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Esclavo de ti mismo (Cap. 12): Tercera cacería: Narcosis

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Pasaron veinte minutos sin que ningún ruido se escuchara, excepto el tronar de la madera al ser devorada por las llamas. Hércules y Sergio dormían profundamente y sus respiraciones eran casi imperceptibles. De pronto, una sombra se deslizó desde los árboles y la figura de Marcus reapareció alumbrada por el brillo de la luna.

Sonrió retorcidamente al contemplar a sus dos presas descansar confortados por el amparo de las llamas. Se aproximó sigilosamente hacia ellos y tras observarles fijamente por casi un minuto, se inclinó hasta la altura de sus rostros.

-¿Hércules, estás dormido? -Cuestionó Marcus con una voz suave y aterciopelada.

-Ssí. -Respondió el griego con un movimiento imperceptible de sus labios y sin abrir los ojos.

-¿Sergio, te encuentras dormido? -Volvió a inquirir Marcus, aunque ahora al brasileño.

-Hmmm, Sssi. -Contestó el brasileño con una voz débil y gutural.

-Perfecto. Ahora Hércules, levántate y ven conmigo. Sergio, colócate también de pie y aproxímate a mí. -Indicó Marcus.

Sin despertar los dos hombres obedecieron. Se levantaron de las bolsas de dormir, con sus cabezas caídas sobre los hombros y los brazos sueltos a los costados de sus cuerpos.

Ambos se pararon delante de Marcus y él estiró sus brazos para colgarse de sus cuellos.

-Ahora es su turno de unirse a mi harem. Vamos a comenzar. ¡Kaligari!, ¡Sicodélico!, mi sonámbulo, mi zombi, ¡vengan aquí! -Ordenó Marcus en voz alta.

Alfonso y Sam salieron de la tienda y tal como les fue mandado, los dos se habían sacado las camisas.

-Veo que los dos están listos. Quiero que los cuatro estén en las mismas condiciones. Hércules, quítate la playera, por favor.

El griego sin pronunciar palabra obedeció y Marcus fue incapaz de retirar la vista de aquel bronceado pectoral, de esos bíceps de hierro, de esa ancha espalda. Hércules sostuvo su playera en la mano izquierda y Marcus se la rebató, al tiempo que le robaba un beso, al cual el fornido hombre no correspondió.

Se giró entonces y disfrutó el rostro indefenso de Sergio. Ver a aquel gigante totalmente sometido por el narcótico y listo para ser utilizado, le excitó sobre manera.

-Sergio, quítate también la camiseta, pero hazlo despacio y enséñame todos tus músculos. -Indicó Marcus.

El brasileño acató solícito. Se retiró lentamente la camiseta por encima de la cabeza y en cada movimiento se esmeró por revelar lo bien modelado de su torso. Marcus salivó cuando las gotas de sudor se reflejaron sobre la superficie de aquella blanca piel y más aún al mirar el abdomen del brasileño, firme y depilado, justo como debía ser.

Sergio se quedó con la camiseta en la mano y Marcus se la rebató violentamente. Arrojó ambas prendas al suelo y se abalanzó contra el brasileño, que no opuso resistencia. Comenzó a llenar de besos el torso de Sergio y le obligó a inclinarse para chupar su cuello. Después alargó el brazo, atrajo a Hércules y empezó a besar con avidez a los dos en la boca. Exploraba con la mano derecha la espalda del brasileño y con la izquierda el pectoral del griego.

-Veo que la droga surtió efecto sobre ustedes. Voy a disfrutar esta parte de la cacería con los cuatro, pero antes debo hacer que el estado de narcosis de los dos se vuelva permanente. -Resolvió Marcus, mientras retiraba su mano de Sergio.

Después Abrazó a Hércules, sujetó suavemente su cabeza y le dijo al oído.

-Me gusta tu olor, el sabor de tu piel, ¡Estos magníficos hombros de macho, esta espalda de leñador! Eres un esclavo digno de servirme. ¡sí! Te deseo en verdad y serás el siguiente en ocupar mi cama.

Ante aquellas palabras el griego no experimentó ninguna reacción y sólo se limitó a permitir que Marcus prosiguiera con la exploración de su cuerpo. Marcus le besaba, lamía y chupaba el cuello, al tiempo que con sus manos recorría su espalda.

Más en ese momento rompió el contacto y se apartó. Observó a los dos machos fijamente por unos segundos y pensó en la mejor manera de proceder. La droga que les había administrado generaba un poderoso estado hipnótico, sobre todo si se mezclaba con alcohol. La droga dejaba la mente sumamente vulnerable ante la implantación de comandos, sin embargo no era permanente.

Para completar el estado al que el denominaba narcosis, resultaba necesario sumergir a aquellos hombres todavía más en un trance profundo. Era como volver a hipnotizarlos cuando ya estaban hipnotizados, y una vez alcanzaran el nivel más profundo, debía suministrarles la segunda droga para mantenerles en aquel estado de manera indefinida.

-Hércules, Sergio, escúchenme bien. Quiero que pongan atención al sonido de mi voz, únicamente al sonido de mi voz y a cualquier cosa que yo les indique. Nada más existe, nada más importa, ¿Entienden? -Señaló Marcus.

-Ssi, poner atención a tu voz… Al sonido de tu voz… A lo que tú indiques… Nada más existe… Nada más importa… -Admitió Hércules en un tono plano y sin inflexiones.

-Ssi… Poner atención al sonido de tu voz… Únicamente al sonido de tu voz… A lo que indiques… Nada más… Nada más existe… Nada más importa… Entendido… -Aceptó Sergio también sin oponerse.

-Bien, primero voy a iniciar contigo Hércules. Alza tus manos hacia enfrente. Eso es. Ahora, quiero que tus manos giren sobre sí mismas. Así, eso es. Tus manos giran y giran… dan vueltas sobre sí, mientras describen círculos… Giran con más rapidez cada vez… Giran y giran, se mueven más y más deprisa… Cada vez a más velocidad…Con más rapidez… Aunque trates de detenerlas no podrás, porque cuanto más lo intentes más rápido girarán… Eso es… Puedes tratar de intentarlo… Pero cuanto más esfuerzo emplees en intentar detenerlas más y más rápido van a girar… Así es… Con cada giro que hacen tus manos, quiero que caigas todavía más en un profundo sueño… Así, eso es… Tus manos Giran y giran… Más rápido… Aún más rápido… Y el sueño se hace más profundo con cada giro… Más profundo… Más profundo… Ahora tus manos empiezan a girar en sentido contrario… Ruedan… Dan más y más vueltas… Giran y giran mientras tu sueño se hace más profundo… Más intenso, duermes profundamente… Duermes profundamente al tiempo que tus manos giran… Es imposible detenerlas, aunque trates de detenerlas será imposible porque más y más girarán… Giran y giran, mientras te sumerges en un sueño mucho más profundo. Ahora, toda esa velocidad, todos esos giros se van a detener… Se van a convertir en un sueño muy, muy profundo. Observa como tus manos se detienen, se relajan… Se van a detener y cuando lo hagan caerán pesadas completamente relajadas, mientras alcanzas un nivel más profundo. Todo el movimiento de tus manos se transforma ahora en un trance más y más profundo… Duermes profundamente… Duermes profundamente… Estás profundamente hipnotizado… Profundamente dormido… Disfrutas y sientes un placer muy grande al estar hipnotizado… Tus pensamientos se borran por completo… Tu mente está en blanco… Mis deseos son órdenes… No tienes mente propia… Quieres estar hipnotizado… Disfrutas estar bajo trance… Disfrutas estar profundamente hipnotizado… Disfrutas estar profundamente dormido… Te gusta estar bajo trance… Deseas olvidar quién eres… Quieres obedecerme en todo… eres mi esclavo… Yo soy tu Amo… -Indujo Marcus al griego en aquella técnica de profundización hipnótica.

Hércules obedeció, levantó los brazos y ejecutó los movimientos que Marcus ordenó. Al detener los giros en el aire, dejó caer pesadamente los brazos a los costados de su cuerpo, al tiempo que clavaba la cabeza sobre el pecho y sus músculos se tornaban increíblemente rígidos.

–Sssi… Yo… Duermo profundamente… Duermo profundamente… Estoy completamente hipnotizado… Completamente dormido… Me gusta estar hipnotizado… Mis pensamientos se borran… Mi mente está en blanco… Tus deseos son órdenes… No tengo mente propia… quiero estar hipnotizado… Quiero olvidar quien soy… disfruto estar bajo trance… Disfruto estar profundamente hipnotizado… Disfruto estar profundamente dormido… Quiero obedecerte en todo… Soy tu esclavo… Tú eres mi Amo… -Repitió Hércules en un tono carente de vida aquellas terribles sugestiones.

Después Marcus sujetó las manos del griego suavemente y las puso sobre la hebilla de su cinturón.

-Desabróchalo, no seas tímido. Abre la bragueta y empieza a explorar mi cuerpo. -Indicó Marcus mientras lamía el oído de Hércules.

-Ssí… Desabrochar… Abrir la bragueta… Explorar tu cuerpo… Sssi… -Respondió Hércules con aquella voz soñolienta, mientras abría el cinturón y el cierre de Marcus con lentitud.

Marcus sintió las poderosas manos de Hércules bajar su bóxer, palpar sus muslos y la base de sus genitales. Suspiró de placer cuando el griego comenzó a tocar su miembro y sostuvo sus manos para que no las retirase de allí.

-Disfrútalo, acarícialo. Recórrelo con tus dedos. Graba su forma en tu mente Hércules, a partir de hoy mi miembro será la primera llave de tu placer. Mi miembro será lo más importante en tu vida. Yo soy lo más importante en tu vida, yo soy tu Amo. -Dijo Marcus en un susurro.

-Sssi… A partir de hoy tu miembro es la primera llave de mi placer… Tu miembro es lo más importante… en mi vida… Tú eres lo más importante en mi vida… Sssi… Tú eres mi Amo… -Respondió Hércules sin estar consciente de la implantación de aquel comando de sumisión homosexual.

Marcus empezó a besarlo lentamente, mientras hablaba.

-Siente mis labios, prueba mi lengua, degusta mi boca. Mi boca es la segunda llave de tu placer. Lo que yo diga a partir de ahora será ley para ti. Mis labios te hacen gozar. Mi palabra es ley para ti. Yo soy tú Amo.

-Ssí… Tu boca es… Es la segunda llave de mi placer… Lo que digas a partir de ahora… Es ley para mí… Tus labios me hacen gozar… Tu palabra es ley… para mi… Sssi… Eres mi Amo… -Aceptó Hércules aquel segundo comando con facilidad.

Marcus comenzó a frotar el miembro de Hércules antes de continuar.

-Percibe mis manos. Siente mis dedos recorrerte, explorarte. Mis manos son la tercera llave de tu placer. Mis manos te gobiernan, mis manos te dominan. Yo soy tu Amo.

-Ssí… Tus manos son la tercera… Tercera llave de mi placer… Tus manos… Me gobiernan… Tus manos… Me dominan… Sssi… Eres mi Amo… -Contestó el guardaespaldas sin poder revelarse a la sugestión de aquel tercer comando.

-Escúchame, eres una montaña de músculos sin voluntad, no tienes mente propia, tus pensamientos no existen, tus pensamientos son los que yo ordene. Yo soy tu Amo, tu maestro, tu dueño. Eres mi gran esclavo, mi esclavo secundario, mi esclavo bruto, puto y sexual. Repite varias veces lo último y mientras lo repites, quiero que duermas más profundamente, te sumerjas más en el trance. En un estado a donde nunca podrás despertar.

-Ssi… Soy una montaña de músculos sin voluntad… No tengo mente propia… Mis pensamientos no existen… Mis pensamientos son los que tu ordenes… Eres mi Amo… Mi Maestro… Mi Dueño… Soy tu gran esclavo… Soy tu esclavo secundario… Soy tu esclavo bruto… Puto… Y sexual…-Ssi… Soy una montaña de músculos sin voluntad… No tengo mente propia… Mis pensamientos no existen… Mis pensamientos son los que tu ordenes… Eres mi Amo… Mi Maestro… Mi Dueño… Soy tu gran esclavo… Soy tu esclavo secundario… Soy tu esclavo bruto… Puto… Y sexual…-Ssi… Soy una montaña de músculos sin voluntad… No tengo mente propia… Mis pensamientos no existen… Mis pensamientos son los que tu ordenes… Eres mi Amo… Mi Maestro… Mi Dueño… Soy tu gran esclavo… Soy tu esclavo secundario… Soy tu esclavo bruto… Puto… Y sexual…

Marcus sonrió complacido, pues ante cada frase el cuerpo de Hércules se volvió aún más rígido y dejó caer todo su peso sobre él. Sabía que el griego estaba en el punto más profundo del trance y que era el momento para plantar la sugestión Posthipnótica final.

-Pon atención esclavo. Cada vez que de mi voz y sólo de mi voz, escuches la frase: “Músculos de hierro”, todo tu cuerpo se volverá rígido, cada músculo, cada parte de tu cuerpo. Entrarás profundamente en este trance y te volverás una montaña de músculos sin voluntad, te convertirás en mi gran esclavo, en mi esclavo secundario, en mi esclavo bruto, puto y sexual. -Indicó Marcus al oído de Hércules.

-Sssi, mi Amo… Cada vez que de tu voz y sólo de tu voz… escuche la frase “Músculos de hierro”… Todo mi cuerpo se volverá rígido… Cada uno de mis músculos… Caeré en este trance… Me volveré tu gran esclavo… Tu esclavo secundario… Tu esclavo bruto, puto y sexual… Ssi mi Amo… Obedeceré… -Respondió el griego sin rebelarse a aquel nuevo comando.

-Perfecto- Dijo Marcus, mientras sacaba de entre sus ropas un frasco con una substancia gelatinosa en su interior. Apartó a Hércules un poco, destapó el frasco y lo acercó a la boca del griego. -Cómete esto mi esclavo, cómetelo y duerme para siempre.

-Ssi, mi Amo… Comerlo… Dormir para siempre… -Respondió el griego con un débil murmullo, al tiempo que comenzaba a degustar con su lengua aquella substancia.

Cuando terminó, Hércules dejó caer todo el peso de su cuerpo sobre Marcus y él supo que la droga había entrado a su torrente sanguíneo, solamente debía dejar pasar unos minutos para que llegara a su cerebro y la narcosis fuera total. Sostuvo al griego y lo condujo hacia donde estaban Alfonso y Sam. Entregó a Hércules al ojiazul e indicó a este que le sostuviera hasta que él se lo ordenara.

Se volvió una vez más y miró a Sergio, que sin inmutarse y con la cabeza recargada sobre su hombro esperaba sus instrucciones. Meditó sobre la mejor técnica de profundización y se felicitó a sí mismo por la idea que acababa de tener.

-Sergio, recoge tu camiseta del suelo, quiero que te la pongas nuevamente. -Instruyó Marcus.

-Ssi, enseguida… -Respondió Sergio, a la vez que la levantaba y comenzaba a colocársela otra vez.

-Escúchame bien. Voy a contar hasta diez y cada vez que pronuncie la palabra “Prenda”, quiero que te quites la ropa de forma sensual y la tires en el suelo. ¿Entiendes? -Indicó Marcus.

-Ssi… Vas a contar hasta diez y cada vez que digas la palabra “Prenda”… debo quitarme la ropa de forma sensual… Y tirarla en el suelo… Ssi… -Contestó Sergio con tono débil.

-Si, y cada vez que te quites la ropa, deberás decir, “Marcus es mi Amo, soy esclavo de Marcus, sólo Marcus tiene poder sobre mí, sólo Marcus me puede ordenar”, y mientras lo dices y te desvistes, dormirás más profundamente, caerás aún más profundo en la hipnosis. ¿entiendes? -Indicó Marcus.

-Ssi… cada vez que me quite la ropa, deberé repetir: “Marcus es mi Amo… Soy esclavo de Marcus… Sólo Marcus tiene poder sobre mí… Sólo Marcus me puede ordenar” y deberé dormir más profundamente a la vez que me desvisto… Deberé caer más profundamente en la hipnosis… Ssi… -Aceptó Sergio aquella orden que anularía para siempre su libertad.

-Bien vamos a comenzar mi viril esclavo. 1… 2… ¡Prenda! -Dijo Marcus.

-Marcus es mi Amo… Soy esclavo de Marcus… Sólo Marcus tiene poder sobre mí… Sólo Marcus me puede ordenar… -Repitió Sergio, al tiempo que se sacaba la camiseta una segunda vez y se giraba un par de veces, para que Marcus pudiera apreciar lo bien delineado de su torso.

-3, 4. ¡Prenda! ¡Prenda! -Volvió a instruir Marcus.

-Marcus es mi Amo… Yo soy… su esclavo… Sólo… Marcus tiene poder sobre mí… Sólo Marcus me puede ordenar… -Dijo el brasileño, a la vez que mostraba a Marcus sus glúteos de manera provocativa y se sacaba los zapatos y calcetines luego de escuchar la doble palabra.

-5, 6, 7. ¡Prenda! -Volvió a ordenar Marcus.

-Marcus es mi Amo… Yo soy esclavo de Marcus… Sólo… Marcus… tiene poder sobre mí… Sólo Marcus me puede ordenar… -Afirmó Sergio con una voz cada vez más apagada, mientras de forma sensual se desabrochaba el cinturón.

Marcus disfrutó el modo tan lascivo en que Sergio se tocó cuando se sacó el cinturón, ya que jugó notablemente con su miembro.

-8, 9, 10. ¡Prenda! ¡Prenda! -Demandó Marcus.

-Marcus… es mi… Amo… Yo… soy su esclavo… Sólo… Marcus tiene poder sobre mí… Sólo Marcus me puede ordenar… -Repitió Sergio, luego de alzar sus torneadas piernas al sacarse los pantalones y el bóxer.

Marcus entonces lo sostuvo de las caderas y empezó a acariciarlo. -Bien, huéleme Sergio, toca mi cuerpo, recórrelo con tus manos. Estar así desnudo para mí, es la llave de tu placer. Desnudarte para mí, es la primera llave de tu placer. Soy tu Amo. -Indicó Marcus.

-Ssi… Desnudarme para ti, es la llave de mi placer… estar así desnudo para ti, es la primera llave de mi placer… Eres mi Amo… -Respondió Sergio entre jadeos, enteramente hipnotizado.

-Mi olor, es la segunda llave de tu placer. Mi olor te hipnotiza, te excita, te doblega. Soy tu Amo. -Instruyó Marcus aquella segunda orden.

-Ssi… Tu olor… Es la segunda llave de mi placer… Tu olor… Me hipnotiza… Me excita… Me doblega… Eres mi Amo… -Aceptó el brasileño cada vez más sumergido en aquel sopor de sumisión.

-Ahora, desvísteme. Recorre mi cuerpo con tus manos. Siente mi piel y excítate. Mi cuerpo desnudo es la tercera llave de tu placer. Soy tu Amo. -Ordenó Marcus cargado de lujuria.

-Debo desnudarte… Recorrer tu cuerpo con mis manos… SENTIR TU piel… Tu cuerpo desnudo es la tercera llave de mi placer… Eres mi Amo… -Admitió el brasileño completamente hipnotizado, al tiempo que desnudaba con gran ansiedad a Marcus. Desabrochó la camisa botón por botón y en cada movimiento aprovechó para deslizar sus yemas sobre el pectoral de su Amo. Después le quitó el cinturón, extrajo los zapatos y entre ardientes caricias le bajó los pantalones.

Sergio estaba enormemente excitado, cargado de un apetito sexual incontrolable. La última sugestión había calado hondo en su subconsciente y el cuerpo desnudo de Marcus lo volvía loco. Se inclinó y buscó la boca de su Amo, a lo que Marcus correspondió y permitió que el brasileño degustase de sus labios a placer.

-Eres mi Amo… Sólo tú tienes poder sobre mí… Sólo tú me puedes ordenar… -Afirmó Sergio bajo los efectos absolutos del trance.

-Así es, yo soy tu Amo. Y por eso cada vez que yo pronuncie: “Rígido y desnudo”, deberás caer muy profundo en la hipnosis. Serás mi esclavo semental. -Dijo Marcus tras un largo beso.

-Ssi, eres mi Amo… Y cada vez que pronuncies “Rígido y Desnudo”, deberé caer muy profundo en la hipnosis… Seré tu esclavo semental… Si mi Amo… -Aceptó Sergio al tiempo que bajaba el bóxer de Marcus y sujetaba con fuerza su miembro.

Marcus gimió complacido, pero detuvo al brasileño al menos por un momento. Destapó el frasco con la substancia gelatinosa y abrió los labios del hipnotizado guardaespaldas.

-Cómelo mi esclavo semental. Cómelo y cae en la hipnosis para siempre. -Indicó Marcus.

-Ssi, mi Amo… Comerlo y caer en la hipnosis para siempre… Ssi, mi Amo… -Respondió el brasileño, que igual a Hércules no tardó en devorar aquella gelatina azul.

Sergio dejó caer el peso de su cuerpo sobre Marcus y él soportó a aquel gigante desnudo. Volteó Entonces a ver a los otros tres hombres, todos sin camisa, listos a complacer sus deseos y se relamió los labios al pensar en el espectáculo que estaba a punto de iniciar.

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