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El permiso de conducir (2): El segundo examen

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A la semana siguiente seguía cabreada, pero esta vez pensaba conseguirlo. Volví a colocarme ropa de batalla, una falda negra algo menos corta, pero con una cremallera lateral muy sexy, y una camisa blanca súper ajustada, parecida a la de la vez anterior, vamos, que mis tetas deseaban estallarla.

Llegamos a la fila donde esperaban los examinadores después de que Sergio me hiciera varios comentarios con su sonrisa cínica. No le hice ni puto caso pues yo estaba decidida a seguir mi plan. Cuando llegó mi turno estaba buscando con la vista al tipo de la vez anterior, pero apareció otro tío algo más bajo de más de cincuenta años, relativamente calvo pero con sonrisa agradable.

-Buenos días señorita Casares!

-Buenos días! Le contesté con cara de desconcierto y el pareció darse cuenta.

-Tengo aquí las reseñas de su examinador anterior. Pensaba examinarla de nuevo él mismo, pero no ha podido venir. No obstante, me ha hablado de usted y me ha dicho que tan solo necesitaba pasar un par de pruebas para superar el examen pues la vez anterior se había quedado muy cerca!

Por el rabillo del ojo vi a Sergio intentando no reírse. Me relajé un poco pensando en que el nuevo examinador ya conocía la historia y no tendría que empezar de nuevo, tan solo tendría que preguntarle qué era lo que le gustaba, ¿una paja? ¿Quizás una mamada?, lo que me pidiera.

Montamos en el coche y, como la vez anterior, al cabo de cinco minutos ya había cometido varias infracciones. Empezaba a pensar que era algo negada para el tema de la conducción y ya solo quedaba volver a mí estrategia.

-Es que me pongo nerviosa por estas calles!

-Vaya al polígono que ya conoce! Me contestó sin dudarlo.

Estaba claro que el cabrón anterior le había contado todos los detalles. Esta vez busqué un sitio que parecía desierto, detrás de una nave que tenía aspecto de abandonada. Sin que me dijera nada, aparqué el coche y resoplando comenté.

-Necesito relajarme un poco!

-Yo también! – me contestó – Sabe que ha cometido varias infracciones?

-Si, lo sé! -dije mirando su cara regordeta – pero espero mejorar el examen! Continúe con cara de niña buena poniéndole las tetas mas cerca de su cara.

-Estoy seguro que sabe cómo mejorarlo!

Su voz era más agradable, y su cara más sonriente que la del tipo anterior, pero también había dejado claro lo que quería. Directamente me desabroché un botón más de la camisa argumentando que hacía calor y él, sin cortarse, sobó la bragueta de su pantalón.

-Pues sí, aquí dentro hace calor. A lo mejor prefiere salir fuera!

Su frase me desconcertó. “Que quiere este ahora?“ Pensé mientras salíamos del coche. La verdad es que no se veía a ni dios por la calle, pero me fui hasta el otro lado del coche por donde él había salido y nos quedamos entre el coche y la pared. El tipo, algo más bajo que yo, me miró casi babeante, su cara regordeta con claros signos de lascivia parecía un cuadro surrealista. Directamente me desabroché los dos botones que faltaban de la camisa y mis tetas saltaron fuera de la presión de la tela que las contenía con los dos grandes pezones apuntando a su cara. Sus manos se abalanzaron como garfios y sentí como me las apretaba una contra otra mirándolas con sus pequeños ojos escrutadores.

-Tienen que saber muy bien!

-Compruébelo! Le dije acercándome más.

Los pezones rozaron sus labios y se puso a chupármelos como si fuera una aspiradora mientras yo miraba para ver si aparecía alguien. Eso acababa de empezar y no sabía cómo podía terminar.

-Le importa darse la vuelta? ¡Me gustaría admirarla por detrás!

“Este no quiere una mamada, me quiere follar!“. Pensé mientras me giraba.

No tardé en sentir sus regordetas manos subiendo por los muslos hasta mi culo. Tiré de la cremallera hacia arriba para facilitarle la labor y pude sentir como clavaba los dedos en la carne de mis redondos glúteos.

-Tiene un culo precioso! – le oí decir – Si se inclina un poco lo admirare mucho mejor!

“Joder, otro salido educado!“ Pensé con algo de desaliento.

No le había visto la polla, pero seguro que ya se le habría puesto como el martillo de un herrero. Me incliné y sentí como se frotaba contra mi culo. Al instante sus dedos comenzaron a toquetear entre mis bragas negras y uno de ellos penetró en mi vagina. Perdí mi vista en el horizonte intentando desinhibirme de la situación, pero al rato sentí que me estaba excitando. Ya metía dos dedos y me pajeaba mejor de lo que había esperado. Noté como el interior de mi vagina comenzaba a mojarse produciéndome una agradable sensación, y sin darme tiempo a regocijarme con ese estímulo, la dureza de su glande apretó contra mis labios genitales.

Solo me dio tiempo a esbozar un leve gemido, antes de que su polla penetrara completamente en mi vagina arrastrando la carne de su interior. Ahora el gemido que di fue más sonoro al notar cómo su polla, que debía de tener una gran anchura, me había llenado por completo. Abrí más las piernas instintivamente y sentí cómo se vaciaba mi vagina y se volvía a llenar al instante. A la tercera penetración la polla del hombre regordete ya entraba como la seda, y comenzó a bombear como si fuera a sacar agua de un pozo. Podía sentir sus huevos chocar contra mis muslos. Su fuerza era mayor de lo que parecía al mirar su cuerpo, y me sentía empotrada contra el coche como si fuera a dejar un gravado de mi cuerpo sobre él.

-Te gusta zorrita?

-Claro que me gusta! Dele fuerte!

Le contesté sintiendo chasquear sus huevos contra mis piernas. A esa velocidad esperaba que durara poco, pero aquello se fue prolongando sin que cesará en sus embestidas. No quería, pero no pude evitar excitarme y jadeante sentí como se mojaba mi vagina copiosamente.

-Ya veo que te gusta, putita! Que culo, dios mío! Le oí gritar sintiendo como lo abría con sus manos.

Comenzó a horadarlo con un dedo provocándome más excitación. El cabroncete de carrillos rellenos me había puesto más caliente que el fuego de una fragua. Comencé a pensar que era un tío guapo metiéndome una buena polla y disfruté unos minutos sintiendo esa gorda polla penetrándome. Me incliné algo más y mis piernas comenzaron a temblar hasta correrme como una perra. En ese momento sentí varios chorretones de leche invadiendo mi vagina y el líquido blanco acabó chorreando entre mis muslos. Sentí el vacío que dejó su polla al salir mientras se aplicaban mis temblores.

Después de limpiarme, mientras veía su sonrisa de lujuria satisfecha, nos montamos en el coche y volvimos al punto de origen. Salí sonriendo mientras pensaba que ya tenía el permiso en mi bolsillo hasta que le oí hablar con Sergio.

-La verdad es que ha estado a punto de conseguirlo, pero una de las infracciones ha sido muy grave y no puedo pasársela.

“Menudo pedazo de cabrón!“ Pensé casi en alto.

Sergio, que vio mi cara, intervino al instante para que no saltara como una fiera sobre el hombre regordete.

-Puede presentarse la próxima semana? Dijo con rapidez.

-Sí, por supuesto! Creo que con un par de clases pasará sin problemas!

La historia se repetía, y de la furia pase al abatimiento.

-Tranquila, ya lo has intentado a tu forma, ahora lo haremos a la mía!

Me dijo Sergio intentando no partirse de la risa.

Si has llegado al final, por favor, valora si te ha gustado. Si dejas algún comentario sobre tus gustos podré mejorar en el siguiente relato para que te guste más. ¡Gracias!

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