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Cruzando el charco

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Un día al revisar mi correo asociado la cuenta de relatos vi que alguien me había escrito. Un tal Jeferson Granero, decía literalmente que le gustaban mis relatos y que era un chico guapete; eso y un número de teléfono de Colombia. Un poco lejos de España, pero bien, un admirador es un admirador, pensé. Le envié un whatsapp y contestó al poco tiempo. Empezamos a hablar y conectamos en seguida. Era un joven bi, su rol gay era principalmente pasivo y no había tenido muchas experiencias. A punto había estado de tener algo en los aseos de la universidad donde estudia, pero había gente y no pudo ser. Estuvimos hablando de algunas de ellas, yo tengo 48 años y he vivido algo más que él a sus 19.

La conversación fue fluida y en menos de media hora me pidió hacer una videollamada. Así que me fui para la habitación, me acosté en la cama, me puse los auriculares y empezamos. Nos gustamos en seguida. Tenía una voz dulce y acaramelada que te envolvía, unos ojos almendrados, grandes y curiosos y unos labios carnosos, grandes y sugerentes. Y de repente bajo la cámara hasta su polla y empezó a hacerse una paja. Tenía una polla fantástica, grande y fina. Movía su mano con gracia arriba y abajo y su polla se movía a un ritmo fantástico. La mía creció rápidamente y empecé a hacerme una paja yo también. Tal vez fue su voz o esa polla tan bonita, pero lo cierto es que me corrí como nunca, unos diez lefazos largos y abundantes; dos de ellos pasaron por encima de la cabeza y otro me dio en la cara. Él al ver que me corría se corrió también muy abundantemente, era maravilloso ver salir los chorros de blanca leche de su hermosa polla.

Pero claro, nos separaban unos doce mil kilómetros, así que después de este fantástico encuentro no hubo nada más. Yo le hablé de algunas me mis conquistas, hablamos unas cuantas veces, le envié vídeos de mi zona y poco más.

Un día de repente me llama y al descolgar me dice: —¿Oye me puedes venir a recoger que estoy en el aeropuerto y no sé a dónde tengo que ir?

—¿Qué? Perdona que estás dónde, como que estás en el aeropuerto —Me explicó que se había venido a España y estaba en el aeropuerto de Valencia. Empezaba a patinarle la lengua, entre el yet lag y que en Colombia vivía a más de 2500 metros de altura y Valencia está a nivel del mar, estaba como si llevara dos copas de más. Así que flipando fui a recogerlo al aeropuerto.

Al verlo nos saludamos cordialmente, lo ayudé a cargar las maletas en mi coche y le pregunté si tenía hotel o sitio y me dijo casi dormido que no. Supuse que al menos de momento sería mejor llevarlo a casa y ver de qué iba todo esto. El viaje en el coche fue aburrido, unos veinte minutos, él ya estaba dormido. En los semáforos lo miraba, iba vestido con unos pantalones vaqueros pirata hasta las rodillas y una camiseta. Tenía el pelo corto y realmente era muy guapo. Entre las piernas se notaba un gran bulto.

Al llegar a casa, metí el coche en el garaje y me costó horrores subirlo a él y a sus maletas. Con cara de cansancio se dio una ducha y salió del aseo con unos pantalones cortos y una camiseta que estaba cortada a la altura del pecho dejando unos bonitos abdominales al descubierto. Sus piernas también eran bonitas, redondas, torneadas y sin apenas vello. Se desplomó en la cama de invitados y se durmió de repente profundamente. Eran las tres de la tarde.

Se despertó a las dos de la mañana, fresco como una rosa y con mucha hambre. Después de comer todo lo que le puse y algo más que él mismo se buscó por fin se sentó tranquilo al lado mío en el sofá. Me explicó que le habían dado una beca en la universidad para estudiar en España, buscó la universidad de Valencia y vio que había acuerdo. Incluía la matrícula, el viaje, el papeleo y parte de la manutención. Como su familia no tenía mucho dinero se le ocurrió que podía quedarse en mi casa. Pero esto último se le olvidó comentármelo.

Yo estaba con los ojos como platos, no sabía que clase de loco había metido en mi casa. La situación era tan ridículamente caótica y había tantas cosas que podían salir mal. Y él seguía sonriendo. Y de repente se sentó mucho más cerca de mí, y puso su mano en mi polla. Me miró con esos almendrados y profundos ojos suyos y me dijo: —tenía que hacerlo, me he pillado de ti, pienso en ti, sueño contigo y ni modo de poder tenerte allí. Voy a estar un curso aquí en tu casa si me dejas y quiero estar contigo.

Su mano seguía en mi polla, masajeándola suavemente. Yo seguía callado, él siguió explicándome que tampoco es que fuera algo premeditado, sino que el chico que iba a venir se echó para atrás y le ofrecieron a él la beca. Y entre los preparativos y otras cosas, fue dejando lo de pedir permiso y sin darse cuenta llegó el día del viaje. Además, tenía miedo de que yo dijera que no.

Yo no dije nada, puse mi mano en su muslo y empecé a acariciarlo y pasé mi otra mano por encima de su cabeza, incliné mi cabeza sobre la suya mientras atraía la suya con mi mano y nos fundimos en un beso húmedo, largo y profundo. Metí la lengua en su boca y su lengua empezó a jugar amigablemente con ella. Luego empezamos a besarnos en el cuello y en las orejas, mi mano subió hasta su entre pierna y noté que había un bulto terriblemente enorme, empezaba a estar húmedo en la punta, supongo que estaba chorreando precum. Me levanté del sofá y estirando de su mano me lo llevé a mi habitación.

Nada más llegar me senté en el borde de la cama y tirando de los lados del pantalón dejé su enorme polla al descubierto. Salió rebotando hacia arriba, algunas gotas de precum ya chorreaban de su glande hacia el tronco. Me relamí nada más verla, mientras él seguía allí de pie. Lo cogí por la cintura, era estrecha y lo atraje hacia mí. Su polla entró suavemente en mi boca, él suspiró de placer. Su polla era deliciosa, larga y no tan estrecha como recordaba; mi lengua empezó a jugar con su glande y el empezó a jadear mientras me cogía la cabeza con sus manos. Empecé a masajearle los huevos con una mano y sus gemidos se intensificaron. Luego probé a meterle un dedo por el culo y fue más de lo que pudo soportar, explotó sin previo aviso en mi boca y en mi cara. Le temblaban las piernas y no se podía aguantar la risa tonta, así que se tumbó en la cama.

Me tumbé a su lado y seguimos besándonos mientras le acariciaba el pecho, los perfectos abdominales y sus bonitos pezones. El me pajeaba suavemente y jadeando me dijo: —dame bibe papi. —¿Cómo negarse? —Me levanté inmediatamente y acerqué mi polla a sus carnosos labios. Me comió la polla con muchas ganas y devoción, no la tengo tan larga como él; pero su grosor hacía que le ocupara toda la boca, lo cual no le suponía muchos problemas. Succionaba y luego me lamía el tronco con la lengua mientras se pasaba el glande por su rostro imberbe. Mientras musitaba bibe. Empezó a mirarme con deseo mientras me la comía y le exploté en la boca.

Seguimos besándonos y acariciándonos y en poco tiempo su polla se empezó a poner dura otra ver. La mía estaba tardando un poco más y me dijo: —papi te guardé mi agujerito, soy virgen —creció de repente, como nunca. Aquello era muy sugerente.

Cogí el lubricante y estando en cucharilla le metí un dedo por el agujero y rápidamente otro. Inclinó su cabeza hacia atrás empezó a besarme. Yo pasé el otro brazo por debajo de su cuerpo y empecé a tocarle la polla. Se había puesto otra vez enorme. Cuando noté que su agujero estaba preparado puse la punta de mi polla en la entrada de su culo e hice un poco de presión. Fui haciendo presión, poco a poco, y de repente toda la punta entró. Le dolió bastante porque me besaba apretando los labios mientras respiraba fuerte por la nariz.

Sin prisa fui metiendo toda mi polla en su culo hasta que mis huevos tocaron su perineo. Me palpitaba toda la polla, notaba la presión, pero él siguió aguantando. Le seguí masajeando la polla y al final la excitación superó al dolor. En cuanto noté que podía empecé a bombear. Primero de forma suave y luego de forma más frenética. Él empezó a decir “dame papi” y “más papi”. La verdad es que su voz me la ponía más dura de lo que lo había estado nunca, eso y que su culo prieto y pequeño tragaba polla de forma increíble.

Me tumbé boca arriba en la cama y haciendo fuerza con el brazo que tenía pasado por debajo de él lo puse encima de mí. Él apoyó los pies en la cama y empezó a marcar un buen ritmo cabalgando mi polla mientras jadeaba sin parar. Paró y me dijo que quería besarme, se dio la vuelta y se sentó sobre mi polla de nuevo y siguió cabalgando. Al principio pudo besarme y seguir cabalgando; pero cuando aumentó el ritmo no pudo seguir besándome.

Lo puse boca arriba en la cama, le subí las piernas y me coloqué entre sus piernas. Ahora entraba mucho más profundo que antes. Eso lo hacía jadear en mi boca mientras me besaba. Su polla rebotaba entre nuestros abdómenes. Empezó a pajearse y a decirme que le quedaba poco. Le metí tres fuertes empujones llegando muy muy profundo y entre gritos empezó a correrse con abundancia. Su agujero se puso muy estrecho y palpitaba y eso hico que empezara a correrme. Fueron once o doce lefazos dentro de su culo preñando a mi bebé.

Esa fue la primera de un gran año de estudios, mi bebé lo aprobó todo y eso que algunos días no podía sentarse por tener su agujerito tan dolorido.

Gracias.

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