Dentel y Sahara corrían colina abajo con los enseres que habían podido rescatar de la cabaña de Sahara antes de que las llamas lo calcinaran todo. Una mula parda, que tenia Dentel, cargaba con un montón de trastos en unas grandes alforjas, es lo que pudieron rescatar cuando huyó del pequeño establo pavorizada por las llamas. No habían podido recuperar nada de ropa y tan solo tenían lo que llevaban puesto. Sahara, un vestido que le llegaba por las rodillas, más bien era tela en forma de saco, atada con un cinturón de cuero a la cintura. Dentel, además de unos pantalones algo roídos y una camisa, llevaba un chaleco hecho de piel de vaca. Habían permanecido escondidos durante el asalto perpetrado por los bárbaros del sur capitaneados por el peor de todos, Iván de Analar.
Dentel tenía unos venti… pocos años, tampoco estaba seguro y Sahara unos diez y nueve más o menos. Tampoco sabía cuándo los cumplía. Los mismos barbaros, en otra ocasión, habían llegado durante una noche y la habían raptado como esclava. Esta vez había podido escapar antes de que la vieran, aunque fue peor la incursión. Cuando se marcharon, después de robar lo que consideraron de valor y de apresar a los más jóvenes que no consiguieron escapar, habían prendido fuego a toda la aldea. Dentel y Sahara habían cogido un estrecho sendero que llevaba hasta el rio. Era una zona llena de arboles altos y frondosos que cubría toda la rivera del río. Ya más tranquilos, sintiéndose a salvo, caminaban junto a la orilla mientras sonaba el agua al pasar entre las piedras. Dentel miraba hacia atrás de vez en cuando para asegurase de que no los seguían. Ya cuando se sintieron a salvo después de varias millas, Dentel se paró para respirar hondo.
-Vamos a parar aquí para descansar. Creo que no nos han seguido. Dijo Dentel. Shara todavía con la respiración agitada susurro.
– ¿Qué haremos ahora Dentel?, lo hemos perdido todo y no podemos volver.
– No te preocupes mujer. Mañana seguiremos hacia el norte, por el borde del rio, y veremos si la aldea de Anatol es segura.
Anatol era primo de Dentel y hacia un año que les había hecho una visita contándoles lo bien que estaba en la aldea en la que se había instalado. Se alejaron unos metros del río para estar más seguros. Encontraron una pequeña zona con hierba alta y mullida y sacaron un par de mantas de las alforjas para extenderlas sobre la hierba.
– Tenemos comida para un par de días. Dijo Dentel
– He podido recuperar el arco y algunas flechas. Nos servirá para conseguir comida cuando está se nos acabe.
– Cuantos días crees que tardaremos en llegar? Preguntó Sahara.
– No lo sé! Tres, cuatro, quizás alguno más! Comeremos algo rápido y continuaremos hasta que se haga de noche.
Dijo Dentel mientras sacaba una hogaza de pan, queso y algo te carne salada. Comieron rápido y volvieron a la senda que iba al lado del río hasta que el sol desapareció por las montañas y la luz se fue con el. Se salieron del sendero, para más seguridad, y buscaron una zona entre grandes piedras para resguardarse por si alguien pasaba por el sendero. Sacaron un par de mantas y ataron la mula a un árbol. Pusieron una manta sobre la hierba para tumbarse en ella y la otra la utilizaron para taparse. Era una noche relativamente cálida para el frio que solía hacer.
Las manos de Sahara rodearon el cuero de Dentel sintiendo el calor que emitía. Sus turgentes y voluminosos pechos se pegaron a la espalda de Dentel y este sintió como por su cuerpo la sangre se aceleraba. Al cabo de unos minutos Sahara susurro al oído de Dentel.
– Dentel…estas dormido?
– No!! Contesto el algo nervioso.
– No puedo dormirme! Susurro Sahara.
– Estoy nerviosa y tengo frio!
Dentel se dio la vuelta colocándose frente a la mujer y paso sus brazos sobre el cuerpo de ella abrazándola. Sahara sintió ese calor humano y su cuerpo se fue relajando. Noto como las manos de él acariciaban su espalda con sus rudos dedos y las manos de ella hicieron lo mismo mientras notaba cierta excitación en la respiración de Dentel. Su mano fue bajando lentamente por la espalda del hombre hasta llegar a su culo cubierto por el pantalón algo andrajoso que llevaba. Seguidamente no dudo en pasar la mano a la zona delantera y sintió como el miembro de Dentel estaba muy erecto bajo el pantalón.
El notó la mano de ella y se puso más nervioso de lo que ya estaba. – Creo que tu padre no aprobaría esto!! Dijo Dentel con voz suave y cariñosa.
– Mi padre ya no está. Le he visto morir mientras intentaba defender la entrada de la casa y nuestro futuro es bastante incierto. Estamos solos, y nos dirigimos a un sitio que no conocemos. No creo que debiéramos desaprovechar ningún momento que nos regale el presente. Contesto ella con voz cálida pero firme.
– Espero que Anatol nos acoja en su casa cuando lleguemos! Dijo Dentel intentando animar a la mujer y a la vez a sí mismo.
– Buscare trabajo y seguro que nos ira bien!
Sahara ya masajeaba el miembro erecto de Dentel con su mano delicada y suave. – ¿Te gusta? Dijo ella con una leve sonrisa mientras mantenía sus labios muy cerca de los de él.
Dentel acerco más sus labios hasta sentir los de ella y un largo y sensual beso los envolvió. Sahara movía su mano despacio sujetando el miembro de Dentel mientras este pasaba sus labios por el rostro de ella, bajando lentamente por su cuello, después por el escote, hasta llegar a la fina piel de su hermoso pecho. Una de sus manos lo tocaron, lo sobaron hasta notar como los grandes pezones de la mujer se pusieron erectos. Bajo con delicadeza la roída ropa que los cubría y los miró con los ojos muy abiertos. La luz suave que emitía la luna casi llena, los hacia brillar de una forma especial.
– Te gustan? Susurró ella.
El asintió con la cabeza sin dejar de mirarlos.
– Chúpalos un poco! Te gustará y a mi me dará calor!
– Dentel tardó unos segundos en acercar sus labios. Los puso sobre uno de los bonitos pezones y comenzó a chuparlo con deseo.
– Despacio, despacio! Susurró ella mientras mantenía una mano en el miembro duro y con la otra le acaricia a el denso pelo de la cabeza.
El cuerpo se Sahara tembló ligeramente y su mano apretó con más fuerza el miembro que sujetaba. Ahora fue el cuerpo de Dentel el que tembló y sintió una deliciosa sensación cuando su miembro empezó a mojar la mano de Sahara. Ella siguió masajeando el erguido miembro hasta que dejo de manar.
– ¡Vaya, lo siento! Susurro Dentel.
– No te preocupes. Dijo Sahara sonriendo. – ¡Me gusta hacerte feliz! Sahara saco un pañuelo y limpio el miembro del hombre y su mano. Después se acurruco contra su cuerpo y mientras se quedaban dormidos le susurró.
– No te preocupes. Yo te haré feliz y te enseñaré a que tú me hagas feliz!
Con las luces del alba se levantaron y miraron en todas direcciones, todo parecía tranquilo. Recogieron sus enseres y continuaron el camino por la pequeña senda que iba junto al rio.
– Parece que nadie nos ha seguido! Dijo Dentel sonriendo a Sahara. Esta le devolvió la sonrisa después de mirar hacia detrás y ver que no había ni se oía susurró
– Si, hemos tenido suerte. Parece que este camino no lo ha cogido nadie más. ¿Qué habrá sido de los demás? Dijo Sahara.
– Espero que hayan podido escapar, como nosotros. Contesto Dentel intentando aliviar a la mujer
– Es una horda muy violenta y vienen para hacer esclavos. Dijo Sahara.
– Hace tres años, cuando tú todavía no vivías aquí, hicieron una incursión y se llevaron a más de veinte personas. Sahara hizo una pausa y prosiguió.
– Yo fui una de las que se llevaron. El Jefe, Iván, me hizo su esclava y me violaba casi a diario. Tuve que soportar eso durante dos meses hasta que pude escapar. Estuve varios días escondida en el bosque hasta que decidí volver a mí aldea. Los mayores que quedaron, y que no se quisieron llevar por ser demasiado viejos, me contaron que me anduvo buscando durante días para llevarme con él. Dentel la escuchaba con cara de tristeza.
– ¡No lo sabía, lo siento! Dijo él.
– No te preocupes, aquello ya paso y lo he superado. Desde aquel momento decidí que la vida es muy corta y pensé en vivirla…de otra manera. No dejaré que un carbón como ese me la joda. Dentel no sabía que decir, estaba abrumado por las palabras de Sahara y tiraba de la mula algo nervioso. El sol estaba llegando al centro del día y sugirió pararse a comer y descansar un poco.
– Este es un buen sitio para descansar. Dijo Dentel mirando unas grandes rocas que había a unos cincuenta metros en la ladera.
– Está resguardado y si pasa alguien no nos verán.
Se desviaron entre la maleza hasta dejar de ver el sendero. Había una pequeña cueva tapada por unos árboles frondosos. – ¡Es un sitio perfecto! Dijo Sahara.
– Además, amenaza lluvia y aquí podremos resguardarnos. Descargaron la mula y la ataron a un tronco donde había pastos para que comiera. Dentel recogió ramas secas antes de que empezara a llover y las paso dentro de la cueva. Apenas tenía profundidad, unos cuatro metros, pero era suficiente para hacer un fuego y resguardarse de la lluvia que empezaba a caer. Se puso a encender el fuego mientras Sahara acababa de meter los enseres dentro de la cueva. Su pelo largo y castaño se había mojado ligeramente y las gotas de agua que resbalaban por su cuerpo hacían brillar su piel morena. Se agacho junto al fuego arremangando la parte baja de su roído vestido de tela vieja y sus muslos de piel tersa hicieron fijar la mirada de Dentel. El muchacho con la cabeza baja, avivando el fuego, miraba esos muslos intentando disimularlo. Todavía le vencía su timidez.
– Empezaremos una nueva vida, Dentel! Dijo ella con una amplia sonrisa.
– Seguro que nos irá bien en la aldea de tu primo! Sahara agachada, dejaba ver un escote que el brillo del fuego realzaba.
La lluvia que caía era fina y Sahara decidió aprovecharla para limpiar su cuerpo. Se acercó hasta la entrada de la cueva y se quitó el cinturón que ajustaba el roído vestido a su cintura. Tan solo era una pieza de tela cuadrada que se metía por la cabeza y el cinturón la ajustaba a su cintura. Tiro de el hacia arriba de espaldas a Dentel. El cuerpo de la hermosa mujer quedó desnudo, tan solo cubierto por sus bragas algo desgastadas. Dentel la miraba y sentía como en su cuerpo crecía la excitación. Tan solo se le ocurrió decir.
– Cuando lleguemos a la aldea de Anatol, te comprare ropa nueva!
Ella salió un par de metros de la cueva y su cuerpo comenzó a mojarse con las finas gotas que caían. Su piel morena y tersa fue adquiriendo un brillo especial. Se dio la vuelta después de escuchar a Dentel y sonrió diciendo.
– Es que…no te gusto desnuda?
Dentel se puso nervioso, se le trababa la lengua.
– Claro que me…gustas…desnuda, pero la ropa que llevas ya está muy vieja y quiero comprarte otra!
Sahara comenzó a frotar su cuerpo con las manos lentamente, mientras cerraba los ojos y disfrutaba del agua que lo recorría. Paso un minuto así, subiendo y bajando las manos por todo su cuerpo. Dentel la miraba sin pestañear. Sintió como su miembro se hacía más grande bajo el pantalón. Los movimientos sensuales de Sahara le habían provocado una gran excitación. Sahara camino despacio hacia el interior de la cueva. Dentel rápidamente saco una prenda de tela a modo de toalla y cubrió el cuerpo mojado de la mujer.
– Sécame! Sugirió ella sonriendo.
Dentel comenzó a frotar el cuerpo con la prenda sintiendo bajo ella las prominentes curvas del cuerpo de Sahara. Las manos de Sahara bajaron despacio hasta llegar al pantalón del excitado hombre. Sus dedos tocaron sobre la tela y sintió la erección que ya tenía el miembro. Cogió la prenda que cubría su torso por la parte de abajo y tiro de ella hacia arriba. El pecho musculoso del hombre quedó al descubierto y los labios sensuales de Sahara comenzaron a besarlo. Su lengua lo humedecía, dejando un rastro de saliva por donde pasaba. Dentel sentía mayor excitación a cada segundo sin poder controlarlo. Sahara fue bajando con su lengua lentamente por el pecho de Dentel. Se detuvo en su vientre mientras sus manos desabrochaban el pantalón que cayó al suelo. El miembro del fornido hombre destacaba erecto y duro sobresaliendo de su cuerpo. Sahara lo acarició con sus delicadas manos, miro el capullo hinchado y saco su lengua carnosa y húmeda pasándola por el sonrosado capullo. Dentel cerró los ojos y se dejó llevar por esa sensación de placer. Ella sabía lo que iba a ocurrir si abría su boca y metía dentro ese capullo erecto y duro, pero no lo dudo. Lentamente abrió sus sensuales labios y comenzó a succionarlo ligeramente, quería que ese momento durará, que Dentel sintiera como el placer aumentaba en su cuerpo. Chupo suavemente y poco a poco lo fue introduciendo en su boca. Dentel abrió los ojos y miro como la mujer abría mas su boca y succionaba hasta meterse la mitad del miembro dentro. Chupo más y más, cada vez las succiones eran más intensas, y el excitado hombre no pudo resistir y sintió un placer inmenso cuando su miembro, duro y estirado como una estaca, se desbordó en la boca de Sahara llenándola de una leche espesa y caliente. Sahara comenzó a tragar mientras no dejaba de chupar. La leche no paraba de manar y acabo desbordándose entre sus labios. El líquido blanco resbalaba por sus mejillas pero no dejo de chupar hasta que sintió que ya no salía nada del miembro del hombre. Le oía jadear mientras todavía mantenía la polla en su boca. Fue sacándola despacio mientras lamía la leche que resbalaba por ella. La polla todavía seguía dura cuando la saco de su boca.
– Te ha gustado? Dijo ella sonriendo.
– Ha sido delicioso! Me has dado un placer inmenso!
Sahara se incorporó besando largamente la boca de Dentel mientras mantenía la mano en su polla.
– Ahora me lo darás tu a mi! Le susurró Sahara al oído mientras comenzaba a restregar la polla contra su coño.
– Te iré enseñando cómo darme placer! Le volvió a susurrar. Dentel la tenía agarrada por el culo apretándoselo con sus fuertes manos mientras sentía su capullo entre el oscuro bello que cubría el centro de sus piernas.
– Chúpame los pezones! Dijo ella cuando ya empezaba a sentir excitación.
Dentel bajo su boca y comenzó a lamer las tetas y a chupar los erectos pezones pero ella necesitaba sentir mas.
– Chupa más fuerte! Volvió a decirle mientras ya había colocado el hinchado capullo entre los labios de su coño.
Las succiones de Dentel comenzaron a ser más fuertes a la vez que los dedos se clavan más en su culo. Movió levemente las caderas y parte de la dura polla penetró en su coño, Dentel al sentirlo, movió las suyas y la polla, tiesa como una estaca, penetró entera llenado la vagina de Sahara. – Ahghghg!! Gritó ahogadamente.
– Despacio! Quiero sentir como entra y sale! Volvió a susurrarle.
El hizo lo que le pedía y se movió lentamente. La polla comenzó a entrar y salir despacio haciendo que el coño de Sahara se abriera y se cerrará.
– Así, asiii!!
Susurró ella con una voz delicada. No sólo ella, también Dentel estaba sintiendo un delicioso placer. Las grandes manos del fornido hombre se agarraron al culo de Sahara mantenimiento un ritmo suave en el vaivén de sus caderas. Ella sentía como a cada movimiento, la dura polla de Dentel penetraba más profundamente.
– Te gusta así? Preguntó él con apenas un susurro de su voz.
– Síii, siiii!! Pero no sueltes la leche todavía! Dijo ella jadeando contra sus labios.
– Tranquila, todavía no llega!
El duro miembro de Dentel ya entraba entero, y Sahara, notaba el choque de los huevos contra sus muslos.
– Me gusta! Me gusta! Lo estás haciendo muy bien! Tienes una generosa verga! Ufff, venga! Ahora más fuerte! Más deprisa! Y ábreme el culo bien con tus fuertes manos!
Dentel se movió más deprisa, y sus penetraciones se hicieron más fuertes y profundas, provocando un ruido especial al chocar contra la pelvis de Sahara.
– Así, asiií! – Susurró Sahara jadeando. – Sigue, sigueee! Aghggg! Diosss! Aghggg!! Grito Sáhara al sentir como se corría y se empapaba su coño.
– Vamos, dame ya tu leche!
Dentel comenzó a darle fuertes empujones. Sentía como su polla se deslizaba como el agua entre las piedras, como sus huevos sonaban al chocar contra las piernas sensuales de Sahara y su polla se llenó de calor al sentir como la leche fluía como un torrente a través de ella. Dentel jadeó mientras la leche fluía, y Sahara movía sus caderas jadeando casi al compás. Después de unos segundos, los dos pararon de moverse. Sahara le besó en los labios con ternura y le susurró sobre ellos.
– Lo has hecho muy bien! Me has dado un gran placer!
Se retiró y salió de la cueva para que la fina lluvia que caía limpiará sus piernas por las que escurría la leche que se desbordaba de su coño.