajar para no ser gravoso a su madre, es hombre muy ocupado.

— Seguro que es muy buena persona.

— Conmigo sí; pero no tengas nunca prisa para nada y menos para esto; ya llegará, ya llegará, Djamel, ya llegará…

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