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La historia de Ángel, solo era un muchacho (42)

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Había entrado en una crisis nerviosa, y sin poder respirar el móvil se me escapó de las manos y me tambaleé, Pablo se acercó con rapidez sosteniéndome de la cintura, recogió el móvil del suelo a le vez que me llevaba hacia la cama.

Le escuchaba hablar con Alberto mientras sentía que me ahogaba y que el aire no llegaba a mis pulmones.

-¡Alberto, dime lo que sucede!… -gritó a través del teléfono, estuvo unos instantes escuchando.

-No te preocupes, has hecho bien en llamar, estoy a su lado y tengo que atenderle, te llamaremos después. -me tendió en la cama y me cubrió con el edredón, se tumbó a mi lado manteniéndome abrazado para darme calor.

-¡Tranquilo mí amor!, ya ha pasado todo y estas seguro. -durante algún segundo perdí el conocimiento pero le tenía a él que me mantenía entre sus brazos sin permitirme mover.

-Mi vida ya no tienes que esconderte, al fin ha pagado sus culpas. -sentía sus palabras, sus caricias para calmarme.

Cuando consiguió tranquilizarme relativamente se levantó, quise agarrarle para no sentirme solo.

-No me marcho, voy a hacer unas llamadas para ver si averiguo algo. -le escuchaba muy lejano y lentamente fui tomando consciencia real de lo que había ocurrido.

Damian había muerto y ya no representaba un peligro para mi, no me importaban las causas, el como ni el lugar, solamente que empezaba a asimilar que por fin era libre y no tenía que seguir escondido ni sentirme amenazado.

A pesar de todo me estremecía el recuerdo de aquellos días pasados, cuando era prisionero de mis secuestradores y el terror que sentía en aquellos momentos angustiosos, se me empañaron los ojos y las lágrimas, por una vez, resultaban un consuelo.

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El inspector Gutiérrez estiró los brazos y se hizo para atrás estirándose en el sillón tras su mesa de despacho. Había sido una laboriosa jornada de trabajo: Un crimen de violencia doméstica acompañado del suicidio del asesino y los tramites para el levantamiento del cadáver que unos niños habían encontrado a la orilla del río le habían tenido cada minuto del largo día ocupado.

Ahora se disponía a volver a su casa, para descansar y proponer a los dos chicos el salir alguno de estos días de fiesta, si les apetecía; todo el mundo intentaba disfrutar al aire libre el tiempo primaveral que animaba a realizar actividades lúdicas en campo o playa.

Salir a la pequeña cabaña del monte para hacer ejercicio caminando o bien para pescar. Sabía que seguramente la propuesta no sería del agrado de Fulvio que preferiría estar con sus amigos. Su deber era intentarlo para sacarles del ambiente callejero, aunque el pequeño oriental Enlai no le preocupaba en ese sentido, su hijo era diferente y más problemático.

La puerta de su despacho se abrió sin que hubiera una llamada previa y la subinspectora Alvarado avanzó sin cerrarla a sus espaldas. Gutiérrez elevó la mirada para encontrarse una cara sonriente y se le ocurrió que, al menos, no traía malas noticias.

-¡Al fin una preocupación menos para resolver! -el inspector enarcó las cejas apremiándola a que hablara.

-¿Recuerdas el secuestro de aquel muchacho relacionado con Martínez de Arceniega? -lo recordaba y a veces también se había sentido frustrado al no haber podido localizar al causante principal del secuestro, también por las llamadas que recibía de su superior preguntando por el caso.

No habló y esperó pacientemente a que su ayudante se explicara.

-Ha reaparecido en un rutinario control de carretera… -le fue poniendo al corriente de los detalles que con prontitud habían comunicado.

-En su coche han encontrado información sobre nuestro caso y el cuerpo lo han trasladado al depósito para analizarlo. Han pedido que vayamos para recoger la información que nos compete, avisaron antes a los de narcóticos al localizar cantidad de droga oculta en el auto.

Pasaron la blanca puerta hasta el frío recinto que contenía los cuerpos sin vida, en espera para las autopsias y análisis clínicos, antes de que fueran retirados y entregados a sus familiares.

El cuerpo desnudo mostraba tres impactos de bala, cerraron la cremallera de la bolsa en que estaba metido y los carriles del cajón traquetearon terminando con un suave y metálico chasquido al cerrarse.

Les hicieron entrega de un voluminoso sobre y volvieron a la central de policía. Había anochecido pero vaciaron el contenido para echarle un primer vistazo, ya estudiarían el detalle más tarde para cumplir con el preceptivo y rutinario informe.

Un minucioso y detallado plan para volver a secuestrar al joven estaba perfectamente explicado, en dos hojas de papel blanco algo sucio y arrugado. Multitud de fotografías recopiladas de distintos medios, periódicos y revistas entre las que, en algunas, aparecía la imagen de aquel bellísimo joven al que pudieron rescatar, por suerte, con vida.

Gutiérrez pensó en comunicárselo a su jefe, y después a aquel prohombre de la ciudad que lo tenía en su casa como sobrino suyo. No pudo hacer lo primero, su jefe había marchado de vacaciones y no había forma de localizarle hasta la mañana siguiente. Resolvió que era mejor dejarlo e informar siguiendo el protocolo adecuado, total lo importante era que aquel chico ya no corría peligro alguno.

Pensó desilusionado que los planes hechos hacía escasas horas los tendría que retrasar, al menos hasta que ese informe hubiera sido comunicado, sabía que tenía que tener contento a su jefe para que su próximo ascenso no se retrasara.

Llegó a su casa y al abrir la puerta el menudo cuerpo del muchacho se le prendió del cuello y buscó ansioso sus labios. los delgados brazos le apretaban y la ansiedad de su deseo hizo que abriera la boca para recibir la dulce lengua del chico.

-Ya vale Enlai deja que me siente y descanse. -tuvo que llevarle abrazado y en el aire hasta la sala, esos eran los mejores momentos, cuando llegaba a su casa para recibir el cariño y amor de aquel chico, joven como su hijo, con apariencia de niño y con sus rasgos asiáticos delicados, que tanto le apetecía mirar y pasarle las manos acariciando su piel de melocotón en sazón.

-Hoy llegas más tarde.

-Es el trabajo…, ¿y Fulvio? -se sentó en su butaca preferida y observó el menudo cuerpo arrodillado a sus pies quitándole los zapatos.

-Salió con los amigos, seguramente volverá tarde, mañana tiene el día libre.

-¿Y tu? Tienes que salir más, eres joven y tienes que divertirte, no todo consiste en estudiar y trabajar. -el chico elevó la cara y le sonrió.

-Prefiero esperarte y atenderte. -el hombre le sujetó de los sobacos y le sentó sobre sus piernas, ahora le besó la boca arrancando un gemido del joven oriental que se le perdió en el jadeo que siguió. Estuvo unas minutos besándole y acariciando aquella piel nacarada y suave, no se cansaba de sentirla y la deseaba con ganas impropias.

A su edad se había enamorado locamente, de aquel ser que aparentaba indefensa y se le entregaba como un esclavo para lo que él quisiera. A su edad metido en aquel lío, lo impensable seis meses atrás había sucedido.

Ya no era el amante de Fulvio, ahora lo era suyo, había dejado de estar en su cama para meterse definitivamente en la suya con el beneplácito de su hijo.

El chico se levantó y marchó a la cocina, al cabo de unos minutos volvía con un vaso y una bebida blanca donde navegaban dos cubitos de hielo en una mano, en la otra portaba un platito de frutos secos. Gutiérrez abrió los ojos y le dirigió una sonrisa tierna.

-¿Quieres que te prepare la cena?

-Siéntate a mi lado y pon el canal de las noticias, quiero ver lo que sucede en el mundo. -se apartó para hacer sitio al exiguo cuerpo del muchacho y le pasó un brazo por los hombros atrayéndole hacia él.

Lo que se temía que sucediera se presentó diez minutos más tarde en: “Noticias de la noche”. Después de enumerar los incidentes habidos en la operación salida al fin apareció lo que esperaba: En un control de carreteras había surgido un incidente que terminó en un tiroteo y, como consecuencia, se produjo la muerte de un buscado maleante. Afortunadamente no había otros heridos. La policía había reaccionado como era de esperar, ante la amenaza latente que representaba el arma que portaba el delincuente y que había disparado contra un agente, se vio obligada a abatirle.

Después del avance llegó el informe detallado, Gutiérrez se preguntaba en que fuentes conseguían todo la información que daban en las noticias, donde se terminaba el control policial.

Continuó en espera viendo las distintas noticias que iba apareciendo cuando su móvil sonó.

-Comisario Gutiérrez al habla.

-¿….?

-Si señor, tendrá el informe detallado para su vuelta.

-¿….?

-Sí, sí no se preocupe, el señor Martínez de Arceniega será informado a primera hora y lo haré personalmente. -permaneció unos segundos más escuchando y al final se despidió.

-¡Buff! Espero que haya terminado mi día de trabajo, puedes preparar la cena para los dos ya que Fulvio no viene.

Enlai había guardado en el refrigerador los espaguetis que le habían sobrado de la comida y que recogió del restaurante de su madre antes de regresar a la casa, eran más que suficientes para lo que Juan acostumbraba a cenar. colocó el recipientes de cristal en el microondas y lo programó para cuatro minutos, mientras esperaba colocó el mantel y los cubiertos.

-Saben deliciosos. -miraba al chico que le observaba atentamente sentado enfrente de él.

-Los he recogido al mediodía donde mi madre, he ido a verla para hablar y ha aprovechado para darme de comer. -miró dubitativo al hombre.

-Se que no te gusta escucharlo, pero ha vuelto a pedirme que te agradezca lo que hacéis por mi. -el policía sujetó con fuerza la mano que el chico tenía sobre la mesa.

Recogieron los platos y volvieron a la sala, antes Gutiérrez había pasado por el baño y su habitación, se había lavado los dientes y cambiado de ropa colocándose su pija, preparado para irse a la cama cuando se cansaran de ver televisión.

Esperó hasta que el muchacho hizo su aparición y se sentó a su lado. Le acogió como cuando llegó abrazándolo por los hombros, le notaba tan delicado que tenía miedo de apretarle demasiado y romperlo. El chico se recostó abrazando la cintura del hombre y apoyó la cabeza ladeada sobre sus fuertes muslos a la vez que ronroneaba como un pequeño gatito.

La carita del chico sobre el incipiente bulto de su pantalón de dormir le hizo sentir un tremendo e irresistible deseo de tenerlo, sentía como le palpitaba la polla creciendo sin cesar hasta que el muchacho colocó su boquita sobre ella haciéndole notar el calor del aliento.

Apagó el televisor y cogió al chico en sus brazos acunándolo, se puso en pie y avanzó hacia la habitación.

-¿Ya vamos a la camita papi? -las palabras de Enlai y dichas con ese tono infantil que empleaba cuando se volvía mimoso le excitó aún más de lo que ya estaba.

-Si precioso, pero no vamos a dormir en un rato. -el chico le rodeó el cuello con los delgados brazos y besó la comisura de la carnosa boca del mayor.

-Te quiero papi. -el robusto cuerpo se estremeció, y elevó la carga que llevaba para besarle con fuerza en la boca.

Le depositó cuidadosamente sobre la cama y le quitó la delgada ropa que llevaba puesta, lo miró viendo en él una delicada estatua de marfileño mármol a punto de ser rota, utilizada y gozada hasta el frenesí.

Rápidamente se quitó su ropa y se tedió a su lado. Enlai se giró para mirarle y colocó una pierna sobre las suyas y dirigió la pequeña mano para cogerle la verga, no podía abarcar el grosor de aquel falo caliente y ya duro hasta reventar.

-Me gusta papi, hoy esta muy grande. -el chico se inclinó sobre ella y empezó a darle besos empezando en la punta del capullo y terminando en los huevos, se mojaba los rosados labios con la punta de la lengua hasta que se le volvían a secar, lo hacía con lentitud gozando y disfrutando del momento, de aquella verga grandiosa que le encantaba y que mimaba goloso.

El hombre le acariciaba la espalda temblando algunas veces cuando el muchacho mordía delicadamente el gordo tronco para luego lamerlo. Logró llegar con una mano hasta las nalgas de chico y las acariciaba apretándolas, a veces amasándolas.

La tensión sexual iba en aumento y a veces, sin poderlo evitar, elevaba el culo buscando con la verga un agujero imaginario en el aire donde poder introducir su garrote de carne.

Masajeó la tierna entrada del muchacho y empezó a meterle un dedo, el culito de Enlai no se resistió y le dejó que entrara hasta el fondo, solo emitió un sofocado y placentero lamento al sentirse invadido.

-Me gusta papi, me gusta mucho. -él no dejaba de succionarle la verga cogiéndola por el tronco con los labios y bajando hasta los testículos, evitaba tocar el glande para que su macho no se excitara demasiado y todo terminara.

Continuaron jugando hasta que Juan Gutiérrez tuvo tres dedos, que entraron sin dificultad, dentro del ano del chico y este ya lamía los lujos seminales que chorreaban de la verga del mayor.

-Ven, necesito meterla ya en tu culito. -el chico saltó como una lagartija y se colocó a horcajadas sentado sobre el peludo vientre del macho empezando a refregarse su delicado pecho sobre el del otro, duro cubierto de vellos.

-Papi, me gusta, me gustas mucho, dame ya por el culo, méteme la verga papi. -ronroneaba mimoso tirando el cuerpo hacia atrás para sentir la poderosa verga rozándole el ano.

-¡Oh papi! dame la verga, la siento calentita, mi culito la quiere papi. -el chico se comportaba como una verdadera putita deseosa de verga, loco por que su macho le tuviera enganchado con la verga dentro de él.

Se contorsionó sentándose y le agarró la polla dirigiéndola a su ojete que espera ser penetrado. Gutiérrez le sujetó por las caderas y le elevó en el aire, las piernas del muchacho estaban muy abiertas dejando expedita la entrada de su culo y seguía sujetándole la verga manteniéndola enfilada a su ano. Con lentitud premeditada lo fue bajando hasta que el enorme glande contactó con el ano, un poco más y el ano cedió dándose por vencido.

-¡Ayyyy! Papi, que rica sabe. -el chico agitaba las piernas para conseguir que Juan le fuera soltando y dejarle que se fuera empalando la enorme verga hasta que la tuvo toda ella en su pequeño cuerpo.

Se quedó un momento estático sentado sobre la polla, relamiéndose los labios. Sus rasgados ojos se cerraban como si estuviera en éxtasis hasta que empezó a moverse adaptando el monstruoso pene en su pequeño intestino.

El policía le miraba hacer sintiendo todo el inmenso placer que aquel diablillo le daba hasta que se inclino y empezó a subir y bajar sobre el émbolo bien engrasado de su pene.

-Eres divino pequeño, el mejor de todos. -volvió a sujetarle, ahora de la cintura y le subía y bajaba ayudando al chaval para que se la clavara hasta el fondo.

-¡Ohhh! Si…, papi tu verga es deliciosa, me penetra muy al fondo papi, quiero tu leche papito, sí… ¡Ayyy! ¡Ayyy! ¡Ayyy!, que rico sabe. - cada vez el movimiento se hacía más rápido, más brutal, sin contenciones, pero necesitaba más y el macho semental le sujeto apretándole contra si, se dio la vuelta teniendo la verga encajada hasta los huevos en el chico y le colocó de espaldas con las piernas en sus hombros.

-Te voy a romper pequeño. -le miró y como un juego se sonreían dichosos y plenos de lujuria.

-¡Hazlo papito! No tengas compasión de mi. -la follada se hacía cada vez mas violenta, la verga salía del cuerpo hasta el glande y volvía a penetrar con fuerza arrastrando todo a su paso.

-¡Papi, me voy a correr papi! Dame el semen papi, ¡ayyy! dámelo ya. -el muchacho se contrajo como si fuera un resorte acerado y curvó el cuerpo hasta lo imposible soportándose sobre la espalda, elevando el culo buscando más verga para su cuerpecito.

El mayor rugía apretando con fuerza para domarle, y lo aplastaba contra la cama con su peso vaciándose los huevos mientras el muchacho temblaba.

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Se estaba vistiendo después del baño cuando repiqueteó el teléfono interno. Antes de que él hablara escuchó la voz de Tomás, su fiel servidor y mayordomo.

-Está aquí el inspector Gutiérrez señor, dice que es urgente que le reciba.

Inexplicablemente Eduardo no se había enterado aún de los últimos acontecimientos, la noche anterior, cansado por la sesión de masaje que Nestor le había aplicado, consumido por las medicinas que tomaba, se había retirado a su habitación sin escuchar las noticias de la televisión.

Escuchó atentamente las minuciosas explicaciones que el inspector le daba y al fin suspiró aliviado, sobre todo por el desenlace favorable que había resultado.

-Gracias inspector, ha sido un trabajo bien llevado, espero y deseo que sus superiores lo sepan valorar y se lo tengan en cuenta. Sinceramente le diré que se estaba prolongando demasiado, ya se que no es culpa de ustedes, pero lo importante es que todo está resulto y mi sobrino no tiene ahora nada que temer y puede regresar a casa.

Gutiérrez se había levantado de su sillón para despedirse, contento con las palabras que había escuchado del señor Martínez de Arceniega, ahora no le cabía duda de que su ascenso tan esperado le llegaría en breve.

En ese momento se escuchó la llamada de un móvil, aquel hombre que ahora aparentaba tener varios años más que hacía unos meses, le indicó con la mano que esperara y abrió su móvil, escuchó lo que su interlocutor le hablaba y le vio esbozar una sonrisa de satisfacción.

-Tranquilo Pablo, me he enterado hace unos minutos y no he tenido tiempo de comunicarme on vosotros, estoy ahora con el responsable policial y me asegura que todo está resulto. -continuó atendiendo lo que al otro lado le hablaban y que él no conseguía escuchar.

-Pasadlo bien y saluda al pequeño.

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Cuando Pablo terminaba de hablar con Eduardo ya me sentía mas tranquilo, su rostro relajado y hasta sonriente me transmitían, confirmándolo, la sensación de que todo estaba bien, me senté en la cama y miré como se acercaba hasta sentarse a mi lado.

Le miraba rogándole con los ojos que hablara de una vez.

-Ven aquí gatito. -me abrazó pegando su pecho desnudo al mío, la toalla se la había abierto en esa postura y enseñaba toda su perturbadora intimidad.

-Tengo miedo Pablo.

-Olvídate ya de ello, de todo lo malo que te hicieron y no se volverá a repetir. Eduardo estaba con los mandos de la policía, todo concuerda con la noticia que nos ha dado Alberto. Ahora nos vestiremos y bajaremos a desayunar. -me mantuvo entre sus brazos un minuto pasando la mano por mi espalda hasta que me separó de él para prepararnos.

La noticia había corrido como la pólvora, Victoria se levanto de la mesa y se acercó con rapidez para abrazarme, lo mismo hizo don Mateo, no hicieron preguntas, lo importante lo sabían.

Después de desayunar Pablo me pidió que le acompañara a la hacienda de don Ernesto, tenía que hablar con él y que comeríamos allí con ellos y su tío.

-Es mejor que vayas solo, si tenéis que hablar de trabajo estarás más tranquilo. -se me quedó mirando cerrando los ojos y con una interrogación en las cejas.

-¿Qué es lo que te sucede Ángel? ¿Te ha pasado algo desagradable allí?

-No es por nada Pablo, simplemente creo que trabajaréis más tranquilos y sin prisas, siempre imaginas cosas que no han sucedido.

-No imagino, es que siempre rehuyes estar donde se halle Eliseo, como si sintieras aversión hacía él.

-Te equivocas, es una persona simpática, amable y agradable, no me cae tan mal como supones. -su expresión se relajó y se sonrío con picardía.

-Así está mejor, algún día tendremos que convivir a su lado, en familia, mi tío te quiere, me consta, te mira como si fueras hijo suyo. Volveré a buscarte a la tarde, solo espero que no sea aburrido el esperarme.

-Mira Pablo, tengo que ver los regalos de Eduardo, de Ana María, ¿crees que no tengo cosas que hacer? -le dirigí mi mejor sonrisa y le abracé el cuello obligándole a bajar la cabeza y que me besara.

-Vete tranquilo tontito, voy a estar bien esperándote. -iba a salir de la habitación y se volvió de repente.

-Recuerdos de Eduardo y no te olvides de llamarle a Alberto, quedamos en llamarle más tarde.

Permanecí un buen rato sentado, procurando no pensar y sin poder evitarlo. “Vivir como una familia al lado de Eliseo”, no me apetecía nada de nada. “Me quería como si fuera hijo suyo”, la gran mentira que aparentaba delante de su sobrino, de Victoria, él y yo sabíamos lo que deseaba de mi y el amor que me tenía. Sus sucios propósitos que no cuajaron por la intervención de Victoria, sus deseos de convertirme en su puto y compartirme con Marcos, y seguramente en otro momento querría que me entregara a los hombres que el quisiera.

Todo esto sería un capítulo a resolver más adelante, ahora no había caso por el que discutir, después tendríamos que buscar la manera de hacer nuestra vida, ya buscaría la manera de convencerle y ser para él más importante que Eliseo.

Al fin decidí, antes de hacer otras cosas, llamar a Alberto. Solamente había escuchado dos tonos de llamada cuando su voz, exageradamente alta, me restalló en el oido.

-¡Ángel! Lo siento, lamento haberos entretenido, no pensé que Pablo estaría a tu lado. -parecía compungido y triste.

-No seas tonto Alberto, te llamo para agradecerte la llamada, has hecho muy bien. -nos callamos unos segundos, esperando a ver quien hablaba primero.

-¿Y que tal te encuentras?

-Más tranquilo, ya calmado y sereno después del susto.

-Será hijo puta y mal nacido, iba a por ti según los periódicos. -me hizo gracia la ira que reflejaba y me eché a reír.

-Alberto, pareces más enfadado que yo.

-Lo estoy Ángel, le hubiera disparado yo mismo de poder hacerlo, bueno yo, yo.., no quiero que te pase algo malo.

-No me va a pasar nada, Pablo está a mi lado y no hay peligro.

-Claro, me olvidaba de Pablo…, bien espero que lo paséis bien estos días y será mejor que no te llame hasta que estés con tiempo libre. -¿qué le pasaba a ese chico? ¿qué mosca le había picado? Nadie le había dicho que dejara de llamarme.

-No hagas eso Alberto, si puedes llámame, sabes que me gusta que hablemos. -venían a mi memoria los largos días pasados, donde el único que parecía interesarse por mi, sin esperar nada a cambio era él.

-Hoy parto de viaje con mi familia hacia el sur, creo que será mejor esperar a que pasen estos días y luego te llamaré, ahora tu tienes compañía y yo voy a atender a mi gente. Un beso y cuídate.

-Lo mismo para ti Alberto. -cortamos la llamada y me quedé pensativo.

Este chico había cambiado mucho desde que le conocí, y realmente me gustaba, como amigo, como confidente, sin que sugieran problemas sentimentales entre nosotros, un amigo para podernos decir las cosa a la cara…, y además era guapo, atractivo, todo lo tenía bueno, no tanto como Pablo, o Álvaro y hasta el mismo David, pero bien, muy bien, me gustaba hablar y hasta discutir con él, también recordaba su forma de hacerme el amor y como me gusto, en aquellos momentos estaba un poco aturdido para valorar realmente todo lo que me sucedía, era el principio de mi nueva vida en la casa de Eduardo y pasaban muchos hombres por mi vida, pocos habían dejado su huella y uno de ellos era mi querido amigo Alberto.

Seguirá…

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