MI AMIGO EDUARDO.
Nota: En la ilustración de mi cuaderno de notas, Eduardo está junto a un caballo que nadie montará nunca, porque siempre tengo presente al que fue mi gran amigo y novio, lo veo cabalgando junto a mí.
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Eduardo, mi amigo, ya os dije que murió y cómo lo conocí por casualidad. Es el hijo del tío Onésimo. Os recuerdo que el tío Onésimo es un trabajador de mi padre y más, es su amigo, amigo íntimo. Lleva prácticamente las tierras de naranjos de mi padre, es decir, las nuestras, y es fiel en todo, incluso acompaña a mi padre al lupanar y se pasan las putas por sus huevos. Yo sé que el tío Onésimo lo hace por mi padre, porque su esposa, la señora Emerenciana siempre está dispuesta a abrirse de piernas cuando su marido lo requiere y sin requerirlo, cosa que mi madre, como ya sabéis, se lo ha negado a mi padre. La señora Emerenciana sabe que mi padre necesita ir de putas y como comen de nuestras tierras, su marido, ella y sus hijos gracias a eso viven bien, no tiene inconveniente en que el tío Onésimo, su esposo, acompañe a su amigo al lupanar, le dice que aprenda nuevas posturas y luego las practique con ella.
En cierta ocasión le pregunté a Eduardo cómo es que su padre va de putas sabiéndolo su mujer. Le dije:
— Explícame cómo es eso que tu padre va de putas con el mío, sabiéndolo tu madre, y ella no se enfada ni le echa de casa. Yo no entiendo, porque mi madre le ha dicho que se vaya de putas porque no lo quiere ya en la cama, pero tú me dices que tienes que taparte los oídos con la almohada de los gritos que dan tu madre y tu padre follando en las noches.
— Somos los que mejor vivimos del pueblo gracias a tu padre, tenemos de todo, casa, comida, vestidos y vicios gracias a tu padre. Si tu padre quiere mear en mi boca, meará y se quedará contento, yo también. Dicen mis padres que éramos unos pobretones miserables, y ahora tenemos tierras, gracias a tu padre. Si le ha de acompañar al lupanar, lo hará, mi madre lo sabrá y nosotros sus hijos también.
— ¡Joder! Lo que me dices es muy duro para mí.
— Para mí es muy simple, somos ricos gracias a tu padre, no mires más. Mi madre le dice a mi padre que aprenda nuevas posturas para hacerla feliz a ella. El sexo de mis padres ahora es rabioso, frenético, impulsivo, alegre y soberbio y todos somos felices cuando estamos en la mesa se levantan comienzan a quitarse ropa y se van yendo a su dormitorio y escuchamos los gritos que dan.
— ¡Coño, cómo me gustaría ser hermano tuyo!
— He hablado con mis padres, ya no vas a ir más al hotel con tu padre, ellos que vayan de putas y se la lleven al hotel, tú vendrás a casa, eres de la familia, te queremos…
— Entonces, después de ir al bar y follar, ¿vamos a tu casa?
— Ya no iremos allí, dormirás conmigo y tenemos toda la noche para follar.
— Te agradezco, pero… ¿no se extrañarán si gritamos?
— Es lo que esperan, vernos felices.
— Lo meritorio es lo de tu padre, acompaña al mío como un fiel amigo… —me quedé pensativo.
— No pienses más, las putas ya lo saben, mi padre ya no folla con ellas, las acompaña, le hablan cómo ha de hacer feliz a mi madre y se toma unas copas mientras le hablan. Un día fui a buscar a mi padre porque mi hermanito pequeño, Augusto, se puso muy enfermo casi de repente y vi a una puta arremangada, diciéndole a mi padre donde tenía que poner la polla a mi madre para hacerla feliz antes de penetrarla. Mi padre se levantó y se sacó la polla, otra puta lo arrimó al coño de la primera para que la paseara. Estropeé la clase que le daban al decirle el encargo y tuvo que irse, me quedé yo para esperar a tu padre y darle explicaciones.
— ¿Follaste con una tía?
— Qué va, hombre, ellas saben de qué pie cojeo.
Nos reímos los dos en ese momento, pero ya estábamos calientes con la conversación. Echamos una mirada alrededor y nos dimos uno al otro una buena fregada hasta que eyaculamos al suelo nuestra leche.
— A la noche, leche fresca, —dijo Eduardo.
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Eduardo y yo salimos a dar una vuelta y decidimos ir a cenar con nuestros padres, les habíamos avisado y aceptaron de muy buen grado. Pero nuestro interés estaba en ir a la fuente del pueblo y ver qué posibilidad teníamos de gastarnos poco dinero con algún chico viciosillo con ganas de hacer un buen polvo. Me decía Eduardo que al ser dos complica la facilidad de engañar a dos a la vez.
— Eduardo, ¿ellos follan por dinero porque les gusta follar o porque tienen necesidad?
— Lo segundo más que lo primero, —me contestó.
— Entonces les daremos lo que habitualmente piden, pero lo haremos juntos, que yo quiero ver cómo te tiras a los otros.
— Eso no es problema, tú pagas la habitación y yo les pago a ellos y así regateo, que tú les darías todo lo que tienes, —sentenció Eduardo.
No pude saber qué les había pagado, pero estaban contentos. Nos fuimos al bar de Rogelio, al vernos entrar se alegró y preguntó:
— ¿Dos habitaciones?
— No, una suficientemente ancha para los cuatro, —dijo Eduardo.
Nos encaminó a la habitación 8 y, en efecto, era más ancha que las otras que habíamos usado, solo tenía una cama que era muy grande. Nos bastaba, total se trataba de meter dos pollas en dos agujeros, tampoco hace falta un mundo. No fue tan simple, porque los chicos, llamados Xavi y Boldó —uno usaba nombre, el otro apodo o apellido, nunca averiguo estos pormenores—, quisieron hacérnoslo pasar bien. Por una extraña razón imaginé que había querido ser generoso con ellos, que desde que comenzamos a recorrer el pasillo hasta la habitación ya nos iban besando y toqueteando. La verdad es que eran agradables, bien parecidos y muy dispuestos. Me extrañó mucho que se encontrara a dos tíos, allá en la fuente inmediatamente que llegamos y dispuestos felizmente a follar con un desconocido para ellos. Imaginé que yo era un desconocido y que no habían mediado ni la cinco palabras. Además de que se trataba de dos tíos buenazos, buen cuerpo, guapos, muy del estilo de Eduardo. Fue como ir al pajar y encontrar de inmediato las dos agujas necesarias. Quizá por eso congenié de inmediato con Eduardo, porque era un tío que sabía hacer las cosas bien de cabo a rabo.
En definitiva, me temí que no jugaba la casualidad ni la improvisación sino todo lo contrario. La cuestión es que ahí estábamos cuatro tíos bien machotes, ninguno afeminado ni otras peculiaridades raras, dispuestos a follar entre nosotros como si se fuera a acabar el mundo. ¿Motivos? Eso era lo de menos, porque la verdad es que el deseo creo que se juntó con el viento y no es porque en el pueblo hubiera muchos chulazos con los que echarse un polvo, pero ahí estaban los mejores que en meses había visto yo, si me exceptúo a mí mismo que no estoy mal, sino todo lo contrario por donde quiera que se me mire. Algo tengo claro: lo que nos apetecía a los cuatro era saciar nuestra sed de sexo. Estaba claro que cuantos más fuéramos, más divertido sería el sexo, siendo cuatro chicos musculosos —reconozco que ellos tres más que yo—, de muy buen ver, la diversión estaba más que asegurada.
Al quitarnos la ropa, nos quedamos con los slips, parecíamos el parchís —slip rojo, verde, amarillo y azul, vaya casualidad—, pero entonces pudimos apreciar el físico del resto con un rápido vistazo. Abdominales, bíceps y pectorales era la tónica general en todos nosotros. Además lucíamos un bronceado propio de aquella época del año, por lo que aún resultábamos más atractivos y sexys ante los demás. Tras mirarnos con nuestras pícaras sonrisas, empezamos a magrearnos los cuatro a la vez, formando un círculo entre nosotros. Mientras yo me comía la boca con el del slip rojo, es decir Xavi, los otros dos, Eduardo y Boldó, con slips amarillo y azul, se frotaban las pollas con unas ganas tremendas sin sacarlas al aire. Nosotros, yo con mi slip verde y Xavi, no quisimos perder tiempo, nos agachamos, bajamos los slips de Eduardo y Boldó que se estaban besando y habían dejado de jugar con sus bultos, y empezamos a chupársela con todas las de la ley. ¡Menudas pollas se gastaban! Yo conocía de la Eduardo, y me eché sobre la de Boldó, me pareció y lo era más gorda y ligeramente más larga de la de Eduardo.
Nos metíamos sus pollas hasta el fondo de la garganta y nos recreábamos con nuestra lengua en cada centímetro cuadrado de aquel trozo de carne, duro, erecto y caliente. Ellos expresaban en su rostro todo el placer que les estábamos produciendo única y exclusivamente con la ayuda de nuestras bocas. Y se besaban y acariciaban sobre todo sus respectivos culos, metiendo los dedos dentro del agujero son parar. Boldó me puso dos dedos entre su polla y mi lengua y recogió abundante saliva para meterla en el ano de Eduardo y masajearlo. Vi que Eduardo hacía otro tanto con Boldó gracias a la saliva de Xavi. El momento era enloquecedor, las pollas, las cuatro estaban a tope, las mamadas y las secas, todas ya con ganas de algo.
Aquel momento largo de sexo oral fue subiendo de tono hasta que decidimos penetrarnos de una vez por todas. Se nos pusieron agachados y mostrándonos el culo Eduardo y Boldó. Xavi se puso detrás de Eduardo, aunque hubiera preferido ir yo en ese momento, pero había que dejar correr los deseos de los invitados. Comenzó a echar saliva a su polar manejarla extendiéndola en su cipote y en el tronco, mientras Boldó me miraba con ojos lascivos esperando mi reacción. Me tumbé al suelo, le pedí que se sentara sobre mi polla. Escupió varias veces chorros de saliva superabundante, producida en sus besos con Eduardo sobre mi polla, me la masajeó y se sentó poco a poco encima, dándome el gusto de hacerlo sin pausas y sin prisa, todo seguido hasta que se la tragó toda en su culo. Me armé de valor y comencé a empujar arriba y abajo. Boldó cooperaba junto haciendo lo contrario para que el choque con el roce fuese superlativo y magníficamente lleno de puro placer.
De lado miraba como Xavi se follaba a Eduardo, pero en un momento dado, lo tomó fuertemente de sus brazos y lo arrastró donde estábamos para situarse sobre mi cabeza, dio la vuelta no sé como a Eduardo que quedó con la cabeza casi en el suelo y la polla ofrecida a Boldó que la comenzó a mamar mientras subía y bajaba por mi polla. Aquello era infernalmente agradable, pero calenturiento, de modo que estábamos sudando los cuatro por el esfuerzo que hacíamos. Fui el primero en correrme dentro del culo de Boldó. No tardó Boldó en correrse, por detrás de Eduardo sobre mi abdomen, al mismo tiempo que Xavi se corría dentro de Eduardo y Eduardo echaba sus restos en la boca de Boldó. Al final y una vez apaciguados nos caimos todos al suelo y buscamos los cuatro nuestras bocas para celebrar el festín con unos beso a cuatro que fueron la gota para colmar el vaso.
Pensé que habíamos acabado, nuestra ropa extendida por la habitación y los cuatro slips como arrojados lejos no sé ni en que momento, tal fue la locura. El suelo de la habitación estaba lleno de semen, lo mismos que nuestros cuerpos, sobre todo del que fluía de los culos de Eduardo y Boldó. Descansamos un poco y con papel higiénico limpiamos algo para no ensuciar la cama, porque queríamos subirnos para conversar tras nuestra primera victoria.
Como era lógico, cuatro machos juntos en una cama, todo eran tocamientos, peguntar por los lunares pero metiendo mano, retirando el prepucio del glande, porque ninguno estaba circuncidado, solo que a mí y a Xavi con un poco de erección ya asomaba la cabeza del pene y se pusieron a ver tocando quien tenía el meato más grande. Juegos de prospección anatómica y fisiológica propia de un descanso hecho por cuatro machos. A mi entender los cuatro muy enamorados de su propia masculinidad.
Decidimos continuar y casi sin darnos cuenta, pero buscándolo, dimos un salto fuera de la cama e hicimos una fila entre los cuatro, acariciando el culo que teníamos delante y mojándolo con saliva en los dedos, lo que de inmediato nos llevó a follar el culo al que teníamos delante y siendo follados por el de atrás. Empezamos suavemente como si fuera un jueguito de niños pero muy pronto ya estábamos follando duro por el ojete. Yo me coloqué detrás de Xavi, de modo que recibía placer por los dos lados de mi cuerpo, por delante me follaba a Xavi y por detrás me estaba follando Boldó, al cual le follaba Eduardo que era el último. Me estaba follando el culo de con verdadera pasión agarrándome de los hombros, pero el ritmo me lo estaba dirigiendo Boldó que no tenía ni el más mínimo de los miramientos. Nos habíamos organizado bien en esta ronda de modo que nuestros movimientos eran armónicos y acompasados para que no se nos deshiciera el tren que habíamos construido con nuestros cuerpos. La piel caliente de nuestros cuerpos ardía en deseo ante las embestidas que nos propiciábamos los unos a los otros. Era una orgía ardiente, placentera y buscábamos un baño de semen para mezcladlo con el sudor de nuestros cuerpos calientes.
No nos lo habíamos propuesto pero sobre la marcha decidimos que sería bueno corrernos todos los cuatro al mismo tiempo, lo que sabíamos que no era algo fácil de obtener. El primero en correrse fue el primero de la fila, Xavi, luego por los gritos adiviné que se trataba de Eduardo, por fin sentí mi culo llenándose de semen, yo no conseguía correrme, y comencé a preocuparme sin decir nada. Le pedí a Boldó que no saliera de mi —no había salido nadie—, y a la vez que me bombeara duro. Sin embargo, no fue posible que yo acabara y todos se salieron de los culos y Xavi se separó de mi pene para tumbarme en la cama. Comenzó a comerme la polla y se le juntaron los tres metiendo boca a mi polla deseando que acabara en sus bocas. Uno se recreaba con mi capullo, los otros dos se entretenían lamiendo los huevos con voracidad desorbitada. Tal fue la excitación que recibí, que ya no pude resistirme más y grité:
— ¡Ya, me corro, me corro!
El primer chorro se expandió sobre la cara de los tres, pero Xavi de un empellón apartó a los demás y se sentó de golpe en mi polla, mientras un trallazo cayó sobre su espalda y decía:
— No os comáis mi ración es totalmente mío.
Me acabé mi corrida en el interior de Xavi. Se estaban los tres lamiendo la cara para hacerse con mi primera chorretada y yo recogía con los dedos de la espalda de Xavi y me lo metía en la boca. Acabamos besándonos todos los cuatro de forma apasionada. Sin duda, aquello fue excitante y sexualmente de lo más caliente. Tampoco fue la última vez. Cada vez que venía a la casa de Eduardo llamaba a los chicos y lo hicimos en el barucho de Rogelio. Un día le pregunté cuánto le costaba traer a sus amigos y me dijo la verdad:
— Nunca les he pagado, vienen por placer y porque les gustas, pero no quería decírtelo para que no te desanimaras.
Eso hizo que cuando regresaba les trajera algún obsequio para afirmar la amistad.
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En cierta ocasión Eduardo me dijo:
— Hay algo en nosotros que no entiendo bien, buscamos estar con un hombre y no con una mujer, ¿es que somos menos hombres o tenemos un aspecto femenino más destacado que el masculino? Pienso a veces en esto y no sé darme respuestas. A veces me pregunto si seremos mujeres en las que se equivocó el sexo…
— Yo pienso que lo que ocurre en la mayor parte de nosotros es que tenemos un elevado grado de estima de nuestra masculinidad y eso hace que lo reflejemos en el otro que también tiene un alto grado de estima en la masculinidad…
— Eso parezco entenderlo algo, porque mira, mis amigos Xavi y Boldó son excelentes jugadores de fútbol como yo. Entrenamos tres veces a la semana, jugamos en campeonato de liga provincial. Todos en el equipo nos estiman por jugar bien y todos saben que somos gays, mantienen el secreto por eso del asunto social que estaría mal visto y todo eso.
— Te repito que en el caso de nosotros cuatro queda claro que somos machos y fornidos, nada que se parezca a la idea que se tiene del marica, afeminado, medio mujer, acobardado. Puede que haya alguien así y de hecho los hay, pero eso no es una característica del hombre homosexual, sino de alguno que yo lo respeto igual. Lo nuestro es ser hombres que aman a hombres. Precisamente nuestra alta estima a la masculinidad es la que hace que nos queramos juntar con hombres, porque amamos al otro en cuanto que es macho.
— Tú con tu filosofía te das respuesta a todo. Pero te pregunto, ¿por qué hay hombres que aman a las mujeres? ¿No aman su masculinidad?
— Puede que unos sí y otros no. Los hay que aman su masculinidad y quieres desarrollarla por contraste con la femineidad amando a una mujer y viviendo con ella, estos son los que hasta ahora se ha dicho que es lo normal, lo natural, lo habitual. Yo pienso que es ninguna de las tres, creo pensar que es la costumbrista y eso es bueno, hay hombres y mujeres en el mundo, ellos los procrean. Hay otros que se sienten incompletos y buscan la mujer para ser completos, le ceden a la mujer todo lo concerniente a la casa y a los hijos y ellos se dedican a desarrollar su masculinidad. También estos son aceptados habitualmente por la sociedad, son procreadores, pero distan mucho de los primeros, porque estos buscan complementarse no completarse, mientras que los otros es al contrario buscan completarse porque sienten que les falta algo, no alguien. En estas dos gamas hay diversidad de modo de vivir la sexualidad, solo la simplicidad diría que hay dos modos. Los hay que no se emparejan, unos por unas razones otros por otras tantas. Lo mismo pasa con nosotros los gays, somos tan diversos como la diversidad de la vida misma: unos se emparejan, otros quieren formalizar legalmente su emparejamiento, otros solo buscan pareja para el sexo, otros ni la buscan, unos se auto satisfacen, otros son promiscuos, unos se sienten muy hombres, otros sienten su femineidad, otros transgénero, y vamos descubriendo poco a poco la realidad de la diversidad tanto homosexual como heterosexual. Solo desde la serenidad, la imparcialidad y la libertad podemos descubrir pacíficamente la realidad tan diversa de la condición humana. Ahí han de trabajar mucho las ciencias y el pensamiento del hombre.
— ¿Cómo te consideras tú y cómo me consideras a mí?
— No sé cómo eres tú, descúbrelo tú mismo sin clasificarte para nada que la vida ya te llevará. Pero yo soy un macho, me siento hombre muy varón por dentro y por fuera en los pensamientos y en las acciones al que le gusta desarrollar y usar su sexualidad masculina, pero también me gusta experimentar la sexualidad masculina de otros. Eso vulgarmente dice versatilidad, dice uno yo soy versátil, pero tampoco los versátiles son todos igual, los tienes que lo son porque tanto les apasiona la masculinidad que al tiempo que emplean la suya quieren vivir la ajena; otros es puro sexo, quieren tener sexo y si se les permite follan, caso contrario se dejan follar y se aguantan. Yo sé como funciono yo, si delante tengo un tío nuevo, me va a gustar que me folle, para descubrir cosas nuevas, nuevas realidades en la relación sexual.
— ¿Sabes que me he calentado y mira cómo me estoy poniendo.
— Es que la filosofía también calienta.
— ¿Así es la filosofía?
— Esto más bien es un aspecto de antropología filosófica que, por supuesto, también calienta.
Estábamos en su habitación, sentados en el pequeño sofá para dos ajustadamente, y comenzamos a besarnos y sobarnos los paquetes por encima de la ropa. Parecía que no deseábamos nada más, pero aquello no acabó y tuvo su continuación. Sentimos sed. Eduardo se levantó y se fue a la cocina, al rato llegó con dos cervezas de tequila, eran dos coronillas a las que ya le había puesto el limón en la boca de la botella. Le veo entrar con las dos botellitas.
Yo me había sentado en el sofá con las piernas dobladas debajo de mi trasero y saliendo por mi lado. Desde allí vi a Eduardo entrar. Estaba muy absorto viendo la televisión. Cuando el sofá cambió su peso, al sentarse Eduardo me giré porque en esa postura casi me caigo. Miré hacia el lateral y vi a Eduardo sentado allí a mi lado y mirándome con un singular cariño, sostenía las dos botellitas con el brazo alargado ofreciéndome una a mí.
Tomé la botella con mi mano izquierda y moví suavemente mis piernas, para sentarme normalmente. Sentí que el sofá se movió de nuevo mientras Eduardo se acercaba, inclinándose hacia mí. Eduardo puso su botella sobre la mesa frente que tenía frente a él y su mano, ahora libre, descansó sobre mi pierna, que me la acarició.
Yo recordé como una imagen fugaz la última vez que los dos nos habíamos sentado así. Mi recuerdo me hizo sonreír y comencé a moverme para que algo más se moviera también. Al darme cuenta de lo que estaba sucediendo, me concentré en tratar de detenerlo, pero ya era tarde. La cabeza de Eduardo ya reposaba sobre mi pecho, dándole una perfecta visión del bulto en mi short con la punta de mi pene levantada haciendo una carpa pues ya estaba totalmente erigida.
La mano de Eduardo se movió y empezó a dibujar ochos en mi pierna, sabiendo que el movimiento repetitivo agravaría y me encendería más. Yo traté de no concentrarme en los sentimientos, pero los movimientos de Eduardo se acercaron cada vez más a mi bulto. Yo jadeaba y gemía mientras el dedo de Eduardo dejaba de hacer ochos para dirigirse a lo largo de mi dolorosa erección.
Eduardo deslizó su mano bajo presilla de mi short y agarró suavemente mi polla completamente erguida, y con la otra mano bajó suavemente el short para exponerla a nuestra visión. La mano que la agarraba lentamente comenzó a acariciarla, hacia arriba y hacia abajo, cada vez que la agarraba hacia abajo, suavemente aliviando mi prepucio sobre su cipote. Eduardo se retorció y puso un beso en mis labios, suavemente profundizaba en mi boca conforme iba tirando el prepucio de mi polla hacia abajo.
No pude aguantar más mis sentimientos y le dije:
— Joder, Eduardo, desde que estoy contigo, vienen tus amigos y tenemos entre los cuatro sexo furioso, salvaje, a lo bestia, y ahora me estas poniendo tanto misterio, delicadeza y sigilo que no sé si me quieres envenenar o enamorar.
Me respondió:
— Mis amigos no pasan de ser amigos y los puedo o me pueden joder todo a lo bruto que queramos, pero tú, no, ¿tú?, Ismael a ti te amo, a ti dedicarte mi dulzura y cariño es poco, a ti te amo con todo mi corazón, ser y vida y todo lo que soy quiero serlo para ti.
Le puse el dedo sobre sus labios, sisee un poco para que se callara y le indiqué cómo mi prepucio se quedaba en el punto de no retorno y se acurrucó bajo la corona. Eduardo me besó en los labios de nuevo antes de agacharse para besar la punta de mi verga. Acariciando suavemente el frenillo, Eduardo besó la punta y luego toda la cabeza del pene, a continuación lo lamió suavemente, catando el almizclado sabor.
Yo gemía de nuevo sin parar mientras sentía que la cabeza de mi polla se envainaba en la boca de Eduardo, chupando suavemente mientras la acariciaba. Lentamente Eduardo se echó hacia atrás chupando a medida que avanzaba, dando un pequeño golpe cuando sus labios rompieron el contacto con la polla. Eduardo volvió a agacharse, abriendo un poco más su boca y tomando más del pene en su boca, su mano dejó de moverse.
Sin romper el contacto que tenía, Eduardo se bajó del sofá, se puso de rodillas entre mis piernas y me miró a los ojos. Miss ojos transmitían lo excitado que me sentía, y le hacían saber a Eduardo que estaba haciendo lo correcto, lo que me complacía. La cabeza de Eduardo comenzó a moverse hacia arriba y hacia abajo, dejando un ligero rastro de saliva al retroceder.
Esto no era sexo, podría serlo, pero esto era amor. Me moví en el sofá para sentarme casi en el borde, dándole a Eduardo un mejor acceso. Comencé a gemir fuerte como en quejidos porque sentía el placer violento en todo mi cuerpo y, mirando a Eduardo, vi que lo tenía el suyo tan duro como el mío. Deslicé mis manos bajo las axilas de Eduardo, y suavemente lo levanté, lamentando la pérdida de su boca cubriendo mi polla en su espectacular mamada que me estaba regalando. Rápida y decisivamente, le bajé los pantalones a Eduardo, haciéndole saltar la polla para asirla y metérmela en mi boca.
Eduardo jadeó ante el rápido cambio de sensaciones y puso sus manos sobre mis hombros para estabilizarse mientras yo procedía a chupar su polla con su prepucio arriba, deslizando suavemente mi lengua bajo la apretada vaina de la piel. Al poco tiempo, había descubierto el cipote desplazando el prepucio bajo el anillo con mis labios, y procedí a trabajar más abajo en el tronco. A medida que bajaba, empecé a tirar de los pantalones de Eduardo hacia sus tobillos.
Deslicé mi boca lo más profundo que pude y sentí la cabeza tratando de penetrar por mi garganta, las manos de Eduardo dejaban mis hombros y asían mi cabeza mientras rotaba sus caderas. Sostuve mis labios apretados contra la piel del frenillo y me procuré que mis dientes no tocaran el frenillo mientras mis labios se deslizaban hacia adelante y hacia atrás.
Eduardo comenzó a empujar su polla más profundamente con cada embestida, sintiendo que la cabeza penetraba milímetro a milímetro. La sensación de tirantez que estaba teniendo le estaba volviendo loco, quería ir tan profundo como pudiera, pero sabía que no sería bueno para mi, así que lo trabajó hasta donde él quería llegar. Se sorprendió por un segundo cuando yo lo sostuve quieto, y procedí a inclinar mi cabeza más abajo, metiendo mi nariz en los pelos púbicos bien recortados que Eduardo tenía alrededor de su verga.
Con ese movimiento, la polla de Eduardo estaba en mi garganta, más allá de la cabeza. Retrocedí un segundo y me quedé boquiabierto, tragando aire. Miré hacia arriba e hice contacto visual con Eduardo, sus ojos lloraban ligeramente, mientras asentía con la cabeza, antes de deslizar mi boca hacia atrás sobre el pene que tenía delante. Sentí que mis manos de Eduardo se ponían tensas a los lados de mi cabeza cuando la polla comenzó a moverse, rápidamente, acelerando el paso, y trabajando más y más profundamente, hasta que su nariz se golpeaba con frecuencia contra el vello púbico.
Eduardo se detenía con mucha frecuencia para permitir que yo respirara antes de seguir adelante, follando mi boca hasta la garganta con toda majestad. Eduardo a veces se detenía con la polla metida hasta el fondo y la mantenía durante uno o dos segundos antes de salir. Rápidamente tuve que parar, ya que se estaba acercando a la corrida. Me echó hacia atrás y me quité el short que tenía en los tobillos.
Miré a Eduardo mientras se limpiaba las lágrimas de sus ojos, y observó cómo Eduardo se subía al sofá y se arrodillaba a mi lado, mirando hacia el otro lado e inclinándose para ofrecerme mi culo. Eduardo agarró cada una de sus nalgas y las separó un poco, para ofrecer un mejor acceso a su ano. Se estremeció al sentir la humedad de mi lengua mientras la paseaba lamiendo sobre su apretado agujero. Esperaba que un dedo se abriera paso suavemente y así fue, se lo metí suavemente.
Eduardo no pudo evitar gemir cuando su agujero se fruncía con cada lamida de lengua, y luego jadeaba al sentir que la lengua presionaba contra el esfínter del músculo. Poco a poco sintió el esfínter abierto mientras la lengua hacía su trabajo. Su agujero se comprimía presionando la lengua y sujetándola, y cada vez que salía del agujero, regresaba a su normal posición, haciendo que el agujero de Eduardo estuviera más mojado, más resbaladizo y más dilatado.
De repente, la lengua fue reemplazada por un dedo, sondeando suavemente el agujero, trabajando un poco más profundo con cada segundo que pasaba, hasta que estaba completamente adentro, enterrado dentro del agujero, absorbiendo el calor. Poco a poco el dedo se fue soltando para salir. Pero en el viaje de regreso otro dedo lo acompañaba y entró con el otro, ya eran dos los que le metía yo en su ano. Todo se repitió de nuevo y fueron tres los dedos que metía allí moviéndolos suavemente hacia adelante y hacia atrás, dilatando el ano y acostumbrándolo a que se mantuviera permanentemente abierto.
Saqué mis dedos y me adelantó, presentándoselos a Eduardo, que los succionó con avidez en su boca. Al hacerlo, sintió que la polla de Ismael comenzaba a presionar contra su agujero, que ya se había contraído de nuevo. Eduardo gimió un poco mientras sentía que la presión contra el esfínter aumentaba, gradualmente la presión subía, hasta que el agujero se rindió y cedió, tragándose la cabeza de mi polla con un jadeo y un gemido que se me escapó. Suavemente me fui adentrando más profundamente, dejando que el agujero se estirara un poco y se recuperara, antes de estar completamente dentro, y Eduardo gemía levemente con cada ligero movimiento.
Me costó mas que nunca concentrarme, porque no quería dañar al que tanto me quería y yo le correspondía, pero trabajé suavemente mi polla hacia afuera y lentamente hacia adentro con unas cuantas embestidas mientras Eduardo se ajustaba a las sensaciones. Eduardo sacó mis dedos de su boca y me miró dirigiendo su cabeza hacia atrás; asintió rápidamente con la cabeza que era todo lo que yo necesitaba ver antes comenzar el vaivén de entrar y salir más rápido. A medida que me movía más rápido, miss bolas se balanceaban hacia adelante y hacia atrás, tocando suavemente las bolas de Eduardo.
Seguí aumentando el ritmo hasta que Eduardo estaba ya constantemente gimiendo, sus bolas golpeando juntas mientras mis caderas golpeaban las nalgas de Eduardo. Cada empuje hacía rebotar un poco a Eduardo hacia adelante, lo único que le impedía moverse eran mis manos fuertemente asidas en sus caderas, tirando de él hacia atrás, haciendo que cada empuje fuera un poco más difícil. Cada embestida hacía que la cabeza de Eduardo se moviera un poco hacia atrás mientras disfrutaba de la sensación de que le golpeaban el agujero.
Me detuve un breve momento y envolví a Eduardo con miss brazos, tirando de él hacia atrás. Mientras me inclinaba hacia atrás, tiraba de Eduardo de modo que ya estaba encima de mi. En aquella posición la penetración por unos milímetros fue mayor. Un rápido movimiento de piernas hizo que ambos nos sintiéramos más cómodos; Eduardo se mantuvo firme sobre mi, mirando hacia el otro lado, apoyándose en sus piernas, con los brazos apoyados en la parte de atrás del sofá, y yo debajo de él, con la posibilidad de moverme mas a gusto y con mayor efectividad.
Eduardo comenzó a moverse hacia arriba y hacia abajo, jadeando mientras se empalaba en mi polla. A medida que aumentaba el ritmo, la polla de Eduardo empezaba a rebotar hacia arriba y hacia abajo. A medida que Eduardo subía y bajaba, su polla se volvió más dura, y comenzó a golpear su tenso vientre. Cada movimiento hacía que Eduardo estuviera más cerca de correrse. Ya se estaba poniendo Eduardo al límite y no iba a poder detener su orgasmo, pensó Eduardo por un segundo que lo mejor era correrse mientras yo estaba completamente dentro de él, entonces se inclinó hacia atrás, agarró su verga y comenzó a acariciársela, llegando muy rápidamente a un ritmo fogoso de masturbación.
La respiración de Eduardo se aceleró al paso de su masturbación y se detuvo repentinamente, con un gruñido, su orgasmo le obligo a situar su polla apuntando hacia arriba al techo, entonces el semen de su potente orgasmo salió a chorros, dejando rastros por su cuerpo, hasta el pecho. Al acabar, su agujero se apretó contra la polla de Ismael, haciendo que cada pequeño movimiento se sintiera más fuerte.
El culo cerrado de Eduardo abrazando fuertemente mi polla hizo que yo ya no pudiera aguantar mi orgasmo de modo permanente y rápidamente llegué al límite y dejé escapar un rugido gutural al comenzar a eyacular en el recto de mi amado, al que tenía completamente empalado en mi polla y esta prisionera de mi amado. Escuché un gemido de satisfacción cuando Eduardo sentía el semen caliente que iba entrando en su culo. La sorpresa de la acción daba paso a la sensación de satisfacción de ambos teniendo nuestro semen.
Eduardo quiso ponerse de pie, pero sus piernas no respondían por la debilidad debida al esfuerzo y la posición de las mismas. Después de estabilizarse en un momento, ya fue capaz de ponerse en pie. Mientras estaba de pie, sintió como yo me salía de su agujero y notó que el recién sembrado semen empezaba a gotear escurriéndose por su maltrecho agujero, un pequeño goteo que se deslizaba hacia abajo. En su satisfacción, se desplomó de nuevo en el sofá y llegó hasta la mi cara sorprendiéndome, tirando de mi hacia sí y poniendo un beso tierno en mis labios. Los dos nos abrazamos en un largo y profundo beso hasta que poco a poco y sin enterarnos nos quedamos dormidos en el sofá.