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Así me cogieron mientras mi esposo trabaja
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Tiempo de lectura: 14 minutos

Enlace al relato anterior al final de este relato.

La alarma por la pandemia había terminado, todo mundo había sido vacunado y empezó la reapertura del país, los comercios volvieron a abrir, seguido de los restaurantes, los cines y las escuelas, a mi cuñado le volvieron a ofrecer empleo en Tampico y se regresó con su familia, mi hijo, Luis Manuel, ya casi con 6 años regresó a clases presenciales, todo parecía regresar a la normalidad.

Había que inscribir al niño en alguna actividad extra curricular y decidió ingresar al equipo de fútbol, le gustaba mucho este deporte debido a que durante el confinamiento mi esposo y mi cuñado jugaban con él en el patio.

Tenía entrenamientos dos veces por semana en la escuela y los sábados participaba el equipo en un torneo interescolar, al cual podíamos asistir los padres.

Puntualmente semana a semana lo llevaba a su partido y cuando estaba en etapa de descanso me acompañaba mi esposo.

Los niños a esa edad no son muy disciplinados y se distraen con facilidad, los padres disfrutábamos los partidos riendo con sus ocurrencias, mi hijo no era la excepción y a cada rato volteaba a saludarme agitando sus manitas o tirarme un beso, era gracioso ver la desesperación del entrenador tratando de poner orden, los padres gritando y apoyando a los chicos como si de campeones del mundo se tratara.

Al llegar a los partidos, saludábamos a los demás padres, noté que había un niño con el que mi hijo se juntaba más, se ponía a platicar y jugar con él durante el calentamiento previo al partido e incluso durante el partido.

Ese amiguito de mi hijo cada semana iba con alguno de sus padres, pero nunca ambos, una semana la madre y la siguiente el padre, me llamó la atención que ambos eran muy apuestos, ella una chica morena clara, delgada y con una bonita figura, él con una figura atlética y varonil, cómo de 35 años, alto, cómo 1.80 m, de tez morena clara, piernas largas y grandes manos, precisamente dos cosas que me atraen mucho en los hombres, no en pocas ocasiones en forma discreta me le quedaba viendo embelesada admirando su físico y noté que no le era indiferente, ya que en varias ocasiones lo descubrí también lanzándome furtivas miradas.

Un día mi hijo me pide invitar a su amiguito, de nombre Iker, a jugar videojuegos a nuestra casa, después del partido.

Ese día iba con su madre y pensaba solicitar su permiso al término del partido, pero antes se me acercó ella y me abordó:

– Hola, mi nombre es Cecilia, mi hijo Iker se ha hecho muy amigo de Luisito, tu hijo.

– Mucho gusto, mi nombre es Patricia, pero todos me llaman Paty y, efectivamente noté que son buenos amigos, no para de hablarme de su amiguito Iker,- le respondí.

– Si, y disculpa pero mi hijo me ha pedido permiso de ir a tu casa y quería saber si estás de acuerdo.

– Sí, claro, me encantaría recibirlos en casa, pero antes vamos a McDonald’s por unas hamburguesas, ¿te parece?- La verdad la invitación a comer era para platicar y conocerla mejor, ya que no acostumbro meter a cualquier persona a casa, sobre todo si no está mi marido.

Fuimos al restaurante y platicamos largo rato, resultó ser una mujer muy agradable y educada, provenía de una familia acaudalada y muy religiosa, había estudiado en un colegio de monjas.

Después fuimos a casa y la invité a pasar en lo que los niños jugaban, tuvimos una plática entretenida en la que le conté que mi esposo trabajaba 14 días fuera y descansaba 14 días y no aguanté la tentación de preguntarle por el padre de Iker.

Resultó que efectivamente, cómo llegué a pensar, estaban divorciados, me contó que le fue infiel en varias ocasiones y no lo pudo perdonar, pero que era un buen padre, se preocupaba por la manutención del niño y no faltaba el fin de semana que le tocaba estar con el niño, lo llevaba a pasear y se hacía cargo de él todo el fin de semana.

La velada fue muy agradable y al final nos despedimos como buenas amigas.

La siguiente semana, me había vestido con una lycra deportiva de color amarillo que se ajustaba a mi cuerpo como un guante y una blusita blanca ligera, muy sexy, los hombres, entre los que se encontraba el padre de Iker, me comían con la mirada, me encanta sentirme deseada y discretamente exhibía mi cuerpo, al terminar el partido se me acerca Luisito y me dice que quiere volver a invitar a Iker a casa.

Me causa sorpresa ya que no me lo había dicho con anticipación, no estoy segura de aceptar, es la segunda semana de la etapa de trabajo de mi esposo y sigo sola en casa, en eso se presenta ante mis ojos el guapo padre de Iker y con una voz gruesa y profunda me dice:

– Hola, mi nombre es Adrián, padre de Iker y mi hijo insiste en ir a jugar a la casa de su amiguito Luisito, su hijo.

– Claaaro, mucho gusto- respondí ligeramente nerviosa.

– Mi nombre es Patricia, puedes llamarme Paty- agregué estirando mi temblorosa mano para saludarlo.

Al darme la mano me da un firme apretón que me causa un escalofrío, sus labios se acercan a mi mejilla para darme un cálido beso en forma de saludo, sentir sus labios carnosos rozando mi piel, me turbó y mi vagina se humedeció al instante.

Le di me dirección y me siguió en su auto a fin de saber dónde vivía, para la hora de recoger a su hijo, una vez en la puerta entraron los niños corriendo y no pude resistir invitarlo a pasar.

– Si gustas puedes pasar – le dije nerviosa.

– ¿No sé molestaría su marido?- preguntó

– No, mi esposo no se encuentra, estoy sola, será un placer que me hagas compañía.

Lo ví sonreír y aceptó pasar, le invité una cerveza y nos pusimos a platicar, no podía despegar mis ojos de su lindo cuerpo, tenía modales muy masculinos e irradiaba virilidad por cada uno de los poros de su piel, un verdadero macho.

Empezamos hablando de las ocurrencias de nuestros hijos y poco a poco fuimos conversando de temas más personales, aproveché para preguntarle sobre la madre de Iker, quería saber su versión.

– La verdad, es que nos llevábamos bien, pero no logramos congeniar cómo pareja, disculpa si soy muy directo, pero me gusta decir las cosas como son, soy una persona muy sexual, digamos que me gusta mucho el sexo y soy muy fantasioso en la cama, en cambio, Cecilia mi ex, es demasiado recatada, educada a la antigua y todo le parecía inmoral, incluso decía que era un pervertido, cómo comprenderás no lograba satisfacerme sexualmente y tuve que buscar otras mujeres.

La confesión me sorprendió, no pensaba que fuera tan directo, pensé en Cecilia, que tonta, yo sería feliz con un macho como Adrián, que me estuviera dando caña a cada rato, y como él quisiera, me encantan los hombres así, no pude evitar imaginarme en sus brazos, no cabe duda que algunas mujeres no aprecian aquello que otras envidiarían.

Me preguntó sobre mi esposo, le comenté que trabajaba en plataforma y que me quedaba sola por 14 días.

– Pobre, debe ser difícil estar tanto tiempo sola, se nota que eres una mujer que necesita el calor de un hombre a su lado.

Me quedé muda, sin saber que decir, turbada me levanté y me apoyé en la barra de la cocina, Adrián se levanta y sin previo aviso me toma de los hombros y besa mi cuello, acción que me dejó totalmente estática, sin saber cómo reaccionar, con una tenue voz alcancé a decir:

– Adrián, espera, que estás haciendo- exclamé

– Vamos, sé que te mueres por un macho, tu marido te deja mucho tiempo sola y estás que ardes por qué te coja- contestó

En voz tenue le decía que no era correcto, que estaban los niños, me tenía aprisionada contra la barra de la cocina y no dejaba de besarme el cuello y apretarme contra su cuerpo.

Mis súplicas eran cada vez más débiles.

– Para, para, por favor, no sigas, detente- susurraba sin mucha convicción, mi cuerpo me traicionaba y no oponía resistencia.

Su mano se mete bajo mi lycra deportiva y busca mi clítoris, al frotar ese sensible botón siento un espasmo que recorre todo mi cuerpo, mis piernas se aflojan, intento cerrarlas, pero un gemido delata el placer que siento.

Ante mi desconcierto me quita la blusa y hunde su cara entre mis tetas, su lengua recorre mis pechos al tiempo que desabrocha mi sostén y su lengua encuentra uno de mis pezones, abre su boca, lo mordisquea y succiona suavemente, como un recién nacido, sus dedos en mi entrepierna siguen frotando mi clítoris, continúa con mi otro pezón al tiempo que un par de dedos se hunden en mi vagina, muerdo mis labios intentando ahogar un gemido, en eso logro reaccionar, en cualquier instante podrían descubrirnos nuestros hijos y le pido ir a mi cuarto.

– Ahhh, espera, nos pueden ver los niños, vamos a mi recámara.

Sonriendo me suelta, una sonrisa de triunfo, sabe que ya estoy en sus manos y tomándome de la cintura nos dirigimos a la recámara principal, estoy casi desnuda, solamente traigo la tanga puesta, camino despacio intentando no hacer ruido, al pasar al lado de la recámara de mi hijo escucho que tiene el volumen de la televisión muy alto.

Llegamos a la recámara, me recuesta en la cama, y se sube encima de mí, el roce de su piel me quema, solamente trae puesto su bóxer, no me di cuenta en qué momento se desnudó.

Me da un cachondo beso, jugoso, mordisqueando mis labios, su lengua ardiente se cuela en mi boca y explora su interior, pronto encuentra la mía y se entrelazan, su mano baja y termina de quitarme mi tanga, ayudo levantando la cadera, abro mis piernas y su mano recorre mis labios mayores, mi flujo es abundante, sus largos dedos se hunden en mi interior, sin ninguna resistencia, son gruesos pero suaves, me encanta sentir como me acarician por dentro y aprieto un poco las piernas para atrapar sus dedos y aumentar la sensación, de pronto los saca, siento un vacío, me faltan sus dedos, abro las piernas invitándolo a seguir, sus dedos recorren nuevamente mi rajita, hasta encontrar mi clítoris y doy un respingo, una corriente de placer recorre mi cuerpo, besa mi cuello y succiona el lóbulo de mi oreja, después de masajear mi clítoris algunos minutos, sus dedos recorren mi raja, abro todavía más las piernas para recibirlos, pero siguen de largo y los siento acariciar mi ano.

– Papi, creo que te equivocaste de orificio- me quejo.

– No, no me equivoqué – susurra en mi oreja y su lengua entra dentro, siento un espasmo y un quejido escapa de mi boca

– ¿Te molesta?- dijo al tiempo que sigue masajeando mi ano con la punta de sus dedos.

– No papi, sigue, todos mis orificios son tuyos- contesté, era un Dios del sexo y no podía negarme a ser poseída como quisiera.

Su dedo siguió haciendo círculos sobre mi ano y pronto empezó a hacer presión, instintivamente dí un respingo, mi culo es tan sensible que la caricia me hizo estremecer y un gemido salió de mi boca.

Sentí como venció la resistencia de mi esfínter y empezó la conquista, movía la yema de su dedo en forma circular frotándome por dentro, la sensación era sublime, sentía mi culito contraerse y apretar la punta de su dedo, quería que entrara más profundo, moví mi cintura, culeando para ir al encuentro de su dedo y poco a poco fui enterrándomelo yo misma, hasta el fondo, ufff, me encantaba, su grueso dedo era como una pequeña verga y cerré los ojos para concentrarme en el placer que sentía.

Sin sacar el dedo de mi culo, su boca bajó a mis pechos y atrapó uno de mis pezones, succionó con fuerza, al tiempo que su dedo entraba y salía lentamente y presionaba mis paredes internas en forma circular, siguió con mi otro pecho, lo lamía, mordisqueaba y succionaba con maestría, al tiempo que hundía su dedo pulgar en mi coño, nuevamente dí otro respingo y exhalé ahogando mi grito de placer.

Lentamente fue bajando a mi vientre recorriendo con sus labios casa centímetro de mi piel, metió su lengua en mi ombligo.

Sacó sus dedos de mi interior, se arrodilló y tomó un par de almohadas y pidiendo que levantara la cintura las colocó debajo de mí, con suavidad levantó mis piernas y me las separó, mis rodillas quedaron casi sobre mis pechos y todo mi sexo totalmente a su merced, sin dejar de mirarme acercó su boca a mi entrepierna, sentí su cálido aliento, seguido de un lametón en mi rajita, atrapa mi clítoris en sus labios y lo succiona suave y lento, un gemido largo y fuerte sale de mi boca, continuó algunos minutos disfrutando de mi rajita a sus anchas, me estiraba el clítoris con sus labios, lo mordisqueaba, me daba largas lengüetadas que iban desde mi ano a mi clítoris, su boca era mágica, me encantaba todo lo que me hacía, tomé con mis manos mis piernas para jalarlas a mi pecho y dejar mi coño bien abierto y sus manos libres.

– Me encanta tu dulce coño, es un manjar, es tan jugoso, nena.

No contesté, solamente cerré los ojos para seguir disfrutando el placer que me daba, con las manos libres abrió mis labios vaginales y su lengua recorrió todo lo largo de mi raja, desde mi ano hasta mi clítoris, sentí su dedo medio juguetear con mi orificio anal y empujar, mi esfínter no ofreció resistencia alguna y su dedo se metió profundamente, no pude evitar dar un respingo y apretar las nalgas, pero una vez que empezó a moverse en mi interior me relajé, y aprovechó para meter su dedo pulgar en mi coño, su lengua seguía lamiendo frenéticamente mi clítoris, mis ojos se pusieron en blanco, casi me desmayo de placer, sus dedos se rozaban dentro de mí, solamente separados por un delgado pliegue, se me aflojaron las piernas y las solté, pero continuó con el ataque implacable de sus labios sobre mi clítoris, mis gemidos se volvieron interminables.

– Papi, Ay, papi, papito, que ricooo, Ayyy, ahhh, me voy a correr, aghhh.

– Disfruta nena, no te preocupes, disfruta, goza, cómo yo estoy disfrutando con tu rico coño.

Todo mi cuerpo se estremeció, espasmos recorrían mi cuerpo, y gimiendo como loca, empecé a correrme, mis flujos empezaron a escurrir y Adrián los bebía con gula, fue un orgasmo larguísimo, espasmo tras espasmo, hasta que poco a poco fue menguando, estaba exhausta, rendida, pero plenamente satisfecha, pensé que me daría un respiro, pero no fue así, me tomó de la cintura y me hizo dar media vuelta, acomodando una almohada bajo mi cintura para que mi trasero quedara levantadito y en pompa.

.Que cuuulooo, no sabes voy a disfrutarlo- dijo admirando mi carnoso trasero.

Apretaba mis nalgas al tiempo que le daba besos y pequeños mordiscos, las abrió con sus manos y sentí su cara hundida entre mis cachetes, su nariz prácticamente en mi esfínter, me hacía cosquillas y sentía el aire tibio de su respiración acariciando mi más recóndito rincón, a pesar de que me había recién corrido, el placer no disminuía, cerré los ojos, dejándome llevar por el gozo que sentía, abrió más mis nalgas y sentí la punta de su lengua presionando mi esfínter, la sensación fue increíble, se me escapó un fuerte gemido, un escalofrío recorrió mi cuerpo, como si su lengua me transmitiera una corriente eléctrica, siguió punteando y lamiendo mi hoyito un largo rato, hasta que mi esfínter cedió y entró la punta de su lengua en mi interior, suspiré y mordí mis labios al tiempo que apretaba las sábanas, la movía en forma circular, avanzando cada vez un poco más, metiendo y sacando su lengua y combinando con chupetones en mi culo, después de un largo rato dijo:

– Me encanta comerte el culo, ufff, es tan rico que me lo comería una y otra vez, ¿Sabes? mi ex no me permitía que le comiera el culo.

Entendí entonces que lo que tenía de guapo, lo tenía de pervertido, lo contrario a la puritana de Cecilia, pero lo último que quería era saber de su ex y le rogué:

– Anda papi, cógeme, quiero ser tu hembra, tu mujer, ya no aguanto.

Sonriendo se desnudó por completo y se acostó al lado mío, me dio un jugoso beso que respondí con pasión, sentí un sabor extraño, pero no me desagradó, era el sabor de mi culo.

Me miró y con una sonrisa maliciosa me susurró al oído:

– Desde que te vi, sabía que eras una mujer ardiente, desinhibida y deseosa de gozar sin prejuicios, dichoso tu marido, princesa, si todas las mujeres fueran como tú, eres la dicha de este mundo.

Me encantó el cumplido y me entregué por completo, acaricié su fuerte espalda, mientras su lengua recorrió la parte detrás de mis orejas, nuevamente buscó mi boca y su lengua traviesa me llegó muy profundo, se movía alrededor explorando el interior de mi boca y entraba y salía hasta el techo de mi paladar, prácticamente me estaba cogiendo con la boca de una forma increíblemente excitante.

Entonces sentí su verga en la entrada de mi coño, abrí mis piernas invitándolo entrar, mi coño chorreaba y casi lloro de emoción al sentir la cabeza de su verga abriendo mis pliegues vaginales, la sentía palpitar, dura, poco a poco fue empujando y ese trozo de carne caliente y gordo se fue introduciendo en mi interior, disfruté cada centímetro, indudablemente estaba muy bien dotado, llegó un momento que sentí que estaba completamente llena y me estiraba por dentro, por fin sentí su pelvis rebotar contra mi coño, me sentía tan plena, tan llena, me confirma:

– Princesa, la tienes toda dentro, gózala.

– Si amor, la siento, que dura y gruesa, me encanta, mátame amor, dame duro, gózame, aghhh.

Empezaron las embestidas, primero lentas y profundas, fue aumentando la intensidad, abracé su cuello y busqué su boca al tiempo que aumentaba la velocidad de sus embestidas, me empaló en una forma encarnizada por unos 20 minutos, tanto que sentía un poco de ardor en el interior de mi coño, pero no me importaba, el placer era mucho mayor, estaba segura que pronto se correría en mi interior, pero ese macho tenía otros planes:

– Aghhh, tu coñito es riquísimo, cómo aprieta, pero quiero probar también tu culito, me encanta, quiero llenarte de verga todos tus agujeros.

– Si, papi, lo que quieras, lléname de verga todos mis hoyitos, soy tuya, tu puta.

Sacó su verga y me pidió lubricante, me agradó que lo hiciera, ya que si bien previamente había disfrutado y dilatado mi esfínter, por el grosor de su verga y su forma tan impetuosa de coger, seguramente me habría lastimado

Me levanté y busqué mi lubricante personal, el cuál mi marido usaba cuando quería que le diera el culo.

Me tomó de la cintura y me dio vuelta, colocó unos almohadones bajo mi vientre y abrió mis piernas al máximo, quedando en esa conocida posición de entrega total, lista para el sacrificio, por el espejo vi que tomó una cantidad generosa de lubricante y lo aplicó en la entrada de mi esfínter, masajeando suavemente mis arrugados pliegues al tiempo que decía:

– Tienes un culo hermoso, princesa, va a ser un placer enorme darte por el culo, ¿Quieres mi verga dentro?

Iba a responder afirmativamente cuando empujó su dedo medio completamente lubricado y mi respuesta de transformó en un largo

– Siiii, aghhh, que rico papi, sigueee.

Siguió metiendo y sacando su dedo, dilatando mi anito, hasta que pronto fueron dos dedos en mi interior, los giraba en forma circular y los abría un poco ayudando a ensanchar mi conducto anal.

Cuando consideró que estaba lista, se recostó y con su verga recorrió una y otra vez la raja bien lubricada entre mis nalgas, en cada recorrido se quedaba un segundo en mi ojete y continuaba el recorrido, se sentía delicioso, parecía que me la iba a meter, pero nada, hasta que que me hizo rogarle:

– Papi, estoy que ardor, ya métemela, no me hagas sufrir.

– La quieres dentro, princesa.

– Si, papi, quiero ser tu hembra, tu puuu… aghhh

No alcancé a terminar la frase, apoyó la punta de su verga en mi esfínter y empujó con más fuerza, mi esfínter se abrió y me enterró toda la cabeza, se quedó un momento quieto y me preguntó:

– ¿Te duele?

A pesar de su diámetro no había sentido el más mínimo dolor, al contrario puro placer, pero le dije que me había dolido un poco.

– Puedo seguir?

– Si papi, despacio- respondí.

Me la fue enterrando muy lentamente, centímetro a centímetro me fue abriendo el hoyito, sentía como esa barra de carne avanzaba y avanzaba y empecé a dar bocanadas de aire para relajar lo más posible mi cuerpo, hasta que por fin sentí sus huevos chocar con mis nalgas.

– Ya la tienes toda dentro princesa, que rico, tienes el mejor culo que me he comido en mi vida, uuuf, es tan apretadito, suave y caliente.

Después de un par de minutos sin moverse, dando oportunidad a que mi culo se adaptara al calibre de su verga, me dio una nalgada y empezaron las embestidas, me encantaba como su verga me recorría por dentro, cómo estiraba mis pliegues al máximo, llenándome por completo, entre gemidos y jadeos fue aumentando poco a poco la intensidad, mis nalgas chocaban contra su pelvis, me estaba taladrando divinamente, todo mi cuerpo se zangoloteaba, cuando de pronto se escapa su verga de mi culo y por la excitación del momento, apunta a mi hoyito y da un fuerte golpe de cintura ensartándome su verga hasta el fondo, ese embestida me tomó desprevenida y no pude evitar dar un agudo grito de dolor por la salvaje empalada, unos segundos después escuché que tocaban la puerta de mi habitación y la tierna voz de mi hijo decir:

– Mami, mami, estás bien, escuché un grito salir de tu cuarto.

Afortunadamente le había puesto seguro a la puerta, si no me descubre con la verga del papá de su amigo clavada en el culo, me quedé quieta, intentando recuperar el aliento y pensando una excusa, le dije:

– Perdona hijo, es que estoy viendo una película de terror en la tele con el papá de Iker.

– Yo quiero verla, me gustan las películas de terror- intervino Iker.

No contaba con eso, pero Adrián intervino:

– No Iker, es para grandes, no la pueden ver niños.

– De que trata, dime, la quiero ver- insistió Iker.

– Es de una mujer vampiro que chupa la sangre a los hombres y le están enterrando una estaca una y otra vez, pero no sé muere.

Me dio gracia el comentario, ya que tenía una estaca enterrada en mi cuerpo, pero logré controlarme, Iker insistió:

– Anda papi, yo quiero ver.

– No Iker, no, mejor acompaña a Luisito, a él le dan miedo las películas de terror, no lo dejes solo- añadí

– Está bien, señora, no se preocupe, voy a seguir jugando con Luisito, después me la cuentas papi- dijo y los escuché alejarse rumbo a la habitación de Luisito.

– Vaya susto- dije.

– Mmmm, para quitar el susto, que mejor que una buena cogida- agregó Adrián, reanudando sus embestidas.

– Si papi, mátame, entiérrame esa enorme estaca en mi cuerpo- añadí, tomando el papel de vampiresa.

Me tomó de la cintura y reanudó sus embistes largos y profundos, ahora estaba preparada y ahogaba mis gemidos mordiendo una almohada y empecé a culear, el contacto se hizo más intenso, apretaba y relajaba mi culito para darle placer a esa barra de carne dura que me hacía tan feliz, el ritmo fue acelerando poco a poco, mis nalgas chocaban con su pelvis a toda velocidad, me susurraba mil obscenidades al oído, estaba en el séptimo cielo, apretaba las sábanas con mis puños y seguía mordiendo la almohada para ahogar mis gemidos, la cogida se prolongó más de quince minutos, nuestros cuerpos sudaban, en cada embestida mi coñito se restregaba contra las sábanas, hasta que ya no pude más y empecé a correrme, todo mi cuerpo temblaba, espasmos recorrían mi cuerpo, mis ojos en blanco, sentía que mi culo se contraía en cada espasmo, me embiste con todas sus fuerzas y siento el primer chorro de semen ardiente, eso intensificó mi propio orgasmo, siguió embistiendo y en cada embestida su verga se ensanchaba y largaba un chorro de su espeso y caliente néctar en mi interior, hasta que se desplomó sobre mí, sin sacarla, me tomó de la cara y me plantó un candente beso con toda su pasión.

Aaí estuvimos un largo rato, hasta que su verga perdió rigidez y salió de mi culo, seguido de un chisquete de su semen, que escurrió entre mis nalgas.

Unos minutos después nos incorporamos y nos dimos un rápido baño para ir a ver a los niños.

Me sentía cansada y me ardía el culo y el coño, pero feliz y satisfecha, después de un rato pedimos pizza para cenar y al final nos despedimos, ya era tarde, quedamos de vernos en un par de semanas.

Después que se despidieron, mi hijo me preguntó:

– ¿A papá y a ti les gustan mucho las películas de terror?

Sospeché porque lo decía, pero le pregunté:

– ¿Por qué dices eso amor?

– Porque he escuchado en varias ocasiones ruidos de su recámara, me despiertan y me da miedo.

– No te preocupes corazón, ya no veré películas de terror en la noche- le expresé

Llegando mi marido le expresé lo que me había contado mi hijo, a fin de tener más cuidado a la hora de coger, obviamente sin contar la visita del padre de Iker, pero mi esposo, brillante como era, tuvo una mejor idea: le mandó a poner un revestimiento de un material anti acústico a las paredes y después las revistió con unos paneles Anti ruido, así también de una cinta aislante de ruido sobre la puerta y ventanas.

Dicen que nadie sabe para quien trabaja, porque el beneficiado fue Adrián, quien ahora podía venir a casa cuando mi esposo estaba en etapa de trabajo y me daba unas cogidas fenomenales que duraban toda la noche, se iba hasta la mañana siguiente, antes de despertar a mi hijo para ir a la escuela, y sin preocuparme que mi hijo me pudiera escuchar, pero como siempre me pasa, empecé a sentir remordimientos, mi esposo no se merecía que fuera tan puta, así que le dije a Adrián que dejara de ir a verme ya que temía que mi esposo me fuera a descubrir, algo que realmente era muy poco probable.

Espero les haya gustado está aventura.

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