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Haciendo ejercicio con mi madre

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Desde que mi madre se divorció, empezó a cuidarse. Dejó de comer comida basura, bueno no basura exactamente, pero sin con muchas calorías y adelgazó diez kilos. Antes estaba fondona y ahora tiene un tipazo de modelo.

Recuerdo que cuando bajábamos a la playa, pese a sus kilos de más, se empeñaba en ponerse bikinis de colores, digamos un poco fluorescentes.

Me acuerdo que pensaba que cuando mis padres follaran, mi padre tendría que soportar sus carnes botando sobre él.

Ahora como digo tiene un cuerpazo, y lo peor es que quiere contagiarme su obsesión por el peso a mí. Me regaña cuando me ve comer bollos, chocolate o cualquier otra cosa con “excesivas calorías” como dice ella.

Así que hace poco, como estoy sin trabajo, me ha inscrito al gimnasio al que va ella.

El primer día no tenía ninguna gana de acompañarla, la verdad. Pensaba en que tendría que estar aguantando cotilleos de marujas y demás. Las expectativas estaban por los suelos.

Mi madre me animó al verme con mala cara y me dijo que lo pasaríamos bien haciendo ejercicio y que yo además perdería unos kilillos.

Llegamos al gimnasio y nos separamos en los vestuarios para cambiarnos de ropa. La verdad es que nunca me había dado morbo ver a mi madre desnuda, aunque en poco tiempo eso iba a cambiar.

Nos dirigimos a la zona de cardio. Allí me presentó a Claudia, una compañera de ejercicios que había conocido en el gimnasio.

-Este es mi hijo Carlos. Me presentó. Quiero que pierda unos kilillos y como ahora no tiene trabajo le he inscrito conmigo.

Nos dimos los dos besos de rigor y nos subimos a las bicis estáticas. La verdad es que estaban bastante bien porque tenían respaldo y así podías estar sentado tranquilamente mientras pedaleabas.

Mi madre me había puesto que la bicicleta no pusiera mucha resistencia por ser la primera vez. Ella se puso en la de al lado y Claudia enfrente nuestro, en la elíptica.

Claudia llevaba puesta una camiseta de tirantes rosa ceñida. Un pantalón muy ceñido marcaba sus curvas. Mi madre tiene 47 años y ella debía de tener unos 50 o así. La verdad es que estaba muy buena para su edad.

Me estaba poniendo nervioso porque mientras pedaleaba, ella estaba enfrente nuestro subiendo y bajando en la elíptica y sus tetas moviéndose a ese ritmo y con el sudor. Los pezones se le marcaban y la verdad, no sé si las tenía operadas porque no se le caían para nada y estaba claro que no llevaba sujetador. Y a su edad eso era bastante difícil. Que no se le cayeran claro, porque a mi madre si se le caían un poco.

Después de terminar en la bici, mi madre me propuso pasar a la cinta de correr.

-Empezaremos andando, me dijo con una sonrisa y luego ya seguiremos corriendo.

-Es demasiado esfuerzo mamá. Estoy hecho polvo con la bici.

-Tu tranquilo. Hoy solo andarás.

Comenzamos en la cinta y para entonces Claudia subía y bajaba con más ritmo aún en la elíptica. Aunque estábamos algo separados no le quitaba ojo de encima. Nunca me habían gustado las maduras, pero me estaba poniendo muy cachondo.

Notaba una erección que crecía bajo mi pantalón. No iba a poder seguir así por lo que cogí mi toalla, disimulé secándome el sudor y le dije a mi madre que tenía que bajar, que me estaba dando mucho calor.

Mi madre paciente, puso las piernas a ambos lados de su cinta mientras esta seguía corriendo y tocó los botones de la mía hasta pararla.

-Gracias mamá. Necesito refrescarme.

Me fui derecho al vestuario, me desnudé y sin que nadie me viera la erección, me di una ducha bien fría hasta que mi polla recuperó su tamaño normal.

Cuando salí, mi madre estaba terminando. Me dijo que por hoy era suficiente y nos despedimos de Claudia.

Al salir del gimnasio le pregunté por la edad de Claudia. Le había comentado a mi madre sin cortarme que ella tenía un buen par de tetas para su edad y que si serian operadas.

-¿Cuántos años crees que tiene?

-50, le dije.

-51, tiene 51, me contestó mi madre.

-Entonces son operadas sin duda. Pero están muy bien.

-¿Eso significa que no te gustan las tetas de tu madre? Me dijo poniendo cara de pena.

-Claro que me gustan mamá... me di cuenta de que había metido la pata pero ella se rio como si nada.

-Ja,ja,ja,ja.

-Bueno, intenté arreglarlo, a quién debían de gustarle era a papá...

Siguió riendo hasta que llegamos a casa. Menos mal que no le dio importancia.

Los siguientes días volvimos al gimnasio y allí estaba Claudia con sus ejercicios. Aunque siempre que la veíamos estaba subida a la elíptica, parecía que no hiciese otra cosa.

Empezamos con la bici, luego la cinta y por ultimo pasábamos a la máquina de remo. Yo para entonces ya estaba empalmado, así que con la excusa del sudor me daba una ducha, pero unos días atrás había empezado a meneármela en la ducha. Afortunadamente, eras duchas individuales, con su separación entre ellas, por lo que podía desahogarme sin que nadie me viera.

Eyaculaba varios chorros que salpicaban contra la puerta de la ducha. Estaba tan caliente que seguía meneándomela después de haberlo soltado todo.

Como la alcachofa de la ducha era fija, tenía que apañármelas para que se fuera todo el semen de la puerta haciendo salpicaduras con las manos.

Ya recuperado del orgasmo, me secaba bien y me volvía a poner la ropa de gimnasia y a volver. No creía que mi madre sospechara algo, era demasiado inocente en esos temas y estoy seguro de que no sabía que su hijo se le meneaba, ni siquiera en casa.

Un día al volver a la cinta, mi madre me dijo que Claudia trabajaba en recursos humanos de una multinacional y que cómo le había contado que estaba sin trabajo, me comentaba que podría acudir a una entrevista de trabajo para conocerme mejor y ver si podría encontrarme algo.

Sacó una tarjeta que llevaba en la bolsa de deporte después de salir del vestuario y me dijo que si me venía bien, al día siguiente a las 9 me vería para hacerme la entrevista.

Mi madre contestó que si por mi y nos despedimos de ella.

-Hay que llevar traje, le dije, y encima tengo que madrugar, que rollo, protesté.

-No seas tonto hijo, yo gano dinero, pero no somos millonarios, y algún día yo faltaré y tendrás que arreglártelas tu solo.

Asentí con la cabeza.

Al día siguiente nos levantamos a las 7:30, bueno mi madre siempre lo hacía porque trabajaba de mañana, pero yo estando en paro me levantaba a las 10.

Después de ducharnos, me ayudó a ponerme un traje de mi padre con corbata y todo. Me estaba un poco pequeño.

Mientras me apretaba el nudo de la corbata me dijo:

-Estás muy guapo hijo. Ya verás cómo le causas buena impresión.

-Eso espero.

Llevaba una carpeta con un curriculum como me había pedido Claudia.

Mi madre me llevó a la entrevista, le pillaba de camino a su trabajo. Nos despedimos en la puerta del edificio. Me deseó suerte y me tiró un beso. No sé porqué me fijé en sus tetas al despedirnos.

Eran las 9 menos cinco cuando atravesé la puerta del edificio. Me dirigí a una chica que estaba en la recepción.

-Tengo una entrevista con Claudia López a las 9. Soy Carlos Gonzalez.

Miró un libro de visitas y me dijo:

-La avisaré de que subes. Planta 14, su nombre está en la puerta.

Subí hasta el piso 14 y al salir vi una puerta cerrada con el nombre de Claudia López grabada en una placa.

Toqué la puerta y me invitó a pasar.

-Hola Carlos, siéntate. ¿Te apetece tomar un café?

-Gracias. Estaría bien.

Llamó a su secretaria y nos trajo dos cafés muy calientes. Cuando se iba, le dijo que no le pasara llamadas.

-Bueno Carlos, cuéntame, ¿cuántos años tienes? ¿qué has estudiado? ¿de qué te gustaría trabajar?

-Tengo 23 años, estudié ADE y trabajé tres años después de acabar la carrera en una empresa...

-No hace falta que me digas el nombre.

Me dijo que le pasara el curriculum y le echó un vistazo. Luego me lo devolvió y se quitó la chaqueta dejándola sobre su silla aunque tenía un perchero detrás.

Llevaba una blusa morada con un buen escote.

Me miró fijamente y me preguntó si me gustaban maduras.

-¿Qué dice?

-Que si te gustan las mujeres maduras. Me he dado cuenta de que en el gimnasio no me quitas ojo de encima.

Yo me sonrojé y no sabía que decir...

Se levantó de la silla y caminó hasta la puerta echando el pestillo que esta tenía.

-Vamos a comprobar si te gustan maduras de verdad...

Diciendo esto se quitó la blusa y la falda quedándose en ropa interior. Estaba encerrado con una pervertida...

-¿Quieres trabajo? Pues primero tendrás que hacerme uno a mi.

Se agachó frente a mi echando mi silla hacia atrás y metió la mano en mi pantalón hasta llegar a mi polla. No opuse mucha resistencia, la verdad.

Desabrochó el pantalón y sacó mi polla que estaba algo dura.

-Yo también me he fijado en ti en el gimnasio, ¿sabes? Cómo hacías ejercicio con tu madre, cómo sudabas y cuando te ibas al vestuario suponía que te la meneabas en la ducha pensando en mi. Me ponías tan cachonda que cuando llegaba a casa estaba tan húmeda que me tumbaba en la cama y me metía dos dedos de lo mojada que estaba. ¿Entiendes? Ahora quiero probar tu polla. Esa polla de veinteañero que no he probado desde que yo también tenía veinte años.

Me empezó a chupar la polla hasta que alcanzó la máxima erección. Me dolía de tan dura que estaba.

Después de un rato se quitó el sujetador y me hizo una buena cubana con ese par de tetas que había adivinado en el gimnasio. No parecía para nada que fueran operadas.

Cuando se cansó de la cubana, me levantó y me llevó al otro lado de su mesa donde había una alfombra.

Me tumbó sobre ella, me abrió la camisa, mi corbata y chaqueta estaban en la silla y me bajó el pantalón hasta los tobillos. Ella se quitó las bragas, llevaba el coño depilado del todo salvo por una pequeña línea en el centro. Abrió una especie de cajón oculto del que sacó un condón.

Lo abrió con desgana mirándome a la cara y me lo puso.

-Hay que ser precavidos, me dijo seria.

Se colocó a horcajadas sobre mi, se mojó dos dedos con la lengua y se los pasó por el coño y se la introdujo muy despacio.

Comenzó a subir y bajar. El condón se enrolló un poco en su base y yo lo volví a desenrollar hasta abajo.

Claudia seguía follándome y acompañaba cada subida y bajada con un ah.

-Ah, ah, ah, ah, así, así, sigue follándome, sigue follándome. Pero yo no hacía nada, era ella la que me estaba follando.

Yo la miraba hacer y estaba disfrutando mucho la verdad.

-¿No dices nada? ¿No te gusta? ¿No te follo bien?

-Si, si que me follas bien, dije. Comencé a gemir por si acaso le daba por abofetearme o algo. Si no había gemido era por miedo a que nos oyeran.

Al oírme gemir se animó y aceleró el ritmo de la follada. Si antes me lo hacía recta sobre mi, ahora se inclinó hacia delante como lo haría una pareja de amantes y apoyó sus manos sobre mi pecho.

-Ah, ah, ah, Carlos que gusto me das, ah, ah, ah, sentir tu polla dentro es lo mejor que puedo sentir. Como me gusta, como me gusta, imagina como sería que tu madre también sintiera tu polla dentro de ella. Imagínatelo, tu madre, tu madre, te la follas, te la follas, aaaah.

¿A que venía meter a mi madre en esto? No sé, tal vez la pusiera también cachonda a Claudia. Era una pervertida y podía pensar cualquier cosa.

Seguimos un rato más. Ahora yo miraba cómo sus tetas subían y bajaban.

-¿Te gustan eh? Tócamelas, chúpame los pezones si quieres, se cómo me las mirabas en el gimnasio. No es lo mismo meneártela pensando en ellas que tenerlas aquí delante para ti.

Se las cogí y las manoseé, las chupé, chupé sus pezones y para entonces no pude más, estaba a punto de correrme.

-Voy a correrme Claudia.

-Aguanta un poco más, no te corras aún, yo aún no llego, no llego, no llego. ¡Siii! Si llego, me corro, me corro, ah, ah, ah, ah,

Aceleró el sube y baja y me corrí con ganas.

-¡Aaaaah Carlooos! ¡Me corrooooo! ¡Qué gustooo! Córrete tu también.

Le agarré fuerte las caderas para que sintiera cómo me iba. Mientras ella seguía dando los últimos sube y baja, yo terminaba de soltar toda mi leche. Fue increíble.

Ya recuperada la respiración, Claudia se salió de mi. Me dejó tumbado en el suelo y pasó sobre mi por lo que vi su coño desde abajo mientras iba a un pequeño baño que tenía en su despacho. Me incorporé y me levanté. Me quité el condón y lo tiré en un cubo que estaba junto a la puerta del baño.

Como el baño era tan pequeño, toqué con mi polla aun morcillona su culo.

-La próxima vez quiero follarte así, le dije al oído.

-Ahora límpiate bien y vístete. La semana que viene te llamaré para una segunda entrevista. De esto ni una palabra a tu madre, ¿entiendes?

-Claro, claro, no diré nada.

Me vestí y salí del despacho, cuando me di cuenta de que me había dejado la carpeta con el curriculum sobre la mesa. Volví a entrar y la cogí. Los cafés ni los habíamos tocado.

Llegué a casa y comí algo. El polvo me había abierto el apetito.

Por la tarde llegó mi madre del trabajo. Le conté que tal me había ido el día con la entrevista y ella me dijo que seguro que le había causado buena impresión. También le dije que hoy no tenía ganas de ir con ella al gimnasio. Mi madre lo entendió y nos quedamos en casa.

Al día siguiente si fuimos al gimnasio pero ni rastro de Claudia. Así durante unos días más.

Mi madre estaba como impaciente por no verla. Pensé que con lo que me había dicho mientras follábamos, mi madre a lo mejor se había acostado con ella. Si llevaba tres años sin probar una polla lo mismo le daba un coño y empecé a imaginármela haciendo la tijereta o cómo se llamara eso que hacían las lesbianas.

Desde hacía unos días había empezado a mirar a mi madre con otros ojos, no sé si era por la ausencia de Claudia o por otro motivo.

El domingo siguiente estaba cansado y decidí acostarme a eso de las 12. Mi madre se quedó en el salón viendo la televisión. El caso es que hacía calor y no podía dormirme. El reloj de la mesilla marcaba las 2:00 AM en color verde fosforescente. En eso que noté una luz que me apuntaba directamente a la cara.

-¿Quién es? ¿Qué pasa?

-Soy yo hijo. Era mi madre con su linterna. Se ha ido la luz. ¿Puedes ayudarme a ver si han saltado los plomos?

-Si, está bien. Espera que cojo mi linterna, le dije.

La ayudé a coger la escalera que teníamos en la terraza. Quise subirme a ver el panel eléctrico porque estaba encima de la puerta de entrada, pero mi madre no quiso y se subió ella.

No llevaba camisón como siempre, sino que iba en ropa interior.

Me quedé mirando su culo perfecto marcado por esas bragas de encaje tan bonitas que llevaba.

-Vaya, no han saltado los plomos, me dijo mirándome desde arriba.

-No te preocupes, mañana llamaremos a un electricista para que lo mire.

Sacamos la escalera y mi madre me dijo que si podía dormir con ella porque le daba miedo la oscuridad.

Como si no durmieras todos los días a oscuras, pensé para mis adentros.

Volvió a insistir poniendo cara de niña buena y no pude resistirme.

Por si acaso decidí acostarme de espaldas a ella.

La verdad es que seguía sin poder dormirme. No sé qué hora sería cuando noté que sus tetas se apoyaban en mi espalda. Se había pegado totalmente a mi.

-Cariño, ¿puedes darte la vuelta? quiero decirte algo.

Obedecí algo cansado.

-Dime, ¿yo te excito?

-¿Qué dices mamá? Dije alejándome de ella.

-Que si te excito. Me he dado cuenta de cómo me mirabas el culo mientras estaba en la escalera.

-Cualquier hombre que no sea gay te miraría el culo. Lo tienes perfecto de tanto ir al gimnasio.

-Si, pero tú lo mirabas con deseo.

-Solo lo he mirado como mujer que eres.

Mi polla se estaba empalmando.

-Tengo que confesarte que desde que me separé de tu padre hace 3 años que no pruebo una polla. Me masturbo si, pero no es lo mismo que sentir un miembro masculino dentro de mi haciéndome sentir plena.

No podía creer que me estuviera confesando eso.

-Tengo que pedirte un favor. Quiero que me folles, hazme tuya. Sé que me deseas aunque seas mi hijo. Yo también te deseo. Me encanta tu barriguita. Alguna vez te he espiado en la ducha.

Yo rechazaba eso echándote para atrás. Iba a caerme de la cama, pero al mismo tiempo me estaba poniendo cachondo.

-Fóllame hijo. Si me follas, mañana te compraré esas Nike que tanto te gustan.

¿Me estaba comprando por unas zapatillas? Sin duda estaba loca o muy desesperada por follar.

Se fijó en que estaba empalmado y me tiró del calzoncillo.

Ya no había vuelta atrás. Yo estaba dispuesto a ello. Era mi madre, si, pero la quería y la deseaba como mujer.

Me quité el calzoncillo y ella se desnudó también, se tumbó boca arriba y se abrió de piernas dispuesta a recibirme.

-Ya no puedo quedarme embarazada, me dijo, así que házmelo sin goma.

No veía bien, solo un rayo de luz de la calle entraba por la ventana, así que me agarré la polla y la guie a ciegas hasta su vulva.

La penetré despacio, muy lento, era la primera vez que lo hacía sin condón y la sensación era magnifica. Carne contra carne sin plástico de por medio.

Ella cerró las piernas atrapándome. Comencé a moverme. Mi madre me miraba con pasión. Mientras empujaba yo también la miraba a los ojos enamorado.

-Mamá, mamá, ah, ah, ah, que gusto.

-Si mi niño. Sigue así, así, muy bien. Así le gusta a tu madre.

-¿Papá te lo hacía así?

-Muy pocas veces. Era muy bruto y solo quería disfrutar el. Se corría enseguida.

-Pues yo te voy a hacer disfrutar mucho.

-Si mi niño. Ah, ah, ah, empezó a respirar más rápido.

Yo también la acompañaba con mis gemidos.

Seguimos follando un rato más, era genial. Ya no importaba follarme a mi madre. Nadie podía saber lo que hacíamos dentro de casa. Era mi madre y la amaba y la deseaba. Fin de la preocupación.

La semana siguiente Claudia no me llamó. Estaba claro que solo me había hecho la entrevista, y que entrevista, para follarme.

Un domingo se me ocurrió algo. Iríamos al gimnasio para follar en las duchas.

Cuando llegamos era temprano y no había casi gente. Al entrar la chica de recepción nos dijo que las duchas de los vestuarios masculinos estaban estropeados y que si no me importaba podría ducharme en el vestuario de mujeres, siempre yendo con una toalla y nunca desnudo.

Nos miramos y sonreímos.

Follamos como locos en las duchas del vestuario de mujeres. Aquello fue lo más.

Volvimos a repetir cuando repararon las duchas del vestuario masculino. Siempre en domingo por la mañana con el morbo de que pudieran pillarme en el vestuario de mujeres.

Mi madre y yo ahora somos amantes. Nadie lo sabe, no lo vamos pregonando y somos felices.

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