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La historia de Ángel, solo era un muchacho (07)
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Tiempo de lectura: 15 minutos

Desperté en la cama de Pablo, él no estaba a mi lado, tenía que haberse marchado a la universidad, y sin despertarme me había dejado tapado con la sábana.

Me desperecé y sonreí recordando lo de la noche, lo que pasó con él sobre todo, hasta que decidí, porque no llegaba a sacar conclusiones claras, saltar de la cama y marchar a mi habitación antes de que los de la limpieza me encontraran en una cama que no era la mía.

Me duché y preparé como otros días sin dejar de pensar en lo que Pablo pudiera sentir por mi, si es que sentía algo, a veces me parecía que tenía celos, otras que disfrutaba sabiendo lo que hacía con otros hombres, todo ello contradictorio.

En el desayuno, Alicia me dio el recado que Eduardo la dejó. Iban a venir los profesores que había contratado, para que le esperase sin alejarme de la casa.

Hoy no podría tener mi clase de conducir con Damian que ya había venido a buscarme, pero la chica le advirtió que hoy no podría hacerlo puesto que tenía que estar con Eduardo su jefe. Aunque estaba deseoso de aprender a manejar un coche, en parte me alegré, Damián me imponía bastante y ahora que sabía lo que quería de mi me sentía vulnerable.

Después de cepillarme los dientes paseé por la casa, con Dulce siguiéndome los pasos, esperando que le sacara a pasear un rato por el parque. Me acerqué al ala de las habitaciones de Ana que miraban a la piscina exterior y al pabellón de verano.

Al pie de la cristalera del final del pasillo estaban mirando hacia afuera Carmen y Tomás, lo que se decían debía ser divertido porque a veces ella reía. Intenté no hacer ruido mientras me acercaba, Dulce me delató con su ladrido.

Entonces dejaron de mirar hacia fuera y Carmen blandió la mano hacía Dulce.

-Sabes que no puedes venir a esta zona, a la señora no le gusta que dejes pelos. -eso fue todo, Dulce se puso detrás de mis piernas y ella inclinó la cabeza y entró en una de las habitaciones. Pensé que para qué necesitaría Ana María tanto sitio para ella sola, conté en el pasillo cuatro puertas.

Tomás siguió con su labor, pasando un enorme escobón de tela por el ancho pasillo, me daba un poco de corte, tenía que saber a lo que su señor iba anoche a mi habitación. Lo que pensara no lo sabría nadie, ni lo dejaba traslucir en su inexpresivo rostro.

Miré lo que antes observaban ellos con tanta atención y les divertía, al lado de la piscina estaba Ana María con el chico del buzo naranja, señalándole a los árboles que había en un lateral de la piscina y los setos que separaban el pabellón de la zona de playa y recreo, el muchacho encogía los hombros como respuesta, Ana parecía estar molesta.

Para las once de la mañana Tomás me localizaba en mi habitación, donde seguía investigando entre las cosas de Oriol, encontrado muchas sorpresas que no esperaba, venía a buscarme de parte de Eduardo que me esperaba en la biblioteca.

Estaba acompañado de dos señores, uno mayor que el otro, el de más edad, al que calculé unos cincuenta, tenía poco pelo y era pequeño y regordete de cara, con gafas de concha y no sobresalía en nada salvo que tenía una amable y bonita sonrisa, vestía formal con traje gris oscuro y corbata.

El de menos edad rondaría la treintena, era moreno y alto, delgado pero con el cuerpo trabajado y fibroso, tenía algo de flequillo y se ataba el pelo en una coleta corta en la nuca, tenía los la boca grande para su alargado rostro y en ese momento aparentaba estar serio, vestía pantalón vaquero ajustado y chaqueta corta ajustada a la cintura.

Eduardo y los señores se levantaron de sus asientos cuando Tomás y yo entramos. Me acerqué a Eduardo para darle un beso.

-Ya tienen delante de ustedes a Ángel, ahora tendrán que esforzarse para que el muchacho esté preparado para las fechas del examen.

Los señores me dieron la mano, el mayor se llamaba Oleguer, sin abandonar su sonrisa, me explicó que él se ocuparía de las materias con referencia a las ciencias y matemáticas. El nombre del más joven era Guido y ahora si sonreía al darme la mano mientras me miraba con curiosidad, él se ocuparía de lo relacionado con letras y cultura, llevaba mucho tiempo viviendo en España pero era de origen italiano.

Según iban hablando con Eduardo recibía un jarro de agua fría en la cabeza, y mis ideas perdían consistencia desvaneciéndose en la nada, no saldría para la ir a la universidad normal como yo esperaba, Los dos profesores se encargarían de prepararme para el acceso a la Universidad a Distancia, y después me ayudarían a preparar y realizar los ejercicios de las materias que componían la carrera de Magisterio.

-Tendremos que someterte a unas pruebas para ver tus niveles y capacitación. -el señor Oleguer se dirigía a mi, claro que era una evidencia de lo que pasaría y no una solicitud buscando mi conformidad.

Lo que más me gustó de todo aquello fue la propuesta sugerida por Guido.

-Además del estudio sería aconsejable que practicara algún tipo de actividad lúdica, ejercicio físico, pintura, música o danza, alguna de estas disciplinas le ayudarían en el desarrollo creativo ya que tendrá que tratar con jóvenes y niños en su trabajo. -el señor Guido le hablaba a Eduardo, no como el otro profesor, y se me despertó la esperanza de poderme relacionar con otras personas y no estar siempre solo, me gustaba la música, y el baile esa podría ser una buena opción.

Esperé ansioso la decisión de Eduardo rogando porque le pareciera bien y accediera, no resultó una decisión tomada a la ligera, se tomó un minuto para pensarlo antes de hablarme.

-¿A ti que te parece lo que propone el señor Guido? -hubiera deseado saltar mostrando mi contento pero no sabía si eso sería bueno.

-Lo que tu decidas estará bien. -le miré rogándole con la mirada que su respuesta fuera a mi conveniencia.

-Ya, así será, ¿pero a ti te gusta hacer algo de eso? -no me podía creer que me estuviera pidiendo mi opinión y que la pudiera tomar en cuenta.

-Siempre me ha gustado la guitarra, la música en general y el baile. -quedé absorto mirándole, estudiando lo que podría pensar.

-Realmente ustedes son los especialistas y si piensan que eso es lo que creen correcto, de acuerdo, hagan su programa de estudios, horarios y lo encajan según lo que necesiten. -saltaba en mi interior de alegría, no todo consistiría en duro estudio.

-Otra cosa más, esas clases tendrían que impartirse en la escuela donde doy clases, necesitará relacionarse con otros estudiantes y tener distintos profesores. -Guido había tocado un tema delicado, pero a Eduardo no le debía parecer mal.

-De acuerdo, pero necesito el calendario fechas y horarios, mi chofer se encargara de llevarlo y traerlo, el tiempo que esté en la escuela será de su responsabilidad.

No cabía en mi de alegría y creo que se me notaba, se despidieron ya que era la hora de la comida, volverían a la tarde para hacerme las pruebas de evaluación. Cuando salieron corrí a abrazar a Eduardo.

-¿Qué te pasa, te has vuelto loco? -Eduardo también me abrazaba mientras reía bien fuerte.

-¡Gracias, gracias por todo! -se sentó cogiéndome sobre sus rodillas y me besaba, creo que con cariño, la cara y los labios.

-Ahora tu tendrás que ser responsable y no hacer que pierda la confianza en ti, te conectarán a internet porque lo necesitarás para tus clases, pero no debes ponerte en contacto con nadie de tu vida pasada.

-Vale Eduardo, no lo haré, te lo prometo y haré siempre lo que me mandéis Pablo y tu. -entonces me dio un beso largo en la boca, sin lengua pero uniendo los labios mucho tiempo, haciéndome saber lo que me deseaba aunque no pudiera cumplirlo como quisiera.

-Te creo, se que será así, y a cambio tendrás que hacerme algún favor. -no me dijo en que consistiría ese favor y me lavé las manos, luego me acerqué al comedor principal, Ana participaba en la comida.

———————————————

Durante la comida Eduardo le encargó a Ana María que se ocupara también de lo que pudiera necesitar para la clases extra escolares, y para ello le entregó una nota con el teléfono de Guido.

Tomás se encargó a la tarde, imagino que por orden de Eduardo, de preparar el lugar donde nos ubicó para tener las clases, un salón no muy distante de la biblioteca con una mesa grande que parecía de reuniones, habían retirado los sillones hacía las paredes y solo habían dejado cuatro para su uso en la mesa, también habían instalado una enorme pantalla de ordenador, con un teclado y tres ratones que funcionaban indistintamente.

Me enseñaron a acceder a una página donde tenían los temarios y luego comenzaron las pruebas de evaluación. Me sentía derrotado, terminaba con lo que me había pedido uno de los profesores y tenía que comenzar con lo que el otro me pedía, sin dejarme pensar las respuestas.

Estábamos los tres rendidos, también para ellos resultaba trabajoso valorar y puntuar los resultados. Cuando llegó Eduardo se los comunicaron, estaban satisfechos y me creían capaz para superar las distintas materias que componían los estudios. Respiré aliviado, el esfuerzo había tenido su recompensa.

A la noche Pablo no se entretuvo demasiado con sus deberes y llegó enseguida a mi habitación, quería saberlo todo sobre mi día y los profesores. Le gustó que fuera a tener clases de música y baile. Cuando se cansó de hacerme sus preguntas fui yo el interrogador.

-¿Qué tal se encuentra tu tía, has tenido noticias?

-Según mi tío sigue mal, tendré que irme unos días para verlos y visitarla, sigue en el hospital, quizá la semana próxima que no tendré tantas clases, no quiero faltar a clase, pero tampoco puedo olvidarme de ellos. -claro que yo adivinaba que eso no era cierto, Pablo no se olvidaba y pensaba en ellos, lo adivinaba cuando veía su ceño fruncido y la cara con gesto preocupado.

Luego hablamos de cosas menos importantes, le comenté que me iban a conectar a internet y las palabras de Eduardo, sobre que debía ser responsable en su uso y hacerle algunos favores.

-La empresa de seguridad te vigilará, debes tener cuidado Ángel, aquí está todo controlado, hay cámaras de vigilancia escondidas en muchos lugares, no son solamente las que tu ves.

Había sido un día muy emocionante y sorpresivo también, me fui quedando dormido sin darme cuenta, con su brazo pasando por debajo de mi cuello y con mi cara sobre su pecho mecido por el sonido de su respiración. Creo que musite antes de que el sueño me venciera: -Te quiero Pablo- Pero quedó en un susurro que seguro no escuchó.

A la mañana siguiente esperé con impaciencia a que mis profesores llegaran con el programa que traerían preparado, estuve con Eduardo escuchándoles hablar de los días lectivos que tendría, fechas de evaluaciones parciales y horarios, a Eduardo le pareció bien en principio y quedó acordado.

Tendría clases los cinco días de la semana de lunes a viernes, el profesor Oleguer me impartiría sus materias a la mañana, cuatro horas, de 08 a 12, tres horas de descanso y seguiría con Guido de 15 a 17, los jueves tendría las clases de guitarra y baile en la escuela donde él trabajaba.

El horario resultaba bastante denso aunque me quedaba tiempo para mis deberes, estudiar y seguir con mis practicas de conducción con Damián.

De estar sin hacer nada, pasaba a tener ocupado prácticamente todo el día, no me vendría mal tener que exigirme una hora para levantarme y obligaciones que ocuparan mi tiempo para dejar de pensar, bien es verdad que ya había abandonado toda esperanza de ser rescatado.

Para comprarme varias mallas y calzado para el baile Ana María no me necesitó y salió a la mañana de tiendas. El coche de Damian la dejaba en la entrada principal a la hora de la comida. Carmen me llevó las bolsas a mi habitación.

Salí después de comer para pasear con Dulce, y para ser sinceros, mirar si encontraba a Damián, continuaba emocionado por el tema de conducir y deseaba reanudar las clases, pensaba que ya se me había olvidado lo que me enseñó, por un lado quería aprender, por el otro no sabía muy bien si me gustaba el tributo que tenía que pagar.

Vi al chico del buzo naranja trabajando en unos setos alejados, intenté coger otro camino para no encontrarme de frente con él, aun recordaba y tenía grabado a fuego en la cabeza como se lo cogía Damián y a él tembloroso gimiendo de tremendo placer.

Las cosas no iban a salir como yo planeaba, Dulce corrió hacia él y mis llamadas fueron inútiles, comenzó a saltar a su alrededor y le mordió una pernera del buzo, el muchacho se inclinó, le hizo unas caricias y lo cogió del suelo en sus brazos para comenzar a caminar hacía donde yo estaba.

-Buenas tardes, parece que tu perro tiene ganas de jugar. -y me lo entregó pra que yo lo cogiera.

Visto ahora, a la luz del día, con la cara afeitada y de cerca, no parecía tan feo como el otro día, tenía unos ojos muy bonitos de color avellana, labios gruesos que resaltaban en su delgada cara, unos dientes irregulares pero blancos como la leche que dejaba ver al sonreírme amigablemente.

-Me llamo Genaro, soy el responsable de que esto aparente presentable. -hizo un gesto señalando el gran parque, él sabía lo que era, un humilde jardinero, yo no sabía como presentarme, ¿qué era yo en realidad, y que hacía allí?

-Yo soy un invitado del señor Eduardo y mi nombre es Ángel. -su boca soltó una pequeña risa señalándome.

-Claro, el chico al que Damián tiene que enseñar a conducir, me ha hablado de ti y te estaba buscando hace un momento. -aquello me sorprendió y me puse intensamente rojo, sin saber exactamente la razón, presentía que Damián le había hablado sobre lo que pasó en el coche.

-Estaba dando un paseo a Dulce antes de ir a que me de la clase. -volvió a reírse pero con más fuerza.

-No se le veía de muy buen humor, es mejor que te des prisa. -nos despedimos con un “hasta luego” y caminé de vuela a la casa para dejar a Dulce.

Cuando regresé para encaminarme a las cocheras Damián estaba en la puerta observando los alrededores, y al verme me seguía los pasos con la mirada metiéndome prisa sin hablarme, hasta que llegué a su lado.

-Parece que no te atrae aprender a conducir.

-Si que me interesa, por eso estoy aquí. -esperaba que notara el matiz, iba a aprender a conducir y no a que él me follara el culo.

-Cuando alguien está interesado acude a buscar lo que quiere con urgencia. -me hablaba en tono duro y áspero.

-He estado ocupado todo el día y usted ha estado a la mañana en la ciudad con la señora. -me miraba contrariado pero cambió actitud y se sonrió como un zorro.

-Está bien, es verdad, vamos para dentro que luego se hace tarde.

Me llevaba hasta el final de la nave, donde la otra vez y al mismo automóvil, observé las minúsculas lucecitas rojas que señalaban la ubicación de las cámaras de seguridad, colocadas en la parte alta de la pared, pegando al techo, y justamente la parte próxima a la pared quedaría en una zona muerta sin vigilar. Damián sabía muy bien como funcionaba todo aquello, supuse que en aquella zona no había cámaras escondidas que cogieran la nave desde otra perspectiva.

Se introdujo en el coche, y ya desde el principio, me pidió que me pusiera sentado entre sus piernas.

-¿No me puede dejar ese asiento para mi?

-¿Qué te pasa, no te gusta mi método de enseñanza? -su mirada era torva y huraña.

-No es eso, es que no está bien. -estaba cerca de él y sin contemplaciones me sujetó de la cintura y me llevó para colocarme como quería.

-No me vas a decir como tengo que hacer las cosas, ya soy mayorcito para eso. -parecía que no tenía miedo a lo que pudiera pasara si yo decía algo.

Me atrapó como el día pasado pero ahora no hubo disimulos, sabía lo que quería, lo tenía en sus manos y lo cogería, sí, o sí. Me llevó contra él y me besó el cuello sin rodeos.

-Hueles bien y estas tan tierno. con su manaza izquierda me giró la cabeza y se abalanzo a besarme a boca.

-Esas muy rico chiquito. -me elevó un poco y metió la mano por la cintura del pantalón para cogerme una nalga y apretarla hasta hacerme daño.

-Esto no está bien Damián y me haces daño. -sacó la mano y se la llevó a la nariz.

-Hueles a coñito rico y me lo voy a comer. -se chupó los dedos haciendo ruido de succión, y de repente los tenía empujando sobre mis labios para meterlos en mi boca.

-Prueba tu sabor, saborea lo rico que sabes. -en ese comento cometí el primer error, empezar a chuparle los dedos como me pedía.

-Así, así, ¿te gusta como a mi?. -sus labios me lamían el cuello y la oreja hasta morderme el lóbulo, segundo error, gemí como puta depravada.

-Sabía que eras putito, ahora siente mi verga. -me apretó agarrándome la tripa y elevó el culo del asiento para encajarla en mi raja, tercer y definitivo error, mostrar lo mucho que me gustaba su garrote apretado en mi culito.

-¡Ayyy! Sí, que bueno. -a partir de ahí Damián sabía que había vencido y yo cedía permitiendo que me manejara a su capricho.

Me descorrió la cremallera del pantalón e introdujo su manaza envolviendo en ella mi polla junto con mis huevos.

-La tienes dura putito, ¿te gusta eh? -pasaba la mano por mi bulto cubierto por la tela del slip, y apretaba mis atributos viriles como si fuera a aplastarlos con su mano.

-Vamos a un sitio más cómodo. -no me lo estaba pidiendo me llevaba obligado y sin posible defensa, salió del coche, me envolvió la cintura con un brazo y comenzó a caminar llevándome en el aire.

Todo iba sucediendo muy rápido y en menos de un minuto traspasábamos la puerta de su cuarto, me tiró sobre la cama y sin más comenzó a quitarse la ropa.

-Desnúdate. -me ordenó verdaderamente alterado, no podía reaccionar y le observaba como iba apareciendo la parte desnuda de su cuerpo con cada prenda que se retiraba.

La nariz aplastada le confería un rastro de innegable fiereza, remarcado por su cuerpo grande y muy marcado, los brazos como aspas de molino, el abultado del pecho, el abdomen plano y marcado hasta la exageración, las Columnas de Hércules que eran sus musculosas piernas y muslos y el bulto aún escondido en un calzoncillo blanco de pata larga.

vio que no me había movido y vino hacía mi, nos miramos directamente a los ojos y tuve que desviarlos vencidos a su mirada.

-¿Tengo que desnudarte yo? – me puse de pié y antes de que me sujetara de nuevo comencé a quitarme la ropa.

-Así me gusta, que sepas quien manda aquí. -quedé igual que él, con un brevísimo tanga de hilo que se ocultaba entre mis glúteos.

-Estas rico puto, yo te enseñaré lo que es un macho apuñalando tu culo, quítate eso. -y señalaba la breve tela que no podía contener mi verga, él a su vez hizo lo mismo.

Tenía la verga durísima y tuvo que movérsela para que saliera de la cinturilla del calzoncillo, me sujetó por las corvas y me subió para que mi rostro quedara a la altura de su cara. Miré sus ojos y brillaban fieros, fue solamente un segundo porque aplastó su boca a la mía en un impulso brutal y violento.

Ahora el gemido fue de color al sentir los labios maltratados entre sus dientes y los míos.

-¡Ahh! -me quejé pero él no se detuvo hasta que abrí la boca para que me metiera la lengua, me ahogaba queriendo meterla entera y sacudiendo la mía con fuerza, resultaba un animal mitológico, una bestia desbocada y hambrienta, pero me estaba gustando sentirme un juguete, un muñeco entre sus brazos.

Mientras me besaba no paraba con las manos y me sujetaba las nalgas haciendo que me abriera, comencé a sentir la punta de su arma tocándome el culo, embarrando la entrada de mi ano con las secreciones que expulsaba de su verga, con la intención clara de clavármela de esa manera.

Me abracé a su cuello para evitar en lo posible que la penetración fuera brusca.

-No estoy dilatado Damián, me vas a hacer daño. -soltó una carcajada.

-No pretenderás que crea que eres virgen, quiero metértela y romperte el culito. -supe que era inevitable y apreté los brazos rodeándole el cuello esperando lo ineludible.

-Por lo menos házmelo despacio. -se estableció una dura pugna entre nosotros, él tirando de mis caderas hacia abajo hasta lograr que el glande de su verga se embocara en mi hoyito, y yo haciendo fuerza sujeto a su cuello de toro para evitar deslizarme y que entrara de repente.

Venció la fuerza salvaje del macho, me mordí el labio soportando el dolor que me causaba la metida de su barra dura en mi cuerpo.

-¡Oh,Dios mío! Me duele Damián, es muy gorda.

-Aguanta, enseguida entra toda. -tiró con fuerza y el resto de su verga se perdió en mi recto, quedé con la punta de los dedos sujeto a su cuello.

-¡Ohhh! Por favor, me duele mucho. -no se si fue que se compadeció de mi y dejó quieto el cuerpo, solo me besaba la cara echándome el aliento encendido en fuego.

-Estas calentito por dentro, siempre quise cogerme al otro putito bello y no tuve la oportunidad, te enseñaré a manejar el auto y a cambio me darás tu culito y tu boca. -me sacó un poco la verga empujándome del culo hacia arriba y aproveché para volver a cruzar las manos detrás de su cuello.

-Me calientas mucho putito. -abrazado como me tenía me mordía el hombro, y me besaba con ferocidad el cuello, la boca y se metía mi barbilla entre los labios chupándola. Era una caldera de vapor que explotaba y me iba dejando llevar, sentir la calentura de sus labios y empecé a gemir dichoso.

-¡Ayyy! ¡Ayyy! ¡Ayyy! ¡Ayyy! -correspondía a sus besos y era y quien le mordía la boca y le metía la lengua.

-¿Te gusta verte ensartado por la verga de un macho? -de momento el dolor de mi culo se había calmado y un dulce placer me latigaba el ano.

-¡Ummm! Sí sabe rico Damián.

-Responde a lo que te pregunto puto. ¿te gusta mi verga?

-Sí, me gusta, me gusta mucho, me llena el culo. -reía en mi oído ensordeciéndome.

-Ahora verás lo que es bueno. -comenzó un juego de subirme y bajarme haciendo que su verga me penetrara al caer por mi propio peso, regulando yo mismo la velocidad y profundidad al estar sujeto a su cuello. Me sentía muy abierto y su verga me producía calambres placenteras, estuvo unos minutos hasta que le noté fatigado.

Caminó hasta la cama conmigo colgando de su cuello y la verga bien dentro de mi culo, tiró de mi para arriba y se desenchufó, su verga dejó mi ano de golpe y eso me dolió.

-¡Ahhh! Eso duele, por favor se suave.

-¿Protestas por qué te quito la polla? -me situó arrodillado en la orilla de su cama, y sin más me abrió las nalgas y me la dejó ir adentro de una estocada. Volví a gritar.

-¡Ahhh! ¡Ahhh! ¡Ahhh! Eres un bruto. -Damián solo reía con ganas y comenzó a follarme muy fuerte, sonaban en la habitación los terribles golpes al estrellar su pelvis y testículos contra mis nalgas. Y otra vez volvió el placer de sentir su verga penetrándome sin cesar el ano.

—Ummmmm!, rico, rico, que gustito, que rico es, sí, sí dame más duro. -empezaba a gustarme hasta su brutalidad y a gozar sintiéndome un objeto de placer en sus manos. El duro pene me rompía por dentro y a la vez era una delicía, mi culo agradecía estar ocupado y lleno.

Sentía mareos a menudo cuando algo era golpeado y batido con su polla en mi recto, hasta que sin poder hablar comencé a eyacular tirando el semen sobre la colcha blanca de la cama.

-¡Ohhhh! ¡Ohhhh! ¡Ohhhh! ¡Ohhhh! Dioooos, me estoy corriendo, ¡Damián no puedo contenerme!

Eso le puso frenético y bombeaba en mi culo a mil revoluciones, logrando que mi placer se incrementara exponencialmente, la verga se le endureció y se me clavó quedándose pegado, y con la verga hasta el fondo empezó a vaciarse los huevos. Era un auténtico aguacero de leche lo que me estaba metiendo, así se quedó unos segundos, respirando ahogado y su verga pulsando al disparar cada chorro de semen.

Yo había caído sobre la cama, y él sobre mi menudo cuerpo, y no podía respirar por su peso, me cubría como cualquier macho a su hembra vaciándose del todo hasta dejar la simiente de la vida en el útero de la hembra poseída.

Sacó la polla ya vencida y agotada, sin producirme dolor, solo el roce al salir envuelta en el semen y los jugos de mi culo. Era incapaz de moverme y quedé tendido y despatarrado abierto de piernas, sintiendo el semen que salía de mi ano.

-Ha sido un buen espectáculo. -la voz que sonó en la habitación me sobresaltó, intenté levantarme pero Damián colocó la mano sobre mi espalda obligándome a quedar como estaba, solo pude cerrar las piernas y esconder el ano entre las nalgas.

Giré la cabeza para confirmar lo que sabía, la voz pertenecía a Genaro el joven jardinero, estaba con la cremallera del buzo corrida y con la polla en la mano, tenía una verga larguísima, más delgada que la de Damian, se soltó la polla para sacarse los brazos y quedar desnudo, el buzo se le cayo hasta los pies no lleva otra ropa puesta, su cuerpo velludo y delgado se le notaba fibrado y duro.

-¿Quieres usar al putito? -a Damian no parecía sorprenderle la presencia de General y reía mientras le preguntaba.

-Mira como me habéis puesto la verga por miraros. -con los pies se quitó los zapatos y dejó el buzo tirado en el suelo. Llegó donde estábamos e intenté soltarme de la mano de Damian.

-¡No, por favor! -supliqué mirando a Damián.

-¿Por qué no? No te va a hacer daño, su polla no es como la mía, someteté a él y disfruta, Genero aguanta y sabe follar un culito, el tuyo le va a gustar. -trasladó la mano a mi nuca apretándome la cara contra la cama.

Mientras tanto Genaro me había abierto las piernas y me penetraba con dos dedos el ano.

-Le has dejado bien abierto y enlechado. -me aplastó con su cuerpo sobre el mío y dirigió la polla con la mano a mi ano, comenzó a entrar y casi no le sentía, de verdad era más delgada que la de Damian. Cuando había metido bastante me pegó un azote en la nalga que me hizo contraer el culo.

-Cierra las piernas para que te sienta apretado, Damián te ha dejado el culo demasiado abierto para mi verga. -hice lo que me pedía ademas de que sus piernas cogían las mías juntándolas, entonces pasó sus brazos por debajo de los míos y los subió a mi cuello, me tenía preso entre sus brazos sin que yo pudiera hacer nada y siguió metiendo la verga que le faltaba por entrar, sentí que me punzaba en la barriga y cerré con fuerza las piernas para evitar que siguiera entrando.

-Así, así me gusta, que aprietes con fuerza mi polla. -en la postura que estábamos no podía meterme toda su polla y eso resultó un consuelo, solamente tenía que mantenerme así para que no me dañara.

Comenzó a moverse entrando y saliendo, no me dolía, Damian me había dejado bien preparado, pasaba el tiempo y no dejaba de penetrarme seguido, a veces apretaba los brazos para que bajara la cabeza y la humillara hundiéndola en la cama. A pesar de no tener mucho músculo sus brazos parecían ser de acero y tenía mucha fuerza.

Me barrenaba el culo sin parar, solo para afincarse en su posición de dominio, y en un momento dado, mi culo comenzó a gozar el calor del roce que producía su verga en mi ano con las nalgas bien cerradas aprisionándola entre ellas.

-¡Ummmm! Empecé a gemir dejándome llevar al gozo que aquel chico joven me daba.

-¡Dale, dale duro! A la zorrita le gusta, mira como disfruta. -Damián animaba al pillo y truhán jardinero y este enardecía sus movimientos de cadera profanando mi cuerpo.

Sentía salir de mi polla el líquido seminal incontenible sin llegar a correrme y eyacular, hasta que sus embestidas se hicieron más fuertes y volvía a correrme sobre la humedad de mi anterior venida.

-¡Ahhh! ¡Ya! ¡Ya! ¡Ya! ¡Ya!. -mis últimos espasmos eyaculatorios se cortaron cuando Genaro me penetró más aún, y sentí un dolor agudo en el vientre que me hizo gritar dolorido. Él comenzó a correrse sin detener el movimiento hasta que vació su carga de semen en mis entrañas, se quedó quieto aflojando la argolla que hacía con sus manos y brazos en mi cuello.

Seguira…

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