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Antes del café (Capítulo 6): Actor pornográfico

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Versión de Braulio: 

Supuse que fue mi imaginación haber oído el sonido de la puerta principal. Después de unos minutos no volví a escuchar otro ruido, así que me tranquilicé y continué follando con Lizbeth.

Sus gritos y expresiones me estaban poniendo en apuros y su vagina estaba tan apretadita que sentía venirme en cada empuje de mi verga. Decidí, por lo tanto, hacerlo lentamente y sacársela de vez en cuando para descansar. Ella captó inmediatamente mi preocupación y externó su deseo.

-No importa cuándo ni dónde quiera correrse, profesor. Hágalo.

Tomé en cuenta su atenta proposición, pero debía ser yo quien lograra primero su orgasmo. Entonces me mentalicé y comencé a cogérmela duro y rápido teniendo sus pies en mis hombros y frotando su clítoris.

Después de un rato considerable, me acosté para que Lizbeth me desvistiera por completo y me propinara unos sentones. Fue bastante placentero observarla brincando duro y oír sus quejidos que representaban el dolor que sentía, aun así, le fascinaba, pero yo ya no podía resistir más toda la influencia.

Ella notó mis gesticulaciones de sufrimiento y debo admitir que, en esos momentos, trataba de pensar en cosas ajenas para no eyacular pronto.

-Profesor, ¿no piensa darme su lechita? -preguntó entre jadeos por el esfuerzo que empleaba al saltar.

No aguanté más. La tomé de la cintura y la acosté boca arriba para darle nuevamente con sus piernas abiertas. Luego de pocos minutos, le desenterré mi pija, la llevé a su boca en la posición en la que se encontraba y le eché muchísimo semen. Ella, sin ascos, se lo tragó todo y con su lengua me dejó limpio el miembro.

Fue todo un deleite para mí. Además, no me sentía cansado y tenía ganas de empezar una tanda más, por lo que volví a mi puesto mientras ella seguía abierta de piernas y le introduje mi pene. Ella estaba muy a gusto de que yo continuara haciéndola mía.

Lizbeth me recomendó hacerlo de perrito, con la modalidad de pegar su espalda a mi pecho y sostener sus tetas. Sin pensarlo dos veces ejecuté la acción y lo hicimos despacio.

Sus movimientos eran extraordinarios. Indiscutiblemente, ella tenía un talento innato, era buenísima en la cama, excelente seductora y exageradamente hermosa. Esas ideas me despertaron muchas dudas que no tardé en manifestarle mientras follábamos.

-¿Desde cuándo eres experta?

-Desde hace dos años -respondió-. ¿Y usted?

-No tiene mucho -dije-, como máximo un año.

-Vine a aprender más de sexo con usted -admitió-. Mis intenciones no fueron académicas en ningún momento, así que le pido que no me repruebe ni le comente de esto a mi padre y le prometo que le entregaré mis nalgas cuando usted lo desee.

-Ni loco te delataré -prometí-. Pero ¿qué has aprendido hasta ahora conmigo?

-Que los plátanos gigantes existen -hizo hincapié-. También aprendí a convencer a un profesor de coger, a tratarlo como rey, a vaciarle los huevos y a satisfacerlo sexualmente, ¿o no?

-Pero eso lo aprendiste por ti misma -le aclaré-. ¿Hay algo nuevo que quisieras que te enseñe?

-Sí, deseo que me muestre toda su casa -contestó-, y así podría enseñarme cosas nuevas con su creatividad en cada escenario.

Me pareció una increíble idea. Después de que Lizbeth terminara de quitarse su tanga, salimos el pasillo, llevándola abrazada por detrás. Ella me preguntó sobre la puerta que estaba frente a mi habitación y le expliqué que era el cuarto de mi hermana, pero que, por lo general, siempre estaba cerrado con seguro y giré el cerrojo para demostrárselo. Ella lamentó que se descartara ese sitio de nuestro sexoso recorrido.

La barra ya era un viejo lugar conocido. Sabiendo lo que ella tramaba, la cargué para sentarla en la barra, abrí sus piernas y le chupé su concha con todo y clítoris. Luego, en la misma posición, le ensarté mi herramienta una y otra vez.

Pasado un rato, la bajé y la empiné de pie para metérsela por atrás, mientras ella recargaba las manos en la barra.

Después de unos minutos, la llevé a una silla del comedor, me senté y ella tomó asiento en mis piernas, ensartándose mi espada. Se dio deliciosos sentones hasta el cansancio y luego ella se subió sobre la mesa.

Enseguida, la acosté de lado y estando yo de pie la penetré, impactando rudamente mis muslos contra su trasero. Mi deseo era escuchar otra vez sus gritos, pero volvieron a superarme y me detuve antes de eyacular.

Rodeé la mesa para toparme con su cara e insertarle mi polla en su boca. Ella la succionó perdidamente por un tiempo y luego se la sacó y suspiró de lo contenta que estaba.

-Me deja muy admirada, profesor -reconoció-. Me cogió tan duro que creí que la mesa se quebraría.

Pronto, de forma maldosa, me subí a la mesa junto con ella y comencé a follarla en cuatro tomándola de la cintura. Ella se agachó, formando una rampa con su espalda y me incitó a darle nalgadas fuertes, pero al poco rato pidió que paráramos debido a su miedo de caerse y después de ayudarle a bajarse de la mesa, me pidió su puntuación.

-Qué rica lección, profesor. ¿Pasé el examen de la barra y el comedor?

-Evalúame a mí, tú estuviste fantástica -le declaré.

-Yo le doy de calificación un 69 -insinuó-, usted decide si quiere obtener el 100. Ya le di la clave.

Pronto la llevé al sofá, me acosté y Lizbeth, invertida encima de mí, puso su entrepierna en mi cara y le di mamadas a su coño. A su vez, ella se estaba comiendo tan rico mi pito que me provocó darle nalgadas, lo cual indujo que se moviera a modo de restregarme su cola y emitió gemidos ardientes.

De repente, mi lengua tocó territorio anal. Ella pegó un grito agudo y procedí a mover mi lengua en círculos. Sus gemidos eran más bien chillidos, pero de rato se levantó y me dió una advertencia con su acento pícaro.

-¡Qué atrevido, profesor! Pero le recomiendo no estimular una zona que no se atreverá a explorar.

-Lo dices como si ya hubieras vivido esa situación -repliqué con curiosidad.

-Para su información, nadie ha atravesado mi culo -confesó-. ¿Le gustaría ser el primero?

-Sería un honor -contesté-. Pero lo haré solo si usted acepta el término de que esto sea filmado.

-Acepto todos los términos que usted tenga a bien aplicar, profesor -enunció con elegancia.

De esta manera, fui por mi teléfono y una toalla, la cual coloqué en la cama de mis padres y ahí fue donde dejé empinadita a Lizbeth.

Fijé mi celular a un muro para grabar cómo me comía su culo y lo dilataba con mi lengua. Luego, afirmé mis pies en la cama, me posicioné en cuclillas, le escupí directo en el hoyo y fui penetrándolo con la punta de mi sable.

-¡Tss, duele, papi! ¡Ah, ah! -gritaba descomunalmente mientras estrenaba su ano.

Luego de varios intentos, me resigné a que mi verga no entrava completa. Sus gritos me acaloraban demasiado y decidí cogérmela con velocidad, controlando mi fuerza para no lastimarla más.

-¿Te gusta, preciosa? -cuestioné.

-¡Mucho, mi rey! ¡Me encanta! -exclamó.

En menos de diez minutos comencé a sentir que mi pene vibraba e inconteniblemente, me corrí en su culo. Vi como salía mi líquido blanquecino de su cola y la limpié con la toalla, además de que me ofrecí a bañarla.

Ya en la regadera, antes de enjabonarla, nos besamos apasionadamente y le metí mis dedos en la concha mientras ella se manoseaba el clítoris hasta que se vino. Aun así, me sentí adeudado porque ella me hizo venir dos veces y yo a ella solo una.

Le tallé su cuerpo, pero Lizbeth todavía tenía antojos. Se hincó y comenzó a lamer mi pija, queriendo iniciar una nueva ronda en la ducha, pero frené sus intenciones a pesar de su molestia, ya que casi eran las 2 de la tarde.

-Si fuera por mí, tendría sexo con usted por 24 horas aunque esté adolorida -confesó mientras salíamos del baño.

-Te creo, lindura -respondí mientras recogí mi celular-. Pero no puedo andar cancelando clases muy seguido. ¿Nos vemos el fin de semana?

-Este fin se atraviesa mi periodo menstrual, mejor el próximo -propuso-. Y otro día ¿me permitiría conocer la habitación de su hermana?

-No prometo nada -concluí para vestirnos y marcharnos a nuestros diferentes destinos.

Versión de Azucena:

Entré a la casa y de inmediato escuché los gemidos de Braulio y los agudos gritos de una chica, provenientes de la habitación de mi hermano. ¡Me quedé boquiabierta! No me atrevía a interrumpir, así que, sigilosamente, ingresé a mi habitación y cerré la puerta con seguro. La conversación conmigo misma se reanudó con susurros.

-¡Braulio está echando un polvo con una chica! ¿No se supone que debería de estar dando clases?

Los rechinidos de la cama de mi hermano y la voz de la escandalosa muchacha me aturdían un poco. Además, en el intercambio de palabras cachondas entre ellos, oí que la chica le llamaba profesor a mi hermano. Empecé a sentir algo de coraje.

-¡Ese mocoso no cambió su forma de ser desde que ocurrió lo de aquella vez! ¡Sigue siendo un cínico y pervertido!

Sin embargo, no tardé en ver el lado positivo de la situación, es decir, me prendí en cuestión de segundos y me acosté en la cama.

¿A quién iba a engañar? Tal como si fuera una película pornográfica me imaginé a un hombre y una mujer cualesquiera cogiendo intensamente. Después, metí a mi prometido en la cinta y yo me vi en el papel de la mujer. Pero, poco a poco, mi hermano fue reemplazando a mi novio y en mi mente contemplaba el incesto perfecto.

-¡Azu! No pienses cosas que no sucederán. Ya estás por contraer nupcias y serás la mujer de un solo hombre.

Quise pensar en Erick, en lo que aconteció el día anterior y en el posible desenlace que se hubiera suscitado si mis padres no hubieran llegado. Al principio así lo hice, pero oyendo los exagerados gemidos de la joven copulando con mi hermano no pude contener las ganas de recordar aquella vez a oscuras con él. Sin duda, fue un placer como ningún otro lo de hace un año y estaba urgida por revivir algo exactamente así o mejor.

Cuando menos me lo esperé, mi falda de mezclilla ya se encontraba alzada y mi mano zurda dentro de mi panti, escarbando mis labios vaginales. Mis toqueteos eran fuertes y mis gemidos comenzaron a asomarse, por lo que tapé mi boca con mi mano fracturada envuelta en una muñequera.

Me masturbaba a un ritmo lento para no llegar al extremo, pero ya había pasado casi hora y media así. La mujer que estaba con mi hermano no paraba de gemir o gritar y yo aterricé en ideas sucias que pronto me llevaron al orgasmo. Metí a mi boca uno de mis dedos y, mientras los de mi otra mano me penetraban, acabé corriéndome.

Yo estaba jadeando bastante excitada cuando de repente, oí que por fuera de mi recámara alguien intentaba abrir la puerta y me espanté. En cuanto dejaron de tocar el cerrojo, me levanté y pegué mi oreja a las bisagras con el propósito de escuchar su charla.

No obstante, lo que nuevamente se oyó fueron las ruidosas expresiones de placer de quien estaba con mi hermano. Pero eso no fue todo: También identifiqué los sonidos constantes de la madera de la barra crujiendo, así como el de las patas de la mesa, de las sillas y del sofá. No pude evitar expresar mi desagrado en voz baja.

-¡Iu! ¡Qué puercos! ¡Ahí comemos!

Importándome poco, volví a calentarme en mis pensamientos. A partir de ese instante, existió en mí una batalla entre el bien y el mal. Aquella fantasía de coger con mi hermano estaba resurgiendo, pero la negaba y reprimía sin poder vencerla, cuando lo que debía de hacer era satisfacerla.

Ya había pasado la 1 de la tarde y escuché que mi hermano le propuso a la muchacha tener sexo anal en el cuarto de mis padres y filmarlo, así que paré oído y presté toda mi atención.

Durante los siguientes diez minutos el escándalo retumbó en mis oídos. La chava parecía llorar pero a su vez decía que le encantaba. Recordé aquel día en el penthouse cuando le hice un oral a la herramienta de mi hermano, que en realidad estaba enorme y entendí porqué los gritos desgarradores. Me ahorré el impulso de masturbarme otra vez y esperar a que se fueran.

Se me ocurrió una gran idea cuando escuché que mi hermano y su acompañante continuaron de calientes en la ducha. Tan rápido como pude, me trasladé al cuarto de mis padres para ver si mi hermano casualmente dejó su celular. Por suerte, lo encontré recargado en una esquina y filmando.

Obviamente, quedé grabada entrando a la habitación, pero me apresuré a editar el video y recortar esa parte. Me di cuenta de que tenía otros quince videos porno en su galería, aunque no sabía bien si eran de él o no. De todas maneras, los copié por medio de un cable conectado a mi laptop, volví a poner el teléfono donde lo había encontrado y regresé a encerrarme en mi recámara.

Al poco tiempo, escuché que salieron del baño y platicaban en voz alta, mientras se vestían, sobre follar un fin de semana y claramente oí que la joven mencionó algo sobre coger con mi hermano en mi cuarto. Eso me molestó, pero no tardó en quitarse mi absurdo coraje.

-¡Ni loca se los prestaría para sus cochinadas! ¿Por qué se le ocurrió esa estúpida idea? ¿Qué le habrá dicho Braulio de mí?

A las 2 de la tarde, la puerta principal se azotó y las voces se alejaron. Por fin estaba sola. Salí a inspeccionar y aproveché para limpiar el desorden que produjeron.

Terminando, corrí a mi habitación, cerré con llave y ante el poco tiempo que tenía antes de que llegara Erick, decidí mirar solo un pedazo de cada video.

Empecé a reproducirlos en orden cronológico. El primero tenía una duración de media hora aproximadamente y me dio la sorpresa de mi vida. Identifiqué que el lugar era el penthouse del hotel de aquella embarazosa ocasión y por si eso fuera poco, miré a mi hermano y mi mejor amiga follando.

Anonadada y curiosa, vi los primeros tres minutos y continué con los demás, pero noté que todos los videos eran entre Braulio e Ingrid en diferentes días y lugares, excepto el último que fue con la muchachita que vino a la casa. Inmediatamente me cuestioné.

- ¿Por qué Ingrid no me ha contado nada sobre esto? Un día se lo cobraré caro.

Por último, disfruté el video completo que acababa de filmar mi hermano con la chica en su primer entierro anal. Vaya que me calentó ver a Braulio como todo un actor pornográfico.

Dieron las 3:30 y con mucha motivación recibí a mi prometido en mi recámara. Iniciamos de pie con besos que prontamente subieron de tono, él me quitó la blusa, yo le quité su corbata y su camisa, me senté en la cama, desabroché su pantalón y lo bajé con todo y calzón. Después, lo miré y le hablé provocativamente.

-Hoy sí probaré tu verga y no me lo vas a negar, cariño. Si quieres darme por el culo lo haremos a mi modo.

Provoqué sus gemidos luego de que comencé a comerme desesperadamente su pija. La tenía un poquito más grande que una promedio, pero con mi malicia podía encargarme de que tuviera un perfecto rendimiento en el sexo.

Cuando se la puse bien dura, procedí a posicionarme en cuatro. Erick subió mi falda y bajó mi panti con mucha seguridad. Colocó la punta de su pito en mi culo y me adelanté en gemir. Sin embargo, él no podía penetrarme.

-Está muy chiquito tu ano -se excusó.

-Papito, te recomiendo que primero lo estimules con tu lengua -respondí acordándome del video de Braulio.

-No me atrevo a hacerlo -dijo.

-Bueno, por lo menos escúpele y frota la baba con tu pene -sugerí.

Erick escupió en varias ocasiones pero su saliva siempre cayó en el colchón. Sin saber qué más hacer, intentó cogerme en seco y presionando mi orificio anal con fuerza, pero su polla no entraba y solo me lastimaba.

-¡Amor, me está doliendo! Así no se hace -le indiqué.

Observé que su pene se encogió y no podía tener una nueva erección. Frustrado y con la voz quebrada, se vistió y se despidió de mí.

-Lo siento, Azucena. No cumplo con tus expectativas en el sexo. Deberías pensar bien si quieres como esposo a alguien como yo.

Al borde de las lágrimas, se largó.

CONTINUARÁ...

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