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El espejo mágico (Parte 3): Un orgasmo tras otro

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La noche caía y solamente una luna llena combatía aquella oscuridad, Steven y yo nos refugiamos al abrigo de mi casa como si nada hubiera pasado, estaba tremendamente feliz, por fin habíamos hecho el amor aquel día en que el destino continuamente nos ponía a prueba, por fin me sentía bien con mi nueva vida, con mi nuevo cuerpo y ya no me encontraba perdida, Steven se había encargado de ello, había dado un nuevo sentido a mi vida, entiendo que puede sonar mal, pero así era, así me sentía y no solo por el sexo, sino por todas las sensaciones que estaba descubriendo con él y como si se tratase de una droga necesitaba más, necesitaba más de él.

Jaime, mi amigo del alma, con quien tantas tardes compartí, me había estado llamando y únicamente había recibido una respuesta por WhatsApp de mí, un escueto, todo está bien, volveré en una o dos semanas. La verdad que pensaba mucho en él y no como mi amigo, sino como algo más, pero que más… Me estaba volviendo loca, si aquí todos me conocían como Elena, si mi mundo aquí era Elena, si allí mis recuerdos y fotografías también eran de los de Elena, todo me hacía supones que también allí ¿no?, yo no sería el mejor amigo de Jaime, sino su mejor amiga, ¿qué tipo de amiga?, ¿nos habríamos acostado?, no, supongo que no o lo recordaría, pero, por otro lado, me quedaba la duda y tenía miedo, miedo a perderle, no sabía cuál era el sentimiento que me ataba a él ¿y el suyo?, ¿cuál sería?, ¿sería una más?, ¿una zorrita más como él decía?, o sería quien le haría sentar la cabeza, estas y más preguntas me asaltaban mientras me duchaba, mientras Steven esperaba pacientemente en el salón.

No sabía muy bien todavía como reaccionar en esta situación, me había bañado y puesto ropa limpia, un tanga negro y un pantaloncito de pijama corto con una camiseta muy amplia que caía hacia un lado dejando uno de mis hombros desnudo, Steven hizo lo mismo, deje que se duchara y le di una ropa de hombre que le quedaba como un guante, me resultaba conocida y supuse que seria de Jaime, éramos muy amigos y más o menos tenía la misma complexión, nuevamente mi cabeza se llenaba de historias aun sin confirmar, pero si no era de Jaime esa ropa, de quien entonces y si era de él ¿por qué la tenía yo allí? Una vez más las dudas me asaltaron hasta que le observe allí en el salón, llevaba puesto un pantalón corto y una camisa azul medio abotonada, realmente estaba guapísimo y olía como los ángeles.

Pedimos comida china a domicilio, cenamos muy acaramelados en el jardín junto a la piscina iluminada por las pequeñas farolas y una enorme luna llena que presidía el cielo aquella noche, nos contábamos historias graciosas de nuestras vidas, yo tenía que tener cuidado para cambiarles el sexo claro esta y en todas ellas salía mencionado Jaime, a lo que Steven me comento que si ese tal Jaime era mi novio porque se nos veía muy unidos, yo le explique que era algo más, que era como un hermano, pero algo en mí me decía que quizás yo ahora lo veía de otra manera y quien sabe si él.

Al terminar estábamos tumbados bajo el roble del jardín, mirándonos a los ojos sin decirnos nada, Steven acariciaba mi pelo por detrás de las orejas y se acercó suavemente a mí y me beso, un beso en los labios, casi sin rozarnos que después fueron dos, tres y hasta cuatro veces nuestros labios se iban juntando y centímetro a centímetro empezó a recorrer mis labios con sus besos, centímetro a centímetro mi cuerpo se estremecía con la ternura de Steven, me encantaba lo que hacía, abría mi boca para que la unión fuera perfecta, pequeños besos, pequeños mordiscos de nuestros labios y poco a poco invitando a otras partes de nuestro cuerpo a jugar, a unirse en un baile húmedo lleno de sentimientos, nuestras lenguas bailaban dentro mi, dentro de él, era ya tarde cuando me tumbo nuevamente en la hierba y acariciaba con su mano mi cuerpo, subiéndome la camiseta y dejándome uno de mis pechos al aire y al abrigo de su mano, una vez más un escalofrío recorría todo mi cuerpo, una vez más esas sensaciones a las que me estaba empezando acostumbrar y no obstante, sin pensarlo le pedí que se apartara de mí, le rogué que parara perdiendo los besos y las caricias en la oscuridad. Me levanté del suelo y mirándole fijamente podía ver su extrañeza, quizás fui un poco brusca, quizás no controlaba todavía bien lo que quería decir o hacer, pero todo paso cuando le cogí de la mano para que se levantara y puesta de puntillas le abrace con mis brazos por el cuello a la vez que le besaba de nuevo, acercándome tanto a él que note la erección que tenía, le mire fijamente y sin decirle nada tire de él y cogidos de la mano nos metimos en la casa, quería que me hiciera el amor, quería saborear cada momento entre las sábanas de mi cama mientras él me hacía el amor una vez más.

La habitación iluminada tan solo por la luz de la luna que entraba por unas ventanas abiertas de par en par, dos sombras se besaban y desnudaban en la pared, poco a poco nos íbamos quitando la ropa de rodillas encima de la cama, Steven con su cuerpo desnudo rodeaba el mío abrazándome por la espalda, besándome los hombros, sintiendo como sus manos bajaban suavemente por mis brazos hasta que sus dedos se aferraban a la tela de mis bragas bajándomelas con sumo cariño, las notaba deslizarse suavemente por los muslos enrollándose la tela, sentía mi sexo liberado y dispuesta para entregárselo y para cuando termino de desnudarme dejando las bragas en mis rodillas volvió a abrazarme, volví a sentir como su pene me golpeaba las nalgas y como encontraba un resquicio entre mis muslos metiéndose entre ellos, la notaba palpitar, suave y dura, me rozaba los labios húmedos cuando desde atrás asomaba el glande por delante de mí, Steven con movimientos cortos y suaves hacía resbalar el tronco de su pene metiéndose entre mis labios, como la locomotora del tren que va y viene, que prácticamente lo devoraban y envolvía con mis jugos, el placer que sentíamos, el olor de la pasión que ambos destilábamos impregnaba toda la habitación, podía sentir su pene entre mis piernas buscando una entrada, oír mis gemidos cuando la encontró y excitarme con el sonido de su piel golpeando la mía, de su pene penetrando dentro de mí con ese sonido tan característico, mis pechos eran secuestrados por sus manos apretándomelos con suavidad y Steven me besaba apasionadamente el cuello tumbado prácticamente sobre mi espalda y sufriendo los pequeños empujones, las deliciosas penetraciones que me hacían arquear mi espalda y que mi cabeza se apoyara en uno de sus hombros, buscando sus labios con los míos para besarnos, una vez más su pene salía de mí y volvía a entrar, una vez más mis gemidos la envidia de una noche clara, donde la luna esperaba a su amante y me envidiaba al oírme gritar cuando sentía como Steven ocultaba todo su pene en mi interior, que volvía hacer que mi espalda se arquease y sus manos apretaran mis pechos a la vez que me devoraba con sus besos.

Más tarde una mano en mi cintura y la otra en mi espalda acompañaba a mi cuerpo hacia delante apoyando las palmas de mis manos sobre las sabanas blancas, Steven sin sacar su pene de mi vagina me ayudaba a ponerme a cuatro patas quitándome al final las bragas con cuidado, levante primero una rodilla y luego la otra, unas penetraciones más fuertes hacían de aquel momento el más increíble de mi vida, su pelvis golpeaba mi culo con pasión buscando la penetración más profunda, yo lo quería retener dentro de mí, pero él insistía en entrar y salir, en salarla por completo y jugar con mi sexo, me besaba los glúteos dándome pequeños mordiscos en ellos, tenía mi vagina caliente y mojada delante de su boca y sin más, sentí como su lengua saboreaba el néctar de mis labios, como los recorría, mordiéndolos y succionándolos con su boca, nuevamente algo nuevo para mí, nuevamente el placer hacía que mi cuerpo se erizara y empezara a temblar, me hacía gemir con su mano por delante apretando mi vulva y como sus dedos se deslizaban entre mis labios presionando y acariciando de forma circular mi clítoris, para luego acabar hundiéndose en mi vagina. Steven sacaba de mí los primeros gemidos de placer de verdad, los primeros que supe que de seguir así podría perder hasta el conocimiento, sus dedos se metían en mi vagina tan al fondo que salían envueltos en el flujo que después chupaba o me daba a chupar, mi interior era un hervidero de sensaciones, estaba realmente preparada nuevamente para que me follara, para sentirlo entrar y era todo lo que deseaba en esos momentos, que me volviera a penetrar.

Necesitaba más, tenía sus dos manos sobre mis pechos, sentía su polla en mis labios arriba y abajo abriéndose paso por ellos y su glande empezó a hundirse en mi vagina, no tardo mucho en que los dos dimos un pequeño grito de placer cuando en el siguiente empujón su polla se deslizó hasta el fondo llenándome entera de él, estaba tan mojada que se deslizaba haciendo que gimiéramos de placer los dos a la vez, Steven metía y sacaba su polla con rapidez, mis pechos a pesar de sus manos bailan en el aire con cada empujón, empujones cada vez más rápidos y profundos que provocan que mis gritos empezaban a escapar por las ventanas abiertas de la habitación y se dejaron envolver por aquella noche calurosa de verano.

Sudor y flujos, nuestros cuerpos resbalaban entre sí, me estaba dejando llevar por todo lo que Steven quisiera hacerme, saco su polla dándome media vuelta y me tumbo en la cama boca arriba, el de rodillas seguía acariciando mi cuerpo sin decirme nada, simplemente mirándome y separando mis piernas a ambos lados de sus muslos, le miraba fijamente mordiéndome los labios por la espera, por la impaciencia de tenerle nuevamente dentro de mí, sus manos bajaban desde mis pechos hasta mi vientre, tocando mi vulva mojada, su pene chocando por el interior de mis muslos y sintiendo como su glande acariciaba mis labios deseosos de él, bajo sus manos hasta por detrás de mis rodillas y me las fue subiendo apoyándolas en sus hombros, levanto con sus fuertes manos mi pelvis y volvió a meter su polla en mi vagina sin tan siquiera colocarla, simplemente acercándose a mí y empujando un poco para volverla a notar rodeada por mi vagina caliente y mojada, las penetraciones ahora eran muy profundas, la metía lento al principio como saboreando el momento dejándola dentro de mí, mi clítoris hinchado era presa de sus dedos y empezó a meter y sacar rápidamente su polla, me dejaba llevar por él, ya no gemía, ni gritaba, no podía, mis ojos cerrados fuertemente con mis manos apretando las sabanas y mi boca abierta sin poder emitir ningún sonido hasta que mi vagina exploto y se inundó, llenándole la polla de mis fluidos, nunca había sentido nada parecido, una ola de calor invadió mi vientre y desde el vientre conquisto todo mi cuerpo, mis piernas empezaron a temblar, el orgasmo que estaba teniendo era tan intenso, tan duradero que al final todos los gritos reprimidos salieron de mí, inundando la habitación sin poder acallarlos.

Steven me bajó las piernas y se tumbó sobre mí, sin parar sus movimientos de entrar y salir me besaba profundamente, al poco su semen empezó a golpear mis paredes vaginales, dos chorros calientes salieron disparados de su polla haciendo que nuestros gritos se unieran en un baile de placer, hasta que cayó encima de mí y nuestros cuerpos resbaladizos y sudorosos descansaron juntos uno encima del otro, notando como su pene seguía dentro de mí, notando pequeños espasmos de su pene en mi vagina, le besaba, me besaba, sonreímos los dos y reíamos a la vez, estaba realmente extasiada.

Steven quedó como dormido, me levante para limpiarme un poco, para quitarme la sensación de estar llena de él, del semen que salía de mi vagina y recorría brevemente parte de mi muslo y no sé porque me pare frente a la ventana, quizás para refrescar mi cuerpo sudado, para mirar al infinito de la noche, a las estrellas, la luna llena que me bañaba con su luz, no pensaba en nada, estaba feliz, por primera vez en mi vida me sentía feliz.

No sentí a Steven cuando se levanto hasta que me abrazo rodeando mi cuello con sus brazos, era más alto que yo y su barbilla estaba sobre mi cabeza, me besaba en el pelo, lo olía, me decía en un español más bien pobre lo preciosa que estaba desnuda a la luz de la luna, mi cabeza se recostó en su brazo y mis manos se colgaron de ellos, desnudos, mirando por la ventana escuchando el silencio de la noche, el ladrido de los perros, el ruido de un coche en la lejanía, el murmullo del batir de las olas, pero no mucho más, estaba todo quieto y en silencio, todo sin vida aparente salvo nosotros que sentíamos el latir de nuestros corazones, la reparación acelerada que una vez más se presentaba ante nosotros, al parecer ninguno de los dos habíamos tenido suficiente, notaba su excitación, como se hinchaba su pene poco a poco y el escalofrío de tenerle dentro de mí me hacía feliz, soñar una vez más, me besaba el cuello, la mano, pasaba su mano por mis pechos acariciándolos y apretándolos con suavidad, su pene había vuelto a sorprenderme metiéndose entre mis piernas, movía el culo para sentirlo y como en la cama no hacía ni media hora quería que estuviera al abrigo de mi vagina.

Quería sentir sus labios en los míos, besarle, acariciar su rostro, me di la vuelta para unir nuestros labios, notaba sus caricias, me iba dibujando, esculpiendo mi cuerpo, una vez más sus besos recorrían mis hombros, sus labios mordían mis pezones, me abrazaba y notaba su pene sobre mi estómago, me levanto una pierna y dejo mi vulva sin la protección de los muslos para poder acercarse y buscar con su pene mi vagina, despacio muy despacio mirándome a los ojos empezó a meter su glande en mi vagina, sin perder ni uno solo de mis gestos, el placer de sentirle entrar, llenarme nuevamente, su pene resbalaba hacia arriba por mi vagina tremendamente excitada, dilatada al máximo para recibirle, llena todavía del semen que había depositado en mí, entraba y salía haciéndome gemir, creando en mi rostro las muecas de una felicidad olvidada por mí. Cada vez más dentro, con su pene golpeando el cuello de mi útero, regalándome las sensaciones más placenteras que jamás pensé poder tener, la mirada clavada el uno en el otro oyéndonos gemir, amándonos con la mirada, podía sentirlo todo, podía sentir la suavidad de su piel penetrando y uniéndose a la mía, entrando y saliendo de mi vagina envuelta en flujos de placer, la suavidad de cómo la metía y sacaba de mi vagina, los besos suaves, cariñosos, hacían que mi cuerpo se estremeciera, me sentía flotar por la ternura que estaba demostrándome, me hacía volar de placer, sentir como nuestros cuerpos se elevaban y salían por la ventana, a pesar de haber hecho el amor ya dos veces, si esto era lo que sentía una mujer, quería ser mujer, no hablo del placer, hablo de sentimientos profundos, los que me invadían en esos momentos al tenerle cerca de mí, es cierto que era sexo, pero no solo sexo, era algo más profundo que nunca había sentido, algo que no sabría explicar.

Steven una vez más sacó su pene para colocarme como él quería, bajo mi pierna y me agarro con sus manos subiéndome y sentándome con cuidado al marco de la ventana, separo mis piernas y se metió entre ellas, yo me dejaba hacer, me besaba apasionadamente y una vez más poco a poco me fue metiendo su pene, sus movimientos pausados, pero profundos, su pene se deslizaba lentamente y hacía que me fuera mojando más y más, los besos, los abrazos con cariño como si nos fuéramos a romper, aquella vez no estábamos follando, me estaba realmente haciendo el amor, sus caricias, sus penetraciones con tanta suavidad, empujando hasta el fondo su pene, metiéndolo hasta la raíz, chocando sus testículos con mi piel. Mirábamos nuestros cuerpos, como se introducía su pene dentro de mí, mi vagina se mojó de forma inusual, se contrajo tanto que le apretaba el pene, la sensación del roce era mayor, algo que tan siquiera sabía cómo hacer hacía que Steven se estremeciera, mi vagina se contraía apretando su pene que seguí navegando en mi interior, ardía por dentro y por fuera, esta vez no hubo gritos que inundan la habitación, solo gemidos en mi interior, mi mano tapaba mi boca cuando nuevamente un orgasmo me hizo temblar todo el cuerpo, un orgasmo que se prolongó y prolongó, con mi mano reprimiendo mis gritos.

Steven seguía penetrándome con suavidad, pero ahora más rápido y más profundo, seguía teniendo los últimos coletazos de un orgasmo realmente increíble, sus movimientos me estaban volviendo loca, su pene me penetraba con fuerza, con una mano agarraba fuertemente la cortina y la otra apoyada al marco de la ventana, ya no podía aguantar mis gemidos, ni mis gritos, él me sujetaba fuertemente por las caderas y los gemidos de placer, los pequeños gritos que no podíamos controlar, todos aquellos movimientos presagiaba otro orgasmo, en cada embestida mis pechos se movían sin control, mordía mis nudillos del placer que me estaba regalando. Steven seguía su baile penetrando dentro de mí una y otra vez, sentí nuevamente esa quemazón en el vientre y un gemido enorme salió de los labios de Steven explotando de una manera asombrosa dentro de mí, nuevamente el destino de su semen fue mi vagina cuando mis manos se trasladaron a sus muñecas y le decía entre gritos que no parara, que ahora no parará, echando la cabeza hacia atrás, la melena suelta y mi boca abierta como queriendo gritar a la noche, un grito sordo salió de mí cuando nuevamente se inundó mi vagina con mi flujo.

No tardamos en repetir nuevamente, aquella noche no follamos, aquella noche Steven me hizo sentir de verdad, me hizo el amor repetidamente hasta que terminamos durmiendo con nuestros cuerpos entrelazados, sudorosos y empapados de nuestros fluidos, solo aquella habitación dio buena cuenta de la pasión que hubo entre los dos.

Steven se marchó dejándome sola y pensativa, había pasado unos días tan maravillosos con él, que ni me acordaba de porqué estaba allí, había hecho que me olvidara de todo, había hecho que me olvidara incluso de Jaime, un sentimiento de cariño y amor me inundaba cuando pensaba en Steven y las lágrimas rodaban por mi rostro cuando me despedí y le vi marchar, a pesar de que teníamos nuestras direcciones no sabía si volvería a verle, un océano nos separa.

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