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En la borrachera todo se permite

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Los que vienen leyendo mis entradas sabrán que soy una ama de casa con una sexualidad frustrada. Gracias a Dios que existe el porno, los mods de los Sims y otras herramientas o de lo contrario yo me volvería loca. Sí, soy una gamer de los cojones.

Cuando empecé a salir con mi novio, actualmente mi marido (para mi desgracia) él se pintaba a sí mismo como un "macho cabrío", un adicto al sexo. Qué va, poco más el dios mismo de la lujuria. Menuda estupidez. Si me la logra poner durante más de dos veces en el mes es todo un milagro. Lo máximo que lo hicimos en un sólo mes fueron tres veces, tuve que soportar épocas de sequías con intervalos de tres meses entre un encuentro y otro. Por eso aprovecho las ocasiones cuando mi marido está ebrio.

Cuando él está pasado de copas, no suele tener control de su cuerpo. De hecho, no se acuerda de nada, o casi nada, de lo que pasó. Y como Dios me dio este apetito sexual voraz, y él no hace ni medio intento en solucionar el problema, pues hay que aprovechar las oportunidades que la misma vida te da.

Recuerdo que ese día estaba caliente como pocas veces lo estaba. Ya llevaba dos meses sin nada, dos meses sin poder satisfacer la imperiosa necesidad de sentir una verga caliente y dura en mi interior. Y como mi querido esposo había vuelto de una reunión con sus amigos muy, pero muy, tomado, aproveché la situación.

Como si fuese Rocky Balboa (con la mitad de la cara paralizada) me exigió que le quite las botas. Yo obedecí. Ya se había vomitado en la entrada de la casa, nada que un poco de agua y algo de desinfectante no solucionen. Lo siguiente que hice fue acostarlo en la cama para que él pueda descansar un poco de la borrachera que portaba, y luego, ahí sí, le bajé los pantalones y el bóxer.

Algunos de mis lectores piensan que mi esposo es poco dotado, pero no. Sólo por eso sigo con él: porque tiene un vergón que pocas veces he visto. Duro, cavernoso, venoso, grueso, y que entra justo en mi vagina.

Se me hacía agua la boca (y la concha) de sólo imaginar la sensación. Y pese a que mi esposo hacía sus "intentos" de evitar que me le suba encima, a mí me importó un carajo y lo mismo agarré su pija dura y me la metí yo misma.

Empecé a gemir y a moverme, a estimular mi clítoris mientras imagina que estaba haciéndolo con Franco, uno de los muchachos con los que yo tenía relación gracias a vueltas de la vida, y que, hasta ese momento, seguíamos hablando, mandándonos mensajes, calentándonos, pero nunca habíamos concretado nada. Ganas no faltaban, lo que faltaba era que él se decida a cogerme. Seis años menor que yo, pero con mi misma energía sexual.

Imaginé sus ojos, sus voz, esas palabras que tanto me gustaban que me dijera, censurables y sucias... Deseo a Franco hasta el día de hoy, y me prometí a mí misma que algún día lo iba a coger.

Mientras repetía su nombre en mi cabeza, gemía y suspiraba, usando la verga de mi marido como consolador. Mi pobre esposo, pobrecito, estaba verde de las sacudidas que le daba, a punto de vomitar por el alcohol que se meneaba en su interior.

Me repetía en mi cabeza esas palabras que tanto me gustaba que me dijera: Putita, trolita, hermosa, perrita. Me golpeaba en las nalgas imaginando sus manos, me chupaba los senos imaginando su boca, me metía los dedos en lengua imaginando su pija. Los movimientos se intensificaron y, por fin, pude acabar.

Terminé temblando de arriba abajo, casi tan mareada como mi marido, pero satisfecha. Muy satisfecha de haber tenido un pequeño desahogo con una pija real y no un juguete de silicona.

Me retiré de mi esposo mientras él seguía ahí, extendido en la cama, como estrella de mar atropellada, con muy mala cara y con la verga todavía dura. No había acabado, y sabía que, si yo quería podía usarlo aún más, pero no quería correr el riesgo que se desgracie estando yo arriba.

Lo di vuelta para que, en caso de que se vomite, no se bronco aspire, y me metí en el baño a mandarle un par de fotos a Franco, aprovechando que había violado a mi marido y me sentía la mujer más erótica del mundo.

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