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App de contactos

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Sentado al ordenador y caliente como siempre. Algún video porno, unas fotos de chicas o de chicos, quizá algún relato y para rematar algo de chat. Una app de ligue gay abierta por si surgía algo.

Vacaciones, verano, calor y poca ropa, todo ello se confabulaba para mantenerme en un estado constante de excitación.

En la app de ligue por fin alguien interesante, simpático, agradable incluso dulce y tierno. Al menos conseguí seguir charlando con él, y no cortar dedos de dos frases. Todavía no tenía muchos datos pero me gustaba hablar con él o puede que ella, nunca se tiene eso claro en internet. Y a mí no es que me importara demasiado. Decidimos pasar a un programa de chat, solos.

Con precaución, sin prisa, íbamos compartiendo datos, alguna verdad, medias mentiras y lo que pensábamos que el otro quería oír.

Así es como se lleva una conversación en un chat, eso cuando no se miente descaradamente y efectivamente detrás del nick name no hay mas que un personaje completamente inventado.

En este caso suponiendo que podía llegar a conocer en la realidad a la persona con la que hablaba no me atreví a mentir demasiado.

La App de ligue decía que estábamos en la misma ciudad, probablemente no estábamos a mas de quinientos metros uno del otro. Apenas un paseo.

Hablamos durante algunos días o mas bien noches calurosas y sofocantes, hasta la madrugada. Alguna de ellas y aún así cuando cortábamos la comunicación me quedaba con ganas de más.

Mas de una de esas noches, bueno seré sincero, todas, sentado, tumbado desnudo en mi habitación me había masturbado con él, excitado ante el móvil o la pantalla. Me gustaba lo que había visto de él, unas pocas fotos de su cuerpo sin cara Y lo que conocía de su personalidad por nuestras interminables conversaciones.

La noche mas calurosa, cuando no había nadie por la calle, por fin decidimos vernos. Cerrar la comunicación y salir a encontrarnos a medio camino.

Nervioso pero sin pensármelo demasiado, si no me hubiera arrepentido. Me puse unos pantalones cortos y una camiseta sin mangas. Las sandalias y las llaves. Efectivamente el paseo no era muy largo, no habíamos decidido un punto fijo pero al acercarme a él en la calle lo reconocí de lejos.

De mi edad mas o menos, se había puesto lo mismo que yo para salir. Rubio y delgado. Al aproximarnos se fueron revelando mas detalles, los ojos claros, guapo, la piel clara y una gran sonrisa cuando me reconoció.

Nos acercamos despacio el uno al otro, con precaución a pesar de todo lo que habíamos hablado por el ordenador el primer encuentro real era complicado. Me cogió la mano. Era un gesto casual pero a la vez tal y como lo hizo dulce, tierno. Nos mirábamos a los ojos y los dedos entrecruzados se rozaban suavemente.

La mirada desaprobadora de una mujer que paseaba un perro nos hizo reír y nos permitió relajar la tensión y alejarnos de allí pero sin soltar la mano del otro.

Caminamos sin rumbo fijo al principio, solo contentos de estar juntos, de haber terminado con nuestra soledad.

El primer beso en una esquina solitaria fue algo natural, no pensado, me supo a gloria. Su lengua invadiendo mi boca era dulce y mis manos apoyadas en su firme culo lo atrajeron mas a mí como imanes de polos opuestos.

Correspondí con la mía saboreando sus dientes, su lengua hasta su garganta. El sabor de su boca dulce me hacia desear más, más de su lengua, de su saliva y de todo su cuerpo.

Una de mis manos entró sola por dentro de sus cortísimos pantalones agarrando por fin una de aquellas deseadas nalgas, de piel suave y depilada. El dedo se deslizó solo entre ellas buscando el canal de su culo y el apretado ano. Echando por la borda toda precaución decidí llevarlo a mi casa.

Pero se adelantó y cogió mi mano para conducirme a la suya. Llevarme a su piso de estudiantes, a su habitación, con posters de chicos guapos ataviados con slips muy pequeños, en las paredes y una bonita cama a la que me empujó.

Cayó sobre mí buscando mi boca con la suya. Aproveché para quitarle la camiseta y desnudar su torso lampiño. Me comía la lengua con ansia acariciando mi cabello con una mano y mi muslo con la otra.

Yo con las mías acariciaba la piel suave de su pecho y conseguí hacerme con sus pezones, sus axilas, todo su torso. Se levantó solo el tiempo necesario para arrancarme el short y dejar caer el suyo al suelo. Terminé de subirme a la cama para hacerle un hueco en ella.

Según me fui arrastrando el slip se fue bajando con el roce de la colcha. Justo hasta la base de la polla descubriendo mi pubis depilado. A él solo le quedaba un tanga que le pedí que no se quitara. Desde luego se lo había puesto adrede. Me daba morbo ver su cuerpo perfecto con aquella poca tela intentando cubrir un magnifico instrumento que lo desbordaba por todas partes.

En cuanto se tumbó a mi lado mi mano fue derecha a su polla. La acaricié con ternura mientras él abría mi camisa, besaba mi cuello, lamía mis pectorales y mordisqueaba mis pezones. Tras eso se lanzó a terminar de desnudar mi rabo que para entonces estaba como una piedra, apreciando que estuviera pelado. Levanté primero el culo y luego las piernas para colaborar en la tarea.

Continuó lamiendo el vientre jugando con la lengua en mi ombligo haciéndose desear. Pasándola por mi pubis, besando mi piel. Bajando hacia los muslos dejando a un lado de momento mi polla.

Ensalivó bien los alrededores de mi pene, lamió mis huevos y yo me ponía aun mas duro con sus juegos pellizcando yo mismo mis pezones. Al fin se metió la polla en la boca apretándola contra el paladar con la lengua, evitando usar los dientes en el proceso. Levantaba el culo de la colcha para clavársela más en la garganta. Pero él solo pretendía ponerme lo mas duro posible.

Cogió el lubricante que había preparado antes de salir de casa a buscarme y me lo pasó. Girando su cuerpo sin sacar la polla de la boca hasta dejar las rodillas a mi lado y su precioso culito levantado justo al alcance de mi mano. Aparté la goma del tanga y se lo embadurné bien. Metiéndole un dedo primero y luego dos dilatándolo para que recibiera mi rabo sin daño.

Así preparados, él mismo se levantó y dándome la espalda se dejo caer sobre mi pene despacio dejando que se abriera camino en su interior sin forzarlo. Yo apenas tenia que mantener la goma del tanga fuera del camino de mi polla pues ni siquiera tenía que sostener su cadera.

Apoyado en mis rodillas, entrando y haciéndonos notar a los dos todo ese placer. Se giró sobre mi para poder acariciar mi pecho y pellizcar mis pezones subía y bajaba despacio clavado hasta los huevos. Mirando directamente a mis ojos.

Luego se inclinó hacia atrás y clavando sus pies en el colchón, unidos solo en las manos que sujetaban mis tobillos, la polla introducida en su recto y las nalgas duras apoyadas en mi pelvis.

Como se movía muy despacio tardé, tardamos en corrernos una barbaridad y a pesar de la difícil postura él parecía que no se cansaba.

Me derramé entero en su interior sabiendo que él lo disfrutaba cuando se bajó de mi. Su erección asomaba por el lateral del tanga. Apuntando hacia mi cara.

De su ano rezumaba mi semilla. Se movió sobre mí hasta sentarse en mi cara, lo limpié con mi propia lengua antes de meterme sus huevos en la boca y chuparlos como caramelos.

Luego hice lo mismo con su polla dejándola bien húmeda con mi saliva y notar por vez primera en mi lengua el sabor de su polla. Ya le había contado que a mí también me encantaba que me follaran, pero yo quería una postura mas relajada así que me puse a cuatro patas primero para comérsela mas relajado y largo.

Luego para que él me lamiera el ano para preparame. Lo hizo suave, lento, cariñoso su lengua pasando por la raja y clavándose en mi ano me hacía ver las estrellas. Mientras sus dedos largos y finos sujetaban mis nalgas con fuerza. Y cuando esos dedos entraron a aplicar del mismo tubito el lubricante que yo había usado en su culito y que teníamos tan a mano.

Esos dedos se abrieron paso en mi interior con la suavidad y dulzura que le caracterizaban arrodillado entre mis pantorrillas. A la vez que besaba y lamía mis nalgas y la parte baja de mi espalda. Tuvo la precaución de calzarse un condón en ese momento aunque a mí me había dejado hacérselo a él sin la gomita.

Ya me había puesto como una moto y no un simple ciclomotor, sino una de gran cilindrada. Abierto como un túnel de metro. Sólo tuvo que bajar mi espalda sobre sus muslos para que el glande se apoyara justo en el ano.

Me fue penetrando despacio y yo notando su entrada. Acompañándolo con mis gemidos. Mi rabo volvía a endurecerse y mientras me follaba lo cogía y lo acariciaba con mimo.

A cada golpe de pelvis me empujaba más sobre la cama casi hasta que mi cabeza daba al cabecero de la cama. Y él tenía que mover las rodillas para acompañarme sin salir de mi culo. No le importaba y a mí tampoco, me estaba gustando su fuerza, su energía y su pubis golpeando mis nalgas.

Pero todo se acaba y se corrió en mi ano. Volvió a levantarme el culo, arqueando mi espalda. Y sí, volvió a lamer todo lo que alcanzaba de mi cadera. De mi polla dura y huevos a toda la raja, con su semen rezumando del agujero. En ese momento me corrí yo y alcanzó a meter el glande en su boca para hacerse con mi lefa.

Se la tragó con una sonrisa lasciva. Y nos derrumbamos sobre la cama exhaustos, contentos y satisfechos por el momento.

- Esto puede ser el principio de una gran amistad.

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