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El jefe de mi esposo me cogió en una fiesta de la empresa
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Mi esposo llegó feliz a casa. La empresa para la que trabaja había ganado un premio. Nunca entendí que era, pero recuerdo era algo importante. Ya lo sabía. Su jefe, con quien salía esos meses, me lo había dicho por WhatsApp. A ninguno le entendí exactamente que era, pero tampoco me importaba.

Organizaron un almuerzo de celebración. En un lindo hotel – restaurante campestre. Rápido nomás, en caliente, el siguiente sábado. Mi esposo estaba tan contento que me “autorizó” comprarme el vestido más lindo que encuentre “sin importar el precio”. Acepté el reto y me pasé todo el jueves buscando uno. Le iba enviando las fotos a su jefe para que él opine. Estaba segura que nos sentaríamos en la misma mesa y quería estar muy linda para él.

Encontré el vestido. Rojo. Muy ligero y con un corte diagonal en las piernas. En la pierna derecha algo más arriba de la rodilla, en la pierna izquierda algo por debajo de la nalga. Muy sensual y me encantó. Estaba muy ilusionada con el jefe de mi esposo y quería provocarlo. Le envié fotos cuando me lo probé y estuvo encantado. Me transfirió dinero y la lencería y los zapatos fueron por su cuenta, pero no abuse y fueron de precio medio. El vestido si era muy caro. Mi esposito se había lucido.

La mañana del almuerzo, mientras mi esposo trabajaba en su computadora entré a bañarme. Pero antes me depile. Mientras lo hacía le enviaba fotos a su jefe. Me calenté y me masturbé. Le envié algunas fotos del proceso y además de mis dedos muy mojados al final. Luego me duché y me alisté. Me demoré tanto que mi esposo me presionaba pues entre tanto, se había alistado y estaba ya queriendo ir.

Como esperaba. Nos sentamos en la misma mesa que su jefe. Él llegó algo después con su sosa esposa. Una rubia linda pero ya algo subidita de peso. La había visto antes, en varias reuniones y era aburrida y hasta necia, pero rubia y de buena familia. Un gran matrimonio me decía el jefe de mi esposo. No éramos amigas, pero como siempre coincidíamos, nos solíamos sentar juntas y conversar.

Me di cuenta que estaba bebiendo muy rápido. Nunca había notado eso en ella. Poco después de que terminó el almuerzo y empezaba el baile ya estaba muy mareada. Me pidió que la acompañe al baño. Lo hice.

En el baño se sinceró. Mientras su esposo se duchaba por la mañana, había cogido su celular y leído la charla con una tal “Lucía”, era yo, así me tenía grabada. Me sentí morir pues dos días antes le había enviado las fotos del vestido que tenía puesto. Antes que el terror se muestre en mi rostro me dijo “sabía era algo raro, pues sólo tenía mensajes desde hoy en la mañana, todo lo demás borrado”. Fotos de mi entrepierna, de mis dedos dentro de mi vagina, de mi llegada.

Ella no tenía idea que yo era Lucía. Me dijo que sabía que su esposo estaba saliendo con alguien y que estaba ilusionado (eso me hizo sentir bien), pero que ver fotos de ella así desnuda, era mucho para ella. La tranquilicé, le dije que él la amaba, que se notaba en como la miraba, en como la trataba y que seguro era un típico desliz de hombre. Algo sin importancia.

Se tranquilizó un poco y volvimos a la mesa. Mi esposo la sacó a bailar al rato y su esposo a mí. Le comenté y me confirmó que todas las noches borraba nuestras charlas para evitar problemas. Que su celular no tenía clave y que fue un descuido de instantes. Pero se alegró de saber que la había tranquilizado.

Un par de horas después la esposa de mi jefe estaba ebria. Para evitar un escándalo, su esposo fue y tomó una habitación en el hotel. Me pidió que lo ayude a llevarla. En el jolgorio de la fiesta, la borrachera de su esposa había pasado desapercibida. Sólo nos dimos cuenta las 4 parejas que compartíamos la mesa. A mi esposo le pareció razonable que ayude. Era la más próxima a ella.

No podía creer en mi suerte. Estaba con unos tragos encima y calentona. Había bailado varias piezas con el jefe de mi esposo y había sentido su erección junto a mi cuerpo.

Fuimos a la habitación, acomodamos lo más rápido que pudimos a su esposa en la cama. Le sacó los zapatos. Le saqué el vestido. La pusimos bajo las sábanas y nos metimos al baño.

Sabíamos que no teníamos demasiado tiempo. Me puso de cara contra la pared. Levantó el vestido que había comprado con dinero de mi esposo y la tanga que había comprado con su dinero. Puso saliva en sus dedos y unto mi culito que lo deseaba.

En un solo empujón me la metió toda. Cogimos como perros de la calle. Que se encuentran, cogen y se separan. Con mi mejilla pegada a la pared él disfrutaba mi culo, yo disfrutaba su verga grande y dura.

La excitación nos hizo volar y cuando mis contracciones previas al orgasmo se aceleraron, él llegó y me llenó de leche, yo llegué. La sacó. Esperé unos segundos y me limpié. Había chorreado un poco.

Me arreglé el vestido. Salimos del baño. La esposa dormía su borrachera. Volvimos a la fiesta.

Un par de horas después volvimos a casa. Mi esposo me hizo suya.

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