Allá lejos y hace tiempo, el trabajo me llevó al interior, dos décadas después regreso a Buenos Aires, saludar a la prima fue lo primero, su marido me invitó a cenar y alojarme en su casa durante mi estadía.
Alargamos la sobremesa, hablando cosas de familia, la prima se retiró para irse a dormir, nosotros seguimos disfrutando confidencias y un “on the rocks” de dieciocho años.
El whisky facilitó la plática, él se abrió a la confidencia sobre su vida marital, confiaba que mi experiencia pudiera ayudarlo a encender el entusiasmo en su matrimonio. Veinte años de casados, la esposa se mostraba desganada a la hora del sexo, jugando con las fantasías había descubierto, que hacerla hablar de sus experiencias anteriores potenciaba su erotismo para tener una relación satisfactoria. Durante este juego le había confiado que habíamos tenido contacto sexual en su juventud. Sus dichos me pusieron a la defensiva.
– Tranquilo ella me contó todo, precisamente puso la cuota de erotismo en nuestras relaciones, esos recuerdos ayudaron a tener sexo del bueno. Está todo bien.
– Bueno… no sé que te habrá contado… fue hace como…
– Si, casi veinte años, justo cuando nos estábamos conociendo. Ese recuerdo fue muy motivador, ahora necesito un favor… -sorpresa – Que vuelvan a tener sexo.
– Pero… me cuesta entenderte…
De este modo comenzó a relatarme el origen de la propuesta, había descubierto que haciéndola hablar sobre sus experiencias sexuales la libido sube a tope, me confiesa de qué modo entré en su cama:
Estando en la cama, en el preámbulo de una relación sexual, le costaba subir el clima erótico, introduje el tema de nuestras experiencias anteriores, vencida la reticencia a descubrir sus relaciones comenzó a contarme que…
Había tenido el inicio sexual con el primo, hombre maduro, veinte años mayor, casado, de él aprendió todo lo que conoce sobre el sexo. Sucedió que estando lejos de su familia, ella podía acompañarlo en algún viaje de trabajo por zonas cercanas, pero como dice el sabio refrán: “tanto va el cántaro a la fuente que al final…”
“Todo comenzó cuando durante uno de esos viajes le dije que me dolía la espalda, detuvo el auto y se ofreció a darme un masaje, le di la espalda, sentía sus manos frotándome, sensación muy placentera, tan desconocida como impropia, me dejaba estar en sus manos, complacida y gratificada, fue deslizando las manos hasta cubrirme los senos, mi silencio le permitió tomarlos por completo, hasta darle un par de apretaditas. La urgencia de continuar el viaje dejó latiendo el deseo, ambos sentimos el pecado a flor de piel, la prisa por llegar nos volvió a la realidad, las culpas compartidas abrían un compás de espera en el masaje atrevido.
De forma “inocente”, al día siguiente, se repitió la escena, sumando el masaje la desnudez y los besos, haciendo el amor con la pasión de mi primera vez, el hombre maduro estrena mi vocación sexual, su experiencia me conducía por los ardientes caminos de la pasión, cuida y preserva mi virginidad, había otro camino para el final feliz: El sexo anal. Fue mi primera vez. Los viajes se hicieron algo recurrentes y prolongados, pasamos la noche juntos, teníamos sexo al despertar, al medio día y por la noche, me enseñó toda la variedad de posiciones, experta en sexo oral y juegos eróticos, siempre con el final feliz dentro del ano”.
Dice mi primo:
– En nuestros comienzos, repitió la experiencia con su primo, me costaba desvirgarla, respeté su voluntad, esperando sus tiempos. El sexo anal seguía garantizando mi placer y su virginidad. Me costaba creerle que con tantas relaciones su primo no la hubiera desflorado, sobre todo cuando refiere que, estando desnudos, él sentado en el sillón y ella sobre sur rodillas, hmmm. Sus relatos me hacían desearla con mayor fuerza e intentar penetrarla, pero su habilidad puede con mis ganas, hábilmente logra moverse de modo que no consiga entrar en su conchita, y otra vez vaya por el culito.
Siguió desgranando lo que hablaban en la intimidad sexual: Seguía husmeando en la sensualidad de su memoria, que sus aventuras me excitaban a mil, lubricando y potenciando una sesión de buen sexo, eso la incentivó a seguir contando otra experiencia ya siendo mi pareja:
Hubo una ocasión que se concretó cuando ella debió trabajar entre semana en una localidad algo alejada, allí comenzó a asistir a un gimnasio, donde ofrecían masajes reductores, el dueño del mismo era quien los aplicaba, que como es fácil deducir, buen físico y atractivo. No escatimó en detalles que tanto me excitaban, dijo que estando tendida sobre la camilla, en ropa interior, comenzó a masajearla, sin cuidado rozando la parte interna de los muslos, llegando a frotar el sexo, al poner las manos en las nalgas para elevarlas, también subían los calores de la excitación, sobre todo cuando sus dedos, recorrían el interior de los cachetes frotando el culito. Viendo que la curiosidad encendía mi libido, se animó a seguir contando, dijo que el tipo le proponía que para mayor comodidad se quitara la tanga facilitando el masaje de las nalgas. De ese modo pasó del interior de los muslos a los glúteos, el roce descarado de los labios aprueba, que siga el roce placentero en la vulva, agitándola en un jadeo permisivo camino a la gloria.
Al terminar ese trabajo dejó de ir al gimnasio, ese fue el punto que ella puso a su sensual relato, mi fantasía quedó completando los espacios en blanco. Me tenía totalmente excitado, sin concretar el sexo total, sobre todo entendiendo que su mente y sus sentidos no eran vírgenes, desde ahí comenzamos a tener sexo sin ninguna restricción. Conseguí penetrarla, desvirgarla, al mismo tiempo que comenzamos a crear fantasías, la principal era la del encuentro con el primo y que pudiera concretar la asignatura pendiente y contármela.
Por esos tiempos ya nos habíamos casado, con la intensidad a full, seguimos la masturbación mental del juego de las fantasías, incentivándola para que te llamara, con la excusa de recordar viejos tiempos, invitándolo a venir un finde con nosotros a la costa atlántica. Me comentó que se habían hablado y pedido que le hiciera el amor por la vagina, que sería toda para él.
Antes de que concluyera su relato ya le estaba dando máquina, imaginarla siendo poseída por ti, me puso al re-palo, esa noche tuvimos una culeada fantástica. Estuviste presente durante el segundo polvo, en la breve pausa entre dos orgasmos, con la voz entrecortada por el jadeo y la excitación me dijo: -Me darías permiso?. Ni la dejé continuar, enterrado en ella dije: – Si me cuentas todo, con detalles, Sí!.
Me vine dentro casi al mismo tiempo que repetía el orgasmo, en plena agitación alcanzó a decir: – Te voy a poner una guampas (cuernos) asíiii de grandes, voy a ser su puta y contarte todos los detalles para que me garches como ahora.
– Te conté toda la previa, por eso te pido el favor de cojerla cuanto quieras, ella buscará la forma de hacerlo, simulando que no estoy al corriente, lo mis que tu guardarás este pedido como secreto.
De ese modo organizaron el viaje, nos fuimos a San Clemente, en la costa atlántica, un balneario tranquilo, mucho más en la previa de la temporada turística. El primo se encargó de todos detalles para ejecutar el plan de la “corneada”, había pensado en todos los detalles para fallar, había conseguido rentar un amplio y confortable chalet estilo colonial, de dos plantas, cercano a la playa.
El matrimonio tomó la habitación principal en la planta superior, desde el living era posible escucharlos en una desenfrenada sesión de sexo, los gemidos y jadeos resonaban en el silencio de la noche, hacerlo tan evidente era la forma de ponerme en clima.
Se había acallado la bulla de la sesión de sexo, como media hora después del silencio Raquelita se presentó en mi cuarto, vestida con un baby doll transparente, diciendo que el marido se había quedado dormido, no hay cuidado, los dos polvos que se mandó y el whisky lo dormían sin remedio.
– Cerré la puerta para que duerma tranquilo. Ahora soy toda tuya.
Todo esto era parte del plan del primo, bajó sigilosamente para espiarnos, solo pudo escuchar poco mal tras de la puerta, por eso decidió volverse al primer piso y hacerse una buena paja imaginando los detalles que le refiera la esposa como le daba pija. Durante el polvo mañanero quiso conocer los detalles, pero no pasó gran cosa, no mucho más que un intenso franeleo y la promesa de una buena cojida.
El siguiente día, súper cálido y la playa desierta, el primo dijo que estaríamos mejor en la zona de médanos por estar al reparo de algún turista, pues quería que Raquel hiciera topless. Había extendido una loneta para que ella disfrutara del sol sobre sus pechos mientras nosotros disfrutamos esos meloncitos tan saludables.
– Vamos primo, anímate a tomar sol desnudo. Somos familia, también lo haré.
– Bueno, pero con una condición. –pregunta retórica. Que nos quedemos toda la semana.
– Pero y tu trabajo?
– La estamos pasando bien, el trabajo puede esperar.
Hizo como que lo estaba pensando para aceptarlo. Esa condición le hizo pensar que ella no le había contado todo lo que pasó la noche anterior, vuelta a preguntarle dijo que le contó que sí había pasado y que no me lo confesó porque a pesar de que le había dado permiso sentía vergüenza y temor de yo realmente fuera a molestarme, volví a reiterarle que no me enfadaría, por el contrario era quien la incentivé, que había sido bien claro y preciso, que tenía vía libre para hacer y dejarse hacer, que todo era parte de nuestra fantasía, siempre con la obligación de contarme todos los detalles, la confirmación del compromiso adquirido le dio mayor confianza para explayarse para referirme con prolijidad todos los pormenores sucedidos.
“Tan pronto se cerró la puerta de la habitación, fue como recuperar el tiempo perdido, borrar el espacio de ausencia con la fusión de nuestras bocas en un apasionado beso, él me estaba comiendo la boca sin dejarme respirar, solo podía hacerlo dentro de la suya, reconocía el sabor de su saliva, podía acariciar la fantasía de su cuerpo hecho carne palpitando en mis manos, sentir el aroma de la ausencia revivir en el apasionado abrazo. Me desnudó, tendida sobre la cama, me ofrecí íntegra, toda para él, le dije: -Ahora sí, ahora soy toda tuya, completamente tuya, esta conchita que tanto me cuidaste está ansiosa por sentir la poronga de su hombre, bien adentro, toda mía.
Se sorprendió vérmela tan suavecita, tipo bebé, extrañaba todo el vello púbico de cuando era virgen, pero que agradecía la tersura que dejó la depilación láser, no me animé a decirle que había sido una sugerencia tuya. Después de llenarse los ojos mirándola, vino a recorrerla con sus labios, besando y agitando los de la vulva, estaba tan deseos de volver a sentir la calidez de sus caricias bucales, estremecida mientras me come toda. El deseo por sentirlo domina las ganas venirme en su boca, me urge sentirlo abrir mis carnes, tomé la verga, acariciándola, apretando y pajeando, corriendo la piel hasta descubrir esa cabezota brillosa de juguitos. –Clávamela de una vez. Por favor, clávamela, no aguanto más!
Moría por probarme, me separó las piernas, doblé las rodillas, se volcó sobre mi sexo con la urgencia de un potro desbocado, colocó entre los labios, jugando, frotándola para sentir en su cabeza el sedoso interior de la vagina. – Por favor, clávame ya!!! Sujeté mis muslos con las manos para obligarlo a lanzarse de pleno dentro de mí. De una estocada, me la mandó toda dentro, volví a vivir esos momentos cuando se metía dentro de mi ano, esta vez me sentía bien hembra teniendo esa gruesa vara de carne abriendo mi conchita. Quedamos quietos, saboreando ese instante, luego el bombeo fuerte, intenso, sus manos tomando mis nalgas me levantan para volcar todo el peso de su cuerpo en la verga, enterrarse todo, a fondo.
Luego el bombeo dentro tantas veces deseado pero su apego al mandato familiar de no desvirgarme pesaba más que la pasión, ahora libre del compromiso podía hacerme sentir el rigor de su grueso miembro regando semen dentro de la vagina. El orgasmo fue casi un reflejo condicionado a su eyaculación. Quedamos abrazaditos, disfrutando los últimos latidos de un primer polvo, breve en su concreción enorme en la dimensión emotiva, toda la espera consumada en un instante mágico.
Después de ese momento tan disfrutado, lo hicimos dos veces más, él quería probar como sería metérmela en todas las posiciones posibles. Para el último polvo, me puso de perrita, dos almohadas bajo el vientre, como cuando me la metía por el culito, me la ensartó de una, tampoco hacía falta, los dos anteriores me la dejaron complaciente, se colocó sobre mis caderas, lo incitaba como cuando era virgen: Monta a tu yegua, dómala!, elevó su pelvis y se dejó caer con todo, enterrando la poronga en mí, su cuerpo tendido sobre mi espalda, tomándome de mis hombros, agarrado de mis cabellos me galopó aullando como indio yendo al ataque. Ahogaba mis gemidos mordiendo la ropa de cama, su verga horadaba mi concha, empuja y empuja, dándomela hasta el fondo. Conocía sus gestos, sus latidos previos a venirse, estaba próxima a correrme, el bramido ahogado mientras la mordía en la nuca, acompañó una desesperada eyaculación.
Cuando Raquel terminó de confesarme lo sucedido, estaba totalmente al palo, excitado a mil por su encendido relato y sobre todo porque ella también insistía en quedarnos más tiempo, tenía necesidad de repetir lo sucedido anoche muchas veces más. Accedí tan encantado como ella.
Ese polvo mañanero era algo maravilloso y gratificante, desde el comienzo sentía deslizar mi pene en donde la disfrutaste y vaciarme entre los restos de tu acabada. Aún no había salido de su vagina cuando con gesto solemne dijo: “El hecho de que me estés dando permiso no significa que tu vayas a hacer lo mismo con otras mujeres, este no es un matrimonio abierto, sino un marido complaciendo a su esposa”
Mis ganas de que ella volviera contigo superaba la inequidad de su determinación, más aún le dije: con tu infidelidad, consentida, para que hace falta la mía.
Durante la mañana volvimos a la playa, ella y sus hombres a disfrutar del sol, ella jugando en la playa, con una tanga colaless sin la parte superior de la bikini, era uno de los momentos más eróticos, Raquel y sus dos hombres, evolucionando por la playa a la vista de cualquier paseante, algunos pocos pasaron y se la comían con los ojos excitando mis futuras fantasías.
Esa misma tarde mientras estaba en el baño, ella fue a buscarlo, con la excusa de contarle que nos quedamos toda la semana. Regresó agitada, entrando de prisa al baño para limpiar el semen que se comenzaba a escurrirse, mientras se limpiaba me contaba que: “Cuando llegué, era como si él me estuviera esperando, de parados, las manos apoyadas en la pared, me subió la falda, corrió la bombacha y me la mandó de una, me echó un rapidín, por eso llegué bien enlechada. Cuánta leche tiene!”
Dejamos de tener tanto cuidado, cualquier oportunidad era buena para echarnos un polvo, el primo “hacía la vista gorda” sin molestarse, solo simulaba estar en otra galaxia. Ella propuso recorrer los médanos, el primo se excusó diciendo que estaba cansado, que prefería volver a la casa y preparar unos tragos. Ambos sabíamos que estaría observando sin ser visto. Subimos y bajamos hasta meternos tras de unos arbustos, tendimos una loneta que había llevado, se bajó la tanga, arrodilló para bajarme el short y darme una soberbia mamada.
Buscaba ofrecerle el mejor ángulo para que pudiera apreciar como pajea y mama, tomado de su cabeza que no se pierda detalle de cómo bombeo la poronga en su boca, le muevo la cabeza para que la descarga tenga un primer plano, la tomé de la cara para que abra la boca, mostrarme el semen antes de tragárselo. Luego ponerla de perrita y darle verga, esperarla para ese orgasmo bien gemido, luego la segunda eyaculada y retornar a la casa.
La dinámica de esta peculiar relación había cambiado la rutina, el primo le permitía que pasara para que atendiera sus necesidades de sexo, luego volver con el marido y contarle todos los detalles, inclusive meterse los dedos en la vagina y sacar las muestras de la profusa acabada.
La tarde previa a regresarnos me propuse ofrecerle tener la posibilidad de ser “voyeurista”. – Primo esta tarde podrías dar la excusa de salir a comprar unos souvenirs así Raquelita puede venir a mi cuarto para darle una buena cojida, voy a dejar la ventana solo con la cortina para que puedas observar el polvo que nos vamos a echar. – Gracias, gracias, no sabes cómo te agradezco que te la garches. Después te cuento como incentivó nuestro sexo.
Sucedió tal como se planeó, ella llegó tan pronto como simulaba la salida, livianita de ropa, cuestión de aprovechar el tiempo al máximo, desnudarse lento, insinuarse, venir gateando hasta ponerse entre mis piernas, descubrir el miembro, iniciar una lamida para recibir en pago una comida de concha. Sabe excitarme rápido, también tenderse a esperar que me zambulla entre sus piernas, las eleva y separa los labios, disfruta el lametón y el beso compulsivo para comérsela.
La voy colocando de forma que el esposo pueda apreciar detalles de la mamada, sus movimientos convulsivos cuando la invade la excitación. Le gusta que me demore entre sus piernas, subiendo despacio en la escala térmica interior, el precalentamiento tonifica sus sentidos lúdicos del juego sexual, es tiempo de meter el miembro en las fauces hambrientas de su sexo, me recibe apretándolo para sentirse llena de carne.
Ella conoce mis tiempos, su cuerpo trabajado por el fitness puede responder a todos los embates del macho, elevar el ritmo muscular para el goce del hombre, disfruta los golpes de verga, cambiamos de postura, ella arriba. Le gusta manejar su propia excitación, sabe que así puedo demorarme mucho más, disfruta cuando la impulso y la dejó caer, el golpe se disfruta, la pone en otra dimensión, le pido que gire, sin salirse, darme la espalda, ofrecerle al “espectador” un primer plano de su mujer gozando, moviéndose, tocándose.
Un par de nalgadas, necesarias para alterar su concentración, necesito que se demore para dar el golpe de escena. – Muévete despacio, siente como te la hago sentir, así -golpeando bien adentro -siente perra como te estoy garchando. ¡Grita, grita putita!!
Responde a los estímulos, los golpes de verga y las nalgadas la llevan a liberarse más, gemir más fuerte, jadear más de prisa, se pierde en sus propios gemidos.
– Vamos primo, entra, entra! Apura que esta puta está por venirse, entra!!
No tardó nada en llegar a la vera de la cama, ella no parecía asombrada, le sonrió sin dejar de moverse, le tendió la mano mientras recibía las estocadas de verga.
– Vamos putita, vamos, móntame, enséñale como vives ese orgasmo que está latiendo.
Soltó la mano del marido, para apoyarla sobre mi pecho, tomar impulso, sacudiendo sus caderas, elevarse y bajar, apurando el movimiento, concentrada, las facciones tensas, aprieta las piernas, los labios aprisionan la verga, cierra los ojos, echó la cabeza hacia atrás, detenida, rígida, como suspendida en el tiempo. La agonía del orgasmo la invade, no puede hablar, no respira, no late, solo me mira, perdida en el viaje astral. – Uffffffffff, qué fuete! Wowww, cómo vino, qué fuerte! Me vineeeeeee!!!
La brevedad de sus palabras expresaron la dimensión del orgasmo, ciertamente fue algo mágico, el marido no entendía, nunca la había visto transfigurada, extraviada en la magia de un orgasmo de tamaña dimensión. La tomó de la mano, sentía la emoción de ser testigo de una fantasía en tiempo real.
– Te gustó marido? -afirma con la cabeza – Ahora vas a ver como tu mujercita lo hace acabar a este macho.
Con los últimos estertores del éxtasis comenzó a moverse, girando y balanceando sus nalgas, desmonta y se refugia de bruces sobre la almohada, exponiendo su sexo, le gusta que venga en ella estando boca abajo. Con el borde de la sábana limpió buena parte de sus jugos, sabe que me gusta hacerle sentir el grosor de la verga sin tanto lubricante, de una, hasta el fondo, que sienta el golpe inicial de su hombre penetrándola. El marido no se pierde ni un solo gesto de su mujer, tomada de la mano, jadeando en los embates descarnados de mi calentura, nalgadas y vehemencia, luego el silencio, la concentración y el desenlace. La eyaculación se presentó con la contundencia y abundancia de la demora, los chorros de semen se replican en gemidos, el bramido masculino libera las tensiones previas.
Salido de la cueva de todos los placeres, me senté en la cama esperando el gesto de su boca lamiendo los restos de la eyaculación de la verga, el marido asiste a la degustación láctea.
El primo se la llevó al dormitorio para darle buen uso a la excitación provocada por la cojidota a su mujer, ella me contaría luego que la penetró con los restos de mi eyaculación como lubricante. Al finalizar estuvo preguntándole si estaría dispuesta a una doble penetración, al preguntarle si él estaría, dijo que le gustaría verla con los machos encima, pero solo como espectador, que prefería que fuera yo y algún otro que yo lleve.
Terminado el fin de semana bien disfrutado, nos prometimos repetirlo, también me volví a mi ciudad con la promesa de volver para repetirlo y que viera el tema de poder llevar algún hombre para hacer realidad esa nueva fantasía del trío con su esposa, y él como espectador.
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