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El bautizo campestre: La primera noche

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I

Lo que les voy a relatar me pasó hace ya varios años. Rondaba los 20 y era el típico estudiante universitario medio nerd de principios de la década de los 90. Tenía como polola (novia) -desde hacía casi seis meses- a una compañera de 21 años, de piel blanca y pelo rizado, largo y negro. 1.70 m de altura, delgada, pero con curvas y un culo discreto y bien formado. Destacaban un par de maravillosas tetas de carnosos y definidos pezones. Sus medidas eran 100-60- 75.

Bonita no era, sin embargo, estaba lejos de ser fea. Ojos color marrón, de pestañas largas y definidas y una boca menuda con delgados y bien contorneados labrios. Inteligente y expresiva. Para nada mojigata. A pesar de su forma de vestir su comportamiento social era de corte reservado, empero en la cama era como estar con una estrella porno (ojo no me estoy quejando, solo describo la situación).

Recuerdo hoy, con la polla dura, que desde la primera vez que la vi desnuda fue muy desinhibida y la mayor parte de las veces me rogó que la tratara como a una puta… El año que estuvimos juntos fue como vivir en una película triple x, especialmente después de lo que les voy a relatar.

Cuando el calor se lo permitía, Andrea siempre iba ataviada con vestidos ajustados hasta la cintura y faldas cortas hasta medio muslo o jeans ajustados. Petos, ceñidas poleras de delgados pabilos como amarras. Casi siempre sin sostén. Calzaba o cómodas y elegantes zapatillas o sandalias de finas tiras de cuero a pie descubierto.

Estaba hechizado con el coño de Andrea, sin embargo, en el fondo, tenía mis dudas acerca de la fidelidad de esta mujer, pues no importaba donde o con quien estuviéramos, cuando pensaba que yo no estaba pendiente, siempre mostraba algo de más, agachándose un poco más de lo necesario para dejar ver o sus impresionantes tetas que siempre iban sin sostén a duras penas guardadas por seductores escotes o su respingado culito apenas cubierto por un sexy colaless, incitando a los demás delante de mí para luego follarnos como unos locos. Su forma de ser me gustaba e incomodaba al mismo tiempo, pero la calentura podía más.

Los últimos días de noviembre de ese año fueron calurosos. Terminaba el segundo semestre del tercer año cuando uno de mis amigos, el huaso Enrique, nos invitó a Mario y a mí, dado que éramos los más cercanos a él, a un bautizo en su pueblo natal.

Resulta que su abuelo, de 80 años quería bautizar a su hija de 2 años, fruto de su último matrimonio, por lo que llevaría a cabo una fiesta de esas de antaño (de 5 días). Estaría presente, como la situación lo ameritaba, toda la parentela lo que según los cálculos de Enrique serían unos 160 parientes entre tíos y primos (el abuelo ha procreado, en 5 matrimonios, la no menor suma de 18 hijos).

La familia de Enrique era un antiguo e importante clan de la zona y su abuelo, Don Arturo, un reconocido cacique. Alto, 1,85 m, fornido, perfectamente afeitado, de pelo entre cano y robustos brazos. Parecía que todo el tiempo estuviese molesto o dando órdenes, pero mi amigo, nos señaló que él era así.

II

El día que debíamos irnos, mi polola tuvo un problema por el cual tuvo que acompañarnos. En el terminal de trenes, mientras Andrea, mi polola, y Mario iban por unas bebidas, Enrique me tomó del brazo.

Enrique: qué parte de tú y Mario son los únicos invitados no entendiste?

Yo: lo sé y perdona, pero esta mujer se me coló… ya la conoces. Te prometo que ni se notará su presencia…

Enrique: pues precisamente porque la conozco es que lo dudo, pero… en fin… no es tan terrible. Dile que tendrá que dormir en la misma pieza que nosotros, pues solo tengo tres camas. Estamos?

Yo: comprendido…

En la citrola de Enrique nos sentamos Andrea y yo en el asiento posterior y Mario de copiloto. Una vez acomodados me acerqué a su oído para, en susurros, contarle mi conversación con el huaso. Al tiempo que le hablaba, comencé a rozarle sus piernas, sus brazos…

Andrea: es en serio? Pucha…

Yo: no es tan terrible… lo malo es que no podremos hacer el amor…

Andrea: es que traje dos pijamas y ambos son sexys…

Yo: eso es un detalle… ahí nos arreglamos.

Andrea: -disminuyendo aún más el tono de voz- oye… para… dónde va esa mano? Ay!!! Ahhh... ya, sácala!

Mientras la citroneta de Enrique traqueteaba por el enripiado y oscuro camino, mis dedos pasaron a deslizarse a todo lo largo de la línea de la vagina de Andrea… Tocaba suavemente desde su clítoris hasta la entrada de su ano… Al poco, levantó ligeramente su culo para facilitarme el acceso. Sus tímidos gemidos pasaban desapercibidos gracias a la música.

Al mismo tiempo que su coño comenzaba a exhalar más y más fluidos, las mejillas le cambiaron a un color bermellón y su boca se abrió en un quejillo de placer mudo.

Con la otra mano bajé el delgado pabilo de su polera, dejando al descubierto una turgente pechuga (teta) adornada con un rosado e inhiesto pezón. Cerré los ojos y, con la lengua, comencé a recorrerla entera. Estaba en la gloria.

Instintivamente levantó aún más las caderas. Necesitaba los dedos más adentro… De pronto comenzó a moverlas cada vez más rápido. Estaba a punto de llegar al orgasmo.

Andrea me tenía tan absorto que nunca noté cuando se prendió la luz interior del techo. Al separarme de su teta y levantar la vista puede ver a Mario. Estaba dado vuelta, mirando sin pudor, agarrándose el paquete, mientras Enrique, con el retrovisor todo chueco, tenía un ojo en el camino y el otro en la entre pierna de Andrea. Luego de pensarlo por dos segundos, le dejé las dos tetas al descubierto.

Mi polola estaba con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás por lo que no estaba consciente del espectáculo que ofrecía con el gentil y cachondo auspicio de mis dedos anular y corazón de la mano derecha.

Arqueando la espalda y mordiéndose los labios Andrea sentía un intenso orgasmo. Unos segundos después Mario apagó la luz y Enrique aceleró, pues casi veníamos a 20 km por hora.

Soda Estéreo con El Rito llenaba la atmósfera. Andre, luego de su orgasmo, me abrazó tiernamente, dándome un beso en la mejilla. –Te toca-, articuló con sus labios, mas no emitió sonido alguno.

La casona colonial se encontraba ubicada a unos 50 km de la ciudad, al final de una senda de tierra bien mantenida, a dos cuadras de la nada. Andre, abrió el cierre, sacó mi corneta medio dura y le dio una asombrosa mamada.

Antes me lo había chupado, pero nunca como en ese momento. Lo hizo con tal maestría que en menos de 5 minutos logró que tuviera una de las más poderosas corridas que hasta ese entonces había experimentado. Se tragó todo el semen cosa que tampoco nunca había hecho. El resto del camino a la casa de Don Arturo pasó sin incidentes y en casi completo silencio.

III

Al llegar, iríamos directo al que sería nuestro alojamiento por los siguientes 5 días, pero Andrea me pidió la acompañara al baño. Ahora que lo pienso, ese detalle, esa demora, resultó crucial.

La habitación consistía en una pieza grande, de adobe, de unos 6x6 metros y unos 4 de alto. Desde la entrada se podía ver, en las murallas del frente y la izquierda, a dos grandes ventanas. A modo de cortinas, estaban sendas tapas de madera las que durante la noche se cerraban con gruesos postigos de semi oxidado acero.

A la derecha de la entrada estaban las camas (plaza y ½). Una al lado de la otra, apenas separadas por estrechos pasillos de unos 70 cm. Noté que entre cada cama había un velador o mesa de noche con una pequeña lámpara.

Al fondo dormía Enrique y como Mario llegó primero, había tomado para sí la de la otra esquina, quedando sólo la del medio para nosotros. Dejamos las cosas sobre la cama. Comenzamos a ordenar nuestro rincón de amor.

Yo: oiga reina, me siento mal por algo que hice y quiero hablarlo contigo… -cuando levanté la vista vi en su rostro una sonrisa burlona y divertida, eso me relajó.

Andrea: jejeje… yo también me di cuenta que Mario y Enrique nos veían. Y sabes? No, mejor que no, porque después andas hablando de más como todos los poco hombre que conozco.

Yo: Mire, mijita, no puedo hacerme cargo de las bostas que usted haya conocido en el pasado, pero yo no soy de esos, así que si quiere, puede cantar con toda confianza… que no me interesa juzgarte, sino conocerte. De ese modo, será más sencillo para mí complacerla.

Andrea: -sonrojándose- no sé por qué, pero me excitó mucho, muchísimo el saber que me observaban, pero después del orgasmo sentí mucha vergüenza también…

Yo: oiga… de qué vergüenza me hablas si me diste la mamada del siglo…

Andrea: -sonrojándose- bueno… es que me dio vergüenza después de chupártela…

los dos: jajaja.

Yo: bueno, si estamos en esa, debo decir que al principio me molestó que estuvieran viendo aunque no mostrabas nada excepto las piernas, pero me terminó gustando también. Oiga… pero al final qué fue más grande: la vergüenza o la excitación y el placer.

Andrea: mmmm… creo que… no. Estoy segura que me gustó más de lo que no me gustó.

Yo: lo harías de nuevo?

Andrea: no lo sé… supongo que si se da como se dio hoy. Si… Me refiero a que sea espontáneo. No lo sé. Quizás…

Una serie de rítmicos golpes en la puerta nos interrumpió. Era Mario avisándonos que la cena estaba lista. En el comedor había al menos unas 50 personas distribuidas en 3 grandes y rectangulares mesas para lelas entre sí, sentados unos frente a los otros.

En la mesa del medio, en la cabecera se encontraba Don Arturo y a su derecha, Elsa, su actual mujer. Enrique, ubicado casi en la punta exterior de la mesa de la izquierda nos indicó que tomáramos asiento a su lado. En el camino noté que el abuelo de mi amigo y su esposa nos miraban fijamente. Una vez acomodados, los dueños de casa alzaron su copa, brindando por nosotros.

En la mesa Andrea se sentó frente a mí. A su lado derecho se sentaba una señora de unos 70 años, en tanto, a su izquierda había una mujer de unos 40 años, con atuendo de campesino y un par de sendas trenzas hasta la cintura. Si bien no era una belleza, estaba lejos de ser mal parecida.

A mi lado izquierdo tenía a Enrique. A mi derecha un primo de mi amigo de nombre, Juan. De mediana edad. Su esposa era quien conversaba con mi polola. Ambos eran simpáticos y buenos para contar chistes. La sobremesa duró unas dos horas durante las cuales le dimos el bajo entre los 4 a tres y media botellas de agua ardiente con limón, hielo y bebida blanca. Nos tuvo entretenidos gran parte de la noche hasta cuando, Andrea y yo, nos fuimos a acostar no sin antes comprometernos a la mañana subsiguiente para ir a la laguna con ellos.

IV

Hicimos el amor larga y tiernamente. En el último orgasmo, segundos antes de ambos acabar, le digo al oído: -imagina que después de mi te va a follar Enrique y luego Mario y luego de nuevo yo y así… toda la noche...- a lo que entre jadeos y quejidos respondió: yaaa… ah… me vooyyy…

Como estaba media borracha, tras follar, Andrea se quedó dormida, casi de inmediato. Entonces, fui al baño, con unas ganas portentosas de orinar. A la salida, me encontré con mis compas, los que iban en dirección a la cama. Nos saludos y juntos continuamos el camino.

Cuando llegamos, Andrea estaba dormida de espalda, con el torso destapado, mostrando sus dos hermosas tetas. Los chicos se dieron vuelta a verme. No lo pensé…

Yo: Qué les parece lo que ven, cabros?

Mario: por qué nos haces esto, maldito?

Enrique: si po… eres canalla… bien sabes que el que mira sufre y el que toca goza…

Yo: Sean gentiles a menos que ella les pida otra cosa… Si despierta y no quiere, se acaba la fiesta… Estamos?

Los dos: en serio? Si…

No fue necesario decir más. Enrique por la derecha y Mario por la izquierda. Cada uno comenzó a pasar su lengua por un pezón. Andrea gimió... Ambos entonces metieron una pechuga entera en sus bocas. Mi polola se retorció de placer.

Abrió los ojos y me vio parado a los pies de la cama, observando. Le sonreí. Ella devolvió la sonrisa. Sus mejillas volvían a encenderse. Cerró los ojos, entregándose al placer. Retiré lentamente el cobertor, dejando totalmente expuesto el desnudo y bello cuerpo de Andrea.

Cada uno tenía una teta en una mano y en la otra, Enrique acaparaba su vagina y Mario se afanaba en el clítoris. Poco tardó mi noviecita en tener un nuevo clímax.

Yo: desvíntase... Yo la entretengo mientras tanto. –Dirigiéndome a Andre y más que ayudándola, dirigiéndola- Oiga cosita... Venga... Dese vuelta. Eso, así. Eres una diosa, Andreita, bella. –Jugando con la punta de la corneta en la entrada del coño- cómo quiere que la tratemos... Como a una...

Andrea: puta... Quiero sentirme como una puta... Pero con cariño.

Terminó la frase con mi corneta enchufada hasta el fondo... Comencé a follarle el coño con fervor... En eso estaba cuando, primero Enrique y luego Mario le ofrecieron sus miembros semi erectos para que, con la boca, los pusiera a punto. En cuanto los vio comenzó a devorárselos con ansia.

Enrique fue el primero. Cuando estuvo a punto me salí y con una reverencia lo invité a ocupar mi lugar. Se la incrustó de una sola estocada hasta el fondo para seguir con el mismo ritmo que llevábamos. Andrea estaba loca de placer… sus pezones eras dos cañones a punto de explotar.

Me senté en la cama de Mario. No necesitaba tocarme la verga para mantenerla a punto. Andrea, en 4 patas, se comía por la boca la corneta de Mario y por el coño la de Enrique y por los gemidos, era obvio que lo disfrutaba.

No duraron mucho. Nuevamente Enrique fue el primero, segundos después lo hacía Mario. Ninguno sacó su verga para acabar, dejándole ambos agujeros inundados con sus abundantes fluidos.

Los chicos se recostaron cada uno en una cama. Andrea, en tanto, aún en la misma posición movía el culo como perra en celo... Había quedado a medias y quería más y para demostrarlo apoyó su torso, ofreciendo aún más su anhelante coño... Ambos orificios le palpitaban.

Una vez detrás de ella, desde el chorito hasta la entrada del culo, con la polla dura como fierro, jugaba de arriba hacia abajo, lentamente. Sus quejidos aumentaban en intensidad cuando dejaba por un segundo demás la punta en su ano.

Entonces, le tomé la mano, llevándosela hasta su clítoris. Solita comenzó a tocárselo. Hecho eso, ubiqué la punta de la corneta en su ano lleno de sus jugos y el semen de mi amigo y, suave, gentil, pero constantemente presioné hasta tener todo el glande dentro. En tanto, Andrea frotaba su clítoris con parsimonia.

Yo: te gusta, putita... -al tiempo que comenzaba un muy suave mete y saca.

Andrea: duele, pero es rico... Ay... Despacito. Ahhh... Eso. Ayyy... Bruto...

Yo: -ya estaba hasta la mitad cuando de pronto, de un solo empujón se la metí hasta el fondo, dejándola ahí-. Te la saco???

Andrea: ay... No... Déjala ahí, tranquilita. Dale ahora. Despacito. Eso... Ahhh. Que rico...

Menos de un minuto después le follaba el culo como un poseso, por primera vez, a mi polola y era sensacional. Andrea tenía un orgasmo tras otro...

Mis amigos no tardaron en estar listos nuevamente. Prueba de ello es que ubicaron sus pollas una a cada lado de la boca de Andrea, la que comenzó a chuparlas con frenesí.

Mario, se salió solo para acostarse debajo de ella y al tiempo que le chupaba las tetas, le introducía en el coño su verga, centímetro a centímetro. Al poco logramos coordinarnos. Mi mujercita tenía una verga tapándole cada uno de sus agujeros y yo que hasta solo hace un par de horas tenía unas cuantas horas de sexo en el cuerpo como experiencia, ahora formaba un cuarteto con el fin de follarnos a mi novia.

Menos de 5 minutos así y acabé en sus entrañas. Al salirme contemplé a mi mujercita. Enrique rápidamente tomó mi lugar. Andrea tenía un tipo follándosela por el culo a todo vapor y otro por el coño con igual dedicación…

Andrea: -la cabeza le bamboleaba como a una muñeca de trapo. De pronto la levantó- más duro, por favor, más duro… ahhh… así… me voy de nuevo.

Durante un largo rato y en diferentes posiciones mis dos amigos y yo nos la follamos a ratos duramente, a ratos en forma tierna y considerada. Cuando acabamos por tercera vez, cada uno se fue a su cama.

Yo: -en un susurro- estás bien?

Andrea: -suspiró- si, amor… que cogida me dieron… estuvo muy rica, pero me duelen todos los músculos del cuerpo…

Yo: -besándole la nuca- lo que es yo, no creo que se me vuelva a parar nunca más…

Los dos: jajaja…

Andrea: espero te equivoques. –Bostezó largamente- ya, mi amor… buenas noches.

Yo: buenas noches mi putita, rica…

El sol estaba a menos de una hora de salir cuando abrazados en cucharita y tras un tierno beso, nos dormimos. Cerca de las 5 de la madrugada, finalizaba recién el primer día de los 5 consagrados a las celebraciones por el bautizo de la niña…

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