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Una joven pasa una tarde inolvidable

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María era una chica sudamericana, joven, gordita, su piel era de color canela, su cabello negro y sus ojos color café. Paseaba por un parque cuando se le metió una china en un zapato. Se sentó en un banco para sacarla. En el banco estaba sentado, Pedro, un español de 44 años, de pelo cano, al ver cómo se le subía un poco la falda negra, le dijo:

-Bonitas piernas, nena.

María lo miró, y le dijo:

-¡Váyase a la mierda!

-Para eso tendrías que darte la vuelta y enseñarme el culo.

María, parecía enfadada.

-Lo que le voy a dar de vuelta es un par de hostias.

Quitó la china del zapato y se volvió a calzar. Pedro, le dijo:

-En tus ojos puedo ver que eres una soñadora, muñequita.

-¿Eso puede ver en mis ojos?

-Sí, eso veo

María, se levantó.

-Y yo lo vi venir desde que me puso la vista encima. ¿No le da vergüenza? Seguro que tiene hijas de mi edad.

-Hijas e hijos.

-Y una mujer que lo espera en casa.

-No, estoy separado y...

-¿Y qué?

Pedro, le mintió.

-Y hace tres meses que no follo.

María ya no parecía tan enfadada.

-¿Por qué me dice eso?

-Porque eres un bombón relleno de crema, y esa cremita, la que sale de tu coñito cuando te corres, me gustaría saborearla después de hacerte sexo oral.

A María le estaba gustando lo que oía, pero se hizo la ofendida.

-¡Es usted un asqueroso!

-No me culpes, muñeca estás tan buena que no decirte algo sería un pecado.

María, hizo que se mareaba y se volvió a sentar en el banco, echándose las manos a la cara, le dijo a Pedro:

-No me siento bien.

Pedro se preocupó por ella, sin saber que lo que tenía María eran ganas de guerra.

-A ver si te subió la tensión... ¿Llamo una ambulancia?

-No, enseguida se me pasa.

Puso la cabeza en el hombro de Pedro, y ya lo tuteó.

-¿Vives solo?

-Sí, tengo un pisito cerca de aquí.

María comenzó a mentir cómo una bellaca.

-Es que me echaron del piso por morosa y no tengo a donde ir.

Pedro, era perro viejo, y sabía que esa tarde iba a mojar.

-En mi piso te puedes quedar el tiempo que quieras.

Ahora la voz de María ya era de mimosa.

-¿No abusarás de mí, picarón?

-Nunca le hice a una mujer nada que ella no quisiera que le hiciera.

Poco después se levantaban. Pedro andaba cerca del metro ochenta. La verdad es que buena pareja no hacían.

Más tarde, Pedro, le estaba enseñando el piso.

-... Aquí es donde vas a dormir.

La habitación era amplia, tenía una cama grande con cuatro cojines rojos junto a la almohada, dos mesitas de noche con sendas lámparas, un armario y una coqueta con una silla tapizada delante, un cuadro de pintura abstracta en la pared, sobre la cabecera de la cama, una ventana con cortinas de seda y el piso tenía una carpeta azul.

María, entró, se echó sobre la cama, y sonriendo, puso las cartas al descubierto:

-¿Quieres cobrar el alquiler?

-Quiero, bomboncito.

Pedro fue a la cama, le agarró las muñecas con las manos y la besó con lengua, le besó en el cuello, le metió la lengua en las orejas, le mordió los lóbulos y le soltó las manos para ir desabrochando su blusa blanca, sin dejar de besarla en la boca. Después le quitó el sujetador y vio sus tetas, unas tetas, grandes, duras, redondas, con tremendas areolas oscuras y gordos y tiesos pezones. Se las comió con hambre atrasada mordiendo los peones. Después le quitó la falda negra y las bragas. Besó y lamió su piel color canela desde las tetas al interior de los muslos. Le abrió el coño con dos dedos. Estaba mojado. Lamió un labio, el otro, le metió la lengua en la vagina, le lamió el clítoris... María, se derretía.

-¡Oooo! Sigue, cariño, sigue.

Era su casa, eran sus leyes, Pedro, sacó la polla empalmada. (Un pepino de cuidado) Cogió a María por la cintura, la quitó de la cama, la arrimó a la pared, le acercó el pepino al coñito, y se lo enterró. María, rodeando el cuello de Pedro con sus brazos, lo comió a besos.

Pedro la folló con maestría, la maestría que da la experiencia. Unos minutos más tarde, María, le decía:

-¡Me voy a correr!

Pedro, la echó sobre la cama, la levantó por la cintura con las dos manos. Metió la cabeza entre sus piernas. Metió todo el coño empapado en la boca. Le metió la lengua dentro y se lo folló con ella... Y María, María le dio la cremita de una inmensa corrida mientras gemía y se convulsionaba.

Al acabar de correrse, Pedro, cogió unas esposas en un cajón de la mesita de noche y la esposó a la cabecera de la cama. Se estaba desnudando cuando se oyó una voz femenina que decía:

-¿Estás en casa, Pedro?

-Aquí, Sandra.

Sandra, era una joven de 23 años, morena, de ojos azules, cabello muy corto con tetas medianas y cuerpo de modelo... Era nuera de Pedro.

Al llegar a la habitación y ver lo que se cocía, le preguntó:

-¿Quién es el caramelito, Pedro?

-Eso que importa. ¿Quieres chuparlo?

-Quiero.

Sandra fue junto a María, que le dijo:

-¡No me toques, guarra!

Sandra le cogió la cara con las dos manos, le dio un pico y después la besó con lengua.

-Tu boca sabe a canela, caramelito.

A María le había gustado el beso, tanto le gustara que su coño se abriera y cerrara varias veces mientras Sandra la besaba, pero le gustaba hacer teatro, por eso le dijo:

-¡La tuya sabe a excrementos, cerda!

A Sandra no le gustó lo que le dijo:

-Quítale una esposa, Pedro.

Pedro, le quitó un de las esposas, Sandra, sacó una de sus chanclas de goma, y le dijo:

-¡Ponte a cuatro patas o te dejo las tetas cómo chuletas de ternera.

María era echada para delante.

-¡A mí no me asustas, perra!

Le cayó un chanclazo en una teta.

-¡Plasss!

Le dolió, María miró a Sandra con odio.

-¡Cabrona!

Le dio, suave y de teta en teta.

A María le gustaban los chanclazos (eran cómo caricias rudas), pero quiso saber si le gustaría más lo que le haría al ponerse en la posición del perrito, e hizo que se rendía.

-¡Para! Tú ganas.

Se puso a cuatro patas. Sandra, le dijo a su suegro:

-Pon las manos en la espalda.

Hizo lo que le dijo y le ató las manos por las muñecas con una cinta.

-Cómele el culo, Pedro.

Pedro se metió en la cama y le trabajó el culo... Lamia el coño y después lamía el periné, jugaba con la lengua haciendo círculos en el ojete y después se lo follaba. Sandra le largó a Pedro en las nalgas con aquella chancla azul de goma.

-¡Animaaaal!

La verdad era que al dar con fuerza los chanclazos dolían una cosa mala, pero a Pedro se la ponían más dura. Sandra, disfrutaba.

-¡Te dije el coño, no el culo, maricón!

-Me dijiste el culo, cabrona.

-¡¡Cabrona, yo!!

-¡Plas, plas, plas!

-¡Puuuta!

Sandra, hizo que se endemoniaba.

-¿Puta, yo?

-¡Plas, plas!

-¡Me cago en tooodo!

A Sandra le gustaba mandar y no toleraba que la desobedecieran.

-Cómele el culo cómo es debido o te reviento.

Pedro le folló el ojete con la punta de la lengua. María ya gemía sin ningún pudor. Sandra, le largó a María en las nalgas, y le largó con ganas.

-¡¡Plas, plas!!

-¡¿Ahora quién es la perra?!

María, era algo masoquista.

-¡Tú, guarra!

Sandra, disfrutaba dando y recibiendo, pero ahora le tocaba dar.

-¡Plas, plas!

Al acabar de dar, le cogió la polla a su suegro, se la llevó al ojete de María, y le dijo:

-Métesela, pero suave, no sea que la rompas y se joda el juego.

Pedro jugó con su polla en la entrada del ojete. María fue empujando con el culo, y la polla fue entrando lentamente. Al tenerla dentro, Sandra, le quitó la otra esposa, Pedro, sin quitar la polla del culo, se puso debajo de María, dejando su coño abierto a disposición de Sandra. Sandra metió dos dedos en la boca, los chupó y después se los metió en el coño a María y se lo folló...

-¿Te gusta, caramelito?

María ya estaba negra.

-Sí, y si sigues me corro.

Dicho y hecho, María, sintiendo la polla entrando y saliendo de su culo y los dedos entrando y saliendo de su coño, con los ojos en blanco y temblando, comenzó a correrse, Sandra le quitó los dedos y le lamió el coño para saborear los jugos.

Pedro, al acabar María de correrse, se la quitó del culo y se la metió en el coño. Sandra, le puso su coño en la boca a María, María ya se dejó de teatro, la cogió por la cintura y le comió el coño. Al rato, Sandra, tocándose el clítoris, se corría en la boca de María, Después de beber de ella, María, sacó la polla del coño, y agarrándose a la cabecera de la cama, se lo puso en la boca a Pedro. No tardó en hacer un arco con su cuerpo y llenar la boca de Pedro con jugos de otra inmensa corrida. Pedro bebiendo de ella, se corrió en la boca de su nuera, que se la estaba mamando.

La tarde fue muy larga

Quique.

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