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Con mi compañero de clase y mi vecino en el río (parte 4)
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Descansamos un rato largo, tocándonos y besándonos entre los tres hasta la sofocación y nos fuimos quedando dormidos. Tras una hora larga, nos despertamos excitados por el roce de nuestros cuerpos transpirados.

-Al agua, en pelotas, gritó Nico y entró al río.

Seguimos sus pasos y nos metimos hasta que el agua nos llegó al cuello. Chapoteamos y jugamos con una pelota, hasta que de tanto manoseo y aprietes, alcanzamos un alto nivel de calentura, juntándonos en el centro del cauce a pajearnos, besarnos y meternos los dedos en el culo, uno a todos y todos a uno.

-Me los voy a coger de parado, dijo Nico.

-No vas a poder, lo desafié, pajeándolo con desenfreno, mientras él le daba un beso de lengua profundo a mi vecino.

-Si Mateo me ayuda a sostenerte, te voy a garchar de frente, dijo haciendo un guiño a mi vecino.

Me puse entre ambos y, dentro del agua, me monté de frente, a horcajadas de la cintura de Nico. Se afirmó en el lecho y me sostuvo de las nalgas.

-Hermoso culo para meterla, me dijo y nos chuponeamos.

Mateo le tomó su pija durísima y la dirigió a mi ano ansioso. Tuve que inclinarme hacia atrás apoyándome en Mateo para que la poronga de Nico se abriera paso entre mis nalgas y entrara en mi culo.

-Entró, alcancé a gemir de puro placer.

Empecé a hamacarme con la ayuda de mi vecino que me sostenía, sintiendo su erección en mi espalda. No me podía mover mucho porque la pija de Nico se salía de mi culo y no quería perderme la cogida, así que él comenzó el mete y saca llenando mi culo con su pija y yo me volteaba para besar a Mateo, diciendo que me gustaba mucho tener su poronga en mi espalda. Ya ni sabía lo que decía y sólo quería más.

Le dije a Nico que, si era capaz de llevarme empalado a la orilla, me lo iba a cabalgar yo sin que se saliera. No dudó y subió por el lecho del río, caminando hasta el pasto sin sacármela, el muy calentón.

-Sin sacarla, le dije, sentate en la lona.

Colaboró Mateo y pudimos hacerlo. Nico quedó acostado boca arriba y yo sentado sobre él con su poronga metida hasta el fondo. Atraje a mi vecino frente a mí para chuparle la pija, con mucha delicadeza, pero sin dejar de tragar el néctar que era para mí su líquido seminal y lamiendo su tronco enhiesto y metiéndomelo casi hasta la garganta. Empecé a hacer el juego de contraer y dilatar mi ano para gozar más de la poronga de Nico, que levantaba su cadera para bombearme desde abajo.

Cuando tuve a Mateo a punto de caramelo, le indiqué que se arrodillara detrás de mí para probar si me entraba su pija también. Nico sacó casi toda su verga mientras me recostaba sobre su pecho y nos comíamos la boca bien a fondo. Mateo me la fue poniendo de a poco, amoldando su empuje al de Nico y arrastrándolo dentro de mi ano. Fue muy delicado al metérmela y entraron las dos juntas con algo de molestia al principio, pero colmándome casi enseguida de placer.

Empujaba mi culo hacia atrás y hacia abajo para que no se me escaparan hasta que estuve seguro de tenerlas bien adentro y comencé a contraer apenas mi ano, que tanto gusto me daba a mí y placer les causaba a ellos.

-Dale vos, Mateo, que yo te sigo, dijo Nico.

Me incorporé un poco con mucho cuidado y comenzaron a encularme al unísono. Era una locura de placer, me meneaba como una perra en celo, los tocaba, los acariciaba, les pedía más, algo increíble me pasaba y no dejaba de apretar mi esfínter para sentir mejor el masaje prostático. Varios minutos estuvieron dándome sin tregua hasta que Mateo se puso tenso y dijo que acabaría.

-Dale, le dijo Nico, dale que me voy con vos, levantando sus caderas.

Llegué al paroxismo pajeándome como un loco perdido y prácticamente acabamos los tres a la vez, uno detrás del otro. Me dejé caer sobre el pecho de Nico, refregándome en mi propia leche sobre sus abdominales, Mateo siguió con sus embestidas mientras su pija se iba poniendo morcillona y al fin también se recostó sobre mí murmurando:

¡Qué puto sos! ¡Qué hermosa cogida!, sin dejar de lamerme y besarme la espalda.

-No te salgas, por favor, le rogué. Me gusta mucho tu pija, y tu culo hermoso también, Matu. Dame más, quédate adentro, perdido absolutamente el control.

Miré a Nico a los ojos y le dije que él también me gustaba mucho y quería comerle la boca y todo su cuerpo. Ni sabía lo que decía, o sí lo sabía. Tras un rato acostados uno sobre el otro, nos calmamos y fuimos otra vez al río a refrescarnos. No podía parar de besarlos, de acariciarlos, de pajearlos, estaba descontrolado totalmente, hasta que, tras un largo beso en trío, con lenguas, abrazos, caricias y mucho toqueteo de culos, salimos del agua y nos pusimos los trajes de baño.

Almorzamos la vianda que los padres de Mateo nos habían preparado y nos recostamos a descansar, siempre juntos, siempre rozándonos, besándonos y acariciándonos hasta que volvimos a quedarnos dormidos, agotados de placer.

Si quieren comentar, pueden hacerlo en mi correo electrónico: [email protected]

Agradeceré que no sean comentarios agresivos ni injuriosos.

Continuará.

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