Siempre cogemos vacaciones en agosto mi mujer y yo, solemos hacer un viaje de siete u ocho días al principio para luego pasar el resto de nuestras vacaciones en el piso que tenemos en un pueblo de la costa de Cádiz. Aquel 2012 estuvimos 7 días en la Gomera, los dos solos, mis hijos habían hecho la carrera de criminología, el mayor era ya inspector de policía en Valencia y el pequeño estaba ultimando las prácticas en las Palmas de Gran Canaria, ambos lo habían anhelado desde pequeños y habían estudiado la carrera para acceder a la escala ejecutiva.
Recién llegados del viaje, acabamos de instalarnos en nuestro piso y nos fuimos a cenar, después un paseo por la playa y paramos a tomar una copa en el local de un amigo nuestro, José Luis al que todos conocíamos por Selu, nos sentamos en la terraza prácticamente solos, era temprano, no sería ni la una de la mañana pero era jueves y estaba todo muy tranquilo.
– Me voy para casa. – mi mujer lo pasa fatal en el avión y suele tomar tranquilizantes para volar – estoy muy cansada.
– Sí no te importa me quedo aquí un rato, me tomo otra copa aquí con Selu y voy.
– Espérate que acabo de recoger y os invito, me contáis como os ha ido el viaje – se ofreció Selu.
– Gracias Selu, otro día.
Mi mujer se marchó, ayudé a recoger las mesas y las sillas excepto una, mi amigo me puso un vodka con tónica para mí y uno con naranja para él. Selu tenía cuarenta años, era un tío guapo, moreno de ojos verdes, alto, practicaba kickboxing por lo que tenía un cuerpo bonito, las clientas, incluso las casadas, le tiraban los tejos y el coqueteaba con ellas pero era homosexual aunque muy pocos lo sabíamos.
– ¿Cuándo se lo vas a decir?
– ¿Decirle qué Selu? ¿Que me gustan las pollas más que a ella y que tengo el culo como el bebedero de un pato? – Selu conocía mi secreto, era un buen amigo, yo necesitaba hablar con alguien y le conté lo que me ocurría.
– Hombre, tan poco es necesario ser cruel, pero ¿crees que ella no se da cuenta de que algo pasa?
– Claro que se da cuenta, ya casi no tenemos relaciones, en la Gomera nos hemos hartado de joder pero esa es la excepción, luego el resto del año, con nuestros trabajos, apenas coincidimos, ni se el tiempo que hace que no tenemos un fin de semana juntos.
– ¿Pero te sigue poniendo cachondo?
– Sí por supuesto, si algo tengo claro es que soy bisexual, y con hombres versátil, mas tirando a pasivo.
– ¿Y no se te ha ocurrido proponerle ampliar vuestra pareja?
– ¿Proponerle un trío? ¿Qué vea como me dan por el culo o me como una polla? Ni siquiera me escucharía.
– ¿Tan seguro estás?
– Nos conocimos en el instituto, nos casamos con veinte años, con veintidós tuvimos a nuestro primer hijo y con veinticuatro al segundo, tenemos cuarenta y siete años y hemos pasado por muchas cosas, yo trabajaba mientras ella estudiaba, cuando aprobó las oposiciones a enfermera el que estudió fui yo para acabar empresariales, nos hemos amado con pasión pero todo se acaba y lo nuestro tiene fecha de caducidad.
– Es una lástima.
– Sí, pero no es solo por mi y mi afición a las pollas, también ella ha dejado de sentir lo que sentía por mí, lo noto, es más, estoy por decirte que tiene una aventura.
– ¿En serio lo crees?
– Sí, ¡ojo! no le reprocho nada, estaría bueno, con lo puta que yo soy, la de pollas que me he tragado y la de culos que me he follado está en su pleno derecho a coronarme con unos hermosos cuernos.
– Entonces… ¿a qué estáis esperando?
– Pues no lo sé, a qué llegue el día supongo, lo que sí tengo seguro es que no va a tardar mucho.
– ¡Hello!
Nos interrumpieron dos personas que se acercaron, uno de ellos era rubio, ojos azules, bronceado, pelo cortado a cepillo, muy buena forma física, sobre cuarenta años, uno ochenta de estatura, el otro una inmensa mole negra, sobre uno noventa y cinco, camiseta ajustada que dejaba adivinar un torso musculoso y unos brazos imponentes, los dos denotaban a lo lejos a los americanos de la base de Rota.
– Hombre Ronald – Selu se levantó y lo abrazó – llegas tarde
– Sí, lo siento, se me ha enredado un poco la cosa – hablaba en perfecto castellano.
– Vaya, ¿este es el amigo del que me has hablado?
– Oh, si, este es Rolando
– Hola, encantado – Rolando hablaba con un marcado acento cubano.
– Hola, yo soy Selu y este es mi amigo Einar, recojo, cierro y subimos – Selu tenía su vivienda encima del local de copas.
– Yo me voy Selu.
– Tú te quedas – me cogió del brazo y me habló al oído – yo solo no voy a poder con estos dos, mi culo ya no aguanta tanto.
La casa de Selu era un amplio loft con una gran terraza que ocupaba toda la parte superior del bar, lo tenía decorado con muy buen gusto, nos sentamos en un enorme sofá y nos sirvió unas copas, comenzamos una charla intrascendente hasta que Selu y Ronald comenzaron a meterse mano, empezaron a besarse y antes de lo que se tarda en contar ambos estaban desnudos besando, lamiendo y acariciando, lanzaban gemidos y lamentos y me estaban poniendo caliente como una perra.
Rolando me miraba sonriendo, era muy hermoso, un dios de ébano, me acerqué y le besé, pasé la punta de mi lengua por sus labios y abrió la boca, sacó la lengua y yo ansioso se la chupé mientras desabrochaba mi camisa, me la quité y Rolando me pellizcó los pezones haciéndome gemir, me levanté y me saqué los mocasines y el pantalón dejando mi polla al aire, mi negro me agarró por las caderas y me acercó a él, levantó mi polla y chupó mis huevos, los lamió y se los metió en la boca haciendo chasquear la lengua contra ellos.
– Ay papi que rico, ay
Oía los gemidos de Selu pero no podía mirar, mi dios de ébano me tenía fascinado, lamió con su lengua todo el tronco de mi polla hasta llegar al frenillo, se metió en la boca el glande y chupó como si fuera un pezón, mis piernas se aflojaron.
– Papi mis piernas, joderrr.
Continuó mamando mientras se quitaba las bermudas y el slip, yo saqué el pene de su boca y le ayudé con la camiseta, joder, era una escultura griega, miré abajo y vi su miembro.
– Madre del amor hermoso, ¿pero qué tienes ahí hijo mío?
Se echó a reír, aquello era enorme, tan grande como la del camionero portugués, un monolito negro con un glande que parecía de chocolate.
– Me vas a reventar cabrón.
– Ya verás como no papito.
Me hinqué de rodillas delante de aquel pene, lo agarré y apreté hacia abajo dejando el glande al descubierto, miré a mi lado, Selu estaba de pie, con las piernas abiertas y las manos en el asiento del sofá, Roland estaba detrás, le sujetaba las caderas y le estaba metiendo la polla hasta los cojones, sus embestidas sonaban con el típico sonido de aplausos, mi amigo chillaba y ambos estaban empapados en sudor, olía a sexo allí.
Me centré en lo que tenía por delante, aquella polla prodigiosa, lamí los huevos, los olí, me encanta ese olor, con mi lengua recorrí el tronco venoso como si me estuviera comiendo un helado interminable, jugué con el frenillo, me metí la mayor parte del glande en la boca y ahora fui yo el que mamó como si estuviera enganchado a una teta mientras mi mano subía y bajaba.
– Ay papito, ay mi amol, ay que rico.
– Slurp slurp slurp.
– Trágatela mi amol, trágatelaaa.
Me colocó las manos en la cabeza y empujó hacia abajo mientras su pelvis lo hacía hacia arriba.
– Arrrg – mi boca estaba al límite con aquel vergajo.
– Ay papito, ay papito, ay
Pude sacármela, del esfuerzo caí hacia atrás, Rolando aprovechó para empujarme hasta quedar tumbado en el suelo, con las rodillas flexionadas hacia el pecho por sus manos, mi esfínter quedaba así a su alcance, sacó su lengua y lamió desde la rabadilla hasta los huevos.
– Ay siiiii.
Escupió en el ojete y aplicó su lengua, lamía, chupaba, mordía, me follaba el culo con ella, me hacía delirar de placer.
– Ay cabrón, follame, métemela papi por favorrr.
– Tranquilo mi amol.
Metió uno de sus dedos, mientras lamía la parte interna de mis muslos, su dedo entraba y salía dilatando mi ojete, follándomelo.
– Ay papi, ay, como me tienes cabrón, ayyy, méteme esa polla.
– Ssshhh, tranquilo mi niño.
Metió otro dedo mientras escupía llenándome de saliva el esfínter para lubricarlo, sus dedos se abrían dilatándolo.
– Follame ya cabronazo, dámela ya.
Sacó los dedos, tomó un preservativo del bolsillo de su pantalón y se lo puso, se colocó entre mis piernas, volvió a flexionar mis rodillas sobre el pecho y se tendió sobre mí, mis tobillos en sus hombros y su glande, con forma de seta contra mi ano, cuando empezó a empujar lo hice yo también, mi ojete se abrió dejando paso a ese cabezón.
– Uuuu. – se me escapó un lamento, un ramalazo de dolor recorrió mi espalda.
– Ssshhh, tranquilo mi amol, ya pasa, ya.
Poco a poco, con una suavidad increíble fue metiéndome la polla, mi culo se abría al paso de aquel monstruo, el dolor desaparecía y dejaba paso al placer, empezó a meter y sacar su vergajo de mi culo, sudábamos y el olor a sexo era increíble, cada vez que me daba un pollazo lanzaba un corto gemido, mi ano se abría y recibía aquel pene con hambre.
– Plaf plaf plaf.
– Ah, ah, ah, ah.
– Que culo tienes amol.
– Ay, ay que rico, ayyy.
– Ugh ugh ugh.
– Ay papi, ay mi negro, ay, ay.
Rolando era incansable, se sujetaba sobre sus enormes brazos y metía y sacaba su polla de mi culo sin descanso, resoplaba y chorreaba de sudor y a cada empujón parecía querer meterme hasta sus huevos, mi esfínter se había dilatado como nunca lo había estado.
– Ay, ay que me matas, ay que gusto.
– Sí mi amol, mi polla es tuya.
– Ah ah ah ah ah.
– Plaf plaf plaf.
– Ay, ay que me meo papi, me meo.
Al principio me pareció que me meaba, luego, noté algo parecido a lo que se siente al inicio del orgasmo pero no tan localizado en el vientre, más extenso, me subió al pecho, a la cabeza y explotó, mi polla comenzó a soltar semen como un grifo abierto, lancé un gemido prolongado que se me escapó del alma, mi cuerpo se aflojó, el placer lo inundaba todo.
– Aah ah ah, me corro amol, me corro Aaarg.
Metió su enorme polla hasta los cojones, yo estaba desmadejado, empapado en sudor, mi respiración entrecortada, no se si tuve un solo orgasmo largo e intenso o varios seguidos, estaba sin fuerzas, el placer había sido tan intenso…
– Dios papi, ¡que polvo!
Sacó su polla de mi culo, seguía enhiesta, se quedó allí delante de mí, sentado sobre sus talones, su piel brillando por el sudor, hermoso como un David de ébano, yo continuaba en el suelo incapaz de incorporarme, el esfínter me palpitaba y me escocía, también estaba empapado en sudor, se sacó el preservativo y el semen le cayó por el cuerpo de su polla hasta sus huevos, me arrastré hasta él, lamí el semen de sus cojones, subí hasta el glande tragando goloso aquella espesa lefa que sabía ligeramente amarga hasta dejarle el pene limpio y reluciente.
– Joder Selu, ¡que calladito te lo tenías! – estábamos sentados en la alfombra con la espalda apoyada en el sofá, bebíamos vodka y fumábamos un pitillo de maría, los dos americanos hacia rato que se habían marchado.
– Ronald y yo mantenemos una especie de relación desde hace un año más o menos
– ¿Y lo del amigo?
– No tenía pensado que fuera para ti pero mira, eso que te llevas.
– ¿Cómo me ha quedado el ojete?
– Einar, querido, ya te lo he dicho, ese pollón te lo ha dejado abierto como un coño.
Sí lo deseáis, podéis escribirme a [email protected].