Nuevos relatos publicados: 0

Fantasía humectante

  • 5
  • 8.117
  • 9,38 (13 Val.)
  • 3

Era de noche, las 2 am, había terminado de estudiar para mis exámenes finales. Estaba algo cansada, pero no para dormir, sino más bien para relajarme un rato. Me recosté en la cama, esperé hasta que mi cuerpo la entíbiese un poco para estar cómoda. Llevaba solo una remera holgada sin brasier y un cómodo boyshort color negro.

De pronto, aburrida mirando memes en las redes sociales, vi una publicidad de un “juguete íntimo” y seguidamente un video de cómo una pareja llevaba uno de esos que el novio controlaba desde una aplicación, en un lugar público. No sé por qué, pero se me erizó la piel al notar que la chica apenas podía mantenerse en pie cuando el chico comenzó a subir al máximo las revoluciones del pequeño, pero poderoso aparato.

Desde ese momento una nueva fantasía apareció en mi mente.

Poco tiempo después compré el mismo juguete, fui a buscarlo para que no llegase a mi casa sin que yo estuviera y mi madre lo revisara. No quería sermones conservacionistas, las fantasías son propias y no hay que dar explicaciones sobre ello.

Una marea de nervios me inundó por completa, parecía como si fuese a buscar un kilo de cocaína o algo peor. Pero al mismo tiempo ese sabor ininteligible agridulce que aceleraba mis pulsaciones me encantó. Luego de recibir el paquete, con mucho entusiasmo, en un parque a solas, lo abrí sin antes mirar a todos lados. Ahí estaba… pequeño, pero con una forma agradable y atractiva, hasta el color me gustaba.

Recuerdo haber sentido esta misma sensación en la niñez, cuando me compré por primera vez mi propio juguete preferido. Así que con aun más entusiasmo me dirigí a mi casa, entré directamente al baño e hice el último paso del instructivo. Con la suficiente delicadeza lo introduje dentro de mí.

No era nada del otro mundo, una sensación poco superior a un dedo.

Supongo que lo divertido empezaría después… me vestí para salir y fui de compras, quería revivir ese momento que vi en el video, lástima que me faltaba el novio, pero tampoco era algo tan necesario. Ya una vez en el lugar, abrí la aplicación, la configuré y comenzó a funcionar.

Habré caminado en el supermercado unos 10 minutos, era un cosquilleo bastante placentero, pero me estaba sintiendo algo decepcionada. Quizás habría caído una vez más en publicidad engañosa, donde la chica se revuelca, pero en realidad no es tanto. Justo antes de apagarlo y sacarlo en cuanto pudiera, decidí ponerlo en su máximo nivel y caminar un poco más.

Mientras observaba algunas cremas para la piel, una fuerte sensación de humedad se presentó entre mis piernas, acelerando mis pulsaciones y erizándome la piel, era un cosquilleo mucho más fuerte, que no me daba ningún respiro. Como si fueran mis propios dedos, pero sin darme ni un solo segundo de descanso.

Me agache ligeramente fingiendo ver las cremas de abajo, pero en realidad eran mis piernas que comenzaban a entumecerse. El abrasante calor que subía por mi pelvis hasta quemarme por mi abdomen, trazando mis pechos como ligeros pellizcos electrizantes que culminaban en mi cuello.

De pronto oigo una voz preguntar “¿Estás bien?”

Tratando de mantener la compostura, contesté susurrando que sí, que solo me había bajado la presión. Temía que, si alzaba demasiado la voz, mi propia boca me la jugaría en contra y dejaría salir un gemido, una expresión del carnaval lascivo que estaba sintiendo.

Por suerte esa persona se fue, no me di cuenta ni me importaba si habría notado que estaba pasando. Solo que yo estaba extasiada disfrutando de la realidad de mi fantasía.

Tenía que dirigirme a pagar, antes de que fuese demasiado tarde, nunca fui de soportar demasiado los orgasmos y mucho menos en un lugar público. Cada paso que daba podía sentir como se me escapaban mojados hilos de placer de entre mis piernas.

Llegué a la caja, comencé a poner algunos artículos y dispuesta a pagar.

Sabía que, si no reducía las revoluciones de este juguete, me terminaría devorando desde adentro hasta explotar en un fuerte orgasmo. La vergüenza que sentía con tan solo pensarlo me estaba matando. Saqué mi celular, abrí la aplicación y casi temblando fui a cerrarla.

La aplicación se congeló.

Las revoluciones no cesaron, mis piernas casi no podían sostener mi cuerpo, mis uñas casi que rasgaban mi holgada pollera tratando de soportarlo. No había nada que hacer, traté de pagar como pude mientras la cajera me observaba entre cerrando los ojos y se preguntaba que me estaría pasando.

Ya no era dueña de mis acciones, cuando traté de responder, no me expresé yo, sino mi cuerpo, soltando un gemido justo cara a cara.

Ella me observó de arriba abajo y notó mis piernas casi echas un moño, enseguida entendió.

Me dejó ir sin preguntarme nada.

Despacio caminé unos metros, pero tuve que agacharme, mis piernas se retorcieron junto al resto de mi cuerpo y finalmente un fuerte clímax apareció… comencé a gritar en silencio cerrando fuertemente los ojos. Es como si el tiempo se congelase por un segundo. Todo el cuerpo tiembla, se entumece y vuelve a temblar en tan solo milésimas de segundos. Es como si quisieras que pare, pero al mismo tiempo no, a eso le sumas toda la sensación de que sea un lugar público y se intensifica a unos niveles indescriptibles.

Al momento de volver al mundo físico agitada y extenuada, observé a mi alrededor esperando decenas de miradas acusantes, pero nadie lo hizo, todas estaban en lo suyo. La satisfacción fue doble, pude apagar el poderoso juguete y contenta como toda una señorita estilizada caminé semi empapada de mi propia fantasía hacia la salida, sin antes pasarme un dedo por la zona más mojada y llevármelo a la boca para degustar mi capricho.

(9,38)