Era la boda de unos primos, literalmente, son primos carnales entre ellos y míos… Bueno en la familia de mi madre son muchos hermanos así que ese tipo de putiferio no es que fuera frecuente pero tampoco era el primer caso. Ni sería el último y nadie se extrañaba ya. Allí conocimos a una pareja, amigos de la familia de mi tía pero nos llevamos bien, desde el principio. Coincidíamos en gustos, aficiones, edad.
Tras presentarnos empezamos charlando de las típicas chorradas. Conociéndonos mejor y dándonos detalles de nuestras vidas, pero aún no lo más íntimo, lo típico, trabajo, aficiones y cosas así. Con las copas en la mano, durante el cóctel, se nos iba soltando la lengua poco a poco.
Nos pusieron en la misma mesa. No estábamos mal, nosotros de traje y ellas con vestidos de noche muy muy sexys, muy reveladores y que tapaban muy poco. ¡Que coño! estábamos fantásticos. Y no eran las únicas que iban así, a los dos se nos iba la vista detrás de las jovencitas casi desnudas, con vestidos muy pequeños y muy finitos, algunas de ellas sobrinas mías.
Y además estábamos alojados en el mismo hotel. El evento no se celebraba en nuestra ciudad. Al terminar la cena ya charlábamos y reíamos como si nos conociéramos de toda la vida. Bailábamos con nuestras chicas o con la mujer del contrario y más de una vez nos apretábamos un poco más de la cuenta.
Sentí las tetas duras y sin sujetador de mi chica clavándose en el mismo lugar de mi pecho que los de nuestra nueva amiga que tampoco llevaba sostén. Mientras las sujetaba de la cintura y podía oler su perfume sensual en sus cuellos, rozando mi nariz con su piel suave.
O veía a mi lado, muy cerca de nosotros, como mi nuevo amigo dejaba caer sus manos sobre el perfecto y duro culo de mi mujer. Amparados por la oscuridad de la discoteca tras la cena. Como amasaba sus nalgas apretándola contra su cuerpo firme y musculoso.
Cuando ellas bailaban juntas el resultado era casi un espectáculo porno lésbico por cómo se frotaban una con la otra. Ambos podíamos ver, pues no pedíamos detalle, en cómo el muslo de mi mujer desnudo por la raja del vestido se metía entre las piernas de su nueva amiga hasta casi rozar el pubis.
Los demás hombres de la fiesta parecían estar demasiado borrachos para fijarse. Cómo sus preciosos pechos se frotaban por los amplios escotes y cuando se separaban tenían que colocar la tela de los vestidos para no enseñar los pezones.
Que nos pusiéramos a bailar él y yo le habría parecido raro al resto de la familia… o puede que a esas alturas todos estuvieran curados de espanto, pero no me hubiera importado hacerlo con el cuerpo atlético que se adivinaba bajo ese traje de buen corte.
A él tampoco parecía qué le disgustara por cómo apoyaba la palma de la mano en mi muslo, muy arriba y cerca de mi polla, sentados en un sofá y terminándonos las copas.
La fiesta decaía, la gente empezaba a retirarse, pero a nosotros el alcohol y el que nuestras propias mujeres nos tenían muy calientes estábamos preparados para seguir la juerga.
Aún más cuando sentados en el mismo sofá de la discoteca veíamos a nuestras preciosidades bailar juntas. Un agarrado bien caliente, el muslo derecho, de Sara entre las bonitas piernas de su nueva amiga Nuria. Sus pechos clavados entre ellas. Las manos de Sara acariciando la espalda desnuda de Nuria. Ese vestido casi dejaba ver la raja de su duro y amplio culo.
Por poco me atraganto con mi copa cuando vi, pues no perdía detalle, como Nuria le pasaba los labios y la lengua por el cuello húmedo de sudor a mi mujer y las manos de ésta posadas en las poderosas nalgas de nuestra nueva amiga apretándola contra si.
El espectáculo que nos estaban dando era puro fuego, puro sexo. No parecía que quisieran separarse sus manos acariciaban y recorrían el cuerpo de la otra sin descanso. Y eso en medio de la pista de baile.
Miré de reojo a mi nuevo amigo, a su pubis y su polla estaba tan dura como la mía. Se le marcaba bien en su pantalón. Mario tiene un buen cuerpo y es guapo. Hacía muchos años que no me lo montaba con otro tío, nunca le he tenido miedo al roce físico con otro hombre y a mi lado parecía que mi nuevo amigo también tenía algo de experiencia en ese campo.
Su cadera al lado de la mía, prácticamente pegadas. Su muslo rozando el mío separados sólo por las finas telas de los pantalones de los trajes de verano. Pasé el brazo sobre sus hombros por el respaldo del sofá y dando un bufido apoyó su cabeza en el hueco de mi codo. Apreté su hombro y él se arrimó un poco mas a mí. Al oído, casi rozando mi oreja, me dijo:
– ¿Y si tomamos la última en nuestra habitación? y seguimos bailando y lo que sea.
– Más bien lo que sea…
Dije yo sonriendo y echándole una ojeada a su sudoroso pecho por la camisa abierta, ya teníamos las corbatas en el bolsillo. Y apoyando una mano en su rodilla, giré la cabeza y le respondí con nuestros labios casi tocándose:
– Así estaremos mas tranquilos, y a nadie le importará lo que haremos.
Nos levantamos y fui a buscar a nuestras respectivas y a proponerles nuestro plan, mientras él le pedía una última botella al camarero. Cogiendo cada uno de los dos de la cintura a nuestra chica, nos dirigimos al ascensor del hotel donde le metí la lengua a Sara hasta la garganta arrinconándola contra el espejo a un lateral de la cabina.
Mientras con las manos apartaba su falda por la raja del muslo hasta hacerme con sus nalgas desnudas por el breve tanga de encaje negro. Ellos podían ver el muslo desnudo de Sara hasta el culo.
Mario y Nuria estaban en parecidos manejos. En el mismo espejo podía ver la mano de Mario agarrando con cariño un pecho de su mujer. Había apartado la tela del escote y Sara y yo pudimos ver el pezón oscuro desnudo entre dos dedos de su marido. Un momento más tarde nos miramos a los ojos los cuatro y nos echamos a reír.
Cogidos de la mano llegamos a su cuarto y tirados en la enorme cama muertos de risa y medio borrachos. Ellas se sacaron los zapatos de tacón que torturaban sus bonitos pies y nosotros tiramos nuestras chaquetas y corbatas sobre el respaldo de una silla. Y nos abrimos las camisas del todo hasta el cinturón.
Alguien conectó el hilo musical y apareció la botella de licor que Mario había subido y a la que seguimos dándole con los vasos del baño que compartimos todos con todos sin asco. Nuria le dijo a Sara:
– ¿Me ayudas a quitarme las medias?
– Por supuesto, nena. Sube el pie a mi rodilla cielo.
Nosotros babeábamos mientras las manos de mi chica pasaban suavemente por los muslos de ella. Retirando las medias color carne, enrollándolas según las bajaba por las torneadas piernas. Medias con ligas de silicona que descubrían, mientras las tuvo puestas, parte de sus torneados muslos hasta el reducido tanga, el suyo rojo.
Más que solo quitárselas sus manos parecían acariciar la piel que desnudaba despacio con suavidad y sensualidad. Nuria cada vez apoyaba un pie sobre la rodilla desnuda de mi chica y le miraba el escote suelto sin pudor. Desde su posición un poco más alta le podia ver prácticamente la totalidad de las tetas a mi mujer.
– ¡Que pechos más bonitos!
– Los tuyos sí que están duros, deben ser deliciosos.
Al terminar Sara levantó la cara mirándola a los ojos y Nuria se agachó un poco más hasta que juntaron sus labios en un suave beso. Las coreamos decididos a que nos dieran aún mas espectáculo. Nosotros tumbados boca abajo en la cama uno al lado del otro y ellas frente a nosotros en el sofá de la habitación.
El beso se hizo más lascivo, las lenguas entraron en acción pero para dejarnos verlo todo a nosotros las cruzaban por fuera de las bocas unidas por hilos de saliva. Sara no había dejado los muslos de la chica en paz y una de sus manos escalaba por el interior de sus piernas hacia la vulva. Ya casi tocaba el tanga rojo.
Nuria levantó a mi chica cogiéndole de la mano y luego sujetándole la cintura. Frente a frente.
Se miraban a los ojos con expresión de lascivia en ellos y mi chica se acercó más abriendo su dulce boca. De nuevo se juntaron en un apasionado beso con lengua. Los cuerpos se frotaban despacio sin dejar ningún espacio entre ellas.
Sentí la mano de Mario sobre mi espalda acariciándome suavemente. Mientras tenía los labios de su amiga en el cuello Sara me miró a los ojos y me sonrió, mientras levantaba la falda de ligera tela del vestido, dejándonos ver sus bonitas piernas y cogiendo fuerte sus nalgas.
Nosotros alucinados no perdíamos detalle y aproveché para acercarme aún mas a Mario para notar el calor de su piel junto a la mía. En un descuido lo miré a los ojos y él me respondió besándome suave. Para aceptar además de no retirarme en el beso le puse la mano en el culo notando su firme nalga en mi palma.
Tenía agarrado el culo de otro hombre y lo besaba suave mientras mi mujer se morreaba y acariciaba delante nuestro con otra chica.
Pero en ese momento se trataba de no perdernos nada del dulce espectáculo. Vi los primorosos pechos de mi chica desnudos cuando Nuria le bajó los tirantes del vestido. Este cayó hasta la cintura y se deslizó por sus hombros. Se agachó a besarlos y acariciarlos con la lengua, mordisqueó sus pezones con los labios.
Siempre había pensado en mi chica como una heterosexual convencida pero no sé si era el ambiente de calentura lo que la hacía comportarse así o ya antes le gustaban las chicas y nunca me lo había dicho.
Creo o por lo menos en ese momento lo pensaba. Un minuto mas tarde los vestidos de ambas yacían a sus pies como trapos olvidados y solo les quedaban los minúsculos tangas sobre sus espléndidos cuerpos.
Por fin pude contemplar a placer el cuerpo de Nuria. Su piel mas bronceada que la de Sara, los pechos mas grandes y algo caídos, muy poco, el culo mas amplio.
Una figura mas voluptuosa, mas llena. Alguien diría que regordeta, un bonito contraste con el mas delgado, firme y prieto de Sara. Se acariciaban sin descanso, pero sin prisa, sus manos sobando la piel de la otra, un rato suaves y tiernas y al siguiente con más energía y pasión.
Los dedos de Sara hicieron a un lado la tela de encaje del tanga y dos de ellos se clavaron en la vulva de Nuria haciendo que esta soltara un fuerte suspiro.
A nosotros las pollas duras ajustadas al colchón casi nos dolían y metí una mano para aflojar los pantalones y colocármela hacia arriba.
Con los pantalones abiertos dejé expedito el camino a la mano de Mario que por fin buscó la piel desnuda de mis nalgas. Nos acariciábamos suavemente el uno al otro entendiéndonos sin palabras y sin poder separar los ojos del espectáculo.
Aunque no conocíamos los gustos del otro en materia de chicos parecíamos dispuestos a explorar nuestros límites, nosotros y ellas. Nuria siguió agachándose y arrodillada le sacó el tanga negro a mi chica acercando la cara a su pubis depilado.
Sara levantó un muslo, apoyando un pie en el sofá, para facilitarle la labor aunque casi se cae cuando la lengua juguetona entró en contacto con los labios de su vulva.
Esta vez fue mi mujer la que suspiró casi un grito apretando la cabeza que la acariciaba con sus manos contra su cadera.
Como deseando que no se separara de allí. El culo redondo de Nuria apoyado en sus propios tobillos me atraía mucho. Sé que Sara tuvo uno o dos orgasmos con la juguetona lengua que se movía sin descanso en su coñito.
Cuando por fin nos miraron se dieron cuenta de nuestras ropas revueltas y las manos acariciando al otro. No se lo tomaron a mal. Sus caras reflejaron cierta sorpresa y morbo y riendo nos pidieron que les diéramos el espectáculo a ellas.
Nos pusimos de pie mirándonos, yo estaba tan caliente y borracho que estaba dispuesto a todo. Y en realidad después de tantos años sin tener otra polla en la mano y la boca me apetecía. Le besé y abrí la boca para recibir su lengua, nos dimos saliva cantidad y terminamos de desabrochar y sacarle la camisa al otro, sin dejar de morrearnos.
Me agaché y me hice con sus pezones retorciéndolos y acariciándole. Terminó de quitarme los pantalones sueltos, dejándolos caer al suelo y el tanga de chico que como detalle especial me había puesto para la boda y mi durísima polla que saltó derecha a su mano.
– Esa elección de ropa interior es interesante, ¿me lo dejaras luego?
– Pues claro.
Me masturbaba despacio y me acariciaba los huevos. Nuestras chicas con las manos en los culos de la otra, lado a lado, con las caderas muy juntas no perdían detalle. Se decidieron a actuar, se acercaron a mi y arrodilladas a mis pies se pusieron a comerme la polla a dúo, lamiendo el tronco de arriba abajo y la otra los testículos. Se intercambiaban por momentos.
Mario terminó de desnudarse librándose de su mínimo slip y me acercó su polla depilada a mí. Que la cogí para acariciarla. Sacando mi rabo de las garras de esas lindas lobas les dije:
– Todos a la cama o me voy a correr.
Sara se fue sobre Mario y Nuria se vino conmigo, busqué su boca con la mía mientras mis manos recorrían su voluptuosa anatomía.
A nuestro lado Mario recorría la piel de mi mujer con su lengua y labios, desde las axilas, bajando por sus pechos y vientre a la gruta entre sus muslos. Ella se había puesto encima y era la que le ponía al alcance de su boca las partes que a ella le interesaban.
Podía imaginar la vulva perfectamente depilada abriéndose húmeda al tacto delicado de los labios y lengua como se abría a mi toque. Sara le había puesto ya los muslos a cada lado de su cabeza.
Nuria en cambio no había soltado mi polla pero yo quería ponérsela en el coño o en su poderoso culo allí donde ella la quisiera. Tumbados frente a frente nos acariciábamos con suaves roces de nuestros dedos
Conseguí hacerme con su dulce coñito, penetrarla con dos dedos y sentir por fin la humedad de sus labios que se abrieron en un suspiro y aproveché para besarlos. Logré girarla en la cama y ponerla a cuatro patas para pasar mi lengua por su culo, lamer su ano y clavar la lengua en lo mas profundo de su vagina sin olvidar desde luego el clítoris.
Y no por que ella no parecía excitada o no quisiera mi rabo, sino por que me apetecía verla gozar. Que Sara viera como hacía disfrutar a otra mujer mientras ella gozaba sin complejos encima de Mario.
La empujaba despacio haciendo que Nuria acercara su cara a ellos y detrás de ella entre sus pantorrillas por fin le clavé la polla en su coñito. Solo pasando el glande por sus labios sin necesidad de usar los dedos que tenía ocupados en sujetar sus poderosas nalgas. Ella se echó hacia atrás.
– ¡Vamos! ¡Fóllame ya!
Se la envié hasta el fondo mientras veía como Sara le daba lengua a Nuria, se besaban con pasión. Su gemido inundó la habitación mezclándose con los de Sara y con el mío propio. Mientras mi chica sentía en su dulce coñito la lengua de mi amigo comiéndoselo con ansia.
Jadeaban las dos, yo embestía con fuerza y Mario arrancaba orgasmo tras orgasmo de mi mujer.
Tenía toda la cara brillante de su saliva y de los jugos de Sara. Un momento que se incorporó y dejó su vulva despacio yo le lamí la cara entera. La cara de otro hombre que se dejaba babosear por mí. Mi chica fue bajando por encima de su cuerpo hasta que quedó encima de la cadera de Mario. Allí se clavó su polla en el coñito.
– Ahora nos toca a nosotros.
Dijo Sara con cara de lascivia según la penetraba Mario. Yo seguía bombeando el coño de Nuria. Además dejé caer saliva en su ano y me puse a jugar con el pulgar en su raja. Pero ella fue la que se salió y me dijo:
– Ahora por el culo.
No tuve más que apuntar un poco más arriba y mi polla se deslizó dentro del estrecho agujero. Estaba claro que lo tenía bien entrenado. Ya no podía aguantar mucho más y un momento después me vaciaba dentro de su recto. Mario hacía lo propio en la vulva de Sara segundos más tarde.
Ellas parecía que se entendían por telepatía o solo con la mirada. Sin decir nada Nuria se separó de mí y se sentó sobre la cara de su marido mirando hacia sus pies. Sara se puso delante de mí tumbada boca arriba y nos hicieron lamer el semen del otro rebosando de sus agujeros. Cosa que hicimos con placer.
El semen de Mario rezumaba del coñito de mi chica mezclado con sus jugos. Y me estaba encantando degustar esa mezcla de sabores y conseguirle así a mi chica un orgasmo más. Nuria parecía que también se corría con la lengua de su marido en el ano.
Nos tumbamos los cuatro juntos, las chicas en medio de nosotros, mientras seguíamos acariciándonos y besándonos con ternura descansando un rato. Tan pronto sentía en mi polla la mano de cualquiera de los tres como yo acariciaba las tetas de ellas o el rabo de él. Ellas tampoco paraban quietas y se besaban y acariciaban.
Debimos adormilarnos un rato pues cuando espabilé algo de la luz del amanecer entraba por la ventana. Mario también tenía los ojos abiertos y una sonrisa en la cara. Le hice un gesto y nos levantamos sin despertar a las chicas. Nos metimos en el baño pues a ambos nos hacía falta una ducha.
No me dejó ni llegar al plato de ducha. Me acorralaba contra el lavabo para volver a besarme. De inmediato busqué su lengua con la mía. Jugando con ellas y cambiando saliva. Notaba su torso poderoso contra el mío y su polla morcillona apoyada en el muslo.
– Parece que os ha gustado la noche.
– A mi me ha encantado, creo que a Sara también y supongo que tú estás dispuesto a seguir la fiesta.
Ya de acuerdo seguimos hacia la ducha. Nuestras pollas se ponían cada vez más duras mientras nos enjabonábamos el uno al otro. Tenía ganas de tener la suya en la boca, ya que no lo había conseguido la noche anterior. Besé su cuello y hombro y empecé a bajar por su cuerpo lamiendo su piel. Él me dejaba hacerlo. Levanté uno de sus brazos y lamí su axila depilada, sus pezones pequeños oscuros y muy duros.
El vientre, metiendo la lengua en su ombligo y por fin me metí los huevos en la boca. Los chupé mientras le hacía separar los muslos para deslizar una mano entre ellos. Mientras subía por el tronco de su nabo con la lengua deslizaba los dedos enjabonados por su raja y metía dos de ellos en su ano. Me metí el glande en la boca y lo acariciaba con lengua mientras por encima sus suspiros llenaban la acústica del baño.
No me duró nada, así que no lo estaba haciendo mal. Pronto me llenó la boca de lefa y en vez de tragarla la dejé en la boca para jugar con ella y su lengua mezclando salivas con el semen. Pellizcaba mis pezones haciéndome gemir a mí. Mientras nos morreábamos me pidió:
– Fóllame.
Se giró y me dí cuenta que la noche antes había tenido mi polla en el ano de su mujer y ahora la iba a meter en el suyo. Él mismo se abría las nalgas mientras yo apoyaba el glande en su agujerito. Usando el gel como lubricante mi rabo fue entrando despacio. Empecé a moverme mientras Mario se apoyaba en la pared para no caernos y yo me sujetaba a su cadera.
Así nos encontraron las chicas cuando entraron en el baño. Riéndose y grabándonos con un móvil. Procuramos dar buen espectáculo mientras Sara se sentaba en el suelo ante Mario y se metía su polla en la boca intentando resucitarla. Nuria dejó el móvil apoyado en el lavabo para grabarnos a los cuatro y se vino conmigo a besarme y sobar mi piel. Me corrí dentro de mi amigo y nos tocó a los dos sentarnos en el suelo para comer los xoxitos de las chicas.
Ellas nos los pusieron en la cara separando los muslos y se dedicaron a besarse con mucha lengua y enjabonarse la una a la otra. Poco tardamos en hacer que se corrieran y en quedar bien limpios los cuatro.
Nuria le prestó un short, un top y algo de fina lencería a Sara y nosotros nos pusimos el pantalón y la camisa del traje. Mario se puso mi tanga y a mi me dejó un pequeño slip. así bajamos a desayunar con el resto de la familia y amigos que se habían quedado en el mismo hotel.
Causamos sensación en el comedor no sé si por que se habían dado cuenta de que habíamos pasado la noche juntos o por lo sexi de nuestras mujeres.
Una de mis sobrinas con una minifalda que apenas le tapaba el culito se me sentó en los muslos para que le diera uno de los pasteles que había cogido para desayunar. Mientras nuestros amigos y mi mujer nos miraban sonriendo por el descaro de la joven.
Evidentemente ese fue nuestro primer encuentro con Nuria y Mario pero no el último.