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La historia de Ángel, solo era un muchacho (16)

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Parecía que mi vida había sido encauzada y ya sabía lo que me esperaba, no resultaba tan mala si la analizaba en general, pero prefería estar con Erico y Rubén, con Oriol y David, y sobre todos ellos con Pablo, antes que con esos hombres con los que ahora cogía y follaba por obligación, resultaban buenos machos y satisfacían mis pasión por las vergas pero no había sentimiento alguno.

Ahora después de haber visto en persona a Álvaro se me hacía imprescindible, tenía unas ganas tremendas de que Pablo volviera, pero no solamente para que me acompañara en la cama, también para darle mi consentimiento y encontrarme con mi otro amado.

El sábado se presentó Rubén para acompañarme y que no estuviera solo todo el fin de semana, Eduardo nos autorizó para que saliéramos a la tarde y me llevó a la disco donde me encontré con Alberto, en esta ocasión no fue así, bailamos hasta cansarnos, y si lo hubiera querido podría haber follado, había muchos chicos mayores que buscaban el culito de un joven para desahogarse, pero no me encontraba dispuesto.

Rubén si que se excusó para estar una hora ausente, me había invitado para estar con dos muchachos mayores con los que estuvimos bailando, y ya habían contratado un reservado en el mismo local, no era porque estuvieran mal, al contrario, estaban buenísimos, pero no me apetecía, si hubiera ido con ellos estaría pensando en Álvaro o Pablo.

Luego me contó como se lo cogieron los dos y como les chupó las pollas hasta que le dejaron la leche en sus dos agujeros, esto me lo contaba estando en la cama y me puso muy caliente imaginando la escena, pero Rubén estaba cansado como para hacerlo conmigo y terminamos durmiendo abrazados, como buenos amigos después de pasarlo bien, riendo de sus aventuras con los dos machos.

Estaba en una de las clases de la mañana con el profesor Oleguer y Eduardo nos interrumpió, abrió la puerta y me señaló el móvil que tenía en la mano haciéndome señas para que saliera.

-Es Pablo y quiere hablarte. -estuve a punto de dejar caer el móvil cuando me lo entregó y caminé a la cercana biblioteca para sentirme tranquilo y solo, Eduardo actuó muy comprensivo y cerró la puerta cuando entré quedándose fuera.

-¿Pablo?

-Si, pequeño, soy yo. -estaba a punto de ponerme a llorar.

-¿Cuándo vuelves? Te extraño tanto.

-Ya queda poco, en unos días resolveré mis asuntos, dejaré a mi tío instalado y me tendrás junto a ti, pero quería hablarte de otro tema. -mi corazón latía como si sufriera taquicardias.

-Álvaro te reconoció, bueno no exactamente, pero tuve que responder a sus preguntas y no podía mentirle, le he contado todo. -o terminaba de explicarse o me produciría un síncope.

-Quiere estar contigo para que habléis, no se como decírtelo, pero después de la sorpresa quería ir a verte, me costó convencerle de que era mejor que antes estuvieras preparado para ese encuentro.

-Ángel…, -vacilaba si continuar. -Esta enamorado de ti, no me lo ha dicho expresamente pero se nota como se le encienden los ojos recordando lo que tu le decías.-su voz sonaba hueca, sin entonación, como el que tiene que dar un recado que le disgusta decirlo pero no tiene otra opción.

-Hablará con su tío, con Eduardo, con David, te sacará de esa vida.

-¡Pablo! -ya lloraba a lagrima viva sin poder responderle.

-Gracias, gracias Pablo.

-No llores, me enfada que lo hagas, ahora que tienes que estar alegre, nos veremos pronto, el fin de semana estaremos ahí, quiere dejar arreglado que otros compañeros se encarguen de sus pacientes.

Nos despedimos, mejor dicho fue él quien dijo adiós, yo no podía hablar. Cuando salí de la biblioteca Eduardo me esperaba en el pasillo paseando. No pude hacer otra cosa que abrazarme a él y seguir llorando, pero ahora con unas manos que me quitaban las lágrimas de la cara y unos labios que me mimaban besándome.

-Tranquilo pequeño, tranquilo, he hablado con Álvaro, él y Pablo me lo han contado todo. No volveré a entregarte a mis amigos y lo hablaré con don Manuel y David, no te preocupes, todo se va a arreglar.

Esa noche abrazaba el cuerpito de dulce en la cama y pensaba lo que sería en adelante mi vida, cambiaba tan repentinamente que me desbordaba, y no llegaba a unas claras conclusiones sobre lo que Álvaro quisiera para mi y lo que pasaría de mi relación con Pablo, es verdad que en ningún momento me había dicho que me quisiera, ni lo había insinuado, pero yo percibía que algo sentía hacía mi aunque no supiera si era lo mismo de lo que yo sentía hacia él, quizá me quisiera como a un hermano y me había llegado a coger cariño porque Eduardo me había dejado a su cuidado. ¿Y yo qué era lo que sentía?

Pues le quería y necesitaba lo mismo que a Álvaro y eso no podía ser así.

Sin darme cuenta me iba quedando dormido, con una inmensa sonrisa de felicidad que hasta Dulce la notaba y ronroneaba de gusto entre mis brazos.

Uno de esos días Ana me llevó a un centro paramédico, para que me perforaran las orejas y poder usar los pendientes que conseguí por la follada que me dio Millán. Fue como un simple pinchazo y prácticamente sin dolor, me gustaba ver como relucían y me sonreí en el espejo que el enfermero portaba. Sentía que aumentaban mi atractivo, lo mismo que el de Oriol.

Las clases de conducir iban muy bien y mejoraba, hasta yo me daba cuenta, Damián iba siempre en el asiento trasero con otro estudiante que cogería el coche después de de que yo terminara, nunca hablaba para nada. Desde que le frenaron para que no se sobrepasara parecía otra persona, pero no terminaba de confiar en él, había algo maligno en su mirada que me daba miedo.

Llegó el jueves y cada vez me sentía más alegre, pensando que el fin de semana estaba próximo y Álvaro vendría con Pablo, a pesar de todo me notaba inquieto por las decisiones que pudieran tomar sobre mi futuro.

Damián me dejó ante la puerta de la academia con el tiempo justo para subir a la sala de música y comenzar mi clase. Martina estaba corrigiendo la posición de las manos a un chico y esperé a que me afinara mi guitarra, el pasado día no me había parecido que sonaba bien.

Me tenía preparada una pequeña pieza del maestro Moreno Torroba y debía practicar con ella, cuando terminé bajé a los vestuarios para cambiarme, llegaba con un poco de retraso porque Martina no me había dejado que me fuera sin terminar el ensayo.

Estaban ensayando tango y Noa tenía de pareja a Ian, me senté un momento observando sus evoluciones, llevaban el paso exactamente sincronizado, y estaban tan concentrados en lo que hacían que ninguno se dio cuenta de que había llegado. Guido fue el primero y dejó de bailar, lo estaba haciendo con un chico y se me hacía muy raro ver una pareja de hombres bailando tango.

-¿Otra vez Martina? -se pasó el brazo por la frente para quitarse las gotas de sudor.

-Es muy exigente, no permite que dejemos a medias el trabajo. -me sujetó de la mano y tiró de mi para separarme de la barra de apoyo ante el espejo.

-Ensayemos mientras Noa termina con Ian y se ocupa de ti. -no estaba tan mal, bailar es bailar y no importa que sean hombre o mujeres.

Luego me cogió Noa por su cuenta y no me perdí la mirada provocativa que Ian me dirigía, algunos ensayaban los pasos sin pareja durante unos momentos o comenzaban a cambiarse. Quedé enfrente de Ian y me tomó de la cintura, sentía su abrazo apretando demasiado, posesivo, sin permitirme moverme a mi gusto.

-Más ligero Ian, me equivocas. -en ese momento venía un rendimiento de cuerpo, y me dejé llevar por su brazo en la baja espaldas mientras él me sostenía en el aire para que no cayera, apoyó intencionadamente la entrepierna en la mía haciendo que notara el bulto de su aparato reproductor sobre el mío.

Tiró de mi para elevarme y en un vuelo que seguía me susurró al oido.

-¿Lo notaste? mi verga esta hambrienta. -sentía que comenzaba a sudar, más por la emoción de sus palabras que por el esfuerzo físico.

Al fin terminó ese baile y todos los que seguían después hasta finalizar la clase, descansamos un momento antes de encaminarnos a los vestuarios. Nos habíamos quedado en la sala Guido, Ian y yo, el resto había salido y Guido comenzó a darme consejos sobre algunos movimientos haciendo que los repitiera, tenía a Ian a mi espalda pero podía ver las evoluciones que hacía a través del espejo que cubría la pared.

Mientras Guido me hablaba yo prestaba más atención a la figura de Ian que a sus palabras hasta que se dio cuenta y se quedo callado mirando lo mismo que yo.

-Es increíble, tiene el mejor cuerpo que haya podido ver. -verdaderamente impresionaba cuando se estiraba y se encogía en cualquier movimiento, haciendo que sus músculos se movieran como una máquina perfecta, y como se tensaba el pequeño culo respingón y alto lleno de duros músculos, y el enorme paquete de sus genitales que las mallas ajustadas hacían que se viera más grande.

-Yo voy a ducharme y cambiarme de ropa para marchar. -me di la vuelta para ir a la salida, no quería seguir contemplando aquella tentadora maravilla de macho evolucionando como si el aire le sostuviera.

Llegué a los vestuario y comencé a quitarme las mallas y el breve slip que llevaba debajo, habían marchado todos los demás bailarines y me encontraba solo en los grandes vestuarios, cogí la toalla y me encaminé a las duchas, en ese momento Ian entraba avanzando por el pasillo esquivando el banco del centro.

-¿Cómo tienes tanta prisa? Siempre me esquivas como si me tuvieras miedo. -se había quitado la camiseta y con ella se limpiaba el sudor de la cara y el pecho. Se situó delante de mi impidiéndome el paso.

-Ian, tengo prisa. -en lugar de apartarse se movía de un lugar a otro siguiendo mis movimientos intentando esquivarle. Consiguió sujetarme y me abrazó la cintura pegándome a él.

-No juegues Ian, déjame que vaya a ducharme. -intentaba soltarme y solo conseguía que él me sujetara más fuerte mientras se reía.

-No juego precioso, solo quiero tu culito y luego te dejó ir. -empujé con todas mis fuerzas mi culo hacia atrás para alejarle y cayó sentado en el banco llevándome tras de él quedando sentado en su paquete.

-Fierecilla, ¿quieres pelea? Me encanta que se me resistan, disfruto domando a los díscolos y rebeldes como tu. -me cogía con un brazo de la cintura, con la otra mano me sujetó la polla y me dio un mordisco en el hombro.

-Mira lo que tenemos aquí, si resulta que es un hombrecito y tiene pollita y huevos. -me cogió la bolsa testicular y me la apretó hasta hacerme chillar.

-No hay nadie cerca, puedes gritar lo que quieras. -conseguí separarme un poco pero volvió a sentarme sobre su pene, lo sentía duro y caliente, yo estaba desnudo y solo nos separaban sus mallas de baile, mi culo notaba todo el relieve y mi espalda la piel sudada de su pecho.

-Me vas a hacer enfadar Ian, ya vale, por favor. -le supliqué, me daba perfecta cuenta de que era mucho más fuerte que yo y a la fuerza no iba a conseguir que me soltara.

-Ya sabes lo que necesito y quiero de ti. -su mano había sacado el glande de mi verga del prepucio y lo acariciaba con dos dedos mientras ahora me besaba donde me había mordido. La verga le palpitaba encerrada en la tela.

Me besó en el cuello y estiré el cuerpo pegando mi espalda a su pecho.

-¿Por qué me rehuyes? Me gustas Ángel, haces que mi verga esté siempre dura cuando te veo. ¿No podemos ser amigos? Te lo suplico si quieres.

-Eres un presumido y te crees el dueño de todos.

-Pero contigo no puedo hacer nada, Angel, por favor, te lo ruego, me vuelves loco. -también yo me sentía caliente y deseoso ayudado por sus súplicas.

-¡Ohhhh, Ian! -su aliento se volvía más caliente y me llegaba su olor dulzón, la polla se me estaba poniendo dura estimulada por las caricias de sus dedos y abrí las piernas colocándome a caballo sobre las suyas sostenido sobre mis pies en el suelo.

-¿Sabes que me vuelves loco de deseo con solo mirarte, que los huevos me duelen cada vez que te veo, que la pija se me pone de caballo queriendo entrar en tu culito. -me besaba la espalda mientras hablaba logrando que me retorciera y volviera a caer sentado en sus piernas.

-Eres un chico precioso con un culito que resulta una tentación. -levantó un poco el culo del asiento y se fue bajando con una mano las mallas, de mala manera se iba librando de ellas hasta que salieron por sus pies y las tiró de una patada lejos.

No llevaba ropa interior, me dio la vuelta e hizo que me sentara mirándole, la verga erecta le pasaba el ombligo, me sujetó de las nalgas y aplastó su polla con la mía uniéndonos por el pecho. Me besó un instante los labios y se separó para mirarme.

-Bésame tu. -fue una imperiosa orden que no desobedecí y uní mis labios a los suyos, me exigió apretando con la lengua que los abriera y le dejara entrar. Sentía su beso húmedo y a su lengua buscando la mía impaciente de que se la acariciara, con las manos atrapaba mis glúteos y los empujaba hacia él, llegaba con la punta de los dedos a mi ano y sus uñas me lo arañaban.

Tenía la verga muy dura pegada a la suya mucho más grande, y aquella parte de nuestro cuerpos echaban fuego, le abracé el cuello y le revolvía el cabello. La dureza de su vega me apretaba la tipa haciéndome sentirla hasta causarme daño.

-¡Ahh! ¡Ahh! ¡Ahh! Ian, tu verga, me hace daño.

-Esto no es nada para lo que vas a sentir. -me mordió los labios comiéndolos todos pero aflojó la presión de las manos,

Metió una entre nuestros cuerpos y se cogió la polla, la pasó por debajo de la mía y me la metió entre las nalgas, ahora mi verga quedaba más alta y me sentaba sobre la dureza de su polla encajada en la raja de mis nalgas apretando contra mi ano.

-¡Que rica se siente!

-¿Ahora ya es de tu gusto? Cuando la sientes a la puerta de tu culito te gusta. -se reía sordamente mientras me besaba el pecho y me lamía las tetillas, yo tiraba el cuerpo para atrás, separándolo para que pudiera bajar con la cabeza y que me las chupara.

Sí, ahora me sentía totalmente entregado a aquel hombre delicioso, a aquel macho que me despertaba el deseo apaciguado durante más de una semana. Hacía muchos días que no sentía una verga como ahora en la raja de mi culo, tentación para mi pasión dormida y que ahora despertaba voraz como un asolador incendio.

-Me gusta Ian, me encanta la dureza de tu polla, el tamaño que tiene y quiero que me la metas, deseo entregarte el culo como tu querías. -dejó salir un sonido que sería una risa sin dejar de chuparme una tetita.

Después de unos minutos frotando la verga en mi raja y lamerme hasta cansarse las tetillas, el cuello y la cara, haciéndome sentir su terrible deseo me levantó de sus piernas, tiró en el suelo la toalla que yo llevaba y me tumbo de espaldas sobre ella.

Estiré los brazos en una llamada muda para que viniera a cubrirme y se tendió sobre mi abrazándole la cintura con mis piernas.

-Fóllame Ian, démela ya por el culo. -me sonreía como un diablo pudiera sonríe a su presa tentada por el pecado.

-Quiero probarte el culito con la boca precioso, degustar el manjar que ocultas.

-Vas a hacer que me vaya Ian, me tienes calentísimo.

-No importa, tu córrete cuando te apetezca, yo voy a comerte el culito.

Me levantó las piernas por encima de la cabeza, literalmente doblándome el cuerpo como un libro, y metió la cara entre mis piernas.

-¡Ahh! ¡Ohhh! Sí, tu lengua sabe rica. -lamía y chupaba con fuerza queriendo comerse los jugos que mi ano secretaba.

-¡Ummm! mi culito deseado. -sorbía como un puerco en una charca, me tiraba saliva en el ano y luego se la comía llevándosela con la lengua.

Así me estuvo comiendo el culo unos minutos, lamiendo, mojándolo y absorbiendo, gruñendo de vez en cuando con palabras ininteligibles. Me daban escalofríos de gusto y los dedos de los pies se me contraían.

Volvió a tumbarse sobre mi y me besaba la boca.

-He comido y follado muchos culos, pero ninguno como el tuyo, tu eres distinto Ángel.

-Por favor dámela ya. -No había tenido ocasión de tocarla con mis manos, y menos aún de llevármela a la boca, solo la quería, en ese preciso momento, llenándome el lugar que su lengua y boca había preparado para recibirla.

No me dejó que bajara las piernas, me las sujetó con el antebrazo y su verga supo encontrar el camino correcto hasta fijarse en la entrada de mi culo.

Me miró directamente a los ojos empujando lentamente, sabía que estaba bien apuntalada en la entrada, dirigida por mi hoyito a la diana circular y estriada de mi ano.

Y de repente, sin esperarlo, de un golpe seco me introdujo más de la mitad de su carne dura, grite dolorido por el bestial empuje. Se inclinó para hablarme rozándose nuestros labios.

-No hay placer sin dolor muchachito. -no había sido para tanto, pero al enderezarse, de un segundo golpe tenía todo aquel pedazo de pija dentro de mi cuerpo. Y sin detenerse comenzó a bombearme el culo con su dura verga.

Fueron unos momentos dolorosos hasta que ralentizó el ritmo haciéndolo más lento y acompasado, cerré el ano para atraparle la verga abrazándosela en el calor de mi vientre, y el placer me envolvía rescatándome del dolor inicial de la brutal metida. Dejó de bombearme el culo para bajar la cabeza y besarme la boca ansiosa de sus labios.

-Lo de antes ha sido un castigo por rechazarme al principio. -pensé que era un cabronazo vengativo, pero me había conquistado los sentidos y no importaba lo de antes, solo el momento sublime de que me follara el culo con esas ganas locas, de macho joven deseando poblar el mundo de retoños que salieran de sus huevos.

-Fóllame el culo Ian, haz que otras veces te obedezca, que quiera ser tuyo y pertenecerte. -el vendaval de lujuria le sobrepasaba dándome duro con la verga, la polla que ya venía necesitando, verga de un un buen macho y sabio maestro del sexo.

-¡Toma, toma, toma verga! -soltó mis piernas que cayeron en sus hombros, y se apoyaba con las manos en el suelo para elevarse y dejarse caer enterrándome la carne caliente, prieta y dura en mi culo hambriento de verga.

-¡Ayyy! que rico Ian, que rica verga me metes, dame, sí, dame tu polla dura, rómpeme el cuelo, hazte tu esclavo, tu mujer, se mi macho.

Y aquel muchacho, de mi edad o parecida, aguerrido y dotado de tan tremenda herramienta, perforaba mi culo con unas ganas locas de demostrarme su poder y su hombría.

-Toma nene, toma la verga de tu macho, toma su leche que viene, que llega.

¡Oh! sí, si Ian. -quería que me llenara, que me dejara el culo lleno, que me lo fecundara con su potente simiente de macho joven, con esos huevos llenos que ahora recibiría agradecido en mi vientre.

-Me corro, me voy, me llega, te voy a preñar, eres mi hembra. -gritaba a la vez que sus estocadas eran más certeras al golpear mis entrañas que le apretaban la verga, para ordeñársela y que me dejara preñada la tripa.

-Dámelos, dame tus hijos, lléname de leche Ian. -apretaba muy fuerte mis piernas y siento como corría la leche deseando salir de mis huevos.

-¡Ohh! Si, sí, me corro Ian que bien me follas. -el semen comenzó a brotar de mi pene.

-Ya, ya, ya me sale. -no había terminado de vaciarme cuando sentí su potente entrada quedando clavado en mi cuerpo y convulsionar estremecido al eyacular su abundante esperma.

Quedé rendido y agotado debajo de él, ahogado por el peso muerto de su cuerpo, pasaron un par de minutos y continuaba clavado en mi, su verga no perdía la dureza del principio, parecía que se había quedado dormido y solo escuchaba su fuerte respiración.

-Ian, Ian, Ian, sácala ya, tenemos que ducharnos. -entonces, sin pronunciar palabras, saco la verga de un tirón, continuaba muy dura y potente y sentí que arrastraba con ella mi intestino. Me sujeto de la mano y anduvo delante de mi hacia las duchas, su leche salía de mi culo deslizándose por mis piernas e iba quedando en el suelo como muestra de su potente virilidad.

Llegamos a las duchas y abrió el grifo del agua caliente, al principio la notaba fría, Ian seguía abrazándome por atrás con la verga entre mis nalgas y me colocó la mano en la nuca haciéndome que me inclinara corcoveando, formado un arco con el cuerpo.

-Yo no he terminado aún. -me golpeó con el pie para que me abriera de piernas, y de una fuerte estocada volvió a ocupar con la verga el lugar que había dejado vacío un momento antes. Solté un gruñido de queja.

-¿Qué haces Ian?

-Volver a follarte el culo. -entraba y salía de mi ano a mucha velocidad, dándome largas estocadas enterrando toda su potente verga en mi cuerpo y decidí dejarme hacer para que se volviera a correr y terminara satisfecho.

Me movía de un lugar a otro y con sus empujones terminó por encerrarme contra la pared, allí me sostuve colocando los brazos para resistir su fuerza.

-¡Qué culito más hermoso! Lo tienes muy caliente, ahora si que te dejaré mis hijos en tu coño. -no cesaba de pronunciar palabras malsonantes pero que me encandilaban y aumentaban mi calentura.

Volví a gozar de su fabulosa cogida y a sentir en esa posición lo profundo que metía su verga cuando me dio un tremendo empujón aplastándome contra la pared.

-¡Wooooow, toma tu leche, te voy a llenar el culo. -y por segunda vez derramo su semen en mi culo. Me estuvo montando un minuto más gozando mientras se vaciaba los huevos y me retiro la verga, aún continuaba dura y me temí que quisiera un tercer asalto que yo no podría aguantar, además recordé que Damián me estaba esperando y empezaría a ponerse nervioso por mi tardanza.

Antes de soltar su abrazo me hizo que girara la cabeza y me dio un fuerte beso en los labios, luego me mordió el lóbulo de la oreja pasando la lengua por el pendiente.

-Bonitos pendientes, yo te compraré unos mejores que estos cuando me sobre el dinero. -comenzó a reír como si estuviera demente y hubiera perdido la razón.

Procuré darme la mayor prisa posible y le dejé bajo la ducha para ir a los vestuarios a recoger mis cosas.

-La próxima vez dejaré que te alimentes de mi plátano. -estaba sobándose su ya morcillona verga y acompañaba a su gesto una burlona sonrisa.

Cuando abandoné los vestuarios vi a Guido esperando para entrar en ellos, no me cupo duda de que había estado allí todo el tiempo, para evitar que los de la limpieza interrumpieran la follada que nos dábamos, Ian y yo.

Me despedí de él sin hacer comentarios y bajé corriendo las escaleras, Damian estaba al lado del automóvil, al verme miró a un lado y al otro de la desierta calle en un rápido movimiento, llegué a su lado y le entregué la guitarra para que la metiera en el coche.

-Siento el retraso. -no me respondía y solo me abrió la puerta trasera, el interior del automóvil estaba semi oscuro por los cristales tintados, solamente pude apreciar una sombra y un fuerte golpe en la cabeza.

Seguirá…

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