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Anal a la rubia Angie

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Este día no quise ir a comer al restaurante de mi hermana y opté por ir por una hamburguesa al restaurante de comida rápida que me queda a solo diez minutos caminando. Estoy esperando por mi orden cuando veo entrar a esta chica alta y esbelta de quizá un metro y setenta, pero con sus botas de tacón alto, le hacía ver aún más alta. Tiene facciones atractivas, cabello rubio en un corte estilo Cleopatra y viste una falda como las que usan las tenistas, pero en este caso de color negro, lleva un chaleco también de color negro y una camiseta blanca que le hace contraste. Está bien maquillada y definitivamente es atractiva, aunque al principio le calculé mal su edad, pues pensé que rondaba los 25 a 27 años.

Me dieron la orden y me fui en busca de una mesa y la verdad que todo el restaurante estaba a mi disposición, pues solamente era yo y esta chica que hasta ese momento no conocía nada de ella. Me siento y contemplo la tarde nublada y miro también que ha comenzado a lloviznar tenuemente. Estoy contemplando la tarde de un 31 de octubre, pues por estos lados del mundo se celebra esa fiesta de Halloween. Para mi sorpresa, de repente veo a la chica que se asoma por el pasillo, me mira, sonríe y se acerca preguntándome: ¿Le puedo acompañar? – La verdad que me sorprende, pero a la vez creo que era justificable, éramos los únicos en el lugar y creo que platicar en ese silencio nos venía bien a ambos. Se presentó con el nombre de Angie, aunque al principio lo hizo con todo su nombre en la pronunciación en inglés de Angélica.

En la plática me sorprende que vive en la misma calle donde yo vivo, que es estudiante de biología en la universidad y que solamente tiene 19 años. También me sorprendió el hecho de que durante la plática sacó una botella miniatura, de esas que regularmente dejan en las habitaciones de los hoteles, de un whiskey escoses el cual mezcló con su soda y ofreció compartir otro igual conmigo. Me hizo reír, pues es ilegal tomar alcohol en este tipo de restaurante, como también es ilegal para una chica de su edad, consumir alcohol. La plática se extendió por más de una hora y yo le sorprendí con que yo era el dueño de la primera casa de la colonia, la cual es la más grande y además que cuenta con una enorme piscina, pues originalmente este terreno era lo que se conoce como la casa club, pero durante el bajón económico del declive inmobiliario de algunos años atrás, decidieron venderla y yo hice mi casa a mi gusto y es la única que no se parece a todas las demás.

Debo decir que durante nuestra conversación en el restaurante Angie nunca me dio la idea que de alguna manera yo le atraía, pues yo le doblo más que su edad a esta chica, de hecho, ella me dio un cálculo de 55 años y creo que es la primera chica que me ha echado más años de todas aquellas que se atreven a adivinar. Como seguía lloviznando, ella me ofreció llevarme para la colonia al regreso y me subí en su todoterreno de marca inglesa. En dos minutos estábamos frente a mi casa y le doy un apretón de manos y sigo con el protocolo de una despedida y es ella la que me pregunta de una forma evidentemente sugestiva: ¿Pensé que me ibas a invitar a pasar? Creo que después de todo, no eres el soltero que dices que eres, de otra manera me hubieras invitado a pasar. – Me hace reír y le digo: ¡Bueno, si gustas tomar el riesgo, estas más que invitada! Se estaciona en la entrada de mi cochera y comienzo a comer ansias, pues realmente no me esperaba que Angie por su edad se sintiera atraída por mi… esta chica solo tiene 19 años.

Me da los cumplidos por según ella la decoración de mi casa. Pasa por la biblioteca y como si se tratara de un agente de bienes raíces, me pide que le muestre las 6 habitaciones de la parte superior. Intuye cuál es mi habitación, pues es la única que tiene el yacusi lleno de agua y que hay una cantina con una variedad de licores en ella. Le gusta la vista de mi habitación, pues frente me queda el río y un bosque que por esta época del año se vuelve colorido. De repente me sorprende nuevamente con su pregunta: ¿Qué edad tenía la chica más joven que ha pasado por esa cama? – Yo intento proyectar que nunca le pregunto la edad a nadie, pero ella insiste que le responda, aunque sea un cálculo: 30 años le dije. La verdad que le mentía, por esa cama han pasado varias de 18 años en los últimos 10 años, pero quería que Angie se sintiera, por si pasaba lo que intuía iba a suceder, que ella se sintiera especial o única.

Como vi que ella era bastante directa con sus preguntas, no dudé en ser igual de directo con ella: ¿Lo has hecho con alguien mucho mayor que tú? -Ella se sonríe y me responde como que lo que va a suceder es ya todo un hecho: ¡No… contigo sería el primero! – Verdaderamente que su respuesta hizo que mi paquete comenzara a abultarse de tan solo imaginar cómo se vería esta linda niña completamente desnuda o como gemiría al alcanzar un orgasmo. Hacemos una plática más íntima y me confiesa que le atraen los hombres mayores, pero que nunca se había dado la oportunidad de coincidir con uno en una circunstancia que ameritara tomar ese riesgo. Me dijo que yo le parecía un hombre atractivo y que, a pesar de mi cabello gris, mi cuerpo atlético le parecía que me lo cuidaba, además que mi rostro era de un buen ver. Ya habían pasado unas dos horas de nuestro encuentro y le dije que si se quería poner cómoda o darnos una baño juntos en el yacusi. Me dijo que disfrutar del yacusi le parecía bien y Angie me pidió que la desvistiese.

Realmente me encanta hacerlo, creo que es mi faceta preferida en estos encuentros, poder y darme el gusto de desvestir a una mujer. De hecho, a las chicas por las que he pagado por sexo, les he pedido que me den la oportunidad de desvestirlas… eso realmente es exquisito hacer. Le he removido su chaleco con delicadeza a Angie, donde puedo percibir unos pechos quizá de una medida de copa C. Tiene un abdomen plano y sube los brazos para que le despoje de la blusa y luego le remuevo el sostén. Tiene una areola rosa y esa parte de la piel parece erizada ya sea de los nervios o el poco frio que se nos ha venido por la época. Le beso el cuello y su piel se eriza al contacto. Ella hace lo mismo, me ayuda con quitarme la camisa y mete una de sus manos por dentro de mi pantalón deportivo y me toma del paquete que todavía no está a su máxima potencia y sus manos frías me lo despiertan. Le desabotono la falda, la cual además tiene un cierra que ya he bajado. Tiene una tez blanca y puedo ver esa marca todavía más blancuzca de la marca que su ropa interior le deja. Lleva una tanga de color negra que contrasta con su clara piel. Le ayudo a quitar las botas y sus calcetines y solamente queda en su tanga blanca, en la cual puedo observar esa mancha mojada que su panochita ha creado por las ganas. Totalmente depilada y ahora puedo ver en su ombligo algunos cristales que brillan, me acerco, le beso el ombligo haciéndole círculos con la punta de mi lengua mientras mis manos se deleitan amasando sus nalgas. Le dejo que me quite el pantalón deportivo y me ha removido mi bóxer mientras ella está de rodillas ante mí. Mira mi miembro que ha tomado más firmeza y solamente exclama: ¡Tienes una hermosa verga!

La invito al yacusi y Angie se sienta sobre mi y con su mano masajea mis testículos y a la vez acaricia mi falo. Me muerde el oído y a la vez me dice lo siguiente: Tony, estoy nerviosa, nunca había sentido así una verga tan grande y gruesa como la tuya… no soy virgen pero tampoco estoy activa sexualmente: ¿Tienes condones? -agregó. Realmente no tenía condones, lo que limitó a que ese día intentara acabar en su panochita. Obviamente no iba a salir en busca de ellos y estropear el momento. Nos secamos por sugerencia de Angie y es que creo que ella estaba más ansiosa que yo y tan pronto llegamos a la cama, comenzó en darme un oral que, si bien no era el mejor de mi vida, es una delicia ver a una chica tan linda prendida mamando tu falo. La verdad que pocas chicas a esta edad saben hacer un verdadero oral, aunque yo le hice saber a Angie que había sido el mejor de mi vida. Ella estaba tan excitada que cuando le comía su conchita, esta vertía sus jugos en abundancia y eran de esos gruesos de los que toman tiempo en secarse, de los que te indican que esta mujer anda en esos días de su ovulación y donde están más calientes que nunca, pero también donde están más expuestas a quedar embarazadas.

No sé si es producto de mi imaginación, pero una conchita joven siempre tiene un sabor y olor exquisito. Los jugos de su panocha estaban tan dulces y olía tan rica aquella abertura que le restregaba con violencia mi lengua intentando que la punta de esta penetrara hasta lo más hondo posible y donde Angie me tomaba de la cabeza para hacerse presión mucho más. La puse en una posición donde podía chupar a mi antojo su clítoris y donde mis manos jugueteaban con sus dos duros pezones y Angie solamente gemía del placer. Le recorrí toda esa abertura mil o dos mil veces, hasta llegar a su perineo donde se arqueó con sus largas piernas porque intuía que le quería succionar el ojete. Me ofreció su culo para que se lo chupara y definitivamente se estaba dando toda esta linda chiquilla. Quizá fueron unos 7 o 10 minutos de ese masaje oral, cuando Angie explotó con su primer orgasmo y pronto tomé posición para hundirle mi verga en tan estrecho y jugoso orificio… solo jadeaba del placer y entre más fuerte eran mis envestidas, más gritaba del placer. Con los minutos ya que ella estaba más relajada, le dije que estaba a punto de venirme y ella se ha puesto de rodillas y me ha dado otra mamada y le dejo ir mi descarga y veo como por su boca escurre toda mi esperma acumulada por una semana.

Nos fuimos a bañar juntos, donde seguimos tocándonos y donde puse a Angie en cuatro en la esquina del baño y comencé a chuparle el culo por largos minutos. Que ricas nalgas tiene esta niña, tiene un culo redondo y bien puntiagudo que no se podía imaginar cubierto por su falda y su chaleco. A la vez, le chupaba su panochita, mientras mis dedos se hundían en su apretado culo. Sabía a lo que iba, pues cuando sintió que cambiaba mi posición, puso sus nalgas más niveladas con mi miembro, el cual sintió cuando se lo ponía con mis manos. Solo me dio una advertencia: ¡Hazlo con mucho tacto, nunca me han cogido por ahí! – me tomé el tiempo necesario y con los minutos, mi glande desapareció de tanto intentar meterlo y ser rechazado por el ojete tan apretado de esta rubia… eventualmente mi glande desaparece y el resto de mis 24 centímetros de mi verga están en las entrañas de esta niña que solo gime de dolor o de placer.

Su panocha escurre abundante jugos y comienzo con mis dedos a chaquetearle la panocha, haciendo más énfasis en su clítoris que se siente duro e hinchado. Está en una posición de perrito, pero a la vez me da oportunidad de llegar a su panocha donde mis dedos masajean constantemente su clítoris. Cinco minutos así y explota con un orgasmo que le hacen temblar las piernas y el culo, pues siento ese vibrar también en su ojete. Le pasa en un par de minutos y le sigo pompeando el culo y vuelvo a chaquetearlo el clítoris y le vuelve a ocurrir, pero esta vez parece ser más fuerte. Grita que se viene y solo me dice que no pare, que le destroce el culo. Nuevamente hacemos una pequeña pausa siempre con mi verga bien enculada y seguimos a hacer lo mismo. Tuvo tres orgasmos bien seguidos y al tercero la acompañé y me vine en su rico culo. Pude ver como mi esperma salía de su rico culo y a la vez una línea de sangre que se mezclaba cuando caía en la superficie del baño.

Nos seguimos bañando, nos hemos vuelto a secar y a seguirle cogiendo el culo por más de una hora. Pensé que ya no aguantaría, pero Angie creo que tuvo por lo menos 7 orgasmos aquella tarde, en lo que ella no sabía explicar donde sentía el placer, pues con su inexperiencia en el sexo, no sabía distinguir si eran en sí orgasmos anales o del clítoris, o orgasmos vaginales. Ese día creo que experimentó esas sensaciones diferentes y con ganas de seguir viviéndolas, pues hace poco acaba de hacerme llegar un texto que dice: Tony, podríamos repetir lo de la semana pasada. Avísame si quieres cogerte este culito. – Y la verdad que, si se me antoja y lo más probable que cuando ustedes hayan leído esto, yo ya le habré descargado por lo menos tres palos a Angie y ella quizá se habrá ido otras siete veces con esos gemidos que dan placer escuchar.

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