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Fabiana y el conserje

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Esa tarde de viernes lo último que quería hacer Fabiana era soportar la aburrida clase de Filosofía. Al sonar el timbre, simuló dirigirse al salón de clases, pero siguió su camino por el pasillo hasta el final del mismo, donde una escalera llevaba hasta el primer piso y bajo la misma había un espacio que nadie frecuentaba, sobre todo en hora de clase.

Cuando se aseguró que ya nadie circulaba por allí, se sentó en el primer escalón de la escalera y se puso sus auriculares conectados a su celular, con la idea de escuchar música y esperar que pasara la hora en que sus compañeras en el salón soportaran las andanzas de Sócrates y Platón relatadas por el aburrido profe de Filosofía.

Ella era buena estudiante, pero se había encontrado a veces con ganas de dormir en esas clases y pensaba que los griegos se dedicaban en esa época a hablar de cosas que creían importantes porque en ese momento no había celulares ni internet. Pensó que si Sócrates hubiera tenido un celular nunca hubiera sido tan conocido, solo un griego más hablando por celular con otro griego o con alguien en otro país. Le pareció divertido su pensamiento y se puso ahora de lleno a usar su celular, sentada en la escalera y feliz de haberse hecho la rabona, aunque técnicamente no era una rabona propiamente dicha porque ella se encontraba dentro del colegio. Solo una fuga, una escapada a esa aburrida clase.

En el piso superior, el conserje salía de su oficina y se disponía a ir a la planta baja cuando al llegar a la escalera vio, sentada al pie de la misma, a una alumna usando su celular muy entretenida y seguramente por tener puestos auriculares no se percató de su presencia. El conserje, un hombre mayor de 60 años que esperaba su pronta jubilación, reconoció a la chica. Su figura le resulto conocida, una rubia alta de buen físico, de las del último año, en las que el reparaba siempre por lo audaz que llevaban su uniforme escolar, faldas que siempre mostraban hermosas piernas y suculentos traseros. La visión de colegialas con esbeltos cuerpos y caras bonitas representaban una de las pocas recompensas al trabajo que tenía el viejo conserje.

Bajo la escalera casi sin hacer ruido, aunque la chica parecía estar totalmente concentrada en su celular y no lo oyó hasta que llego al pie de la escalera y miro a la chica con seriedad y reproche. Fabiana se sobresaltó, se levantó y trato de sacarse rápidamente los auriculares y esconder su celular, aunque le pareció inútil porque el hombre ya lo había visto. No podía articular palabra, no sabía que decir y solo atino a quedarse parada frente al conserje bajando la mirada.

El hombre le dijo, mostrando autoridad "Señorita, en horario de clase usando su celular, sabe que no está permitido, me va a acompañar a la Dirección".

A Fabiana le dio un vuelco el estómago, no esperaba esa situación, sabía que podían sancionarla y se enterarían en su casa y la reacción de sus padres no iba a ser muy tolerante. Se le vino de golpe el mundo abajo, solo atino a tartamudear "Me sen... sentí mal y... no pu... pude ir a la cla... clase".

El hombre le dijo "Eso explíqueselo al Director, venga conmigo" y se dispuso a seguir por el pasillo. Fabiana se quedó paralizada, dijo casi sollozando "Por favor, no lo voy a hacer más, por favor".

El conserje se detuvo, impresionado por la fragilidad de esa rubia y la miro de arriba abajo. Sus ojos brillaron al ver las piernas bronceadas de la chica, su pollera era corta por la mitad de sus deliciosos muslos al subir su mirada descubrió unos pechos muy desarrollados para la edad que podría tener la espigada colegiala, de 18 años y por último la miro en la cara, una carita angelical, mejillas enrojecidas por la situación, unos ojos azules que suplicaban clemencia y su larga cabellera rubia lo dejaron embobado unos segundos, al cabo de los cuales percibió que su miembro se empezaba a endurecer.

"Lo que Ud. hizo es muy serio, no alcanza que diga que no lo va a hacer más" dijo mientras sus ojos ahora no podían despegarse de los pechos de la joven.

Fabiana percibió la caliente mirada del viejo conserje, pensó que quizás tuviese una oportunidad, aunque le parecía repulsivo y su mirada la recorría como desnudándola, su chance era tratar de convencerlo de algún modo. "No me lleve a la Dirección, por favor, sea bueno" esta última parte de la frase Fabiana la dijo con voz aniñada, mirando el suelo y exagerando su desesperación.

El conserje se dio cuenta lo caliente que se estaba poniendo y le dijo "Esta bien, vamos a mi despacho y ahí vemos que resolvemos" Se dirigió ahora desandando el camino hacia la escalera y espero que la chica se acercara- Fabiana supo que el viejo iba a abusar de ella, lo adivino al instante pero su alternativa era soportar unos manoseos (la ingenuidad de Fabiana la llevo a pensar que el caliente viejo solo quería manosearla) o ir a la Dirección con todas las consecuencias que traería. Se resolvió de inmediato y se dirigió a la escalera comenzando a subir por delante del viejo, que subió tras ella sin perderse detalle de las impresionantes piernas y el vaivén de sus nalgas. En este momento el conserje sentía que su miembro estaba bien duro y su roce con el pantalón le molestaba.

Llegaron al despacho y el hombre cerro con llave la puerta. Fabiana percibió este detalle y confirmo su presunción, el viejo iba a manosearla, pero si con eso evitaba el mal trago de ir a la Dirección, iba a tolerarlo.

Fabiana no era ingenua ni inocente, ya a su edad había tenido relaciones sexuales y encontraba que más que con jóvenes de su edad, que eran los que más la acosaban, ella prefería los hombres maduros. Se interesaba más en los padres de sus amigas o señores mayores que en jóvenes superficiales y poco expedientes. Sin embargo, este señor maduro del conserje no la atraía para nada, su aspecto más bien le generaba rechazo. Andaba siempre como acechando a las chicas más grandes del último año como ella, sus ojos acuosos no perdían detalle de las cortas polleras y los escotes de las colegialas y había comprobado cómo le miraba el culo y las piernas cuando subían la escalera.

En el despacho del conserje solo había un gran escritorio, unas sillas y un aparador recostado contra una pared. El viejo conserje tomo por un brazo a Fabiana y la llevo contra una pared. Le dijo con voz grave "Se dio cuenta que lo que hizo es serio?" "Si, pero no lo voy a hacer más, sea bueno" dijo la joven, con voz nuevamente aniñada. "Si yo soy bueno, a cambio vos tenés que ser buena" dijo el viejo mientras su mano acariciaba el brazo de la chica. Fabiana dijo "Que quiere que haga? "No hagas nada, déjame a mi hacer todo" dijo el conserje, su voz ya cambiada por la lujuria de tener frente a él esa impresionante nena dispuesta a dejar que le hiciera lo que quisiera.

Fabiana se resignó y se apoyó contra la pared. El viejo abusador comenzó por aflojarle la corbata colegial haciéndola a un lado y luego a desprender los botones de la blusa de la chica, hasta que desprendió todos y asomaron los perfectos pechos de la colegiala, duros, parados, sin ayuda de sostén, de un tamaño que hizo aparecer un hilillo de baba por la comisura de la boca al viejo conserje. Pensaba como era posible que una chica delgada, de cuerpo armónico y curvilíneo como esa pendeja podía tener unas tetas tan grandes La boca del viejo se inundaba de saliva, sus manos se dirigieron imparables hacia esas masas de carne deliciosa, palpando su suavidad y sedosa consistencia. La cara del conserje se había transfigurado en una mueca de lujuria, sus ojos abiertos como platos viendo como sus manos se apropiaban de esos maduros melones. Fabiana soportaba estoicamente sus manoseos, pero de a poco la calentura del viejo la iba contagiando. Cuando las rasposas manos apretaban sus tetas sin descanso empezó a experimentar ciertas sensaciones placenteras, aumentadas cuando los pulgares del viejo empezaron a apretarle sus pezones, al principio con brutalidad pero luego más despacio, haciendo que de a poco se endurecieran.

El viejo pervertido notaba que su erección era monumental, se apretó contra la chica aplastándola contra la pared sin dejar de manosear sus pechos y busco besar y lamer la cara de Fabiana, la chica alcanzo a girarse evitando que la besara en la boca pero la lengua del viejo la lamio en sus mejillas y luego en el cuello, aspirando el fresco aroma de la chica, enloqueciéndolo cada vez más. Le metió la lengua en la oreja y Fabiana experimento una corriente placentera inesperada mientras sus pechos eran continuamente sobados, sin descanso el viejo parecía estar enloquecido con sus tetas y bajando su cara por el cuello alcanzo un pecho y lo lamio con satisfacción, emitiendo pequeños sonidos guturales hasta que se metió un pezón en la boca y chupo fuertemente. La chica se quejó por este trato brutal y el viejo siguió lamiendo y chupando hasta llegar al otro pezón al que lamio y chupo golosamente.

Habían pasado ya largos minutos de manoseo y lamidos en sus tetas y el viejo no parecía querer abandonar tan delicioso contacto, Fabiana sentía que toda esa excitación la había llevado a sentir una cálida humedad entre sus piernas y que involuntariamente cuando el viejo lamia sus pechos se le escapaban pequeños suspiros. Simultáneamente el hombre se frotaba contra las caderas y muslos de la chica, haciéndole sentir toda la dureza de su miembro-

El conserje decidió que era momento de seguir disfrutando de esa colegiala y otras partes de su fabuloso cuerpo Puso sus manos en los bordes de la pollera y tiro hacia arriba hasta llevar la corta pollerita a la altura de la cintura. Luego poso sus dos manos sobre los costados de los muslos, sintiendo su sedosa suavidad y firmeza y los acaricio de arriba abajo y por los costados, cada vez más urgido por cogerse esa preciosura.

Se inclinó sobre la chica acariciándole las piernas y empezó a lamerle un muslo mientras la acariciaba. Sus lamidos subieron hasta la entrepierna de la chica, vio que la bombachita estaba a su alcance y empezó a lamer por encima de la tela notando que estaba húmeda, hundió su lengua sobre la tela que cubría la conchita de la chica y se dio cuenta que a chica reaccionaba a sus lamidos gimiendo quedamente-

Volvió a erguirse sobre la chica, puso su pollerita bien alta sobre la cintura y luego tomando su bombachita por los costados la bajo hasta sacársela por los tobillos.

Fabiana estaba muy excitada, se dio cuenta que iba a pasar algo más que unos manoseos, el viejo iba a cogerla y ella no se iba a poder resistir, más bien lo estaba deseando. Vio con ojos desmesurados como el viejo se bajaba la cremallera del pantalón y sacaba su miembro erguido, su glande brillante por la humedad del juego previo. Sin muchos miramientos el conserje tomo un muslo de Fabiana por detrás y lo levanto del suelo extendiendo la pierna de la chica hacia un costado, con lo cual quedo apoyada sobre el suelo con una sola pierna y su sexo expuesto. El viejo tomo su pene con la otra mano, lo dirigió hacia la conchita de la chica y la penetro con una fuerte embestida. Fabiana gimió ante la brutalidad de la penetración, no estaba todavía húmeda del todo y sintió dolor que de a poco mientras el viejo se movía, iba disminuyendo, el conserje empujaba y cada vez más penetraba a la colegiala hasta sentir todo su miembro dentro de la chica. Solo espero unos segundos hasta que empezó un mete y saca lento que fue intensificando hasta llegar a moverse más rápido mientras la chica acompañaba sus empujes y gemía ahora de placer al sentir su conchita llena, asombrada por la vitalidad y energía de su amante. El conserje aplastaba con su peso contra la pared a la chica, el placer que sentía al cogerse esa conchita apretada y joven, una delicia cogerse una colegiala de 18 años, disfrutaba al máximo del momento, no quería que acabara pero su excitación ya era inaguantable y por más que quería prolongar su eyaculación no pudo reprimir el momento en que en una embestida se vacío dentro de la colegiala, mientras emitía un largo suspiro de placer.

Estuvo todavía unos instantes apretando a la chica contra la pared, hasta que su pene perdió rigidez, bajo la pierna de la chica y se separó de ella, notando como corría por el muslo de la colegiala un hilillo de semen de la buena cantidad que había depositado en su vagina.

Tomo unas servilletas del escritorio y limpio las piernas de la chica, que permanecía como sorprendida y sin reacción.

Le acomodo la pollera (se guardó como recuerdo su bombachita), la ayudo a abotonarse su blusa y la acompaño a la puerta, la despidió diciéndole que por esta vez estaba perdonada. Fabiana bajaba la escalera para ir a su salón de clase como en un limbo, mientras pensaba que técnicamente no había sido violada porque ella se lo había permitido, pero igual sentía que había sido abusada. Sobre todo porque ella no había tenido ningún orgasmo. Tuvo que esperar a volver a su casa para en la intimidad de su dormitorio, mientras repasaba todo lo que le había hecho ese viejo abusador, se masturbaba hasta llegar a un gigantesco orgasmo.

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