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Fernando, el novio de mi hermana

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Una vez más me siento delante de mi portátil con la pantalla en blanco dando forma a un nuevo relato que me haga vibrar, que os haga imaginar aunque solo sea un momento ser partícipes de mis fantasías sexuales, como todos los días que me encuentro sola en casa y siento la necesidad de escribir en mi sillón preferido solo con mis braguitas rosas cubriendo mi sexo y una camiseta, empiezo a golpear las teclas dando forma a esta mi nueva historia.

Puede que sea un hermano perdido, un primo, un alumno, un policía que me acosa o quizás un médico que quiere meterme algo más que el palito para ver mi garganta, quizás solo sea el novio de mi hermana, un hombre entrado en años jugando al ajedrez conmigo, a las damas, quizás mi amiga mientras nos cambiamos en el vestuario o puede que tomando una copa en un bar contigo, te doy a elegir que prefieres, hoy eliges tú, o quizás quieras ser tú el protagonista de mi historia ¿quieres jugar conmigo? ¿Quieres pasar un momento de sexo conmigo?, pues si es así, ven, cierra los ojos e imaginarme, vuela cogiéndome de la mano y no te sueltes porque empezamos.

Ya me hubiera gustado a mí que las cosas hubieran salido de otra manera, pero no podemos elegir de quien nos enamoramos y yo estaba enamorada de Fernando el novio de mi hermana desde hacía tiempo, estaba tan ilusionada de que mi hermana me hubiese invitado a ir con ellos de vacaciones, tenía los 18 años recién cumplidos y este sería el mejor verano de mi vida seguro, un viaje con él… bueno, con él y con mi hermana, pero él estaría allí todos los días y la verdad que no pudo empezar mejor el viaje.

A última hora llamaron a mi hermana del trabajo, algo urgente a lo que no podía decir que no y que la iba a demorar una semana de las vacaciones, la decisión la tomaron ellos dejándome al margen, el apartamento estaba pagado así que Fernando y yo nos iríamos ese mismo día y al cabo una semana o quizás más, mi hermana se reuniría con nosotros y así lo hicimos, nos despedimos de ella y a las siete horas estábamos en las maravillosas playas de arena blanca de Cádiz.

El apartamento estaba en un enclave precioso justo enfrente de la playa, un ático con unas vistas de ensueño, yo estaba tremendamente feliz de vacaciones en aquel sitio tan bonito y sola con Fernando ni más ni menos, la verdad que esas primeras horas fueron un poco extrañas, me sentía mal por alegrarme de lo que le había pasado a Lucia, mi hermana y a la vez estaba cohibida por estar sola con él, Fernando quien en todo momento desde que salimos de casa intentó hacerme el viaje más fácil, siempre bromeando conmigo, siempre haciéndome reír.

Ya la primera noche supe que lo iba a pasar mal, cuando le encontré apoyado en la barandilla con el bañador y una camisa abierta, el viento soplaba con fuerza, hacia volar su camisa y le desnudaba parcialmente para mí mostrándome sus abdominales, su torso musculoso con algo de vello en el pecho, le miraba atontada como algo inalcanzable, tenía todo lo que me atraía en un hombre, era guapo con unos ojos verdes que me desmontaban al mirarme, una sonrisa limpia y fresca con unos labios carnosos que te invitaban a besar, manos fuertes, era culto, tierno, simpático y gracioso, te sabía escuchar y sabía cuándo tenía que hablar, en fin tenía todo por lo que una mujer suspira.

Al día siguiente me prometió llevarme a cenar y así lo hicimos, pero antes de salir la que esperaba ahora en la terraza era yo, esperaba a que terminara de vestirse y ahora el viento a quien golpeaba levantándome continuamente la falda era a mí, una brisa fuerte hacia volar mi melena y mi blusa, hacía tiempo que Fernando me miraba desde el salón por detrás de la cortina, me sentía espiada, observada y estaba realmente nerviosa, el viento mi peor enemigo en esos momentos porque en más de una ocasión me había levantado la falda dejándole ver mi braga, mis manos no daban abasto en sujetarme el pelo y la falda, sabía que él estaba allí y para mí hubiera sido más fácil meterme dentro de casa, pero no sé por qué no lo hice, bueno sí, quería que me viera.

El viento arreciaba y tomé la decisión de cambiarme la falda por un pantalón, al entrar en mi habitación nuevamente le veía que me perseguía con su mirada, había dejado la puerta abierta a posta y empecé a quitarme la falda muy despacio sabiendo que él miraba, me estaba excitando tanto que empecé a moverme sensualmente al ponerme los pantalones mirándole de reojo, incluso llegué a ver como su mano se dirigió hacia su pantalón para colocarse el bulto que le había crecido dentro de él.

Reímos, comimos y bebimos esa noche, me llevó a una discoteca y ya casi amaneciendo nos fuimos a casa, me lo había pasado como nunca, había ligado con un par de chicos a los cuales Fernando había espantado haciéndose pasar por mi novio, me rodeaba con sus fuertes brazos y me besaba castamente en la frente, lo justo para que me dieran por perdida, estaba feliz, como en un sueño, antes de salir de casa Fernando se había fijado en mí, se había excitado conmigo y yo con él y ahora de camino al apartamento íbamos los dos abrazados por el paseo marítimo, con su mano derecha cogiéndome suavemente por mi cintura, yo le rodeaba con mi brazo la suya y apoyaba de vez en cuando mi cabeza en su pecho con la excusa de que mi melena no se volara continuamente.

No dijimos nada desde que salimos de la discoteca, simplemente nos abrazamos y recorrimos los dos kilómetros de distancia hasta llegar al apartamento, había una luna espectacular, el viento se había calmado, el mar se sentía en silencio y solo el batir de las olas que nos habían acompañado durante todo el camino fueron testigos del beso que me dio Fernando antes de llegar, nos detuvimos un momento mirándonos y subiéndome a la barbilla con sus manos me dio un beso sin decirme nada, solo un beso, nuestros labios se unían y tal como vino se fue, nos mirábamos fijamente y yo temblaba, pero no de frío, ese beso me había traspasado todo el cuerpo y quería más, necesitaba más, pero Fernando simplemente me miraba con seriedad hasta que intenté besarle y me rechazó, entrando en el portal rápidamente.

Ya en casa era de noche todavía cuando me encontraba en la terraza nuevamente, me había quitado la ropa y esperaba a acostarme, estaba descalza con una camiseta larga que me cubría un poco más de medio muslo, recordaba cada momento de la noche, del beso que me había dado mientras empezaba ver el amanecer, estaba feliz y a la vez triste, estaba ilusionada y a la vez me sentía culpable por mi hermana, pero no había problema por ella, sabía que Fernando había tenido un momento de duda y nada más, me había rechazado y yo lo admitía.

Estaba con mis pensamientos mirando el amanecer y no me di cuenta cuando Fernando salió a la terraza y sin decirme nada y otra vez, sorprendiéndome me rodeó con sus brazos justo por debajo de mis senos con fuerza, besándome el cuello, creía estar en un sueño cuando mis manos se apoyaron en las suyas, era real no era un sueño, él estaba detrás de mí desnudo tan solo con su bóxer abrazándome y besándome, nuevamente una tormenta de culpabilidad asomaba por mi cabeza, pero poco a poco me la fue disipando, yo no hice nada por apartarme, le dejaba hacer en todo momento y sus labios mordían continuamente mi cuello por un lado y por otro, mis lóbulos sometidos en su boca y su lengua recorrer mis orejas de principio a fin.

Sus brazos no se contentaron solo con abrazarme, sus manos apretaban mis senos con suavidad por encima de mi camiseta, las mías acariciaban sus muslos desnudos y por fin su boca busco la mía y entreabiertas nos buscamos besándonos, enganchando mi lengua a la suya, quien habló de culpabilidad, que era eso, ninguno de los dos en esos momentos pensaba más que en estar el uno con el otro, en disfrutar del momento, sentir su lengua bailando con la mía en mi interior, notar como sus manos cogían mi camiseta y me la quitaba lentamente, sus manos recorrían ahora mi cuerpo desnudo mientras que no parábamos de besarnos y de acariciarme él con sus labios mi cuello.

Sentía como la humedad me había inundado el interior de mi vagina, como mis braguitas blanca de encaje se había mojado, sentía como sus dedos habían pasado esa información ya a su cabeza cuando con nocturnidad y alevosía habían levantado la goma de mis braguitas después de un buen rato jugando con ellas y ahora jugaban con mi clítoris, haciendo pequeños escarceos ocultándose entre mis labios húmedos para penetrar en mi vagina, toda esta operación bien orquestada había hecho que mis ojos ya no vieran más el amanecer, cerrados y abriendo la boca mis gemidos empezaban a ponerle música al nuevo día.

Sus manos acompañaban a mis bragas hacia la salida, ya pasadas las rodillas, flexionaba estas para que salieran por mis pies descalzos, sentía su pene detrás de mí como una barra de acero golpeándome las nalgas, su bóxer en el suelo hacía tiempo que había caído encima de mis bragas haciéndolas también el amor, los dos desnudos en la terraza atendiendo solo a nuestras necesidades más primarias, Fernando recorría con sus labios todos los rincones de mi espalda, sus manos en mis glúteos apretándolos y mordiéndolos con su boca, estaba muy excitada y él me excitaba cada vez más, el sol ya había salido y los primeros transeúntes paseaban y corrían por la playa.

Había separado un poco mis piernas para que Fernando disfrutara de mi clítoris con su lengua, me daba de vez en cuando lametazos por toda mi vulva metiéndose los labios en su boca, luego más quirúrgicamente con la punta de su lengua hacia que volviera a gemir al acariciarme con ella mi clítoris sin parar ni un momento de atenderlo, cuando no era su lengua eran sus dedos, cuando no penetraba con su lengua mi vagina eran sus dedos, los gemidos pasaron a pequeños gritos de placer, sus dedos corazón e índice se metían en mi vagina haciendo las funciones de su pene entrando y saliendo de mí con rapidez a la vez que su boca se entretenía con mi clítoris.

Fernando se levantó y cogiéndome en brazos me llevó a la mesa de madera que había en el centro de la terraza, sentándome en ella me subió la pierna izquierda hasta sus hombros sujetándola con su brazo, su pene erguido se paseaba arriba abajo entre mis labios húmedos empapándose de ellos, de mi vagina salía una especie de crema blanquecina, mi flujo se adhería a su pene cada vez que pasaba entre mis labios e intentaba entrar en mi vagina, los dos nos mirábamos con pasión, besándonos de vez en cuando, los dos mirábamos como su pene me recorría, como golpeaba mi clítoris y bajando lentamente se metía un poco en mi vagina, solo la cabeza, solo su glande desaparecía y volvía a salir. Fernando me estaba poniendo enferma de placer, necesitaba que me la metiera ya, pero le encantaba hacerme sufrir, le encantaba ver como mi rostro se desencajaba cuando metía su pene, no solo la cabeza, sino que parte del tronco y me lo sacaba nuevamente para volver a jugar entre mis labios y mi clítoris.

Estaba tan excitada, nunca había estado así de excitada, mi cuerpo pedía más, mi cabeza le odiaba y le amaba por lo que me estaba haciendo, le miraba entre gemidos, mordiéndome los labios con los dientes, el ceño fruncido, mi mano apretando mis senos, acariciando mis pezones que eran asaltados por él también de vez en cuando, pero todo tiene una recompensa y más si has sido una niña buena, por fin Fernando empujó con fuerza su pene dentro de mi vagina, llegando tan profundo que más que un gemido, un grito de placer salió de mí inconscientemente, había hecho que cerrase los ojos y mi cabeza se echara hacia atrás, mis manos apretaran con fuerza mis pezones, fue el principio de lo que vendría, ya que esta vez Fernando ya no me hizo sufrir más, ya solo se dedicaba a meterla y sacarla, a que mis gritos no pararan, empujando mi cuerpo y haciendo bailar mis pechos sobre mí, de un lado a otro.

Veía como su polla desaparecía en mi interior, notaba como se friccionaba con mis paredes vaginales deslizándose por mi vagina tremendamente mojada, como la sacaba y salía blanquecina de mi flujo, Fernando paraba de vez en cuando dejándomela allí dentro, muy dentro de mi cuerpo sintiéndola palpitar, salir y entrar tan solo unos centímetros, nos besábamos y nuevamente empezaba a penetrarme con fuerza, golpeando nuestras pelvis con fuerza, desplazándome poco a poco por encima de la mesa, nuestros gemidos y gritos casi a la par, cuando empezamos a descubrir que era el principio del fin de aquello, mi cuerpo temblaba, tenía espasmos en las piernas, calor en el vientre y una ola de placer me recorrió el cuerpo de punta a punta a la vez que sentía como Fernando eyaculaba dentro de mí, con su polla muy profunda sin moverse, lanzando y expulsando en mi interior el semen caliente de su cuerpo.

Todavía ninguno de los dos había dicho palabra alguna, simplemente nos habíamos comunicado con nuestros besos y nuestro sexo, estaba feliz, me sentía dichosa no sabía por cuanto tiempo, pero en esos momentos no pensaba en ello, solo pensaba en el placer que me acababa de dar Fernando, en el que me estaba dando ahora besando mi vientre acariciando mis pezones mientras que yo miraba al sol que ya empezaba a calentar el día.

Cuando Fernando terminó de recorrer mi cuerpo con sus besos, sentía su pene entrar en mi vagina nuevamente, no me lo esperaba y una vez más estaba gozando con él, Fernando se empezó a mover de forma rápida metiéndomela con vigor hasta que paró besándome profundamente y se levantó sin decirme nada, sacando su pene, le miraba extrañada, no sabía qué pasaba, Fernando me había extendido su mano para que se la cogiese y levantarme, estaba nerviosa, pero le seguí hasta al interior de la casa, entraba en su habitación y me tumbaba en su cama.

Pero eso, eso es otra historia porque fuera en la terraza follamos y allí dentro en la cama, haríamos el amor.

(9,20)