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El regalo

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Lo que a continuación narro ocurrió hace unos años. Más adelante explicaré cuando porque es muy importante. Yo y mi amiga Leonor estudiábamos en Salamanca, nos habíamos conocido en primero de carrera. Mi nombre es Ana y a partir de aquí intentaré no ser muy específica en datos que pudiesen revelar, no tanto mi identidad, como la de mi amiga y su familia. La verdad es que yo nunca he ocultado que soy lesbiana pero guardo un enorme respeto por todos aquellos que prefieren mantener su condición sexual en un ámbito privado.

Como decía, Leonor y yo nos conocimos en nuestro primer año en Salamanca. Las dos éramos de pueblos distintos no demasiado lejos, pero dadas las terribles comunicaciones por tren y carretera nuestros padres decidieron que lo mejor era que nos quedásemos a vivir en Salamanca durante el curso para que así nos centrásemos en nuestros estudios. Nuestras familias no se conocían por lo que podemos decir que fue el destino el que nos unió. Me explico: nuestros padres alquilaron el piso en el que pasamos todos esos años a través de una agencia, y por supuesto, la única condición era que la otra inquilina fuese chica. Por lo tanto las dos acabamos compartiendo una pequeña pero cómoda buhardilla no lejos del centro.

Desde el principio de nuestra convivencia Leonor, Leo como yo la llamaba, supo ''lo mío''. Cuando se lo confesé a los pocos días de vivir juntas, soltó una enorme carcajada. Te crees que no me había dado cuenta? me dijo. Me dejó desconcertada. Pero tanto se me nota le pregunté. Pues sí, me dijo. Me miras las tetas a todas horas. Y sí, era cierto, de la anatomía de Leo si algo sobresalía eran dos enormes pechos que eclipsaban su bonita cara llena de pecas, ojos azules, pelo largo muy liso y de un castaño casi rubio que le daba un aspecto nórdico. Por abajo su culo tampoco estaba nada mal. Ni grande ni pequeño pero muy bien acompañado por unos muslos que si aparecían más gruesos de lo habitual pero muy proporcionados con unas preciosas piernas que para mí tortura y placer solía lucir casi todos los días del año con unas minifaldas que quitaban el hipo.

Cómo decía tras mi confesión y su carcajada creí que nuestros caminos se separarían ahí, pero no. Leonor me dijo que no le importaba en absoluto, que aunque a ella le gustaba una buena polla más que nada en el mundo respetaba mi opción sexual y se sentía incluso alagada por mis miradas. Y claro que se sentía alagada, durante todos esos años, tuve mil oportunidades de disfrutar en la distancia de su cuerpo. Llegué a conocerlo palmo a palmo. Leo disfrutaba sintiéndose observada. Como todo el mundo sabe Salamanca es una ciudad en la que hace frío casi todo el año pero en casa nunca pasábamos frio; Leo ponía siempre la calefacción al máximo y nos pasábamos todo el tiempo en tanga y camiseta. Ella disfrutaba cuando la mía saturada del jugo de mi chochito cambiaba de color y transparentaba al pegarse a mis labios que yo en aquellos años llevaba afeitados ''al cero''. Solía pasarme horas y horas empapada con el clítoris inflamado y los pechos duros como piedras. Era tal mi excitación que aunque me masturbaba un par de veces al día, a los pocos minutos mi cuerpo pedía más y más. Mi momento favorito del día era cuando ella se iba a la ducha. Aunque cerraba la puerta, la antigua cerradura, más grande que las de ahora me ofrecía un puesto en primera fila para recrearme. Ella solía pasarse casi una hora en el baño cada noche. Yo me acomodaba tras la puerta con mis piernas abiertas y con cuidado de no calentarme demasiado rápido jugaba con la entrada de mi coño hasta que no podía más y me corría observando a mi diosa. Muchas veces la suerte me sonreía y Leo también se masturbaba al otro lado de aquella puerta que para mí era el paraíso. Solía llevarse objetos de cualquier tipo para frotarse y meterse por el coño, yo acabé por hacer lo mismo y además descubrí que alguno podía serme de gran utilidad dada mi postura frente a la cerradura. Mi favorito era una cuchara grande de metal que sujetaba por el mango con la que trabajaba la entrada de mi vagina, llegue a meterla en el congelador en alguna ocasión y cuando estaba mi chochito bien caliente me la acercaba con cuidado para disfrutar esa sensación de frio, aunque ni así apagaba ese fuego que me hacia acabar en el suelo muchas veces al correrme. Alguna vez dejaba objetos en el baño para que ella se los encontrase y estos acabasen en su coño. Cuando funcionaba me excitaba muchísimo. Buena parte del utillaje de la cocina acabo pasándose por nuestros conos pues luego yo me los llevaba a mi habitación y volvía a darles un nuevo uso. Recuerdo una botella de cristal para decoración que todavía olía a su coño y me relamí de placer con ella durante un buen rato. Nunca supe si ella conocía mi vicio por aquella cerradura. Y tuve oportunidades para preguntárselo pero siempre preferí quedarme con la duda.

Ella, en aquella época nunca mostró interés por mí, en el aspecto sexual. Me confesaba divertirse al saber que yo la deseaba, lo hacía sin mala intención, no me hacía sentir mal ni humillada ni nada por el estilo, yo aceptaba la situación e incluso rechace alguna pretendiente que surgió en aquellos primeros anos en la facultad porque aquella extraña relación con Leonor me llenaba. Yo, la verdad, no estoy nada mal. Mido un metro sesenta y cinco, soy morena de pelo, buen pecho no demasiado grande y eso si mi culo es mi parte favorita: grande, carnoso con forma de melocotón, buenos muslos... no me considero guapa pero de haber querido, con los hombres hubiese tenido mucho éxito. Lo noto en sus miradas. Pero nunca me han interesado.

A quien si le interesaban y mucho eran a mi amiga Leonor.

Tras nuestros dos primeros años de convivencia, en que había flirteado con un par de chicos empezó a salir, y claro a traerse a casa, a un chico un par de años mayor que ella. Tengo que decir que evidentemente esto no me gustaba, no es que yo estuviese enamorada de Leo, que no lo estaba, pero me sentía como el niño al que le quitan su juguete favorito. Lo único positivo de aquello fue que yo empecé a centrarme un poco más en los estudios y pasaron muchos meses en los que mi desenfreno masturbatorio descendió en picado. Ellos solían follar como locos un par de noches por semana, a veces sentí la curiosidad de acercarme a su habitación a echar un vistazo pero no era algo que me llenase tanto como cuando estábamos solas las dos aunque separadas por la puerta del baño.

Esto cambio para mi sorpresa un día. A eso de media noche me levante para ir al baño y al pasar por delante de su habitación note un ruido extraño. No era el traqueteo habitual de Leo y su novio follando a todo trapo, la cama hacia mucho más ruido de lo habitual. La curiosidad me pudo. Abrí ligeramente la puerta y vi a Leonor con su novio y otro chico al que creí reconocer de la facultad. El otro chico, un estudiante portugués de origen africano, estaba tendido boca arriba en la cama con Leo encima, tumbada de espaldas sobre él. Su novio completaba la escena por encima. Me fijé y aunque no había demasiada luz vi como alternativamente los dos metían sus pollas por el coño y el culo de mi amiga. Ella gemía de placer, si no me hubiese despertado para mear ella me habría despertado igual con esos gemidos. El chico negro la penetraba con al menos veinte centímetros de polla que entraban por su agujero de atrás con tremenda facilidad. A los dos o tres segundos este retiraba su verga y su novio desde arriba hundía su polla en el coño, por como sonaba ese agujero también gozaba de muy buena lubricación. Así estuvieron varios minutos. Yo me quede en la puerta oculta tras la rendija y enseguida note que mi raja pedía guerra. Tenía un pijama viejo puesto porque era invierno, sin nada debajo. Hacía meses que apenas me masturbaba y casi sin querer al acercar las yemas de mis dedos y apartar los labios para acariciarme la entrada, estos se colaron hacia dentro primero dos y luego un tercero, era como si mi coño se los tragase. Cuando volví a prestar atención a lo que ocurría en aquella cama Leo tenía ya las dos pollas dentro simultáneamente. Estaba totalmente desnuda abierta de piernas con dos pollas entrando y saliendo al mismo tiempo de su culo y vagina. Se la veía feliz, quizás era una de esas fantasías que ahora podía marcar como conseguida en su curriculum. Todos hemos visto alguna vez una peli porno con alguna penetración doble e incluso actrices profesionales del cine X tienen problemas para rodar ese tipo de escenas, se las nota incomodas. Leonor al contrario gozaba cada segundo. Al cabo de unos minutos cuando creo que ya había tenido varios orgasmos los chicos deshicieron la postura y se pusieron uno a cada lado de Leo, ella irguió su torso, apoyo su espalda contra el respaldo de la cama y como si tuviesen todo ensayado de antemano agarró cada polla con una mano y empezó a comérselas. Su cara reflejaba felicidad, tan pronto se metía toda la polla negra de su lado izquierdo en la boca como la dejaba y se iba a por la de su novio que esperaba en su moflete derecho. En cuanto a mi conseguí no correrme rápidamente. Intentaba no tocar ni mi clítoris ni la parte exterior de mi vulva. Tenía ya toda mi mano derecha dentro menos el pulgar. Nunca antes había notado mi cono tan, no sé, elástico por dentro, parecía de silicona, suave, húmedo, flexible. Su jugo llegaba ya a mis rodillas por la parte interna de mis muslos. Quería sacar ya mi mano y frotarme el clítoris hasta hacerlo sangrar. Pero quería esperar y hacerlo cuando Leonor acabase el espectáculo que me estaba dando. Y no me hizo esperar, noté que aquellas dos pollas tampoco podían más y estaban a punto de estallar. Parecía que hasta para correrse habían ensayado porque por un momento pensé que iban a hacerlo sobre sus enormes melones pero no, Leo agarró fuerte las dos pollas y se las puso delante de su boca abierta casi entre los dientes. Los chicos la regaron casi al unisonó. La mayor parte de la leche lleno su boca. Resplandecía blanca en la tenue luz que iluminaba la habitación desde la calle. Ella lejos de darse por vencida todavía tenía ganas de más. Dejo salir todo el semen de su boca y poco a poco fluyo hasta sus pechos. Se lo repartió con las manos hasta embadurnar los dos pezones. Luego se los frotó y pellizcó durante unos minutos como si fuesen dos clítoris. Yo me corrí en ese momento, a pesar del frio tenía el pijama empapado de sudor y de mis jugos, casi no podía andar llegue como pude a mi cama y ya más cómoda rememore lo que había visto y como seguía muy cachonda y mi chocho ya no podía mas empecé a acariciarme el culo, mi enorme culo, no sin dificultad por su tamaño conseguí llegar al ano y tras juguetear con mi dedo unos minutos acabe metiéndome el mango de un cepillo con un poco de crema que remato mi noche más caliente en mucho tiempo con un orgasmo anal.

Al día siguiente ninguna de las dos fuimos a clase. Yo no podía casi caminar y me dolía el culo. Cuando por la mañana me di cuenta del tamaño del cepillo me asuste y pensé que realmente debía estar muy caliente la noche anterior. De todos modos al verlo me puse cachonda de nuevo y me dije que al menos había valido la pena. Con el paso de los días Leonor se fue colgando más y más por su novio. Desde la noche del trió yo estaba preocupada por ella, por un lado me preguntaba qué clase de novio era aquel que compartía a su novia con otro hombre y al mismo tiempo me avergonzaba de mi misma y me veía como una mojigata llena de prejuicios y chapada a la antigua. Precisamente yo no era ejemplo de ortodoxia sexual. Todos estos pensamientos, bastante paradójicos, me hicieron alejarme un poco de la hasta entonces mi Diosa. Pasaron los meses y los años y poco a poco ambas fuimos avanzando con nuestras carreras. Aún así andábamos las dos ya por encima de los veinticuatro y aun nos faltaban varias asignaturas para nuestra graduación. Fue en el ultimo invierno que debíamos pasar juntas en aquella buhardilla cuando Leo recibió en muy poco tiempo dos duros golpes que la sumieron en una especie de depresión que yo, como pude, intenté hacerle pasar del mejor modo posible. Por un lado su novio de ya varios anos rompió con ella, no le pregunté por qué ni ella quiso contármelo pero lo cierto es que ella veía en esa relación un futuro que probablemente su novio nunca había contemplado. Por otro lado Leo se enteró, casi por casualidad, de la muerte de su madre biológica, con la que apenas había convivido y que casi no recordaba pero aun así esto la afectó muchísimo. Ella había sido adoptada muy pequeña, adoraba a sus padres adoptivos, su padre se dedicaba a negocios relacionados con la agricultura y la ganadería, podía decirse que era un hombre rico. Su madre, bastante más joven que su padre, tenía negocios relacionados con la peletería y esto era en lo único que chocaba con su hija adoptiva que odiaba ese mundo y juró desde muy joven que nunca se pondría una de esas prendas. Por lo demás, como digo, se adoraban.

A Leonor le llevó varios meses ir saliendo de ese pequeño gran hoyo en el que había caído, yo estuve como decía muy pendiente de ella en todo momento. Perdí muchas clases incluso por estar a su lado. Nos habíamos hecho muy amigas, llevábamos ya casi cinco años conviviendo casi todo el año, salvo en verano, que cada una nos volvíamos con nuestros padres. Lo que le ocurría a la una afectaba a la otra. Yo seguía haciéndome mis pajas a su costa, pero no con la frecuencia del principio. Verla triste no me excitaba.

Creo que era un lunes por la noche, ya en primavera cuando Leo empezó a salir a flote. Llegamos juntas a casa después de clase. Como cada día después de mi ducha me puse mi tanga y una camiseta, era nuestro uniforme oficial para estar en casa, así lo llamábamos. Me fui al sofá e iba a poner la tele, esta no se había encendido aún cuando vi en ella reflejada a Leonor. Me sorprendió verla casi desnuda, sin camiseta, solo con un tanga, nuevo por cierto, color purpura, minúsculo como todos los suyos.

Había tardado una decima de segundo en darme la vuelta y la tenia detrás mía, casi desnuda, a centímetros. Yo la había visto cientos de veces desnuda, pero no a esa distancia, sin la puerta del baño entre nosotras. Estaba increíble, sus pechos cada vez me gustaban mas, con los años se habían caído un poquito y eso a mí me encantaba. Además había cogido un poco de peso y su culo lucia mucho más que años atrás. Sin decir nada se sentó a mi lado en el sofá, y como veía que yo no sabía que decir bromeó como solía hacer antes sobre el color de mi tanga, decía que nunca me las compraba blancas porque ese color delataba la calentura de mi rajita que enseguida las empapaba. Tenía razón llevaba siempre tangas oscuros.

Tienes calor? Le pregunté medio en broma.

No, me dijo. En realidad quería tener un detalle contigo.

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Pues lo has tenido y muy bueno. Sabes que esas dos sandias me vuelven loca, le contesté.

No, me refiero a un detalle real, material. Tráeme unas tijeras para desenvolverlo.

Hacía tiempo que no veía una sonrisa así en su cara, miré a mí alrededor y no vi ningún paquete ni nada parecido a un regalo pero decidí seguirle el juego y me levanté a por unas tijeras. Con la excitación que tenía tarde en encontrarlas. Cuando regresé me senté de nuevo a su lado y ella se giro en el sofá hacia mí y abrió sus piernas indicándome con un gesto su coñito afeitado bajo la tanga.

Por una vez el triangulo de tela no era transparente, ella siempre elegía los tangas más atrevidos, pero yo sabía que aquella raja siempre estaba perfectamente depilada. Yo no sabía qué hacer, estaba más cachonda de lo que había estado jamás, Leo hizo con dos de sus dedos el gesto de la tijera, indicándome que cortase el tanga por el triangulito. Así lo hice, y por su chocho vi asomar un enorme vibrador. Me quedé a cuadros. Sin esperarlo, para nada, había llegado el momento de quitarme el calentón que duraba ya años. Mi primera reacción fue preguntarle, como una tonta, como podía caminar con aquello dentro. No dejé que respondiese a la pregunta, cuando abrió la boca mi lengua estaba ya llegando a su garganta. Nos dimos un morreo que debió durar más de cinco minutos. Nuestras lenguas súper calientes se hacían un nudo, llegamos a hacernos daño sin querer al chocar nuestros dientes, ''mi'' vibrador seguía dentro de Leo pero hicimos un pequeño alto para encenderlo, mi coño ardía al frotarlo contra el muslo de mi diosa, dejaba caer todo el peso de mi cuerpo sobre mi rajita que se aplastaba contra aquel muslo que ya estaba completamente mojado con mi jugo. Nuestro morreo se convirtió en algo más parecido a un beso, yo me moría por bajarme a sus tetones pero su boca me atraía y mi primer orgasmo estaba a punto de llegar. Agarré a Leo por la parte superior de sus brazos y usándolos como punto de apoyo recorrí con mi coño todo el camino que iba desde su rodilla hasta su cadera varias veces, ella empezó a sobarme las tetas y chuparme los pezones y movía su muslo ligeramente para darme todavía más placer. El sofá se movió casi un metro cuando me corrí, caí rendida sobre Leo, mi boca volvió a besar su boca, y no perdí tiempo alguno para viajar hasta sus pechos que ahora estaban debajo de los míos, caídos hacia los lados, parecían dos flanes, nunca los había tenido tan cerca. Agarré uno de ellos primero y lo sobé y sobé mientras me comía su pezón, duro y enorme. Podría haberme dedicado a ello durante días pero también quería seguir hacia abajo, me faltaban manos y bocas para realizar todo lo que mi cerebro calenturiento me pedía en esos momentos. Decidí intentar calmarme y regalarle a Leonor un buen orgasmo, se lo merecía, imaginé que aquella era su primera relación lésbica y quería que fuese el polvo de su vida. Era difícil porque ella no paraba de hablar, me decía cosas que ni me atrevo a escribir aquí, y me ponía todavía más cachonda. Acabé acercándome a su coño para ver lo que había por allí. Estaba rasurado como siempre, el vibrador se había salido ligeramente hacia afuera y por los lados salía tanta ''gelatina'' que podía habérmela comido con una cucharilla.

Lo apague y retire hacia afuera dejándolo sobre el vientre de Leo, ella lo cogió y se lo llevo a su boca para disfrutar de su jugo, la muy golosa estuvo callada durante varios minutos. Yo me lleve lo mejor: al quitar el vibrador de su agujero trajo tras de sí un torrente de sus jugos, parecía semen, blanco y espeso, una parte me lo cené en ese momento, otra parte fui extendiéndolo con mi lengua por todo el coño y me puse a la tarea de llevar a mi diosa al orgasmo. Fui trabajando con paciencia el clítoris y la entrada alternativamente con mi lengua hasta que por su respiración note que ya estaba a punto y le provoque el orgasmo pasándole toda la superficie de mi lengua varias veces de abajo a arriba, presionando con fuerza. Casi me desencajo la mandíbula, como decía antes quería que ella recordase ese día durante toda su vida. Leo tuvo que cerrar sus piernas al correrse. Mi cabeza se quedo atrapada entre ellas y yo empecé a reírme. Ella no se reía, por sus ojos me di cuenta que seguía disfrutando del orgasmo, volví a buscar su boca con la mía y ella me pidió que le dejase lamer mis labios y mi cara llenos del sabor de su coño.

Estuvimos besándonos durante un buen rato. Mi conejito pedía cuidados de nuevo y Leo me soltó algo así como: Anita, me lo estoy pasando muy bien pero mi coño quiere algo más que caricias y un poco de látex. La pregunta era retórica pues antes de que yo abriese la boca ella había salido del salón. La oí acercarse a la puerta del piso y luego estuvo un momento en la cocina. Cuando volvió al salón me di cuenta que por muy guarra que yo llegase a ser, nunca podría competir con ella. En su mano traía un bate de beisbol que llevaba años junto a la entrada de casa, quizás propiedad de los antiguos vecinos. Mi cara le hizo gracia, me quede con la boca abierta. Me pasó el bate, y mientras se recostaba boca arriba en el sofá me susurraba: Ana, fóllame, fóllame bien, lléname el chocho. Agarre el bate con mis manos por la parte más gruesa y me puse a la tarea. Mi rajita tenía que esperar. Leonor enseguida me hizo un gesto: no quería el lado ''delgadito'', su fantasía era con el extremo gordo. Solté un uff. Tenía miedo de hacerle daño. Empecé con cuidado, acomode el bate sobre la vagina que abrió todo lo que pudo, tenía un pie en el suelo y el otro casi en la parte superior del respaldo del sofá. Fui presionando y girándolo suavemente ella movió un poco las caderas y aquello entró poco a poco hacia adentro, sin prisa, cuando tenía ya unos diez centímetros dentro agarre bien el bate con las dos manos y me puse a follarla con él, note que podía llegar ya al fondo de su vagina y que la madera estaba ya totalmente embadurnada de su leche así que pude sacárselo y penetrarla de nuevo, ya mucho más fácil. Ella no perdía detalle, me miraba, miraba al bate, se miraba sus pechos, creo que la excitaba mas el verse así abierta de piernas frente a mí con todo aquello dentro que el propio bate en sí. Seguí dándole un buen rato, mi raja ya goteaba de nuevo. Le pedí a Leo irnos a la cama para estar más cómodas, yo me lleve el vibrador y nada mas tumbarnos en la cama ella me pidió que continuase con el bate y le metiese el vibrador por detrás. Me negué rotundamente, no quería acabar la noche en urgencias. Ella me lo pedía por favor de una manera que era muy difícil decir que no. Ana, me dijo, pídeme lo que quieras a cambio. Yo no pedí nada porque ya tenía todo lo que quería. Finalmente llegamos a un acuerdo. La situación era un poco grotesca pero también divertida. El vibrador acabo empotrado hasta el fondo en su culazo y el extremo mas delgado del bate en su coño. Aguantó varios minutos y acabó corriéndose envuelta en sudor, su cama estaba empapada, tuve que ayudarle a caminar hasta mi cama, sus piernas seguían temblando un buen rato después. Mi Leonor era una mujer agradecida y me obsequió con otra hora inolvidable, el último orgasmo de la noche fue mío, con el vibrador esta vez en mi culito y su mano por delante, con paciencia, con maestría, me llevó al paraíso.

Estuvimos hablando un buen rato antes de dormirnos. Yo le di las gracias por el regalo y de repente se puso seria, casi trascendente, me dijo: Anita, te debo un regalo pero uno grande, lo más grande posible y aun así no conseguiré compensar todo lo que me has dado tú todos estos años, especialmente este último. Lo de esta noche ha sido muy divertido, hace tiempo que te había comprado el vibrador y quería dártelo de un modo original pero muy pronto espero ofrecerte algo que te haga tan feliz como tú me has hecho a mí. Yo sé cuando Leo dice algo en serio y me dejó descolocada. Su familia tiene muchísimo dinero, mis padres también tienen una buena posición, aunque a otro nivel, ninguna de las dos teníamos grandes necesidades materiales. Como a cualquier chica joven nos gustaba la ropa, y podíamos comprar toda la que necesitábamos, ambas teníamos coche, aunque solo los utilizábamos en verano, en fin, podría citar cincuenta cosas más que aunque ella me regalase no justificarían la trascendencia de sus palabras. Le hablé claro: Me asustas un poco cuando te pones tan seria. No soy desagradecida pero sabes que tu amistad es el mejor regalo que puedes hacerme. No necesito más. Quiero tenerte cerca el resto de mi vida, aunque te cases y tengas ocho niños yo quiero seguir ahí, seré la tía Anita, tu marido me odiará. Leo cambió su expresión y sonrió de nuevo. Vale tía Anita, me dijo, no tienes ni idea de lo que puede ser. No todo se compra y vende necesariamente. Te va a encantar y no me va a costar ni una peseta. Un perro!, exclame yo. Leo soltó una carcajada y gritó un largo No.

Dormimos juntas y yo me dormí pensando en las palabras de Leonor, mi mejor amiga y también la persona más obstinada que conocía La conocía tan bien que sabía que ese regalo llegaría, tarde o temprano, y esto me producía cierta desazón.

Nuestra relación fue, si es posible, todavía mejor a partir de ese día. El verano se acercaba y cada vez pasábamos más tiempo juntas. Apenas un par de fines de semana nos fuimos a visitar cada una a nuestros respectivos padres. Hacía varios veranos que Leo me invitaba a su casa en verano. Sus padres solían veranear en un pequeño pueblo en la costa portuguesa. Un domingo por la noche cuando ambas regresamos de visitar a la familia le di la buena noticia a Leo. Mis padres se iban de crucero durante casi un mes para celebrar con varios años de retraso sus bodas de plata. Nos abrazamos y nos pusimos a saltar y chillar en el salón como chiquillas.

Las dos volvimos a tener alguna relación esporádica Leo se trajo a un par de chicos a casa, de uno en uno, quiero decir. Con el segundo me avisó al mediodía y me dijo si quizás me apetecería participar, yo decliné y me lanzó una de sus habituales diatribas: que lesbiana eres. Lo bueno era que siempre adornaba este tipo de comentarios con un beso en la boca. Así era muy difícil tomárselo a mal. Yo por mi parte, también tuve mi rollito. Un día invite a casa a una chica que trabajaba en la frutería, cerca de casa, en la que solíamos comprar. Era una chica muy guapa de unos treinta años, un poco gordita. Sus padres eran los dueños y hacía mucho tiempo que solía hacer lo posible por atenderme para entablar conversación. Varias veces nos habíamos dicho que teníamos que quedar para charlar y tomar algo y finalmente me decidí. No estaba segura de que fuese de las mías, ella tenía novio, pero me atraía bastante. Al mediodía le pedí a Leo que si podía quedarse en su habitación y dejarnos solas por la noche.

-Leo. Quien es ella? La conozco?

-Ana. La chica de la frutería

-Leo. La gordita?

-Ana. Si la gordita.

-Leo. Y vas a poder tu sola (sonrisa picara)

-Ana. Si necesito ayuda te aviso.

-Leo. Pero es lesbi?

-Ana. Pues (dudando) no estoy segura.

-Leo. (Divertida) Pues a estas alturas yo no quiero cambiar de frutería, empléate a fondo y déjala satisfecha.

-Ana. No sé, ya tanteare el terreno antes de lanzarme. Espero no quedarme con el calentón.

-Leo. (Medio en broma medio en serio) Si la cosa no va vente a mi habitación, tengo la regla pero te hago un favor.

Acompañó sus palabras con un explicito movimiento de sus dedos. Yo contesté con un beso en su mejilla.

Desde nuestro polvo inaugural habíamos dormido varias veces juntas, no queríamos hacerlo habitual, sería caer en la rutina. No éramos pareja. Eso lo hacía especial, era como una cita. Por supuesto esas noches eran muy largas, por la mañana solíamos repetir, nunca nos levantábamos sin habernos regalado tres o cuatro corridas la una a la otra. Por la noche mi cita fue bien, mi amiga la frutera tenía un desnudo impresionante y me excito muchísimo cuando me di cuenta que Leo nos espiaba desde la puerta entreabierta. Estábamos las dos con nuestros coños pegados haciendo la tijera cuando vi que la puerta se abría unos centímetros, la chica estaba tan caliente que no hubiese oído un terremoto, por una vez yo era la observada y no al revés. Leo se quedo allí un buen rato, luego lo primero que me dijo fue que si no hubiese tenido la regla se hubiese unido y habríamos tenido fruta gratis el resto de nuestras vidas. La chica se fue a eso de las doce. Quedamos en que había que repetirlo. Por suerte, para ella fue solo sexo, porque yo lo había pasado bien pero nada más. La despedí y me fui disparada a meterme en cama con Leo. Me soltó lo del trió nada más entrar. Ella me estaba esperando, le pregunte si quería que me diese una ducha y ella contesto comiéndome la boca y lamiendo mi cara. Deliciosa, me dijo, sabe a fruta. Estábamos solas, nadie podía oírnos, pero en cama siempre hablábamos bajito.

-Ana. Pero tú no eras hetero?

-Leo. Y lo soy, me susurro. Entre miles de millones de mujeres solo me gustas tú, eso es ser hetero con un pequeño tropiezo.

-Ana. Y lo de que te hubieses hecho un trió con mi amiga?

-Leo. Ya, pero te habría pedido permiso. Sería más un halago hacia a ti que otra cosa.

Me hablaba en un tono que me recordaba a la casi niña que conocí años atrás cuando comenzamos a vivir juntas. Era casi imposible hablar en serio con ella sobre nosotras, enamorarme hubiese sido una locura, ni ella misma tenía claro lo que sentía por mi y, si lo tenía, no encajaba en ninguna convención social para definirlo. No había palabra en el diccionario para adjudicarle a lo nuestro, éramos novias, amigas, hermanas o nada de eso.

A la mañana siguiente estaba claro que nadie me subía al paraíso como Leo. Nos despertamos abrazadas, era sábado y estuvo jugando con mi rajita durante más de una hora, me llevaba casi hasta el orgasmo y paraba cuando estaba a un solo roce de explotar. Dejaba que me enfriase un poco y volvía a la carga, escuchaba mi respiración, su boca y sus dedos mandaban en mi vagina, me aceleraba y frenaba como si fuese un simple mecanismo en sus manos, ella estaba en mi cerebro. Llegaba a un punto en que yo intentaba acercar la mano a mi clítoris y correrme ya de una vez porque no podía más pero ella, que era más fuerte, me agarró con firmeza y me ordenó darme la vuelta. Estuvo acariciando mi culo varios minutos, vigilaba mis brazos para que no los acercara a mi vulva. Con su lengua empezó a lamerme el ojete con mucho cuidado y untando sus dedos en mi conito se los lubricaba tan bien que sin necesidad de crema hidratante enseguida acabo metiéndome dos de sus dedos por detrás. Era toda una experta los metía y quitaba con total facilidad. Mi vagina se beneficiaba de cómo me follaban aquellos dos dedos y yo movía mis caderas como si fuese un caballo salvaje, Leo ponía todo el peso de su cuerpo sobre mi espalda y sujetaba mi brazo derecho pero ni así podía contenerme. Yo le suplicaba correrme ya pero ella se acercaba a mi oído y me decía que no quería que aquello se acabase nunca y eso me calentaba todavía más. Al final se apiadó de mí y me ofreció elegir como quería correrme. Estábamos las dos jadeando, Leo dejó que me diese la vuelta y en cuanto pude llevé mi mano al chocho y empecé a frotarlo como nunca antes, ella se rindió y me dejo hacer, no podía besarme en la boca porque yo necesitaba aire, me hubiese ahogado pero me besaba en las mejillas, cuello y orejas. Me sorprendí a mi misma al no correrme en menos de cinco segundos, aguante quizás un minuto o dos frotándome todo lo rápido que podía Por fin me corrí diciendo gracias, gracias sin parar y apretándome mi cuerpo contra el de Leo. Estaba rendida intente corresponderle a Leo pero no pude, ella se masturbo a mi lado. Levaba el tampax puesto y se corrió enseguida tocándose el clítoris Nos dormimos de nuevo toda la mañana y nos despertamos por la tarde muertas de hambre. Fue un gran día .

Julio llegó y solo tres días antes de irnos de vacaciones a Portugal el padre de Leonor nos visitó para pasar un par de días con su hija. Se alojo en un hotel no lejos de nuestra casa. Se iba a Madrid durante unos días y luego de viaje de negocios a Argentina, Uruguay y Brasil por un mes. Yo ya lo conocía y fue muy amable conmigo, les acompañe a comer y cenar el primer día en los mejores restaurantes de la ciudad, nos llevo de compras, hizo varios regalos a Leo sobre todo un bolso carísimo y alguna joya. Era un hombre muy educado, sesenta y cinco años, había triunfado en los negocios pero no pensaba en retirarse y disfrutar de lo conseguido, al contrario estaba lleno de planes y soñaba con que Leo se hiciese cargo algún día de sus negocios. Había llegado a Salamanca en el coche de Leo para dejárselo a ella y se fue a Madrid en un coche de alquiler con chófer. El segundo día les deje solos para que pudiesen hablar de sus cosas. Yo había recibido también la visita de mi madre unos días antes, quería despedirse de mí antes de irse de crucero con mi padre y la tuvimos en casa un interminable fin de semana. No paraba de preguntar a Leo si yo tenía novio, porque yo no le contaba nada y Leo decía: bueno, algo hay lo que pasa es que Anita es muy reservada. A ella le parecía divertido, a mi no me hacía gracia, pero que iba a decirle? No señora, a su hija me la estoy tirando yo y también la gordita que atiende la frutería al final de la calle. Se hubiese muerto allí mismo.

Prefiero no dar detalles sobre nuestros estudios, ni hablar de graduaciones, asignaturas etc...

Mis padres estaban a punto de comprar el piso en el que vivíamos de alquiler así que dejamos nuestras cosas en él, además todavía deberíamos pasar algún tiempo en allí al año siguiente. Nos hubiese resultado duro despedirnos de aquella casa, Leonor se alegro muchísimo cuando le comenté lo de la compra.

Antes de continuar me gustaría describir la casa de Leo en la que pasamos aquel maravilloso verano. Es el lugar en el que he sido más feliz en toda mi vida.

Estaba situada a apenas un kilómetros del pequeño pueblo a orillas del Atlántico. Era una casa de tres plantas, la única de esa altura en todo el pueblo y probablemente en toda esa zona. Eso la hacía parecer un castillo, majestuosa en lo alto de un pequeño acantilado. A apenas 100 metros de distancia un estrecho y empinado camino bajaba hacia la playa. Había sido construida en los años 70 por los abuelos paternos de Leo. Ella había veraneado allí desde que era capaz de recordar e incluso tenía algunos amigos en el pueblo. La casa tenía tres plantas más sótano. La primera estaba enteramente dedicada a garaje, un pequeño trastero, y una despensa con un gran congelador donde se guardaban todo tipo de precocinados, también había vinos y licores en abundancia y muchas más cosas, parecía un pequeño supermercado. Un viejo deportivo era el único '' inquilino ''del garaje, se encontraba a medio restaurar, su padre había empezado hacía años y era su eterno proyecto inacabado, su Escorial. La madre de Leo siempre dejaba su coche, un gran todoterreno, fuera. La primera planta estaba dedicada casi por completo a cocina y comedor más un pequeño tendedero con una lavadora, allí la pared tenía huecos por donde entraba la brisa del mar pero no la lluvia. Acabó siendo uno de mis lugares favoritos. La cocina no parecía en absoluto la de una casa de veraneo, al contrario, estaba equipada con los mejores utensilios y electrodomésticos de aquel momento. Tenía un gran ventanal justo detrás del fregadero y la encimera desde el que en días sin niebla podían verse varios kilómetros de costa hacia el sur. Solíamos comer allí, aunque al lado teníamos un enorme comedor. Estaba decorado con bastante buen gusto, mesa para comer, un enorme sofá, rodeado de varias butacas muy cómodas donde solíamos dormir la siesta si no hacía buen día. Otro ventanal en la pared opuesta al de la cocina ofrecía otra vista de postal pero hacia el norte del pueblo. También había un televisor con un Dvd y un receptor de satélite, aunque apenas lo utilizábamos. Por último en esta planta había un cuarto de baño que había sido añadido hacia pocos años ya que la casa fue construida con uno solo en la tercera planta y un pequeño despacho. En esta última planta había tres habitaciones, eso sí bastante grandes las tres, dos de ellas estaban abuhardilladas y la más grande contenía ahora el baño original de la casa, en la reforma se le había incluido una enorme bañera que tenía justo encima dos ventanas en el techo que era en realidad el tejado. Esa era la habitación de la madre de Leo y tenía también un vestidor repleto de toda su ropa, eso sí ni una sola prenda de piel pues ella sabía que eso la podía enfrentar con su hija. Aunque en ese momento no lo sabíamos incluso estaba comenzando el proceso para vender su negocio. Su habitación tenía también una gran caja fuerte en la pared, me pareció curioso que no tuviese un cuadro encima, es lo que todos hemos visto siempre en el cine. En un descansillo, entre las tres habitaciones, por una puerta de aluminio se llegaba a una terraza llena de macetas con flores, que la señora que venía por la mañana a hacer algo de limpieza cuidaba durante todo el año. También se podía desayunar o cenar allí en una pequeña mesa y no faltaban unas tumbonas para tomar el sol. Había también varias sombrillas y un toldo que podía cubrir gran parte de la azotea. La vista era increíble desde allí arriba. Casi daba vértigo mirar hacia abajo, a la altura de la casa se sumaba la del pequeño acantilado a un extremo de la playa en cuya parte norte nos encontrábamos. A lo lejos se veía el pequeño pueblo repleto de casas de planta baja que se apiñaban en torno al puerto. Aparte de esto ni un solo rastro más de actividad humana. Ni casas, ni coches, ni campings, ni urbanizaciones a pie de playa ... solo más y más kilómetros de costa hasta donde la vista alcanzaba. La casa tenía un sótano, con (sorpresa) una piscina climatizada. Solía tener el agua a unos veinticinco grados para evitar problemas de condensación y aunque apenas tenía un par de metros de ancho si tenía unos doce de largo, casi la longitud de la vivienda. Con la iluminación del fondo azul de la piscina el sótano parecía más una habitación de lujo que otra cosa. No faltaba detalle, a un lado había un gran mueble bar repleto de bebidas, también una nevera, otro mueble con toallas y más tumbonas y una pequeña mesa. La madre de Leonor disfrutaba mucho con el agua. Por eso me extraño que estando rodeada la casa por unos muros de unos cuatro metros de altura y teniendo un enorme jardín de unas tres hectáreas no se hubiesen construido una piscina. Supongo que estando el mar al lado de casa no les habría parecido necesario. El jardín estaba repleto de árboles, por lo que no necesitaba grandes cuidados. Muchos de estos árboles habían sido traídos por su padre de sus viajes. En una zona más cercana a la casa si había un huerto de apenas cinco por cinco metros donde Lara cultivaba tomates. Se me olvida mencionar que la piscina ocupaba solo una parte del sótano, un tabique con una hilera de pequeñas ventanas opacas en su parte superior y una puerta de metal con un gran candado guardaba la única estancia de la casa a la que en principio no teníamos acceso.

Tras casi seis horas de viaje con varias paradas para comer, repostar y consultar el mapa de carreteras, por fin Leo, que conducía, reconoció el lugar donde nos encontrábamos. No estábamos perdidas. Empezábamos a dudar de los lugares por dónde pasábamos, quizás el padre de Leo, con el que ella siempre había hecho el viaje, siguiese otra ruta, pero Leo dijo conocer ya aquella zona. Estábamos a media hora de casa. Por si acaso yo había llamado a Laura, la madre de Leo, mientras ella repostaba en la última parada que habíamos hecho. Queríamos tranquilizarla, por si se nos hacía tarde. La cobertura para los móviles era bastante desigual durante todo el viaje.

Por fin vas a conocer a mi madre, me dijo Leo. Tenía razón. A las dos nos parecía increíble que nunca, en tantos años hubiésemos coincidido. Yo había hablado con ella muchísimas veces, sobre todo los primeros años cuando todavía no teníamos móviles, luego menos porque en vez de llamar a casa lo hacía al de su hija. El caso es que varias veces que se había acercado a Salamanca para visitar a Leonor yo estaba en casa de mis padres. Ella tiene muchísimas ganas de verte, se alegró de que tus padres se vayan de crucero y te dejen sola, me dijo Leo. Ya sabes que yo también. Mi amiga había estado callada durante todo el día, podría decir incluso varios días. La notaba preocupada, pero no sabía por qué. Intenté tenderle mi mano durante el viaje varias veces para saber que ocurría pero fue en vano.

Finalmente a lo lejos apareció la casa de Leo. Pudimos verla bastante antes que el pueblo. Leo acercó el coche al enorme portal de la finca, yo busqué en la guantera el mando a distancia que lo abría y por fin entramos. La madre de Leonor nos esperaba a medio camino hacia la casa. En ese momento mi corazón empezó a latir a toda pastilla. Supongo que todos tenemos un ideal de hombre o mujer, cuando digo ideal doy por supuesto que esa persona no va a existir, es solo eso: una idea, una ensoñación. Cuando yo fantaseo me excita pensar en una mujer a la que le pongo cara, pechos, culo, piernas, no necesariamente por este orden; es mi fantasía y elijo lo mejor, le pongo un buen par, si es mi sueño por qué voy a conformarme con unas tetitas pudiendo tener dos buenos melones. Pues bien lo terrible es que mi fantasía existía y estaba allí de pie esperando a que bajase del coche para abrazarme. Y así lo hizo, primero se fundió en un abrazo con Leo, que continuó con el coche los cincuenta metros que nos separaban de la casa y luego vino hacia mí y me beso en las mejillas antes de abrazarnos. Mi corazón latía tan fuerte que podía oírlo. Me encantó el olor de su cuello, era un perfume que no conocía pero ya era mi favorito desde ese momento. Lara era una mujer muy guapa, ojos marrones, pelo castaño recogido en una trenza, piel ligeramente morena por las dos semanas que llevaba ya de vacaciones, me encantaban sus brazos, especialmente esas manos grandes pero de finos dedos. Llevaba puesto un vestido de los de ir a la playa, casi hasta la rodilla, parecía algodón, ligerísimamente transparente, de color blanco con franjas azules horizontales, bastante apretado, tirantes que dejaban sus hombros a la vista con poco escote por arriba y dos grandes aberturas por los lados que llegaban hasta sus caderas. La madre de Leo tenía una figura increíble, muchísimo más alta que nosotras, casi un metro ochenta, no llevaba sujetador y me mareaba al ver aquellos pechos, en eso se parecía a su hija, aunque fuese adoptada, ambas competían en talla de sujetador con, quizás un par de tallas a favor de la madre. Aunque aparentaba mucho menos de cuarenta yo sabía que Lara tenía cuarenta y seis, aún así esas dos tetas se aguantaban perfectamente erguidas, solo ligeramente aplastadas a los lados por aquel vestido que claramente estaba un par de tallas por debajo de lo que cualquier mujer menos segura de sí misma se atrevería a lucir.

Tragué saliva y tras los saludos subimos parte del equipaje que traíamos a las habitaciones de la tercera planta. Leo y yo cogimos las maletas más pesadas y Lara una mochila mía y una bolsa de deporte de su hija. El mundo se paró cuando me encontré subiendo escaleras arriba. Leo me cedió amablemente el paso y Lara subía delante de mí. Entonces pude contemplar lo que hasta ese momento solo había intuido. Delante de mis ojos, a apenas unos centímetros, tenía el culo más impresionante que en mi vida había visto. Era un culazo al límite. Era todo lo grande que podía ser sin llegar a lo grotesco, pero no lo era porque sus formas eran perfectas. Redondito, parecía mullido como una almohada de algodón. Las nalgas se movían como flanes escaleras arriba. Un tanga tan ajustado como el vestido gritaba estoy aquí, envidiame. La naturaleza me regaló una imagen que aún arde dentro de mi cerebro años después: al llegar al primer descansillo del primer piso el sol del atardecer atravesó la fina tela de aquel vestido y llegó a mis ojos mostrándome aquellas caderas y piernas que completaban la anatomía de mi mujer diez. Aquellos muslos que las aberturas del vestido dejaban ver eran lo suficientemente gruesos para acompañar con solvencia semejante trasero, más gruesos o más delgados también hubiesen desafinado en una partitura que sonaba muy bien de principio a fin. El resto de las piernas de Lara hablaban de una mujer que se quería y se cuidaba, depiladas a la cera, con ese brillo inconfundible y sobre todo aquella piel tan joven, tan sedosa, ni rastro de celulitis ni varices, incluso en la frontera entre muslos y nalgas que el vaivén del vestido me dejaba ver. Seguramente participé en la conversación mientras subíamos pero ni me acuerdo. Al final el mundo arrancó de nuevo, llegamos al descansillo del tercer piso y tuve que separar mi cara de aquella escultura. No me gustan mucho expresiones machistas como mujerón o maciza pero reconozco que no hay adjetivos mucho mejores para definir aquel cuerpo. Y dicho esto Lara vista en conjunto era una mujer, si no delgada en absoluto pasada de peso , su vientre era la envidia de cualquier veinteañera como nosotras, cuello y cara estilizados. Era un sueño de mujer. Me duele definirla como si fuese un objeto, un purasangre en un concurso equino, pero ya tendré tiempo más adelante de hablar de la mujer que había dentro de ese cuerpo a la que pronto valoré como ser humano, más allá de ese físico que tan impresionada acababa de dejarme.

Debí parecer tonta mirando al suelo cuando Lara nos preguntó si íbamos a compartir habitación o no. Sentía en mis mejillas ese calor que acompaña a la rojez de la piel. Tenía miedo que ellas notasen el shock que acababa de experimentar. Me tranquilicé al ver que las dos jadeaban después de subir hasta la tercera planta. Hice un comentario, algo así como: guau la próxima vez nos traemos menos equipaje y levanté la vista. Mis ojos se cruzaron con los de Leo y su sonrisa pícara me decía: a mí no me engañas. Qué bien te lo has pasado escaleras arriba. Me conocía demasiado bien. Podía leer mi mente.

Mami, si no te importa ya decidimos mientras veníamos hacia aquí usar las dos habitaciones. A mí me parece perfecto, dijo Lara.

Lara se llamaba en realidad Laura pero desde niña empezaron a llamarla así. Leo arrastró su equipaje hasta su habitación de todos los años y Lara me acompaño a mí para ayudarme a instalarme. Su voz era suave como su piel. Estuvimos unos veinte minutos poniendo mi ropa en los armarios, me ofreció todo aquello que pudiese necesitar y no me hubiese traído. En tan poco tiempo ya me resultaba una persona muy cercana. Su carácter era muy parecido al de Leo, bromeando continuamente, abierta, sincera, segura de sí misma, generosa y además muy joven de actitud ante la vida. Mis padres tenían un par de años más que ella pero una moral mucho más cerrada. Tras preguntarme si podía dejarme sola unos minutos para bajar a ducharse en el baño de abajo, nos ofreció a Leo y a mí la enorme bañera que su baño tenía. Me imagino que estaréis muy cansadas. De acuerdo mami grito Leo desde su habitación.

En ese momento me di cuenta de que Leo había recuperado su habitual buen humor. La habitación de Lara estaba abierta y al fondo también el cuarto de baño tenía su puerta abierta con la enorme bañera ya llena de agua tibia. Me llevé mi bata y tras desnudarnos nos metimos en la bañera y empezamos a charlar.

-Ana. Me alegro de que estés más animada. Me habías preocupado estos últimos días, sobre todo hoy. Ahora te veo feliz. Echabas de menos a tu madre?

-Leo. No. Olvídalo. Algo me preocupaba y ahora ya no. También un poco cansada. No te preocupes. Y tú qué tal? Qué te parece mi madre?

-Ana. Me encanta. Tan amable, me ha ayudado con todo mi equipaje, me hace sentir muy bienvenida.

Mientras yo hablaba Leo esbozaba esa sonrisa suya que tan bien conocía.

-Leo. Sabes que no me refiero a eso.

-Ana. Es muy guapa pero sabes que solo tengo ojos para ti.

-Leo. No me digas esas cosas que no soy de piedra.

En ese momento ella salto hacia mi lanzando un montón de agua fuera de la bañera y empezó a hacerme cosquillas y meterme mano, era algo que hacía muy a menudo. No la rechace pero tenía miedo que su madre subiese y nos sorprendiste en esa tesitura. Leo paró y se quedó a mi lado rodeándome con su brazo sobre mis hombros. Nos quedamos en silencio mirando al cielo a través de las ventanas del techo, justo encima de la bañera. Ya era de noche pero hacía calor. Leo separó mis piernas y metió su mano bajo el agua, le gustaba saber si mi conejito estaba húmedo. Lo hacía algunas veces desde nuestra primera noche . Aun dentro del agua sus dedos notaron perfectamente lo resbaladizo de mi coñito. Yo hice lo mismo. Ella también estaba caliente. Note que hacía tiempo que no se depilaba, me gusto el tacto distinto al habitual. Oímos subir a Lara, se había duchado y preparado algo para cenar. Nos habló desde la habitación sin entrar en el baño.

-Lara. Chicas, vais a dormir en la bañera

-Leo. Se está tan bien.

Lara se acercó al dintel de la puerta, llevaba una bata blanca de seda preciosa que le cubría hasta la mitad de los muslos. Ahora tenía el pelo suelto y todavía mojado. Las dos la miramos con admiración. Parecía una actriz de Hollywood.

-Lara. Lo sé cariño, tenéis que estar muy cansadas. He preparado unas ensaladas, solo falta aliñarlas. Cuando os parezca bien bajáis.

Las dos le dimos las gracias y prometimos bajar enseguida. En cinco minutos estábamos secando, recogiendo y limpiando el baño que Lara nos había cedido. Era precioso, grande, con azulejos azules y blancos a distintos niveles. Poniéndote de pie en la bañera podías ver el mar. No hacía nada de frío y la noche era estrellada, sin una sola nube en el cielo.

Al acabar de secarnos me surgió una duda. Todo apuntaba a que Leo iba a bajar de uniforme, tanga y una mini camiseta de tirantes, pero yo no sabía que ponerme.

-Ana. Leo vas a bajar así?

-Leo. Si, se está muy bien. Todavía hace calor. Por qué?

-Ana. Yo no sé qué ponerme. No sé qué va a pensar tu madre si bajo medio desnuda como tú.

-Leo. Ana te quiero mucho y no quiero ofenderte pero mi madre no es como tus padres, de misa de domingo y comer pescado en semana Santa.

Leo me habló con mucho cariño, con voz muy suave, estaba detrás de mí secándome la espalda y me beso en el hombro con mucha suavidad. Tenía razón mis padres eran de moral bastante estricta. Yo había estudiado en colegios religiosos desde los diez años.

Uy, nos hemos puesto demasiado serias dijo Leo. Empiezo a hablar como una vieja. Mira ponte lo que quieras pero te aseguro que lo qué somos nosotras, se refería a su madre y ella, te vas a cansar de vernos el culo todo el verano. Leo salió disparada del baño riéndose y gritando: el baño me ha abierto el hambre. Me quedé sola y opté por el término medio. Me puse una de las pocas bragas que tenía y que por suerte había puesto en mi equipaje. Era casi transparente por detrás y por supuesto oscura, pero un azul bastante bonito. Antes de bajar me sequé mi rajita con una toallita, estaba empapada.

Bajé y Lara y Leo me esperaban sentadas en el sofá frente al enorme televisor que presidía esa parte del salón. Me mareaba ver a Lara ahora en bata que apenas llegaba un poco más abajo de su cintura. Me pareció que no llevaba nada debajo. El pecho derecho casi se salía de su sitio, estaba anudada de un modo muy descuidado, además como solía hacer su hija iba descalza y eso era algo que a mí me encendía todavía más. Las tres nos fuimos a la cocina y esta vez yo me adelanté. Y mi culazo fue el protagonista.

Mientras cenábamos Lara nos puso al corriente del problema que tenía con la señora que cada mañana ayudaba en casa.

-Lara. Haber niñas os cuento la situación. Fátima tiene a su hija a menos de una semana de dar a luz y no va a poder venir más que dos o tres días más. Tenemos dos opciones, Fátima puede ayudarnos a contratar a alguien nuevo, pero evidentemente sería meter una persona desconocida en casa, la otra opción es que nosotras nos distribuyamos las tareas.

Las dos al unísono apoyamos la segunda opción. Nos repartimos las tareas. Cada una se ocuparía de su habitación y yo y Leo ayudaríamos a Lara con la suya, mucho mayor y con el baño que usaríamos para evitar, especialmente de noche tener que bajar al de la segunda planta. Yo me ocuparía de la colada, Lara de cocinar, Leo de pasar el aspirador etc..

Era ya tarde y estábamos muy cansadas, recogimos la mesa, pusimos el lavaplatos y tras comprobar Lara que tanto el portal de la finca como la única puerta que tiene la casa estaban correctamente cerradas subimos juntas hacia las habitaciones. Esperé un momento para ver si Lara o Leo cerraban sus puertas, Lara dejó la suya abierta pues el baño estaba en su habitación y Leo también así que yo hice lo mismo. Me quité la camiseta y me metí en bragas en cama. El silencio era absoluto, no se oía ni el ruido del mar, tenía sueño pero también estaba muy excitada. Las imágenes de Lara iban pasando rápidamente por mi cabeza. La cena había sido muy agradable, habíamos charlado como si nos conociéndonos de toda la vida, había disfrutado viendo aquellas piernas, aquellos muslos. Aquellos melones inquietos debajo de la seda moviéndose como flanes. Oí la fuerte respiración de Leo, conocía ese jadeo, yo no podía dormir tampoco con mi coñito latiendo como si fuese un segundo corazón. La habitación de Leo estaba pegada a la mía, su jadeo me ponía aún más cachonda, me quité las bragas y me puse a darle un buen masaje a mi clítoris, quería correrme rápido, hacia horas que ya no podía más con las ganas. Oí a Leo, se corrió enseguida y yo tardé muy poco más.

Dormí de un tirón, me desperté triste, preocupada. Era absurdo, no había sido un sueño, mi mujer ideal existía, la has conocido ayer me decía y debe seguir en algún sitio de esta casa. Intenté quitarme esa angustia y me fui hacia su habitación, además me estaba meando. Vi su cama vacía, por suerte porque iba completamente desnuda, se me había olvidado ponerme algo. Volví a la habitación y cogí mi bata, volví al baño y luego me lancé escaleras abajo. Leo estaba todavía dormida. Encontré a Lara en la cocina, necesitaba asegurarme que mi imaginación calenturienta no me había jugado una mala pasada. Lara estaba sentada en la mesa de la cocina desayunando. Al verme se levantó preocupada.

-Lara. Cariño te encuentras bien ? Estás completamente blanca.

-Ana. Sí, bueno he tenido una pesadilla y me he levantado algo angustiada.

Ella me abrazó y pegó mi cara contra sus pechos. Sentí sus brazos rodeándome, me tranquilicé al ver que todo seguía en su sitio. La caída de la bata sobre su cuerpo delataba la presencia de aquel culazo, seguía en su sitio, mi tortura continuaba. Llevaba una bata más bonita todavía que la del día anterior, de estilo oriental, roja y con motivos dorados. Corta, muy corta. Poco a poco iba perdiendo la vergüenza que siempre tuve cuando me gustaba alguna chica mayor que yo y empecé a mirar con menos disimulo. Cuando nos separamos la cadena de mi cuello se enganchó en la bata y esta se abrió casi del todo. Lara me dijo cuidado Anita y se acercó de nuevo a mí para evitar romperla. Arqueo sus brazos y encontró el cierre de la cadena en mi nuca, lo abrió y está vez si pude apartarme. Delante de mí deshizo completamente el nudo de la bata para poder acercar a sus ojos la zona, al nivel del pecho, donde mi cadena seguía enmarañada. Vencí mi timidez y me recree en la vista, Lara no llevaba nada debajo, me quedé mirando el coño más goloso que he visto en mi vida. No me sorprendió que estuviese casi totalmente depilado, sabía que Lara se había hecho la depilación láser el verano anterior, algo bastante novedoso y exclusivo en aquella época, lo más goloso para mí era lo marcada que tenía la vulva, carnosa, con muy poco vello, parecía un melocotón amarillo, jugoso, quizás la depilación, que solo dejaba ya crecer vello en los labios externos ayudaba a crear aquel efecto. Se me hizo la boca agua pensar que delicioso sería comerse aquel manjar. No presté atención a los pechos ni a los muslos ni a aquella barriguita tan hermosa, me quedé hipnotizada mirando y guardando cada detalle para dedicarle mi próxima paja.

-Lara. Ya esta cariño.

-Ana. Gracias.

-Lara. Te gusta?

Se refería a su pubis. Conteste tomando la pregunta en el estricto sentido estético.

-Ana. Me encanta. Está precioso.

-Lara. La verdad es que sí y resulta muy cómodo pero su sacrificio cuesta. Son muchas sesiones de laser.

-Ana. Duele?

-Lara. Bueno, a mi edad si una quiere cuidarse hay un precio que pagar.

-Ana. No digas eso. Tu edad es perfecta. Estás increíble.

La bata seguía abierta y yo continuaba mirando a alternativamente sus ojos y su coño cuando las dos nos asustamos. Leo rompía aquel silencio con un sonoro: buenos días, si molesto me vuelvo a la cama.

Las tres nos reímos, la bata se cerró y Leo nos dio una buena palmada a cada una en el culo.

-Leo. Me alegro que hayáis intimado tan rápido (riéndose y mirándome). Has visto el coñito de trescientos mil escudos.

-Lara. Bueno ha sido un pequeño accidente.

-Leo. Lo sé, os he oído desde el salón. Me alegro mucho de que os llevéis tan bien.

-Ana. Pero qué es eso de los trescientos mil escudos?

-Lara. Bueno, es el precio del tratamiento, me lo hice el año pasado aquí en Portugal.

Continuamos charlando mientras desayunábamos. Lara ya había acabado y se puso a recoger algo la cocina. Yo, tras el mal comienzo del día me sentía ahora feliz. Lo tenía todo. Las dos mujeres que mas me habían gustado en mi vida y yo, solas en aquella casa, el día era radiante, no eran ni las nueve y ya hacía calor.

Aunque innecesario precisar fechas sí que tengo la sensación de que en un tiempo más cercano nada hubiese sido igual a como lo fue en aquel verano. La sensación de aislamiento que vivíamos nos hacía estar más unidas, un teléfono fijo en el salón con un supletorio en la habitación de Lara era toda nuestra comunicación con el mundo. Internet todavía estaba naciendo, las tres teníamos ya un móvil gsm pero en aquel lugar de la costa portuguesa faltaban años para que llegase el servicio. Aparte de la televisión y un equipo de música solo la lectura y la conversación eran nuestro entretenimiento. No nos pasábamos el día pendientes de redes sociales ni páginas web ni smartphones. El tiempo discurría despacio, los días parecían eternos, pero eternos no significa aburridos, de eso estoy muy segura.

Leo había bajado medio desnuda y yo seguía con las bragas transparentes del día anterior. Lara nos dijo: chicas a las diez llega Fátima y seria una falta de respeto que nos paseásemos así por la casa, mientras ella esté aquí, poneros algo, luego ya si os apetece os cambiáis de nuevo y sois libres de vestir como os apetezca. Así lo hicimos, sabia por Leo que su madre apreciaba mucho a su empleada, de hecho, habíamos traído varios regalos para Fátima desde Salamanca por encargo de su madre. Cuando subimos a cambiarnos Leo tuvo la idea de bajar a la playa, a dar un paseo o quizás tomar el sol. A mí no me apetecía demasiado, prefería quedarme con su madre en casa, pero accedí. Nos pusimos los bikinis, el mío naranja y azul él de Leo, eran de los que se atan con lazo a un lado y sujetador de triangulo. Creo que eran la misma talla por lo que los tetones de Leo parecían a punto de salirse y a mí no llegaba casi a taparme ni la raja de mi culazo. Antes de bajar a la playa pedimos a Lara unos pareos, y nos dejó dos iguales. Tuvimos que terminar de descargar el coche y subir a casa lo que habíamos dejado la tarde anterior y en menos de diez minutos ya estábamos paseando sobre la arena. Al quedarnos solas temí que Leo llevase la conversación hacia lo que había sucedido por la mañana. Yo seguía pensando en aquel pubis depilado y aquellos labios que parecían hechos para mi boquita y ya estaba lo suficientemente caliente como para que ella me encendiese todavía más. De momento tuve suerte, la playa todavía estaba casi vacía. Leo conocía a algunas de las personas con las que nos cruzábamos y saludaba graciosamente en portugués, lo hablaba, para mi sorpresa bastante bien. Llegamos caminando por la playa al pequeño embarcadero por donde los barcos eran sacados del agua cada día, no existía lo que conocemos como un puerto propiamente. A esa hora casi no había nadie pero vimos a un chico que se acercaba rápidamente caminando, Leo lo reconoció y corrió hacia él se saludaron y vinieron hacia mí, el chico me dio dos besos al estilo español e hizo el esfuerzo de hablarme en castellano. No tenía más de dieciocho años era guapo, no demasiado alto y por sus manos y sus brazos se veía que ya no se dedicaba a estudiar sino a trabajar en el mar.

Los tres juntos continuamos paseando por la playa ya alejándonos hacia el otro lado del pueblo, caminamos unos die minutos, poco a poco yo me fui quedando atrás deliberadamente, lo suficiente para que pudiesen charlar sin escucharles. Les seguí durante un rato hasta que vi correr a Leo de vuelta hacia a mí. Repitió mi nombre varias veces como siempre que me pedía algo y junto las dos palmas de sus manos como rezando. Sabía que esa era la llave para que yo no hiciese preguntas y accediese rápidamente.

-Leo. Ves ese hueco entre las rocas con arena.

-Ana. Si lo veo.

-Leo. Súbete a la roca y vigila que no venga nadie.

Pregunté absurdamente para qué. Cuando llegué a mi puesto de vigilancia Leo ya estaba sacando de los vaqueros del chico su polla y empezando a dar lengüetazos en su glande. A ella el tamaño si le parecía importante porque era la tercera polla que veía entre sus manos y todas eran de categoría XXL. Yo estaba a unos dos metros de altura, prácticamente sobre ellos. Intentaba mirar a mí alrededor por si venía alguien pero no era fácil concentrarse en la vigilancia. Me gustaba ver la cara redondita, preciosa de Leo mientras se metía toda la polla en la boca, todavía llevaba el bikini y el pareo y su larga melena lisa brillaba al sol pareciendo más rubia de lo habitual. El miedo a que yo tuviese que interrumpirlos hizo que ella enseguida se desatase uno de los lazos de bikini en su muslo y se tumbase sobre la toalla extendida en la arena. Se apartó el triangulo del bikini que seguía atado a su otro muslo y el chico la penetró sin contemplaciones, hasta el fondo, sin cuidado alguno, me dolió hasta a mí, si no llega a estar muy bien lubricada le habría hecho mucho daño. Ella soltó un grito que parecía de placer, yo me tranquilicé, el chico no parecía tener gran experiencia como amante, o quizás fuese la prisa, lo que si tenía era la polla dura como el acero, la sacaba totalmente del coño de Leo y la metía violentamente hasta el fondo de nuevo, una y otra vez. Ella debajo, el encima. Yo seguía mirando y reprimiendo mis ganas, los veía desde arriba, el chico de espaldas a mí. Veía el cono de Leo y aquella polla que seguía taladrándola. Ella de vez en cuando me miraba y me hacía sentir parte del polvo. Ponía sus ojos en los míos y parecía decirme: me gusta mucho mas contigo ahí mirando. Follaron como posesos unos diez minutos y el chico cuando ya parecía estar a punto agarró su polla yéndose hacia las tetas de Leo, ella había perdido la parte de arriba del bikini hacia un rato y el portuguesito se las había comido mientras la penetraba, bastante torpemente, en mi opinión. Pero Leo no estaba de acuerdo. Pronuncio un no, no, no, dentro, dentro, y la polla volvió a su cueva. Aquel chico debía llevar tiempo sin descargar porque desde que note por la cara de Leo que empezaba a correrse todavía dio varias embestidas mas, cada una de ellas lanzaba los pechos de mi amiga hacia el cielo y caían de nuevo haciendo un sonido muy característico. Leo se puso rápido el bikini dio unas chupadas a la polla, que todavía continuaba goteando algo de leche y se despidió del chico. Este me miró y me dio las gracias, le saludé con la mano, como despidiéndome y se fue por un sendero entre las rocas que yo no me había ni percatado de que existía. Menuda vigilante estaba hecha. Bajé de mi atalaya y ayudé a Leo a recoger sus cosas, la ayude a atarse bien el lazo del bikini, ella jadeaba todavía. No dije nada, empezaba a darme cuenta de que ella no buscaba en los hombres lo mismo que buscaba en mí, eran sexualidades diferentes, no sabría explicar las diferencias pero conmigo no follaba como con los chicos y no me refiero a las obvias diferencias anatómicas. Caminábamos en silencio de vuelta a casa. Leo tenía en su cara una mueca de satisfacción y orgullo.

Por fin me atreví a romper aquel silencio.

-Ana. Supongo que te lo habías tirado ya antes. Cuántos años tiene?

-Leo. Unos 19. Hace años que follamos tres o cuatro veces cada año. Es muy torpe pero tiene la mejor polla en todo el pueblo.

-Ana. Me hace gracia la resignación con que lo dices.

-Leo. Que quieres, esto es muy pequeño y me he pasado aquí todos los veranos de mi vida. Eso son unos tres años seguidos de tiempo. Por eso estoy tan feliz de que estés aquí conmigo, bueno, con nosotras, mamá también está encantada de que seamos una más.

-Ana. (Sonriendo) Me halagas mucho. Me hacéis sentir muy bien.

Leo cambió de tema. Cerró sus ojos e hizo un gesto de placer.

-Leo. Tengo el semen saliendo del coño , me encanta. Noto los labios internos embadurnados de él. Se mezcla con mi lechecita y me encanta la sensación. Lástima que haya tanta gente, porque tengo una fantasía que me gustaría hacer realidad contigo.

-Ana. (Tapándome los oídos con las manos y acelerando el paso) No, no, no, ni se te ocurra. No quiero escucharte.

-Leo (corriendo detrás de mí). Vale, olvídalo. No he dicho nada.

Me alcanzó y con una palmada en mi culo me lanzó sendero arriba hacia casa. Ya estábamos llegando.

Tocamos el timbre y saludamos a Fátima a la que Leo acercaba a casa en su coche. Estaría de vuelta en veinte minutos para comer. Nosotras subimos a casa y nos duchamos juntas en el baño de abajo . Al final accedí a masturbar a Leo pero su fantasía no era esa. Utilicé mi mano y no mi boca como ella quería. Casi todo el semen estaba ya en la tela del bikini pero reconozco que el tacto de sus labios internos tenía algo de especial. Estábamos las dos de pie en la ducha, yo jugaba con los labios del chocho de Leo y aceleraba para que se corriese pronto, podía oír el coche de su madre a través de la ventana abierta. Leo estaba tan cachonda que no paraba de hablar. Me decía que la primera ocasión que tuviese se tiraría una buena polla y luego se desharía rápido del chico para que yo me comiese su coñito. Yo le decía, por favor cariño córrete ya. Tu madre está llegando. Frotaba y frotaba mi mano entera contra su coño pero no llegaba. No quería dejarla con el calentón pero ella aguantaba y aguantaba sin correrse. Yo me había puesto a cien. Cuando su madre debía estar ya en la cocina por fin llegó al orgasmo. Tuve que taparle la boca con mi mano o se la hubiese oído en Lisboa . Se le doblaron las rodillas y rozando su espalda contra los azulejos se acurruco en el plato de la ducha. Besaba mis rodillas y se apretaba contra mi pierna como un perrito. Susurraba gracias repetidamente, yo me sentía orgullosa y agachándome le susurre: a que ningún hombre te hace las pajas como yo. La ayudé a levantarse y salimos rápidamente de la ducha . Se nos había olvidado subir a por ropa limpia así que salimos del baño solo con una toalla . Lara se acercaba al salón en ese momento porque ya empezaba a dudar de que estuviésemos en casa. Reaccionó con aparente normalidad al vernos medio desnudas. Con mi toalla o me tapaba el culo o las tetas. Lara iba a la azotea del tercer piso para ver si el calor nos permitiría comer allí. Nosotras también subíamos. Esta vez fui yo la que le puse a mi madurita el culo delante de su cara al subir. Fue solo una planta pero quería que me lo viese, estaba bastante blanco después del invierno pero así parecía aún mayor, me subí la toalla hasta las axilas y dejé que mi culazo fuese el protagonista. Leo subía delante de mí con el culo al aire también, que bien me lo estaba pasando, yo empezaba a fantasear con la idea de que la madre de Leo fuese al menos la mitad de guarra que su hija. Pero de momento era solo eso, una fantasía. Lara decidió que hacía demasiado calor en la azotea y bajó para poner la mesa en la cocina. Leo y yo estuvimos un rato en mi habitación buscando algo que ponernos.

-Leo. Debes estar muy caliente. Siento no haber tenido tiempo de ocuparme de ti.

-Ana. Me ganas dos a cero hoy.

-Leo. Ya tendrás tiempo de empatar.

Bajamos a comer y nos prometimos que era el último día que no ayudábamos con la casa. Aunque Fátima aún volvería al día siguiente, Lara se mostró agradecida y nos ofreció vino para comer, las dos preferimos agua, quizás en la cena, dije yo y Leo asintió. Lara se había cambiado también y llevaba un vestido estampado con flores por encima de la rodilla. La tela era súper ligera, quizás tul o algo parecido y muy transparente. Se veía perfectamente su tanga amarillo, muy bonito pero minúsculo. Aquel enorme melocotón seguía llamando mi atención, hipnotizándome, no podía dejar de mirar aquellas nalgas. Intenté llevar la conversación hacia el tema de nuestras medidas, quería saber si ella se había medido el contorno del culo, pero no funcionó. Solo yo me lo había medido. Me sentí infantil. Pero estaba tan caliente...

Estuvimos charlando un buen rato, seguíamos en la cocina donde corría una brisa que mitigaba un poco el tremendo calor. Todo lo que teníamos que hacer era cuidar que las ventanas se mantuviesen abiertas sin golpearse para refrescar la casa. Leo y yo estábamos en tanga, yo llevaba una blusa que solo me llegaba a la cintura, sin sujetador. Leo tanga también y un top sin tirantes verde que amenazaba con caerse en cualquier momento. Eran ya más de las cuatro y decidimos quedarnos en casa por la tarde. Lara propuso tomar el sol en la azotea. Leo se quedó conmigo recogiendo la cocina y Lara se fue a su habitación para hacer un par de llamadas.

Mientras yo recogía la mesa ella se quedó en silencio, sentada todavía, me miraba mientras me movía, se recreaba en mis curvas, no lo hacía disimuladamente sino con una mueca de orgullo. Fui yo la que rompió el silencio.

-Ana. Por favor Leo, ya estoy muy muy cachonda. Si sigues mirando vamos a tener que fregar el suelo por donde yo pase.

-Leo. Perdona pero cada día estas mejor. Lo siento .

Hablamos en voz baja y Leo estaba un poco seria. Levanté mi mano.

-Ana. Pero no te preocupes, nada que estos deditos no puedan solucionar.

-Leo. Tengo una curiosidad.

-Ana. Me dan miedo tus curiosidades.

-Leo. Qué te ha calentado más lo de ésta mañana aquí en la cocina o lo de la playa y luego la ducha.

-Ana. (Haciéndome la despistada). A que te refieres ?

-Leo. (Cambiando de humor e incapaz de ocultar una sonrisa) Bueno, ya sabes, lo de mi madre. El coño de trescientos mil escudos.

-Ana. No voy a negar que tiene un pubis increíble, me encanta.

-Leo. Solo el pubis?

-Ana. (Divertida). A donde quieres llegar?

-Leo. No sé, antes pensaba que mamá es como un compendio de nosotras dos. Mis tetas, tu culo, mi pelo, tus muslos y piernas .

-Ana. En lo de las tetas estoy de acuerdo, en lo de los muslos ya me gustaría a mí y el culo no se lo he visto. Y déjalo ya que me estoy poniendo roja.

Leo siguió insistiendo en la razón de mi calentón, yo me moría de ganas de gritar: si, me gusta tu madre, me la tiraría ahora mismo, podría comérmela a trocitos, me vuelve loca... pero a pesar de la confianza que nos teníamos no me atrevía. Fue Lara la que me rescató dando una voz desde el piso de arriba.

-Lara. Chicas, cuanto se tarda en recoger tres platos?

Subimos rápidamente. En la azotea nos esperaba Lara, había abierto el toldo parcialmente y teníamos una zona de sombra y otra más pequeña donde daba el sol. Yo me acomodé a la sombra en una tumbona leyendo, Leo se puso al sol, se quitó tanga y top y se soltó su larga melena, estaba increíble, Lara se había cambiado y tenía un bikini negro, muy elegante aunque no demasiado sexy. Advirtió a Leo de que se pusiese crema por todo el cuerpo especialmente en pubis y pechos . En ese momento Leo se fijó en el bikini de Lara.

-Leo. Mami, pero tú en bikini. Y además debe tener más años que yo.

-Lara. Hija con una exhibicionista en la familia es suficiente.

Yo solté una carcajada.

-Leo. Mami, me ayudas con la crema.

Lara se acercó a poner protector solar en la espalda de Leo.

-Lara. Ana, no tomas el sol?

-Ana. Más tarde.

-Lara. Podría pedirte que me pusieses crema ?

Contesté con un por supuesto. Respiré hondo y me acerque a su tumbona que estaba a un metro de la mía aunque al sol. Ella se tumbo boca abajo y empecé a embadurnarla. Que sensación, ya había puesto en ella cuatro de mis sentidos y ahora podía experimentar el del tacto, solo me faltaba el gusto. Empecé por los hombros, apretando un poquito, como dando un pequeño masaje, Lara mostró su aprobación con un: gracias, que gusto. Se relajó, pude notarlo, continué por los omóplatos y al llegar al cierre del sujetador del bikini me pidió que lo desenganchase.

-Lara. Será mejor que me lo quite, me está apretando un poco.

-Ana. Si que tienes un poco marcada la espalda.

-Lara. Necesito comprar un bikini nuevo. Debe hacer siglos que no me compro uno.

-Ana. Yo también. Tengo dos y no me gusta cómo me queda ninguno. Bueno la parte de arriba bien, pero de abajo me hacen un culo horrible.

-Lara. Por favor Anita no seas tonta, tienes un cuerpo increíble, ese culo no puede estar horrible ni con el bikini más feo del mundo.

Leo intervino divertida desde su hamaca.

-Leo. Yo no me atrevo a opinar. En culos vosotras sois las expertas.

-Lara. Nos tienes envidia?

La conversación continuó animadamente. El cierre del sujetador cayó y yo lo aparté a un lado. Lara seguía boca abajo y se acomodó los pechos que sobresalían hacia los lados. Debí gastar medio envase de protector, al terminar con la espalda me atreví a ponerle también en los laterales casi en el vientre y en la zona de las axilas donde arrancaban aquellas tetazas que desafiaban al tiempo y la gravedad. Deseaba continuar hacia abajo pero Lara se irguió y me dio las gracias no sin antes decirme que algún día tendría que darle un masaje pues lo hacía muy bien. Eso está hecho, contesté mientras me volvía a mi sitio a la sombra. Me acomodé y volví a mi libro. Lara se puso crema en el resto del cuerpo y yo noté como los jugos de mi rajita llegaban ya a mi ojete, me toqué un momento disimuladamente y aquello parecía aceite. Iba a ir al baño para intentar apagar algo el fuego que tenía entre mis piernas cuando Leo se levantó y se ofreció a traer algo de beber. Las tres aceptamos, le ofrecí ayuda pero Leo ya iba escaleras abajo. Volvió enseguida con nuestras bebidas favoritas, ron cola para nosotras y gin tonic para su madre. Entonces vi como Leo derramaba a propósito la mayor parte del gin tonic sobre el culo de Lara. Estaba helado y su madre se llevó un buen susto. Leo se disculpó y su madre que boca abajo no había visto nada pensó que se trataba de un accidente. Entonces Leo me sorprendió, me dejó boquiabierta, me sentí en lo alto de un tobogán lanzada cuesta abajo a toda velocidad. Ayudó a Lara a quitarse la braga del bikini y la animó a tomar un rato el sol en el culo. Yo no podía mirar a otro lado, estaban a poco más de un metro de mí, la cabeza de Lara casi a la altura de mis pies y sus piernas más alejadas. Me gustaba demasiado para volver la vista a mi libro, había visto ya todo aquel cuerpo pero lo mejor acababa de mostrármelo Leo cuando menos me lo esperaba. Leo tenía razón, aquel culazo necesitaba un poco de sol, estaba muy blanco pero también allí la calidad de su piel era superior, ni un solo granito, nada de celulitis, las dos enormes nalgas no caían hacia los lados incluso tumbada se mantenían firmes. Durante muchas noches desde entonces me dormí imaginándome que lo acariciaba. Casi me mareo cuando Leo agarró el protector solar y dejó caer un buen chorro en cada nalga, puso una de sus rodillas sobre la tumbona y empezó a magrear aquel culazo, nunca he tenido un orgasmo sin tocarme pero si alguna vez he estado cerca fue en aquel instante. Leo me miraba y extendía la crema suavemente por la raja llegando casi al ojete. Yo no podía más. Por la postura de Leo inclinada, sus dos tetazas colgaban sobre los muslos de su madre, Lara parecía muy relajada, casi dormida, y la mirada de Leo que se clavaba en la mía me resultaba muy muy morbosa. Me ponía muy cachonda ver moverse aquellos dos flanes al ritmo que marcaban las manos de Leonor. Esto duró un par de minutos. Leo seguía mirándome, su expresión era de estar disfrutando de lo lindo, le ponía muchísimo excitarme pero usar a su madre para hacerlo era un plus que añadía más pimienta. Al fin acabó el magreo con una sonora palmada en el culo de Lara. Leo me envió un beso y acercó su tumbona a las nuestras para seguir tomando el sol. Yo pregunté a Lara si podía usar su baño. Oí un por supuesto y salí disparada, cerré con llave y me arrodille a un lado de la puerta donde estaba el cesto de la ropa sucia, levante la tapa de mimbre y encima de todo encontré el vestido y el tanga que apenas media hora antes estaban sobre la piel de la mujer de mis sueños. Al instante noté en el vestido su aroma tan especial, aquel perfume. Me lo puse, me quedaba grande, no pesaba nada. Se me puso carne de gallina, los pezones se me erizaron, podría haber colgado dos perchas en ellos. Mi coño rebosaba ya. Me acerqué a la cara el tanga amarillo que Lara había llevado todo el día , vi en la parte que cubre la vulva que ella había pasado un día excitante también, se notaba que al llevarlo un poco apretado aquella zona había estado entre sus labios y absorbido el jugo de aquel manjar. Me lo puse, me lo quité, lo olí, me lo comí, me lo metí en el agujero de mi coño y con él dentro empecé a pajearme, me senté en el váter y abrí la tapa para no manchar el suelo, no tenía demasiado tiempo así que ni siquiera intenté retrasar el orgasmo, me pellizqué el clítoris varias veces, no conseguía agarrarlo de resbaladiza que estaba mi vagina, saqué parte del tanga del coño y me seque un poco. Pude agárramelo entre el índice y el pulgar. Estaba hinchado y muy al descubierto, tire de él y lo zarandee con fuerza, estaba tan caliente que el dolor me daba placer, debajo la entrada del coño ya estaba inundada de nuevo, por mi cabeza pasaron las imágenes de Leo y Lara, me las imaginaba comiéndome el coño una y la boca la otra, me daba igual, las intercambiaba a mi antojo, nunca me había ocurrido algo tan morboso. Me corrí maltratando mi clítoris, debí hacer bastante ruido, me dejé caer lentamente al suelo reventada, empapada en sudor, saque con cuidado el tanga de mi coñito, lo acerqué a mi cara, ahora nuestros olores estaban unidos en él.

Me tomé un par de minutos para recuperarme, me sequé la rajita varias veces con mucho cuidado porque estaba muy sensible, refresqué mi cara con un poco de agua y volví a la azotea solo con mi tanga. Mis diosas seguían como las había dejado, Leo me sonrió y yo le hice un gesto de que iba a matarla por lo que había hecho. Pero mi cara de placer decía todo lo contrario, decía gracias , decía quiero que esto no acabe nunca. Lara y Leo estaban desnudas y yo no quería ser menos, me quité el tanga y Leo me puso crema en la espalda. Yo lo hice en el resto de mi cuerpo, Lara seguía adormilada, yo quería que cuando se diese la vuelta me viese bien, quería que viese mi coño entreabierto, mojado otra vez, yo estaba tan cachonda que me daba todo igual. En unos minutos ella se dio la vuelta, llevaba gafas de sol, alzó el respaldo de su tumbona y mi desnudo empequeñeció frente a aquel mujerón, la que me enseño su rajita fue ella, levantó una rodilla arqueando su pierna izquierda y su coñazo se abrió lo suficiente para ver que estaba muy bien lubricado, sus labios internos brillaban al sol. Yo no sabía donde ella ponía sus ojos pero yo que no tenía gafas miré descaradamente aquel coño, aquellos pechos , aquellas piernas.

La tarde fue avanzando, tras un buen rato nos movimos a la zona de sombra, en la azotea estábamos a salvo de miradas indiscretas y Lara me puso todavía más cachonda al pasearse desnuda. Bajó a por el gin tonic que antes no pudo tomarse y subió de nuevo, trajo también algo de agua y se puso a regar las plantas. Leo estaba muy orgullosa de su madre, la veía feliz, mientras Lara había bajado a la cocina me confesó que el motivo de su preocupación los días anteriores a venirnos a Portugal era el temor a que su madre y yo no congeniásemos. Yo me sorprendí.

-Ana. Pero por qué no íbamos a congeniar?

-Leo. No sé. Os conozco a las dos y sabía que os ibais a llevar muy bien pero me agobiaba la idea de que algo no funcionase.

-Ana. Pues ya ves que todo va sobre ruedas.

-Leo. Si y me alegro mucho.

-Ana. Pero lo del magreo en el culo no te lo perdono en la vida.

-Leo. No seas hipócrita. Seguro que te has hecho una buena paja. Tan malo no habrá sido.

Mientras decía esto se me acercó y hundió un dedo en la entrada de mi coño. Le fue muy fácil. Se lo acercó a la boca y lo lamió.

-Leo. Espero que sigas pensando en mí de vez en cuando para tus pajas.

-Ana. Por qué no iba a hacerlo?

-Leo. Lo hiciste antes en el baño pensando en mí?

-Ana. (No podía mentirle) Pues sí y no. Me conoces demasiado. Espero que no te moleste. Tú no eres tonta, sabes el tipo de mujer que me gusta. Me corrí pensando en tu madre.

-Leo. (Orgullosa y sonriente) Gracias por la sinceridad. Pero ni me molesta ni me sorprende y no es la primera vez que veo como mi madre atrae a hombres y mujeres . Aunque nadie ha tenido tu suerte.

-Ana. Estoy muy cachonda me encantaría pasar la noche contigo.

En ese momento Lara subía con su gin tonic poniendo fin a nuestra conversación.

Aquella noche no pude dormir con Leo. Era una locura pensar que, al menos yo, iba a ser capaz de pasar la noche con ella y no follármela varias veces. El resto de la tarde fue muy excitante también. Cenamos algo, las tres bebimos un poco de vino y acabamos bajando al sótano para bañarnos en la piscina. Nos bañamos desnudas, me di cuenta de que iba a tener muchas oportunidades de contemplar aquel cuerpazo que llevaba ya veinticuatro horas ocupando el centro de mi vida. Mi primer día completo allí finalizo con horas de masturbación bajo mi sábana, debí dormirme ya muy tarde, de madrugada, tan excitada estaba que me corría, intentaba dormir pero después de un rato recordando todo lo que había ocurrido durante el día mi mano se iba de nuevo hacia mi coñito húmedo y vuelta a empezar. La última fue por detrás metiéndome uno de esos bolígrafos de varios colores primero y luego el mango de un cepillo. En realidad todas las noches eran un poco iguales, me costaba dormirme, los días fueron pasando y las escenas que Leo y sobre todo Lara protagonizaban me mantenían cachonda a todas horas. El carácter de Lara me gustaba más cada día que pasábamos juntas. Tenía la sensación de que la conocía de toda la vida. Por las mañanas nos ocupábamos de las tareas de casa, yo hacía la colada y esto me permitía comprobar en su ropa interior que Lara también mojaba su tanguita todos los días, me preguntaba por la causa de su magnífica lubricación, me gustaba fantasear con que yo era esa causa pero, quien sabe, a lo mejor era simplemente algo natural en ella o quizás yo exageraba y el tanga no había estado tan mojado como yo creía. Pero al día siguiente mi fantasía volvía siempre a confirmarse, llegaba uno de mis momentos favoritos en que me hacía cargo de los cestos de ropa sucia y a escondidas disfrutaba de los tanguitas de Lara, me encantaba olerlo y lamerlo. La tercera o cuarta noche, como Lara dormía solo con un mini camisón, fui al baño y cogí el tanga que se había quitado hacía un rato para llevármelo a mi habitación. Al menos introduje una novedad en mi desenfreno masturbatorio de cada noche. A la mañana siguiente me lo metí en el coño y así lo llevé de vuelta a su sitio sin ser descubierta. Me ponía my cachonda también el momento en que tendía la ropa cada día, el tendedero estaba un poco alto para mi estatura y Lara venía a ayudarme siempre. Me recreaba viéndola a contraluz, intentaba poner la lavadora temprano y tender la ropa cuando el sol todavía no estaba muy alto. Sus ropas solían ser al menos ligeramente transparentes y, no sé, aun pudiendo verla desnuda varias veces al día aquel momento tenía algo de especial, quizás el modo en que abría las piernas y levantaba los brazos era lo que más me calentaba.

Por las tardes solíamos bajar a la playa, a mi no me gustaba, me ponía celosa viendo como los hombres miraban a mis dos tesoros. Leo además hacia topless y se convertía en la expectación de una playa, por otra parte no demasiado concurrida. La vuelta a casa solíamos hacerla por separado, Lara se quedaba un rato con sus amigos del pueblo y nosotras nos adelantábamos para preparar la cena. Nos duchábamos en el baño de la segunda planta pues el de la habitación de Lara solo tenía la enorme bañera. Todos los días me prometía a mi misma que iba a sugerirle a Lara hacerlo juntas pero llegado el momento de la verdad no podía, que razón podía darle para hacerlo? No había escasez de agua ni nada por el estilo, estaba pasando un verano maravilloso y no quería estropearlo intentando tirarme a la madre de mi mejor amiga.

Tras unos diez días de vacaciones Lara propuso acercarnos a Lisboa, eran unas dos horas de coche. La idea no me sedujo en un principio pero al final me lo pasé bien. Salimos temprano en el todoterreno de Lara, ella había hecho multitud de veces ese trayecto. Al norte de la ciudad dejamos el coche en un parking y nos movimos en taxi el resto del día. Fue en el primer taxi que tomamos donde me di cuenta que tarde o temprano acabaría cayendo en la tentación de intentar acostarme con Lara. Ella llevaba un vestido de lino blanco de cintura alta que le realzaba mucho el busto. No era demasiado corto, casi llegaba hasta la rodilla, pero al sentarnos las tres en la parte trasera del taxi, yo en el centro y Lara a mi lado, nuestros muslos se tocaron. Yo llevaba una minifalda vaquera y tuve la sensación de que Lara dejaba su muslo desnudo a propósito para que tocase el mío. Además llamaba mi atención sobre distintos lugares por los que pasábamos para que yo me inclinase hacia su ventanilla y tenerme más cerca. El contacto de nuestras piernas fue eléctrico, algo fluía entre nuestros muslos y de su cuello salía aquel perfume que me excitaba tanto. El recorrido se me hizo corto y salí del taxi pensando que aquello empezaba a convertirse en una tortura.

Visitamos varios lugares preciosos, Lara nos llevo a comer a uno de sus restaurantes favoritos, donde la conocían de haber estado allí muchas veces, los camareros se deshacían en atenciones hacia ella, yo me moría de celos. La tarde la dedicamos a algunas compras. Nos separamos un rato de Leo y entramos a comprarnos un bikini en una boutique. Decidimos comprarnos el mismo, muy simple , braguita con lazos a los lados, muy poca tela por atrás, aunque no era tipo tanga y triángulos arriba también bastante pequeños, el color era un bonito rosa muy claro. Nos dieron varias tallas para probar, se refirieron a mí como si fuese hija de Lara y ninguna de las dos corregimos a la trabajadora de la boutique. Nos acercamos al probador y cuando iba a cederle el paso a Lara para que se probase primero, ella, con una sonrisa, me puso la mano en la espalda y suavemente me empujo hacia adentro y entró conmigo. Yo llevaba todo el día fuera de casa y mi vagina debía desprender un magnifico aroma porque la sentía empapada hacia horas, fue lo primero que pensé al quedarnos allí solas. Lara descartó uno de los bikinis porque las chicas de la tienda se habían olvidado de ponerle la tira sanitaria a la braguita. Nos desnudamos, yo estaba completamente roja y ella se dio cuenta.

-Lara. Anita acabo de darme cuenta que quizás no te apetecía que entrásemos juntas a probar.

-Ana. No, no eso. Me encanta que nos probemos cosas juntas. Es que acabo de darme cuenta que tengo la vagina un poco húmeda y voy a poner perdida la braguita del bikini.

-Lara. (Sonriendo y con un tono de voz tranquilizante). Tranquila, no eres la única, pero tiene fácil solución.

Mientras decía esto se acercó su dedo corazón a su coño y se toco levemente, mostrándome a continuación su dedo lechoso. Cogió dos salva slips de su bolso y me lo sujetó contra mi coño mientras yo me ponía el bikini. Mi rubor despareció y mi coño empezó a latir y segregar más y más jugo. Lara me pasó el segundo salva slip y yo repetí la operación esta ve en su chocho. Era algo totalmente innecesario, cada una podía haberse colocado su salva slip. Era la primera vez que ella no me hablaba en tono maternal. De repente éramos dos mujeres, dos amigas. Nos ayudamos mutuamente a colocarnos el bikini. Nuestras pieles se tocaron de nuevo y la electricidad volvió a fluir. Yo toqué ligeramente sus nalgas por primera vez, queríamos comprobar si el bikini cubría su raja. Nos miramos y remiramos en el espejo.

-Lara. Imposible, nunca encontraré un bikini de este tipo que cubra mi pandero.

-Ana. Te queda perfecto, yo incluso probaría una talla menos.

-Lara. Gracias por el cumplido.

-Ana. No es un cumplido. Es la verdad. Tienes un culo perfecto. Mira el mío, es enorme también. Pues yo estoy feliz con él, es lo que más me gusta de mi cuerpo. Bueno en tu caso todo tu cuerpo es perfecto, tu piel es seda pura, tus pechos son los que muchas mujeres pagarían por tener, eres guapísima pero seguro que tu culo es lo mejor.

Tuve que parar porque me estaba lanzando. Lara me contestó poniendo sus ojazos fijamente en mí sonriendo y con un gesto de cierta sorpresa.

-Lara. Vaya, gracias, me has arreglado el día. Ni me acuerdo de la última vez que alguien me ha dicho algo así. Sabes qué? Me llevo una talla menos. Si no me atrevo a bajarlo a la playa me lo pongo en casa.

Al acabar esta frase me dio un beso, en la mejilla, casi en la comisura de los labios. Seguíamos desnudas y yo estuve a punto de devolvérselo en los labios. Me contuve por un momento. Empezamos a vestirnos, yo cogí el sujetador de Lara y en silencio esperé a que se pusiera el tanga, cuando estaba lista desde atrás pasé mis brazos bajo los suyos, mis pechos tocaron su espalda, puse el sujetador delante de sus tetas y ella se las colocó dentro de las copas, yo se lo abroché atrás y separé mis pezones empalmados de su espalda, note que a ella se le erizó la piel. Mientras Lara se ponía su bonito vestido yo me puse mi falda vaquera y mi camiseta, no llevaba sujetador y mis pezones se marcaban muchísimo. Estábamos listas, Lara recogió su bolso del suelo del probador y cuando levantó la cabeza, acerqué mi cara a la suya y le di un beso en los labios. No fue un beso a traición, ella pudo haberlo rechazado pero no lo hizo. Fueron apenas un par de segundos. Su reacción, al menos, no fue darme un bofetón. Yo, que lo hice casi si pensar, no sabía a dónde mirar. Ella no dijo nada. Salimos del probador y Lara pagó los dos bikinis, yo no me atreví a decir nada, debería haber intentado pagar el mío o al menos dar las gracias pero estaba muda. Su tono de voz al hablar con la dependienta era relajado y distendido pero yo me temía que aquel día fuese el último de mis vacaciones con Lara y Leo. Me arrepentí profundamente de lo que había hecho. Creo que por primera vez en muchos días se me secó el coño. En los tres o cuatro minutos que permanecimos en la boutique se me pasaron todo tipo de ideas por la cabeza, alguna tan peregrina como hacerle ver a Lara que quería devolverle su beso en la mejilla y accidentalmente le planté uno en los labios. Era absurdo, yo incluso me había humedecido los labios antes de lanzarme. Por otra parte ella tuvo oportunidad de rechazarme y no lo hizo, tal vez lo mejor era asumir lo que había hecho y simplemente pedir perdón y prometer que no volvería a ocurrir. Tras aquellos eternos minutos, salimos a la calle, yo en silencio caminaba al lado de Lara sin mirarla, Lara sacó su móvil del bolso y llamó a Leo para quedar en algún lugar, Leo estaba comprando un regalo para un amigo del pueblo que cumplía años. Me tranquilicé al oír que Lara le decía que nos lo estábamos pasando muy bien, y que habíamos estado comprando unos bikinis. Por fin conseguí mirar a Lara de nuevo, su cara estaba relajada, no sonreía pero su expresión no era ni mucho menos de enfado. Me habló con cariño, casi agradecimiento.

-Lara. Gracias de verdad por lo que me has dicho antes, se que tus halagos son sinceros, ni mi marido me hace sentir tan hermosa como tú. Eres un sol, no me extraña que Leo te quiera tanto.

Yo tenía ganas de decirle tantas cosas. Pero me quedé callada, no era cuestión de tentar mi suerte de nuevo. Quizás ella solo quería ser amable y zanjar el tema al ver lo avergonzada que yo me encontraba, así que no iba a continuar tirándole los tejos.

Leo llegó en apenas unos minutos y continuamos tras tomar un café con nuestras compras. Yo me separé de ellas esta vez para comprar una cámara digital, eran novedad en aquella época y la necesitaba para mis estudios. También aproveché y compré algo para Lara y Leo, quería agradecerles lo magníficas anfitrionas que estaban siendo. Para Leo compré unos pendientes de oro blanco y para Lara un enorme pañuelo de seda. Cuando regresé al punto de encuentro con ellas me preguntaba si Lara habría compartido con su hija lo del beso. Era cuestión de ver a Leo y sabría si era así o no. Fue no, Leo no sabía nada, si lo supiese me habría lanzado su pícara mirada que yo conocía tan bien.

Llegamos a casa casi a media noche tan cansadas que yo ni siquiera me duche. Dejamos nuestras compras sobre la mesa del salón y nos fuimos a la cama. Yo me dormí pensando en aquel probador y en que había besado a mi diosa. No me masturbe, empezaba a echar de menos el roce con otra piel, tocándome lo había pasado muy bien en tantas ocasiones, pero desde el primer día de vacaciones con Leo en la ducha, todo mi sexo había sido solitario. Varias noches estuve a punto de sucumbir a la tentación y asaltar la cama de Leo, pero no me atrevía, su madre dormía a apenas unos metros de nuestras habitaciones. Ya de madrugada fui al baño de la habitación de Lara como solíamos hacer por las noches, ella dormía, estuve observándola un momento. Me apetecía tanto meterme en su cama.

A la mañana siguiente nos levantamos bastante tarde. De nuevo hacia un día radiante. Yo bajé antes que Leonor y me encontré a Lara en la cocina. Me acerqué a ella, todas las mañanas nos abrazábamos y besábamos en la mejilla pero ese día me besó en los labios, fueron un par de segundos. Yo sentí un cosquilleo en el estómago y le di un abrazo enorme, no sabía lo que ese beso significaba pero mi abrazo era de agradecimiento, ella me hacía sentirme muy bien, FELIZ. Era la primera vez que sentía algo así por una mujer.

Me pasé un buen rato pensando si aquel beso era maternal, de amiga o de amante o si simplemente Lara se había dado cuenta de mi mal rato el día anterior y quería darle normalidad a lo que era un simple beso.

Esperamos a Leo y cuando bajó les entregue sus regalos. Lara estaba encantada con su pañuelo, llevaba uno de sus mini camisones y se lo probó por encima. Leo también se mostró muy agradecida por sus pendientes pero en cinco segundos ya había puesto sus ojos en la cámara digital.

-Leo. Guau, una cámara digital.

-Lara. Y que tiene de particular?

-Ana. Pues que no tiene carrete, las fotos se pueden ver en un ordenador o en la tele.

En menos de cinco minutos, sin desayunar ni nada, tenía a Leo delante de mí posando con sus melones al aire de la mañana. Le hice unas diez u once fotos y las descargamos en mi portátil mientras desayunábamos. Lara se lamentó sonriente.

-Lara. Pero hija de donde te viene ese gusto por el exhibicionismo?

Leo echó un vistazo de arriba a abajo a su madre con su camisoncito, súper escotado que apenas conseguía contener sus enormes tetones, uno casi estaba completamente fuera y le soltó un: y tú me lo preguntas?

Las tres soltamos una carcajada al unísono y Lara me hizo prometer que yo me ocuparía de tener las fotos a buen recaudo. Las fotos habían quedado muy bien y Leo quería seguir jugando con ella pero al terminar el desayuno Lara nos dijo que tocaba limpieza así que nos dedicamos a las tareas de la casa durante el resto de la mañana y dejamos la sesión de fotos para la tarde. Lara se cambió y apareció con unos vaqueros impresionantes, Leo y yo nos quedamos con la boca abierta, yo por el tipazo que le hacían y Leo porque nunca había visto a su madre en vaqueros y con camiseta.

Después de comer sonó el teléfono, era el padre de Leo que llamaba desde Uruguay, tras una breve conversación con él Leo dejó a su madre al teléfono y nos subimos a la azotea. La tarde no era tan calurosa como los días anteriores pero no había nada de viento y se estaba muy bien. Leo quería que la inmortalizara completamente desnuda. Se quitó los shorts playeros que llevaba y la camiseta, no tenía ropa interior, apoyó su espalda en la pared de la casa y se agarró las tetas con las dos manos, yo empecé a disparar, realmente se había convertido en una mujer de bandera desde que nos habíamos conocido cuando era casi una niña, su larga melena estaba más rubia que nunca tras largos días de sol, su piel morena casi color miel. Hacía tiempo que no se depilaba a fondo, el monte de Venus si lo tenía perfectamente rasurado pero los labios tenían un pelo, si no abundante si más de lo que yo le había visto nunca. Me gustaba, era una novedad y resultó muy fotogénico porque le hice varios primeros planos con las piernas ligeramente abiertas. Tiré unas treinta fotos, en muchas posiciones, su cara de viciosa al posar me ponía muy cachonda y aunque llevaba días atontada besando el suelo por donde pisaba su madre, una no era de piedra. En cuanto Leo posó para su última foto empezó a insistir en que era mi turno. Lara se unió a nosotras en ese momento y yo no dudé en lanzarme. Me quité todo menos el tanga y Leo empezó a disparar, yo no podía poner una cara de zorrita como ella y me limite a sonreír. Lara me observaba con una sonrisa y Leo me pedía que me quitase el tanga y le dejase fotografiar mi culazo desnudo, yo accedí y me tumbe boca abajo en una colchoneta con una de mis rodillas algo doblada para mostrarle también mi coño abierto. Tras otras treinta o cuarenta fotos ya no quedaba ni un centímetro de mi piel sin retratar. Lara me hizo un sitio a su lado y me senté junto a ella en una tumbona, me pasó su brazo por encima de mis hombros y me beso en mi pelo.

-Lara. Tienes que haber salido guapísima. Me encanta esa sonrisa, eres muy fotogénica.

-Ana. Gracias, pero no sé si me atreveré a ver las fotos. Quizás lo mejor sea borrarlas.

-Lara. De eso ni hablar, yo quiero verlas

Leo intervino entonces.

-Leo. Ahora tú mama.

-Lara. Ni hablar, yo no tengo veinte años.

-Ana. Lara, vas a salir mucho mejor que nosotras, si no te gusta borraremos las fotos.

Yo mentía descaradamente, si aquella mujer, que me volvía loca, se ponía delante de mi cámara ni por todo el oro del mundo borraría esas fotos.

Lara accedió pero diciendo que de desnudarse nada, como mucho algo sugerente. Se fue a su habitación y cambió vaqueros y camiseta por un vestido blanco, tipo túnica, de tela transparente totalmente abierto por los lados, solo con unos hilos casi invisibles que dejaban ver todo su cuerpo desde las axilas hasta las piernas, no tenía apenas escote pero por los laterales se veían aquellas enormes peras, casi hasta los pezones. Yo empecé a quitar fotos y a decirle lo increíble que estaba, tenía gafas de sol y me acerque para quitárselas, le dije que su sonrisa no era la misma sin ver aquellos preciosos ojos, ella me miró y obedeció con un gesto de agradecimiento por mis palabras. Leo me pidió que les hiciese una juntas y se puso delante de su madre diciendo que tenía una idea. Sin más levantó la túnica de Lara y se la quitó, las dos desnudas se pusieron frente a mí con Leo delante tapando a su madre, la foto quedó muy bien. Yo no podía más, llevaba un par de días sin masturbarme y todo aquello me tenía al rojo, entonces Lara, ya desnuda me pidió que continuase, se tumbó sobre una toalla grande blanca, su piel estaba ya muy morena e incluso las marcas del bikini que tenía los primeros días estaban desapareciendo. Para empezar se puso boca abajo con los brazos bajo su cara, yo tuve una gran idea, fruto de mi calentón, le pregunté si tenía algún aceite hidratante y Lara indicó a Leo donde encontrarlo. Leo me lo trajo y se disculpó diciendo que tenía que ir al baño. Me guiño un ojo y me hizo un gesto como diciendo: voy a tardar.

Yo dejé la cámara y estruje el bote de aceite sobre la espalda de Lara. Me senté a su lado y empecé a extender el aceite.

-Lara. (Suspirando) Que bien, creo que prefiero un buen masaje a la sesión fotográfica.

-Ana. Tú tranquila. Puedes tenerlas las dos cosas.

-Lara. Anita me encanta como me cuidas, eres tan dulce, tan buena, nunca desde el día que nos conocimos te has quejado de nada, siempre estás pendiente de mí, pasas más tiempo conmigo que mi propia hija.

-Ana. Tengo que ponerte en el culito o prefieres hacerlo tú.

-Lara. Culito? Cariño mi trasero no admite diminutivos pero sí que estará encantado de recibir un buen magreo.

Era la primera vez que me hacía un comentario así, tan directo.

Entonces puse bastante aceite sobre mi objeto de deseo y me puse a magrearlo, fue cuando me di cuenta de su verdadero tamaño, necesitaba una eternidad para rodearlo por completo con mi mano, empezaba donde la nalga se une con el muslo e iba describiendo un círculo, pasando por la cintura, para acabar en la parte inferior de la otra nalga. Sus piernas estaban bastante abiertas y su carnoso coño a la vista, tentándome, por detrás se veía precioso, la depilación láser había incluido la zona entre el ojete y la parte inferior de la vagina, solo tenía algo de vello sobre los labios, solo me atreví a aceitar la raja, llegué a tocar casi su ojete pero no fui capaz de más, temía qué Leo regresase y me pillara con las manos en la masa, una cosa era el juego que se traía utilizando a su madre para calentarme y otra llegar y encontrarme sobándole el coño a Lara. Disfruté mucho de todos modos, todavía me quedaban los muslos y los trabajé a conciencia. Al final me limpié las manos y tiré las fotos, todo su cuerpo brillaba, y su moreno destacaba muchísimo sobre la toalla blanca, saqué varias de su culo muy de cerca, su coño estaba empapado y yo quería creer que yo era la causa del calentón de mi diosa. Lara se dio la vuelta y se embadurnó de aceite por delante. Continúe tirando fotos, pechos, coño por delante, que paja voy a hacerme en cuanto me quede a solas pensé. Leo regresó y tomamos el sol un rato, la tarde fue empeorado y bajamos a la piscina del sótano hasta la hora de cenar.

Después de cenar tuvimos que cerrar todas las ventanas que normalmente estaban abiertas. Leo estaba impaciente por ver las fotos así que yo las pasé a mi portátil y de él a un DVD. Me guardé una copia en el disco duro. Eran unas cien fotos. Nos acomodamos las tres en el gran sofá frente al televisor y Lara nos puso unos licores. Nos tapamos las tres con un par de mantas porque la temperatura había caído bastante. Leo y yo estábamos en tanga y camiseta como siempre y Lara con una bata de raso blanca sin nada debajo. Yo en medio estaba calentita, Lara se apretujaba contra mí, nuestros muslos se daban calor mutuo. Hoy todos estamos hartos de hacer fotos pero en aquel momento nos causó verdadera impresión vernos en el enorme televisor por primera vez totalmente desnudas. Las fotos iban pasando lentamente empezando por Leo, al principio nos reíamos, silbábamos y sobre todo Leo hacía todo tipo de comentarios subidos de tono pero poco a poco el silencio fue imponiéndose al jolgorio. Cuando llegaron mis fotos Lara agarró mi mano y dijo: que guapa mi Anita, te comes la cámara con esos ojazos. Mientras a mi lado derecho no me creía que Leonor se estaba acariciando el coño bajo la manta, se abrió un poco de piernas y puso su pierna encima de la mía agarrando mi mano y llevándola al interior de su muslo. Yo no me ruboricé por una vez y acerque mis dedos a su almejita, era puro aceite, yo no era la única necesitada de un buen meneo. Leo seguía a lo suyo cuando llegaron las fotos de Lara y las dos exclamamos un halago que ella agradeció besando el anverso de mi mano izquierda y quedándose con ella. Allí estaba yo, en la gloria, Leo me tenía agarrado el otro brazo y llevaba mi mano a su coño. Yo me preguntaba si pretendía correrse allí mismo y notaba que cuanto más desnuda aparecía Lara en la pantalla más se excitaba, además su chocho empezaba a hacer ruido de húmedo que estaba. Cuando el Dvd llegó al final noté que se colocaba el tanga que se había apartado a un lado y se levantaba para irse a la cama. Me invitó a subir con ella y acepté, yo me moría por un orgasmo y aunque me hubiese gustado quedarme allí con Lara, que se había puesto otro licor, la invitación de Leo suponía una gran tentación. Subimos, nos lavamos los dientes y para mí sorpresa Leo me pidió prestado el portátil para ver las fotos en su habitación. Yo accedí y me di cuenta que no estaba invitada, Leo cerró por primera vez en todas las vacaciones su puerta y me dejó con el calentón. Encima me dio un buen morreo a cambio del PC para acabar de ponerme a mil. Estuve a punto de bajar de nuevo al salón pero pensé que Lara quizás quería estar sola. Me metí bajo las sábanas y me quité el tanga, el coño estaba tan bien lubricado que el jugo llegaba ya a mi agujero de atrás, así que empecé a meterme un dedo por el culo para no correrme enseguida. Empecé a repasar lo excitante que había sido el día y lo que más cachonda me ponía era que Leo estaba en la habitación de al lado pajeándose con nuestras fotos. Me fui calentando más y más y ya tenía un par de dedos en mi culo. No podía dejar de pensar en ellas pero allí estaba, sola como tantas veces. Mi excitación era tan fuerte que me levanté de mí cama y me iba directa a tocar a la puerta de Leo cuando vi a través de mi ventana la luz del televisor del salón reflejada en los árboles del jardín. Cambié de opinión, fui al baño de Lara, me lavé las manos y me limpié el coñito que rebosaba jugo, busqué el tanga de Lara en su cesto de la ropa sucia y jugueteé un poco con él como hacía casi todos los días. Volví a mi habitación y me puse el tanga más sexy que tenía y una camiseta my corta. Bajé en silencio las escaleras hasta la segunda planta, por suerte antes de abrir la puerta que separaba las escaleras del salón eché un vistazo a través de unos pequeños cristales circulares y translúcidos que adornaban los extremos de la puerta, desde allí se veía perfectamente el sofá iluminado por el enorme televisor y a Lara acariciando una de sus tetazas, la tenía fuera de la bata, una de sus manos sujetaba el enorme pecho sobre su palma como si fuese una bandeja y con la otra rozaba la yema de su dedo contra la aureola y el pezón. Yo ya la había visto desnuda, mis labios ya habían besado los suyos, aunque aún no supiese que tipo de besos eran los nuestros, mis manos habían magreado ya su trasero y sus muslos pero aquella escena era la primera evidencia directa de que aquella mujer también sentía, también gozaba, también necesitaba sexo para poder conciliar el sueño. Su cara miraba fijamente el televisor y por un reflejo en una ventana al fondo del salón vi perfectamente que era el DVD con las fotos lo que estaba viendo, incluso podía distinguir de qué foto se trataba, enseguida se terminaron pero con el mando a distancia lanzó de nuevo el disco. Aparecieron las primeras fotos de Leo y el morbo me invadió de nuevo, Lara seguía acariciándose el pecho y con su mirada fija en la pantalla. Me fascinaba la relación que tenían madre e hija, yo sabía que Leo solo se había acostado con una mujer en su vida y era yo pero casi todos aquellos días de vacaciones había estado tentada de preguntar a Leo por la relación con su madre. No fui capaz, era algo demasiado personal por muy amigas y amantes que fuésemos. De lo que tampoco fui capaz fue de traspasar la puerta, la tentación era muy fuerte pero me faltó valor. Lara no tenía prisa alguna, estuvo así varios minutos y yo metí mi mano entre el tanga y mi coño. Su paciencia me contagió y estuve un rato acariciándome por fuera sin tocar apenas labios ni clítoris. Luego ya no pude resistir más al ver como ella agarraba el pecho con las dos manos y se lo llevaba a la boca, era algo que aunque yo era capaz de hacer, ni de lejos con su facilidad. El tamaño de sus tetas le permitía comérselas muy cómodamente y ella se sacó la otra y alternativamente se llevaba los pezones a la boca y succionaba como si fuesen un chupete. De vez en cuando apartaba la mirada del la tele y se las observaba, las separaba, jugueteaba con ellas y volvía a juntarlas, sus aureolas eran enormes y los pezones tenían ahora el tamaño de una pequeña aceituna. Me excitó mucho que cuando vi en el reflejo que llegaban mis fotos ella fijase de nuevo su mirada en la pantalla. Dejó sus pechos y vi desaparecer su mano derecha bajo la manta con la que se tapaba de cintura para abajo, leí en su cara perfectamente que acababa de tocar su coño por su gesto de placer. Sus ojos estaban clavados en mi cuerpo que iba apareciendo en distintas posturas, ya no pude más y me corrí en cuanto mis dedos empezaron a trabajar la entrada de mi chochito. No fue la corrida de mi vida, me gusto y punto. En el fondo deseaba hacer realidad mi deseo de follar con ella que no había hecho más que aumentar desde el día que la conocí. Lara seguía jugando con su coño ya hacia un rato, lentamente, sin prisa alguna, su sexualidad parecía totalmente distinta a la mía, en aquel rato yo podría haberme corrido ya varias veces y tener el chocho tan sensible que ya habría recurrido a la parte de atrás, pero aunque aquella maldita manta me tapaba la vista de su vagina me parecía, por el movimiento de su brazo y la apertura de sus piernas, que se estaba metiendo alguno de sus estilizados dedos, lo hacía lentamente en cualquier caso. Seguí allí en silencio otros veinte minutos, entregada a mi tarea de voyeur, me daba igual que Leo pudiese bajar y sorprenderme, es mas pensaba hablar con ella y averiguar, al menos, si Lara conocía mi condición de lesbiana, eso me ayudaría a valorar su actitud hacia mí, por ejemplo el hecho de probarse el bikini conmigo o pedirme que le untase aceite en su cuerpo. Me estaba meando así que subí arriba al baño de Lara, quería bajar de nuevo, me daba mucho morbo ver como se corría y con qué fotos lo hacía, antes rápidamente cogí mi bata de mi habitación y eche un vistazo rápido a la de Leo. Su puerta estaba ahora abierta y por su respiración debía llevar un buen rato dormida. En un minuto estaba de nuevo espiando a mi diosa, la encontré ya mucho mas excitada, su brazo se movía de otra manera, como si en vez de hacer movimientos de fuera adentro con sus dedos, estuviese ya acariciando la entrada de su magnífica almeja o quizás sus labios internos que yo me imaginaba brillantes, rosáceos y húmedos como la primera vez que los vi mientras tomábamos el sol. Su vulva estaba aun tapada por la manta pero una de sus piernas salía hacia un lado, se había recostado en el sofá. Me maravillaba una vez más la tersura de su piel, aquel pedazo de muslo estaba firme, ni rastro de flacidez. Tuve tiempo de empezar a sobarme de nuevo, su aguante me empezaba a dar envidia, se tocaba y tocaba con tal control que creí que amanecería antes de que Lara se corriese. Lentamente fue respirando cada vez más rápidamente, casi jadeando, y cuando por enésima vez aparecieron mis fotos me di cuenta que el final llegaba, apartó la manta bruscamente hacia un lado y se abrió bastante más de piernas, pude ver su coñazo abierto completamente y su mano que volaba arriba y abajo a velocidad de vértigo, su cara estaba completamente roja, casi desencajada, llevaba quizás más de una hora tocándose el chocho y aun aguanto minutos y minutos frotándose con una dureza que yo no aguantaría ni unos segundos. Lara, como podía, aguantaba su mirada clavada en mis imágenes y casi en una de las ultimas se corrió con un grito mudo de placer que aun así resonó en el silencio absoluto de la noche. Se derrumbó hacia un lado en el sofá, se había metido varios dedos dentro en el momento del orgasmo y su mano seguía atrapada entre sus piernas ahora cerradas, sus pechos subían y bajaban mientras trataba de recuperar el aliento y respiraba rápida y profundamente, la veía feliz, se quedo así un par de minutos mientras su respiración se normalizaba y despacio sacó su mano del chocho y se la llevo empapada a la boca. Se lamio los dedos y se tapo con la manta. Yo ni me había tocado, había estado observando sin perder detalle, no quería distraerme con nada. Subí las escaleras feliz, Lara se había corrido viendo mi cuerpo desnudo en aquellas fotos que todavía conservo, al menos sabía que yo la excitaba y mucho. Me metí en cama muerta de frio y enseguida oí como Lara subía y entraba en su habitación, eran más de las tres de la madrugada y yo intente emular a mi diosa con una paja lenta pero explosiva como la suya. Fue en vano, no tardé ni cinco minutos, empecé a fantasear con la imagen de nosotras tres en el sofá y Leo besando a su madre y me corrí sin remedio. Esta vez fue mucho más placentera que la anterior y me dormí profundamente.

Me despertaron las ganas de orinar a la mañana siguiente, pensé que sería muy temprano pues todo estaba casi a oscuras todavía. Casi me muero de vergüenza al ver en mi reloj de la mesita que eran casi las doce. Salte de la cama y fui al baño, ni Lara ni Leo estaban en sus habitaciones. Fuera estaba lloviendo y no se veía casi nada alrededor de la casa con la cortina de agua que caía, además hacia bastante viento. Me lave la cara y me fui hacia la cocina lamentándome porque me gustaba bajar antes que Leo y encontrarme a Lara sola, su beso y su abrazo eran el mejor de muchos buenos momentos cada día. Tuve suerte y Lara estaba sola, la vi con pantis por primera vez, hacia bastante frio, eran negros y se ajustaban perfectamente a sus maravillosas piernas, además llevaba una falda bastante corta con vuelos y acampanada de color beige. Ella también había dormido más de la cuenta ayudada por la tormenta. Me disculpé y me acerque a ella dispuesta a cobrarme mi beso de cada mañana que últimamente era en los labios. Nos abrazamos primero y luego yo me puse de puntillas y nuestras caras se acercaron, por primera vez saque un poco mi lengua y toque sus labios con ella, nos separamos y nos miramos a los ojos sin miedo tras el beso, Lara estaba feliz, sonriente y relajada y yo tenía un cosquilleo por todo mi cuerpo.

-Lara. No te preocupes cariño yo acabo de bajar. La única que ha madrugado es Leo y se ha ido hace un rato con el coche.

-Ana. Con esta tormenta?

-Lara. Pues sí. Me ha pedido que las disculpes y te llamará luego. Yo todavía estaba en cama cuando se ha ido.

-Ana. Ha donde habrá ido con este tiempo?

-Lara. (Sonriendo y abrazándome de nuevo) Me encanta que te preocupes por ella. Todos estos años, aun sin conocerte, me daba mucha tranquilidad saber que estabas tú con ella. Pero no hay motivo de preocupación, estará en el pueblo con sus amigos, con esta tormenta los barcos no han salido y mañana es sábado así que es como un día festivo para esta gente.

-Ana. Bueno, espero que esté bien. Asusta un poco esta oscuridad y por las ventanas no se ve nada, apenas los arboles del jardín.

-Lara. Pues esto no es nada, probadamente empeore a lo largo del día, todos los veranos tenemos un par de días así.

Yo había bajado en bata y Lara, aparte de su preciosa falda que le daba un aspecto juvenil, llevaba una chaqueta de punto blanca muy bonita con solo el sujetador debajo de color rosa. Casi nunca llevaba sujetador en casa. El hecho de estar solas en casa me hacia olvidar mi sincera preocupación por Leo.

-Ana. Me encanta este sujetador, es precioso. Te queda muy bien así con la chaqueta medio desabrochada.

-Lara. (Poniéndose ambas manos sobre los pechos) Gracias, sabes que en casa nunca me lo pongo pero no quería que estas dos se enfriasen. Y tú te vas a congelar con esa batita.

-Ana. Es que apenas me he traído nada más que ropa muy ligera, no me esperaba más que sol y calor.

-Lara. No te preocupes, antes de desayunar vamos a bajar al garaje a poner la calefacción y luego subimos y te dejo algo de ropa. Tardará un par de horas pero la casa acabara calentándose, la caldera es un poco lenta pero en semana santa la utilizamos un par de días y funcionaba perfectamente.

Así hicimos y conseguimos poner a funcionar la vieja caldera que solo se usaba para la calefacción. Subimos a su habitación y Lara abrió su vestidor, aun no viviendo allí tenía una cantidad fenomenal de ropa.

-Lara. Creo que lo mejor será buscar algo elástico como unas mallas porque nuestras tallas son bastante distintas.

-Ana. Me encantaría ponerme pantis como tú, me encanta el tacto que tienen.

-Lara. En ese caso creo que tienes suerte porque el año pasado me equivoque de talla al comprar unos y luego no los devolví. Deben estar en el fondo de algún cajón.

Ella empezó a revolver los cajones de ropa interior y enseguida los encontró. Me quite la bata y el tanga y empecé a ponérmelos. Eran negros.

-Ana. Me van perfectos y son de los caros tienen un tacto increíble.

-Lara. Yo te confieso que si alguna prenda me pone un poco cachonda son los pantis desde luego.

-Ana. Bueno a mí los tangas lo confieso, pero los pantis me encantan también.

Nos reímos y Lara se puso a buscar algo mas para mí. Nuestra confianza mutua seguía aumentando. Lara me dio una chaqueta de punto con motivos navideños, a ella le hubiese quedado por la cintura pero a mí me hacía de vestido y ya no necesitaba nada más.

Cuando bajamos a la cocina nos dimos cuenta de que casi era hora de comer y no de desayunar. Las dos teníamos hambre y decidimos preparar unas tortillas francesas y una pequeña ensalada. Yo me ocupé de la ensalada y Lara empezó a preparar la tortilla. Ella junto a la encimera, casi dándome la espalda, y yo en la mesa de la cocina. Su cuerpo se cimbreaba ligeramente al batir los huevos, su enorme culo daba más campana a la falda del que esta ya tenía y sus nalgas se notaban dentro moviéndose como flanes. Yo paré mi trabajo y la observe descaradamente. Ella notó mi mirada pero no dijo nada, paró un momento y se subió un poco más la falda en la cintura dejando sus muslos mucho más a la vista, siguió batiendo los huevos y me hablo con voz suave.

-Lara. Podrías acercarte y subirme un poco los pantis, yo tengo las manos llenas de huevo.

Yo me acerqué a ella, sus manos estaban limpias. Le levanté la falda, vi que no llevaba nada debajo de los pantis, no había nada que subir, estaban perfectamente ajustados, eran como una segunda piel. Separe mis manos lo suficiente para abarcar sus caderas y las apreté fuerte con las palmas de mis manos. Apreté mi cuerpo contra el suyo, ella seguía con los huevos aunque su respiración se volvió larga y profunda. Subí su chaqueta y bese su espalda, una de mis manos pasó de la cadera a su nalga y con la otra acaricie su vientre, yo me pegaba a ella todo lo que podía casi la estrujaba. En ningún momento me rechazó, pero me pidió tranquilidad susurrando.

-Lara. Tranquila, tranquila, no tengas prisa.

-Ana. Pero Leo podría volver en cualquier momento.

-Lara. No te preocupes, Leo no va a volver, la conozco.

-Ana. Como lo sabes, te lo ha dicho ella?

-Lara. No pero es mi hija, a veces yo sé antes que ella lo que va a hacer.

Seguimos un momento abrazadas susurrando mientras la tormenta arreciaba y el agua golpeaba los ventanales de la cocina. Ahora sí que parecíamos aisladas del resto del mundo.

Lara se giró y nuestras lenguas se anudaron. Estuvimos besándonos unos minutos, yo no podía creerme que fuésemos a follar, lo que había empezado como una fantasía se estaba convirtiendo en realidad. Algunas veces me habían gustado madres de mis amigas pero con un tipazo así jamás. No podíamos parar, nos comíamos la boca y nos metíamos mano, yo le suplicaba a Lara irnos a la cama, pero ella me pedía tranquilidad. Nos separamos y acabamos de preparar la comida. Nos reímos mucho al darnos cuenta de lo que nos habíamos preparado: tortilla. Yo le confesé a Lara que tenía miedo de que se lo pensara mejor y no quisiese seguir adelante. Su contestación fue dejar el tenedor sobre su plato, levantarse y quitarse los pantis. La casa empezaba a estar templada. Se acercó a mí y pude ver el cordón de unas bolas chinas que salía de su enorme coño, se sacó las bolas empapadas en jugo y me las ofreció. Yo no dudé un momento y empecé a chuparlas, estaban calentitas, quise tocar su chocho pero ella se alejo hacia el tendedero. Hacía muchísimo frío allí, pero a Lara le dio igual, se desnudó del todo y empezó a recoger del tendedero la ropa del día anterior.

-Lara. Me excitabas mucho todos estos días cuando me observabas aquí en el tendedero.

-Ana. Qué vergüenza, te dabas cuenta?

-Lara. Nada de vergüenza. Esperaba cada día que me pidieses ayuda con la colada y cuando acababa me tenía que ir al baño a masturbarme.

Mientras Lara hablaba yo me senté en una vieja silla y empecé a acariciarme el coñito por encima de mis pantis , hacía frío pero Lara seguía su tarea completamente desnuda. De vez en cuando se daba la vuelta para mostrarme su tesoro, aquel enorme culo, que yo por fin iba a saborear.

-Ana. Con lo que me hubiese gustado acompañarte, por qué no hemos hecho esto antes?

-Lara. Pues yo no estaba segura de lanzarme y supongo que tú tampoco, es normal el tener miedo a ser rechazada. Y luego está la diferencia de edad, que tampoco ayuda y que soy la madre de tu mejor amiga.

-Ana. Y por qué hoy? Porque estamos solas, varias veces lo hemos estado durante estos días.

-Lara. Bueno eso es algo más complicado cariño.

En ese momento me levanté y fui hacia ella. Nos abrazamos y la besé, estábamos las dos heladas.

-Ana. Me apetece un baño calentito. Por qué no subimos y me cuentas lo que sea.

Mientras subíamos Lara contoneaba su culo escalera arriba y yo le di un par de palmadas en las nalgas, me estaba comportando como un fontanero.

La sensación de meternos juntas en la bañera con el agua calentita fue deliciosa, yo bajé rápidamente a por una botella de vino blanco.

Lara me dejó de piedra cuando me contó una historia que a mí se sonaba mucho. Al parecer hacía tiempo que Leo le hablaba de un regalo que iba a hacerle y que la haría muy feliz, Lara imaginó todo tipo de obsequios incluido un nieto, pero esa mañana cuando Leo fue a su habitación a despedirse antes de salir hacia el pueblo le anunció que yo era su regalo.Yo pretendí no saber nada, no quise decirle que yo también había recibido la misma promesa y que ella era también mi regalo.

-Ana. Por favor Lara, dime que no os habéis enfadado por mi culpa.

-Lara. No, nada de eso. Me dejó boquiabierta, no supe qué decir. Me dio un abrazo y se fue.

-Ana. Me muero de ganas de follar, no quiero saber más. No voy a preguntarte si soy la primera mujer con la que te acuestas ni que sientes por mí ni nada. Quiero follar hasta que no podamos más.

-Lara. Perdona Anita pero necesitaba contártelo, estoy bastante confundida, todavía no sé muy bien cómo hemos acabado las dos aquí metidas en esta bañera, siento que Leo te ha traído aquí para que te acuestes conmigo y eso me inquieta y me encanta al mismo tiempo. Y, por cierto, nunca me he acostado con una mujer, vas a tener que ser mi maestra.

Era evidente que Lara conocía mi pasión por las mujeres, y si era cierto que yo era la primera, iba a recordarme toda su vida. Estábamos juntas sentadas en la bañera, yo me senté sobre sus muslos y estuve jugando con sus tetas unos minutos le pedí a Lara que se comiese una como había hecho la noche anterior y yo chupe el pezón de la otra, tenía que sujetarla con las dos manos y me impresionaba su peso. La vieja caldera poco a poco iba caldeando el ambiente en la casa y se estaba ya muy bien. Entre la bañera y la pared había un espacio que permitía sentarse e incluso tumbarse, estaba cubierto con láminas de madera. Yo me salí del agua y me senté con mi espalda apoyada en la pared, doble mis piernas y apoyé los codos sobre las rodillas. Lara, sin salir del agua se acercó a mi chocho abierto de par en par para ella. Me encanta es precioso me dijo y yo le contesté poniendo un tono imperativo: vamos a ver que sabes hacer cariño. Una vez más hizo gala de su paciencia y empezó suavemente a mordisquear mis labios externos con mucho cuidado, estaban bastante peludos para lo que en mi era habitual, el resto de la vulva sí me la había depilado un par de días antes. Para ser el primer coño que se comía Lara lo hacía muy bien, a pesar de haber estado en el agua enseguida le regalé una buena dosis de mi miel, ver su cabeza entre mis piernas y tocar su pelo me ponía cachondísima y su lengua sabía donde tocar para subirme la temperatura sin que me corriese, aquella mujer sabía lo que hacía, sin duda había pasado horas y horas experimentando con su chocho para llegar a tener tal control de la masturbación. A los pocos minutos yo me moría por correrme pero ella no me dejaba acercar mi mano para masajear el clítoris. Su lengua entraba varios centímetros en mi vagina y ya dentro la movía hacia los lados y arriba y abajo, me daba mucho placer pero sabía que así tardaría en correrme. Lara ocupó mi lugar fuera del agua y se puso en la misma postura, yo me metí en el agua y su enorme coño quedó frente a mí, pude ver bien el precioso depilado, casi total, solo sus labios tenían un vello muy cortito y suave, tardé nada en hundir mi boquita en aquel agujero, podía meter mis labios en la entrada y llegar muy adentro con mi lengua, Lara grito de placer, yo abrí sus labios agarrándolos hacia fuera con mis dedos y me dije que ya era hora de que alguien se corriese allí. Llegué a frotar toda mi cara por su vagina y acabé con ella llena del néctar que no paraba de salir de su enorme almeja. Lara me interrumpió disculpándose de una manera tan educada y fina que me hizo mucha gracia, dada la situación: se estaba orinando. Hizo un ademán de levantarse para acercarse al váter pero yo la paré con un gesto que ella entendió perfectamente. Estas segura? me pregunto, Claro que estaba segura continué con mi trabajo y cada vez su delicioso coño estaba más suave, más carnoso y más y más húmedo, y encima venía aquella lluvia que yo esperaba con impaciencia, Lara tardo un par de minutos pero finalmente de su uretra salió a toda presión un chorro calentito que me empapo la cara, yo seguí lamiendo su coño como si nada, Lara tenía muchas ganas porque su meada no se acababa nunca, tuve tiempo de hacer algo que me encantaba, bloquear con mi lengua su salida para que fuese hacia los lados y empapar sus ingles. Con la meada Lara se volvió loca, su paciencia y su saber hacer se terminaron ahí, yo me acerqué a su cara y nos dimos un morreo, mi cara estaba empapada de su meada, nos salimos de la bañera y nos secamos atropelladamente, en menos de un minuto estábamos sobre su cama, la dos estábamos tan calientes que no podíamos hacer nada que no fuese un sesenta y nueve, Lara debajo y yo encima, nos corrimos casi a la vez, yo utilicé mis dedos para llevarla al orgasmo , frotando su raja desde la entrada hasta el clítoris, ella me hizo correrme solo con su boca.

Las dos sentimos la necesidad de abrazarnos, Lara se dio la vuelta y nos besamos una vez más, las dos saboreamos el sabor de nuestro propio coño en la boca de la otra. Teníamos la luz apagada y la habitación estaba en penumbra, no eran más de las cinco pero nos dimos cuenta que la tormenta no dejaba de ir a más. Estábamos muertas de hambre, apenas habíamos comido algo al mediodía. Lara no había tenido bastante y me lo hizo saber.

-Lara. (Metiéndose dos dedos en su vagina). En mi vida he tenido mi juguetito así. Es como si metiese mis dedos en un tarro de Nivea.

-Ana. (Metiendo mis dedos en su coño). Solo que está calentito. Me encanta.

-Lara. Haber el tuyo. También está muy bien, pero no como el mío. Me encanta como me follas. Nunca he tenido un orgasmo como este y en la bañera me has vuelto loca,

-Ana. Gracias pero eres tú y éste cuerpazo que me pone a cien. Pero no me creo que nunca hayas estado con otra mujer. Te veo muy desenvuelta.

-Lara. (Riéndose). Te lo juro. Siempre me han gustado las mujeres pero nunca he tenido la ocasión. Pero la vida me ha compensado poniéndome una princesita como tú a mi disposición, porque ya te aviso que la noche va a ser muy larga.

-Ana. Cariño, te parezco infantil si te pregunto cuando empecé a gustarte. Tú a mí me pusiste cachonda desde el primer día nada más verte.

-Lara. En eso te gano. Yo hace casi un año que me masturbo pensando en ti.

-Ana. Como un año? Si nos conocemos hace unos días.

En ese momento sonó el teléfono, Lara me dijo que debía ser su hija y me dejó que hablase con ella, me dio un beso y bajó al sótano a bajar la calefacción. Yo cogí el teléfono de la mesita junto a la cama y efectivamente era Leo. Se oía fatal, parecía mentira que llamase desde el pueblo a apenas un kilómetro.

-Leo. Que tal todo va bien, has abierto tu regalo?

-Ana. Leo por un lado quiero matarte y por el otro comerte a besos. Porque te has ido, vas a venir a dormir? Estoy preocupada por ti, el tiempo está empeorando.

-Leo. Ayer comprendí que tenía que darte un empujón, la tenías a punto y en vez de lanzarte te quedaste mirando tras la puerta, te pedí el ordenador para que pusieses tu atención en ella pero ni así.

-Ana. Es que para ti todo es muy fácil pero yo no soy así. Pero tranquila hoy no te he defraudado. Pero, por favor vente para casa.

-Leo. De eso nada, hoy duermo con dos buenas pollas. No te preocupes yo estoy perfectamente. Que lo paséis muy bien. Ah, y dile a mi madre que ya puede abrir la caja. Un beso, te quiero.

Colgué el teléfono y bajé en busca de Lara. Subía del sótano tras haber bajado un poco la calefacción y traía una cajita de pescado rebozado para cenar. Ya no hacía nada de frío y las dos estábamos desnudas.

-Ana. Leo se queda a dormir en el pueblo.

-Lara. Te dije que teníamos tiempo. Pero veo que estás preocupada y no hay motivo. Ella va a estar bien Anita. No necesito explicarte más, tú la conoces bien.

-Ana (Más tranquila). Lo sé pero me asusta un poco esta tormenta. Y ahora tienes que contarme lo de antes. Hace un año ni me conocías.

-Lara. Bueno yo intentaré explicártelo, créeme que no es fácil pero a cambio tú tienes que vestirte para mí, me vuelve loca ese culazo pero también me encantaría que te pusieses algo sexy.

-Ana. De acuerdo pero yo no tengo lencería ni nada especialmente sexy.

Subimos a su habitación, por mi nos hubiésemos quedado en pelotas, me gustaba pasearnos desnudas por todos los rincones de la casa. En ese momento recordé lo de la caja y se lo dije a Lara, ella se acercó a la gran caja fuerte empotrada en la pared y abrió la pesada puerta tras introducir el código. Al fondo había una caja dorada que yo recordaba haber visto entre el equipaje de Leonor. Lara la abrió y las dos lanzamos una exclamación. Dentro había un conjunto con una preciosa mini tanga de color blanco, medias a juego y un camisón de gasa completamente transparente y muy corto, debajo una nota decía: el blanco te sienta muy bien.

-Lara. (Sorprendida y divertida) Vaya, a esta hija mía no se le escapa detalle. El día que llegasteis Leo me pidió que guardase esta caja y me hizo prometer que no la abriría. Te das cuenta de lo que esto significa? Leo lo tenía todo planeado.

Lo que Lara decía era más que evidente y también lo era que la dos estábamos encantadas en el papel de marionetas. Pero la caja contenía algo más que mi conjunto, también había algo para Lara, cuando lo vimos parecía una gran polla de látex pero venia también con un arnés para colocársela en la cintura y follar. Ninguna de las dos habíamos visto algo así antes y nos quedamos con los ojos abiertos. Una nota decía simplemente: para Lara.

Nos quedamos un rato sin saber que decir y Lara rompió el silencio con un tono positivo.

-Lara. Bien será mejor que cenemos algo, hay que reponer fuerzas.

-Ana. Voy a mi habitación a ponerme mi regalo, y tú que te vas a poner?

-Lara. Te dejo que elijas.

-Ana. Muy fácil, donde están las bolas chinas?

-Lara. Creo que en el baño.

Entré en el baño y lavé con cuidado las bolas, se las di a Lara.

-Lara. Ya esta, solo esto?

Se sintió muy halagada. Yo quería ver su cuerpo al natural, aquellas tetas que cuando se inclinaba casi llegaban a su ombligo, sus caderas cada vez me gustaban mas, sus pies desnudos eran una debilidad que yo tenía y su culo parecía hablarme y pedirme que me ocupase de él. Enseguida baje con mi conjunto, Leo se había gastado un buen dinero, el tacto era tan suave que solo ponértelo ya te erotizaba. Entré en la cocina y me encontré a Lara en vaqueros y camiseta.

-Lara. Cariño, no te enfades, pero me da miedo el aceite de la sartén, en cuanto acabe me desnudo. La bolas están ya en su sitio. Caray que buena estas con ese camisoncito, Leo tiene buen gusto para la lencería.

-Ana. Los vaqueros te sientan muy bien pero desnuda me haces sentir una privilegiada, supongo que muy poca gente te ha visto y encontrarme entre ellas es algo muy especial, eres la mujer más espectacular que jamás veré, eres inmejorable.

No podíamos estar más de cinco minutos sin morrearnos y meternos mano, a este paso no cenaríamos nunca. Después de un nuevo magreo, Lara me envió al salón a preparar la pequeña mesa que había entre el sofá y el televisor para cenar allí. Finalmente nos pusimos a cenar, y Lara abrió una botella de vino. Por fin iba a satisfacer mi curiosidad.

-Lara. No sé por dónde empezar pero bueno supongo que es evidente que mi matrimonio ha sido un éxito en muchos aspectos pero no en el sexual. Hace años que mi marido y yo ni siquiera dormimos juntos, no voy a darte más detalles porque no quiero aburrirte. El caso es que mi única fuente de placer estos últimos anos son mis dedos y algún juguete. Cuando me toco prefiero pensar en mujeres y no en hombres, no siempre pero cada vez más. Hace unos meses Leo empezó a hablarme de ti cada vez que nos veíamos, por supuesto antes me hablaba de ti pero de otra manera. Últimamente incluso te describía con detalle, me hablaba de tu culo, decía que era tan grande y tan bien hecho como el mío, tus pechos, tu pelo incluso lo bien depilado que tenías el coñito. Ponía tanta pasión en sus descripciones que una noche no pude más y en mi imaginación te hice de todo, tuve el mejor orgasmo en mucho tiempo y a partir de entonces eres el centro de todas mis fantasías. Cuando me dijo que ibas a pasar aquí el verano se me puso un nudo en el estomago y no pude comer en varios días. Era una mezcla de nervios, excitación, ansiedad. Me sentía ridícula por la ilusión que tenía por verte. Cuando llegaste me tranquilicé bastante al ver cómo era tu carácter, pero me intranquilicé al ver tu cuerpo y lo guapa que eras. Sabía que iba a sufrir al no poder hacer realidad mis fantasías.

Lara me puso muy cachonda. Yo quería saber que fantasías eran esas y hacerlas realidad.

-Ana. Que te imaginabas? Ahora puedes hacerlo realidad.

-Lara. Muchas cosas, lo de comernos el coño mutuamente ya lo hemos hecho, pero con el tiempo acabé excitándome muchísimo con algo tan simple como que salíamos juntas a cenar, me masturbaba pensando en nosotras cenando en un bonito restaurante, paseando y besándonos sin parar. No te cuento nada más me da mucha vergüenza.

Lara me hablaba sin mirarme a la cara, su rubor me divertía y me gustaba, yo la besaba en el cuello.

-Ana. Te dijo Leo que yo era lesbiana desde el principio?

-Lara. No desde el principio, pero hace ya tiempo, varios anos.

-Ana. Y por qué crees que ella sabía que yo te gustaría, no hubiese sido más lógico que lo intentase con un chico.

Me di cuenta de lo personal que podía resultar la pregunta y me disculpe. Lara me interrumpió.

-Lara. No te preocupes, si hemos estado follando toda la tarde tienes todo el derecho a preguntar lo que quieras. No hay nada que ocultar, tranquila. Leo no es tonta, me conoce bien, supongo que se habrá fijado en como miro a las mujeres, ella es muy observadora y, bueno, una vez me sorprendió en la playa comiéndome con la mirada a una chica que hacia topless.

-Ana. Y ya está?

-Lara. (Divertida).Y que esperabas, que me hubiese sorprendido haciendo una orgia en mi cama con diez jovencitas?

Nos reímos y terminamos rápidamente de cenar, no me convenció demasiado la explicación de Lara, lo de los regalos dejaba bien claro que Leo estaba muy convencida de que lo mío con Lara funcionaría pero estaba tan caliente que solo pensaba en follar. Terminamos de cenar, Lara seguía en vaqueros y un top con tirantes, me daba pena desnudarla, estaba tan buena con vaqueros. Nos acabamos el vino y Lara tomo la iniciativa. Se puso de rodillas en el suelo y empezó a besarme los muslos, luego metió su cabeza bajo mi camisón y fue besando mi vientre hasta llegar a mis tetas, deje que jugase con ellas unos minutos, luego le quite el top y me tumbe en el sofá, le susurre que se pusiese encima de mí, de rodillas, con sus tetones colgando. Podría jugar con ellos durante horas, chupé sus pezones con fuerza, tenía miedo de hacerle daño, pero Lara empezó a contarme mientras suspiraba como una noche se había puesto dos pinzas de la ropa en ellos mientras se pajeaba pensando en mi, entonces chupe y chupe sin miedo, ella gritaba pero me pedía que no parase, con su rodilla metida entre mis piernas apretaba mi resbaladiza vulva. Lara se subió al sofá y encajo sus piernas con las mías para juntar nuestros chochos, conseguimos que se tocasen, nuestros cuatro muslos juntos eran lo más excitante de la postura, me gustaba tener su coño pegado al mía pero yo pensaba en no defraudar a Leo y subir a probar su regalo. Subimos a la habitación de Lara y lo sacamos de la caja, fuimos al baño y lo lavamos juntas. Se me hacia la boca agua viendo como Lara enjabonaba aquella polla de látex. Volvimos a la habitación y ayudé a Lara a colocárselo en la cintura. Se quitó las bolas chinas y se las comio sin compartirlas conmigo. La parte trasera de la polla tenía una zona para masajear su coño mientras me penetrase. Yo me había metido de todo por el chocho pero cuando Lara me penetró sobre la cama sentí que era diferente, su cuerpo encima mía, sus pechos otra vez colgando sobre mí, me agarre a sus nalgas y ella empezó a follarme poco a poco, la polla era bastante grande pero entraba sin ningún problema, Lara estaba muy cachonda, al principio nos reíamos por lo insólita que nos resultaba la escena pero las risitas dejaron paso a nuestros jadeos, cuanto más me follaba Lara mas placer recibía ella del reverso de la base del falo, paró un momento para ofrecerme la polla, yo la chupé como había visto hacer a su hija varias veces, estaba empapada de mi jugo. Lara continuó follándome y ofreciéndomela para comérmela varias veces más. Al final se volvió loca y me follo con tal fuerza que mi cono goteaba, empape la sabana, yo acerque mi mano como pude al clítoris y me corrí en unos segundos. No estoy seguro si Lara lo hizo también pero cayó sobre mi jadeando empapada en sudor, su piel ardía y no tuvimos fuerzas ni para besarnos. La primera en moverse fue Lara, se quito el arnés, la polla aun estaba empotrada en mi chocho, la sacó con cuidado y empezó a chuparla, yo aun disfrutaba de mi orgasmo pero al ver sus labios redondearse para metérsela en la boca ya pensaba en el siguiente. Nos besamos y me ofrecí a Lara para lo que apeteciese, pensé que me pediría que ahora la follase yo pero su respuesta fue: hazme lo que más te apetezca, ese es mi deseo. Estas segura? Le pregunte. Su respuesta fue afirmativa. Fui a mi habitación y volví con mi ordenador portátil, lo coloqué sobre la mesita de noche y empecé a reproducir aleatoriamente las fotos del día anterior. Lara se giró hacia su lado izquierdo sentada sobre la cama, yo me puse en su espalda las dos apoyándonos sobre las almohadas, la abracé y besé su espalda y su cuello. Le susurre que ayer me había quedado con ganas de verlas juntas en el salón.

-Lara. Estuviste espiándome?

-Ana. Me corrí dos veces mientras lo hacía. Vas a castigarme?

No hubo más respuesta que un profundo suspiro. Yo agarré su enorme trasero y empecé a acariciarlo sin prisa. Lara se acomodo para que lo tuviese a mi entera disposición. Enseguida mi impaciencia me pudo y empecé a masajearle el ojete, tome algo del abundante jugo de su chocho en mi dedo y fui metiéndoselo poco a poco, ella movía sus caderas para exponer mejor su mercancía y al final con una pierna flexionada y la otra más estirada, dejo a la vista la entrada del culo y el chocho. Me hubiese gustado hacerle una fotografía en esa postura. Lara no se cansaba de mirar nuestras fotos y su respiración me excitaba muchísimo, yo ya podía meter y sacar mi dedo con total facilidad, la postura me permitía besar su cuello y su espalda. Cuando Leo aparecía en pantalla Lara aprovechaba para girar su cabeza y besarme, pero a la tercera yo le ordene fijar su vista en la pantalla.

-Ana. (En tono imperativo). Esta es mi fantasía, ahora mando yo.

-Lara. Os habéis acostado alguna vez?

-Ana. Bastantes, y pienso seguir follando con ella pero de ti estoy enamorada y de ella no, contigo es distinto pero, si puedo, quiero seguir tirándome a las dos, no quiero que esto se acabe aquí.

Era la primera vez que le confesaba a Lara que aquello para mí era algo más que sexo. Dejé que girase la cabeza y me dio un beso y empezó a repetir “te quiero” sin parar. Yo me centre en su agujero de nuevo, a mi me encantaba correrme por detrás y quería que ella tuviese el máximo placer posible. La entrada de su culo estaba a punto para meter un segundo dedo y tenía a mano suficiente lubricante en su almeja, lo embadurné bien y los dos entraron con facilidad, Lara tenía su atención puesta en las fotos de nuevo. A mí me apetecía horrores tocarme pero necesitaba la otra mano para apartar una de las nalgas y clavar mis dedos en su culo. Ella estaba muy relajada y yo no podía más, me dolía la mano. La deje un momento y fui al baño en busca de un cepillo cuando vi la polla de látex, era un poco grande pero por probar no perdía nada. La hundí en su cono para lubricarla y la saque cremosa, sin problema la punta entro en su culo pero me di cuenta que algo tan gordo no iba a darle el placer que yo quería, mientras se me ocurría algo me baje y estuve lamiendo su cono y la entrada del culo, ella empezó a jadear y me dijo que era la primera lengua que acariciaba su ojete. Note que sus nalga y su espalda tenían la piel de gallina decidí seguir besando y lamiendo su ano porque veía que se estaba volviendo loca, se había olvidado del ordenador y se puso boca arriba tumbada sobre la cama pidiéndome que me pusiese el arnés con la polla. Yo me apresuré y en cuanto estuve lista ella abrió sus piernas y las levanto agarrándoselas por detrás de las rodillas. Yo tenía miedo de hacerle daño, primero se la metí hasta el fondo por el chocho pero eso no era lo que Lara quería, la saque y fui metiéndosela con cuidado hasta llegar al fondo, ella gritaba, yo no sabía si de dolor o placer, si la sacaba me pedía que la metiese de nuevo, me tranquilizó ver que entraba ya y salía con toda facilidad y me concentre en darle todo el placer que se merecía. La follaba alternativamente con fuerza y mas suavemente, agarraba sus tremendos muslos con mis manos y besaba sus gemelos y sus tobillos. Sus tetas no paraban de moverse y ella se las agarraba porque parecía que iban a salir volando. Se metió los dedos en el coño y me los dio a lamer, luego se los lamió ella. Poco a poco fui dejándome caer sobre su pecho y nos besamos, o más bien nos chupamos nuestras lenguas, noté su brazo buscando el clítoris y empezando a frotarlo, yo le pedí que no lo hiciese, quería que se corriese solo por detrás, ella me dijo: cariño ya me he corrido dos veces.

Yo no lo había notado pero dejé que se tocase y seguí follándola por detrás. Esta vez soltó un grito desgarrador que me asusto y buscó mi boca casi llorando para besarme, saqué la polla de su culo y dejé que me besase todo lo que quisiese. Separamos nuestras bocas y ella cayo rendida frente a mí. Tenía la respiración aceleradísima y vi que no le quedaba ni un gramo de energía. Me masturbé mientras la contemplaba delante de mi completamente desnuda, ella reunió fuerzas y se puso boca abajo para que yo me corriese viendo su enorme trasero, me miraba con deseo, yo de reojo veía las fotos que pasaban todavía en mi portátil, la cara de Leo parecía mirarme desde la pantalla, sus ojos preciosos se clavaban en mi. Me corrí pensando en las dos y en qué nos depararía el futuro inmediato. Seriamos capaces las tres de manejar aquella situación a partir del día siguiente?

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