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Cuckold con un turista en Cuzco

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Habíamos salido con mi esposa a tomar unos tragos al Paddy’s, nuestro bar favorito cuando estamos de visita en Cuzco. Desde que llegamos me di cuenta que un turista, que se encontraba bebiendo solo en la barra del bar, la miraba, cada vez con mayor descaro. Estábamos en la tercera ronda cuando ella decidió ir al baño, ambos estábamos ya ligeramente mareados. Los dos baños, el de mujeres y el de hombres quedan juntos. Ni bien ella se levantó, el turista hizo lo mismo y fue también hacia el baño.

Mi esposa retornó en el tiempo normal de una ida a un baño vacío. Pero ni bien llegó, la noté algo perturbada. Le consulté que había pasado y me dijo que el turista (que era español) le había dicho que le gustaba y que “quería coger con ella”. Ella se había negado, entró al baño, salió y volvió a nuestra mesa.

Le pregunté si le gustaba el español. Me dijo que sí, pero que sólo eso. Fui más allá y le pregunté si le gustaría coger con él. Dio muchas vueltas en su respuesta, las clásicas divagaciones que no dicen no, pero tampoco sí. Al final de su perorata le dije que si quería coger con él por mí no había problema. Pero que la acompañaría al hotel y la esperaría en recepción. Ella, en su indefinición, no aceptó, pero tampoco se negó.

Terminamos la tercera ronda de tragos y pedimos la cuarta. A la mitad de la misma, ya habíamos pasado de ligeramente mareados a medianamente ebrios. Le volví a preguntar y ella dijo que si, que quería coger con él, pero no quería que me molestase con ella. Yo estaba muy excitado por la situación. Y le dije que jamás me molestaría por algo así, más aún si era una decisión de ambos. Ella, hasta ese momento, había tenido aventuras con otros hombres, pero nada tan espontaneo como un turista así lanzado en un bar.

Tomó valor y fue hacia la barra. Conversó con el turista. Volvió con él. Terminamos nuestros tragos. Pagué y salimos del bar. Caminamos hacia el hotel, a pocas cuadras de allí. Esos minutos fueron interminables, sin ninguna palabra que fluyera razonablemente bien.

Al llegar al hotel, Martín, así se llamaba el español, me dijo que, si quería, podía subir a la habitación con ellos, pero “solo para ver”. Acepté sin dudarlo. Miré a mi esposa y no parecía tan convencida, pero tampoco se negó. Subimos los tres por la escalera del hotel. Mientras subíamos pude ver como Martín le metía la mano al culo a mi esposa, que sólo atino a sonreír.

Llegamos a la habitación. Había una silla frente a la cama. Me senté en ella, Martín se acostó y mi esposa junto a él. Él estaba lanzado, pero ella aún muy cohibida. Comenzaron a besarse y los besos la calentaron rápidamente. Él le fue quitando la ropa mientras la besaba y la dejó completamente desnuda. Recién en ese momento me percaté que ella se había depilado completamente, lo que me pareció muy excitante. A Martín también, lo resaltó en sus palabras “que coño de nena” dijo, entre otras cosas. Ni bien la vio así, aceleró su sacada de ropa, y cuando estuvo desnudo completamente, puso las piernas de mi esposa sobre sus hombros para sopearla.

Con la lengua de Martín recorriendo su vagina y culo, mi esposa se soltó completamente, comenzó a gemir como una puta en celo, en pocos minutos comenzó a rogarle, casi implorarle que la cogiera. En esos minutos, la verga de Martín completó su erección, era realmente muy grande. Me calenté imaginándola dentro de mi esposa. Me desabroché el pantalón y comencé a tocarme lentamente. Mi pene, más pequeño que el de Martín estaba muy tieso ya.

Martín, luego de la sopeada, se acostó y le dijo a mi esposa que se la mame. Ella se arrodilló a su costado sobre la cama y comenzó a mamarla. Mientras lo hacía, me miraba. Tener esa verga en su boca, mirándome, era obvio que la excitaba demasiado. Sacó la lengua y comenzó a lamerla sin dejar de mirarme, mientras Martín gemía sin parar. Sin darle tiempo a reaccionar, ella se subió sobre él y le entregó su vagina. Sin condón. Ella no lo pidió, él no lo intentó siquiera.

Mi mujer tuvo un orgasmo muy rápido y luego un segundo. Luego del segundo estaba desaforada y le pedía que la penetre por el culo. Martín le dijo que se ponga en cuatro patas sobre la cama. Ella aceptó y en ese momento, él me pidió que le lama el culo a mi mujer, que se la “deje lista”, con el culo lubricado con mi saliva. Ella volteó y me miró con su cara completamente de puta. Me coloqué detrás de ella y le lamí el culo y de paso la vagina, que tenía sabor a hembra y sabor del macho que la había cogido.

Cuando sentí que ella estaba a punto de llegar con mi lengua en su culo, me retiré a la silla y Martín la penetró. No me había equivocado, en menos de un minuto ella tuvo un brutal orgasmo anal. Luego ella le pidió a Martín que la saque. El obedeció, ella se dio la vuelta, en cuatro patas mirándome directamente a los ojos. Martín se dio cuenta que ella quería ser sodomizada mirando a su esposo, dijo medio jadeando “coño que el cornudo mire la cara de puta de su mujer”.

Se acomodó detrás de ella y la volvió a penetrar por el culo. Mi esposa gemía y gemía, con esa enorme verga en el culo. En un momento me pidió que la bese. Me acerqué y comencé a besarla. Su intensidad era brutal, me mordía los labios, las mejillas, el cuello y volvió a llegar y él con ella.

Luego de vaciarse dentro del culo de mi esposa, Martín me ordenó “limpia a tu esposa” me coloque detrás de ella y con mi lengua limpie su culo, con sabor a semen y sabor a mierda. Martin estaba acostado, exhausto sobre la cama. Mi mujer y yo nos vestimos, salimos de la habitación, del hotel. Tomamos un taxi y volvimos a casa de mis suegros.

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