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El jefe de su marido (quinto capitulo)

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Cuando Mateo llegó a casa venía contento. Ella miró el reloj de la pared de la cocina y comprobó que era un poco más temprano de la hora habitual de llegada de su marido.

- Hola cariño, hoy saliste antes?

- Si cielo. – el abrazó desde atrás dándole un beso en el cuello – El señor Gómez hoy estaba de buen humor y no parecía el mismo. Es sorprendente los cambios de humor que tiene de unos días para otros.

- Bueno mejor así cariño – Silvia sabía que seguramente ella era el motivo de ese buen humor de aquel viejo – Estaba preparando la cena.

- Huele muy bien cariño.- Mateo separo las manos de la cintura de su mujer y fue hacia la puerta – Nuestra princesa ya duerme?

- Si cariño, le di el biberón y ya la metí en la cuna.

- Voy a mirarla un rato, vengo ahora.

Silvia se sintió culpable de cómo estaba actuando. Amaba a su marido y sabía que era algo recíproco. Mateo era un maravilloso padre, esposo y persona. Intentó rebajar su sentido de culpa pensando que todo lo que había hecho era por él, por su bebé, por mantener aquella familia a pesar de los problemas económicos. No era culpable de eso pero si lo era por estar sintiendo esas cosas. Que se dejara humillar por ese odioso hombre, era una circunstancia a la que se había visto arrastrada por culpa de sus malditas deudas pero no tenía porque sentir aquel placer inexplicable cada vez que sentía aquella mano intrusa manosearle el coño. De eso sí que se sentía culpable y le avergonzaba recordar como el jefe de su marido le había hecho eyacular. Recordó la sensación de alivio cuando se fue de casa de Cristina al saber que aquella mujer también la había hecho eyacular, se odiaría a sí misma si eso solo fuera capaz de conseguirlo con ese hombre.

Pensar en aquella mujer también le hizo sentir culpable pues con ella había estado voluntariamente. Al ir a su casa en ningún momento había pensado en la posibilidad de que algo así pudiera terminar pasando, pero aquella mujer tenía el don de hacerla sentir cómoda y hacerla sentir mimada con solo su manera de hablarle y mirarla. A su mente acudió la imagen de Cristina desnuda y aquel impulso irrefrenable que le llevó a quitarse la toalla para ofrecerle la vista de su cuerpo desnudo y ese mismo impulso cuando casi corriendo fue a su lado para abrazarla y sentir sus pechos pegados a los de esa mujer. Se excitó al recordar sus pezones unidos como si se besaran entre ellos.

Su mente no estaba allí, en casa con su marido, cuando estaban viendo aquella película después de cenar. Su mente estaba en el piso de aquel maldito hombre y por momentos viajaba al piso de Cristina. Cuando se abrazó a su marido y acarició su pierna, su mente estaba en una cama que no era la suya. Acarició la pierna de Mateo, deseaba hacer una cosa.

-Vamos para cama cariño – su marido se excitó al sentir las caricias de su mujer y deseaba hacer el amor con ella.

- No cielo, quedémonos aquí en el sofá.

- Quieres hacer el amor aquí en el salón?

- Quiero hacer otra cosa – Silvia se arrodilló en el suelo entre las piernas de su esposo y le bajó el pijama

Hacerle sexo oral a su marido siempre le había gustado pero no era algo que la volviera loca y normalmente era algo que lo hacía cuando él se lo pedía. Mateo se sorprendió y le encantó la idea de que su mujer quisiera hacerle una mamada sin él decírselo. Enseguida tuvo la polla totalmente erecta con las caricias de Silvia.

Cuando agarró el sexo de su esposo comprobó que sus dedos podían rodearla totalmente. Miraba el miembro de Mateo y no pudo evitar compararlo con la polla que esa misma mano había masturbado por la mañana. Siempre había pensado que la polla de su marido era preciosa pero en esos momentos deseo tener en la mano no una polla preciosa sino una polla que sus dedos no pudieran rodearla por completo, una polla más oscura y con venas mucho más en relieve. Las de su marido eran como pequeños montes y las de ese odioso señor eran como montañas.

-Te quiero cariño – las palabras de Mateo rompían el silencio.

Ella se sintió culpable y avergonzada de desear que esa voz que rompía el silencio fuera la voz grave que tanto le imponía y no deseaba escuchar un te quiero sino un, si quieres eyacular yo también eyacularé en tu boca.

- Chsss….. No digas nada por favor. – Silvia solo pudo decir eso antes de cerrar los ojos.

Cerró los ojos y se metió la polla de su marido en la boca directamente. Abrió mucho los labios y se dio cuenta que no era necesario. Inconscientemente su boca deseaba sentirse totalmente llena como lo había estado esa mañana. Y su cavidad bucal se sintió defraudada, su lengua se negaba a repasar con deseo aquel glande que no era tan oscuro ni gordo y lo hacía a desgana, su mente se sintió vacía de estímulos. Silvia llevó su mano entre sus piernas y sintió su coño apenas húmedo, deseaba haberlo sentido mojado, incluso goteando en el suelo como aquella mañana goteaba sobre la colcha de ese viejo.

Su marido no se merecía aquella triste y frustrada mamada y Silvia dejó que su mente volara sin ponerle freno como hasta ese momento y su mente voló. Y Silvia rememoró cada segundo de esa mañana y sintió que estaba entre las piernas del señor Gómez, con los ojos cerrados recordó sus labios totalmente abiertos por la presión de aquel gordo glande que se adueñaba de su boca, recordó el sabor de aquella polla que tanto le había gustado. Buscó con sus dedos entre las piernas y esta vez si que tenía el coño empapado. Y chupó con ansia pensando que eran los dedos magistrales del ser que le repugnaba pero que sabía hacerla eyacular. Se imaginó la boca del señor Gómez entre sus piernas, sus labios abiertos esperando que derramara a chorros su placer en su garganta. Y Mateo empezó a temblar, pero para Silvia en aquellos momentos no era su esposo el que estaba allí sino su jefe. Y Silvia sintió que se corrían juntos y dejó que Mateo eyaculara en su boca por primera vez. Pero no era el señor Gómez ni ella había eyaculado en la boca de ese hombre. Se levanto deprisa y fue al baño y escupió el semen de su marido.

Al salir del baño fue a la habitación y cogió su móvil. Buscó en los contactos al señor Gómez y le escribió un mensaje

Silvia : “ Hola, está despierto?

Señor Gómez : “Me estaba quedando dormido. Todo bien? “

Silvia : “Mañana quiere que vaya a su casa? “

Señor Gómez : “ Mañana es sábado. Estará tu marido en casa “

Silvia : “Lo se. Podría ir un rato “

Señor Gómez : “ Yo claro que quiero, pero la pregunta es… tu quieres? “- ante la tardanza en responder volvió a recibir otro mensaje.

“ Veo que tardas mucho en contestar, mejor no vengas “

Silvia : “ Si “

Señor Gómez : “ Si, que? “

Silvia : “ SI que quiero ir “

Señor Gómez : “ Así me gusta más. Supongo que necesitas correrte de nuevo como una cerda. Verdad?

Silvia : “ No diga eso por favor “

Señor Gómez : “ Déjate de remilgos Silvia. Aún tengo el maravilloso sabor de tu corrida en mi garganta. Te correrás en mi boca como hoy? “

Silvia : “ Si quiere si “

Señor Gómez : “Sabes que me correré en tu boca a cambio. Verdad? “

Silvia : “ Lo sé “

Señor Gómez : “ Entonces ven a mi casa a las once “

Silvia : “Vale, ahí estaré “

Cuando Silvia salió del baño vio a su esposo dormido sobre la cama. Se acostó a su lado y se durmió pensando que al día siguiente aún siendo sábado, podría ir a la casa de aquel hombre.

Durmió intranquila despertándose varias veces durante la noche. Se levantó más temprano de lo habitual para ser sábado y estaba en la cocina cuando llegó Mateo.

-Te has levantado temprano cariño – se acercó a su mujer y apoyando sus manos en las caderas de ella, le besó en el cuello. – Que tal has descansado?

- Bien cielo, dormí muy bien – Tuvo que mentirle para evitar preguntas cuya respuesta sincera no le iba a gustar. – Me levanté temprano porque tengo que ir a hacer unos recados. Te quedas tú con la niña? Así terminaré antes.

- Claro cariño, tengo ganas de estar con la niña, siempre que llego de trabajar ya está dormida.

- Eres un padrazo cielo – Ella le besó los labios sintiéndose culpable por el motivo por el que se iba a ausentar – Vendré pronto. Quieres que comamos fuera hoy?

- Mejor comemos en casa. Así no gastamos tanto.

- Vale, comeremos en casa entonces. Voy a darme una ducha.

Mateo se acercó a ella con actitud cariñosa y se besaron.

-Sabes? – Mateo acercó su boca al oído para hacerle una confidencia – Anoche me encantó lo que me hiciste.

- Te gustó? – Silvia se sintió fatal recordando que todo el placer que le había hecho sentir a su marido había sido gracias a que estaba pensando en el sexo de otro hombre, y que ese hombre era la persona que tanto su marido como ella odiaban. – Me alegra que te haya gustado cielo. – Aquella situación la hacía sentir incómoda – Me voy a duchar o se me hará muy tarde.

Se duchó y arregló de prisa. Se puso un vestido hasta la rodilla y con muy poco escote. Eligió una de las bragas que había comprado en la boutique de Cristina. Cuando se las estaba poniendo se preguntaba si esas bragas le gustarían al señor Gómez y deseó que así fuera pues era gracias a su dinero con el que las había comprado. Se avergonzó de saber que estaba arreglándose para un hombre que no era su esposo y lo peor de todo era que sentía que deseaba ser de nuevo acariciada por ese viejo.

Se despidió de su marido y de la niña y se fue a coger el coche. Mientras conducía pensaba en el señor Gómez y en que la noche anterior le había reconocido a ese odioso señor que deseaba ir a su casa. Se ruborizó con aquellos pensamientos. Aparcó y se fue directa hacia el portal. Llamó como siempre y el le mandó subir. Aquel ritual le hacía sentir excitada, nerviosa..

Él señor Gómez la esperaba en el salón en pijama. Silvia cuando estaba frente a él se sentía intimidada y sentía sus piernas temblar.

-Buenos días Silvia.

- Buenos días señor Gómez – Ella siempre se quedaba de pie esperando que ese hombre le dijera lo que tenía que hacer.

- A que esperas? – su voz rompió el silencio – ya sabes lo que tienes que hacer.

Las manos de ella fueron al borde de su vestido y lo subió despacio hasta la cintura descubriendo sus bragas nuevas compradas expresamente para ese hombre. Este se quedó mirando su ropa interior.

-Las compraste con el dinero que te di? – ella afirmó con la cabeza.

- Espero que le gusten.

- Son preciosa Silvia. Quítate el vestido! - Ella obedeció sus palabras y se quitó el vestido muy nerviosa. Aquel viejo la miraba de arriba a abajo. – Quítate el sujetador. Nunca vi tus tetas.

Se quitó el sujetador y por primera vez estaba mostrando sus tetas a aquel hombre. La situación, el sentirse observada, los recuerdos, todas esas cosas hacían que sus pezones estuvieran más oscurecidos, duros.

-Cuéntame…. Por qué me escribiste anoche tan tarde?

- No lo se – rogaba que ese señor no le siguiera preguntando esas cosas.

- Si que lo sabes y quiero que seas valiente para decírmelo.

- Es que no puedo, no soy capaz.

- Está bien, vístete y vete por donde viniste.

- No por favor.

- Pues si quieres quedarte ya sabes. Cuéntame por que me escribiste anoche.

- Es que acababa de estar con mi marido y…. – odiaba que ese hombre la hiciera decir esas cosas.

- Y?

- Me acordé de lo de ayer por la mañana.

- Quieres decir que acababas de estar con tu marido y te acordaste de mi?

- Si. – Ella no quería reconocerle a ese viejo que había pensado en él. – En realidad nunca pienso en usted.

- Y que piensas?

- En lo que siento cuando me acaricia – Silvia agachó la mirada por su pudor – y en…. – era incapaz de decir el motivo de su admiración.

- Dilo!! – el tono de la voz de ese señor le exigía que lo dijera.

- Su sexo…

- Mira Silvia, no soy tonto y se perfectamente que mi polla te ha gustado mucho y hasta tu misma me lo has dicho. Me escribiste por que deseabas volver a acariciar mi polla?

- Si – de nuevo aquel viejo la estaba humillando – Fue por eso.

- Eres una cerda, perdona que te lo diga. Has dejado en casa a tu familia para venir aquí para tocar mi polla. Es así?

- No me llame eso por favor. – le rogaba que no la humillara de esa manera.

- Te llamo así porque es lo que eres. – diciendo eso se bajó el pijama dejando a la vista de ella aquel sexo que tanto la impactaba. – Tanto te gusta mi polla?

- Si – la visión de aquel imponente miembro la hacía temblar y no podía apartar la mirada de ella.

- Deseas tocarla?

- Si.

- Acércate. – ella se acercó al sofá donde ese hombre estaba sentado. – Quiero que te arrodilles y me acaricies la polla. Venga que no tengo todo el día para perderlo con una cerda como tu.

- No soy ninguna cerda. – Silvia diciendo esto se arrodilló entre las piernas de aquel hombre que tanto le repugnaba. No podía dejar de mirar aquel sexo que tanto la atraía. Acercó su mano y la agarró y enseguida aquel miembro tan imponente estuvo totalmente duro.

- Aunque te cueste reconocerlo si lo eres. – Ese viejo suspiró al sentir como esa mujer agarraba su polla y se lo empezaba a acariciar. – Joder me gusta tenerla en tu mano.

El silencio solo era roto por los suspiros de ese señor y los suyos propios cuando ella comenzó a acariciar aquel sexo. Ella lo acariciaba sin apartar la vista de entre las piernas de él. Pasó su mano por toda su longitud, lo agarraba y una intensa sensación de morbo se apoderaba de su cuerpo al intentar cerrar los dedos sobre su pene y darse cuenta que no lograba rodearla por completo. Él la dejaba hacer y se ponía cachondo de ver como aquella mujer, esposa de uno de sus empleados, no apartaba la vista de su polla.

- Que piensas al verla?

- No me haga esto por favor. – Odiaba las preguntas de ese hombre para humillarla.

- Quiero saber que piensas Silvia

- Pienso que es muy gruesa

- Te gusta mi polla , verdad?

- Por favor…

- Dilo!!!

- Si, si. Me gusta su polla. – Se sentía derrotada, humillada, pero de nada servía luchar contra lo que sentía.

Sin ella esperarlo ese señor apartó su mano y se levantó dirigiéndose hacia su habitación. Desde la puerta siguió hablando.

-A veces pienso que pierdo el tiempo contigo. Voy a darme una ducha y quiero que pienses un rato si estás dispuesta a aceptar que eres una cerda conmigo., de lo contrario no me interesa esto. En la mesilla hay un sobre con dos mil euros, si no eres capaz de aceptar tu condición coge ese sobre y vete. Si por el contrario dejas de mentirte a ti misma y lo aceptas , no cojas el sobre. – al terminar de decir eso el señor Gómez desapareció por la puerta.

Ella se quedó de rodillas viendo desaparecer a ese hombre. Escuchó el sonido del agua de la ducha en el baño. Estuvo un rato pensando y se levantó para ir a la habitación de ese hombre. Al entrar se acercó a la mesita de noche y abriendo el cajón vio el sobre que él le había dicho y lo cogió. Vio la cama donde había sucedido todo el día anterior y recordó lo que había sentido. Se sintió una mala esposa cuando volvió a meter el sobre en el cajón y mirando hacia el cuarto de baño se quitó las bragas.

Al entrar en el cuarto de baño vio la mampara cerrada y la silueta de ese hombre tras ella. Se acercó y la abrió y observó al señor Gómez enjabonándose el cuerpo. Él la miró de arriba abajo observando la desnudez de esa mujer y Silvia entró con él.

No se dijeron nada, sobraban las palabras. Cogiendo el bote de gel vertió sobre sus manos liquido y comenzó a enjabonar el cuerpo de él. Las pasó por su pecho poblado de abundantes vellos, pegando su cuerpo al de ese señor pasó las manos por debajo de sus brazos para enjabonarle primero la espalda y a continuación las nalgas. Silvia gimió al sentir la erección de ese señor presionar sobre su estómago. Se arrodilló y le enjabonó las piernas, la polla, sus imponentes testículos. No podía apartar la vista de aquel miembro fálico estudiándolo con detenimiento, deseaba retener en su memoria cada hinchada vena que lo adornaba. Agarrando la alcachofa de la ducha dirigió el chorro del agua a las piernas y le sacó todo el jabón. Retiró con cuidado cada gota de jabón del pene y se quedó absorta mirando como brillaba. En un gesto de total entrega a esa polla, abrazó las piernas de ese señor y apoyó su cara en ella. Sintió el calor que le transmitía en su cara y gimió cuando ese pene hinchado rozó su nariz e inconscientemente lo olió.

El señor Gómez permanecía quieto disfrutando de las atenciones que esa hermosa joven le brindaba a su polla. Durante toda su vida, las mujeres con las que había estado, le habían hecho saber que tenia una polla que impactaba mucho, pero con Silvia era diferente, sentía que esa mujer admiraba su polla, que esa joven la miraba con una adoración que lo ponía cachondo. Cuando minutos antes le había dicho lo del sobre con el dinero, por unos instantes temió que se fuera y lo dejara con las ganas, pero tenia que arriesgar y al verla abrir la mampara desnuda supo que había ganado. Él deseaba que esa mujer se entregara a él y no solo por el dinero. Llegó a sentir hasta cierto sentimiento de ternura hacia ella porque con su experiencia a lo largo de los años sabia que esa mujer y a pesar de luchar contra ello se excitaba cuando era humillada por él. Acarició su cabello cuando sintió que le estaba oliendo la polla.

-Te gusta mi polla? – decidió dar un paso mas y comprobar hasta donde seria capaz de llegar esa mujer.

- Si, me gusta.

- Mucho?

- Me gusta mucho – no dejaba de mirarla y sus labios la besaron.

- Entonces eres capaz de ser sincera contigo mismo y aceptar lo que te dije?

- Si, lo acepto.

- Ya te dije que eres una cerda pero debes aceptarlo o no me sirves. El dinero lo tendrás igual.

- Señor Gómez, lo acepto. He venido aquí a la ducha con usted por eso.

- Has venido por que eres una cerda. Verdad?

- Si, lo soy.

- Que eres?

- Soy una cerda.- aquella aceptación la hacia sentirse avergonzada, humillada y lo sorprendente es que sentía que daba gracias porque estuviera el agua abierta y ese señor no pudiera ver que su coño estaba goteando sobre el plato de ducha.

La lengua de ella asomó tímidamente entre sus labios y lamió la polla de ese hombre. Acarició con ella el gordo glande oscuro. Solo deseaba volver a sentir su boca totalmente llena de aquella carne varonil abriéndola se lo metió en la boca. Él se apartó privándola de ese placer.

-Te he dado permiso para chupármela?

- Por favor.- ella lo miró suplicante – Déjeme chupársela.

- Ponte de pie – Silvia se puso de pie mirándolo avergonzada por todo lo que estaba haciendo y diciendo – Hay muchas mujeres que desean chupar mi polla y solo se la doy a quien se lo gana.

- Haré lo que me pida. No se la dé a nadie mas.

- Quieres mi polla solo para ti?

- Si, solo para mi.

- Tendrás que merecerlo. Y tu serás solo para mi? – una mano de ese hombre le agarró una teta y se la empezó a manosear arrancando un suspiro de ella.

- Pero yo estoy casada y no podría prometerle eso.

- Tienes razón, estás casada. – Soltó su pecho enfadado – Creo que deberías irte con tu querido esposo y con tu hija.

- No por favor – desesperada le agarró la mano y se la volvió a poner sobre su pecho – Pero le prometo que mi boca solo será para su polla.

- Solo me la chuparás a mi?

- Si, solo a usted.

- Está bien, confío en ti. No me defraudes

- No le defraudaré, se lo prometo.

Aquel señor comenzó a recorrer su cuerpo con sus manos y cuando una de sus manos agarró su coño Silvia comenzó a temblar abrazándose a él desesperada. Aquel viejo tenia la virtud de volverla loca con la manera de tocarla y enseguida sintió como estaba apunto de correrse. El detuvo sus caricias y ella se desesperó.

-No por favor, no pare.

- Deseas correrte como una cerda?

- Si por favor, deseo correrme así.

- Así como?

- Como una cerda.

Y ese señor la hizo correrse como una cerda. La hizo eyacular salpicando con aquellos chorros de placer los pies de ambos. Ella temblaba abrazada a él y por primera vez besó las mejillas de ese señor y sintió que le gustaba besar su canosa barba.

Salió de la ducha y comenzó a secarse mientras ella bajo el agua lo observaba interrogante sin saber que hacer, vio como él se secaba las piernas y su sexo todavía totalmente hinchado.

-Puedo hacerlo? – ella necesitaba hacer lo que deseaba desde la noche anterior cuando le envió el mensaje después de estar con su esposo.

- Que quieres hacer? – sabia perfectamente a lo que se refería ella pero le gustaba escuchárselo decir – No soy adivino.

- Puedo chupársela?

- Eso tendrás que ganártelo Silvia – dejó la toalla en el suelo y se fue del cuarto del baño.

Silvia salió de la ducha y secó su cuerpo mojado deprisa. Al llegar a la habitación vio al señor Gómez con el teléfono en la mano, tumbado sobre la cama.

-Hola Mateo, perdona que te moleste siendo sábado…

Saber que ese hombre acababa de llamar a su marido le hizo sentir rabia, odiaba a ese viejo, pero sabia que por mas que luchara contra ello, lo que sentía se difuminaba al ver su polla excitada.

-….. Ah estás solo en casa con tu hija. Pensé que estarías con tu mujer – seguía hablando con su marido mientras ella se acercó a la cama y poniéndose entre las piernas volvió a agarrar aquel pene imponente y lo comenzó a acariciar con adoración. – No te preocupes, luego hablamos y ya vemos si vas por la oficina esta tarde o mañana. Tampoco quiero que dejes a tu mujer sola. Llámame después y vemos como hacemos.

- Era tu marido

- Eres un cabrón – ella estaba enfadada pero no podía dejar de acariciar lo que tanto le gustaba.

- Te dije que si quieres chuparla debes ganártelo. Y por ahora lo estás haciendo bien. Sigues queriendo ser merecedora de ese premio?

- Si.

- Pues demuéstramelo. – apoyó su cabeza en la almohada y observó lo que ella hacía.

Silvia acarició cada milímetro del tronco de aquella polla, la agarraba con deseo y la movía de arriba abajo. Acercó su cara y se acarició las mejillas con ella, se acarició los labios. La olió, la besó, acaricio cada protuberante vena con su lengua.

-Me gusta su polla señor Gómez – la voz tímida de ella rompió el silencio, deseaba ganarse el premio de que ese hombre le permitiera chupársela – Es gruesa y desde que la vi me impactó mucho. – mientras hablaba no dejaba ni un solo instante de besarla y acariciarla – Ayer se la chupé a mi marido pero pensaba en la suya y me gusta mucho mas ésta. – los labios entreabiertos de Silvia besaban con verdadero deseo el glande gordo y aquella polla palpitaba.

- Tanto deseas tener mi polla en tu boca?

- Si señor Gómez, deseo tenerla en mi boca. Me deja meterla?

- Te lo has ganado Silvia.

Al escuchar el permiso de ese señor, Silvia gimió y se la metió en la boca. Aquel hombre se estremeció de sentir la avidez con que esa mujer se tragaba su miembro totalmente excitado. Se la chupaba con ansia, saboreaba su sexo como si fuera el mejor de los manjares siendo engullido por una persona hambrienta. Sus piernas comenzaron a temblar al sentir su semen pugnando por derramarse en la sedienta boca de su semen de aquella mujer. Ella al sentir la cercana explosión de placer de aquel viejo no disminuyó los movimientos sino que excitada los aumentó. El semen brotó de su polla con varios chorros que inundaron su garganta, su lengua y ella gemía feliz de sentir de nuevo aquel sabor intimo que tanto le gustaba.

Al contrario que la noche anterior que había escupido el semen de su marido cuando se corrió en su boca, esta vez se tragó el del señor Gómez y buscó con su lengua restos en su glande para seguir saboreando. Se quedó con la cabeza apoyada en el muslo de él intentando encontrar una explicación a lo que le pasaba con ese viejo sin encontrarla.

La mano de ese señor acarició su pelo y Silvia se estremeció. Cada roce de aquella mano hacia que su sexo se mojara. Él poco a poco la fue subiendo hacia su pecho y la abrazó. Su experiencia le hacia saber que esa mujer estaba muy excitada.

Silvia sintió que aquella maldita mano le estaba acariciando la espalda bajando hasta sus nalgas. Cuando sintió sus nalgas acariciadas por ese hombre comenzó a llorar sobre el pecho de éste. Lloraba de rabia, de impotencia por no poder dominar su cuerpo ante aquellas caricias. Lloraba porque sentía que ojala su marido le hiciera sentir un mínimo de algo parecido a aquello. Lloraba de humillación al sentir que estaba abriendo sus piernas rogándole sin palabras a aquel viejo que la tocara de nuevo.

Se levantó exhausta, temblorosa. Como prueba irrefutable de su placer, la cama totalmente mojada que cada vez que la veía se sentía abochornada. Esta vez habían sido tres orgasmos que le había hecho alcanzar ese señor. Había eyaculado sobre la pierna de él y en su boca dos veces. Se vistió en silencio asustada por tanto placer.

-Coge el sobre del cajón Silvia.

- Pero – ella iba a protestar – Eso es mucho dinero señor Gómez.

- El placer que me has dado no tiene precio Silvia, como tampoco tiene precio que hayas estado este tiempo sin la compañía de tu marido y de tu hija.

- Me da tanto dinero aunque le odie?

- Silvia no me odias a mi. Odias el placer que sientes conmigo porque creo que nunca lo habías sentido. Y odias que todo esto haya sucedido por culpa del dinero.

- Gracias – Silvia guardó el sobre en su bolso – Quizás tenga usted razón y odie lo que me hace sentir.

Sin pensarlo se acercó a la cama y se tumbó a su lado y lo abrazó.

-Dime una cosa… si mañana tus problemas económicos se solucionaran, volverías a venir a esta casa?

- No lo sé señor Gómez – inconscientemente miró entre las piernas de ese señor y se ruborizó de pensar que quizás si volvería de todas formas.

- Ahora debes irte. Tu marido y tu niña te esperan.

- Si, debo irme. – antes de levantarse de la cama volvió a besarlo en la cara.

- Silvia….-ya iba a salir de la habitación cuando la llamó.

- Que?

- Quieres que tu marido trabaje esta tarde o mañana?

- Me gustaría poder estar los tres juntos el fin de semana.

- Está bien. Cuando tu marido me llame le diré que ese papeleo puede esperar hasta el lunes.

- Gracias señor Gómez.

- Pasar un buen fin de semana. Cierra la puerta al salir por favor.

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