Nuevos relatos publicados: 0

Disfrutando a mi vecina

  • 10
  • 48.829
  • 9,67 (52 Val.)
  • 2

Que durante el encierro por el Covid se han dado todo tipo de situaciones sexuales no hay duda. A mí en particular se me dieron tres. La primera comenzó una tarde cuando fui al laundry del edificio donde vivo y me encontré con una vecina de mi mismo piso. Solo nos habíamos cruzado un par de veces, siempre saludos cordiales pero nada más. Yo sabía que vivía en el depto. “C”, y nada más.

“Hola, ¿cómo estás?” La saludé mientras ella sacaba la ropa de la secadora.

“Hola, como ves, disfrutando salir por lo menos del departamento.” Dijo en alusión al encierro forzado que nos hacía tener el gobierno.

“Si, es un garrón.” Dije mientras ponía mi ropa en el lavarropas.

“Si, para colmo mi pareja está en el exterior, no puede regresar.” Dijo para mi sorpresa por un comentario tan personal.

“Me imagino, ojalá que pronto podamos regresar a nuestra vida normal.” Dije de compromiso.

“Chau, nos vemos.” Dijo ella y se fue.

Me quedé a esperar que se lave la ropa, y cuando terminó al ponerla en la misma secadora que ella había usado, encontré una tanga minúscula, casi un hilo. La tomé, puse mi ropa y fui hasta su departamento para entregarla mientras se secaba la mía. Toque a su puerta y ella abrió.

“Hola nuevamente. Encontré esta prenda en el secarropas que usaste, por lo que supongo que es tuya.” Dije alcanzándosela.

Ella al verla se ruborizó. La tomó entre sus manos como queriéndola ocultar.

“Que bochorno. Si, es mía. Gracias por molestarte en traerla.” Dijo aún ruborizada.

“Por favor, no fue molestia. Nos vemos.” Dije.

“Esperá, somos vecinos y ni se tu nombre. Yo soy Pía.” Dijo extendiéndome la mano.

“Es cierto, así es la vida ahora, vecinos y ni sabemos nuestros nombres. Soy Mateo, aunque todos me dicen Mat.” Dije.

“Un gusto Mat. Y gracias nuevamente.”

“No tenés por que agradecer, peor hubiese sido encontrar los calzones de la mujer del 5°”. Dije sonriendo.

Ella largó la carcajada.

“Sos muy malo, pobre mujer.” Dijo riendo.

Pasaron un par de días y estaba por salir a hacer las compras cuando ella bajaba del ascensor trayendo ropa del laundry.

“Hola, ¿necesitas que revise la secadora?” Pregunté sonriéndole.

“Hola, no me avergüences más. Revisé dos veces.” Dijo poniéndose colorada de nuevo.

“Voy a hacer algunas compras, al mercado y a la farmacia. ¿Necesitas algo? Digo, así no te expones.”

“Gracias Mat, no, por ahora nada que vos puedas comprarme.” Dijo poniéndose más colorada.

“En serio te digo, no tengo problemas.” Dije.

“Es que es un producto femenino, y…”

“Y un hombre no se atreve a comprarlo. No es mi caso. Pero no quiero incomodarte, insistiendo.” Dije.

“¿En serio no tenés problemas? A mi pareja ni loca le puedo pedir.” Dijo.

“¿Chico, mediano o grande?” Pregunté.

“Mediano.” Dijo.

“Ok. En un rato te los alcanzo.” Dije y salí a comprar.

Cuando volví, dejé mis cosas en mi departamento y fui a llevarle su pedido.

“Mil gracias Mat, pero pasa, por lo menos te tengo que invitar un café por la gauchada.” Dijo.

Entre al departamento, un tres ambientes muy bien arreglado.

“Sentate, preferís café, un jugo, té?” dijo.

“Café por favor.” Dije.

Charlamos bastante, me contó que su pareja hacía 4 meses había viajado a EEUU por la empresa y no podía volver, que ella era diseñadora gráfica y trabajaba desde su casa. Yo por mi parte, que era soltero y también trabajaba desde casa. Después la conversación fue al tema dominante, el Covid, la economía y otros.

Cuando me iba me preguntó:

“Espero que no te incomode lo que voy a preguntar: ¿Querés venir a cenar? Hace mucho que ceno sola, y así por lo menos se hace menos pesada la situación.”

“Si, claro. Yo también llevo meses comiendo solo.” Dije.

A la tarde fui hasta una panadería y compre una torta de chocolate para llevar.

Cuando golpee la puerta y abrió, casi me caigo de espaldas. Estaba con un vestido mini muy corto y casi transparente. No llevaba brazier por lo que sus pezones se marcaban a la perfección.

“Hola” dije con la voz cortada.

“Hola, pasa Mat, ya conoces, ponete cómodo.” Dijo.

“Gracias. Espero que seas golosa, digo, que te gusten los dulces.” Dije mientras le daba la torta.

“Si soy golosa y si me gustan los dulces.” Dijo mirándome a los ojos. Tomó la torta y la guardó en la heladera.

Mientras cenamos me contaba de los lugares que había visitado en sus vacaciones, donde pensaba irse en las próximas y su sueño de conocer el caribe. Estábamos en eso cuando sonó su celular, miró la pantalla, bajó el volumen de la llamada y dijo:

“No es momento.” Y dejó el celular en la mesa. Mientras lo hacía pude ver que la llamada era de “AMOR”.

Durante la cena tomamos una botella y media de buen vino. Al final de la cena Pía parecía estar algo alegre por el vino.

“Te parece si nos sentamos en el sillón, bajamos un poco la comida y luego le entramos a esa torta.” Me dijo.

Estuve de acuerdo y nos sentamos. Cada momento Pía se soltaba más.

“Hace dos años, fuimos a Cancún, hermoso lugar. Toda la semana de joda. Mi pareja volvió destruido. Había tantos hombres lindos… y bueno, a la noche lo agarraba a él. Aunque una tarde…” dijo.

“Dale, no dejes de contarme.” Dije.

“Es que… bueno, salí de la pileta para ir a buscar una crema a la habitación y en el ascensor subí con una pareja colombiana. Ella una bomba, pero él, un Dios Griego, te juro. Antes de darme cuenta le estaba chupando la pija y la chica metiéndome mano sin parar. El hijo de puta paró el ascensor entre dos pisos hasta que lo hice acabar con mi boca. Volvió a hacer andar el ascensor y me bajé en mi piso con una calentura que no te das idea. Aunque me hice tremenda paja, esa noche lo maté a mi flaco.”

“Esas son buenas vacaciones.” Dije.

Ella se paró, puso algo de música, fue a buscar la torta, sirvió dos porciones y sin preguntarme nada, dos copas de champagne.

“Esta torta esta genial, bien dulce, como me gusta.” Dijo mientras levantaba su copa para brindar.

“Y vos Mat, supongo que tendrás tus historias.” Dijo.

“No te creas. Hace rato que no estoy de novio.”

“Ah… O sea que yo sería la única infiel entonces.” Dijo mirándome fijamente mientras se levantaba y tomando mi mano me hacía levantar.

Comenzó a bailar muy sensual o sexualmente pegada a mí, mientras sus brazos rodeaban mi cuello.

Me quedé sin palabras. Ella apoyo su cabeza en mi hombro y comenzó a morderme y chuparme el lóbulo de la oreja, sin dejar de frotarse contra mi cuerpo. Mi pija se paró de inmediato y ella lo notó, haciéndomelo saber con una sonrisa mientras miraba mi pantalón.

“Ni pienses que estoy borracha, pero algunos hombres se asustan si la mujer toma la iniciativa.” Dijo y se puso de rodillas, desprendió mi pantalón y se puso a chupar mi pija. Lo hacía de maravilla, pasaba su lengua y la metía toda en su boca, para después chupar mis bolas y masturbarme. Estuvo un rato, hasta que se paró y sin soltar mi pija, me guio a su dormitorio. Entramos y ella se sacó el vestido quedando solo con la tanga que yo había encontrado en la secadora.

“¿Te acordás?” Preguntó haciéndose la nenita.

“Por supuesto.” Dije y la hice acostar en la cama. Me terminé de quitar la ropa y fui directamente a su concha con mi boca. No había pasado un minuto que ella gemía como loca y tiraba de mis cabellos.

“Que boca tenés hijo de puta, como me volvés loca chupándome.” Dijo. Me puse arriba de ella haciendo un 69 y ella se prendió a mi pija como loca. Yo levante sus piernas y la penetraba en la concha con mi lengua sin parar.

“No pares, por favor, no pares.” Decía entre gemidos. Por supuesto que no paré hasta que le saque un orgasmo. Después mi lengua se puso a jugar con su ano. Sus gemidos se hicieron más fuertes y sus labios apretaban mi pija con todo.

“Guacho, ya me tenés muy loca.” Dijo. Mi lengua empezó a entrar en su ano y ella apretaba mis cachetes mientras hundía mi pija en su garganta. Mientras ensalivaba su orto, metí una falange de mi dedo índice en su culo.

“No hijo de puta, me vas a hacer mierda.” Dijo, y lo comencé a sacar muy lentamente.

“Ni se te ocurra sacarlo! Dejá ese dedo donde está.” Dijo

Volví a enterrarlo ahora en su totalidad. Ni bien sintió que había entrado todo, tuvo un orgasmo. Yo jugaba con mi dedo mientras chupaba su concha y humedecía otro dedo en su concha.

“No podes ponerme tan loca, me sacas orgasmo tras orgasmo desgraciado.” Dijo mientras enterraba dos dedos en su culo. Estuvimos un rato más así, hasta que la puse en cuatro patas. Estaba por enterrar mi pija en su concha cuando vi un consolador en su mesa de luz. Ella me miró tomarlo y no atinó a decir nada que lo tenía todo metido en su culo. Y mi pija en su concha.

“Pará animal, es inhumano lo que haces, no aguanto tanto placer.” Dijo.

No le hice caso y aumentaba mi velocidad, mientras le daba algún chirlo en el culo. Mi pija ocupaba cada centímetro de su concha. Cuando acabé, ella me siguió con un orgasmo brutal. Mi leche caía de su concha y ella la juntaba con su mano para luego chuparla. Cuando saque mi pija, también salió el consolador. Me acosté y ella se tumbó a mi lado.

“Me hiciste gozar con todo, hijo de puta, guau, sos una bestia en la cama.” Dijo.

Ella trató de levantarse para buscar champagne y se tuvo que apoyar en la pared por los temblores en sus piernas. Tomamos más champagne y me dijo:

“Si no te molesta, voy a necesitar que vengas a cenar una o dos veces por semana, mínimo.” Dijo.

“No tengo ningún problema, te aseguro que va a ser un placer. Por lo menos hasta que vuelva tu novio.” Dije.

“Y cuando vuelva… yo te visitaré…” dijo mordiéndose el labio.

Un rato después, me comenzó a chupar la pija. Me miraba y su excitación subía cada instante. De pronto, giró un poco, dejando su culo a mi lado. Tomó su consolador y de a poco lo fue metiendo en su culo.

“Que fácil que entra. Sí que me lo abriste desgraciado. Nunca lo había probado por acá. Me pone loca chuparte, masturbarte y mostrarte como me meto mi consolador en mi orto. Estoy poniéndome muy puta evidentemente.”

Puso dos almohadas en la cama y se acostó boca abajo, con su culo empinado y mostrándome como se metía y sacaba el consolador del culo.

Me puse atrás de ella, y acerque mi pija a su ano, tratando de meterla junto al consolador.

“Ni se te ocurra, desgraciado, me vas a reventar.” Casi gritó y sacó el consolador. Yo aproveche y enterré toda mi pija de una. Ella dio un grito ahogado por las sabanas y abrió más su culo con las manos. Ella gemía como loca, me insultaba, pedía más, apretaba sus tetas, y mordía las sabanas. Fue su orgasmo violento el que hizo que acabara en su orto. Caí sobre ella y por un rato nos quedamos así.

“Mat, sí que sos una bestia cogiendo. Y tenés una pinta de tiernito que asusta. Parece que ni sabes lo que es el sexo. Pero bien podes dar catedra a muchos, incluso a mi novio…” Dijo Pía.

“No es para tanto, pero igual se agradece el elogio.”

Esa fue la primera vez de muchas y la puerta a otro tipo de encuentros…

(9,67)